La zorra, la puta del bar y la rubia chanel (2)
La rubia Chanel me sacó del local cutre y me metió en un taxi. Dirección, mi casa. Después de relajarnos un poco, volvimos al local de Bola de Sebo (la puta del bar). Otro puto incidente más en mi asquerosa y violenta vida. (Parte 2 de 3)
La rubia Chanel me sacó del local cutre y me metió en un taxi. Dirección, mi casa. Después de relajarnos un poco, volvimos al local de Bola de Sebo (la puta del bar). Otro puto incidente más en mi asquerosa y violenta vida. (Parte 2 de 3)
LA ZORRA, LA PUTA DEL BAR Y LA RUBIA CHANEL NUM. 5 (2ª parte)
Con el fin de no hacer un resumen de la primera parte, recomiendo lean el relato anterior antes de leer este. Gracias.
El taxi nos dejó frente a un portal. Abrí lo ojos. Me sonaba de algo ese portal. No sabía donde cojones estaba. Me incorporé para ver mejor. Miré a mi izquierda primero. Después a mi derecha. El portal. Una cafetería o un bar muy moderno. Si. Lo conocía. Era el portal de mi casa. Aquella casa que yo aún estaba pagando con el sudor de mi puta frente. Aquella casa de dos plantas que tanto me había costado conseguir. Miré el reloj. Creo que marcaba las 2,30. No recordaba mucho. Una tipa a mi lado estaba pagando al taxista su servicio. Era rubia y olía muy bien. La miré a la cara. La conocía.
-¡Vamos! Me ordenó mientras salía del vehículo.
La seguí fuera del auto como atontado. Entró en la cafetería moderna. La seguí como hipnotizado y aún algo tambaleante. Tenía resaca. Me notaba la lengua seca y pastosa.
-Sentémonos aquí. La cerveza te irá bien para esa resaca que ya empezarás a notar. Me dijo ella.
Un camarero se acercó, la saludó como si la conociera de siempre. Como si tuviera una amistad especial con ella. Ella devolvió el saludo y se interesó por su hijo. Luego ambos sonrieron y el se alejó. Y nos sirvió una coca-cola y una jarra de cerveza fría. Bebí un gran trago y tomé unas pipas de aperitivo. Me olía el aliento. Tomé un cigarro del paquete que reposaba en el bolsillo de mi camisa. Entonces, mientras expiraba una bocanada de humo, sus palabras me retumbaron en la cabeza.
-¿Estas mejor?
-Si. Pero
-Me llamo Azucena.
Recordé todo. Sentí vergüenza. Pero fue pasajera, todo hay que decirlo. Otro trago de cerveza y retomaría mi furia. Así lo hice. Bebí más. Y otro trago más. Quería ser yo mismo. Necesitaba sentirme otra vez borracho. Aunque dudo que hubiera dejado de estarlo en algún momento. Si acaso, mientras estuve dormido en el taxi.
-Ey, ey. Todo de un trago no. La cerveza no se va a acabar. Seguro que en este bar hay muchos barriles. Tómala con tranquilidad.
-¿Qué haces aquí? Pregunté imaginando una buena ostia en esa cara.
-Te he traído en un taxi ¿no te acuerdas?
-¡Claro que me acuerdo! ¿Acaso crees que soy un puto tarado? Ya retomaba mi ser. Nuevamente. Me empezaba a encontrar en mi salsa. Con mis tacos y mi vocabulario un tanto soez.
-Estabas borracho. ¿Sabes de donde hemos venido?
-Si. Del puto infierno. Dije sin más.
-Si. Has dejado el local hecho un asco. Y a la gorda cabreada.
-Lo sé. Destrocé la puta caja de música. Por tu culpa. Por elegir esa puta canción de Camilo Sesto.
-¿Recuerdas lo que ha pasado allí?
-¡Qué cojones preguntas! ¿Me tomas por un imbécil? ¿O tal vez por un sonado? ¡Pues claro que acuerdo! Tú eres la Puta rubia chanel num. 5. Te he follado. Y a la puta bola de sebo también. ¿Pero que hacemos enfrente de mi portal?
-Te he traído yo. Ya te lo he dicho.
