Largo camino a la nada - 05

Como jugando, la madre seduce a su hijo, quien se suma a su lista de amantes. Con este relato completo los 200 que había prometido. Gracias a todos quienes me escribieron para decirme que mis anteriores escritos les había agradado. Este relato está con fotos, pero no logré copiarlas acá.

Largo camino a la nada

Capítulo 5

El hijo

¡Una puta, sí una puta!

La voz de Karen sonó iracunda, reflejando un malestar mucho mayor que el reproche en sí. A Cristian no le pasó desapercibido el trasfondo de tanto enojo. No existía razón plausible para tanto enojo si no hubiera algo más profundo escondido en el pecho de su madre, algo que se exteriorizaba en ese enojo irascible, incontrolable. Muy probablemente en ello podría influir la larga ausencia de su padre, pensaba, pero notaba que había algo más que la nostalgia.

Pero mami. . .

No me contradigas. Quizás con cuantos hombres se ha metido antes. Vaya una a saber qué enfermedades puede pegarte.

¿Y qué quieres que haga?

La respuesta de Cristian la desconcertó.

¿Quéeeee?

Mami, sabes que necesito desahogarme.

Pero no con cualquiera mujer, hijo.

Karen seguía lavando la loza, tan frenéticamente que resultaba evidente que era su manera de descargar una furia que la comía por dentro. Había algo en sus actos y su enojo que evidenciaba un problema interno que Cristian no tardó en deducir que se debía a una insatisfacción acumulada. Y era lógico, ya que su madre llevaba mucho tiempo sola y él la sabía una mujer ardiente. De acuerdo a lo que escuchaba cuando ella sexo con su padre, antes de que este partiera en viaje de negocios. Madre e hijo estaban solos, mordiendo cada uno sus propios dolores e insatisfacciones, aunque en el caso de ella no tenía la posibilidad de aliviarse en brazos de otro hombre, según Cristian creía, y él, en cambio, tenía a la vecina para volcar en ella su deseo insatisfecho, propio de su juventud.

Su madre estaba echando fuera toda su insatisfacción con el  frenesí con que llevaba a cabo las labores hogareñas y en esa reacción destemplada de ahora al sorprenderlo saliendo de la casa de la vecina en una actitud que no dejaba lugar a dudas de los pasos en que andaba.

Se preguntaba si su madre se sentía insatisfecha solamente y no habría también en sus actos una cuota de envidia. O tal vez producto de esa envidia hubiera salido a flote un deseo insatisfecho que ella negaba con esa reacción tan destemplada.  Concluyó que en esa manera de actuar, en esa ira descontrolada, había un poco de todo. El podía buscar alivio en la vecina pero su madre no tenía a nadie en quien volcar sus deseos reprimidos y la única persona cercana era él, que hacía alarde de un comportamiento reprochable delante de ella, lo que alimentaba más aún su ira. Era su vida sexual que se encontraba frustrada desde la partida de su padre lo que tenía a su madre en este estado de ánimo, aunque no quisiera admitirlo. Cristian concluyó que su madre estaba en ese estado debido a la falta de sexo y esa conclusión le agradó, pues la imaginó como una mujer ardiente que se encontraba en un estado de debilidad actualmente, un estado del cual el creía que cualquier hombre podría aprovecharse. Y él podría ser ese hombre, pensó.

Estos pensamientos fueron haciendo mella en Cristian, que empezó a abrigar poco a poco la idea de aprovechar estas circunstancias e intentar seducir a su madre, a la que encontraba muy  atrayente y deseable. Su atracción por ella era de larga data, pero solamente ahora se le daba la oportunidad de hacer realidad sus fantasías tan acariciadas en esas noches en que se masturbaba pensando en ella, en sus hermosas piernas que viera en todo su esplendor cuando la sorprendió leyendo absorta,  descuidadamente, y se acomodó subiendo una pierna sobre la otra, regalándole el increíble espectáculo de sus muslos. ¡Qué imagen! Sus hermosos muslos cubiertos por la transparente seda de sus medias, se fijó en su mente y no podía apartar de esta el recuerdo de esas piernas, al punto que sus masturbaciones se centraban en el deseo de acariciarlas, subiendo hasta donde esas medias terminaban y desde ahí meterse entre sus muslos, apartarlos y hundirse entre ellos para libar los deliciosos fluidos maternos, que en su delirio imaginaba fluyendo como tributo a sus caricias.

