Ladrón que roba a ladrón...

A los dos días la encontraron en el cuarto de baño. Desnuda, mutilada, y con su misma matriz incrustada en la garganta.

LADRÓN QUE ROBA A LADRÓN

Esta es la historia de cinco mujeres de la vida galante. Ustedes me entienden. Quise poner de la vida fácil, pero pensé que a fin de cuentas viene siendo de las más difíciles. Y el que lo dude que se ponga. Ya lo dijo muy claro Facundo Cabral y su inolvidable "Cardo seco".

Decía que esta es la historia de cinco de esas mujeres, a las que llamaremos Lili, Juli, Franci, Lucy y Bibi. Poner sus nombres reales es mucho atrevimiento. Aclaro que las dos primeras son hermanas. Y las demás simples conocidas.

Estas cinco rentaban en conjunto un modesto departamento, en cualquier colonia popular. No era la gran cosa, pero tenía su salita, una recamara y una pequeña cocinita. Unos cuantos metros cuadrados, pero se acomodaban quien sabe como, y dormían de lo mejor. Además rara era la ocasión en que pasaban una noche juntas pues nunca faltaban clientes acomedidos que ofrecieran una cama mejor.

Como fuera tenían su departamento, y ahí, entre "trabajo y trabajo", descansaban, reían, jugaban, en fin

Tenían tiempo de conocerse. Más de un año. Para una vida como la suya es mucho tiempo. De milagro coincidieron en el mismo lugar, hicieron amistad, y como ya las dos hermanas tenían un cuartito de azotea, planearon unir sus recursos y alquilar un lugar mejor. Y desde entonces eran felices

Y compartían todo. Lo que una compraba todas lo comían. Solo había un detalle. El dinero de cada una era muy suyo, y con él no se metía ninguna de las otras. Lo más natural del mundo. Y confiando en ellas mismas guardaban sus ahorros entre su ropa, dentro de una misma cómoda compartida, y de la que cada una ocupaba un cajón. De ahí en fuera compartían secretos, ropa, zapatos y demás

Todo era felicidad. Parecían la familia más unida del mundo. Aunque de las cinco una empezaba a pensar cosas no muy santas. Era Franci, que de unos meses atrás había empezado a portarse de una manera algo caprichosa con las otras cuatro. Como que les presumía, y se hacia la tonta cuando se trataba de trabajar en algo en común, y se molestaba si le tomaban sus cosas, en fin… Y tenía por que, ya que era de las cinco la más guapa. Esto hacía que le sobrara trabajo, y que tuviera más dinero que las otras.

Las demás disimulaban, pero en secreto empezaban a sentirse molestas por su actitud. Y secretamente la envidiaban por su físico juvenil y su rostro sensual que le permitían ganar más que ellas. Ya en algunas ocasiones las hermanas se habían puesto a platicar en este sentido. Y coincidían con las otras dos en que, de seguir así, pronto no habría manera de soportar a la tal Franci.

Nunca falta alguien así. Pero lo presumido se aguanta. Lo peor fue que, aunque era la más "rica" quería más. Y de ves en ves empezaron a faltar pequeñas cantidades de los ahorros de cada una. No mucho, pero si el suficiente para hacer que la situación, ya tensa, se encendiera todavía más. No hacía falta mucha perspicacia para echar la culpa sobre Franci. Y empezaron a esconder sus ahorros… Y a desconfiar

Hasta ese momento hubieran podido seguir juntas. Una discusión, dos o tres habladas, pero nada más. Los beneficios de vivir juntas compensaban las molestias. Y entre las otras cuatro no existía el menor problema. Con soportar los desplantes de Franci, y tener sus precauciones todo estaría bien.

Pero del dicho al hecho hay gran trecho. Y en una de tantas noches de aventura llegó la suerte para Lili. Se enredó con un americano de no pocos pesos, y se vieron durante varias noches. Es casado. Su esposa sospechó. Y le puso vigilante. Siguieron viéndose, y en una de tantas horas compartidas, sonó el teléfono del galán. Nunca falta un acomedido, y uno de los amigos del esposo infiel le avisaba que la esposa había descubierto su nidito de amor y se dirigía hacia allá en compañía de fotógrafo y abogado. De milagro se puso los pantalones. Tiempo le faltó para separarse de las tibias curvas de Lili, mal vestirse y salir disparado del hotel. Tanto así que olvidó el saco.

Lili, con la mejor de las intenciones, (permítanme dudarlo) recordó que esa noche no había recibido lo pactado, y si bien el asunto no había tenido final, consideró justo buscar en la prenda olvidada, a ver si encontraba algo por allí. Y cual no sería su sorpresa cuando sus dedos toparon con abultado fajo de dólares nuevecitos. Una buena cantidad. Muy buena. Ante algo así cualquiera olvida sus buenas intenciones, y ella, sepultándolos en lo más profundo de su bolsa de mano abandonó el cuarto apenas a tiempo por que doblaba apenas la esquina cuando ya llegaba la esposa ofendida con toda su procesión.

