Lara, una chica muy obediente (final)
Eva y Juani completan el adiestramiento de Lara como esclava y puta y la niña ya piensa ansiosamente en su entrega a quien será su próxima Ama
Pasaban los días y Lara era presa de dos sentimientos profundos y contradictorios: la dicha de haber completado la toma de conciencia respecto de su condición y esencia de sumisa, por un lado, pero también la pena honda por la partida de sus Amas y lo inexorable de la separación definitiva.
Descubrió entonces que las amaba, con un amor que no era, claro está, el impuesto desde las novelas románticas que ella había leído, pero era amor, entrega absoluta, devoción total, incondicionalidad. Así amaba a sus dueñas y ese amor la hería al estar unido indisolublemente con el adiós que se aproximaba.
Llegó el sábado y después de la siesta Eva y Juani le ordenaron a Lara que fuera a buscar a Pepi y Ana.
-Diles que tendremos una excursión y queremos invitarlas. –le dijo la rubia, y allá fue la esclavita camino a la habitación de las dos chicas para regresar con ellas pocos minutos después.
-Vaya, la perrita nos ha hablado de una excursión, ¿de qué se trata, primas? –preguntó Pepi después de que las cuatro se hubieron saludado a los besos.
-¿Es que no os acordáis de lo que hablamos sobre esos malezales y el cobertizo del fondo? –dijo Eva.
-¡Oye, pues claro! ¡qué despiste el mío! –exclamó Pepi.
-Es una tarde espléndida para ese paseo. –intervino Ana mirando codiciosamente a Lara, que permanecía de pie, con la cabeza gacha, las piernas juntas y las manos atrás.
-Calorcillo pero no demasiado, un clima perfecto –dijo Pepi, cuya mano derecha se había asentado en las nalgas de Lara y las masajeaba provocando el jadeo de la esclava.
Ninguna de las cuatro llevaba el uniforme escolar, porque los fines de semana a las alumnas les estaba permitido vestir como quisieran.
Lara lucía una faldita corta, bastante corta, de color gris, y una blusa blanca; Eva un enterizo azul, sin mangas; Juani vaqueros color celeste y una polera blanca de hilo; Pepi, minifalda escocesa roja y blanca, blusa blanca, y su novia unas calzas negras con camiseta también negra.
-Bien, ¿listas para comenzar el paseo? –preguntó Eva, y la respuesta de Pepi y Ana fue afirmativa y entusiasta. Entonces la rubia tomó de su closet el cinto que Lara tan bien conocía, una cuerda fina y de un metro y medio de largo, aproximadamente, y un pañuelo negro y largo. Luego fue al baño y regresó con un pote de desodorante de punta cóncava y otro de crema. Metió todo en su mochila, sonrió y dijo:
-Venga, vamos de paseo con la perrita.-y tras abrir la puerta empujó a Lara para hacerla andar.
Camino a la salida sólo se cruzaron con tres alumnas que iban en grupo y con una cuarta que caminaba en solitario hacia la biblioteca. A la derecha de la gran puerta principal se llegaba al lateral izquierdo del edificio y se tomaba, para ir al fondo, por un estrecho sendero de tierra.
-Tu detrás. –le ordenó Eva a la esclavita, que sumisamente se apartó para dejar el paso a sus Amas, a Pepi y a Ana. Recorrieron unos cien metros y tuvieron ya cerca la cancha de paleta y el terreno que le hacía de lateral, con un semi derruido cobertizo al fondo. El terreno estaba cubierto de malezas y arbustos, con sólo dos árboles separados uno del otro por una decena de metros.
El ambiente hizo temblar de morbo a Lara. Sus Amas jamás la habían usado al aire libre y el estar allí en manos de ellas y de las otras dos chicas la excitó. Percibía en esa naturaleza un olor confuso que la estimulaba, de la misma forma que el cobertizo, con algo de siniestro en su estructura de metal ya inútil y agujereada en varios sitios. Ninguna de las alumnas del instituto sabía cuál fue el uso de ese enorme galpón en el pasado, pero a Lara se le hizo evidente que ahora formaría parte, junto con el malezal, los arbustos y los dos árboles, del escenario para una nueva sesión de castigos, humillaciones y sexo lésbico.