-¿Y cómo cojones sabes tú donde vivo? ¿Quién coño eres tú? ¿Quién cojones te crees para traerme a mi casa? ¿No has tenido bastante con el polvo y te has venido conmigo porque quieres más? ¿Estás acaso empollada? ¿Te encelo? Preguntaba mientras golpeaba encima de la mesa con el puño cerrado.
-Escúchame atentamente. Me llamo Azucena. Son las 2,45. Dentro de un cuarto de hora, por esa puerta, dijo señalando el portal, saldrá mi marido.
-¿Y a mí que cojones me importa que salga tu marido de ese portal? ¿Acaso viene de mi casa? Pregunté sin analizar sus palabras.
-Si.
Me quedé jilipollas. Es como si me hubieran dado un golpe certero en la sien o en la mandíbula. La patada bestial a la paloma se reprodujo en mi cabeza. Mis pocas neuronas saltaron como saltaron los vinilos de la caja de música en el antro aquel. Ella prosiguió.
-Viene de tu casa. Se está acostando con tu mujer.
-Pero pero . ¿que coño es esto? ¿Qué estas diciendo? No daba crédito a lo que escuchaba salir de aquella raja llena de dientes blancos en su cara.
-Mi marido y tu mujer tienen un lío. Dijo la rubia chanel num. 5
-¿Siiii? Y tú lo has descubierto. ¿Y no te basta con joderte con tus miserias sino que me tienes que involucrar a mí en ellas? ¿Acaso tengo yo en la cara un puto letrero que dice "Cuéntenme sus miserias"? ¿Lo tengo? ¿Lo ves por alguna parte eh?
-Es tu mujer.
-Aja, tu marido es el Sr. Polla. Dije pensando mientras hilvanaba la historia.
Ella rió de buena gana.
-¿El Sr. Polla?
-Si. Así es como le llamo yo.
-¿Por qué? Dijo ella.
-Si es tu marido debes saberlo. ¿Acaso la gente normal va paseándose por el jodido mundo con una rabo como el que gasta el? ¿Acaso yo tengo una polla como la suya?
-¡Ah es eso! Si. Tiene una buena pieza. Dijo como si pareciera que añoraba algo.
-Pero como es que tú . ¿Y qué cojones hacemos en mi cafetería? ¿En la cafetería de enfrente de mi casa? ¿Y por qué coño bebes tanta coca-cola? ¿Por qué no bebes cerveza? ¿Acaso tienes acciones de esa puta fábrica?
-Déjame que te cuente. Luego lo entenderás.
Y empezó a darme una charla que lo único que consiguió, es que yo me bebiera un litro de cerveza en menos de 10 minutos. Si eructaba sería bestial. El sonido retumbaría por la puta cafetería. Y el camarero sonrisa prodidén vendría a llamarme la atención. Y en ese caso, quizás me viera en la obligación de mandarle al dentista.
-Como te he dicho me llamo Azucena, no rubia chanel num. 5 como tú me llamas. Soy millonaria. Me casé con el Sr. Polla, como tú le dices, hace dos años. El se casó conmigo por mi dinero. Yo estaba enamorada de el. No separamos bienes. Todo era de los dos. Y sigue siendo de los dos. Me atendió como su mujer durante dos meses, después empecé a sospechar de el. Demasiadas salidas y un horario muy libertino. Eso hizo que le siguiera. Iba de putas. Con los amigos. Gastaba dinero en el casino. Mi dinero. No trabaja. Nunca lo ha hecho aunque el piensa que me engaña con eso del trabajo que tiene. Es un vago de mierda. Quiere que yo me separe de él y así obtener la mitad de lo que poseo. Pero no estoy dispuesta a ello. Le recogí sin un euro y así le voy a dejar. Es por eso por lo que decidí seguirle y obtener pruebas de su adulterio. Para presentarme delante de un juez y obtener el divorcio sin tener que darle un solo euro.
-¿No veo que cojones tiene que ver eso conmigo?
-Como te decía, le seguía a todas partes. Un día, hace un año, le seguí hasta aquí. Venía casi todas las mañanas de lunes a viernes.
-¿Casi todas las mañanas? ¡La ostia!
-Si. Los sábados y los domingos, los pasaba conmigo y mis amigos ricos. El resto de los días se entretiene follándose a tu mujer.
