Lara, una chica muy obediente (2)

Eva y Juani acentúan su dominación sobre Lara, humillándola sin piedad...

Lara, una chica muy obediente (2)

El sonido agudo de la alarma la sacó violentamente de su sueño, ese sueño profundo y a la vez inquieto en que se había sumido a altas horas de la madrugada, exhausta después de todo lo que Eva y Juani habían hecho con ella.

Vuelta de costado en la cama, su primera sensación fue la provocada por ese vientre femenino apretado a sus nalgas. Inmediatamente después sintió un brazo bordeándole las caderas, una mano entre sus piernas, ceñida a su conejito, y una respiración acompasada echándole oleadas de calor en su cuello.

Giró la cabeza y vio a Eva durmiendo todavía junto a ella, indiferente a la alarma. Juani estaba sentada en el borde de su cama, con los codos apoyados en las rodillas y frotándose los ojos con sus dedos.

No supo qué hacer. Los recuerdos de la noche que había pasado en manos de sus violadoras la atormentaban con una tensa puja entre el placer y la culpa; entre las ganas de denunciarlas y la conciencia de que no lo haría.

Juani se incorporó para dirigirse hacia el baño, estaba desnuda y al pasar le dirigió una sonrisa voluptuosa que lo fue más aún por la expresión somnolienta de su rostro. Lara enrojeció y no dejó de mirarla y admirarla, aunque culposamente, hasta que la morena desapareció tras la puerta del baño. Fue en ese momento que sintió los labios de Eva deslizándose lentamente por su cuello con un ronroneo de gata en tanto esa mano entre sus piernas volvía a cobrar vida y le acariciaba el conejito. Lara intentó apartarse, pero Eva la retuvo con firmeza apretándola contra ella.

-¿Hasta cuándo vas a seguir haciendo tonterías? –le susurrró sin dejar de besarle el cuello.

-Voy a denunciarlas… -contestó Lara tratando desesperadamente de creer en esa posibilidad. Un segundo después supo que no lo haría. No era capaz de afrontar el escándalo que semejante denuncia provocaría. Eva, como si le estuviera leyendo los pensamientos, emitió una risita que a Lara le sonó perversa.

“No, no voy a denunciar nada. –se dijo. –Me moriría de vergüenza si mis padres supieran esto. Prefiero soportarlo todo.” –concluyó para refugiarse en esa argucia que usaba con el fin de ocultarse a si misma la verdad.

En ese momento Juani salió del baño y comenzó a vestirse mientras Eva iba por una ducha. Después le tocó el turno a Lara y cuando ya higienizada comenzó a vestirse eligió un sujetador y braguitas de color rosa.

Eva y Juani, ya con sus uniformes y esperándola para ir al comedor por el desayuno, intercambiaron una sonrisa cómplice y la rubia dijo:

-Devuelve esa ropita a su lugar.

Lara, que estaba a punto de ponerse el sujetador, la miró sin comprender.

-Devuelve esas cositas a su lugar y ponte el uniforme. –insistió Eva mirándola muy seria.

Lara sintió que sus mejillas ardían:

-Pero…

-Con nosotras nada de peros, niña. –intervino Juani.

Lara sostenía el sujetador entre sus manos mientras en su rostro se le dibujaba una expresión implorante. Eva se adelantó rápidamente y le cruzó la cara de un cachetazo que le hizo saltar las lágrimas.

-Que sea la última vez que debamos repetirte una orden. ¿Has entendido, niña tonta? –le dijo con su cara pegada a la de ella. Lara no podía con su vergüenza ¡Tener que andar sin ropa interior durante todo el día de clases! ¡Qué humillación! Imaginaba que todo el mundo se daría cuenta y quiso suplicar, pese al miedo que les tenía a esas chicas que se habían adueñado de ella, pero cuando abrió la boca Eva alzó la mano, amenazante, y entonces prefirió guardar silencio y devolver el sujetador y las bragas a su sitio.

-Buena chica. –aprobó la rubia sonriéndole a su compañera.

-Deberíamos hacer las camas antes de irnos. –dijo Juani.

-No te preocupes. –le contestó Eva tomando a Lara de un brazo y dirigiéndose hacia la puerta. –Las hará esta niña cuando regresemos. Será nuestra doncella.

-¡Excelente idea! –se entusiasmo Juani. Ya no tendremos que ocuparnos de asear la habitación.