La orden de Eva la sorprendió en esos pensamientos:
-Desnúdate, perrita.
Lara ya estaba lo bastante adiestrada para obedecer sin demora, automáticamente, cual animal amaestrado, actitud que le provocaba un placer que la niña vivía como intenso y exquisito. Tardó muy poco en quitarse la faldita, la blusa, el calzado y la ropa interior, para exhibirse ante las cuatro chicas en su bella desnudez.
Eva entonces le anudó en el cuello un extremo de la cuerda y tomando el extremo opuesto dio un fuerte tirón al par que gritaba:
-¡EN CUATRO PATAS, PERRA!
-¿Será posible que aún crea que es una persona?... –dijo Juani afectando un tono reflexivo mediante el cual se burlaba de la esclavita.
Pepi y su novia rieron y Eva se inclinó para casi pegar su cara a la mejilla derecha de Lara:
-¿Eso crees todavía? ¿qué eres una persona?
Lara sabía la respuesta que las cuatro esperaban y murmuró:
-No, señorita Eva…
-¡¿NO QUÉ, PERRA IDIOTA?!
Lara tragó saliva:
-No, señorita Eva, sé que no soy una persona…
-¿Y qué eres entonces? –intervino Juani a la grupa de Lara mientras le sobaba sus nalguitas.
-Soy… soy una perrita, Ama Juani…-concedió la niña.
Pero el hostigamiento continuó por parte de Eva:
-¿Y qué más eres?
Allí Lara no supo que contestar. Pensó una respuesta satisfactoria, pero al cabo de unos segundos movió la cabeza, angustiada, y dijo con voz casi inaudible:
-No lo sé, Ama Eva… No lo sé, se lo juro… -y estuvo a punto de quebrarse en sollozos, de tanta y tan profunda que era la necesidad de satisfacer a sus Amas, el deseo intenso de que sus Dueñas estuvieran contentas con ella, con su esclava, con su servidora, con su perra, con su mascota.
Juani le pidió entonces a la rubia:
-Dame el cinto, cariño. –y cuando Eva lo extrajo de su mochila y se lo pasó, dijo:
-¿Cuántos crees que debo darle?
Al oír a Juani, Lara se estremeció ante la inminencia de una nueza azotaína que iba a proporcionar esa mezcla morbosamente exquisita de dolor y placer que necesitaba cada vez más.
Eva pareció reflexionar ante la pregunta de Juani y finalmente dijo:
-A ver, prima, la respuesta correcta es “yo soy todo lo que ustedes quieran que yo sea, Amas. Tenemos entonces “yo-soy-todo-lo-que-ustedes-quieran-que-yo sea-Amas”, e iba contando con los dedos las palabras que componían la frase:
-Tenemos once palabras, Juani, dale un cintarazo por palabra, y buen fuerte… Y tu, perra estúpida, cuenta cada golpe y luego di: gracias, Amas, ¿está claro?
-Sí, señorita Eva, sí… perdón
Juani curvó sus labios en una sonrisa perversa, alzó el brazo y descargó el primer azote sobre las tiernas e indefensas nalguitas de la niña, que lanzó un gritito en medio de un corcovo.
-¡QUIETA! –le exigió Eva y Juani asestó el segundo azote, más duro que el anterior y la esclavita gritó más fuerte.
-Es hermoso oirla chillar, ¿no creen? –observó Eva. –Es un lujo que no podemos darnos cuando le pegamos en la habitación. Pero aquí nadie puede oir sus gritos.
-¡Hazla gritar más fuerte, Juani! –pidió Pepi y la morena redobló su esfuerzo en el tercer cintarazo y el grito de la niña fue más agudo. Juani golpeaba con pausas irregulares, para que la esclavita no pudiera saber cuándo le caería el próximo azote. Y los golpes eran cada vez más fuertes hasta que el último le arrancó a Lara un verdadero aullido. Sus nalgas lucían rojas y esto excitó a las cuatro chicas.
