La zorra de mi oficina

Los problemas aconomicos me llevaron a aceptar una proposicion de mi jefe.

Lo que voy a contar es, básicamente el relato de cómo me he convertido en la zorra de mi oficina. Todo empezó hace aproximadamente diez años, durante el mes de diciembre. Yo trabajaba, y aun lo hago, en un despacho de abogados dedicado a la asesoría de empresas, como administrativa, junto a otros tres compañeros, y ese mes, concretamente el día treinta, acababa mi contrato. Este hecho, a mi no me preocupaba demasiado, ya que en los dos años que llevaba en la empresa, todos estaban contentos con mi trabajo, y había demostrado sobradamente mi valía, de manera que veía segura la renovación.

Sin embargo, no me esperaba lo que pasó, el día quince, nada más entrar, me llamo mi jefe a su despacho, y me empezó a hablar de lo mal que estaba el negocio, y cosas por el estilo, lo que de entrada me empezó a mosquear un poco, y al rato, cuando le dije que hablase claro, se confirmó lo que llevaba un rato sospechando, que no me renovarían el contrato alegando que el negocio no iba todo lo bien que debería, y que a pesar de ser la mas cualificada del bufete, también era la que menos antigüedad tenia, por lo que no podía evitar prescindir de mis servicios.

A mí, al oír aquello se me cayó el mundo encima, ya que poco antes nos habíamos metido en una deuda bastante grande, y solo con el sueldo de mi marido no podríamos hacer frente a la misma y al resto de gastos de la casa de ninguna de las maneras, ya que, por ejemplo, a principios de febrero teníamos que abonar un plazo de casi un millón de pesetas, y sin mi sueldo no llegábamos a esa cantidad.

Yo me quede sin saber que decir, y no pude evitar que se me saltaran las lagrimas, mientras mi jefe intentaba consolarme, sentándose junto a mí. Entre esfuerzos por contener las lagrimas, empecé a decirle que no podía hacerme eso, que yo haría cualquier cosa, pero que no podía dejarme en la calle. Cuando le dije esto, no me refería a lo que todos estáis pensando, sino que podía aceptar una rebaja de sueldo, trabajar más horas, quedarme sin vacaciones, y cosas por el estilo. Mi jefe me preguntó que a que me refería, y cuando se lo explique, me respondió que nada de eso era posible, pero que había una manera de no perder mi trabajo si de verdad estaba dispuesta a hacer cualquier cosa. Esta respuesta me sorprendió, y le pregunté a que se refería. Él me dijo que yo le había dicho "cualquier cosa", y que había una cosa que podía hacer que continuase en la empresa. Yo, sin darme cuenta aún de a lo que se refería, le pregunté que era, y su respuesta fue "acostándote conmigo"

Yo, a pesar de haber escuchado sus palabras, seguía sin comprender, y tuvo que repetírmelo, continuaría con el trabajo si me convertía en su amante, y aceptaba hacer cualquier cosa que me dijese sin protestar.

Cuando entendí lo que quería decir, mi primera intención fue cruzarle la cara de un guantazo, pero me contuve, y él siguió diciéndome que yo había dicho que haría cualquier cosa para no perder mi trabajo, y que lo conservaría si aceptaba convertirme en su juguete sexual. Yo le respondí si pensaba que yo era una puta, y su respuesta fue que sabía que no lo era, pero que conservaría el trabajo indefinidamente si me convertía en su puta particular.

Yo, medio aturdida, le dije que no sabía que responder, y él, levantándose, me dijo que lo consultara con la almohada, o con mi marido, si lo veía oportuno, y que le diese la respuesta al día siguiente, tras lo cual, me invitó a salir e irme a seguir trabajando.

Como podéis imaginar, el resto de la mañana no di pie con bola, pensando exclusivamente en lo que había pasado en el despacho, y en lo que se me venia encima, tanto si aceptaba como sí no.

Cuando esa tarde, después de comer le conté a mi marido lo que había pasado en el despacho, fue un autentico bombazo, y estuvimos hasta bastante tarde hablando del tema. Mi marido, desde un primer momento me dijo que no aceptase, que ya nos apañaríamos, pero que en definitiva, la decisión debía tomarla yo. Sin embargo, yo no lo tenía tan claro, y durante una buena parte de la noche estuve dándole vueltas a todo aquello, hasta que llegue a una conclusión. Por una parte mi marido siempre había tenido la fantasía de verme follar con otro hombre, algo a lo que yo me negué siempre, de manera, que si nos lo montábamos bien, no debía serle demasiado duro saber que yo me entregaba a otro. Y por otra parte, y lo más importante, el hecho de no aceptar la propuesta, y perder mi trabajo supondría para él tener que renunciar a lo que más ilusión le hacía en esta vida, recuperar, tras un montón de años de pleitos por cuestión de herencia, la que fue la casa de sus padres y abuelos, donde él se había criado desde que nació, y que por motivo de unas disputas familiares tuvo que abandonar al morir sus abuelos. Yo sabía lo importante que para él era recuperar aquella casa para nosotros y nuestros futuros hijos, y si él era capaz de renunciar a todo eso para evitar que yo pasara un mal trago, pensé que yo bien podía pasar por ese mal trago para que mi marido no tuviese que perder lo que había sido la ilusión de su vida, y algo por lo que había estado luchando un montón de años. De manera que al despertarnos para ir al trabajo, le comunique mi decisión y mis motivos. Su respuesta fue que hubiera preferido que no aceptara, pero que comprendía mis motivos, y que debíamos evitar que todo aquello nos afectara como pareja, permanecer juntos, y sobre todo, que yo no me guardase nada dentro, que compartiese con él todo y no le ocultara nada.