-No tendremos que ocuparnos absolutamente de nada. Todo lo hará ella. –agregó Eva ya en el pasillo junto a Lara, cuyo brazo tironeó diciéndole imperativa:

-Venga, camina que Juani y yo estamos llegando tarde y ya sabemos lo severa que es doña Fernanda. ¿A ti con quién te toca?

-Tengo clase de geografía. –respondió Lara.

-Bien, nos veremos en el almuerzo. –le dijo la rubia dándole una nalgadita a modo de despedida.

Lara partió rumbo a su clase mirando hacia todos lados, presa del temor irracional de que otras chicas y peor aún, algún o alguna docente, advirtieran que no llevaba ropa interior.

Las horas de clase se le hicieron interminables y las pasó estirándose nerviosamente la falda, como si ese gesto le asegurara preservar el secreto que la angustiaba.

Por fin llegó la pausa del almuerzo y en el comedor se encontró con Eva y Juani, que en la mesa la recibieron con risitas burlonas. Ocupó un lugar frente a ellas pero no bien se había sentado Juani se incorporó, la tomó de un brazo y la depositó junto a la rubia.

-Tu lugar es éste. –le dijo, y ocupó el asiento del que había sacado a Lara.

Eva le pasó un brazo por los hombros y su otra mano, oculta por la mesa, fue hasta sus rodillas y comenzó de inmediato un lento ascenso por entre los muslos, que Lara juntó en un movimiento defensivo.

-¿Sigues sin braguitas, preciosa? ¿O en algún momento fuiste al cuarto para ponértelas? ¿Te habrás atrevido a desobedecernos?

Lara negó con la cabeza mientras la mano de Eva pugnaba por separarle los muslos.

-No me fío de ti, niña. –dijo la rubia dándole un pellizco tan fuerte que la hizo corcovear en la silla.

-¿Vas a portarte bien o tengo que darte una bofetada delante de todo el mundo?

El temor de que la rubia cumpliera su amenaza hizo estremecer a Lara, que a punto de echarse a llorar entreabrió los muslos entregándose a la audaz exploración de esa mano que buscaba su conejito.

-Muy bien, niña… ¡Muy bien! –dijo Eva al comprobar que Lara seguía sin bragas. –Mereces un premio y vamos a dártelo cuando volvamos a la habitación. ¿Cierto, Juani?

-Medalla de oro para nuestra perrita… -dijo la morena justo cuando la camarera llegaba con las bandejas del almuerzo.

-No tengo hambre, no voy a comer. –murmuró Lara que en todo momento había permanecido con la cabeza gacha.

Eva y Juani intercambiaron una mirada y la rubia dijo:

-Sigues sin entender cómo son las cosas, niña tonta. No tiene ninguna importancia lo que tú quieras o dejes de querer. Siempre harás lo que nosotras decidamos que hagas, y en este caso lo que hemos decidido es que comas. ¡Vamos! ¡Traga o voy a meterte toda esta comida en la boca por la fuerza!

-Por favor… ¿Por qué… por qué son tan… tan crueles conmigo?... –alcanzó a preguntar Lara antes de que la angustia disolviera su voz en sollozos incontenibles.

Entonces intervino Juani:

-Oye, compi, se me ha ocurrido una idea. –y sin esperar la respuesta de Eva buscó a la camarera con la mirada.

-¡Oye! ¡Oye,maja! ¿Quieres venir, por favor? –llamó al descubrirla junto a una mesa cercana.

La mujer se acercó y la morena le dijo:

-¿Sabes? Nuestra compañera nos ha dicho que no tiene hambre ahora, pero seguramente querrá comer cuando terminen las clases de hoy. ¿Te molestaría si se lleva su ración al cuarto? Te prometo que luego devolverá el plato a la cocina y lo dejará en su sitio después de lavarlo.

-Está bien, no es lo común pero no veo ningún inconveniente siempre que haga lo que has dicho. –contestó la camarera encogiéndose de hombros.

-¿Cuál es la idea? –preguntó Eva.

-Ya lo verás, será muy divertido. –contestó Juani, que de inmediato se dirigió a Lara:

-Tú, toma ese plato, llévalo a la habitación y vuelve enseguida. ¿Me has oído?

Agotada por tanta crueldad dominante, Lara hizo lo que se le había ordenado y minutos después estaba de regreso en el comedor, cuando Juani ya le había contado su idea a la rubia.