Lara, por su parte, tenía las mejillas bañadas en lágrimas y las rodillas algo lastimadas por lo agresivo del terreno. Fue Eva quien propuso:
-Parémonos formando un círculo alrededor de le perra, eso es, así, más alejadas, un poco más… ¡eso es! –y las cuatro quedaron entonces formando un anillo de tres metros de diámetro, aproximadamente, en torno de la esclavita.
-¡De rodillas! –le ordenó Eva y la niña obedeció.
-Ahora descubramos nuestros coños. –indicó la rubia, y las cuatro lo hicieron mientras Lara esperaba arrodillada, con las manos atrás y mirando el suelo.
Instantes después escuchó la orden de Eva: -Bien, puta, ahora vas a ir desplazándote con las rodillas de una a otra de las cuatro y vas ir chupándonos el coño hasta hacer que nos corramos. ¿Está claro?
-Sí, señorita Eva…
-Comenzarás por nuestras invitadas, primero Pepi… ¡Venga, muévete! –la apremió Eva y Lara inició el camino hacia la chica. No era grato desplazarse con las rodillas algo lastimadas y la niña sentía el esfuerzo, pero era ya incapaz de protestarle a sus Amas y mucho menos de negarse a obedecer una orden. Por otra parte, estaba cada vez más excitada en medio de toda esa situación que vivía por primera vez. El estar sometida a sus Amas al aire libre y en ese ambiente con algo de siniestro le producía un intenso morbo. Por fin llegó hasta Pepi, que se había quitado la minifalda y sus braguitas negras y aguardaba con las piernas algo separadas y una expresión de ansiedad en el rostro.
Cuando tuvo a la niña ante ella la tomó del pelo y llevó su rostro hacia el objetivo. Lara sintió el aroma del coño en el momento en que Pepi se entreabrió los labios externos, tomó a la niña por la nuca le aplastó la cara contra el coño y le dijo:
-Venga, perrita, muéstrame lo buena mamona que eres.
Lara se aplicó a la tarea y pocos instantes después Papi exhalaba los primeros gemidos indicadores del goce que la lengua de la esclavita le estaba deparando. La niña lamía el fondo, las paredes laterales y el clítoris, casi inmediatamente hinchado por el contacto con esa lengua cuya indiscutible habilidad provenía de la enseñanza de Eva y Juani.
Minutos después empezó a temblar y los gemidos y jadeos aumentaron de volumen. Tuvo que aferrarse a la cabeza de Lara para no caer, mientras la niña degustaba los abundantes jugos que brotaban del conejito. Los iba saboreando y tragando y su lengua, apenas los fluidos desaparecían tras la garganta, volvía a ponerse en movimiento.
Por fin los temblores de Pepi se hicieron más fuertes, como también los jadeos y los gemidos que se mezclaban con expresiones tales como: -Eso… así, perra puta… aaaahhhhhh… ¡¡¡ASÍ!!! ¡¡¡ASÍ!!!... No te… aaahhhhh… ¡No te detengas!... ¡aaaaahhhhhhhhhhhhhhhhhhh!...
La niña no se detuvo y poco después estaba tragando el largo orgasmo de Pepi, que no le soltó la nuca sino al caer al suelo, ya incapaz de sostenerse sobre sus piernas, y allí quedó de espaldas, con los cerrados y respirando agitadamente.
Tras la faena deseó descansar siquiera un momento, pero Eva la apremió:
-¡Muévete, esclava! ¡Ana es la próxima! ¡Venga! ¡Muévete! –y hacia Ana fue Lara desplazándose siempre sobre sus maltratadas rodillas. La novia de Pepi, que se había despojado de sus calzas negras y de sus bragas rojas, la recibió sobándole las tetitas y lanzando una exclamación:
-¡Vaya que están duros y paraditos estos pezones! –y su mano derecha descendió rápidamente hacia el conito de Lara, que estaba empapado.
