La zorra, la puta del bar y la rubia chanel (Fin)
Instalado en casa de la Rubia Chanel, y con Bola de sebo cada vez más unida a nosotros, mi furia parecía iba desapareciendo. Sólo quedaba una cosa, firmar la paz con las putas palomas.
LA ZORRA, LA PUTA DEL BAR Y LA RUBIA CHANEL NUM. 5 (3ª parte y última)
Con el fin de no hacer un resumen, recomiendo lean los relatos anteriores, parte 1 y parte 2, antes de leer este. Gracias.
El polvo fue bestial. Como todos. Azucena era la leche. Sabía moverse y ofrecerme su coño depilado para que yo entrara en el, de la forma que quisiera. Bola de sebo se había marchado temprano. Nos había dejado en la cama. Su hueco en el colchón, aún se notaba. La rubia chanel núm. 5 dormía plácidamente. Desnuda. Retiré la sábana y la contemplé. Sus pechos, su vientre terso, sus piernas ligeramente separadas. Su raja depilada. Su piel blanca. Esa jodida mujer no se ponía morena de ninguna manera. Salí al balcón de la habitación. Miré a mí alrededor. Sólo árboles. Y palomas. Las 100 jodidas palomas que había comprado para resarcir a la especie del fatal desenlace de su antepasada.
Me entretuve en mis pensamientos. La puta furia que sentía al haberme sentido cornudo, poco a poco iba desapareciendo. Eso creía yo. Me iba bien con la jodida rubia chanel. Bola de sebo nos visitaba de vez en cuando. Y claro, nuestras orgías no se hacían esperar. La rubia chanel gozaba como una loca con las lamidas que le hacía Margarita. La dejaba preparada para que yo la penetrara. Su dedo en mi ano, tocando mi próstata, me hacia sentir cosas extrañas para mi. Definitivamente Margarita sabía lo que hacía. Tenía esa jodida experiencia por ser puta. Me caía bien Bola de sebo. Raro en mí. Nadie me caía bien. Ni siquiera yo mismo me caía bien.
Azucena había conseguido librarse del Sr. Polla. Este se había despedido del matrimonio sin un solo euro. La rubia Chanel tenía buenos contactos. Y mi mujer también había sido despedida por el. La había abandonado por otra chupapollas más joven. Siempre lo dije "la costumbre se hace rutina y la rutina cansa". Eso le había pasado al Sr. Polla. Se había cansado de mi mujer. La zorra estaba sola. Yo lo sabía. Y Azucena también. Y Bola de sebo también. E incluso las putas palomas, lo sabían.
Bola de sebo tenía un nuevo local. Por el pululaban las más variopintas putillas de todos los países. Azucena le había dado dinero para montar un putiferio a lo grande. Su negocio iba bien. Yo iba de vez en cuando a tomarme una puta copa con 43 grados de alcohol. Soportaba con amabilidad la música de Los Chichos. Del jodido Camilo Sesto, no se había vuelto a saber. Todo estaba bien. De momento. Tenía dos mujeres a mi disposición, la rubia chanel num. 5, con dinero, con belleza y joven. La puta del bar, Bola de sebo, más veterana, pero con mucha experiencia. Azucena y Margarita. Dos flores para mi capullo.
Llevaba 8 meses viviendo en la casa de la Rubia Chanel num. 5. En ese tiempo había visto a la Zorra de mi ex-mujer, tres o cuatro veces. Nos habíamos divorciado. Me había puesto los cuernos con el marido de la rubia chanel. Con el Sr. Polla. No lo perdonaba. De ninguna jodida manera se lo perdonaba. Ella, pese a todo, me había dicho de volver. Nones. Siempre dije que no volvería con ella. Borrón y cuenta nueva. Error y pago. Y yo cobro. ¡Vaya si cobro!
Volví la cabeza mientras soltaba el humo del cigarrillo. Allí estaba ella. Esa joven millonaria, dueña de "Cosméticos Olorosos". Una proeza por mi parte. Me había cambiado por el Sr. Polla de 25 cm al menos. Tan blanca de piel. Tan rubia. Tan jodídamente viciosa. Tan jodídamente caliente. Tan jodídamente depilada. Tan jodídamente cariñosa y tierna. Su cuerpo parecía una hucha, con su rajita cerrada. Dormía aún. La noche había estado llena de lujuria y semen. Volví a mis pensamientos apoyado en la baranda del balcón. Recordaba aquella cáscara de pipa de calabaza. El desencadenante de todo. Y la paloma. Esa puta paloma. Esa puta paloma chula. Esa osada paloma.
Me fijé en ellas. Volaban por el jardín de Azucena a su libre albedrío. El territorio que poseía Azucena tenía unos 50000 metros cuadros. Tenían espacio suficiente para volar. Solo debían cuidarse de algún halcón. Y de mí. De su peor y más contrastado halcón. ¡Ah esas putas palomas! Cagando por todos los sitios. Picoteando todo. E incluso las flores. Meneé la cabeza a la vez que pensaba "No puede ser. Esto no puede ser. Demasiadas palomas. ¿Para que compraría l00?" Y entonces llegó volando una. Aterrizó a medio metro de mí. Me quedé fijamente mirándola a la vez que daba otra chupada al puto cigarro. No se asustaba. Traté de identificarla. No. No era la que me perseguía. ¿O si? La miré detenidamente. Si. Era esa misma. La puta cagona. Llevaba una marca significativa en el puto pico. Era fácil de reconocer a corta distancia.