Apenas Lara tomó asiento Eva le pasó un brazo por los hombros, la atrajo hacia si y le dijo:

-Apenas termine tu última clase te vas inmediatamente para la habitación, sin detenerte en ningún sitio ni hablar con nadie. ¿Entendido?

Lara asintió con la cabeza, pero eso no dejó conforme a Eva:

-Cuando te hago una pregunta me contestas como corresponde… ¡venga!

-Sí… Sí, Eva, está bien… Como tú quieras… -dijo la jovencita con una voz que era apenas un susurro. Supo con absoluta certeza que estaba por completo en manos de esas dos chicas y dejó atrás, definitivamente, todo propósito de escapar de esa dominación. La única manera hubiera sido denunciarlas ante la directora y esa posibilidad le resultaba absolutamente imposible de llevar a la práctica. Sería un escándalo que era incapaz de afrontar. Pero además, y esto tuvo que reconocerlo aunque con esfuerzo, la situación la excitaba cada vez más.

El paso del tiempo se le hizo angustioso de tan lento hasta que por fin concluyó la última clase y entonces casi corrió a la habitación. Sentada en el borde de su cama y respirando agitadamente esperó la llegada de ambas chicas. El plato de comida, con el guiso ya frío, estaba sobre la cómoda.

Minutos después entraron sus dominadoras.

-Bueno, que comience la diversión. –dijo Eva mientras ambas guardaban sus carpetas escolares en el pequeño armario que había para tal fin.

-Tú, de pie. –ordenó Juani dirigiéndose a Lara, que obedeció de inmediato.          -¿Te has duchado? –le preguntó Eva.

-No, las estaba…

-Bien, hazlo y vuelve desnuda. –dijo la rubia sin dejarla terminar la frase.

Lara se quitó la ropa para después meterse rápidamente en el baño, sin discutir la orden.

Cuando quedaron solas Juani se acercó al plato de comida, tomó la cuchara y probó un bocado del guiso.

-Puaj, sabe desagradable así, frío. –dijo con una mueca de asco.

-Pues por desagradable que le resulte deberá tragárselo todo. Va a comer quiera o no. –acotó Eva.

-Por supuesto, y después nosotras la comeremos a ella. –dijo la morena con una sonrisa maligna.

-¿Sabes? Me tiene cachondísima esto de dominarla. -comentó Eva, que se había tendido de espaldas en su cama luego de encender un cigarrillo.

-Y con lo buena que está. Ese culo, esas tetitas, esas piernas que tiene. –agregó Juani.

-Y además, ¿te has fijado en su boca? Es una boca de mamona, ¿no crees?

-Tienes razón. Es una boquita ideal para hacerle comer una buena polla.

-¿Sabes algo? Me han dicho que a don Ramón, el conserje, se le cae la baba mirando a las alumnas. Yo no me he dado cuenta, pero…

-Pues yo sí lo he notado. Cada vez que nos cruzamos siento su mirada caliente de viejo verde y si giro la cabeza lo sorprendo siempre con sus ojos clavados en mi culo.

-Pues creo que deberíamos…

Fue en ese momento que Lara salió del baño, desnuda y hermosa con su pelo mojado, mirando al piso, con un brazo cruzado sobre sus pechos y una mano en su entrepierna, tratando pudorosamente de ocultar lo más posible su desnudez.

-Las manos en la espalda, queridita. –le ordenó Eva.

-Mmmmhhhhh… ¡Estás preciosa! –dijo Juani incorporándose y yendo hacia ella para darle un apasionado beso en la boca mientras la rubia se sentaba en el borde de la cama.

Lara se dejó llevar de un brazo hacia la cómoda y obedeció cuando Juani le ordenó que pusiera el plato en el piso. Cuando fue a tomar la cuchara la morena la detuvo:

-No te hará falta. –le dijo y de inmediato la hizo poner en cuatro patas.

-Empieza a comer.

Lara alzó la cabeza y la miró confundida.

-Comerás como comen los perros, tomando el alimento con los dientes.

Lara, humilladísima, vaciló sintiendo que los ojos se le llenaban de lágrimas.

Eva fue hasta el placard, abrió uno de los cajones y sacó un cinto que dobló en dos tomándolo luego por la parte de la hebilla.

