Lampolla último día

Las orillas del mar son peligrosas

Una tarde de cielo totalmente cubierto y mar tan encalmada  como pudiera ser la de un mar muerto, un hombre moreno e insignificante se entretenía buscando piedras y piedrecitas que al estar mojadas se asemejaban a perlas, que la naturaleza creo y que los fuertes oleajes enviaban incansables a la orilla. Aquel hombre moreno e insignificante vislumbró a lo lejos la figura de lo que parecía una chica que tal y como iba acercándose pudo verla mejor, y sin saber el por qué le hizo latir el corazón más deprisa, como si compitiese en una carrera a pie, todo y estando plantado a la orilla del agua La chica, bonita, dulce y solitaria se interesó por lo que buscaba con tanta atención aquel hombre ,en una tarde de primavera en que aquel encapotado cielo presagiaba tormenta. Este, con rostro triste se lo explico como buenamente pudo.

Los preciosos ojos de ella lo habían dejado casi sin palabras. Su voz suave y aterciopelada le recordó a otras voces que había oído en su ya lejanísima niñez y que ya no lograba recordar de quién eran. Pero sí que al lado de la persona que las pronunció se sintió arropado y seguro en aquella vida que le había tocado vivir. Cuando aquella chica que dijo llamarse Luisa se fue caminando lentamente por la orilla de aquella playa en dirección al pueblo marinero de L'AMPOLLA el hombre moreno e insignificante la siguió con la vista con una cierta tristeza como si con ella se hubiese ido su corazón. Y sin saber el por qué por sus mejillas rodaron unas tristes lágrimas.  Al perderla de vista tuvo la sensación de que con ella se había ido una parte de su corazón. Después y en extrañísimos sueños la fue recordando con su dulce voz que lo transportaron a otros lejanísimos espacios mucho más acogedores. A aquel hombre estos aconteceres le crearon un cierto desasosiego que tampoco nunca logro interpretar. Pero él seguía y seguía evocando aquel encuentro a la orilla del mar  de un día de primavera y con el cielo amenazando lluvia. Llego un día que el hombre moreno e insignificante se fue a consultar con una vidente que vivía en una casona cercana al Perelló  para tratar de esclarecer estos misterios. que poblaban su mente incesantemente. Aquella Vidente posiblemente no estuviese en su mejor día por qué le aconsejo que solamente bebiese agua. Aquel hombre moreno e insignificante no lo pudo entender de ninguna de las maneras, él era abstemio. Él sabía que aquel mundo en que vivía no era el suyo, que él ya pertenecía a otro mucho más lejano, desconocido y más allá de su entendimiento. Despues, volvió  otra vez a aquella orilla de mar de la pequeña Cala y ya nunca logro encontrar belleza alguna de aquellas pequeñas y relucientes piedrecitas tan preciosas como perlas. La chica de los hermosísimos ojos y una calidez que lo transportaron a otros mundos distantes tampoco apareció. Aquella tarde de cielo.plomizo amenazando lluvia y con la mar tan encalmada que sus aguas apenas se movian, cogió su pequeño bote  a remos y se fue adentrando lentamente hacia un horizonte desconocido. Cuando ya había perdido de vista aquella playa, con una picola hizo un agujero en el fondo del pequeño bote y solo unos minutos después ambos desaparecieron tragados por las aguas. Las primeras gotas de lluvia borraron el pequeño círculo que dejaron en la superficie. Meses después lo que quedó de aquel moreno e insignificante hombre volvio a la superficie. En uno de sus bolsillos aún se pudo encontrar su documento de identidad en el que ponía que aquel infeliz era natural de SANTO DOMINGO DE LA CALZADA. Y que se llamaba Bernardo Martín.

Veinte años antes el que fuera Bernardo Martín se había casado con una de las chicas mas bonitas y dulces de Castro Urdiales, solo dos años después enviudó. Sin otra familia que la madre de ella en este caso su Suegra el Bernardo Martín perdió el Norte. Lo primero que se le ocurrió fue marcharse hacia el Mediterráneo, aunque fuese con una tienda de campaña. Su economía daba bien poco, buscar un clima más cálido que el del Cantábrico y tratar de empezar una nueva vida lejos de donde había sido tan feliz en aquellos dos cortos años. La Suegra que sabía la difícil situación en que se encontraba le pidió que de momento no se fuese y que se quedase con ella que también estaba sola. Doña Esperanza en estas fechas tenía 54 años. Ella que también estaba sola si se marchaba el yerno se quedaría totalmente sin ninguna persona cercana en quién acudir si le surgían problemas. Trato de convencerlo para que se quedase con ella en su propia casa. En su subconsciente anidaba la idea de que aquel querido yerno fuese para ella. Con la edad que tenía aún gustaba a los hombres. Los pocos kg. de más que tenía aún le daban más atractivo en unas caderas de las que atraían las miradas de los hombres que se cruzaban con ella. Y ella lo sabía. Doña Esperanza aún necesitaba ser querida por un varón y gozar lo que se pudiese. Creo Bernardo que tú aún no estás en condiciones de irte a la aventura por estos mundos y más careciendo de medios. Si te quedas conmigo yo te cuidare y nada te faltará y mientras te irás recuperando anímicamente. Yo para ti quiero ser más que una suegra, te daré todo el amor que llevo en el corazón y a mi lado volverás a ser feliz. Piénsalo antes de irte con rumbo desconocido. Doña Esperanza sabía bien de largos inviernos, soledades y camas frías y humedades sin fin en aquel litoral Cantábrico. El Bernardo, todo y teniendo una gran diferencia con la edad, aquella Suegra lo atraía, solo le faltaba un poco de atrevimiento para manifestarselo.  Mientras cenaban dio el primer paso para    confiarle que ella le gustaba mucho, y no como suegra. Me haces muy feliz diciéndome eso Bernardo !  Muchísimo,! nunca te arrepentirás de este paso que has dado, nunca, nunca.!. Ven, vamos a la cama que necesito amarte y gozarte intensamente. La cena ya la terminaremos cuando sea. Los dos desnudos y bajo las sábanas fueron entregándose como si aquella noche tuviera que ser la última de sus vidas. Cuando el Bernardo le clavó su Priapo en el chocho, ella enloqueció del placer que sentía. No pares mi amor, no pares, soy toda tuya, !!  Follame bien mi cielo y lléname con tu leche !!! Durante toda aquella larga noche el Bernardo no paro de entrarle por todos los agujeros, y ella entre gemidos de placer lo mantuvo con su polla en erección sin que por un instante desfalleciese. Aquella locura de pasión hizo que la Esperanza siempre fuese sin las bragas dentro de casa. Cualquier sitio era bueno para ser montada, en la cocina, en el baño, subiendo las escaleras del piso superior, e incluso dentro del coche como dos jóvenes amantes. Cuando ya llevaban dos años de aquella historia de amor a la Esperanza le diagnosticaron un Cáncer y dos meses después el Bernardo quedose solo. Volviendo a perder el Norte se marchó hacia aquella playa mediterránea en donde incluso en invierno el Sol salía casi todos los días. Lo único que lo complacía era buscar por las orillas las pequeñas piedrecitas que mojadas parecían perlas.

FINE.