Lapsitting de castigo por una pelota

Quién me iba a decir que aquellas dos mujeres me iban a marcar la existencia de aquel modo? Y todo por una pelota en la terraza...

Lapsitting de castigo por una pelota

Lo que ocurrió durante algún tiempo entre aquellas mujeres y yo es uno de mis secretos de infancia tardía más celosamente guardados. Nadie se enteró nunca de aquellos episodios tan...digamos extravagantes. En un patio interior común a varios edificios, yo solía pasar con algunos de mis vecinos, las tardes. Jugábamos al fútbol, por supuesto...era una diversión barata, sólo que a veces fastidiosa para los vecinos. Porque era un accidente muy frecuente el que la pelota se colara por alguna de las terrazas. De todas formas, no solía acarrear grandes reprimendas el hecho de que eso ocurriera. Era tan familiar el ambiente entre vecinos (los edificios eran antiguos y muchas familias llevaban generaciones allí) que tampoco las pequeñas fechorías de los niños que por allí habitaban creaban gran malestar.

Pero una de las terrazas pertenecía a un piso recientemente ocupado por una mujer de mediana edad y su joven hija. No se trataban mucho con el resto del vecindario. Eran reservadas, simplemente eso, aunque a los ojos de la gente eso los convertía en misteriosas. Bueno, lo cierto es que algo peculiares sí que eran, como se verá.

Una tarde de verano estábamos jugando al fútbol en el patio. Era una tarde cualquiera, calurosa, aburrida, hasta el partido era aburrido, sólo de vez en cuando la monotonía se rompía por algún gol o por alguna discusión a raíz de alguna jugada polémica. Pero en un lance determinado...la pelota se fue a colar en la terraza de las vecinas misteriosas.

-Mierda! Y ahora quién va a por ella?

-Yo paso, que me da mal rollo...dice mi madre que las dos tías que viven ahí deben ser putas

-Pues a mí me han dicho que lo que son es brujas...

-Bueno, no sé: yo paso de ir, que vaya quien la haya tirado

-Eso! Emilio, tío, te ha tocao...

-Yo...?

-Hombre...tú la has tirao, no?

Ciertamente, no me quedaba más remedio. Yo era un chaval tímido y miedoso, y se me estaba cayendo el mundo encima en aquellos momentos. El piso era el 2ºA. Cuando llegué a la puerta de la vivienda, el corazón se me puso a mil por hora, sudaba como un cerdo, ppensé que me iba a desvanecer en cualquier momento. Toqué el timbre. La puerta tardaría unos dos minutos en abrirse.Y me abrió la joven hija de la dueña de la casa, alta, delgada, con sus buenas curvas.

-Hola...?- Su mirada inquiría, buscando el motivo de mi visita. Tenía una voz dulce y aguda. El pelo era suelto y moreno. Yo intenté sacar fuerzas de flaqueza para esbozar unas palabras, que debieron sonar a balbuceo casi incomprensible.

-Hola...yo...venía a por...la pelota...

-Ah! Tú eres el de la pelota? Pasa, anda...

-No...si no hace falta...con que me dé la pelota...

Pero ella me asió por la ropa y después me agarró la mano, para mi desconcierto. La verdad es que en ese momento me ruboricé más y además estaba cagado de miedo, porque no tenía ni idea de lo que estaba pasando

-Ven...pasa al salón

-Eh...pero...

-Mamá...mira, ha venido el niño de la pelota

La madre era una mujer de unos cuarenta y cinco años, aún de buen ver, esbelta, elegante, también morena, con el pelo recogido por una coleta. Usaba gafas, tenía una bata de flores y estaba leyendo una revista sentada en un sillón.

-Holaaa...pero mira a quién tenemos aquí...así que esa pelota que acaba de caer en mi terraza es tuya, no?

-Pues, sí...disculpe...

-Uy, qué rico...pero acércate, hombre...acércate, no me tengas miedo, que no te voy a comer...a ver, cómo te llamas?

-E...milio

-Emilio...me gusta ese nombre, yo me llamo Teresa, y mi hija se llama Vicky...a que es guapa?

Sss... sí...- Mi desconcierto crecía tanto, que estaba perdiendo el habla, practicamente

Vicky soltó una risita...supongo que en ese momento le estaba pareciendo entrañable

-Supongo que querrás tu pelota, no, Emilio?- dijo la señora, a lo que yo respondí diciendo que sí freneticamente con la cabeza.

-Bueno...ahora mando a Vicky a por ella, pero antes, me darás un besito...no...?

Yo, me quedé clavado allí, y la mujer insistió

-A ver, hombre, ven aquí...sólo es un besito...

Yo avancé hacia ella, me incliné a darle un beso, pero ella me agarró el cuello con sus brazos y me obligó a sentarme sobre sus rodillas. Ahí sí que me quedé fulminado, y le dije:

-Pero...qué hace...?

-Es que me pareces un niño muy guapo. Pero además, te has portado mal. Sabes? Me has roto dos macetas con tu pelota. Así que, de momento, ya no bajas al patio. Te quedas aquí un ratito conmigo.

Pasé de la perplejidad a la furia. Pero...es que aquella mujer se había creido que yo era un niño de teta? Casi con lágrimas en los ojos y con el orgullo profundamente herido forcejeé y grité

-Oiga! Suélteme...déjeme en paz!!!- Ese estallido de furia fue recibido con una carcajada de Vicky, que no había dejado de presenciar la escena

-Sí, eso, resístete, que me gusta. Forcejea todo lo que quieras, que no te voy a soltar, y si lloras y chillas como un niño pequeño, mejor, mi vida.

Entonces le tiré de la coleta, a lo que ella respondió con un inmenso cachete en el culo.

-Niño malo, no se tira de la coleta-

-ssssh...eeeh...- Dijo Vicky, a modo de reprovación

-Sabes lo que creo que le gusta a este niño, Vicky?- Y Teresa empezó a hacerme caballito – Ir al caballito, verdad?

-Si, yo creo que sí...

Yo me estaba empezando a ruborizar otra vez, y de repente me dí cuenta de que estaba empalmado

-Te está gustando eh? Ya lo noto...-Dijo Teresa, que se dio cuenta también de mi excitación – Mira, Vicky, el niño está empalmado

La verdad es que sí me gustaba aquello, verme dominado por aquella mujer alta, delgada, elegante y severa. Después de unos minutos, me soltó y dijo:

-Bueno, ya tienes bastante castigo por hoy. Ahora Vicky te devolverá la pelota y te acompañará hasta la puerta

Cabizbajo, y sin saber qué pensar ni qué decir, me dejé conducir de la mano por la atractiva Vicky. Llegando a la puerta me agarró la cara con la palma de su mano y me dijo sonriendo y con cara de ternura:

-Pobrecito! Debes estar empalmadísimo...-entonces me agarró con la otra mano el paquete y me lo meneó hasta que por fin una explosión de semen me alivió

Me fui realmente aturdido de aquella extraña experiencia con aquellas extrañas mujeres. Pero no sería la última vez que visitaría aquel piso.