-¿Necesitas una paliza para obedecer, niña? –le preguntó parándose detrás de ella.

-No… Por favor, no me peguen…

-¡Pues si no quieres probar mi cinto en tu culo empieza a comer yaaaaaaaaa! –la apremió Eva alzando el brazo.

Juani le puso una mano en la nuca, le aplastó la cara contra el plato y le gritó:

-¡¡¡Come de una buena vez!!!

Lara lloraba con el rostro cubierto de guiso, sintiéndose reducida a la más absoluta degradación.

“No puedo… no puedo dejarlas que… que sigan humillándome así… ¡No puedo!” –se dijo entre sollozos y fue en ese momento que sintió la quemazón del cintarazo en sus nalgas.

-¡Come! –le gritó Eva. Y Lara empezó a comer. Los sollozos le atenazaban la garganta haciéndole muy dificultoso tragar cada bocado de ese guiso que así, frío, le sabía repugnante. Sus lágrimas se le mezclaban en su cara con la comida que poco a poco iba desapareciendo del plato para regocijo de sus torturadoras.

Por fin no quedó nada en el plato y entonces Eva la puso de pie tomándola de un brazo:

-Muy bien, perrita, muy bien. Así será siempre: nosotras ordenamos y tú obedeces. –le dijo con una expresión triunfal en su rostro mientras Lara, humilladísima, se abandonaba a esos sollozos que la tenían temblando de pies a cabeza.

-Ahora vete a lavar la cara y vuelve enseguida, porque te vamos a dar el premio que te ganaste por haber sido tan buena niña. –le ordenó Juani con un guiño a su compañera.

Una vez en el baño Lara dio rienda suelta a su angustia por haber sido sometida a semejante humillación. Lloró y lloró repitiéndose una y otra vez que hasta allí había llegado su mansedumbre.

“No puedo soportar más…” -se dijo mientras se secaba la cara luego de haberla limpiado de los restos del guiso. “Tengo que pensar la forma de conseguir que me saquen de esta habitación…”

En ese momento sonaron unos golpes en la puerta:

-¡Sal de allí de una buena vez! –la apremió Eva provocándole un sobresalto. Terminó de secarse y al volver al cuarto vio a Eva y a Juani desnudas, exhibiendo sus cuerpos firmes, plenos de mórbidas redondeces. Les echó una mirada fugaz  y fue hasta su cama, donde había quedado su ropa. Tomó la camisa con intención de volver a vestirse, pero Eva la detuvo:

-Qué, ¿quieres privarnos del placer de contemplarte así, desnudita?

Juani la tomó de un brazo:

-Guarda esa ropa y la nuestra en los closet y ponte a hacer las camas, doncella.

-¡No soy vuestra sierva para que me pongan a trabajar! –se indignó Lara cada vez más dispuesta a dar término a tan humillante situación.

Eva y Juani se miraron y fue la rubia quien cruzó el rostro de Lara de una bofetada. La atribulada niña, furiosa y asustada a la vez trató de librarse de la mano de Juani, pero la morena la retuvo con más fuerza aún.

-Así que retobándote, ¿eh?... –le dijo mientras le sujetaba también el otro brazo ofreciéndola indefensa a Eva.

-¡Déjenme! ¡Déjenme! –suplicó Lara procurando soltarse.

-¿Sabes una cosa? –le dijo la rubia. –Me excitan tus corcovos. –y extendió sus manos hacia las deliciosas tetitas de su presa.

-¡No! ¡No!... –gritó Lara revolviéndose sujeta por Juani.

-Calma, niña, calma. –le dijo la morena. –Por mucho que lo intentes no podrás escaparte.

Eva ya se había apoderado de sus pechos y alternaba suavidad con violencia. Los acariciaba y oprimía una y otra vez; sus dedos jugueteaban con los pezones, que en segundos lucieron duros y erectos mientras Lara seguía suplicando entre jadeos. Su disgusto aumentaba tanto como la excitación que esas manos hábiles le provocaban.

Eva sonrió perversamente al advertir el efecto que ese acariciamiento estaba teniendo en su víctima, y le dijo sin dejar de magrearla:

-Deja ya de resistirte, tontita, y abandónate al goce… ¿O es que vas a negarme que estás gozando?