-¡Jajajajajajajaja! ¡Estás hirviendo, cariño! ¡Eres una verdadera perra en celo!
Lara sintió que sus mejillas enrojecían de vergüenza, pero era cierto, estaba excitadísima, como todas lo estaban desde sus distintos roles: Lara, la sumisa; Eva y Juani, sus dueñas que disfrutaban de ese tesoro que el azar les había puesto el camino, y Ana, que ardía ante la inminencia de tener en su coño la lengua de la esclavita.
Minutos después terminaba como su novia, echada de espaldas en el suelo y jadeando en medio de una respiración agitada que trataba de normalizar.
Lara, por su parte, se sentía tan caliente como cansada y hubiera dado cualquier cosa porque sus Amas le permitieran una pausa. Pero era una ilusión imposible de concretar.
Inmediatamente después de ver a Ana echada en el suelo, ya saciada, Eva exigió en tono duro:
-¡A Juani! ¡Ve y haz gozar a Juani, mamona!
-Y te convendrá hacerme gozar de verdad, zorrita, si no quieres que vuelva a darte con el cinto. –amenazó la morena. Pero no hizo falta castigarla, porque Lara aplicó en su Ama Juani toda su habilidad de lamedora de coños, y el Ama tuvo un orgasmo largo e intenso que la derrumbó en el suelo entre jadeos y expresiones soeces.
Quedaba Eva, hacia la cual se desplazó Lara, siempre avanzando con sus rodillas. La rubia se había despojado de su enterizo y estaba desnuda, ya que no llevaba ropa interior, y esperaba con las piernas abiertas a la esclavita.
Cuando la tuvo ante si le ordenó:
-Vuélvete, quiero verte el culo.
Lara giró entonces y Eva pudo ver las marcas rojizas que el cinto había dejado en esas hermosas nalguitas. Ese espectáculo excitó más aún y ya muy mojada dijo:
-Bien, golfilla, quiero ya mismo tu lengua en mi conejito… ¡YA! –gritó, y la niña giró nuevamente para ubicarse en la posición exigida por su dueña. Ésta la tomó del pelo y de un tirón hizo que la boca de la perrita entrara en contacto con su coño.
Lara comenzó a lamer mientras Juani, Pepi y Ana, ya repuestas, se acercaban a ella para seguir gozando del festín. Juani, a sus espalda, le sobaba las tetitas y de vez en cuando le estiraba y retorcía los pezones con una expresión sádica en su rostro y cuando Lara gemía y retiraba su lengua del coño de Eva, ésta le daba una fuerte bofetada y le soltaba un insulto:
-¡LAME, PERRA PUTA! ¡LAME!
Pepi se ocupaba del clítoris de la niña y Ana le daba con dos dedos por el culito. A esa altura, la esclavita había sido abandonada por su conciencia y era sólo sus intensísimas sensaciones, casi un animalito, un animalito en celo.
Poco después Eva se corría entre fuertes jadeos y algún insulto, mientras Lara tragaba los fluidos de ese orgasmo y Juani, advirtiendo que los magreos estaban a punto de hacerla correr la tomó con fuerza por el pelo y pegando su cara a la de la niña le advirtió con dureza:
-Ni se te ocurra acabar sin nuestro permiso, porque si te atreves a semejante insolencia terminarás con el culo despellejado a cintarazos, ¿está claro, golfa?
-Sí, señorita Juani, sí… -musitó la esclavita encendida de calentura de la cabeza a los pies.
-¿Sabes por qué no puedes correrte si no te lo permitimos? –le preguntó la morena.
Lara pensó en algo relacionado con su sometimiento, pero era tal el grado de obnubilación en que estaba sumida, que no pudo lograr una respuesta clara y en cambio dijo:
-No, Ama Juani… le suplico que me lo diga… le ruego que me enseñe… le suplico que haga de mí una esclava cada vez mejor… Falta poco para sufrir esa desdicha de perder a mis adoradas Amas y… y me tomo el atrevimiento de pretender que usted y el Ama Eva me enseñen lo más posible hasta el día en que deban abandonarme… -y al decir esto su voz pareció a punto de quebrarse en un sollozo.