De esa manera me fui a trabajar, sin poder evitar pensar en lo que se me avecinaba, y como iba a cambiar mi vida desde aquel día.

Nada más llegar, mi jefe me llamó a su despacho, y me preguntó acerca de mi decisión, y cuando le dije que aceptaba, se sonrió, diciéndome que esperaba esa respuesta.

Yo, decidida, le pregunté que había que hacer, ya que quería saber a que atenerme en lo sucesivo, respondiendo él, que, de momento, sacarme las bragas.

Ese día me había vestido mas o menos como solía hacerlo a diario, con ropa interior corriente, pantys, y un traje de chaqueta y una blusa de lo mas normalito, en absoluto sexy o provocativo, ni nada parecido. De ésta manera, de pie en su despacho, frente a su mesa, me subí la falda lo justo para poder quitarme los pantys, y a continuación las bragas, dejándolas sobre su mesa tras bajarme antes la falda. De esa manera, nos quedamos mirándonos, yo, esperando a ver que seguía, y él, con cara de poca vergüenza, hasta que me dijo que me volviera a poner los pantys, cosa que hice, aunque para colocármelos bien, tuve que subir mi falda mas que antes, por lo que pudo verme con claridad el coño mientras lo hacia antes de bajarme la falda.

Tras un rato mirándome, me dijo que me quitase el sujetador, cosa que hice abriendo la chaqueta y la blusa lo indispensable, sin quitármelas, de manera que no me pudo ver los pechos. Cuando estuve de nuevo con la ropa abrochada, me dijo que ya podía marcharme a trabajar, y que desde ese momento, en adelante, tenía que ir a la oficina sin ropa interior.

Cuando volví a mi mesa, no sabia si mi jefe estaba sin saber que hacer, o si por el contrario tenia preparado algo mas duro, ya que lo que me había hecho hacer no era nada demasiado fuerte. Mis compañeros, por otra parte, no se dieron cuenta de la falta de mi ropa interior, ya que como he dicho, mi falda no era corta, y mis pechos son mas bien pequeños, y en esa época se mantenían suficientemente duros, por lo que con la blusa y la chaqueta no era apreciable a simple vista la falta del sujetador, a pesar de que mientras trabajaba, notaba como se movían libres bajo mi ropa.

Así estuve mas o menos hasta las doce, cuando me llamó mi jefe de nuevo al despacho. Nada más entrar, me dijo que ya era hora de que me ganase el sueldo, y que me quitase la chaqueta. Yo me giré para cerrar el pestillo de la puerta, pero él me dijo que lo dejase como estaba. Cuando me quite la prenda, me quedé de pie ante su mesa, y él, tras levantarse, estuvo dando vueltas alrededor de mí durante un rato, mirándome los pechos a través de la blusa, que aunque no era transparente, si dejaba traslucir un poco la oscuridad de mis pezones, ya que aunque, como he dicho, mis pechos son más bien pequeños, tengo las aureolas muy oscuras, y bastante grandes, y con un par de pezones gordísimos, y que se me marcan una barbaridad a través de la ropa. Después de recrearse mirándome, empezó a rozarme los pezones con los dedos, consiguiendo que se me erizaran y se marcaran una barbaridad a través de la blusa, para a continuación, desabrochármela, hasta dejarlos totalmente a la vista, acariciándomelos suavemente. Yo no podía dejar de pensar que en cualquier momento podía entrar alguno de mis compañeros, y verme así, con los pechos desnudos mientras mi jefe los tocaba. Cuando se cansó de acariciarme las tétas, me dijo que me pusiese bien la ropa y volviese al trabajo.

Como una hora antes de terminar la jornada, me volvió a llamar, y esta vez, dejando de nuevo el pestillo abierto, me hizo levantarme la falda hasta la cintura, recreándose un buen rato con la visión de mis piernas, mi culo, y mi coño solo cubierto por la tela del panty, que dicho sea de paso, era bastante transparente, por lo que pudo ver mi cuerpo bastante bien. Tras un tiempo mirándome, comenzó a tocarme los muslos y el culo, para al poco, acariciarme también el coño, siempre a través del panty, consiguiendo, muy a pesar mío, ponerme cachonda, y hacer que mi sexo empezara a segregar jugos, manchando la prenda, e incluso sus dedos. Después de un rato así, y de casi hacerme llegar al orgasmo acariciándome el coño, paro bruscamente, y me dijo que volviese a mi sitio.