-¡Ah eres tú puta cagona! ¿Qué vienes a buscar aquí? Aquí no hay pipas. Sólo flores. Pero no te dejaré picar ni una sola jodida flor. Juro que te patearé si lo haces. Viajarás al infierno. Y te garantizo que para llegar a el, no te harán falta las alas.
La puta paloma cagona me miraba emitiendo unos gorgoteos. Se diría que me quería hablar. Tal vez me quería preguntar por qué meses atrás había pateado a una de su especie. Tiré la colilla del cigarro. Encendida. Humeante. La puta paloma cagona me miraba desafiante.
-¡Anda cómete esta colilla, desgraciada! ¡A ver si te atreves! Cógela con tu asqueroso pico. Te le quemarás. Se te pondrá amarillo primero, después negro. Yo me descojonaré al ver como te quemas. Tendrás un motivo para cagarte. Pero esta vez no lo harás encima de mí. Me suplicarás que te lleve al baño y apague tu incendio. Claro, que no lo haré. No sólo no lo haré, si no que me encenderé otro cigarro y asistiré en primera fila a la desaparición de la devoradora de flores. Y luego, amiga mía, una vez que te hayas quemado por entero, una vez que te hayas quemado el pico, te daré una patada en el culo. En ese mismo culo cagón que tienes. Te saldrá la mierda por todos lados. Pero a mí no me salpicará. Esta vez no.
Una voz a mi espalda me detuvo en mi charla con la puta paloma. Era Azucena. Mi rubia chanel que se había levantado. Se acercó por detrás de mí y apoyó su brazo en mi hombro a la vez que me besaba el cuello a modo de saludo.
-¿Con quien hablabas Ramiro? Me preguntó.
-Buenos días rubia. Con esta jodida paloma cagona. Dije señalándola con la cabeza.
-Tu y tus conversaciones con las palomas. ¿No sé para que compraste cien palomas? Tienen todo el jardín lleno de cagadas. ¡Y se comen las flores!
-Si. Son unas putas cagonas. Unas cagonas de mierda. Sean grises o blancas, siempre cagan. Y esta hija de puta, es la que me persigue para cagarse encima de mí. ¡Mira la rechula! La he ofrecido esa colilla del cigarro, pero no se atreve a cogerla con el pico. Claro que si lo hace tal vez la pise el cuello.
-¡Joder Ramiro! ¡Olvídate de las palomas y vente a la cama a follar! Azucena ya hablaba parecido a mí. Lo malo se pega. Muy rápidamente. Por desgracia.
-¡Oh! ¡Si estas desnuda! Dije girando mi cuello y descubrir que aún no se había vestido.
-Si. ¿Y Margarita? ¿Se ha marchado?
-Si. Bola de sebo se fue antes de despertarme yo. ¿Te dejó bien anoche eh?
-Si. Margarita sabe bien lo que hace. Dijo ella. Tiene una lengua ..bueno tú ya la has probado. Pero no la llames bola de sebo. Sabes que no le gusta. Aunque a ti te consiente todo. La tienes en tu mano. Como a las palomas.
Margarita, más conocida por Bola de sebo, nos hacía las noches de sexo más agradables. Formábamos unos tríos impresionantes. Ella empezaba husmeando con su lengua en el coño depilado de la rubia y terminaba con su dedo corazón dentro de mi ano mientras me follaba a Azucena. Un buen trío. Aunque de vez en cuando me la tenía que follar, cojera incluida. Pues sus posturas con esa pierna, daban risa.
-¿A las palomas? ¿Qué más quisiera yo que tenerlas en mi mano? No tendría que patearlas de vez en cuando. Dije a la vez que mi dedo surcaba entre sus glúteos.
-¿Has desayunado?
-Si. Ese puto cigarro. Dije con cara de asco a la vez que Azucena metía sus manos debajo de mi calzoncillo y abrazaba mi polla con la palma de su mano.
-¿Quieres postre?
-¿No tuviste bastante anoche?
-Si. Pero anoche era anoche. Hoy es hoy. Quiero más. ¿No te apetece arder en mi infierno?
-Me vas a desgastar. Además nos está mirando la puta paloma cagona.
-Anda ven. Dijo tomándome de la mano y llevándome nuevamente al lugar que yo había abandonado hacia apenas 15 minutos. El hueco del colchón.
Me empujó encima de la cama y tiró de mis calzoncillos. Mi polla se sorprendió de lo poco que había durado en estado flácido. Azucena se arrodilló dejando mis piernas entre las suyas. Agachó su cabeza y se metió el trozo de carne flácido en la boca. Cuando lo sacó la primera vez, era otro. Ya estaba duro. Siguió con ello. Lentamente. Despacio. Su mano se fue a ese coño depilado y comenzó a frotar su clítoris a la vez que me lamía. Aquello me excitaba. Verla masturbarse mientras me la comía. Traté de alcanzar su culo pero no lo conseguía. Sus pechos vencidos y suspendidos, rozaban con sus pezones en mi pecho. Cerré los ojos. Sentía el calor de su boca sobre mi capullo. El roce de sus dientes. Su paladar. Daba la sensación que esperaba que saliera puta coca-cola por el agujero de mi polla. No conocía mujer que fuera tan amante de la coca-cola y del sexo. Pensé cuando estaba con la Zorra de mi mujer en la cama. Ella no me la chupaba así. Nunca lo hubiera conseguido. Sus mejores artes se los reservaba para el Sr. Polla. Para el marido, exmarido de Azucena. Abrí los ojos y me incorporé un poco. Azucena seguía lamiendo y masturbándose a la vez. Sacó mi verga de su boca y se tumbó a mi lado.