Fue desde entonces que la figura de Karen se convirtió en obsesión para el muchacho, que creía que lo suyo era una fantasía irrealizable, que nunca podría sentir esas piernas abrazando su cuerpo, entregándole el regalo que escondían al final. Pero hoy, en la cocina, vislumbraba una posibilidad y no pensaba dejarla pasar. Su madre estaba vulnerable por la falta de sexo y la imaginaba una presa fácil si él sabía jugar su juego adecuadamente.

A decir verdad, Cristian ignoraba completamente la verdadera vida sexual de su madre. Ella se encontraba ansiosa, pero no por la falta de sexo, ya que desde hacía varias semanas que se “entretenía” con Ana. Lo que Karen deseaba era algo más fuerte, más sólido, como una buena follada en que una verga la penetrara y ella pudiera gozar sintiéndose penetrada. Y su hija, si bien era un sustituto que alimentaba su morbosidad, no la llenaba como la polla de su marido.

Cristian empezó a llevar la conversación por senderos más afines a sus intenciones, para ver si su madre le seguía los pasos. Total, pensaba, los dos solos en casa, no sería extraño si Karen sucumbía en sus brazos, considerando lo ardiente que la recordaba, cuando la espiaba al otro lado de la puerta del dormitorio y después terminaba sacudiendo su verga imaginándola a ella desnuda, bajo él, gozando como poseída. Su madre aún tenía mucho que entregar en materia sexual y una energía que necesitaba salir fuera, se decía Cristian. Es más, tenía que echar fuera todo el deseo acumulado en ella para que recuperara su estabilidad emocional. Y deseaba ser él quien la ayudara a ello.

En función de ello llevó la conversación por donde quería llegar a su objetivo.

Mira mami, cuando se es joven, como tu o como yo . . .

No entiendo . . .

Yo soy ardiente, me gusta el sexo, y necesito desahogarme, como cualquier persona de mi edad. Y la vecina es lo más a mano que tengo.

Pero no es la mujer adecuada para ti

Cristian se dio cuenta que en la respuesta de su madre había una tácita aceptación a su afirmación de que ella también era joven y, lo más importante, que el sexo era un elemento importante en su vida. Decidió llevar las cosas más adelante, con el objeto de sacar un pronunciamiento más abierto de parte de ella.

¿Y cuál sería la adecuada?

No sé, una que no se metiera con tantos hombres, que podría pegarte una enfermedad.

Tienes razón, pero mientras la encuentro, esta mujer me sirve

Dejó que sus palabras quedaran flotando en el ambiente, pero la respuesta de su madre lo descolocó.

Pareciera que en lugar de pensar con la cabeza. . .

¿Lo hago con el pene?

¡Hijooooo!, ¿qué cosas dices? ¿Cómo se te ocurre?

Pero si eso es lo que querías decirme, pues

Mmmmmmmm.

Calló, sin tener respuesta adecuada a las palabras del muchacho y continuó lavando la vajilla. El se acercó a su madre y la abrazó, sin que esta dejara de hacer lo que estaba haciendo, pero inclinando la cabeza a un lado, en señal de satisfacción.

¿Se te pasó el enojo?

No tienes remedio, hijo

¿Pero me comprendes?

Sin dejar de abrazarla, acercó su cuerpo al de ella y sintió la dureza de su trasero, cubierto por la delgada tela del delantal, que modelaba un par de nalgas de ensueño. Su miembro reaccionó inmediatamente y fue a alojarse entre los cachetes maternos, sintiendo la dureza de estos, suavizada por el roce de la tela. Se retiró, pero estaba seguro que ella se había percatado de la presión que alcanzó por breves instantes la verga sobre su culo. En tales circunstancias, pensó, lo sucedido no la ayudaría precisamente a aliviar la tensión que tenía y estaba seguro que la dejaría más alterada aún. Sintió que iba por buen camino y que debía continuar jugando bien sus cartas si quería que el juego se diera a su favor.

Mami. . .

¿Si?

Eres preciosa.