-La Zorra. La reina de las Zorras. ¡Que hijo de puta más grande! ¡Y qué puta mi mujer! La maldigo a ella, maldigo al Sr. Polla, maldigo esta puta cafetería, en la cual no había entrado nunca, y maldigo las putas coca-colas. No sirven para nada excepto para mezclarlas con alcohol. Dije dando un puñetazo sobre la mesa.
-Si. Hice indagaciones y así me pude enterar que a quien venía a visitar a ese portal era a tu mujer. Me sentaba en esta mesa de la cafetería, pedía una coca-cola y miraba a través de los cristales. A las 9 de la mañana salías tú a tu trabajo. A las 9,30, como un reloj, llegaba el. Yo llegaba generalmente a las 8,30. Es la hora en la que se supone que tengo que estar en mi oficina trabajando. Soy dueña de "Cosméticos Olorosos". La directora. La empresa es mía. Mi marido tiene una pequeña participación. Bien, como te decía, cuando tú te ibas llegaba el. Un día y otro le veía entrar en ese portal y yo no sabía donde iba. Aunque me lo imaginaba. Supuse que tenía un lío. Luego, un día, los vi salir a la calle a los dos juntos. Los seguí. Se fueron a un bar de unas calles más abajo y allí reían y se besaban. Tomé fotos. Hablé con un detective privado que se encargó de hacer un seguimiento de ambos. Pasó a tu jardín, colocó unas mini cámaras. Un día entró en tu casa, aprovechando vuestra ausencia, y puso otra cámara en la habitación y unos micrófonos. Así me entere que tu mujer era la amante de mi marido. Y así me enteré de tu nombre y tus movimientos.
-¿O tu marido el amante de mi mujer?
-Llámalo como quieras, el orden de factores no altera el producto. Lo cierto es que ellos dos se las entienden y parece ser que muy bien, pues llevan así, que yo sepa, un año.
-! Que hijo de puta! Dije dando un nuevo golpe en la mesa que hizo que la cerveza saliera de la jarra.
-Tu mujer no es precisamente una santa. Es cierto que ella esta bien así. Te tiene a ti en casa y cuando tú no estás, tiene con qué entretenerse. El dispone de dinero y de una buena polla.
-Lo sé. Esta mañana les he sorprendido en mi cama.
-¿Les has sorprendido? ¿Les has pillado en tu casa?
-Volví del trabajo al rato de irme. Debido a que hubo un problema en mi fábrica, nos dijeron que nos marcháramos a casa. Que nos tomáramos el resto del día libre. Llegué a mi casa con planes bien distintos a los que he llevado a cabo. Y allí les sorprendí, en el piso de arriba. La Zorra de mi mujer encima del Sr. Polla, follándoselo. Y el cagón de mierda se dio un susto de cojones. Pero no se le bajaba el empalme al muy hijo de puta.
-Hoy he llegado más tarde a esta cafetería. No sabía si mi marido ya estaba con tu mujer. Entonces te vi salir a ti. Impulsada no se porqué, te seguí. Tenía curiosidad por saber donde ibas. Pensé que tal vez mi marido no hubiera venido a visitar a tu mujer. Decidí ir tras de ti y tal vez, si se presentaba la oportunidad, contarte lo que yo sabía de ellos.
-¿Y me seguiste como una puta en celo eh?
-Si. Te seguí. Vi lo que hiciste con la paloma. Luego te seguí y me perdí. Doblaste una esquina y ya no te vi. Pero tuve suerte, al salir por una calle, me crucé contigo .
-Si. Claro. El puto olor a Rubia Chanel num. 5. Dije recordando mi encuentro fugaz.
-¿No puedes dejar de llamarme Rubia Chanel?
-Poder, si puedo. Pero no quiero, rubia chanel. ¡Te jodes!
-Bueno, como te iba diciendo. Te vi entrar en ese local. Me esperé en la calle un rato y como no salías decidí entrar .estaba lloviendo y quise refugiarme del agua.
-Claro a joderme la vida. A poner a prueba mi pie. A poner a prueba la integridad de la puta caja de música. A dar vacaciones a los vinilos. A poner a Camilo Sesto en mi contra.