Juani la escuchó excitada y al mismo tiempo dolida por tener que desprenderse de semejante hembrita a la que ella y Eva habían sabido convertir en una esclava perfecta.
-Cuenta con eso, perrita Lara. –dijo finalmente la morena y agregó:
-No puedes correrte sin nuestro permiso porque tu cuerpo nos pertenece a Eva y a mí, que somos tus dueñas. Nada de lo que eres te pertenece, Lara, absolutamente nada. Tu mente es nuestra, tu cuerpo es nuestro, tus pensamientos son nuestros, tu voluntad es nuestra.
-¡Sí, Ama Juani! – exclamó la niña en el paroxismo de la calentura, que se relacionaba estrechamente con su conciencia de esclava.
En ese momento intervino Eva, ya repuesta del agotamiento en que la había sumido su orgasmo:
-Bien, creo que se ha ganado su goce, ¿están de acuerdo?
Las tres dieron su conformidad y entonces Eva fue hacia su mochila y volvió con el pote de desodorante y la crema.
-Ponedla en cuatro patas. –les indicó a las otra tres, que tomaron a Lara como si se tratara de un bulto y la colocaron en la posición indicada.
-Vamos a follarla a tope. –dijo Eva y de inmediato indicó a las otras el papel de cada una:
-Yo le daré por el culo con este lindo juguete. –y mostró el pote de desodorante. –Tú, Juani, úsale su coño.
-Será un placer. –contestó sonriendo la morena.
-Y ustedes –completó dirigiéndose a Pepi y su novia –encárguense de sus tetas.
Las tres asintieron y Lara, al escuchar a Eva y lo que le esperaba, ya tenía el coño chorreando flujo.
Eva se ubicó a espaldas de la esclavita y le untó el orificio anal con una buena cantidad de crema lubricante. Luego hizo lo propio con el pote de desodorante y cuando todo estuvo listo tomó el pote por su extremo inferior y lo dirigió lentamente hacia el objetivo mientras Juani, al costado, se inclinaba sobre la perrita, deslizaba su mano por debajo y llegaba hasta el conejito, cuyos labios externos abrió para introducir sus dedos ìndice y medio. Pepi y Ana, una a cada lado, ya jugueteaban con los pezones de la esclavita. La coreografía ideada por Eva estaba en marcha, con música hecha de gemidos, jadeos, respiraciones agitadas y frases obscenas.
Eva contemplaba fijamente el hermoso culo de la niña mientras iba acercando con deliberada lentitud el pote que empuñaba con firmeza. Lara. Ya con los hábiles dedos de Juani en su coño, movía sus caderas de un lado al otro, acompasadamente en tanto de su boca escapaban gemidos de placer que se veía incrementado por los jugueteos de Pepi y Ana en sus tetitas y pezones, tan duros ya como su clítoris. Corcoveó un poco y emitió un gritito como de alarma cuando el pote, luego de alguna presión fallida, comenzó a penetrarle en el orificio anal, que habiendo experimentado sólo una penetración, a cargo del conserje, estaba aún obviamente muy cerradito y estrecho. Eva lo introducía cuidadosamente, centímetro a centímetro, buscando el placer de la niña y esto no por generosidad. Su propósito y el de Juani era aprovechar a pleno el tiempo que les quedaba en el instituto para completar el trabajo con la perrita. Esclava ya lo era hasta la médula y no había en ese sentido riesgo alguno de que volviera a ser una chica normal, común y corriente. Pero no les bastaba con eso. Ambas querían su total y absoluto emputecimiento. La querían puta, muy puta para siempre y debían asegurarse de eso antes de marcharse y dejarla en manos de Sara, su próxima Ama. Por esto es que la rubia le trabajaba tan cuidadosamente el culo con ese pote que ya había entrado en casi toda su extensión. Sólo quedaban afuera esos dos centímetros que le permitían a Eva sujetarlo con sus cinco dedos y hacerlo avanzar y retroceder una y otra vez, una y otra vez por dentro del estrecho senderito al par que Lara, enloquecida de goce por ese pote, por los dedos de Juani en su conejito y los magreos de Pepi y Ana en sus tetas y pezones jadeaba como animal en celo, ya perdido totalmente su pudor.
