La zorrita y su papi - Capítulo 1
En esta historia los protagonistas son una zorrita joven y complaciente y su papi, un chico chulesco y muy guarro con quien mantiene una relación de sumisión. En cada capítulo iremos conociendo más sobre su relación y sus experiencias sexuales, sus fantasías y perversiones más íntimas.
La zorrita y su papi
Capítulo 1: Follada de buena mañana
He despertado con una sensación de calor en mi piel y entre mis piernas que me hace sentirme a gusto. Abro los ojos mientras me desperezo como una gatita y veo que unos finos rayos de sol se cuelan por la persiana ligeramente entreabierta y doran las zonas de mi pecho y mi muslo que no están cubiertas. Miro a mi lado y veo a mi papi durmiendo serio y boca arriba, esbozo una media sonrisa recordando la noche anterior, en la que sentía que iba a llorar de placer y me quedo un rato observando el contorno de su polla semierecta en las finas sábanas blancas.
Es verano, por la ventana entra una tibia brisa con olor a sal y tengo ganas de compensar a mi papi por lo bien que trató a su zorrita anoche. Vaporizo un poco de su colonia favorita en mi pecho y gateo hacia él, que ya se empieza a mover, mordiéndome el labio inferior. Me pongo en cuclillas sobre su cara, de espaldas al cabezal, y poso mi coñito caliente en sus labios mientras bajo la sábana hasta sus rodillas y, tras contemplar mi desayuno con mirada de vicio durante unos instantes, me dispongo a despertarle con una mamada que le deje seco y orgulloso de su puta.
Empiezo a pasar mi lengua plana por sus huevos que todavía huelen a nuestros fluidos y a metérmelos intermitentemente en la boca, acariciándolos con la lengua y succionando los dos a la vez luego. Cuando empiezo a lamer el tronco de su polla hacia arriba como si fuera un polo, siento que él me agarra con fuerza de las caderas mientras resopla y succiona mis labios con delicadeza. Le froto el coño por la cara, sé que eso le encanta y se le pone bastante dura. Escucho que susurra un "joder..." cuando empiezo a acariciar su glande en círculos con la punta de mi polla. Juego un poco con su capullo a metérmelo en la boca y presionar el interior de mis mejillas con él, provocado un sonido de succión al retirarlo de mi boca.
De repente, me coge de la cintura y me tira sobre la cama con brusquedad. Se sitúa entre mis piernas y con una mano me retiene las muñecas por encima de la cabeza mientras con la otra me agarra firmemente del cuello. Me mira fijamente, noto desprecio en sus ojos oscuros y su labio ligeramente levantado en expresión de burla.
– ¿Quién te ha dado permiso para restregarme tu coño de zorra por la cara? ¿Tan guarra eres que no puedes esperar a que tu papi se despierte para pedirme que te lo coma como sé que te gusta?
Siento su respiración acelerada en mi oreja y me muerde un lóbulo mientras me pellizca un pezón. Yo doy un respingo y se me escapa un pequeño gemido.
– Qué guarra eres, zorra. No te voy a tocar más hasta que te disculpes y te atengas a las consecuencias de no haberme pedido permiso para masturbarte con mi boca, puta.
Noto su peso encima de mí, me tiene casi inmovilizada, con su cara pegada a la mía y una mirada entre rabia y lujuria. Todo ello me está poniendo a mil y empiezo a sentir una calidez que emana de mi coño. Me agarra fuerte de las mejillas con la mano que tenía antes en mi cuello y me dice que le mire a los ojos.
– Pídeme perdón.
– Perdón por restregarte mi coño por la cara sin permiso, papi –digo a duras penas por cómo aprieta mis labios. Me da un bofetón y vuelve a agarrar mi cara con más fuerza.
– Eres mi zorrita y no quiero que se te olvide. Dilo otra vez.
– Perdón por restregarte el coño de tu zorrita por la cara sin permiso, papi.
Sonríe satisfecho y me besa con pasión, metiéndome la lengua y mordiéndome los labios.
– Como has sido una buena sumisa y no te has rebelado, solo recibirás cinco azotes. Ponte en el regazo de tu papi.
Se sienta al borde de la cama y yo me subo a él con el vientre sobre sus piernas y el culo en pompa.
– Qué buena zorrita, qué bien te portas. Súbeme más ese culito. Voy a ir con cuidado porque hoy no me interesa que mi zorrita tenga el culo muy dolorido.
Mete sus gruesos dedos entre mis labios vaginales y comienza a hacer movimientos de abajo a arriba para notar mi humedad.
– Estás toda mojada, eh cerda. Como te mueres porque tu papi te dé lo que necesitas.
Gimo y muevo mis caderas al ritmo de su mano. Entonces recibo mi primer azote, no muy fuerte, en la nalga derecha.
– Nada de placer hasta que hayas recibido tu castigo, guarra.
El segundo azote es más fuerte, esta vez en la otra nalga. Entonces coge el cargador del móvil de la mesilla y me dice:
– ¿Vas a volver a desobedecerme?