Su alegría era tanta que no pudo callar, y contó a las otras tres su gran hallazgo. Claro que Franci no se encontraba presente. O al menos eso creyeron porque esa noche no hubo cliente, y se acercaba a la puerta cuando escuchó risas. Y quedó a la escucha. Oyó todo, y se enteró del lugar en donde pensó esconderlo Lili. Discretamente se alejó del lugar, dio algunas vueltas, y llegó al cuarto una hora después fingiéndose la más inocente del mundo.

Porque ya tenía un loco plan en su cabeza. Tantos dólares no podían estar en mejores manos que las suyas. Y con muy mala intención empezó a portarse de lo mejor. Dejó pasar algunos días. Y con un pretexto banal una noche se quedó en casa. No tuvieron más remedio que irse, no muy tranquilas. Y tan pronto pasó un rato prudente, buscó el dinero, lo encontró, y lo escondió en el más seguro lugar que alguien pudiera pensar. Dentro de dos o tres bolsas de nylon, y enterrado en uno de los macetones del pequeño jardín del edificio. El edificio estaba en completo silencio. Todos dormían. Estaría algunos días más. Y se iría de la ciudad. Según ella nadie la vio.

¿Nadie? Inocente Franci. Unos ojos la vieron desde una ventanita entornada en el piso superior. Siempre deben tenerse en cuenta los insomnes. Una trasnochada se paseaba en su cuarto y en una de esas la vio salir y manipular un rato junto al macetón. La curiosidad no es una virtud, pero a veces trae sorpresas. Y esta gran curiosa, tan pronto vio desaparecer a Franci, y comprobó que todo estaba en el más absoluto silencio, bajó, buscó, encontró… Y feliz de su fortuna volvió a su cuarto. Nadie se enteró.

Esa curiosa selló la suerte de Franci. Todo pareció tranquilo pero en cuanto ella salió a trabajar lo primero que hizo Lili fue revisar su tesoro. Y al no encontrarlo estalló la bomba. Lo comentó con su hermana, y con las otras. Y cuando la susodicha llegó se encontró con todo un comité de bienvenida. Ya no era momento de disimular. Y a voz en grito Lili le reclamó el robo a una Franci que quiso hacerse la mosca muerta. La otra hermana apoyaba, por mera lógica. Y las otras dos vieron la oportunidad de desquitar los malos ratos que las había hecho pasar.

Los gritos subieron de tono. Y empezaron las amenazas. "¡Si no nos dices donde lo escondiste te matamos!". Y ella comprendió que lo había imaginado demasiado sencillo. Al principio quiso negarlo, pero los nervios la traicionaron. Y cuando llegaron a las manos, y Lili la tomó de los largos cabellos mientras las otras la detenían, el miedo le ganó. Y entre llantos y suplicas les dijo donde lo había escondido.

Lili y Lucy salieron al jardín. Y buscaron de manera ansiosa. Hurgaron en el macetón indicado por la sollozante Franci, una y otra vez. Y finalmente tuvieron que reconocer que allí no había nada. Incluso buscaron en el otro macetón.

Con esto su coraje llegó al límite. Y volvieron a donde las demás sujetaban a la infeliz Franci echando espuma por la boca.

  • ¡Nos engañó la hija de su madre!- Exclamó Lili. Y explicó con palabras entrecortadas por la rabia que no habían encontrado nada. Y como Franci insistiera en que ahí estaba, y lo jurara por lo todos lo santos, descargó una violenta bofetada en sus labios partiéndoselos.

Y es que Franci no entendía nada de lo que sucedía. Estaba convencida de lo que había hecho unas noches atrás, y no podía entender por que el dinero había desaparecido. Y eso era lo que a las otras menos les importaba.

  • No puedes quedarte así - dijo Lucy, que ya esperaba su parte.

  • Imposible - aceptó Lili- Es mucho.

  • No queda más que sacarle a las malas. Tiene que decirnos donde lo metió.

  • Pero… - Bibi parecía dudar-

  • Si me ayudan, les doy la mitad. -Exclamó Lili. -Ayúdenme a darle hasta que suelte donde lo escondió, y se hacen ricas.

Si Franci se hubiera portado más o menos bien, tal ves hubiera encontrado apoyo en las otras que al fin y al cabo no tenían nada en su contra. pero ya les había caído mal con sus habladas, sus arranques de presunción exagerada, y sobre todo sus pequeños robos, que todas habían sufrido. Y además, con la promesa de una buena cantidad de billetes por delante, todas las dudas terminaron.

Con algunos remilgos, pero Bibi primero y después Juli, aceptaron ayudar a Lili y a Lucy que ya habían hecho causa común, a darle con todo a la Franci que escuchaba, y llorando juraba y perjuraba que ahí lo había dejado.

  • Súbanle volumen a la grabadora - Dijo Lili - para que nadie escuche sus berridos.

Y Lucy se apresuró a poner el disco más escandaloso que tenia y a subirle todo. Además casi todos los otros departamentos se encontraban vacíos a esa hora, o con sus habitantes durmiendo. A nadie le extrañaría el escándalo, ya que casi era costumbre todas las noches.