Justo cuando me iba a marcha, al terminar la jornada, salió del despacho, y me dijo que no me marchase, que tenía que hacer un trabajo antes de irme, de manera que cuando mis compañeros salieron, me hizo entrar de nuevo al despacho, y esta vez me dijo que me desnudase por completo, excepto los pantys, y así, semidesnuda me hizo pasear por toda la oficina mientras me miraba, hasta que sentándose en el sofá que tenemos en la entrada para los clientes, me dijo que le sacase la polla y que se la mamase.

La verdad es que yo no me hice de rogar, ya que desde que decidí aceptar la propuesta, estaba mentalizada en hacer todo lo que me ordenase, fuera de mi gusto o no.

Cuando se la saqué, me quedé con la boca abierta por la sorpresa, ya que el muy cabrón gastaba una polla muy por encima de la media, de hecho era bastante más grande que la única que yo había visto hasta aquel momento, es decir, la de mi marido, que, aunque no la tiene precisamente pequeña, no se acercaba al tamaño de aquella monstruosidad ni por asomo. Antes de metérmela en la boca, se la cogí con una mano y empecé a masturbarlo, hasta que fui acercando mi boca poco a poco, cogiéndola con las dos manos mientras lo hacía. Me di cuenta de que incluso agarrándola con ambas manos, aun sobraba una buena porción. Aquello debía medir más de veinte centímetros, y en cuanto al grosor, ni siquiera con la mano podía abarcarla por completo. Ni siquiera en fotos o alguna que otra película porno que había visto con mi marido había visto algo como aquello. Cuando tras lamer un poco el capullo me la fui a meter en la boca, casi no me entraba. Realmente era algo increíble, y muy a pesar mío, cuando se la estaba mamando, empecé a pensar en lo que se sentiría con esa polla en el coño. Este pensamiento me hizo darme cuenta de que estaba realmente cachonda con todo lo que había estado haciendo esa mañana, ya que a pesar de que con mi marido, que es un morboso de cuidado, iba con relativa frecuencia sin ropa interior, no era la misma situación hacerlo junto a él cuando salimos que hacerlo en el trabajo y por orden de mi jefe.

Tras un rato bastante grande mamandosela se empezó a correr, me cogió por sorpresa, y cuando hice el intento de sacármela, me sujeto de la cabeza, de manera que toda su corrida me la echó directamente en la boca, teniéndome que tragar una parte, y el resto, cuando me la sacó, empezó a resbalar por mis labios, y antes de que pudiera limpiarme, el muy guarro, se me acercó y empezó a besarme, llenándose la boca de su propia corrida. Tras un rato sentado relajándose, me dijo que me vistiese, pero sin ponerme los pantys ni la blusa, y cuando lo hice me dijo que dejase el abrigo en la oficina y me marchase a casa únicamente con la falda y la chaqueta, y que recordase que desde ese momento tenía prohibido usar ropa interior para ir a trabajar.

Cuando salí a la calle, sintiendo el aire frió subiéndome pos las piernas, y con la chaqueta dejando un mas que generoso escote, que mostraba incluso una parte del pecho, me marche a la parada del autobús. Durante todo el trayecto me pude dar cuenta de cómo me miraban los tíos, sintiéndome cada vez más cachonda, pero lo mejor fue cuando llegue a mi casa y coincidí con mi marido justo en la puerta del bloque, y se me quedó mirando con cara de sátiro, y nada más entrar en casa, me preguntó acerca de lo que había pasado, ya que, según me dijo, a la vista de cómo salí de casa por la mañana, y de cómo había vuelto, algo había pasado. Antes de comer, se lo fui contando todo, dándome cuenta, de que, tanto él como yo, nos estábamos calentando con mi relato, para acabar metiendonos mano y follando en el sofá del salón.

A la mañana siguiente, me pensé mucho la ropa que debía ponerme, ya que aunque yo, al principio había pensado salir con ropa interior, y quitármela al llegar, antes de que mi jefe llegara, mi marido me convenció de que debía cumplir el pacto completamente, ya que él podía llegar antes que yo y al darse cuenta de que llegaba ropa interior, obligarme a hacer algo desagradable. De manera que escogí una ropa que no diera mucho el cante ante la falta de sujetador y braga, poniéndome un traje de chaqueta con poco escote y con la falda justo por encima de las rodillas.

Nada más llegar mi jefe a la oficina, me llamó a su despacho, y me ordenó quitarme la chaqueta, la blusa, y levantarme la falda para comprobar si había cumplido la orden.