-¿No me quieres lamer este coño depilado que dices te gusta tanto?
-A tus órdenes putón. Dije.
Me acoplé entre sus piernas. De rodillas. Separé sus piernas con ambas manos y agaché mi cabeza hasta la raja de esa hucha blanca. Separé sus labios y dejé ante mi vista su rosada chirla. Fijé el punto a lamer y con la punta de la lengua inspeccioné el terreno que ya conocía demasiado bien. Ella empezó a gemir ante lo que se le avecinaba. Sus manos se fueron a sus pechos y se los apretaba fuertemente a la vez que gemía cada vez más. Yo succionaba y lamía aquella fuente de calor. Con pasión, con un jodido gusto por el sexo. Azucena era agradecida. Manifestaba sus gozos. Eso me gustaba, como a cualquier hombre. Como a cualquier cornudo. Mi polla crecida necesitaba follar. Necesitaba meterla en ese agujero lubricado. Aparté mi cabeza y tomé su culo en mis manos acercándolo hasta mi pene. Apunté y me deslicé en su interior. Unos minutos y ella empezó a chillar. Era muy escandalosa. Seguro que hasta el servicio de la casa la oyó. Era muy exagerada. Supongo que daba rienda suelta a las reservas que había tenido con el Sr. Polla. Aquello me excitaba más y más, y no tardé en correrme dentro de ella. Como de costumbre. Con mi polla aún en su interior, y mientras recuperaba el aliento, giré la cabeza. Allí estaba aún. La puta paloma cagona. Mirando. Con su puto pico cerrado. Asistiendo como invitada al polvo. La colilla de mi cigarro ya estaba apagada. Eso me recordó lo que tenía que hacer de inmediato. Fumar. Después del polvo siempre fumaba. Ese puto vicio que algún día me llevaría a un hospital. No pude reprimirme y me dirigí a la puta paloma cagona. En voz alta.
-¡Qué puta paloma! ¿Te gustó el polvo? ¡Pírate de aquí antes que te patee como a tu antepasada!
Pareció comprender. Emprendió el vuelo de inmediato. Pero la hija de puta dejó un regalo sobre la baranda del balcón. Una puta y jodida cagada. Una puta cagada negra. Una puta cagada blanda.
-¡Yo te sentencio puta cagadora! Dije visiblemente alterado. Pues me daba la sensación que esa cagada representaba su voto hacia el polvo que acababa de echar con Azucena.
-¡Deja a las palomas en paz! ¿Acaso pretendes hacer con esta lo que hiciste con la otra?
-Tal vez. Es una mierda de paloma. Me persigue por el jardín y sepas que se caga. Me busca para cagarse encima de mí. Yo creo que debe ser la hija de aquella que pateé hace meses. Además, mira, obsérvala. Parece que se ha reído del polvo. Ha soltado una cagada en honor a nuestro polvo. Quiere venganza. Y yo se la voy a dar. Compraré una recortada y mandaré sus putas plumas a los cuatro vientos.
-Ramiro ..te estás sofocando. ¡Olvídate de la paloma!
-¡Hija de puta! Juro que la mataré. Y mataré a los patos del estanque para que sean solidarios con ella. Y mataré
-Creo que deberías ir a ver a Margarita. Con la orgía de anoche se me olvidó darle estos cheques. Los necesitará. Tenía que pagar unas cosas hoy.
-De acuerdo. Ahora me ducharé, me vestiré y saldré al jardín a coger el coche y la puta paloma me perseguirá y se cagará encima de mi traje. No me quedará más remedio que pasar por una armería y comprarme la recortada de la que te he hablado. Volveré aquí y ¿sabes lo que haré? ¿Sabes que ocurrirá? Pues yo te lo diré. Me sentaré con mi traje lleno de mierda en aquel banco y cargaré la jodida recortada y cada vez que vea pasar una puta ave sobrevolando el jardín, dispararé. Dispararé y cuando vea que cae herida o muerta, me correré de gusto. Y llamaré a una bandada de halcones, sean o no milenarios, y les dejaré que extraigan las putas plumas de todas las palomas mientras agonizan. Una a una. Eso haré. Si. Eso haré.
-Tú no vas a hacer nada Ramiro. Irás a ver a Bola de sebo como tú la llamas y le entregarás estos cheques. Se te pasará el mal humor. Tómate una copa en su local y diviértete con alguna de las chicas. Quizá se te vaya el enfado.
-¿No te vas a vestir? ¿Es que acaso piensas estar desnuda todo el día? ¿Es que piensas exhibir ese coño pelado delante de los sirvientes? ¿O es que quieres que tu mayordomo te folle?
-¿Te importaría?
-Sabes que no. Dije.
-En ese caso me ducharé. Tengo que pasar por la empresa a revisar unos papeles.
-¡Ah! Cosméticos Olorosos. ¡Vaya nombre que pusiste a la empresa! Podías haberla llamado "Los putos cosméticos coloniales" o "La puta empresa que me llena de dinero" o "Colonias el puto palomar" o .
-¡Hay Ramiro! Haces honor a tu apellido. Dijo la rubia sonriendo.
-Si. Ramiro Bocanegra. ¡Me cago en todo lo que se menea! Esa jodida paloma ha conseguido cabrearme. Esa cagada. ¡Me las pagará!
-Si. Ve a comprar más pipas de calabaza. Así te las pagará. Y no olvides pelar las pipas. A ellas les gusta más el fruto.