Y empezó el interrogatorio. Las bofetadas menudearon sobre el rostro de una Franci que pronto tuvo los labios hechos pedazos, y varios dientes bailando. Pero que más podía decir.

Bibi y Lucy la sostenían con toda su fuerza mientras la mano de Lili se estrellaba en su cara. Pero cuando la vio con la boca reventada, y sin que pareciera todavía dispuesta a declarar, se detuvo.

El coraje empezó a desfigurar sus rostros. Y en su ira descontrolada pensaron hacerla sufrir de tal manera que terminara declarando.

  • Hay que desgraciarla en serio – Exclamó Lili.

  • La encueremos – opinó Bibi, siendo coreada por todas.

Y con el mayor de los entusiasmos fue desgarrada la poca ropa que tenía encima.

Jalones brutales reventaron las costuras de su blusa y su cortísima falda. Dos tirones hicieron pedazos el brasier y Lili le bajó la tanga arrancándosela de golpe. En cuestión de cuatro o cinco minutos la desesperada Franci estuvo totalmente desnuda.

  • O habla o la matamos – Dijo Lili, y empezó una discusión acerca de lo que debían hacerle. Las más inocentes opinaban golpearla, pero Lucy dio la idea de darle "en donde más le doliera". Y todas la secundaron. Porque todas fijaron la mirada en las partes íntimas de la llorosa Franci.

  • Hay que joderle el culo – Opinó Bibi, que empezaba a sentirse excitada con todo aquello. – La amarramos y le damos con todo.

  • Primero el aparato – Exclamó Lucy.- Hay que abrirle la otra boca hasta que se le raje todo lo que tiene.

  • Y le metemos la mano – Aceptó Lili. – Hasta el codo.

  • Los pechos. Los tiene grandotes, y si le retorcemos con ganas va a sentir que se muere. Unas de uno y las demás del otro.

  • Mejor le quememos las puntas con un cerillo. Que se le achicharren.

Cada una dio su opinión, acorde con su sadismo o con la antipatía que tenían por la tal Franci que aullaba como una condenada, bien detenida e inmovilizada. A cada opinión el rostro se le desfiguraba de miedo, y trataba de soltarse sacudiendo a sus captoras. pero estaba bien agarrada, y era difícil.

  • Mejor le quemamos allá abajo con una vela. Se la empujamos en el agujero. - Primero hay que amarrarla.

Y Lucy se dio a la tarea de buscar con que atarla. No era algo sencillo pero finalmente, con un tendedero, una cintas de alguna falda vieja, y unos negligés de la misma Franci hechos tiras, confeccionó dos cuerdas más o menos aceptables.

  • Vamos a ponerla con las patas levantadas. Así va a presentar todo lo que tiene.

Y sujeta como estaba por las otras dos, Lili y Lucy le tomaron los tobillos, por detrás para evitar sus furiosos y desesperados puntapiés, y jalaron a los lados con toda su fuerza alzándole las piernas y haciéndola caer sentada violentamente.

El frondoso trasero de Franci rebotó en el piso, y ella sintió que las caderas se le desbarataban. Y antes que pudiera reponerse era arrastrada al centro del cuartito. Y las mismas que la votaron volvieron a sujetar sus tobillos y levantaron las piernas con todo echándolas hacia atrás, y después abrieron con todo su peso. Un coro de aullidos destemplados fue la señal de que la infeliz sentía que las caderas se le despedazaban con los jalones. Pero sin prestarle la menor atención las "cuerdas" fueron anudadas fuertemente alrededor de sus tobillos y amarradas a los barrotes de una ventana por un lado y a una viga saliente que sostenía la pared que separaba los dos cuartos del departamentito por el otro.

  • ¡Jálale! Que le truenen las piernotas.

  • Sin lástima. No le hace que se desgañite bramando

Y animándose entre ellas mismas forzaron las piernas de la desesperada mujer hasta donde sus fuerzas alcanzaron. Las piernas, a la altura de la cabeza, y abiertas de una manera terrible enseñaron todo lo que la tal Franci escondía. Unos genitales bien cuidados que le habían dado un muy buen servicio noche tras noche, y un culo reservado solo para los clientes especiales, se mostraron de lo mejor, sin nada que estorbara. Era un espectáculo único, aquella mujer joven, bien formada, tendida en el piso con las piernas al borde de la dislocación.

Mientras tanto Lili le amarró las manos con su misma blusa desgarrada, para evitar que se cubriera con ellas.

  • Ya la tenemos.

  • Mira eso. Dan ganas de arrancárselo a jalones.

  • Y el culo. Como para ensartarle algo que le llegue hasta las tripas.

Las cuatro se amontonaron enfrente contemplando los expuestos genitales. Cada una comentaba lo más práctico para darles con todo. Y Franci empezaba a quedarse afónica de tanto gritar.

  • Que aparatón se carga la vieja

  • Tanto que se lo cuida

  • Ahorita le vamos a cuidar mejor

  • Cuando terminemos no le va a servir ni para miar

  • Vamos a desgraciarle, no le hace que declare – Exclamó Lili, la más enojada.

