Labores extraescolares (I)
Un conserje descubre de mano de su amante, una profesora reservada, el por qué del fuerte olor a sexo de un aula...
Llevaba trabajando como conserje en aquel centro casi siete años, siendo de natural solitario y silencioso. Viendo a profesores y alumnos ir y venir sin darle demasiado apego a aquel trabajo, que a fin de cuentas me había caído casi a modo de caridad, ya que para poco más parecía servir a mi familia y allegados.
Tengo 35 años y mi vida sexual se había resentido al acabar en este centro, por algún extraño motivo el bedel no parecía atraer a gente de su misma edad con otros trabajos o entornos, así que poco más follaba que una o dos veces al año, aprovechando el alcohol y alguna celebración del personal del centro, cosas de una sola noche que derivaban en miradas avergonzadas y huidas por el pasillo por parte de la profesora de rigor, y eso que siempre se me había felicitado por mis apasionados polvos y mi verga, bastante por encima de la media de la ciudad, por lo visto...
Esto era así hasta que llegó ella, Silvia. Una profesora tardía (este era su segundo centro en tres años y ella tenía 30 años). Lo nuestro fue casi llegar, desnudarnos y unirnos para siempre. Ella tenía mucho vicio y ningún compromiso y al ser la nueva, la habían cargado con un montón de responsabilidades que exigían su presencia en el centro fuera de horas lectivas, lo que facilitaba nuestros escarceos en cualquier esquina.
No me pararé demasiado con nuestros encuentros anteriores, ya que quiero dejar constancia de un (yo diría EL, así con mayúsculas) encuentro que lo cambió todo. Sólo diré que tanto las aulas como la cocina, los baños y alguna oficina (incluyendo la del director, por supuesto) quedaron impregnados en los aromas de nuestros sexos y con rastros de nuestros jugos bien mezclados, recién salidos de nuestros cuerpos.
Ella era pelirroja, de pelo rizo e hinchado, metro setenta de palidez pecosa (en verano) y mármol frío en invierno. Amiga de la lencería negra con encaje, los trajes y las medias (ella me introdujo al fetiche por estas cosas, algo en lo que nunca me había fijado o disfrutado antes). Un par de faros grises oteando desde las cuencas de sus ojos, con un brillo triste pero acompañados de una sonrisa luminosa, un contraste que me excita sobremanera, y una boca de labios alargados que nunca me canso de ver comiéndome la verga.
Sea como fuere, lo que me llevó a aquella increíble mañana de sábado del mes de julio fue su peculiar comportamiento en los últimos meses y el olerme que en el centro estaba pasando algo a mis espaldas, algo en cuyo centro se erigía ella y dejaba un aula del centro apestando a coño como no debería de oler ninguna otra aula de un centro escolar respetable en el mundo...
Traté de indagar sobre el tema, traté de curiosear, sonsacar o sobornarla, pero ella sólo sonreía sin dar prenda. Cuando sacaba el misterio a colación lo único que me quedaba claro es que aquello la excitaba muchísimo y terminaba obligándome a follarla muy duro. Por mucho que yo tratase de parar en mitad del polvo para chantajearla, ella se las apañaba para apretar sus labios entorno a mi polla y correrse antes de tener que suplicarme... Mi gozo en un pozo... Lo más que conseguía es que ella me contestase con un enigmático 'Espera al verano, espera al verano...'
Y el verano llegó, trayéndome aquella día. Tengo piso propio, no lejos del colegio, pero en el centro hay un dormitorio que perteneció durante décadas a anteriores bedeles con menos medios y aveces me quedó a dormir allí. Silvia se había quedado a dormir conmigo porque el sábado por la mañana siguiente tenía una clase especial a eso de las 10. Sea como fuere llevábamos dos semanas sin follar y yo casi me daba con la polla contra las paredes de desesperación peor no conseguí que se prestase aquella noche. Así de dominado me tenía, más que cualquier otra mujer que haya conocido...
Aún así, con las primeras luces me desperté para encontrarme sólo en el infame camastro del conserje, así que me levanté para ir a buscarla, cosa que no fue difícil ya que estaba en la única aula abierta de todo el primer piso, la de inspiradores aromas. Allí estaba, sentada en la esquina de su mesa, de cara a las sillas, indicándome con la mano que me sentase en una silla próxima.
- Si quieres saber lo que pasa en esta clase, hoy serás más que bienvenido, pero has de demostrarme cuanta paciencia y aguante puedes tener.
Mientras decía esto, separó sus piernas remangando ligeramente su minifalda para mostrar unas preciosas bragas de encaje negro que no llevaba ayer. En nada se las hizo a un lado mostrando su ranura, brillante como con perlas de rocío y rasurada casi por completo, antes de comenzar a frotársela con la palma de la mano, mirándome en la silla con la expresión más placentera y viciosa que había visto en años en ningún rostro.