-¿En tu contra? Dijo riendo.
-Si. La zorra canta las canciones del Camilo Sesto. Y esa puta canción, esa. Esa en especial.
-Me gusta esa canción. Es bonita. EL AMOR DE VIDA. Dijo con melancolía.
-Todo es puta horterada. No hay nada legal. El amor. ¿Qué coño es el amor? ¿A quién le importa el amor? Puta palabra. Puta mierda. Una mierda muy grande. El amor. Sólo vale para disfrazar los polvos. Y para follarse a una rubia como tú, no hace falta amor.
-Debería hacer falta. A mí no me has follado. A mí me has violado.
-¡Oh si! Se me olvidaba como apretabas tu pelvis contra mí. Se me olvidaba como de esa puta boca de dientes blancos salían gemidos y halles de placer. Si. Se me olvida como me incitabas a joderme a la coja. Y ahora dime que ese coño depilado que usas para mear, está jodido conmigo por no haberle proporcionado placer. Dime que ese coño depilado que llevas debajo de tu falda no se siente más maduro y veterano después de haber probado una polla con furia, como la mía. ¡Ah! Se me olvidaba. Ese puto coño, rubia chanel, esta acostumbrado al Sr. Polla. Y es rencoroso. No me perdonará.
-Te equivocas. Ya te lo dije. Llevo mucho tiempo que no lo hago con el. Recuerda que el tiene a tu mujer.
-¡Oh si! La Zorra. Debe hacerle cosas que a mi no me hacía. Debe entretenerle muy bien. Entre ella y tú, no hay color. Tú eres más joven y estás mejor puesta. Además llevas el puto coño rasurado. Eso me gusta. Y eres millonaria. Aunque estás un poco oxidada.
-Tú también me gustas. Dijo ella. Eres interesante. Pero muy mal hablado.
-¡Acabáramos! Ahora resulta que te gusto.
-Se te ve un hombre entero. Hecho. Te pierde tu vocabulario. Tu mal genio. Pero creo que eres buena persona. Aunque tu comportamiento en ese local no ha sido el comportamiento que una mujer espera de un hombre. Has destrozado la máquina de música. Y me has forzado.
Me quedé en silencio unos instantes. Reflexioné. Pensé en lo que acababa de decirme esa puta rubia chanel num. 5 que ahora decía que se llamaba Azucena. Tenía razón. Yo soy un tipo hecho. Soy buena gente. Pero a veces me domina mi mal genio. Y en un caso como el que acababa de sucederme, me volvía violento. No todos los días en la vida de uno aparece un Sr. Polla que taladra a tu mujer y en tu propia casa. Y en tu propia cama. Por suerte este cabrón tenía una mujer bellísima. Y yo también la había taladrado. Bien es cierto que ella, en un principio, no había consentido, y no era igual, pero estábamos empatados. El se follaba a mi mujer, a la zorra de mi mujer, y yo me había follado a su rubia chanel. Y me había tomado la propina de follarme a la coja. Y de propina había jodido a la puta paloma. Metí mi mano en el bolsillo. Allí estaba la pipa de calabaza. Si. Recordé a bola de sebo. Su local cutre. Vi imágenes de las folladas que las hice a las dos. Por primera vez sonreí abiertamente. Algo cambiaba en mí.
-¡Vámonos de aquí! No quiero ver como sale el Sr. Polla de mi casa. Dije levantándome de la silla y dejando un billete de 10 euros sobre la mesa.
-¿Pero donde vamos a ir?
-¿Y que cojones hacemos aquí? ¿Esperando a tu marido? Déjalos que follen hasta que les entre una sífilis del demonio. ¡Que me importa ya! No quiero saber nada de la puta zorra ni del puto Sr. Polla. Yo no tengo nada. No tengo nada más que letras y pagos. A mí no me va a sacar nada la zorra de mi mujer. Olvidada. No volveré a entrar en esa casa. Si lo hiciera, me perseguiría la polla de tu marido por cada rincón.
Nos levantamos y salimos de la cafetería. Ella se despidió del camarero sonrisa profiden. El correspondió con una sonrisa más extensa. Pensé que se le iba a rajar la puta comisura de los labios.