Dejé a la rubia chanel en la casa. Con mi traje impoluto salí al jardín. Iba fumando. Como siempre. El cigarrillo entre mis dedos era un apéndice de mi mano derecha. Llevaba en la mano las llaves del Mercedes 220 que me había comprado Azucena. Miré a las jodidas palomas para ver si alguna se me acercaba. Y la vi allí. Dándome la espalda. Picoteando algo con su puto pico negro en el suelo. No notó mi presencia. Estaba distraída. Al pasar por su lado me debatí entre si darla una buena patada o escupirla. Decidí escupirla. Al notar mí escupitinajo encima, echó a volar a la vez que emitía un gruñido de protesta. Me senté al volante del Mercedes 220 y mientras arrancaba pensé "Ramiro, te estás ablandando. En otro momento la hubieras pateado". Esa jodida rubia con su coño pelado me estaba dando lo que mi mujer no me había dado nunca. Y tenía pasta. Tenía una cantidad insultante de pasta. Que se lo preguntaran a Bola de sebo. Azucena había comprado un local céntrico. En el no faltaba detalle. Un putiferio en toda regla. Las mejores putillas estaban allí ofreciendo sus coños y sus bocas a los soplagaitas que engañaban a sus mujeres. ¿O no las engañaban? Tal vez fueran a ese lugar a encontrar lo que en sus jodidas casas no obtenían. Con estas divagaciones me vi en la puerta del putiferio de Margarita. Adivinen que nombre le puso la muy puta. EL CORNUDO. Si, el cornudo. Supongo que en honor a mí. No me molestó, pero podía haberle puesto "El local destrozado" o "Los Chichos y Camilo Sesto" o "El amor de mi puta vida" o "La coja de los cojones". Por mucha pasta que tuviera Azucena, la cojera de Margarita seguiría siendo la cojera de Margarita.
Entré en el local y las chicas me saludaron con sonrisas. Giré mi cabeza hacía la máquina de música. ¿Adivinen qué música sonaba? Los puñeteros Chichos. ¡Mira que le gustaban Los Chichos! Me acerqué a la barra. Una negra me saludó y dejó un vaso de bourbon encima. Ya sabía que bebía. Mil grados sin hielo.
-La Sra. Margarita no está. Me dijo con acento extraño.
Los Chichos. Esa canción. Mujer. ¡Vaya tela! Me endemonió y me puso furioso. La vena en mi sien me golpeaba con furia. Me vi allí de pies, unos meses atrás, destrozando una máquina similar. Reparé en lo que acababa de oír de boca de la negra.
-¿Y quien cojones te ha preguntado algo? Dije amedrentándola.
-Perdone D. Ramiro. Pensé que tal vez venía buscando a la Sra.
-¡Vengo buscando cojones! ¡Eso es lo que vengo buscando! ¡Cojones.!
Volví a mi vaso y di un puto trago de bourbon. Demasiado fuerte para ser tan temprano. Mejor. Eso me despejaría. Llevaba el olor de la rubia encima. Pese a la jodida ducha aún olía a Azucena. Y llevaba esa puta paloma cagona en mi mente. Recordé la pipa de calabaza y sonreí.
Margarita no llegaba. Yo estaba a gusto allí. Había conseguido que una de las chicas callara la máquina de ruidos. Luego había dado instrucciones de qué música quería escuchar. Ella muy amablemente había abierto la caja de música y había introducido un CD de Maná. Eso es lo que quería escuchar. Maná. Me sentía como el "Rey tiburón" de su canción. Seguí tomando más copas. Y más copas. Me estaba poniendo ciego.
Dos largas horas y Margarita dejó ver sus 100 kilos de peso. Esa puta no adelgazaba. ¡Pero que lengua y que dedo tenía! ¡Como sabía manejarlos!
-¡Ramiro! Dijo dándome un beso. Me ha llamado Azucena y me ha dicho que venías a traerme los cheques.
-Si Bola de sebo. ¿Dónde cojones te has metido? ¿Dónde cojones has metido tus 100 kilos? ¿Y de donde cojones vienes arrastrando esa pata de palo?
-No cambias Ramirin. Eres un nene muy malo. Un nene muy golfo. Y muy mal hablado. Tienes la boca sucia. Como tu apellido.
Ya no me molestaba que me llamara nene. Estaba superado. La Zorra siempre lo hacía. Cuando vivía con ella. Cuando nos queríamos. El primer incidente que tuve con Bola de sebo fue por llamarme nene. Pero eso ya estaba olvidado.
-He ido a contratar a cuatro nenas nuevas. Dijo ella.
-¡Cuatro putas más! ¿No sé donde cojones vas a meter tanto coño nuevo? ¿No te vale con los que tienes? ¡Tendrás que poner una cadena de putiferios para alojar tanto coño!
-Son rusas. Están de cojones Ramiro. Cuando vengan, te dejaré que las pruebes.
-¡Y que me importa que sean rusas, chinas, alemanas, búlgaras, españolas .son putas!
-Pero están de muy buen ver.
-Mejor. Más dinero ganarás. Podrás abrir más locales. Pero no los llamaras Cornudo 1, Cornudo 2, Cornudo 3. Los llamarás "Puta bola de sebo follada por Cornudo cabreado"
-Déjalo Ramiro. Estás borracho. Has empezado muy temprano. Dijo ella.
-Toma estos talones. Me los ha dado Azucena. Me tomo esta copa y me voy. Estoy un poco descontrolado. Y muy cabreado. ¡Que lo sepas!