-¡¡¡Aaaaahhhhhhhhhhhhhhhhh!!!... Así… Así, Amas… ¡¡¡Así!!! ¡¡¡MÁS!! ¡¡¡MÁAAAAAAAAS!!!...
Eva y Juani se miraron con una sonrisa de perversa satisfacción dibujándose en sus labios y la rubia, inclinándose sobre la espalda de Lara, le dijo mientras detenía el movimiento del pote:
-Estás muy caliente, ¿verdad, niña?
-Sí, Ama… síiiiiiiiii… -aceptó Lara que no dejaba de mover sus caderas hacia atrás y hacia delante, como buscando engullir con su culo ese pote ahora inmóvil.
-Deténganse todas. –ordenó cual coreógrafa a un cuerpo de bailarinas, y cuando la erótica danza se detuvo sólo se escucharon durante un momento los fuertes jadeos de la esclavita, hasta que Eva, con su boca pegada a la oreja izquierda de su presa, le dijo:
-Estás tan caliente porque eres muy puta, ¿verdad, perrita?...
-Sí, señorita Eva… -concedió Lara sumisa en una dolorosa tensión por la pausa en ese intensísimo goce que estuvo sintiendo y ahora le era mezquinado.
-Pero no nos basta, Lara.
-No… no entiendo, Ama Eva…
-No nos basta con tu nivel actual de emputecimiento. –explicó Eva mientras metía su mano izquierda por debajo del vientre de la niña y comprobaba que el coñito chorreaba flujo. –Queremos que seas aún más puta.
-Seré todo lo puta que ustedes quieran, Ama… -dijo Lara sintiendo en lo más profundo de su conciencia que esa promesa estaba expresando un profundo deseo.
-Vale, eres una buena perrita. –le dijo Eva, y continuó hablándole junto al oído: -Queremos que seas la más puta de todas las putas.
-Lo seré, Ama Eva… Lo seré… murmuró la esclavita sintiéndose arder de la cabeza a los pies y moviendo sus caderas con una desesperación creciente en el deseo de que ese pote volviera a moverse dentro de su culo.
-Queremos que te gusten tanto las pollas como los coños.
-Me gustan, Ama… me gustan…
-¿Qué te gusta, putilla?...
-Los… hombres y… y las mujeres, Ama… Me gustan las pollas y… y los coños…
Juani, Pepi y su novia seguían fascinadas ese diálogo que las excitaba al mostrar la dominación total de una persona sobre otra, de Eva sobre Lara.
-¿Seguirás siendo lo que eres, la esclava puta que eres aun cuando Juani y yo nos hayamos marchado?
La mención de la partida de sus Amas le produjo a la niña un ramalazo de tristeza, pero se repuso y contestó:
-Sí, Ama Eva…
-Queremos que sigas siendo una esclava puta, la más puta de todas las esclavas y la más esclava de todas las putas durante toda tu vida.
-Lo seré, Ama… ¡Lo seré!… -contestó Lara sin vacilar, convencida de la verdad de su respuesta. Realmente no se concebía otra cosa que eso que era, eso en lo que había sido convertida por sus Amas, eso que no era otra cosa que su misma esencia, una esencia que Eva y Juani habían sabido descubrir y por lo cual sentía que debía estarles eternamente agradecida.
Eva se enderezó con una amplia sonrisa y miró a las otras tres:
-Sigamos, queridas, la perrita merece correrse.