En la calle hacía sol. Un bonito día si no lo hubiera jodido el Sr. Polla. O la zorra de mi mujer.
-¿Dónde vamos? Preguntó la rubia chanel.
-A un bar. Dije secamente.
-Ya estábamos en uno. Podíamos habernos quedado allí. Dijo ella.
-Estaba viciado. Además no te has dado cuenta como sonreía el camarero profiden. Le hubiera tenido que partir esa puta cara para borrarle esa estúpida sonrisa. Y si la zorra y el Sr. Polla hubieran decidido tomarse un refrigerio después de sus polvos, porque seguro que se la pasan follando toda la mañana, y hubieran bajado a esa cafería, nos hubieran visto. Y en ese caso no me hubiera quedado más remedio que mandar a tu marido con la puta paloma. Eso si, le hubiera dado esta pipa de calabaza antes. Dije sacándola del bolsillo y exhibiéndola delante de ella. La miré y sonrió. Noté algo en la nuca. Un puto escalofrío me recorrió la espalda.
-¡Mira que estás furioso! Me dijo.
-¿Yo furioso? ¿Qué te hace pensar que estoy furioso? Nada más lejos de la realidad. Dije haciendo una mueca para disimular mi sonrisa.
Soltó una carcajada y me miró de manera extraña. Esa puta mirada. Yo sabía que se escondía tras esas putas miradas. Lo había visto bien. Me habían mirado así algunas veces. Mi pene me recordó que el también existía. Un ligero movimiento y el roce de mi pantalón hicieron que se envalentonara. Pero ahora no era para mear. Ahora pedía más guerra. Aparté aquellos pensamientos lascivos y seguí caminando.
Después de caminar diez minutos, entramos en un bar. La resaca hacía estragos. Mejoraba lentamente. La cerveza era lo único que la aplacaba. Pedí cerveza en cantidades industriales. Ella, adivínenlo, más puta coca-cola.
-¡Que cojones haces bebiendo tanta coca-cola! Pareces una puta rubia bebedora de coca-cola. Vas a mear líquido negro. ¿Y porque en todos los putos bares hay coca-cola y no hay ginger por ejemplo? Seguro que en este bar del infierno no hay ginger.
Y se produjo lo que no debería haberse producido. ¿O si? Todo lo había dicho en voz alta. El dueño del bar nos había mirado cuando entramos. A mi no, a ella. Ella era la receptora de su libidinosa mirada. Solo ella. No quise decir nada. ¿Quién coño era ella para que yo la defendiera ante una mirada babosa? Nadie. No me unía nada a ella. Cierto que aún guardaba en mi polla los últimos vestigios de sus líquidos. Nada más.
-¡Oiga no llame bar del infierno a mi local! Dijo el lascivo camarero.
Miré en derredor para saber a quién coño de dirigía aquella frase. De sobras sabía yo que en ese puto bar sólo estábamos la rubia chanel, el lascivo camarero y yo.
-¿Perdón? ¿Habla usted conmigo? ¿Esta hablando conmigo? ¿Se refiere usted a mí?
-Si. Se lo digo a usted.
-Error. Dije a la vez que me acercaba a el.
Azucena me sujetó del brazo, pero mi fuerza era mayor y no lo consiguió. Iba a llegar lo inevitable. Lo sabía. La furia se hacía presente de nuevo.
-¡Oyeme jilipoyas de mierda! Y escúchame bien. Tu puto bar es una mierda. Y es una mierda porque seguro que no tienes ginger. Y si no tienes ginger y entra una persona trabajadora como yo, y pide un ginger, y en este puto bar no hay, es solo por dos cosas. Primera, porque un camarero cabrón como tú, no ha hecho el puto pedido para que le sirvan puto ginger en cantidades industriales para los trabajadores que beben ginger, después de una jornada agotadora de trabajo. Y eso, cabron de mierda, se paga. Y segunda razón por la que tu puto bar es una mierda, es porque está decorado con un camarero vicioso que mira con deseos obscenos a toda mujer que entra a visitar su puto bar. Y si esa mujer, en este caso la rubia chanel, sucede que va acompañada por un puto cornudo furioso, que hace dos horas ha estado taladrándola en el puto infierno ..!Ah! ¿Qué no sabes cual es el puto infierno? Yo te lo diré. Es un puto local parecido al tuyo. Antes de mi visita era un negocio de putas. Después de mi visita, sólo son dos polvos, una coja y Camilo Sesto tirado por los suelos cantando el amor de mi vida. ¿Te queda claro? ¿Te ha quedado claro? ¿Es que quieres que tu bar sea una filial del puto infierno? ¿Quieres que tu local forme parte de la cadena "Locales del infierno"? Bien, sólo tienes que decirme que no tienes ginger. Sólo dime que en este puto bar no hay una botella de ginger. Dímelo y te extenderé un contrato para que pases a formar parte de los maravillosos bares del infierno.