Puso la punta de su pie derecho entre mis piernas y así supe lo que quería. Abrí la cremallera de mi pantalón dejando asomar mi miembro, portando todavía su erección mañanera. Comencé a masturbarme muy lentamente mientras ella hacía lo mismo pero cada vez que yo aceleraba, me emocionaba o parecía estar apunto de correrme, ella golpeaba mi silla con el talón, sin decir más y me miraba enarcando las ceja, sin decir más mientras se seguía tocando. No sé cuanto tiempo seguimos así, más de media hora desde luego. Los huevo y el miembro me dolían cosa fina, peor si esta iba a ser la única manera de participar de su secreto, haría todo lo que estuviese en mi mano para ser partícipe. Ella también se mantenía en le filo, parando, frotándose los labios exteriores y dándose un respiro antes de volver a rasgar con un par de dedos sus interioridades, pero, por solidaridad o masoquismo, ella tampoco llegó a correrse, antes de cubrirse otra vez, agarrarme por la polla y llevarme tirando de ella hasta la sala de profesores, donde desayunamos escuetamente antes de volver a la misma aula, casi a la hora en que ella tenía una clase extraordinaria de algún tipo.
Me señaló un armario que había junto a la puerta de entrada, en la tarima y me hizo entrar, antes de sobarme la polla, morcillona y con los huevos doloridos, por encima del pantalón, abrir la cremallera y sacármela, masturbándome con mano decidida y dejando que un hilillo de saliva cayese en mi glande antes de tomar mi mano derecha, hacerme agarrarla y continuar masturbándome mientras cerraba la puerta de mi escondrijo.
Durante los próximos 10 minutos escuche la puerta abriéndose y cerrándose varias veces acompañada de voces de padres y madres desembarazándose de su progenie con las fórmulas de rigor, imagino que saliendo a toda prisa a sus casas, a aprovechar la paz mañanera del sábado sin hijos para poder follar a gusto. Mi intriga no podía ser mayor y también se mezclaba con un cierto miedo ante el desconocimiento de qué iba a pasar. Se hizo el silencio durante un rato, que se me hizo eterno. Y entonces se hizo la luz, dejándome medio ciego por unos instantes mientras escuchaba...
- Y esto es de lo que os hablaba...
Cuando la puerta terminó de abrirse me encontré, hinchada polla en ristre, dentro de un armario pero ante la mirada desorbitada de siete alumnas de Silvia, sentadas en sus pupitres incapaces de quitarme ojo de encima.
- Supongo que habréis visto las de vuestros padres o hermanos, pero puede que no erectas. O puede que alguna de las más avezadas haya visto de refilón alguna película guarra. Peor esta es distinta, esta es la polla de un amante...
Dicho esto me tomó del miembro y me llevó lentamente hasta su mesa haciéndome sentar en la misma esquina en la que no hacía mucho tiempo, ella me mostraba su coño mientras se masturbaba.
Notaba la sangre volviéndose loca dentro de mi cuerpo, dudando entre volver a mi cabeza para tratar de recuperar algo de sentido o precipitarse a mi polla, haciendo que latiese y creciese aún con más fuerza ante la mirada de aquellas crías neófitas.
Se daban codazos se ponían las manos en los hombros o simplemente permanecían pasmadas, sin parpadear mientras Silvia seguía masturbándome. Pasó a hablar brevemente de las partes de mi miembro, ora levantándolo para señalar mis huevos, ora acariciando con su uña mis venas, ora presionando mi glande entre su índice y su pulgar antes de ponerse en cuclillas, mirándolas de frente, y comenzar a lamotear mi glande.
- Y así es como se la cuida – Decía salivándome y manipulándola antes de meter mi glande en su boca y succionarme lentamente, dejando que la saliva cayese de la comisura de sus labios.
Me preguntaba qué pasaría por la cabeza de las crías mientras veían así a su profesora y el conserje, o ya puestos a una pareja de amantes intimando a lo bestia puede que por primera vez. Mientras Silvia me trabajaba muy lentamente, regodeándose con afán educador, yo no pude reprimirme y comencé a mirarlas una por una, aprovechando que no parecían devolverme la mirada.
Una pelirroja cobriza con trenzas y ojos verdes (Diana), otra con unas trenzas similares pero rubia de ojos oscuros (Alba), las famosas gemelas de Pablos (María y Espe), de pelo castaño y expresión de fierecillas, Andrea, una chica rubia de pelo casi blanco muy voluntariosa que me había ayudado en varias ocasiones como delegada de su clase, una menuda chiquilla morena con el pelo corto y unos ojos enormes (Val) y Claudia, una cría de pelo del color de la miel que le caía desde la cabeza hasta la cintura. Las siete pasmadas pero aparentemente no tan escandalizadas o asustadas, más maravilladas e hipnotizadas que otra cosa.
- Acercaos más, jolines. ¿Alguna quiere probar? - Se giró Silvia, liberando mi polla de su boca.
Todas ellas se levantaron e hicieron un semicírculo a nuestro alrededor, más cerca.
