La zorrita de Utha V

No hay dolor que el ser sumiso no pueda vencer...Utha...Saber llorar es la sabiduría de la sencillez (Miguel de Unamuno). Lágrimas en las mejillas de una mujer se convierten en tatuajes de dolor en el corazón de un hombre.

Me había pasado la tarde anterior terminando una vara fina de madera que utilizaría el, en nuestro próximo encuentro. Ciertamente estaba temiendo que llegará ese día, en los últimos encuentros había sido dulce conmigo, y a decir verdad no sabía hasta que limite sería capaz de llegar en este. No era la primera vez pero estaba nerviosa, ante la duda de no saber lo que iba a suceder. Me encontraba desconcertada ciertamente, en numerosas ocasiones creí no aguantar lo que hacía conmigo, como me utilizaba, me torturaba, me humillaba en cierta medida, creí poderle gritar que parará, que no aguantaba más, que lo que hacia era inaguantable. Pero eso no había sucedido jamás, me gustaba estar en sus manos, no saber que sucedería, que haría conmigo, cual sería su limite e incluso me gustaba el que no se pudiera controlar.

Lo esperaba como el me había ordenado, seguí sus instrucciones al pie de la letra, desnuda, a cuatro patas, con el culo bien en pompa, exibiendo todo el coñito y la vara al lado mio, esperando a ser usada con su llegada.

Llegó por fin...se arrodillo detrás de mi, me acarició el coñito, metió sus dedos en el. Se levantó me cogió de la coleta y escupió en mi boca. Me colocó su cinto como correa y se aseguro de que estuviese bien apretado. Lo conocía tanto como el a mi, sabia lo que haría en cada momento y como debía responder. Cogió la vara, y recibí el primer golpe en una de mis nalgas, luego le siguieron tres o cuatro más, me desesperaba contarlos, nunca lo hacia. Me levantó y me dio golpes en las tetas con la vara, era doloroso, realmente doloroso. El me decía:

  • Te gusta puta, te gusta que te pegue verdad, estas mojada.

Se bajó los pantalones, me arrodille delante de el y comencé a comerle la polla, se la lamia y lo metía lo más dentro posible que podía, sabia que le gustaba. A veces la abría simplemente y dejaba que me follará la boca, seguí comiéndosela y cuando estaba intentando meterla toda dentro de la boca tiro del cinto que sujetaba mi cuello y me hundió la polla hasta el fondo, la sentía en mi garganta y sus huevos pegados a mi lengua. Se me aguaron los ojos.

  • Ponte a cuatro patas puta. Dijo.

Me coloqué de nuevo a cuatro patas, me pego la cabeza al suelo con su mano, tiro de la correa hacia atrás y metió de golpe su polla dentro de mi. Lo estaba deseando, estaba empapada, ansiaba sentirlo y lo sentí como nunca. Empezó de forma suave y le siguió un no parar de clavadas, que dolían y gustaban a la vez, que confundían, de esa manera tan brutal me corrí, cogió la vara y siguió golpeando mis nalgas mi espalda, paseaba la vara por mi cuerpo, eso me tensaba, no se si lo hacia para tensarme, pero desde luego era una tortura. Encendió un cigarro, y yo seguí moviendome, de una forma suave, sintiendo de otra forma, empezó a quemarme con el cigarro, en las nalgas y encima de ellas, me gustaba la sensación de calor que dejaba. Seguí follándolo de forma suave y volví a correrme de nuevo.

Debió enfadarle porque comenzo a follarme de una forma bestial al tiempo que me gritaba:

  • Toda puta, metetela toda joder, toda puta, toda así...

No paraba de repetir eso, mientras me follaba de esa forma, de la forma en que follarían dos perros, me gustaba, tiraba del cinto hacia atrás, acción que me hacia erguirme, el volvía a empujar mi cabeza contra el suelo y seguía tirando de mi. Paro se puso de pie y sacudió su polla en señal de que se la chupará. Mientras se la chupaba con la vara golpeaba mis tetas, me cogía de la cabeza y me enterraba su polla hasta la garganta, yo lo miraba con deseo. me empujó para colocarme de nuevo a cuatro patas, cogió la vara y me dio unos golpes en las nalgas, debió gustarle como repondia a los golpes, porque siguió dando algo más. La metió en mi coñito empapado, la sentía resbalar dentro de mi, y luego me dijo:

  • Te la voy a meter en el culo puta.