Su cara reflejaba el acojone que sentía. Azucena estaba enganchada a mi brazo a través de su mano. No hacia nada. No podía hacer nada. Cerré mi puño. Lo apreté. Iba a matar a ese jilipoyas por no tener ginger en su bar. Lo sabía. En ese instante pensé en mi vida. No merecía la pena vivirla. Cierto que había echado dos polvos hacia unas horas. Uno bueno y uno malo. ¿O fueron los dos malos? ¿O los dos buenos? ¡A la mierda los polvos! Recordé lo vivido esa mañana. Fue agitada. Había saldado cuentas con la puta paloma. Luego había saldado cuentas con Camilo Sesto. Después con mi polla. La había ofrecido dos coños. Uno con pelo y otro rasurado. Y ahora iba a saldar el resto de las cuentas con ese puto camarero. El se había erigido en el portavoz de los imbéciles del mundo. Me llevarían a la cárcel. Un carcelero cabrón me golpearía sin cesar. Un negro marica me daría por el culo. Y nadie iría a verme. Nadie. Ni la Zorra de mi mujer. Ni el puto Sr. Polla. Ni por supuesto la Puta paloma. Tampoco iría bola de sebo arrastrando su cojera. Tal vez la rubia chanel num.5. Tal vez ella fuera con su coño rasurado a recordarme ese polvo que la eché en el local del infierno y darme motivos para hacerme una paja. Y se produjo el milagro que cambio mi vida en ese instante. Al menos eso pensaba.
El camarero lascivo sacó de detrás de la barra una botella de ginger. Me quedé paralizado. Vi el movimiento de su brazo agacharse tras la barra. Pensé que iba a sacar otra señora porra de goma negra. Por un instante me vi en el retrete acompañado de los tres, el camero lascivo, la porra de goma y por supuesto, la rubia chanel. Ella vendría a disfrutar del espectáculo que yo le iba a ofrecer. En primera fila. Y aceptaría sus consejos. Le metería la puta porra por el puto ano hasta que le sangrara. ¿Todo porqué? ¿Por no tener ginger? Pero sí. Había ginger. Aflojé la presión de mi puño y me relajé. Tomé la botella de ginger abrazándola con la palma de la mano. La así fuertemente. Miré al camarero lascivo. Luego a la rubia chanel. Y sonreí. Sonreí por segunda vez. Definitivamente yo había perdido el norte.
-¡Vamos, vamos! Me decía Azucena.
-Si. Tiene ginger. Es uno de los pocos jodidos bares que tienen ginger.
-Venga. Vámonos de aquí. Vayámonos a respirar aire. Tienes mucha tensión.
-Si. Tal vez tengas razón. Estoy estresado. Dije.
Solté un billete de 100 pavos encima de la barra y me alejé del brazo de Azucena. Aún oí al camarero decirme algo. Creo que me decía que me llevara el ginger. Con su botella y todo. Y creí escuchar que me regalaba un abre-botellas.
Salimos a la calle. Aún del brazo. Notaba el calor de ese cuerpecillo de piel blanca. Aspiraba su olor. Su olor a perfume chanel núm. 5. Miré su pelo color oro. Era guapa esa jodida rubia. No había duda. Por primera vez a lo largo de ese día sentí una sensación de bienestar que me embargaba. Y mi polla estuvo de acuerdo conmigo. Recordábamos ambos, mi polla y yo, que debajo de esa falda habitaba un coño rasurado, sin bragas. ¿Qué me impedía tenerlo otra vez? Y otro milagro. Un nuevo y jodido milagro.