Durante esa mañana, me metió mano todo lo que le apeteció, y cuando mis compañeros se marcharon, volvió a hacerme que le comiese la polla, y esta vez se quitó los pantalones por completo, comprobando que los cojones eran un par de bolas enormes, a juego con el tamaño del péne, y que además tenia toda la entrepierna completamente afeitada, desde el pubis hasta el ano, y como él no es nada velludo, quedaba realmente atractivo.

Para no alargar demasiado el relato, durante un par de semanas, la cosa fue mas o menos igual, sin que llegara a follarme, algo que a esas alturas, yo estaba casi deseando que hiciera, tras haber mamado y masturbado aquel pollón a diario. Quien si me follaba todos los días era mi marido, tras calentarnos mutuamente al llegar a casa y contarle mis actividades extramaritales de aquel día.

Un lunes en enero, nada más llegar, me llamó, como siempre, a su despacho, y me dijo que ya iba siendo hora de que usase ropa más atrevida, que de las faldas largas, que me fuera olvidando, que a partir de ese día usaría minifaldas, y que para estar en la oficina, o bien usaba blusas, o chaquetas más escotadas de las que estaba usando, y como siempre, sin nada debajo. También me dijo que ese día no trabajaría en la oficina, que tenía que ir a un sitio, y que fuese sin abrigo. Cuando le pregunté para que, me dio una dirección y que al llegar preguntase por

Adela. De manera que salí, y cogiendo un taxi con el dinero que me dio, me marche a la dirección, resultando ser un gabinete de estética, y por la pinta, de alto nivel, y tras preguntar por la tal Adela, me hizo pasar, y tras hacerme desnudar por completo y ponerme una bata, comenzaron a aplicarme un tratamiento de belleza completo, que me tuvo allí la mayor parte de la mañana. El tratamiento incluía el depilarme totalmente el cuerpo, incluida la entrepierna, y me dejaron el coño como el de una cría, sin un solo pelo. Mientras me lo hacía yo, no podía dejar de pensar en mi marido, ya que una de sus fantasías era que me hiciese aquello, pero yo únicamente le di el capricho una vez, y le dije que no pensaba afeitarme el coño nunca más, y sin embargo, ahora estaba dejando que una mujer me lo hiciera siguiendo ordenes de mi amante. Realmente era una situación extraña.

Cuando terminaron conmigo, Adela me dio una nota de mi jefe indicándome otra dirección a la que debía dirigirme a recoger un paquete. Cuando llegue, era una pequeña boutique, y nada más decir de parte de quien venía, me dieron una nota que decía que me vistiese con la ropa que me diesen, y que él me esperaba en una conocida cafetería cercana a la oficina. Yo cogí el paquete que me entregaron, entré en uno de los probadores, me desnude, y abrí el paquete. Casi me dá algo. Yo nunca me había puesto algo como aquello, y cuando termine de vestirme, me quedé como traspuesta mirándome al espejo. Tarde una barbaridad en salir, pensé, incluso en no hacer caso a la nota. No podía salir a la calle con aquella ropa y que todo el mundo me viese. Pero mientras miraba mi imagen reflejada en el espejo pensé que si me estaba portando como una puta, no pasaría nada por parecerlo. Pensé en mi marido, y seguro que a él le gustaría verme llegar a casa con aquello puesto, de manera que me arme de valor, guardé mi ropa en una bolsa, y salí del probador mientras la dependienta no me quitaba ojo de encima, y sin decirle nada, salí a la cale y me dirigí a la cafetería.

Mientras caminaba por la calle, podía sentir como todo el mundo me miraba. Y no era para menos, ya que lo que llevaba puesto era una verdadera pasada. Cuando abrí la bolsa me encontré unos pantys negros de rejilla con la entrepierna abierta, y un conjunto de falda y chaqueta de color rojo. Pero que conjunto. La chaqueta, era muy corta, y se cerraba solo con dos botones, formando un escote increíble, que dejaba bien a la vista la mayor parte del pecho, llegándoseme a ver incluso las aureolas y los pezones al hacer un movimiento un poco más brusco de la cuenta. Y en cuanto a la falda, ni siquiera se podía calificar de minifalda, micro falda es el apelativo que mejor le cuadraba, era la mini más mini que yo había visto nunca, ya que me llegaba unos tres o cuatro centímetros por debajo del culo, y con una abertura a cala lado que subía casi hasta la cinturilla, por lo que además de enseñar totalmente las piernas dada su escasa longitud, con las aberturas se me veían los muslos en su totalidad. Para mas inri, el contraste entre el color rojo de ambas prendas con la rejilla negra que me cubría las piernas, resultaba de lo más provocativo, llamando una barbaridad la atención.

Cuando llegue a las inmediaciones de la cafetería, para lo cual tuve que dar un rodeo, pues el camino más directo pasaba justo por delante del edificio donde estaba mi oficina, dudé en entrar, ya que el sitio era frecuentado por gente de los alrededores que me conocían, pero de todas maneras, ya era la hora a la que me había citado mi jefe, y allí fuera llamaba más la atención, por lo que me decidí y entré.