  • Como sea, igual le desbaratamos todo. – Aceptó Juli.

  • ¿Cómo le empezáramos? – Dudó Bibi

  • ¡Por el culo!

  • ¡No! Por adelante

  • Tranquilas –Las calmó Lili – Hay que ponernos de acuerdo para que le hagamos tiras todo lo que tiene. Que quede casi agonizando.

  • Tiene razón – La apoyó Juli – Tenemos que hacerlo juntas para que quede bien desgraciada. Solas no le vamos a poder hacer nada. Juntas le arrancamos el culo.

Y ya más tranquilas volvieron a sus opiniones y discusiones. Era curioso ver aquel grupo de cuatro mujeres alegando acerca de la mejor manera de torturar a una más, tendida a sus pies completamente desnuda y amarrada. Las locuras más ingenuas y las barbaridades más escalofriantes eran pronunciadas con esa tranquilidad que solo da la decisión más completa. La mente humana es un laberinto, diría Freud.

Poco a poco fueron tomando forma algunas estrategias. Entre todas las opiniones destacaron las ocurrencias de Lucy, la que parecía más callada de todas. Y finalmente, se dispusieron a dar comienzo.

Había pasado la emoción inicial, y con la cabeza ya más fría habían hecho todos sus planes. Entre ellos que, pasara lo que pasara, no amanecerían allí. Dejarían el cuerpo de Franci, inconciente o muerto, dentro de un armario, y abandonarían la ciudad. Sabían que, de todas formas, ya no había manera de echar marcha atrás. Aun cuando la dejaran así lo mas seguro es que hubiera investigaciones, y problemas… No quedaba mucho por pensar.

Franci, que medio había escuchado la asamblea en la que se decidía el futuro de su bien formado cuerpo, estaba a punto de la locura. Agotada de gritar, de suplicar perdón, tan solo gemía quedamente.

  • Entonces empezamos con lo de arriba

  • Si. Primero los pechotes, para que lo sienta bien

  • Cierto. Cuando le despedacemos lo de en medio no va a aguantar nada.

  • Dos de cada una. Para que sientan parejo

  • Pero antes hay que taparle el hocico. No sea que alguien oiga sus berridos y nos cachen. Porque va a chillar como marrano cuando la estemos destripando

  • De por si no sabe nada. Ya hubiera abierto la bocota de puro miedo.

  • Nos cargó pero que se la cargue también. Todo fue por su culpa.

Y entre todas batallaron por taparle la boca a una Franci que parecía haber enloquecido. Su mismo calzón hecho bola sería la mordaza, pero en cuanto lo notó apretó los dientes a la desesperada.

  • No va a abrir el hocico esta méndiga

  • Ahorita lo abre por que lo abre – Dijo Lili – Pónganse listas

Y dándole vuelta se acercó a lo más delicado de Franci, y agachándose entre sus piernas aproximó la mano al culo.

  • ¡Listas! – Y de un solo golpe le metió el dedo pulgar en el apretado agujero, en seco, enganchándoselo allá adentro y jalando hacia fuera. Aquello no lo aguanta nadie, y Franci no lo aguantó. A pesar de su desesperación gritó al sentir que su culo se desgarraba, y la bola de trapo llenó su boca, y se incrustó en su garganta casi ahogándola. Ya no tuvo defensa, y quedó con la boca semiabierta jadeando, totalmente imposibilitada para emitir sonidos. Y entonces dieron comienzo.

Lili y Lucy de un lado y las restantes del otro agarraron los prominentes senos

de Franci que volvió a sus desesperados pataleos y gemidos. Parecía mentira, pero la idea de que realmente la infeliz no sabia nada del dinero había ido pesando en sus cabezas poco a poco. Y finalmente lo que querían era hacerla sufrir lo más posible, por pura venganza.

Apoyando una rodilla en el piso por pura comodidad, agarraron cada par el seno de su lado. Eran unos senos grandes, pesados… Acariciados infinidad de ocasiones por manos de todo tipo, resintieron pronto los apretones.

Con coraje, con rabia, Lili pinzó el pezón y jaló con toda su fuerza, retorciéndolo, estirándolo lo más posible. Juli mientras tanto había tomado el seno con ambas manos formando argolla con los dedos pulgares y los otros dedos en la base, y apretaba para que el pezón saltara por la presión.

Del otro lado Bibi y Lucy también trabajaban. Bibi, dudando al principio, una ves que sintió entre sus dedos la tibieza de la carne de Franci hundió los dedos en el indefenso seno jalando y retorciendo. Lucy vio lo que hacia Lili y tomando el pezón jaló con todas sus fuerzas también, retorciéndolo. El dolor era tan fuerte que Franci se sacudió mientras gemía roncamente.