Gracias, hijo

Karen agachó la cabeza para que su hijo no viera el sonrojo que se había apoderado de sus mejillas, en parte por sus palabras y en parte por el efecto que había producido en ella el leve instante en que el miembro de su hijo presionó contra sus nalgas. Sintió como si una ráfaga de fuego la abrazara y alcanzara los rincones más íntimos de su cuerpo, reavivando en ella todo el ardor que estaba dormido y sintió renacer la fiera lujuriosa que alojaba en su interior y que solamente dormía un letargo, del que su hijo la estaba despertando, sacándola del sopor en que estaba sumida y que ella había pretendido eludir sumergiéndose en el trabajo de la casa con una furia incontenible. Pero ese pedazo de carne entre sus nalgas había sido más poderoso que todos sus esfuerzos por adormecer su naturaleza lujuriosa y nuevamente se sintió invadida por el fuego del deseo, como cuando tenía a su marido a su lado para satisfacer su salvaje deseo sexual.

Karen estaba acostumbrada a una vida sexual intensa, en que ella y su marido habían rebasado los límites de la prudencia haciendo realidad fantasías que habían involucrado a su hija Ana. Y ahora que él se había ausentado, tres meses era demasiado tiempo sin una verga con la cual satisfacerse, por lo que su sensibilidad estaba a flor de piel. Y el roce del miembro de su hijo contra su culo era demasiado para ella.

Cristian se retiró a dormir la siesta y ella continuó con sus quehaceres, sin dejar de pensar en lo sucedido. Y a cada instante que pasaba sentía que el deseo iba tomando más forma en ella. Un deseo incontenible. Y el hecho de que ese deseo se personificara en su hijo no constituía para ella un problema mayor. Deseaba una verga y la de Cristian le había parecido más que adecuada.

¿Qué diría Mauricio si se enterara que se estaba calentando con su hijo? Cuando joven había tenido sexo con su padre y con su hermana, ahora estaba colaborando con su marido para que éste pudiera hacer realidad su fantasía de follar con su hija, con la que ella misma tenía encuentros regularmente. ¿Y cuando se enterara que  ahora ella se metería con su hijo? En su mente calenturienta la posibilidad de follar con su hijo le parecía atrayente y se imaginaba con las piernas abiertas, su cara llena de deseo, incitándolo a que la follara con todas sus fuerzas.

Al parecer estaba sumergiéndose en un pozo de morbosidad que la estaba llevando a la perdición, donde no tendría posibilidad de salvarse. Pero en su ardiente calentura actual, nada de ello le importaba, solo tenía cabida la posibilidad de sentir una verga dentro, llevándola a límites insospechados de placer. Para ella, a estas alturas de su vida, sólo importaba gozar, y no le interesaba si lo hacía con su marido o su hijo.

Decidió que Cristian sería suya ahora y a como diera lugar. Y lo primero sería seducirlo sin que él se percatara de ello, pero confiando en que la juventud de su hijo le haría reaccionar perdiendo el control sobre sus deseos y sin importar nada le hiciera el amor.

¿Qué joven podría resistirse a un tratamiento como el que ella le daría esta noche a su hijo? Estaba segura de que sus armas serían lo suficientemente eficaces como para que Cristian terminara follándola.

La imagen de su hijo penetrándola y ella gozando con su verga en su interior, fue de una realidad apabullante para Karen, sumida en una espiral de lujuria que a estas alturas no sabía de ninguna barrera moral y estuvo a punto de llevar su mano a su entrepierna para buscar alivio.

Pero Karen se habría sentido completamente realizada si hubiera sabido que su hijo la deseaba tanto como ella a él.

Cuando llegó la hora de la cena, él se encontró con que su madre se había arreglado más que lo acostumbrado y lucía su belleza y atractivo en todo su esplender, resaltando sus formas con un vestido corto que mostraba sus preciosas piernas, las que no habían perdido nada de su atractivo, y una blusa que dejaba ver el nacimiento de un par de senos respetables, que hacían difícil apartar la mirada de ellos. Todo esto, rematado con un rostro acicalado como para una fiesta, conformando así un conjunto que la hacía ver esplendorosa, lo que no pasó desapercibido para su hijo, que supuso acertadamente que todo ello era producto de lo acontecido y  lo conversado esa tarde, en la cocina.

Estas radiante, mami

Gracias, adulador

La comida transcurrió en un ambiente alegre, en el que Cristian creyó percibir una cuota de coquetería de parte de ella. Pero no quería equivocarse y prefirió aguantar las riendas de su caballo, para que no se desbocara y echara a perder todo.

Volviendo a la conversación de hoy, en la cocina.  .  .