Casi de inmediato, todo el mundo se me quedó mirando, por lo que al no ver a mi jefe en el local, decidí ir a la barra, situándome en una zona que formaba una L, y donde no podían verme entera desde ninguna mesa. Allí esperé a mi jefe tomándome un café, aunque debería haberme tomado un coñac o algo así para tranquilizarme algo. Cuando mi jefe llegó, a los veinte minuto más o menos, se dirigió hacia mí, y tras situarse a mi lado, pidió otro café, y me dijo que estaba preciosa así vestida, que aquello era precisamente lo que a él le gustaba.

Yo respondí que estaba un poco cortada, diciendo él que me fuera acostumbrando, pues aquella ropa era discreta para lo que me esperaba más adelante. Mientras se tomaba el café, me dijo que me levantase la falda para ver como había quedado. Yo, miré hacia los lados y comprobé que no me vería nadie, de forma que me subí un poco la falda, diciéndome él que no me veía bien, que me la remangase hasta la cintura, y eso hice, quedándome durante un buen rato en un lugar publico con la faldita remangada a la cintura y mi culo y mi depilado coño totalmente al aire. Bueno, a verdad es que al aire estuvo poco, ya que él me lo empezó a tocar, diciéndome mientras lo hacía lo suave que había quedado, y al poco, se puso a masturbarme, acariciándome el clítoris, para pasar al poco a introducirme un dedo en el coño, primero suavemente, para poco a poco ir aumentando el ritmo, llegando a meterme tres dedos, follandome con ellos, hasta hacerme llegar a un orgasmo, que a duras penas pude disimular, y creo que aunque nadie podía vernos directamente, por sus movimientos y la cara que debí poner, la mayoría de los clientes debió pensar que algo estaba pasando, ya que cuando me recupere un poco, vi las caras de algunos de ellos, que seguían mirando hacia donde estábamos, y por sus expresiones, parecía mas que estaban en un cine porno que en una cafetería.

Después de esto me dijo que quería verme las tétas, y que me abriera un poco la chaqueta, y a pesar de que aparte de mi jefe, me iba a ver bastante gente, eche los hombros un poco hacia atrás, dejando que la chaqueta se abriera lo bastante como para que por el escote pudiera verme los pezones. Así estuve un rato, hasta que me dijo que nos marchábamos.

Yo, por la hora, pensé que volvíamos a la oficina, ya que el resto de los compañeros ya debían haberse marchado, pero al salir de la cafetería me hizo entrar en su coche, donde, nada más entrar, dijo que me desabrochase la chaqueta, dejando mis tétas completamente a la vista, y por abajo, la cosa no iba mejor, ya que la falda dejaba ver mis muslos hasta las ingles. De ésta manera, expuesta a las miradas de la gente, nos marchamos a la zona de la Cartuja, concretamente a Puerta Triana, deteniéndose en los aparcamientos, en una zona en esa apoca casi en desuso, y donde se reunía el personal para hacer botellonas, y también frecuentada por parejas para darse el lote. El caso, era que a aquella hora, el sitio estaba vacío, y nada más llegar, nos cambiamos a los asientos traseros, y sacándose la poya, me dijo que me quitase la falda y la chaqueta, y le hiciese una mamada. La verdad es que era bastante morboso estar dentro de un coche aparcado en la calle en pleno día vestida solo con unas medias y mamándole la poya a mi jefe.

Tras un buen rato trabajándosela sin que se corriera, me dijo que parase, que ya iba siendo hora de metérmela, y la verdad es que el muy cabrón tenía razón, ya que yo, muy a mi pesar, estaba deseando que me follase con aquel pedazo de poya, en vez de hacer que se la chupara a diario, y el hecho de que lo fuera a hacer, no en el despacho, sino dentro de su coche, y en la vía publica, añadía un montón de morbo al asunto. De ésta manera me senté sobre su pollón, sintiendo como poco a poco aquella enormidad me iba entrando, hasta que me la metí por completo, sintiéndome por primera vez en mi vida llena. Nunca antes había sentido nada de aquel tamaño y grosor dentro de mí, ya que, aunque mi marido no es precisamente un pichacorta, no lo igualaba.