-¿Y cuándo no estás cabreado Ramiro? ¿No quieres que nos entretengamos con alguna niña de aquí?
-No. Ahora no. No se me levantaría ni al paso de la bandera de este jodido país. Dije.
-¿Vas a conducir?
-¿Cómo que si voy a conducir?
-¡Estas borracho Ramiro! Y bastante. Tendrás un accidente.
-¿Qué crees que me voy a subir al puto Mercedes 220 automático con asientos de piel y el solito me va a llevar a la casa de Azucena?
¿O te crees capacitada para conducir tú con esa pata de palo? ¡Ah ya sé! Lo que realmente ocurre es que vas a llamar a una bandada de palomas que me trasportarán con sus alas hasta la cama donde anoche estuvimos follando los tres. Luego, ellas me meterán el pico por el culo y yo vomitaré todas las jodidas pipas de calabaza que como al día.
-Haz lo que quieras Ramiro. Pero ten cuidado nene. Aún tengo que tocar tu próstata muchas veces.
-Lo tendré bola de sebo.
Le di un beso en los labios y salí a enfrentarme con cientos de jodidos y deslumbrantes semáforos, miles de transeúntes cornudos y un sin fin de kilómetros que recorrer hasta llegar a la casa de la Rubia chanel num. 5.
Tuve suerte. No tuve incidencias por el camino tortuoso al que me enfrenté. Excepto con un tipo de la edad de piedra. El octogenario, como cualquier atleta olímpico, se puso a cruzar una calle cuando me encontraba a 100 metros de su cuerpo. Mis reflejos, extraño, hicieron que no me lo llevara por delante. Simplemente lo sorteé. No hubiera sido capaz de mandar la orden a mi pie para que accionara el pedal del freno. La coordinación de pensamiento y movimiento no se correspondía. Al llegar al chalet de Azucena, las puertas de la finca se abrieron. A la fuerza. El Mercedes 220 de asientos de piel chocó contra ellas. Mi borrachera era la ostia. Se abrieron de par en par. Y menos mal que el coche se caló y se detuvo, de lo contrario hubiera aparecido en el mismísimo salón. Eso si, hubiera sustituido el anagrama del mercedes por una puta paloma. A ser posible, la cagona.
Llegué a la casa dando tumbos, ya había vuelto Azucena. Me recomendó que me acostara y en su compañía me acerqué hasta la habitación de los polvos. A la suya. ¿O ya era la nuestra? Si, era mía también. Era mía desde hacia unos meses. Me tiré en la puta cama como si de una piscina se tratara. Noté como me quitaba los zapatos. Y ya no supe más. Soñé con Palomas cagonas y eso me llevó a un profundo sueño comatoso. Eran las 2 de la tarde. Las 2 de la tarde de un día que se había presentado tortuoso en mi puta mente. Siempre a las jodidas 2 de la tarde andaba igual.
A las 9 de la noche desperté. Volví de la destilería preferida. Tenía una resaca de cojones. Era de noche. Me duché de inmediato y me puse un pantalón corto y una camiseta. Bajé al salón en busca de Azucena. La sorpresa fue mayúscula. El Sr. Polla estaba allí sentado hablando con ella.
-¡Ah Ramiro! Ya estas listo. Dijo ella.
-Buffff estoy jodido. Dije. ¿Qué hace aquí? Dije señalando al insolente Sr. Polla.
-Mi exmarido ha venido a pedirme un favor. Dijo ella tan risueña como siempre.
-¿Qué tal estas Ramiro? Me saludó mascullando sus palabras.
El ya conocía que era yo quien me estaba taladrando a su exmujer. Lo mismo que el había hecho con la mía. Y el también sabía que yo era el marido de la Zorra que se había estado follando. Y sabía que les había pillado. Y sabía que el había sido el causante de mi separación. Y sabía de mi mala ostia. Y quizás supiera de mis andanzas con las palomas. Por eso me temía.
-Mejor que tú. Dije. ¿A que has venido?
-Ya te he dicho que ha venido a pedirme un favor. Contestó la Rubia Chanel.
-¿Qué clase de favor?
-Necesita dinero. Dijo ella.
-¡Como no! ¡Acabáramos! El Sr. Polla necesita dinero. ¿Cuándo no? ¿Cuándo vas a dejar de pedir dinero a Azucena? ¿Cuándo cojones vas a coger tu puta polla y te vas a ganar la vida con ella? ¿Cuándo cojones vas a dejar de venir a molestar a mis palomas?
-¿Ahora te llama paloma? Preguntó el insensato.
-No. No la llamo paloma. La llamo puta rubia chanel num. 5 dejada por el Sr. Polla. ¿Te gusta su nuevo nombre y sus apellidos? Y sepas que tu presencia aquí me está empezando a ofuscar. Sepas que me estás acelerando el tránsito de la sangre que corre por mis venas. Sepas que esta vena, dije señalándome la sien, se me esta hinchando. Sepas que ..
-¡Basta Ramiro! Sólo ha venido a por un poco de dinero. Enseguida se irá.
-Mejor. De lo contrario las palomas van a parecer ángeles del cielo al lado de este insensato. Dije dando un bufido.
Azucena le entregó 10000 euros. No la costaba desprenderse del puto dinero. Lo había demostrado con Margarita, conmigo mismo y con cuantos se topaba. Luego, para relajarnos, ella abrió una botella de champán y bebimos. Charlaron un rato mientras yo mataba mi resaca con el jodido champán. Y los putos cigarrillos. Encima de mí había una autentica nube de humo olorosa producto de mis exhalaciones.