Pero a ellas eso no les importó. Habían aceptado ya la pérdida de su capital, y lo único que deseaban era desquitar su coraje de algún modo. Y por eso jalaron y jalaron de los pezones, y apretaron los senos sin pizca de compasión. Estos ya estaban inflamados, amoratados, con los dedos marcados en morado oscuro, rasguñados, duros… y ellas continuaban con más ansias, conforme veían los daños que provocaban. Ahora habían tomado el seno a dos manos, y lo retorcían con toda su fuerza.

  • Denle fuerte. Vamos a ordeñarla como a una vaca

  • No tendrá leche, pero algo tiene que salir

  • No le aflojen. Que sienta bonito

Las puntas saltaban con las inclementes retorcidas. Y poco a poco fueron destrozándose las estructuras internas de los senos. Un líquido sanguinolento brotó de los pezones, gota a gota.

  • ¡Le está saliendo algo!

  • Síguele ordeñando. Que se le vacíen

  • Ya le desgraciamos adentro, por eso está echando agua

Y continuaron hasta que fue sangre lo que brotó de los pezones cada ves que los retorcían. Gotas de sangre que formaron hilitos púrpuras sobre la blanca carne de Franci. Finalmente, se detuvieron. Agotadas, sudorosas por el esfuerzo, soltaron los maltrechos senos y se fueron incorporando.

  • Ya le dimos en la torre a sus pechotes

  • Esos ya no le van a servir ni para adorno

  • Después de tanto escándalo, mira, ya solo puja

  • Y lo que le falta todavía

  • Nos dejó pobres pero no lo va a poder disfrutar

  • A ver si se compra un culo nuevo

La ocurrencia de Juli fue coreada por grandes risas. Era todavía bastante temprano. Esas horas que preceden a la medianoche, en que las calles muestran todavía una actividad febril. Habían llegado algunos inquilinos, y el sonido de las televisiones y aparatos de sonido a todo volumen acompañaban la música ensordecedora que salía de su departamento. No había nada de que preocuparse por ese lado.

  • Hay que seguirle dando

  • Ahorita viene lo mejor. Hay que empezarle con lo de abajo

  • De una ves. Que ya se la cargue

Franci, mientras tanto, había ido recuperando fuerzas. Agotada de tanto forcejear, había quedado media desmayada con el agarrón que le dieron en los senos, pero en lo que ellas descansaban volvió a su espantosa realidad de nueva cuenta. De nuevo sus miembros se tensaron intentando desatarse, mientras el dolor de los ataques recibidos la estremecía. Todos sus esfuerzos volvieron a ser inútiles. Las "cuerdas", pese a ser improvisadas, no aflojaban lo más mínimo. Y con horror vio que se acercaban a su parte inferior. Todo el miedo del mundo se le hizo nudo en la garganta. Quiso gritar, suplicar, pero tenia ya la voz cortada por completo, y sus balbuceos roncos e ininteligibles solo divirtieron a sus verdugos.

  • Se le ve bien bueno el aparato

  • Como para darnos gusto

  • Hay que hacerle cachitos todo

  • Si no se muere le va a faltar poquito. Se imaginan como va a sentir que le estemos dando por la merita cola

  • Y ni para que se defienda. No le queda más que aguantarse

  • Que buena idea fue ponerla con las patas levantadas. Lo enseñó todo

  • Hasta el culote se le abrió. Se acuerdan como se lo cuidaba. Que sus cremas y sus desodorantes. Ahorita le vamos a cuidar mejor

Las cuatro mujeres contemplaban lo que tenían enfrente sin decidirse a comenzar. Era como si la sola vista de aquellos genitales expuestos las hubiera detenido. Pero aquello no podía tardar mucho. La mano de Lili tomó uno de los labios y jaló para un lado abriendo la vulva.

  • Vamos a abrirle. Jálenle del otro lado

  • Yo te ayudo – Exclamó Juli, y la tomó del labio opuesto jalándolo también. La vulva, atacada por ambos lados, se abrió lo más que pudo.

  • ¡Jálenle! – Animó Lucy que se agachó para ver mas de cerca como se le abría todo a la desesperada Franci que se ahogaba de tos queriendo sacar el trapo que le tapaba la garganta..

  • Le voy a estirar la nariz – dijo Bibi – mientras ustedes le abren. Eso si lo va a sentir en serio

Y se le arrodilló sobre la barriga, con una pierna de cada lado, mirando hacia los genitales. E inclinándose estiró la mano, y mientras las otras dos continuaban abriéndole lo más posible, trató de agarrarle el clítoris que aparecía casi totalmente invisible por el mismo sufrimiento. Franci se retorció al sentir el nuevo ataque. Las uñas de Bibi hurgaron la delicada zona hasta pinzar finalmente el clítoris y jalar hacia arriba con saña. Las otras abrieron con más fuerza.

  • Estírale como si fuera una tripa de pollo

  • Que se le arranque de una ves

El dolor fue insoportable, y la vejiga se le aflojó. La orina brotó y escurrió entre sus nalgas hasta el piso.