Después de unos instantes sin moverme, solo sintiéndolo dentro de mí, comencé a cabalgarle, primero lentamente, para sentir mejor como entraba y salía, y como mi vagina se adecuaba al tamaño, para al poco empezar con un metesaca furioso durante un montón de tiempo, sin que mi jefe se corriera, ya que, como había observado durante todas las veces que se la había mamado, el tío tenía un aguante increíble. De ésta manera conseguí tener dos orgasmos realmente brutales antes de que el se corriese. Cuando me recuperaba del segundo, aprovechó que me quedé quieta, para sacársela, y decirme que saliera del coche, lo que hice sin perder tiempo, importándome un carajo si alguien me veía, y tras colocarme tumbada de espaldas sobre el capo del coche, me la metió y comenzó con la follada más salvaje que nunca había tenido, sintiendo como me entraba por completo, y como los huevos me golpeaban los cachetes del culo. De ésta manera estuvo dándome unos embites brutales, que casi me hacen perder el conocimiento, hasta que con un gruñido se corrió dentro de mí, dejándome desmadejada sobre el capo del coche, mientras sentía como se empequeñecía dentro de mi coño. Solo en esos momentos me dio por mirar alrededor, comprobando que no había nadie cerca, aunque los coches que pasaban por la avenida podían ver claramente lo que hacíamos con solo mirar hacia donde estábamos. Después, volvimos a entrar en el coche, y sin dejarme vestir, nos marchamos, acercándome a mi casa. Todo el trayecto lo hice desnuda por completo, a pesar de ser de día y haber bastante trafico, por lo que muchísima gente, tanto desde las aceras como desde los otros coches me pudieron ver. Solo cuando legamos a la puerta de mi casa y aparcar, me dejo vestirme. Por fortuna, allí nadie me vio. Cuando abrí la puerta de mi casa, mi marido alucinó viéndome vestida con aquella ropa de puta, y aún alucinó más cuando le conté todo lo que había pasado durante aquella mañana y como me había follado mi jefe. Tan caliente se puso, que esa tarde llevó a las niñas con mis padres, y me hizo ponerme la misma ropa, marchándonos a continuación a dar una vuelta y exhibirme con aquella pinta de fulana. Cuando volvimos, echamos un par de polvos increíble, no sin antes llevarse casi una hora comiéndome el coño, ya que, como he dicho, el que me lo afeitara era una de sus fantasías

A la mañana siguiente, seguí las instrucciones de mi jefe de vestirme más provocativa para ir a trabajar, y me puse una falda más bien corta, aunque no mini, y la chaqueta del día anterior, aunque con una blusa blanca debajo, de forma que con el escote que formaba, era evidente la ausencia de sujetador, ya que se transparentaban sin problemas mis pezones. Esto hizo que mis compañeros estuvieran toda la mañana pendiente de mis pechos, cosa que me calentó bastante, sobre todo por que mi jefe no siguió su costumbre de meterme mano, y ese día ni me tocó. Cuando terminé de trabajar estaba realmente cachonda, y cuando iba a marcharme, decidí que ese día iba a montar un poco el numerito en el autobús camino de casa. Lo primero que hice fue sacarme la blusa, dejándome solo la chaqueta, mostrando el pecho casi por completo, incluso parte de las aureolas. Mientras me miraba en el espejo del servicio, me di cuenta que la falda no acompañaba en lo más mínimo a la chaqueta, y me la remangué por la cintura cejándola muy corta, pero no me quedaba nada bien, ya que a la altura de la cintura se notaba el bulto que formaba la tela, y tuve una idea al recordar algo que tenía en el cajón de mi mesa para las emergencias. Yo que guardaba eran unos pantys que ya no solía usar y que habían estado de moda un par de años antes, unos muy tupidos y brillantes, y que casi parecían más unas mallas que unos pantys, y pensé en como me quedarían con la chaqueta. Cuando los saque del cajón, comprobé que no estaban estropeados, y en vez de marcharme al servicio a ponérmelos, aproveche que estaba sola en la oficina para hacerlo en mi mesa, de manera que me quite la falda y me los puse. Cuando me vi en el espejo, como imaginé, el resultado era espectacular, ya que al ser corta la chaqueta, no llegaba a cubrirme el culo, y los pantys, que ya tenían un tiempo, y yo había engordado un poco, me quedaban bastante ceñidos. De hecho, con la chaqueta y los pantys, tenía una pinta de fulana increíble, con los pechos a la vista, aureolas incluidas, con el culo muy marcado, y la costura de la entrepierna totalmente clavada en la raja del coño, notándose una barbaridad que no llevaba bragas debajo de la prenda. Tras un rato recreándome con lo que veía reflejado en el espejo, salí del baño, guardé mi falda en el bolso, me lo colgué del hombro, y me dirigí a la parada del autobús.

Durante el rato que estuve esperando que llegase, fui el centro de todas las miradas, tanto de la gente que esperaba conmigo, como de los que pasaban por la calle y me veían con aquella pinta de golfa. Pero sin duda, lo mejor fue al entrar al autobús, ya que a aquella hora es normal que vaya bastante lleno, y eso fue lo que ocurrió, venia casi completo, y me tuve que quedar de pie en el centro del pasillo aprisionada por la gente. Durante el trayecto, paso algo que era lógico, y en lo que yo no había pensado. Mi idea era exhibirme, pero con aquella vestimenta de zorra, y el autobús a reventar de gente, al poco de iniciar la marcha, sentí como la mano de alguno de los que esta pegado a mí, empezó a acariciarme la pierna, para poco a poco ir subiendo por ella hasta tocarme el culo. Si os digo la verdad, aquello me cogió por sorpresa, ya que como he dicho, mi intención no había sido esa, pero ya era demasiado tarde para hacer nada, de manera que me dejé tocar, lo que hizo que los demás se dieran cuenta, y al poco, otra mano subía por la parte delantera de mi muslo, para llegar, casi sin preámbulos hasta el mismísimo coño, practicamente haciéndome una paja, ya que lo que me esta haciendo no eran caricias, era una paja en toda regla.

