Laboratorios especiales 1 parte
Fantasías oscuras de un científico sobre una parte de la anatomía.
Hay laboratorios donde es mejor no meterse nunca, este es uno de ellos, el doctor Sergarra, licenciado en medicina, ciencia cuantica y biología y doctor honoris causa de la Universidad Serafín Superior, la más importante de España, pasaba sus días y sus noches en este.
La luz estaba focalizada por enormes lámparas que distorsionaban el entorno creando graves claros y oscuros, el los tenía situados en los miembros que andaba estudiando, partes de animales y algunos humanos que habían donado su cuerpo a la ciencia.
Lo que voy a relatar a continuación puede resultar repugnante para las mentes más aprensivas, así que intentaré no ser demasiado... detallista.
Traseros de todos los tamaños se hallaban expuestos en todo tipo de superficies, conservados con productos químicos que el doctor ya no era capaz de percibir.
Su estudio versaba sobre un componente que había descubierto en zonas del tejido músculo de las nalgas que podía llegar a curar ciertas enfermedades, los resultados de varias pruebas eran muy prometedores, pero llevaba su tiempo.
La verdad es que muchos compañeros de estudios habían tratado de sacarlo de su obsesión el trabajo para que se sociabilizara, preocupados por su salud mental, pero las pocas veces que lo intentaron no había durado ni dos minutos en las fiestas o quedadas y pronto retornaba a su “cómodo” laboratorio.
Lo que no sabían de este individuo, nuestro “protagonista”, es que su dedicación al trabajo se debía a un gran y oscuro secreto al que no se atrevía a rendirse pero tampoco podía dejar de lado y esto le impedía mantener relaciones normales con la gente que le rodeaba.
Sus manos temblaban de nerviosismo y emoción cada vez que palpaba las pieles de sus objetos de estudio, siempre con mucho respeto, jamás se había atrevido a dar rienda suelta a su imaginación, aunque su imaginación era sumamente perversa y le obligaba a desahogarse múltiples veces para luego castigarse estudiando con más ahínco
Le parecía tan perverso su deseo de poseer un trasero sexualmente que no se creía digno de acercarse a ninguna mujer, porque eran los traseros de las mujeres lo que le atraían.
Sus persianas siempre estaban cerradas y las mujeres de la limpieza no entraban jamás bajo ningún concepto, ya que odiaba que tocaran sus cosas, además le tenían cierto respeto. El mismo conservaba todo en perfectas condiciones. Solo se le veía de vez en cuando en la cafetería tomando un par de cosas con las que subsistir a parte de la comida que de vez en cuando le llevaba su hermana mayor, siempre preocupada por él pero con una vida propia que no podía desatender.
Ah! Y en las clases nocturnas que daba una vez a la semana en la universidad a un grupo selecto de alumnos.
Por eso cuando esa noche regresaba del aseo se creyó que su mente le jugaba una mala pasada...
A través de la puerta con cristales pudo ver que dentro iluminada por un foco había una chica totalmente desnuda, de perfil, de pie con las manos apoyadas en una de las mesas metálicas.
Entró silenciosamente en el laboratorio con miedo de haberse equivocado de lugar.
La chica mediría 1, 70, piel europea, con un ligero tono mediterráneo, pelo color chocolate recogido en una coleta que dejaba varios mechones sueltos tapándole la cara.
La luz daba sobre su espalda que no era excesivamente ancha y acababa en una cintura delgada que daba paso a un trasero voluminoso, de nalgas redondeadas y daba paso a unas piernas de muslos firmes que se tornaban en pantorrillas y tobillos delgados.
El doctor Sergarra no se atrevía a hablar y cuando lo intento un carraspeo medio agudo y ahogado salió de su boca sin lograr decir nada.
Se acercó más para comprobar si era una alucinación, su mente empezó a formarse una idea.
“Es ella, la muñeca de plástico y piel sintética que estoy tratando de crear, debo haberla sacado de la bandeja donde la tenía cubierta y la he acabado, sí, solo que he trabajado mucho y no lo recuerdo, luego olvide guardarla, que descuidado”.
Llevaba desde su adolescencia con la alocada idea de crear un robot con textura y forma humanada que cumpliera sus más oscuros deseos con placer y sin dolor de forma que no tuviera que comunicarse con ningún ser humano ni sentirse juzgado por sus preferencias.
Y allí estaba, su mente se estaba nublando por el deseo y sus manos temblaron como dos castañuelas en medio de un baile flamenco, temía que la mujer fuera real y al tocarla gritase y saliese corriendo viendo su reputación arruinada, pero su trasero era tan apetecible y estaba ahí, dispuesto para él.
Con la yema de los dedos acarició la columna de la mujer hasta el principio de el trasero, donde se formaban encima de cada nalga dos hoyuelos, el cuerpo de ella se había doblado al sentir el contacto y como en un escalofrío había contorsionado más su cuerpo para sacar más el trasero. Creyó escuchar un gemido pero no sabía si otorgarlo a su imaginación.