No sigas, hijo. Mejor dejémoslo ahí.

No, mami, lo que pasa  es que el deseo me superó y por eso me metí con la vecina. Pero te aseguro que esto no volverá a suceder.

Me alegro por ti.

Pero . . .

¿Pero qué, hijo?

Voy a quedar en condiciones similares a ti

Ella comprendió el alcance de sus palabras y un leve temblor de sus labios precedió a su pregunta, ya que imaginaba que sería el punto de partida a todo lo que sucediera entre madre e hijo.

¿Por qué los dos quedaríamos en condiciones similares?

Mami, porque a los dos nos falta alguien

Yo estoy bien así, hijo

En su mirada huidiza se delataba la mentira de su afirmación y él así lo comprendió

Pienso que no es así, mami, y lo sabes bien. Y yo también lo sé.

Ay, hijo, mejor no sigamos con esto.

¿Tienes miedo a reconocerlo?

¿Miedo? ¿De qué o de quién?

Bueno, si quieres cambiar de tema es porque tienes miedo.

Cambiemos de tema mejor, ¿ya?

Es niñita, es niñita.

Ambos rieron  y la cena continuó sin que volvieran a retomar el tema, pero él comprendió que si bien no lo hablaban, estaba en el aire. Había en la mirada de ella, en su sonrisa, en su manera de moverse, una especie de complicidad no declarada, que él leía perfectamente.

¿Sabes, hijo? Parece que esta noche habrá tormenta.

Así parece. Y si no me equivoco, te da miedo la lluvia y el viento

Es cierto, siempre me ha atemorizado. Y ahora no está ni tu hermana ni tu padre…

Su madre lo estaba mirando con otros ojos, eso le era evidente. Pero había que ayudarla también. Y el momento para  la estocada final había llegado. Ella le había dado la excusa perfecta para que él visitara su cama y pudiera así seducirla.

Lo dije: es niñita, es niñita

No te burles, por favor

Tranquila, si quieres, te hago compañía

¿No te molestaría?

Por mí, encantado

Esto último lo dijo con una mirada que reflejaba una segunda intención que estaba seguro ella no podía ignorar. Y si no reaccionaba negativamente, significaba que su madre también deseaba dar rienda suelta a un deseo que estaba a flor de piel en ambos.

Gracias, Cristian.

No solo aceptaba, sino que ahora le llamaba por su nombre, como una manera de despersonalizarlo, como si no fuera su hijo sino un hombre, con todo lo que ello implicaba. Sonrió feliz pues pensaba que tal vez esa noche sería inolvidable.

Cuando el joven apareció en el dormitorio, venía vestido solamente con un bóxer en que se destacaba ostensiblemente el bulto que formaba su paquete bajo la tela negra. Karen, sentada en la cama, luciendo una enagua trasparente, bajo la cual se insinuaba un sostén blanco, no pudo evitar un vistazo a la entrepierna de su hijo, quien sonrió para sus adentros al comprobar el interés de su madre en su paquete.

Ella se levantó para ir al baño, pretexto para que él tuviera una visión completa de su cuerpo bajo la tela semitransparente. Especialmente le interesaba que Cristian viera su trasero, del que siempre se sintió muy orgullosa, esta vez tapado por un calzoncito que se insinuaba  bajo la tela con cada movimiento de su cuerpo, lo que movía sus nalgas con cada paso que daba. Sabía que si su hijo no era de fierro, tendría que sentir el efecto de su escultural cuerpo, especialmente el movimiento de sus nalgas al caminar tan cerca.  Estaba segura a que la herramienta de Cristian tendría que estar a punto después de su paseo al baño.

Antes de volver a acostarse, levantó las tapas de la cama y alcanzó a ver el cuerpo de su hijo, que lucía una erección de proporciones, producto de la exhibición que ella le había regalado. Y en sus ojos se leía claramente el deseo que el muchacho sentía después de ver su exquisito cuerpo pasearse en el dormitorio de manera tan insinuantemente.

Ahora me siento más segura, Cristian.

Es que estás con todo un hombre para defenderte, pues

Tampoco es para que te creas tanto, ja, jaaaaaa

Ah, claro, como si fuera yo el que tenía miedo.

Y metiendo sus dedos entre las costillas de su madre, empezó a jugar con ella.