Cuando miré hacia abajo para intentar ver quien me lo esta haciendo de aquella manera, pude ver como por la postura que había tenido que adoptar para agarrarme a la barra, tenia la chaqueta abierta, sin que la prenda cubriera absolutamente nada, dejándome al aire mis tétas por completo. Esto hizo que el que estaba frente a mí, que se había dado cuenta como el de su derecha me tocaba el coño se envalentonara al ver que yo no protestaba, y con una mano comenzó a acariciármelas, centrándose en los pezones, que como ya explique, tengo enormes, pellizcándomelos y apretándolos hasta casi hacerme daño. Y este tratamiento, junto con el sobe que me estaban dando en el culo y el coño, me tenían como un volcán a punto de explotar, sobre todo cuando me di cuenta como el de las tétas me desabrocho los dos botones, dejándomela completamente abierta, y el otro intentaba meter su mano dentro de los pantys, y al resultarle complicado por lo ceñido que me quedaba, optó por lo más sencillo, agarrarlo por los laterales, y de un tirón, bajármelos hasta medio muslo, dejando mi cuerpo a disposición de los que me rodeaban, que no perdieron la oportunidad que se les brindaba, sintiéndome durante un rato sobada y manoseada por completo. Como podeís imaginar, yo estaba disfrutando como una cerda con todo aquello, hasta que al poco, noté como por detrás me estaban refregando algo duro contra el culo. Podía sentir como la polla del que estaba detrás, poco a poco se iba abriendo camino entre mis nalgas, hasta llegar al mismísimo coño. Y aunque por la postura no podía hacer nada más que frotar la cabeza contra la entrada de mi coño, sin llegar a penetrarme, las sensaciones que me estaba dando mientras el otro me acariciaba el clítoris me hizo tener un orgasmo que a duras penas pude sofocar sin hacer ruido, aunque la verdad es que poco hubiese importado, ya que todo el mundo se estaba dando cuenta de lo que pasaba. Cuando aún casi no me había recuperado del orgasmo, sentí como se corría contra mi cuerpo, y practicamente a continuación, el que me estaba sobando las tétas, empujó un poco al que me estaba masturbando, y se acercó más a mí, notando inmediatamente como una gorda y dura polla pugnaba por entrar en mi vagina. Yo misma me sorprendí al abrir las piernas y echar un poco el cuerpo hacia atrás, hasta que el tío me la metió. Durante unos instantes se quedó quieto, pero aprovechó los meneos del autobús para empezar a follarme sin el menor disimulo, allí, en medio de un autobús lleno de gente, mientras el resto de sobaba descaradamente. Cuando al rato el tío se corrió, lo hizo dentro de mí, y cuando la sacó, se puso a limpiársela frotándola contra mi vientre, pringándome toda. En aquel momento, tome consciencia de lo que estaba haciendo, y aproveché para abrocharme la chaqueta y subirme los pantys como buenamente pude, y bajarme en la primera parada.

Estaba relativamente cerca de mi casa, pero aún tenia que andar un trecho, y mientras lo hacía notaba como me chorreaba el semen de ambos tíos por le entrepierna, dejando una visible mancha en los pantys, pero estaba tan cachonda y excitada por lo que acababa de pasar, que realmente me importaba un carajo que la gente lo viera, porque durante el trayecto seguí siendo el centro de atención de toda la gente con quien me cruzaba.

Cuando llegue a mi casa, y mi marido me abrió la puerta, se quedó estupefacto al verme de aquella manera, y más aun cuando le conté lo que había pasado. Entonces, me bajo los pantys, comprobando como estaba toda pringada del semen de los dos tíos. Sin decir nada, me cogió de la mano y me levó a nuestra cama, donde me tumbó y se puso a comerme el coño como una fiera, sin importarle el hecho de que estaba limpiando el semen de dos desconocidos, para a continuación follarme como una verdadera bestia, haciéndome tener un par de orgasmos brutales. Cuando nos recuperamos del polvazo, le dije que si el hecho de saber que acababan de follarme dos desconocidos en publico lo ponía de aquella manera, lo iba a repetir con frecuencia. Él me respondió que lo estaba deseando, pero que la próxima vez quería estar viéndolo.