Y la danza recomenzó, con Eva moviendo el pote dentro del culo de la esclavita, Juani ocupándose del empapadísimo coño y Pepi y su novia trabajándole las tetitas hasta que muy poco después la niña estalló entre gritos en un violentísimo y prolongado orgasmo que la derribó de costado sobre el pasto, donde quedó jadeando rodeada por las cuatro chicas y sus insultos soeces que proferían entre risas malvadas:
-Eres una puta…
-Una miserable golfa…
-Vivirás lamiendo coños, las pollas te clavarán por tus tres agujeros y tragarás litros y litros de leche…
-Ya nunca serás otra cosa que una puta, la más puta de todas las putas…
-Y eso no cambiará aunque algún día te cases y te preñen y tengas cría, porque seguirás siendo lo que de verdad eres… -dijo Eva e inclinándose sobre la niña, que seguía echada y tratando de normalizar su respiración, completó: -una puta, una esclava puta.
Entonces, Juani, Pepi y Ana fueron inclinándose en ese orden sobre Lara y cada una de ellas le repitió:
-Eres sólo una esclava puta.
-Eres sólo una esclava puta.
-Eres sólo una esclava puta.
La frase quedó resonando durante unos segundos en el cerebro de la esclavita, que de pronto dijo como hablándose a si misma:
-Soy una esclava puta…
………………
El tiempo fue transcurriendo y Eva y Juani iban completando su trabajo con Lara, en verdad una obra maestra que había convertida a la niña en una esclava perfecta y una putilla siempre hambrienta de sexo. Se acercaba la despedida y las Amas usaban todas las noches a Lara, muy a menudo con la participación de Pepi y su novia y esa intensificación de las sesiones de sexo habían hecho de Lara una puta que andaba siempre chorreando flujo. La obra estaba lista.
Una tarde, cuando faltaban apenas dos días para concluir el período lectivo, Eva, Juani y Lara estaban en su habitación de regreso de las clases. La niña tomó un cuaderno y una lapicera y les dijo a sus Amas:
-Señoritas, ¿me dan permiso para ir a la biblioteca? Debo escribir una nota.
-¿Una nota? –preguntó la rubia.
-Sí, Ama, una nota a la señora Sara.
Eva y Juani se miraron.
-¿Qué clase de nota? –quiso saber la morena.
Lara, que permanecía con la cabeza gacha, las manos atrás y las piernas juntas, explicó entonces:
-Se me… se me ocurrió que la señora Sara debe… debe saber que voy a entregarme a ella cuando… cuando regrese de las vacaciones…
-Es una buena idea. –aceptó la rubia y Juani movió la cabeza afirmativamente.
-Bien. Ve y escribe esa nota y luego nos la muestras. –autorizó Eva, y tras agradecer ese permiso Lara abandonó el cuarto con destino a la biblioteca, con el corazón latiéndole muy fuerte.
La biblioteca estaba desierta. Lara buscó una mesa en el fondo del salón, abrió el cuaderno, dominó con esfuerzo el temblor de su mano y finalmente comenzó a escribir.
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Tres días después, cuando ya todas las alumnas habían partido, Sara leía, con manos temblorosas, esta nota que había encontrado en el piso, deslizada bajo la puerta de mayordomía.
Mi adorada señora, le escribo con el corazón saltándome de emoción y deseo. Emoción de saber que seré suya y deseo de serlo apenas regrese yo al instituto el año próximo. Le prometo que lo primero que haré será arrodillarme ante usted para jurarle obediencia y suplicarle que me acepte y haga conmigo lo que quiera. Le suplico que sea usted mi Ama, señora Sara. Anhelo ser su humilde esclava, su perra, su puta, su mascota humana y todo lo que usted desee que yo sea. Cuando esté ante usted le explicaré el motivo de mi aparente rechazo de aquel día, que seguramente la habrá molestado mucho y por el cual estoy dispuesta a sufrir el castigo que usted decida aplicarme.
Hasta muy pronto, mi Adorada Ama.
Lara
Su humilde esclava
Fin