-¿Cómo te llamas? Me preguntó Azucena.
-Cornudo. Dije sin más.
-¿Cornudo? Jajajajaja. No, dime tu nombre. En serio. Llevamos unas horas juntos y mucho vivido, e incluso me has follado, y aún no sé tu nombre.
-Ramiro. Ramiro Jesús Bocanegra.
-¿Ramiro? ¿Cómo Ramiro Jesús? ¿Cómo Jesucristo? ¿Cómo el crucificado?
-Si. Es un nombre compuesto. De segundo, Jesús. Como ese infeliz que se dejó crucificar para que hoy todos hablemos de él. Pero todos me llamaban Ramiro.
-Me gusta tu nombre. Y me besó en la mejilla. Y me quitó unos cuantos argumentos para seguir furioso.
Sentí un escalofrío por el cuerpo. Un deseo de no sabía qué. Otra vez volvió la furia. Mis palabras soeces. Mi rudeza.
-¿No te gustaría que te follara otra vez? Pregunté.
-Desde luego. Dijo ella dulcemente. Pero ahora no emplearás tu furia de hombre.
Había dicho que sí. Es más de lo que esperaba. Pensé que tendría que arrastrarla a un hotel y forzarla de nuevo. Pero no. Ella había dicho que si. Había dicho un "desde luego" que quería decir "Si, quiero que me folles. Quiero sentirte dentro de mí nuevamente. Quiero que me hagas tuya"
-Si. Creo que será lo mejor. Follaremos y les darán por culo a esos cabrones que tenemos por pareja. A la Sra. Zorra y al Sr. Polla.
-Pero quiero que me folles en un sitio especial para mí. Dijo ella.
-¿Dónde?
-Ven. Enseguida lo verás.
Tomamos un taxi. De vuelta. Nos dejó en la puerta del infierno. No sabía que cojones pretendía la rubia chanel num. 5. Al franquear la puerta pude ver a Camilo Sesto roto en mil pedazos. Junto a él reposaban todo un elenco de cantantes. Algún fragmento grande de la casa donde habían habitado hasta que mi presencia en ese local cutre se hizo patente. Bola de sebo hablaba con dos chicas. Nos divisó nada más aparecer en su local. Dejó de hablar con ellas mientras nos acercábamos a la barra. Se puso blanca. Lívida. Observé como tras ella, en una repisa, reposaba la puta porra. Esa puta porra que la había metido por el culo unas horas antes.
-Hola. Dijo Azucena.
-¿Qué queréis? ¿Qué queréis otra vez? ¿No has tenido bastante? Llamaré a la policía. Dijo llenando su boca de uniformes y sirenas.
-De eso quería hablar contigo. Dijo dientes blancos chanel núm. 5.
-¿A que habéis vuelto? Mira como has dejado esto. Me dijo a mí.
-Te lo pagaré. Dime cuanto calculas que vale lo que ha roto el. Dijo la rubia.
-¿Lo pagarás tú? ¿No debería pagarlo el?
-Lo pagaré yo. Dime ¿2000? ¿3000? Te daré 5000. Valdrá.
-¿5000?
-Si. ¿Eso servirá para olvidar todo lo sucedido?
-Si. Eso servirá.
-No se hable más. Te extenderé un cheque por 5000. Y te haré una oferta.
-Dime. Dijo bola de sebo.
-Dispones de una habitación reservada.
-Si. Tengo una ahí dentro. Dijo señalando una puerta oscura.
-Te daré otros 1000 si nos la dejas un par de horas.
-Eso esta hecho rubia. ¿Te lo vas a follar?
-Exacto. Y te daré otros 1000 si te unes a nosotros.
-Jajajajjajajjaja me uniré gratis. Y mirándome a mí, ¿Quieres nene? Ya no estoy enfadada contigo. Además me gustó tu polla.
-Si coja. Me chuparás la polla hasta que se te deshaga en tu puta boca. Dije sonriendo.
-¿Ya no te molesta que te llame nene?
-Me puedes llamar como te salga del coño, coja. Creo que a partir de ahora vamos a ser colegas. A partir de este jodido instante, vamos a pasar muchos jodidos instantes juntos. Vendré al puto local cutre a tomar mis copas y a emborracharme. Y tal vez te folle. Pero tendrás que depilarte tu asqueroso coño. No quiero que me irrites la polla. Dije sonriendo nuevamente.