Puso sus manos sobre las nalgas y casi tuvo un orgasmo, pero no quería acabar tan pronto, consiguió contenerse y se deleitó acariciando suavemente la piel, para ir apretándolas con más fuerza y darse cuenta de que estaba rozando su entrepierna contra ellas.
Soltó las nalgas y con las manos subió por los costados de la mujer para llegar a sus pechos, también era excitante la sensación de sentir unos pechos en sus manos y unos pezones duros, “el resultado de la muñeca si que ha sido realista, tengo que felicitarme” pensó.
Los hombros y las clavículas también parecían reales, tocar cada palmo de ese cuerpo con mano inexperta sin ningún tipo de presión le estaba resultando muy interesante pero su pene seguía rozándose insistente con su objeto de deseo. Se agachó en cuclillas para poder observar bien lo que le interesaba.
Los labios vaginales estaban hinchados y algo enrojecidos, no tenía ningún tipo de vello y parecía bastante apetecible, los acarició y eran suaves, con los dedos los separó y notó que su interior estaba húmedo, se preguntó que habría usado para rellenarlo.
Acercó la nariz y olió algo salado y como pan recién hecho, olía delicioso, tentado por la curiosidad acercó la lengua, ahora sí que oyó un gemido contenido y su corazón se aceleró de nerviosismo “esto es muy real” pensó, volvió a pasar la lengua y con los labios fue acariciando la zona, tenía un sabor agradable pero no sabía adivinar que era, “¿canela? ¿curry?” El cuerpo empezó a moverse y él se puso de rodillas para estar más cómodo mientras lamía esa humedad y acariciaba los labios con los suyos, hasta encontró lo que supuso era un clítoris, se enorgulleció de su conocimiento de la anatomía femenina. Parecía que estaba comiéndose un merengue por el entusiasmo que ponía y su cara estaba ya medio pringada de los flujos, las piernas de la mujer se estaban tensando las manos de ella le tenían aprisionado entre sus muslos, hasta que de repente notó como el cuerpo de ella temblaba y temió que sufriera un electro circuito pero su voz medio gemido medio suspiro pareció decir
-Me corro..-
Se enorgulleció de haber logrado dar placer una mujer así sin haberlo hecho antes cuando recordó que solo era una muñeca creada por él y que posiblemente era algo automático que decía al cierto tiempo de estimularla para así subir su propia auto estima y tener menos remordimientos.
Decidió hacer caso omiso a la realidad y seguir con la fantasía que estaba viviendo, abrió las nalgas de la chica y vio él ano, con sus pliegues, sin ningún rastro de pelo, con un tono rosado y limpio, paso el dedo por toda la raja, acariciando cada poro, ahora estaba en el cielo y si la alucinación no acababa antes pronto estaría en el paraíso.
Justó en el lado derecho del ano tenía una peca negra y en el lado izquierdo más separado un lunar marrón, le pareció excesivo tanto adorno y fue a rascarselo, la chica se agitó y medio pegó un gritito.
Comprendió que estaba activada, tenía que recordar como desactivarla para hacer los retoques, y debía proceder como un ser humano que siente.
Mojo su dedo en el sexo de la mujer y lo paseó por el ano de ella, hasta meter la puntita y luego todo el dedo, era tan agradable..., le mordisqueó mientras las nalgas para acabar lamiéndoselas, su lengua se acercó al ano y sacó el dedo para meterle la lengua y con las manos apartar las nalgas, lamiendo y besuqueándola con los labios.
Le encantaba la textura, sabor, el olor y poder estar amasando sus nalgas, notaba que la dureza de su sexo iba a romper el pantalón, no podría resistir mucho sin correrse.
Se levantó y desabrochó el pantalón sin acabar de quitarse la bata, sentía aún algo de pudor.
Acercó el pene y notó como se deslizaba entre los labios húmedos de ella mientras movía rítmicamente, la cogió de una nalga y trató de atinar en el agujero pero ella levantó más el trasero y volvió a dirigir el pene a su sexo, decidió que era su muñeca y estaba programada para saber más que él a pesar de haberla programado, que ironía.
Se dejó llevar y aceptó el roce placentero de los labios humedeciéndosela, hasta que de repente entró en su coño sin saber como, y cada centímetro era un paraíso más profundo y brillante, mucho más delicioso de lo que había imaginado pajeándose.
-Ohh- suspiró la muñeca.
“Tengo que patentar esta muñeca, es lo más increíble que he probado, nada que ver con las hinchables”.
Apoyó las manos en la mesa al lado de las de ella y trato de bombear dentro de su chocho a un ritmo pero no tenía mucha idea y vio que el cuerpo de ella se imponía decidiendo cuando quería que la penetrase, la acarició de las crestas iliacas mientras la oía jadear y sacó su polla de su interior, si seguía escuchando ese sonido tan real y el chapoteo de los fluidos al entrar y salir iba a correrse.