Ellos reían. Recordaban viejos tiempos. Azucena le contaba algunas anécdotas de mi mala leche. Yo con cara de bobo, asentía a cuanto ella decía. Todo iba bien. De momento. Todo estaba dentro de lo normal. En su mundo, que no en el mío.
-¿Desde cuando no ves a la zorra? Pregunté cambiando el tema de la conversación, que ahora giraba sobre la puta empresa de la rubia chanel. Me aburría. El alcohol me hacia incisivo. Jodídamente incisivo.
-¿Tu mujer?
-Hummmm. Asentí.
-Hace tiempo. Dejamos de vernos. Ya lo sabes. Contestó el.
-¿Te tuviste que buscar una jovencita para calmar tus veinticinco centímetros de polla no? ¿No te bastaba con joder un matrimonio? ¿No te bastaba con taladrarte a mi mujer que te tuviste que buscar otra?
-¡Ramiro! Exclamó Azucena.
-No. Déjale. Tengo ganas de que me diga de una vez por todas lo que piensa. Después no volveremos a tener líos. Dijo el Sr. Polla muy crecido tal vez viendo mi lamentable estado de embriaguez. Tal vez pensando en que por eso tomaría cierta ventaja sobre mí. Error.
No. No estaba dispuesto a consentir de él ni un tanto. Le tenía amedrentado. Lo sabía. Y tenía que aprovecharme de aquello. Ese bobo insolente no iba a quedar por encima de mí. No me iba a dar por culo con sus comentarios. Eso no. Jamás. Yo era Ramiro Bocanegra. Y no estaba lo suficientemente humedecido en alcohol para dejarle o consentirle que me hablara así.
-Bueno, pues como quieres que te diga lo que pienso de ti. Lo haré. Eres un jilipollas que lo único que vale de su puto cuerpo es su polla. Y aún así, no has sabido mantener a tu lado una mujer como esta, dije señalando a Azucena. Te mereces un infierno. Yo te lo podría dar con mucho gusto. Te mandaría a el con verdadero placer. Me encargaría personalmente de que tuvieras un lugar privilegiado al lado del altísimo. A su izquierda. ¿Por qué tú eres de izquierdas no? Allí, Sr. Polla, estarían esperándote unas palomas que con sus picos te darían mil y un picotazos en la punta de ese capullo que tienes por remate de tu puta polla. Luego, podríais confabularos contra mí. Pero no me daríais por culo. ¡Ah! Y trabaja de una puta vez. ¡Cabrón! Ya va siendo hora que dejes de venir por aquí a molestar a la rubia chanel, a las palomas del jardín y a mi inteligencia. Y que conste, no me olvido de la servidumbre. Y te diré algo más, un día de estos me pillarás con mi furia particular, me habrá cagado encima alguna puta paloma cagona. Ese día Sr. Polla, será mejor que tu silueta no esté por aquí. No me quedaría más remedio que retorcerte los 25 cm que tienes hasta arrancártelos uno a uno. Luego, naturalmente, llamaría a Bola de sebo, y juntos, mientras escuchamos alguna canción de los Chichos, se los echaríamos a las palomas para que los picotearan con sus putos picos. De esa manera sustituirían las pipas de calabaza por los centímetros de tu polla. Y yo firmaría un armisticio con la puta paloma cagona. Ya lo sabes.
El me miraba alucinado por la charla que lo acababa de dar. No entendía nada. Aprovechó mi silencio para mirar a su exmujer y decir algo que no entendí. Lo siguiente si lo entendí perfectamente.
-¡Esta loco Azucena!
-¿Yo loco? ¿Yo loco hijo puta? ¡Tú si que estas loco! De remate. Mírala. Sólo tienes que usar tus putas pupilas para mirarla. Una vez más. Tan rubia. Tan bella. Tan maciza. Tan blanquita. Tan ..rica. Y tan llena de pasta. ¿Loco yo? El loco eres tú que con 25 cm no has sabido retenerla. ¿Qué te hizo aterrizar en mi puta casa con mi puta mujer? ¿Eh? ¡Dímelo! ¿Qué te hizo sentir un deseo irrefrenable de taladrar a mi mujer cuando aquí tenias una obra con más trabajo del que puedes soportar? Loco. ¡Y me dice loco! Yo te puedo explicar lo que es un loco. Lo que hace un loco. Lo que puedo llegar a hacer yo. ¡Azucena! Pon música de los jodidos Chichos. Le voy a demostrar a este hijo puta como se vive en un estado de locura permanente cuando a uno le tocan los cojones reiteradamente. Todo te lo debo a ti Sr. Polla. Eres el culpable de todo. De mi divorcio de la Zorra. Del fallecimiento de la puta paloma. De haber mandado al infierno al engreído Camilo Sesto con el amor de su vida. En compañía eso si, de los Chichos. De que haya puesto en mi vida una puta coja bola de sebo. Con la cual tengo que cargar cuando se sienta encima de mí para que me la folle. ¿Y sabes cuanto pesa? ¡Eh! ¿Sabes acaso lo que tengo que soportar cuando la tengo encima? Yo te lo diré. ¡100 putos kilos ¡ ¡100 putos kilos de carne! 100 putos kilos de puta peluda. ¡100 kilos de amabilidad y sabiduría! Eso sí, gracias a ti tengo esto, dije señalando el salón, la tengo a ella, mirando a Azucena, tengo pasta por un tubo, tengo criados, y tengo un puto Mercedes 220 con asientos de piel que corre como la ostia, que es muy seguro, pero que no sabe frenar cuando me trae a casa después de empaparme en alcohol. Y tengo 100 putas palomas. Una por cada kilo que pesa bola de sebo. Y ¿sabes para que las tengo? Yo te lo diré. Las tengo para que me recuerden el día que te vi en mi casa follándote a mi mujer. En mi puta casa. En mi puta cama. Sobre mis putas sábanas. Ese día que tú nos bautizaste nuevamente. A mi mujer con el nombre de Zorra y a mí con el de Cornudo. Pero aún así, Sr. Polla, te doy las gracias. Estoy eternamente agradecido por tu presencia en mi vida. Me volviste a la realidad. Me hiciste ser quien soy. Un loco sincero.