Dejó a una chica, que se paseaba por allí en top lees, tras la barra. Nos adentramos a través de la puerta oscura en una habitación. Amplia. Un sillón, una TV, una mesa, y una cama eran toda la decoración que allí había. No había música, por suerte. Estaba claro, íbamos a follar.
Las dos se apoderaron de mi cuerpo. Rubia chanel se despojó de toda su ropa. Estaba bella. La miraba con otros ojos. Bola de sebo hizo lo propio.
-¿Cuál es tu nombre bola de sebo? Pregunté.
-Margarita, nene. Dijo ella.
-¡Que bien, dos flores para mi capullo! Jajajajaja. Y volví a reír mi gracia llena de alcohol.
Azucena se sentó encima de la mesa. Abrió sus piernas y ofreció su coño a Margarita que sin dilación pasó a lamerlo con ansiedad. Yo mientras, bueno, yo mientras trataba de enderezar mi pene pajeándome. Luego las dos, arrodilladas en el suelo, lamieron desde mis testículos hasta la punta más alta de mi polla llevándome a un estado tal de excitación que a punto estuve de correrme sin enchufársela a ninguna de las dos. Por suerte, supieron tratarme. Me dejaron descansar unos minutos mientras ellas volvían a lamerse haciendo un 69 sobre la mesa y consiguiendo aumentar aún más mis ganas de usar aquella barrena dura que tenía entre las piernas.
Primero me hice con bola de sebo. Azucena así lo quiso. Me dijo que me cedía a Margarita. Mientras me la follaba sin compasión, mientras me abrazaba a aquellos 100 kilos de carne, protegidos por sus flotadores, Azucena se masturbaba a la vez que me besaba en la boca. Su lengua dulce, su saliva suave y el roce de sus pezones sobre mi pecho, hacían que sintiera algo totalmente nuevo para mí hasta entonces. Después de que Margarita y su clítoris me indicaran que ya se habían corrido, tomé a Azucena. Ese fue otro polvo. Un señor polvo, pues mientras empujaba en el cuerpo de Azucena, sobre su cuerpo tumbado en la mesa, Margarita me dijo algo al oído. No la hice caso. Ella era una puta, sabía como hacer las cosas. Al menos tenía experiencia. Una experiencia de la que yo carecía.
El dedo corazón de la mano derecha de Margarita penetró en mi ano con cierto esfuerzo. Alcanzó mi próstata y allí, con mi polla dentro del coño rasurado de Azucena y el dedo visitador de la mano derecha de Margarita, sufrí la más violenta corrida que recuerde. Aquello fue el pasaporte y el adiós definitivo a mi furia. Al menos por el momento.
Entre las dos mujeres consiguieron que yo al fin, relajara mi vida después del tormento vivido aquella mañana. Me olvidé de la Sra. Zorra y del Sr. polla. Permanecimos en aquella habitación cuatro horas. Luego me fui con Azucena a su casa, donde permanezco aún. No soy tonto. Está buenísima, sabe follar y me gusta. Y es millonaria. Y aunque mi polla nada tiene que ver con la del Sr. Polla, aprecia que la llame Rubia Chanel num. 5 cuando me tiene dentro.
Por cierto, hemos puesto en nuestra vida sexual un objeto decorativo que usamos muy a menudo. Bola de Sebo. Esa coja tiene experiencia. Nos está enseñando cosas desconocidas por nosotros en lo referente al sexo. La porra negra la hemos sustituido por un buen vibrador. Esa coja me cae bien. Corrijo, nos caemos bien. Y nos entendemos pese a nuestro comienzo bestial. Y yo he comprado 100 palomas. Con el dinero de Rubia Chanel. Blancas. Pulúlan por el jardín de Azucena. No me dan problemas. Excepto una, que me persigue por todas partes y hasta que no me caga encima, no para. Un día de estos voy a tener una conversación muy seria con ella. Pero antes, compraré pipas de calabaza. Y eso amigos míos, es otra historia que les contaré en breve. No se pierdan la 3ª y última parte.
Coronelwinston
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