- ¿No notáis su olor? ¿No os pone? - Decía ella señalando su nariz mientras inhalaba aire casi tocando con su tabique nasal mi brillante y sonrojada polla. - Claudia, ven.
Claudia se aproximó a nosotros y se agachó a la altura de la cabeza de Silvia, mirándola ora a ella ora a mi polla con cara de preocupación. Su bella profesora le acariciaba la larga melena antes de aproximar su cara a la de ella.
- Puedes probarla antes de mi boca.- Dijo Silvia antes de besara en los labios mientras yo intuía cómo su lengua se abría paso en la boca de la cría, jugueteando en su interior hasta que la saliva comenzó a caer por sus comisuras. - ¿Te gusta?- A lo que ella afirmó nerviosa en silencio. - Pues aquí la tienes. - dijo casi susurrando mientras seguía aguantando mi polla por su base, moviéndola ligeramente con la mano.
Vi la cabeza de la cría aproximándose lentamente a mi glande antes de sacar tímidamente la lengua y comenzar a lamotearlo con timidez peor también con curiosidad. Silvia la animaba, acariciándole el pelo y besándole la cabeza. Ella también aproximó su boca, lamiéndome al mimo ritmo mientras miraba a Claudia por el rabillo del ojo.
Abre más la boca – Ella así lo hizo y Silvia tomó su cabeza por detrás y la empujó ligeramente, hundiendo mi glande dentro de su pequeña boca, sin forzarla, con lentitud, antes de comenzar a moverla con mucha lentitud, mientras la pequeña salivaba, con sus comisuras cubiertas de babilla. - Y no olvides respirar.- Bromeó liberando su cabeza y dejándola apartarse un poco.- ¿Te gusta?- Claudia simplemente afirmo en silencio mientras se apartaba un poco.
María, Espe...- Silvia llamó a las gemelas, afirmando con la cabeza. Las de Pablos, al igual que Claudia, se agacharon junto a su profesora. Ella volvió a meterse mi polla en la boca y la chupó un buen rato, hundiéndola mucho en su garganta antes de liberarla y comenzar a besar la boca de Espe, la que separó sus labios dejando que Silvia volcase su saliva con el sabor de mi mimbro dentro de su pequeña boca. Ella tragó una parte y siguió recibiendo de Silvia, antes de girarse hacia su hermana y besarla de la misma manera. Casi podía intuir esas lengüecillas moviéndose entre sus labios y tras sus mofltes.
Cuando se separaron, mirando a mi polla, Silvia la agitó imperativamente con su mano a lo que ellas respondieron acercándose más, sacando sus lenguas y lamiendo mi glande, antes de tragárselo a ratos, babeando y siguiendo las indicaciones de su profesora. Yo realmente no podía aguantar más pero Silvia me miraba ora si y ora también con gesto enfadado, sabiendo lo que pasaba por mi cabeza (y mis venas) haciéndome pensar en otra cosa, cerrar un segundo los ojos y pensar en cosas absurdas para distraerme, algo increíblemente difícil cuando noté como las de Pablos dejaban mi glande durante un segundo, mientras Silvia levantaba mi miembro, justo antes de notar dos pequeñas bocas sedientas mamándome los huevos durante un buen rato. Aquello, sin poder mirarlas, aún así, hizo que pudiese recular un poco en mi empeño casi desesperado de eyacular.
Diana, Alba, Val y Andrea.- Fue escuchar sólo sus nombres y saber que mi contención podía caer en cualquier momento sin previo aviso. Silvia y las cuatro crías cuchicheaban a la altura de mi cintura, me lamían, se besaban, recorrían todo mi miembro en grupos con su lenguas, succionaban mis huevos mientras lamían o succionaban mi glande. Aquello era una locura absoluta y Silvia no estaba de mi parte, ejerciendo como maestra de ceremonias la mismo tiempo que torturaba la base de mi polla o mis huevos cada vez que intuía que mi aguante flojeaba.
Pero, aún sabiendo que todas os convertiréis en unas viciosas y consumadas chupapollas, porque ya se ve que esto os encanta, este no es el uso principal para esta herramienta. Por favor, si creéis que os vais a manchar os recomendaría que os quitaseis la parte de arriba de la ropa, esto se va a poner pegajoso.
Algunas así procedieron peor las más osadas o tímidas sólo se desabrocharon los primeros botones de las chaquetillas. Sus cuerpos aún estaban en proceso de formación. Diana y Andrea poco más tenían que unos botoncillos salientes a modo de presentación de sus pezones, Claudia y Val si que comenzaban a tener unos senos más incipientes pero aún casi planos.
- Sabéis que no puedo resistirme. Se rió Silvia, acercándose a las más lanzadas antes de besar, lamotear y mordisquear ligeramente aquellos pezones, mientras las crías suspiraban y se sonrojaban.- Sentaos otra vez.
Y así procedieron, en la sillas más próximas, mientras Silvia se desnudaba lentamente a mi lado.
(continuará)