  • Se está miando la muy puerca

  • Buena seña. Ya le sacamos la miada. Eso quiere decir que ya le llegamos a lo tierno. Lo soltó de puro dolor

  • Y hasta se va a cagar mas al rato. Cuando la estemos destripando va a sacar todo lo que tenga en la panza la desgraciada

  • Síguele estirando. Que se orine todo lo que quiera

Y siguió el tormento sobre la ya enrojecida vulva. Los jalones hacían que se abriera de una manera tremenda, y hasta la entrada vaginal se abría mostrando su interior húmedo y rosado. Bibi continuaba colgándose del clítoris, y cansada de jalar ahora lo apretaba y lo retorcía de un lado y otro. Pronto empezó a sangrar.

Lucy, incapaz de estarse quieta, mientras las otras le daban a Franci, introdujo dos dedos en la vagina abierta, metiéndolos y sacándolos rápidamente.

  • Se le siente bien bueno dentro del hoyo. Caliente, caliente.

  • Hay que meterle la mano – Exclamó Bibi soltando el ya lacerado clítoris

  • Si. Hay que cogérsela en serio. Que trague lo que nunca ha tragado

  • Ustedes le siguen abriendo y yo le empujo – Dijo Lucy, ya emocionada

  • Pero métele toda. Que le llegue hasta la mera tripa

  • Y si no le entra le rajamos el agujero. De por si se la va a cargar.

  • Primero hay que aflojarle un poco. Se le siente bien apretado

  • Y eso que se la han aprovechado de todos tamaños

Y soltando los labios, ya inflamados y de un color rojo sangre impresionante, Lili y Juli hundieron dos dedos cada una dentro de la vagina, los engancharon y jalaron para los lados forzando la entrada. La vagina se abrió, y dejo al descubierto su delicado interior. Y ellas continuaron jalando, enterrando las uñas para que no se les resbalara, abriendo aquella entrada a las mismas entrañas de Franci que se retorcía y lloraba.

Los dedos, enganchados en la entrada, desgarraron las mucosas internas, y unas gotas de sangre brotaron pronto, sin que les interesara lo más mínimo. Todos sus esfuerzos se encaminaban a forzar aquel conducto, rompiéndolo si era necesario.

Cuando soltaron, porque sus dedos resbalaron en la misma sangre que ya escurría, la vagina quedó abierta, desgarradas sus comisuras. Era lo que estaban esperando. Y Lucy se preparó.

  • Ábranle de los labios, y yo se lo empujo – Exclamó haciendo cuña con los dedos de la mano derecha

  • Llégale hasta los ovarios

  • Y se los arrancas

De nuevo los labios volvieron a ser estirados, ya inflamados y deformes como estaban, y ella apoyó la punta de los dedos en la sangrante vagina, y empujó con todas sus fuerzas cuerpo adentro. Los dedos entraron, resbalando en la misma sangre, hasta los nudillos. Allí empezó el forcejeo, mientras Franci casi moría de dolor, gimiendo y jadeando, entre espasmódicos movimientos. Comprendía que sus minutos ya estaban contados, y luchaba desesperadamente por liberarse. La mano ya estaba adentro por completo, y el forcejeo continuaba. Lucy empujaba, embriagada por la sensación de tibieza propia del interior de un cuerpo humano vivo.

Los dedos rozaron la matriz. Pero hasta ahí llegaron. La vagina de Franci ya no dio paso. Por más esfuerzos que hizo Lucy para introducirla más su mano era detenida por la resistente musculatura vaginal que ya no la dejó avanzar. Las otras, casi colgadas de los labios, jalaban tratando de abrir aquella vulva todavía más. Los labios ya estaban completamente despedazados. Tantos jalones los habían ido lacerando, sobre todo a los menores, que sangraban ya por todas partes, e impedían que los pudieran sujetar con fuerza, a pesar de sus iracundos intentos.

  • Desgraciada. Ya no le entra más. Tiene el hoyo bien apretado.

  • Empújale con todo. Que se le despernanque bien

  • Ya no se puede. Y ya le estaba llegando a la tripa

  • Y estas porquerías que ya no se pueden jalar para que se le abra

  • ¿Y si le rajáramos? – Lili era siempre la más sanguinaria

  • ¿Pero cómo?

  • Con una navaja o cuchillo. Le metemos en el hoyo y le partimos de una ves

  • Como si estuviéramos destazando un marrano – Juli pronto se entusiasmó

  • Y así la vaciamos hasta que se muera

Era cierto. Aunque cueste creerlo, la sola vista de la sangre, del dolor en su más cruda expresión, las había transformado. Ahora eran unas asesinas hechas y derechas. Quizá una ves que pasará la orgía de sufrimiento empezaran los arrepentimientos y las secuelas psicológicas, pero de momento solo querían matar.

Lili, la de la genial idea, buscó en una de las gavetas hasta sacar una navaja. Era grande, de las llamadas 007, y ni siquiera recordaban ya como había ido a parar allí. En una rifa de plaza de barrio le había caído en suerte, la habían afilado con el afila tijeras de la zona, y la utilizaban como cuchillo de uso general para cortar todo aquello que hiciera falta. Hasta la tibia carne de Franci.