Es niñitaaaaa, es niñitaaaa

El cuerpo de Karen se revolvió a punto de caer de la cama, intentando evitar los dedos de su hijo que, entre risas, seguía con las cosquillas.

Traidor, sinvergüenza

Intentaba devolver el ataque  de Cristian, pero le era imposible lograr las fuerzas necesarias ya que un ataque de risa le impedía moverse, en tanto el joven seguía su ataque implacable.

Niñita, niñita

El cuerpo de su madre se movía de un lado a otro, intentando evitar el ataque, pero le era imposible hacerlo debido a que su hijo era más fuerte que ella.

Noooo, por favor

Su cuerpo se encogió, intentando con ello disminuir el campo de acción de su hijo, pero éste continuaba metiendo sus dedos en las costillas maternas, sin mayores dificultades, hasta que se percató que Karen ya no ofrecía resistencia, indicio claro de que él había triunfado en esta lucha desigual, por lo que desistió del ataque y, satisfecho y sin dejar de reír, se hizo a un lado y quedó de espaldas.

Pero, sin aviso previo, Karen se subió sobre el muchacho y poniendo sus piernas una a  cada lado del cuerpo de su hijo, empezó a devolverle las cosquillas, sabedora de que su cercanía era una tentación imposible de resistir para el muchacho, ya que, con el tratamiento que le estaba dando, su cuerpo se pegaba al suyo mientras su entrepierna  refregaba el bulto de Cristian, con las consecuencias previsibles.

¿Qué se siente que te hagan a ti lo mismo, ah?

Su cuerpo encima del muchacho, con su cabellera caída sobre el rostro de éste, riendo  mientras sus dedos hurgan al costado de Cristian, Karen se percató que su hijo había dejado de reir y la miraba intensamente. Y es que ella se había sentado sobre el regazo del joven, cuyo sexo empezó a reaccionar con el movimiento de los glúteos maternos mientras ésta arreciaba el ataque sobre sus costillas, mientras los ojos de Cristian no se apartaban de los exquisitos senos que bailaban frente a su rostro con los movimientos de su madre.

Cristian puso sus manos sobre los costados de su madre y empujó su verga sobre las nalgas que estaban posadas sobre su pelvis. Cuando Karen se subió sobre el cuerpo de su hijo se le había subido la enagua y la verga de su hijo chocó directamente con el diminuto calzoncito negro que había quedado sobre el trozo de carne del muchacho.

De pronto ella también dejó de reir y le miró con cara de asombro, como si recién se percatara de lo que estaba sucediendo atrás, en su trasero: su hijo le estaba apretando su verga contra su calzoncito que a duras penas ocultaba su  sexo. Y la sensación que ello le producía era increíble. Era deseada por su hijo y su verga así lo demostraba. Y el joven no dejaba de empujar contra su calzoncito. Le miró a los ojos, mientras su cabello caía sobre el rostro del muchacho, que creyó ver el rostro de una mujer que no sabía cómo reaccionar ante lo que estaban viviendo, una situación nueva que no buscó pero a la cual él la llevó sin que ella se diera cuenta. Todo el juego anterior fue para que sus cuerpos estuvieran más cerca, para que la semi desnudez de los dos los preparara para lo que Cristian deseaba desde que se acostó con su madre. Y el momento de la verdad había llegado. Solo faltaba que él tomara las riendas de la situación para que su madre lo aceptara. Sabía que ella estaba en un momento de debilidad y su verga pugnando por golpear la vulva de ella solo aumentaba esa debilidad. ¡Qué lejos estaba de imaginar que la situación había sido manejada por ella desde el principio y que él era un mero peón!

Sin soltar el costado de su madre, y sin apartar la vista de sus ojos, apretó nuevamente su verga contra la seda del calzoncito de Karen, la que dejó de moverse y le miró a los ojos con una intensidad que decía a todas luces el estado de excitación que la embargaba.

Entonces, sin dejar de mirarla, Cristian metió su mano entre ambos cuerpos y con su palma cubrió el calzoncito y el bulto que bajo la tela formaban los labios vaginales de Karen, henchidos por la excitación de esta. El cuerpo de Karen se estremeció al contacto de la mano en su vulva y un orgasmo con una intensidad que hacía mucho tiempo no sentía, invadió su cuerpo, cubriendo la mano de su hijo con sus fluidos. Este sonrió y apretó hasta que ella hubo soltado todo el líquido que su sexo guardaba en el interior.