Volvió a apuntar al ano y esta vez ella se cogió de las nalgas:
“Menos mal que no he tenido que decirle nada ni introducir ningún código, me ha entendido enseguida, la he programado muy bien”.
Ella agachó su torso hasta que entraron sus pechos en contacto con la mesa metálica y abrió más las piernas.
Su sexo goteaba flujos en el suelo, volvió a humedecerse la punta del pene en su coño y apretó contra el ano, cuando entró la punta la cogió de la cintura y dejó que las nalgas apretaran el resto de su pene, la atrajo hacia así, siguió acariciando sus caderas femeninas y carnosas penetrándola cada vez más hasta cogerla de los huesos de las crestas iliacas y acabar de introducir su falo hasta el fondo sintiendo las protuberantes nalgas de la joven contra su cintura. El cosquilleo en su pene, sintiendo la piel estirarse hacia atras y dejando su capullo sensible en contacto con las paredes del ano de ella, era tan delicioso que casi babeaba de placer, sus ojos estaban abiertos contemplando cada milímetro que iba penetrándola, tenía un pene de tamaño medio, de una anchura normal, quizá un poco más de lo normal, notó que la mano de ella estaba ocupada acariciándose el coño.
Sacó y metió su aparato en ella muy lentamente deleitándose como si fuera la primera y última vez, para guardar bien el recuerdo en su mente. Su ano se había adaptado perfectamente a él, debía estar hecho a medida y deseaba sacarle más jugo masturbándose.
Subió el ritmo de penetración haciendo ella de guía pero el doctor se estaba emocionando y sus manos ansiosas le agarraron con fuerza de los pechos y empezó a follarla más deprisa, era excitante poder sentir unos pechos duros en sus manos moldeándolos a su placer, quería tocar todo el cuerpo a la vez, iba ansioso a su espalda arañándola, escuchando los gemidos de ella, el cuello agarrándoselo y acercándola a él, el cabello para alejarla como si fuera una yegua a la que montase aplastando el cuerpo de ella contra la mesa metálica.
Y aceleró más el ritmo, abriéndole más las piernas con las suyas y metiéndole la polla de forma brutal pero escucho un:
-¡Ay!- y paró de golpe asustado, “no puedo haberla hecho daño ¿o sí? ¿Me he pasado? Por eso nunca podré hacerlo con una mujer real” se deprimió pero escucho.
-¡Sigue, no pares, por favor!- entre gemidos.
Y volvió aunque con más cuidado, siendo ella la que volvía a llevar el ritmo acelerando más y él paraba con temor hasta que ella le grito.
-¡Follame el culo de una vez bien fuerte y hasta el fondo que me encanta!
Y ahí el mismo no pudo evitar dejarse llevar, se felicitó por ser tan retorcido de crear una muñeca que sintiera dolor para poder culpabilizarse y luego fuera capaz de hacerle desatar sus más bajos instintos como recompensa de haber sufrido remordimientos.
Estaba chorreando gotas de sudor, ya no miraba su pene entrar y salir, casi sin salir, solo entrar cada vez más dentro, su torso estaba sobre el de ella sintiendo su espalda, aplastándola contra la mesa , ella subió una pierna por la rodilla a la mesa facilitándole la penetración más y el doctor se la agarró acariciandola y masajeándola hasta la nalga y arañándola deseoso de poseerla más y mas, sus labios mordisqueaban su cuello y ella gemía tan real, como en las películas porno pero mejor.
Sus caderas eran tan agradables de coger y ahora que había encontrado un ritmo era tan excitante que todo su cuerpo tenía la piel de gallina y escalofríos le recorrían todo el cuerpo,
ella gritó.
-¡Me corro!!! ¡Sí, sí, con toda tu polla dentro de mi culo, sí, que gusto!-
Y el doctor notó como se tensaba su cuerpo y el suyo le acompañaba, su pene se volvía loco dentro de ella, comprimiéndose y expandiéndose para derramar un chorro de semen en su interior, y otro con cada penetración hasta vaciarse por completo. Se quedó unos segundos así recuperando el aliento.
Apartó su cuerpo sudado y pegado al de ella y observó por última vez como su pene aún algo erecto y muy sensible salía de ella sintiendo las últimas descargas y mojandole las nalgas y el chorreando por su coñito, el espectáculo se quedó en su mente como una de las más bellas imágenes y excitantes que había visto, tanto que dudo si volver a arrodillarse y lo hizo, y pegó varios lametazos al coño probando su semen, que no le acabo de gustar pero mezclado con sus jugos le provocaba ganas de repetir.
-Voy al baño a limpiarme y vuelvo para hacer lo mismo contigo y guardarte- dijo y se sintió estúpido de darle explicaciones a una muñeca.
La dejó con el torso tumbado sobre la mesa, respirando agitada.
Cuando volvió ya no estaba. Se asustó mucho.
Al cabo de los días decidió que había sido una alucinación debido a algo en mal estado que había ingerido.
Hasta que un día volvió a oler ese aroma agradable y excitante que no lograba saber que era en mitad de una clase.