  • Con esto la desmadramos fácil

  • Está bien afilada. Como hoja de rasurar

  • Ni lo va a sentir. Hay que juntarle los dos agujeros. El de adelante con el del culo, para que no nos cueste

  • Mejor le rajamos para arriba. Para la barriga

  • No. Si le vaciamos el mondongo se va a morir luego, luego. Mejor para atrás, y le vamos jalando poco a poco la tripazón para que tarde sintiendo lo bueno

  • Eso. La rajamos y le metemos la mano hasta adentro para sacarle todito

La existencia de Franci ya estaba sentenciada. Y en el paroxismo de su terror, mientras escuchaba todo lo que discutían a su alrededor, se sacudía con toda su fuerza, ignorando el dolor de sus genitales destrozados, aunque en el fondo comprendía que todo lo que hiciera sería inútil. Gemía, roncaba por que gritar no podía, entre ataques de tos y arcadas ocasionadas por el trapo que le obstruía la garganta. De su boca entreabierta escurría un hilillo de saliva sanguinolenta.

El ataque final dio comienzo. Sabiendo que la sangre iba a salpicar por todas partes se quitaron la ropa, quedando en ropa interior, y volvieron a aproximarse. Lili blandía la navaja abierta.

  • Nosotros le abrimos otra ves, y tu le metes en el mero hoyo, y le rajas

  • Pero ábranle bien, porque ya se le hinchó con la jodida que le dimos

Juli y Bibi volvieron a tomar los ensangrentados labios, clavaron las uñas, y jalaron a los lados lastimándolos todavía más. Lili, arrodillada entre las piernas, hurgó el interior de la vulva hasta localizar la inflamada entrada vaginal, en la que hundió un dedo con saña, revolviéndolo

. - Ya le encontré la entrada. Ábranle más duro

  • Rájale, porque no se le abre más

Lili sacó el dedo de golpe, y aproximó la hoja de la navaja. La punta rozó la entrada, y Franci se estremeció y se quedó quieta. Muy quieta. Pero de pronto pareció enloquecer. Su cuerpo se sacudió hasta casi arrancarse las ligaduras, y de su boca escaparon gemidos aterradores, mitad ronquido, mitad jadeo. Sus ojos casi salieron de las órbitas, y su rostro, bañado en sudor, adquirió un tono amoratado.

Y es que Lili había hundido la hoja de la navaja en la vagina de un solo empujón. La sangre brotó a borbotones. Pero sin darle la menor importancia empezó a cortar hacia atrás, como si se tratara de carne para el guisado en lugar de un cuerpo vivo que se retorcía de dolor.

La hoja entró y salio repetidas veces. Pronto cortó las mucosas, abrió a lo largo el canal vaginal y atacó el perineo. Piel, grasa y músculo fueron hendidos por el filo del metal, poco a poco. Franci se retorcía hasta casi dislocarse los miembros, se arqueaba y trataba de soltarse. Y con esto dificultaba la tarea de Lili.

  • Móntate en su panza, Lucy, que no se puede estar quieta

Lucy se colocó a horcajadas sobre el abdomen de Franci que solo así se quedó quieta, jadeando con dificultad por el peso que la agobiaba. Y Lili, ya con tranquilidad, apresuró sus movimientos hundiendo la navaja lo más posible, hasta que finalmente ésta rasgó el esfínter anal abriendo el recto. Un verdadero arroyo carmesí escurría por el piso. Retiró la navaja y se puso de pie.

  • Ya le rajé todo. Le llegó hasta el culo

  • Ahora hay que vaciarla. Yo le meto otra ves la mano.- Dijo Lucy

  • Arráncale hasta el hígado

El espectáculo era sencillamente aterrador. Franci yacía con una espantosa herida que unía sus genitales con su recto, y Lucy se dispuso a hundir en ella su brazo. Esta ves al abrir los labios se forzó la herida, y se abrió mostrando el color de la carne viva, sangrante, palpitante

Lucy se colocó en cuclillas entre las abiertas piernas y aproximó la mano hecha cuña a la desgarrada vagina, y sin lástima la hundió de un solo golpe. El conducto, ya abierto, no opuso resistencia, y la mano entró con toda facilidad hasta la misma matriz.

La reacción de Franci fue espantosa. Se sacudió hasta que sus huesos crujieron, lo que aumentó la hemorragia, y emitió una serie de sonidos aterradores, entre ronquidos y gemidos, de tal magnitud que empezó a arrojar sangre por la nariz. Su rostro adquirió una palidez ceniza y sus ojos casi saltaron hacia fuera.

  • Lo sintió bonito

  • Mírenla como hace. Parece que se la están cogiendo

  • Ahora si le llegué a la mera mera

  • Chíspale de una buena ves. Vamos a ver como es una matriz en vivo

Y los dedos de Lucy hurgaron el fondo de la vagina, lastimando el cuello uterino, intentando sujetar el resbaladizo órgano, metiendo la mano casi hasta el codo dentro del cuerpo de la infeliz. Sus uñas desgarraron las delicadas mucosas, rasgaron tejidos, y finalmente consiguió sujetarlo. Franci jadeó sintiendo que la respiración se le iba del solo dolor, dolor que le adormecía toda la parte inferior del cuerpo, y que la recorría entre espasmos. La orina corrió incontenible uniéndose al rojo liquido que ya formaba charquitos. Y Lucy, sin preocuparse de nada, saboreando el sufrimiento de su víctima, tiró de la matriz hacia fuera, apretando los dedos lo más posible.