Lo intento ciertamente, pero yo me oponía con la vana esperanza de que lo dejará o con el deseo de que lo hiciera, no estoy segura de mis razones. Sentí entrar la punta de su polla y me levanté pegando mi espalda a su pecho, el me decía:

  • Relajate puta, relajate.

La sentí entrar toda dentro, yo ya lloraba e intentaba zafarme, pero el no me dejó, en su lugar me empujo la cabeza hacia el suelo y me dio numerosas bofetadas en mis mejillas mientras decía:

  • ¿Te he dicho yo que te muevas puta? ¿eh?, ¿Te he dicho que te muevas?, Tu vas a hacer lo que yo diga puta.

Yo solo negué con la cabeza, mis lágrimas bañaban mi cara, lloraba como una niña desconsolada . Me quitó el cinto del cuello y con el me amarró las manos por detrás de la espalda, así no podría moverme, podría hacer conmigo lo que el quería. Y así lo hizo comenzó a follarme el culo sin ningún tipo de remordimiento, me partía en dos, me lo hacia de una forma brutal, y yo no podía moverme, ya no sentía mis manos, la hebilla del cinturón se clavaba en una de mis muñecas, lo sentía a el perforandome toda, mis lágrimas que no dejaban de salir, solo podía jadear, jadear como una perra pidiendo ayuda. Me tapó la boca con sus manos para ahogar mis jadeos.Cogió la vara y empezó a pegarme algunas veces muy fuerte y otras daba unos golpes suaves y cortos para luego dar el definitivo.

  • ¿De quién es esta puta?, ¿Dime de quién eres?. Preguntó.

Acerté a decir numerosas veces:

  • Tuya, tuya...

Seguía follándome el culito, que sentía arder, pero me gustaba sentirme así de dominada por el, el ser tan suya y no poder negarle nada, nada por mucho que doliera, por mucho que no me gustará, era suya y eso lo demostraba.

  • Te la voy a meter en el coñito puta. Me dijo.

Lo hizo, yo creo que por darme algo de placer, dio un par de clavadas y seguidamente dijo:

  • Y ahora aqui otra vez.

Y volvió a meterla de nuevo en el culo, ya me dolía menos. estaba disfrutando de lo que había comenzado como una tortura, la sentía entrar y salir de dentro de mi, la sentía y me gustaba.

  • Me voy a correr dentro de tu culo puta, quieres sentir como me corro dentro de tu culo, quieres sentir la leche calentita puta...

  • Si, si...

Dicho esto comenzó a follarme duramente el culo, la sentía clavarse en lo más profundo de mi y dolía, la sentía entrar y salir y la sentí dando esos latigazos que da su polla cuando se está corriendo. La dejó dentro un momento, me soltó mis doloridas muñecas y nos sentamos, nos miramos y nos dimos un beso.

La segunda vez fue de una forma más suave, más como lo harían dos enamorados. Se tumbó, me ayudó a bajar sus pantalones y liberar su polla. Se la chupe, de una forma suave, sin prisa, lamiendo, absorbiendo...hasta ponérsela dura, el acariciaba mis nalgas. Cuando la tuvo dura me baje los pantalones y me tumbe de lado, el entro dentro de mi, lentamente, se movía de manera dulce dentro de mi, de forma delicada como queriendo borrar lo que instantes atrás había sucedido. Paso de torturar mi cuerpo, a la delicadeza...Me corrí sintiéndolo a el con esa forma tan delicada de hacerme suya. El siguió entrando y saliendo de mi, cada vez más rápido. Se levanto y se corrió todo en mi boca, sentí su leche caer en mi lengua, se la chupé, saboree y trague su leche como si de un dulce néctar se tratase.

Esa noche no dormí casi nada. Los golpes que me había dado dolían y no encontraba la postura en la que no me molestarán. Estaba contenta, contenta por hacerlo feliz y contenta porque esa felicidad era la mía. Te quiero Utha.