– No, papi.
Me propina un azote con el cable, que me duele más que los anteriores y me hace apretar los dientes.
– ¿Vas a ser una buena zorrita hoy?
– Sí, papi– le digo con mi voz de niña buena. Ese latigazo me hace retorcerme un poco sobre su regazo y gemir de dolor, pero vuelvo a mi posición diligentemente. Él me agarra del pelo y me hace girar la cabeza para que le mire a los ojos. Me dice lentamente, relamiéndose con sus palabras:
– ¿Vas a complacer a tu papi en todo lo que te pida?
– Claro que sí, papi.
El último latigazo con el cable me da en la cara interna del muslo, cerca de mi coño, donde más escuece, y él sonríe victorioso al ver mi expresión de dolor.
– Esta es mi puta.
Me siento valorada, increíblemente privilegiada y agradecida por ser la putita de mi papi y que me tenga en tan alta estima. Estoy tan cachonda… respiro entrecortadamente, con los labios abiertos. Él acaricia mis nalgas suavemente y luego les pega un mordisco a cada una. Me aparta de encima suyo y se tumba boca arriba.
– Va, zorrita, puedes venir a gozar un poco de mi polla. Ponte en la posición en que me has despertado.
Le obedezco y empiezo a comerme su polla con ganas, apretando el tronco con los labios y haciendo el vacío para que sienta el máximo placer. Su lengua juega entre mis labios, me separa las nalgas y me mira, resopla, y me lame el ano en círculos. Aprisiona mi clítoris con sus labios y mueve la cabeza de lado a lado. Cuando nota que mi flujo empapa su barba, me dice con dulzura:
– Puedes follarme como tú quieras. Venga, quiero ver como cabalgas a tu papi.
Yo lo deseaba desde hacía mucho y no tardo nada en situarme en cuclillas encima de su polla, de cara a él. Mira con las cejas enarcadas mi carita de placer mientras me voy metiendo despacio esa barra caliente en mi hinchado coño. Cuando llego al final del todo, me paro un momento y le miro con los ojitos medio cerrados, y suelto un "uff...".
– Tienes el coño que mejor moja de los que he probado, eres deliciosa.
Trato de empezar despacito y bien pegada a él, pero conforme me van calentando el roce de nuestros cuerpos y las obscenidades que me dice voy acelerando el ritmo con el que me empalo su barra de carne. Mis gemidos ya suenan muy alto y clavo mis uñas en su pecho dejando unas marcas rojas. Él magrea y besa mis tetas, jugando con mi piercing entre sus dientes, mientras yo aprovecho para restregar mi clítoris contra su pubis.
– Eres una viciosa, no te puedes aguantar follando lento ni unos minutos. Ahora te vas a enterar, guarra de mierda.
Se pone en pie con su polla aún metida dentro de mí, me da una último estocada hasta el fondo y me lanza a la cama. Me pone a cuatro patas y, agarrando mi pelo, curva mi espalda para sentir mejor la penetración. Me la mete del tirón y hasta el fondo, masturbándome con su mano libre, y me está follando así y escuchando mis gemiditos hasta que percibo que su respiración indica que está cerca del orgasmo. Me tira de cara contra el colchón, clava sus dedos en mis caderas y me embiste duro y rápido. A estas alturas, yo ya estoy gritando y babeando las almohadas, él gruñe y lo siento cada vez más dentro de mí.
– Me voy a correr en tu culo de zorra.
Giro mi carita roja por la falta de respiración al tenerla contra el cojín y, desmelenada, trato de ver cómo eyacula sobre mí. Presiona mi cabeza contra la almohada y acerca su boca a mi oído.
– No mires, guarra, no te mereces ver esta corrida. No eres más que una putita a la que utilizo para que me vacíe los huevos.
Eso me pone súper cachonda y casi noto un orgasmo cuando saca su polla de mí y me centro en escuchar sus gemidos y sentir su cálido aliento en la oreja. Se masturba sobre mí y pronto empiezo a notar los chorros calientes de su semen cayendo sobre mi espalda y mi culo mientras él suelta un alarido. Recupera la respiración unos segundos mientras restriega su corrida sobre mi piel con su polla.
– Esto es una obra de arte. Técnica: lefada sobre culo de zorra.
Me río de su chiste, pero aún estoy demasiado agitada, siento escalofríos que me erizan la piel y tengo ganas de llorar y reír. Una sesión con mi papi es realmente catártica para mí.
– Ven aquí zorrita, deja que te limpie y te ponga crema en el culito.
En nuestra sesión de aftercare me hace un masaje en la espalda mientras me dice lo bonita que soy y me come el coñito hasta que me corro gritando y agarrando su cabeza. Luego se tumba a mi lado y me acaricia la cara, la clavícula y el pelo, y me pregunta si me ha gustado.
– Pff, me ha encantado.
– Te has portado muy bien zorrita, eres la mejor. Te quiero mucho.
– Te quiero, papi.