  • Ya le pesqué, y ahora no le suelto hasta que se le salga

  • Jálale con todo. Nosotros le abrimos el hoyo

  • Es que se me resbala esta cochinada. Está babosa

  • Con las uñas. Sácale aunque sea en pedazos

  • Si le abren más le zampo las dos manos

Y las otras dos tiraron con más fuerza de los destrozados labios separando todavía más los bordes de la herida que unía vagina y recto. Y Lucy hundió la otra mano ya en la rajada misma, forzando el desgarrado órgano, llegó hasta la matriz, y la agarró también para jalar con toda su fuerza. Las dos manos apretaron a la matriz, exprimiéndola sin lástima. Y jaló. Los ligamentos, poco a poco fueron cediendo, y la matriz descendió unos centímetros, lo que hizo que Lucy redoblara sus esfuerzos con más entusiasmo.

  • Se está cagando

Era cierto. El cuerpo de Franci, en las reacciones extremas que ocasiona el sufrimiento, vaciaba los intestinos, y la mierda mezclada con sangre escurría por el desgarrado culo.

  • Vale madres. Que suelte todo lo que quiera.

  • La estamos haciendo cagar a huevo

  • Ha de sentir que se va al infierno. Ya está hasta blanca

  • Y espérate a que se le arranque esta porquería. Va a querer rebuznar.

Y el esfuerzo en contra de las entrañas de Franci continuaba. Continuaban las dos manos apretando la matriz y jalando sin parar, tensando las estructuras que la sostenían en su lugar, rasgando, desgarrando, haciéndola descender milímetro a milimetro vagina abajo. El tormento siguió y siguió.

Lucy ponía en juego todo su peso en contra de aquel órgano, hacia presión con los pies en el piso, y colgaba el trasero hacia atrás para hacer más fuerza. Sudaba, y sus brazos temblaban por el esfuerzo, pero el daño era terrible. El cuerpo cedía, y la matriz bajaba hacia el exterior entre verdaderos arroyos de sangre. Franci ya casi desmayada gemía levemente. La hemorragia y el dolor la habían debilitado en extremo y estaba al punto del colapso.

  • Estírale. Ya se le ve

  • Otro poco y se le sale

  • Pero ya no aguanto los brazos

  • Suéltala y yo te ayudo

Y Bibi tomó el lugar de Lucy que agotada se limpió los brazos y manos en la ropa de la misma Franci, tomó el órgano que ya estaba casi a la mitad de la desgarrada vagina, y jaló también con todo. Aquello ya no podía durar mucho, y al poco salió al exterior aquella masa sanguinolenta y amoratada en que se había convertido la matriz.

Una ves que estuvo un trozo de fuera fue la locura, y la misma Lucy, emocionada, volvió a meter las manos, agarró apretando hasta sobre las mismas manos de Bibi, y juntas jalaron con todo su peso hasta que cedieron los últimos tejidos, y la matriz, palpitando todavía quedó entre sus dedos. La hemorragia era espantosa.

  • Se le arrancó la tripa a la desgraciada

  • Qué asco. Tírala que se ve horrible

  • Hay que meterle en el hocico. Que se la trague

  • Eso. Que se trague su misma porquería

Y aprovechando que estaba ya casi desmayada, le abrieron la boca y de un solo jalón le arrancaron el calzón ensangrentado que le tapaba la garganta. Franci, al sentirse liberada de aquel suplicio aspiró aire a bocanadas, pero apenas había dado unas cuantas cuando la masa viscosa y caliente de su propia matriz chorreando sangre se incrustó en su boca. Quiso cerrar la boca, toser, vomitar, pero Lucy le tapó la nariz pinzándola con dos dedos mientras tiraba hacia debajo de su mandíbula inferior y Lili, a horcajadas sobre su pecho, le hundió aquello en la garganta empujándole con los dedos. Franci empezó a asfixiarse. Se sacudió mientras su rostro se amorataba.

  • No le aflojes. Se la tiene que tragar

  • Se está ahogando la méndiga

  • Que se la cargue. Tu empújale

Y Lili continuó empujándole con los dedos destrozándole la lengua y la campanilla, en sus esfuerzos por meterle la masa de tejidos en la garganta. Franci agonizaba. La mierda escurría de su culo a chorros. Sus ojos giraban de manera espantosa mientras su nariz sangraba y de su boca escapaba un río de saliva. Pero nada las detenía. Aquello se prolongó todavía unos minutos hasta que la falta de aire la hizo perder el conocimiento. Y finalmente se quedó quieta. Su cuerpo ya no resistió más..

A los dos días la encontraron. En el cuarto de baño. Desnuda, mutilada, y con su misma matriz incrustada en la garganta.