¡Déjame! ¡Déjameeeeeeeeeeeee! –se exaltó Lara luchando contra ese placer que había empezado a sentir contra su voluntad. Pero Eva, lejos de dejarla, llevó una mano a la entrepierna de Lara, que cruzó los muslos tratando de impedir el contacto de esa mano con su coñito, pero Eva le dio tal pellizco que terminó por abrir las piernas en medio de un gemido de dolor.

No bien apoyó sus dedos sobre el objetivo Eva emitió una risita burlona:

-Mmmmhhhh, no quieras saber lo mojada que está la muy zorrita. –dijo dirigiéndose a Juani en tanto Lara jadeaba con fuerza, incapaz de controlar las sensaciones intensamente placenteras que la agitaban. Mientras se abandonaba al magreo pensó, para no derrumbarse sicológicamente, que ésa sería la última vez que ambas depravadas iban a abusar de ella.

“Mañana mismo iré a ver a la directora para que me saque de este infierno…” –se prometió mientras escuchaba a Juani decir:

-Llevémosla a la cama. Quiero comérmela.

La arrastraron pese a sus protestas y amenazas inútiles y un instante después Lara se encontró tendida de espaldas en su cama, con las manos de Eva otra vez en sus tetitas y la lengua endiablada de Juani ocupándose de su raja.

Esa lengua la enloquecía, la erizaba de pies a cabeza, la derrotaba en su desesperada resistencia. Era un instrumento endiablado e insensible por completo a sus súplicas. Eva acalló sus ruegos con un profundo y apasionado beso en la boca mientras estiraba y retorcía sus pezones ya durísimos y erectos como clavijas.

Jadeaba roncamente cuando Juani, sin dejar de lamerle el clítoris, le metió un dedo y enseguida otro en su rajita empapadísima de flujos.

Lara era un volcán ardiente y al cabo de unos minutos estaba ya en las convulsiones previas al orgasmo cuando Eva se incorporó y le dijo a Juani:

-Dejémosla con hambre. Si quiere gozar tendrá primero que hacernos correr a nosotras. –y Juani, a regañadientes porque estaba gozando intensamente sorbiendo los jugos de Lara, se irguió tambaleante y con el rostro encendido por la más violenta calentura. Tomó a Lara del cabello y la obligó a enderezarse para después echarla al piso, sobre el cual ella y Eva se tendieron de espaldas, con las piernas encogidas y las rodillas separadas a tope.

Lara, en un estado semejante a la embriaguez, obedeció cuando la rubia le dio la orden de lamerlas a ambas. No era dueña de si misma. Estaba atrapada por el torbellino de esa violenta excitación que le empapaba su rajita.

Se inclinó primero sobre Juani y aplastó su rostro contra ese chocho cuyos labios externos la morena tenía bien abiertos con sus dedos.

-¡Lame! –escuchó decir a Juani. -¡Quiero tu lengua de perrita en mi raja! –y Lara se aplicó a lamerla deslizando su lengua de arriba abajo por esa cuevita inundada, arrancándole a la morena gemidos de placer mientras Eva, a su lado, se masturbaba con los dedos aunque procurando no correrse, porque pretendía que a ese goce culminante la llevara Lara, que habiendo sido abandonada por su conciencia era presa del vértigo embriagador al que la habían arrojado sus dominadoras.

Siguió lamiendo a Juani hasta que ésta se corrió en medio de gritos que Eva acalló inclinándose sobre ella y besándola largamente en la boca, para después tomar a Lara del pelo, echarse de espaldas otra vez y hundirle la cara entre sus piernas. No había tregua para ella. Debía ponerse a lamer nuevamente y eso hizo hasta que Eva explotó en un orgasmo violento e interminable mientras retenía la cabeza de Lara entre sus muslos fuertemente apretados.

Rato después, cuando la niña sollozaba acurrucada en el piso, Eva y Juani, ya repuestas, se echaron otra vez sobre su presa. La rubia comenzó a pasarle la lengua por sus piernas y Lara a temblar, presa de sensaciones arrebatadoras y anhelando que esa lengua alcanzara su conejito. Juani se había apropiado de sus tetas, que amasaba frenéticamente alternando con besos y succión de los pezones. Lara hervía y no tardó en correrse en medio de jadeos casi animales mientras en la mente de Eva comenzaba a crecer una idea para atrapar definitivamente a esa presa tan apetecible, sin riesgo alguno de que pudiera escaparse.

(Continuará)