Nos quedamos en silencio los tres. Me levanté y tomé una botella de JB. La miré de soslayo. La hablé como si pudiera oírme. Y lo dije en voz alta.
-Tú y yo, botella de los cojones, vamos a poner punto final a esta conversación. Tú y tu puto líquido amarillo nos vamos a correr una juerga. ¡Ya es hora de dejar las mariconadas del champán! Luego, cuando acabe contigo, meteré tu pitorro por mi culo mientras me follo a la rubia chanel. Y lo haré en presencia del Sr. Polla. Quiero que vea como berrea de placer. Quiero que sienta en sus carnes lo que se perdió. Todo por la puta Zorra. Todo por usar su taladradora fuera de su matrimonio.
La rubia chanel num. 5 me miraba sonriente. La rubia Chanel habló. No sabía si había entendido lo que acababa de decir. Miré sus blancos dientes. El eco me trajo las palabras arrastras. Como hubiera hecho Bola de sebo. ARRASTRÁNDOLAS UNA A UNA.
-No es necesario que te metas la botella por el culo mientras me follas. Bébetela entera si quieres, pero asegúrate que se te empina la polla. Hoy te voy a hacer un regalo que difícilmente podrás olvidar. Quiero que subamos a la habitación y me folles, pero hoy no llamaremos a Margarita para te meta el dedo en el culo. Hoy usaremos los 25 cm de mi exmarido.
-¿Qué acabas de decir? ¿Qué cosa tan jodídamente asquerosa acabas de decir? ¿Qué he escuchado? ¿Qué quieres que te folle y el Sr. Polla me de por el culo?
-Si.
Un lacónico si. Una sóla sílaba. Un si. Nada más. El Sr. polla me miraba a la expectativa. Por 10000 euros estaba dispuesto. Los 10000 que ya le había entregado La rubia chanel num. 5. Mientras yo dormía mi borrachera. Mientras yo roncaba en mis sueños de mil grados. Lo habían estado hablando. Estaban de acuerdo. Ambos me miraban. Esperaban una respuesta de mi boca. Deseaba que acudieran las 100 palomas a rescatarme de allí. Pero yo había sido malo. Había golpeado, causándola la muerte, a una de ellas. Había escupido a otra. Probablemente su hija. No. Ellas no acudirían a mi rescate. Me tenía que enfrentar yo solito a esa nueva situación. Debí poner cara enfermo. Azucena acudió en mi ayuda.
-Ramiro, sé que disfrutas mucho cuando me follas y Margarita te introduce el dedo por el ano. Lo sé. Te lo he visto en la cara. Además me lo has dicho. Yo te quiero. Quiero estar contigo siempre. Desde que te conozco soy otra. Más resuelta. Más liberal. Más mujer. Se que me aprecias. Que te gusto. Que te gusta estar aquí. Conmigo. Con esas malditas palomas a las que dices odiar, pero que las compras bolsas y mas bolsas de pipas de calabaza diciéndome que son para ti cuando yo sé que vacías las bolsas para ellas.
El Sr. polla como tu le llamas ha venido a pedirme dinero. 10000. Lo hemos hablado. El está de acuerdo. Quiero que me folles. Pero quiero quitarte el nombre que te pusiste de Cornudo cuando lo de tu mujer. Quiero sentir su polla una última vez. Sus 25 cm. Pero quiero sentirlos uno a uno a través de ti. ¿Qué dices a eso? Preguntó ella.
-De acuerdo. Así de simple. Lo había dicho yo solito. ¡Maldita boca negra!
Sonó en el salón. Sonó como si de un gorgoteo de 100 palomas se tratara. Yo no lo había dicho. De mi boca no había salido semejante disparate. Habían sido las 100 palomas. No podían ser otras. Habían vuelto para cumplir su venganza por el fallecimiento de su matriarca.
