Lara o Nico, mejor que muchas mujeres
Por primera vez yo acariciaba una polla, todavía flácida, pero mi sensación era absoluta de estar junto a una mujer.
Estaba a tope nervioso pero muy decidido. Me había costado mucho telefonear y llegar hasta allí. Me daba vueltas la cabeza pero no iba a renunciar. Necesitaba probarlo y me daba un morbo increíble.
Llamé al timbre y estuve a punto de dar marcha atrás pero había llegado demasiado lejos.
La puerta se entreabrió y, con un fondo oscuro, destacó una carita preciosa:
-Hola- susurró con un excitante pero leve acento argentino y, tras unos momentos y observando mi indecisión, me preguntó -¿Quieres pasar ya o vas a quedarte ahí contemplandome?
Una vez dentro me invadió cierta seguridad. El apartamento era pequeño pero limpio y ella satisfacía todas mis expectativas. A través del albornoz entreabierto adiviné dos pechos no muy grandes (la mejor medida de un pecho es el que cabe en la mano) y una tripita aún húmeda con algunas gotas resbalando hasta el borde de la braguita.
-¿Quieres tomar algo?- me preguntó mientras yo la admiraba
-Mejor después porque antes quisiera darme una ducha yo también- respondí señalando con la barbilla el cuarto de baño.
-Estás en tu casa- me dijo mientras acercó su cara a la mía dándome dos besos.
Me duché rápidamente para corresponder con la limpieza con que ella me había recibido y salí completamente desnudo lo más tranquilo que pude aparentar.
Lara dejó, al verme, caer el albornoz al suelo y me echó los brazos al cuello pegándose a mí.
Deje discretamente, no tanto como para que ella no lo advirtiera, sobre la mesita los billetes pactados.
-Tenía muchas ganas de conocer a una mujer como tú- dije apresuradamente y ella, sonriéndome dulcemente, me preguntó -¿Es entonces tu primera vez? Y cogiéndome una mano la llevó hasta debajo de su tanguita.
Por primera vez yo acariciaba una polla, todavía flácida, pero mi sensación era absoluta de estar junto a una mujer.
Suavemente entrelazó los dedos de sus manos bajo mis testículos y me empujó hacia la cama. Mis ingles hirvieron de hormigueo y mi polla se alertó. Resbaló su boca por mi torso hasta encontrar mi pene y sus labios y su lengua y sus manos y su aliento encampanaron mi virilidad.
Deslizándose suavemente por debajo de mí, yo diría que con cariño, llevó su cabecita hasta mis testículos e incorporó su pelvis quitándose el tanga y buscando mi boca con su pene.
Era como si encontrara algo que me completaba. Su pollita, no muy grande, creció dentro de mi boca y chupé, lamí y recorrí su longitud, su contorno y su glande durante unos minutos mientras ella hacía exactamente, como un calco, lo mismo con mi polla.
La punta de mi lengua llegó hasta sus testículos y, entreteniéndose en un leve chupeteo, contorneó su ano que acusó un levísimo estremecimiento. Ella no chupaba el mío. La follé con la lengua mientras una sensación de limpieza, de naturalidad, de plenitud, me embargaba. Ni siquiera mi mujer me había dejado nunca chuparle el culo.
Alargando la mano para coger un preservativo intentó ponérmelo con la boca y acabó ajustándolo con la mano con un poco de lubricante mientras volvía su grupa hacia mí.
Estuve durante un buen rato follándola con un ansia que no recordaba hacía tiempo. Flexionando las piernas golpeaba con fortaleza sus nalgas contra mis ingles y yo arremetía como si me fuera la vida en ello.
De repente paré bruscamente y salí de ella.
-¿Qué ocurre? ¿Te lastimaste?- Me preguntó con interés.
-No- respondí con cierta tristeza es que no quiero que esto se acabe y si acabo .. se acaba.
-No quiero seguir follando- continué explicando quiero jugar y tocar, acariciar y ser acariciado, disfrutar de una mujer tan bonita como tú y, si pudiera, hacer que tú te corras.
Hizo que me tendiera boca arriba y dejando su polla junto a mi mano que se complació en ello, deslizó el dedo anular de su mano derecha, enfundado en un preservativo, alrededor de mi ano y comenzó a introducirlo con suavidad y decisión. Con su mano izquierda recorría mi polla mientras mordisqueaba mis testículos y mi periné.
Torpemente yo intentaba masturbarla para corresponder a sensaciones tan gratas y para disfrutar del tacto de una polla enhiesta pero solo pude murmurar Muérdeme un poquito más fuerte, hazme un poquito de daño, mete dos deditos . Fóllame niña-.
Se incorporó y, levantando mis piernas, apoyó su glande en mi ano e inició una penetración que interrumpió brevemente para ponerse ella un preservativo. Curiosamente ya no era lo mismo. La sensación de una polla desnuda es incomparable.
Continuó follandome con energía mientras, con ambas manos, enrollaba y pellizcaba mis pezones.
Mi mente estaba en mis pezones, en mi ano, en mi polla que era acariciada por sus dos extremos. Una vez leí que el mayor placer se obtiene cuando la polla es estimulada en sus dos extremos y ahora estaba convencido de ello mientras mis pezones dolían gratísimamente, mis ingles ardían y sentí como inundaba mi estómago con mi propio semen mientras ella ordeñaba, con enorme cariño, mi polla en toda su longitud.
Me desmadejé y permanecimos un rato acostados. Ella parecía no tener prisa. Charlamos de cosas insustanciales como si fueramos dos novios pero todo ello cargado de una gran dulzura.
Lentamente me vestí y fuime.