Siempre con la vista clavada en su madre, su mano hizo a un lado el calzoncito y puso su verga por un costado, a la entrada de la vulva. Y ahí la dejó.

Móntate.

El joven seguía apretando su verga contra la entrada de la vulva  de su madre, que poco a poco sucumbía al deseo de probar ese pedazo de carne.

Ya, hazlo

Su voz sonó imperiosa.

Pero . . .

Mételo de una vez, ya.

Como en un sueño, Karen sintió que su cuerpo bajaba hasta que sus labios vaginales hicieran contacto con  el trozo de carne de su hijo, que la penetró poco a poco, en tanto  éste la tomaba de los costados y la empujaba para completar la unión, pero aún quedaba buena parte de la verga fuera. El quería que ella se rindiera y así pudiera disfrutar plenamente de este acto incestuoso.

Que te entre todo

Se dejó caer y sintió que el trozo de carne entraba rampante por los pliegues de los tejidos internos de su vulva, en un ataque inmisericorde. En ese momento perdió toda noción de tiempo y espacio y su cuerpo solo reaccionó instintivamente. Tenía una verga dentro  y era de tal dimensión que podría hacerla gozar cabalmente. A partir de este hecho, nada ni nadie importaba, excepto gozar. Y empezó a moverse, con los ojos en blanco y sintiendo que la piel del interior de su vulva se apartaba para dar paso al trozo de carne que la invadía, para después adaptarse al tronco como si fuera un guante que se amoldaba perfectamente al invasor. Y las sensaciones que sentía, mmmmmmm, era increíble lo que sentía. No pudo reprimirse y expresó su gozo.

Qué ricooooooooooo

Acabó y sintió que las fuerzas le faltaban mientras su cuerpo se estremecía, como si estuviera bajo el ataque de mil monstruos que extraían de ella toda la energía acumulada, para expulsarla a través de su vagina, para ir a caer a los muslos de su hijo.

¿Te gustó, Karen?

Exquisito, Cristian

Ahora te quiero desnuda, pues vamos a hacerlo como corresponde

Sin palabras, se miraron y ambos se desprendieron de lo que estorbaba, para quedar completamente desnudos, frente a frente.

Ven y súbete nuevamente. Y siente como tu hijo te penetra. Gózalo, Karen.

Hazme gozar, Cristian, que lo necesito tanto

Conmigo te pondrás al día, te lo aseguro

Por favor, penétrame

Se subió nuevamente sobre el cuerpo de su hijo y poco a poco fue acercando su vulva al trozo de carne que lucía en todo su esplendor la excitación de éste. Lo tomó entre sus dedos y lo dirigió a su sexo, que fue bajando lentamente hasta quedar con su vagina cabeza del monstruo que nuevamente la follaría. Era exquisito verlo y saber que muy pronto lo tendría todo dentro.  Mmmmm, no podía esperar.

Ahora, mijito, empuja y que entre todo. Lo quiero todo dentro.

Tomalo, Karen, gózalo

Ricoooooooo, siiiiiiiiiiiiiiiiiiiiii

Los cuerpos se fundieron como dos brazas ardientes y los movimientos se hicieron frenéticos, ella subiendo y bajando sobre el pedazo de carne que el muchacho metía y sacaba de su vagina. Eran dos seres poseídos por la pasión, que estaban dando rienda suelta a un deseo sin límite, que no sabía de barreras morales. Eran solamente macho y hembra que se deseaban y que querían copular desenfrenadamente.

Mijitaaaaaaaaaaa

Mijitooooooo

¿Te gusta?

Ricoooooooo

Toma, tomaaaaaaaa

Mijitoooooooooo

Ambos miraban la unión de sus cuerpos, donde el trozo de carne humeante de Cristian aparecía y desaparecía para meterse en la vulva ardiente de Karen. Y esa visión inflaba más aún la pasión de ambos y sus cuerpos se movían casi enloquecidamente, esperando el momento en que los dos soltaran sus jugos.