Pero había sido yo quien había dicho "De acuerdo". Un jodídamente "de acuerdo" bastó para la rubia chanel se acercara a mí y después de quitarme la botella de la mano, me besara tiernamente. Me empujó hacia el sillón y me sacó la camiseta. Ese puto olor a colonia, tan cerca de mí, me embriagó más que el alcohol consumido. Sus labios se posaron en mis pezones y los mordisqueo con vicio y ternura a la vez. Después el botón de mi pantalón corto, liberó mi polla. En su boca de dientes blancos se sentía como en su casa. Aquellos dientes me hacían sentir algo especial. Se aplicó en la succión de mi miembro. De rodillas entre mis piernas. Lamiendo desde la base hasta la cima. El Sr. polla se situó tras ella y de rodillas en el suelo fue desabotonando uno a uno los botones de la camisa de la rubia chanel. Luego, con sus manos, liberó aquellos pechos que yo había tenido en las mías aquella misma mañana. Brotaron ante mí más esplendorosos. Más blancos. Más bellos. Su exmarido acariciaba con las palmas de sus manos su cintura. Me dejé caer hacia atrás y la permití sacarme el pantaloncito. Ya desnudo enteramente, abrí mis piernas más para permitirla penetrar más hacia mi verga. El ir y venir de su boca a través de mis apenas 16 cm me hacía sudar. Cerré mis ojos. Me dejé llevar. El Sr. Polla situado tras ella, de rodillas como ella, con su cuerpo pegado al suyo, levanto su falda. Su tanguita se deslizó por sus muslos guiado por las manos de su exmarido. Descansó en sus corvas. La mano del Sr. Polla se introdujo entre sus piernas para tocar aquello que le había pertenecido anteriormente y no había sabido mantener. Aquello que había cambiado por la Zorra de mi mujer. Hurgando en el coño de Azucena consiguió lubricarla más. Ella abandonó mi polla y comenzó a quitar la camisa a su exmarido. El mismo acabo de desnudarse quitándose los pantalones y los calzoncillos. Esa lanza hizo acto de presencia. Otra vez. Esos 25 cm. Los mismos que habían taladrado a mi mujer me iban a barrenar en mi ano. Desnudos ambos, solo nos quedaba hacer lo propio con Azucena. Yo la despojé de su camisa y el Sr. polla de su falda y su tanguita enrollado en sus piernas. Los tres cuerpos nos fundimos en un abrazo formando un monstruo sexual. Azucena se sentó encima de la mesa baja del salón, dejo caer su espalda y abrió sus piernas ofreciéndome su grieta. Su raja se veía extrañamente abierta. Mojada. Rosada. Su clítoris erguido deseoso de roce me llamaba. Acerque mi polla y me resbalé dentro de ella. Permanecía quieto un rato. Besando su cuello. Notando como el Sr. Polla, después de lubricar con su propia saliva, apretaba contra mi ano hasta alojar los primeros centímetros en su interior. Después, los tres gemidos al unísono y el movimiento sincronizado de los cuerpos nos llevaron a otro estado.
El Sr. Polla se endureció más y yo lo noté en mi próstata. Azucena notó a su vez el endurecimiento previo a la corrida que iba a experimentar mi pene. Y yo noté su dilatación para recibir las salvas de semen que la iban a anegar. Un grito desgarrador se apoderó del salón para recibir con júbilo las tres corridas. A la vez. Como debe ser. Luego los cuerpos se vencieron uno encima del otro recibiendo todo el peso la rubia chanel num.5. Y así abrazados los tres, nos sorprendió la servidumbre, que asustada ante el grito espeluznante de nuestras gargantas, habían acudido a ver si ocurría alguna tragedia.
El desenlace con la servidumbre me lo reservo. Baste decir que todos fueron despedidos. Los sustituimos por otros. La magnitud del escándalo, la posición de la Rubia Chanel num. 5, y lo visto por ellos así lo aconsejaba.
Jamás había estado con hombre alguno. Ciertamente Margarita introducía su dedo en mi ano cuando follaba con Azucena. Eso hacía que sintiera más placer. Pero yo no era maricón. No era un maricón de mierda. Pero desde aquella noche cambié mi opinión hacia los gays. Esa nueva forma de follarme a Azucena me agradó. Sentí algo irrepetible. La rubia Chanel tenía razón. No iba a olvidarme fácilmente de aquel polvo.
Bola de sebo, mi Margarita querida, mi Puta del bar, la fan de los Chichos, sigue con su Putiferio llamado CORNUDO. Ha montado tres locales más que ha llenado de rusas, búlgaras, chinas y rumanas. Los ha bautizado con los nombres de "Rubia Chanel núm.5" "Sr. Polla" Y "La Puta del bar" Gana mucho dinero. Demasiado dinero para una coja con un coño peludo. Viene a dormir con nosotros muchas noches. Y se trae su dedo mágico. El Sr. Polla se fue con sus 10000 y no le hemos vuelto a ver. Creemos que se marchó a Australia. Seguramente fue a buscar a Cocodrilo Dundee para que con el cuchillo que exhibía en sus películas, le cortara la polla algún centímetro. ¡No se puede ir por la vida con semejante miembro! La Zorra de mi mujer sigue buscando un consolador para tapar su agujero. Tarea difícil. Me telefonea mendigando un polvo. Nunca la hago caso. La Rubia Chanel num. 5, mi Azucena, mi flor, me colma de atenciones. Me hace sentir feliz. Ha cambiado mi vocabulario. Solo tengo de Bocanegra mi apellido. Por cierto, no quiere hijos, dice que no soportaría que se apellidaran Bocanegra. Yo tampoco. Sólo tiene una pega, sigue tomando esas putas coca-colas.
Y ustedes se preguntarán por las palomas ..si ..las palomas. ! Esas jodidas palomas! Esos animales que llenan las plazas de las ciudades. Ahora me siento en el jardín de Azucena con unas cuantas bolsas de palomitas y pipas de calabaza. Ellas me rodean y comen cuanto las echo. Ya no hay 100, ahora tenemos 136. Gorgotean a mí alrededor y se pavonean con sus picos levantando cáscaras y más cáscaras. Todas. Todas menos una que me observa atentamente desde la rama de un árbol. Cuando la miro, me obsequia con una cagada. Yo sonrío. Pero un día voy a tener una conversación muy seria con ella. FIN.
Coronelwinston