Mijitoooo, daleeeeeeeeeee

Ricaaaaaa, mijitaaaaaaaaaaaa

Aghhhhhhhhhhhh, Siiiiiiiiiiiiiiiiiiii

Mamitaaaaaaaa ricaaaaaaaaaaaa

Mmmmmmm, aghhhhhhhhhhhhh

Ricaaaaaaaaaaaaaaaaaa

Sus cuerpos finalmente se rindieron a la pasión desatada y soltaron los jugos que guardaban, en medio de un concierto de quejidos y frases lujuriosas, para finalmente quedar rendidos, ella sobre él y con sus pechos sudorosos, pero sin que la verga saliera aún de la vagina que lo había alojado tan gustosamente.

Al cabo de un rato, Karen levantó el rostro y miró de frente a su hijo, con la verga de este aun dentro de su vulva. Esperaba una palabra, un gesto de Cristian que le diera alguna señal para saber cómo proceder. Pasada la calentura era obvio que el muchacho pudiera sentirse abrumado por lo sucedido.

Intentó bajarse del cuerpo de su hijo, pero este sujetó su cintura y se lo impidió, mientras le preguntaba:

¿Qué te pareció, mami?

La pregunta no le ayudó mucho para saber de la reacción de Cristian y mientras pensaba la respuesta, éste agregó:

¡Fue increíble!

Karen sonrió, tranquilizada.

¿No es cierto?

Lamento haber terminado antes de tiempo. Me hubiera gustado durar más.

No te preocupes, que no era posible que duraras mucho

¿Por qué?

Tengo mi secretito

¿Y cuál es ese secreto?

Tengo un huesito que impide que la verga entre derecho en mi vulva, por lo que produce en esta un roce que es como una masturbación extra mientras follo. No hay hombre que resista mucho este doble estímulo en su herramienta.

Por eso sentí sensaciones que nunca antes había sentido mientras follaba.

Mientras hablaban, Karen movía lentamente su pelvis, de manera que el huesito dentro de su vulva empezara a rozar nuevamente la verga del muchacho, que empezó rápidamente a reaccionar ante el estímulo.

Mami . . .

¿Si?

Hagámoslo otra vez, ¿quieres?

Por mí, encantada

Bájate y déjame subirme encima

Entiendo, quieres hacerlo normalmente

Karen se bajó de encima de su hijo y se acostó de espalda, abriendo sus piernas e invitándolo con la mirada a que se subiera sobre ella, cosa que este hizo de inmediato, con su verga a tope, que puso en la entrada de la vulva materna y empezó a empujar para meterla.

¡Qué rico, nuevamente vamos a culiar, mami!

Dame de tu cosa, hijo. Dámelo todo.

Ella tomó las nalgas de su hijo y lo atrajo de manera de completar la conjunción de los cuerpos, con lo que el pedazo de carne del muchacho entró completamente en la caliente vulva, que parecía no satisfacerse con nada.

Asíiiiiiii

Mamiiiiiiiiiiiiiiiiii

¿Te gusta, mijito?

Ricoooooooooooo

¿Te gusta hacerlo con tu mami?

Es exquisitooooooo

Dilo, mi cielo

Me gusta hacerlo contigo, mami

Y tu lo haces rico, mi niño

Mami, ¿te gusta como te follo?

Siiiiiiii, mijitoooooooo

¿Te gusta culiar con tu hijo?

Aghhhhhhhhhhhhhh

Era evidente que las palabras soeces eran la debilidad de Karen, que no pudo resistir la manera en que su hijo le hablaba mientras follaban y soltó sus jugos mientras su cuerpo se estremecía de placer. Cristian se sintió estimulado con la reacción de su madre y también tuvo su orgasmo, que llenó la vulva de esta con semen, en tanto su cuerpo parecía estar en medio de un ataque de nervios, estremeciéndose completamente.

Mamiiiiiiiiiiiii

Hijoooooooooo

Sus cuerpos, completamente desmadejados quedaron tendidos, el sobre ella, agotados casi hasta la extenuación, intentando recuperar la normalidad de sus respiraciones.

¡Qué experiencia, Cristian!

Eres increíble follando, mami

Y tu un excelente amante, querido

Al parecer tengo mucho que aprender contigo

Y yo contigo, estoy segura

Ambos rieron, felices del giro que sus vidas estaba tomando, pero Karen sabía que debía poner al día a su hijo respecto a ella, a su padre y a los planes que tenían para con su hermana. Y no estaba segura si éste lo tomaría bien. Que su madre aceptara follar con él, de tan buen grado, ya era mucho, pero enterarse además de lo viciosa que ésta era podría ser demasiado para el muchacho.