Para no alargar demasiado la historia, os contaré que de esta manera, y poco a poco, me fui convirtiendo en una verdadera zorra, dejándome follar por mi jefe cada vez que él quería, con el consentimiento de mi marido, y poco a poco, mi vestuario fue cambiando, siendo cada vez mas provocador y cañero, tanto para ir al trabajo, como en mi vida privada, lo que hizo que me convirtiese en la comidilla de todo el mundo, tanto en mi barrio como entre mis compañeros, que acabaron por darse cuenta de las movidas que me montaba con mi jefe, ya que por ejemplo, una mañana, uno de ellos entró por sorpresa en el despacho, y pudo verme con la mini remangada hasta la cintura haciéndole una mamada. Cuando el jefe se dio cuenta de su presencia, le dijo que volviese dentro de un rato, que estaba ocupado. Cuando salí del despacho y volví a mi mesa a seguir trabajando, por las miradas que el resto de ellos me echaron, me di cuenta que les había contado lo que vio, por lo que desde entonces deje de tener cuidado como antes, y mi jefe mucho menos, llegando a meterme mano delante de ellos incluso. Esto hizo que me sintiese más relajada con mi vestuario en la oficina, por ejemplo, a la hora de sentarme o de agacharme a buscar algo en los archivadores, por lo que la mayor parte del tiempo me pueden ver los pechos e incluso el coño. Aunque ninguno de ellos ha intentado nada conmigo, ni siquiera un comentario. Me imagino que deben pensar que al estar liada con el jefe no deben hacerlo, aunque lo que no se les pasa por la cabeza es que ni mi jefe ni yo pondríamos reparo alguno que me follasen ellos también.

Lo mejor de todo esto, aparte del hecho que siempre voy bien servida de polla, tanto por mi marido como por mi jefe, como esporádicamente con algún desconocido, son las movidas que tanto uno como otro se montan conmigo, y las cosas que, en cierta manera, me han obligado a hacer, sobre todo mi jefe.

Por ejemplo, cuando me empezó a crecer de nuevo el vello púbico, me dijo que aquello había que solucionarlo de una vez por todas, y una mañana me mandó a la misma dirección donde me aplicaron el primer tratamiento, pero esta vez había dado ordenes que me aplicasen a una depilación por láser, de forma que tras bastantes sesiones, que él pagó, evidentemente, no tengo que volver a depilarme ninguna parte de mi cuerpo. Esto está bien para las piernas o las axilas, pero el tratamiento incluía mi sexo, de manera que ahora, y de forma definitiva, carezco totalmente de vello en mi entrepierna. Otra cosa que se le ocurrió, fue que me hiciese un piercing en los pezones, algo muy poco frecuente en aquella época, y que aparte de no hacerme ni la menor gracia, resultó bastante doloroso y molesto, sobre todo al principio, ya que ahora estoy totalmente acostumbrada a llevar en mis pezones un par de pequeños aros de oro, y cuando se me transparentan a través de la ropa, o me lo ven directamente, resulta bastante provocativo. Mi marido, mientras tanto, no solo no protestaba, sino que, incluso aplaudía todas éstas cosas, gustándole sobre todo lo de la depilación.

Algo a lo que le e ido cogiendo el gusto poco a poco es a exhibirme en plan descarado, unas veces con mi marido, y otras con mi jefe, aunque es este ultimo el que monta las historias mas duras, como por ejemplo, cuando llego el buen tiempo, me empezó a regalar vestidos de verano muy ligeros, con transparencias, de gasa, con aberturas, y cosas por el estilo, de forma que la ausencia de ropa interior con ellos es evidente en cualquier momento, pero los que mas le gustan son los que se abotonan por delante, ya que con ellos siempre me hace dejar abiertos varios botones, tanto por arriba, para mostrar un buen escote, como por la parte inferior, para que al andar se me vean los muslos. Y cuando me los pongo, y voy con el a algún sitio en su coche, nada mas subirme, me hace desabrochármelo por completo, aunque estemos dentro de la ciudad, de manera que durante el trayecto este mostrando mi cuerpo a transeúntes y ocupantes de los demás coches. Y aunque las primeras veces me dio un poco de corte, termine por acostumbrarme, y cada vez que monto con él en su coche, lo hago sin que tenga que decírmelo.

Y en cuanto salimos de Sevilla, me hace desnudar por completo, habiendo ido con el en bastantes ocasiones totalmente desnuda. Incluso en una ocasión, paro en una gasolinera a repostar sin dejar que me cubriese, por lo que estuve todo el tiempo mientras el gasolinero llenaba el deposito con mi cuerpo expuesto a sus miradas, bueno y a las de los ocupantes de otro coche que estaba al lado del nuestro.

Una mañana, en la que tuvo que salir del despacho, nada mas volver, me llamo para que le hiciera una mamada, algo que había visto lo había puesto cachondo, y mientras yo me aplicaba en lamer su pene, me contó que cuando pasaba por la Plaza Nueva, vio como venia de frente una chica como de veintipocos años y con pinta de yonqui, vestida solo con unos pantalones vaqueros muy sucios y rotos, es decir, desnuda de cintura para arriba, y como de esa manera, cruzo toda la calle y entro en el edificio del Ayuntamiento.

Mientras se la mamaba, me empezó a comentar que se le estaba ocurriendo que yo hiciera algo así. Cuando lo escuche casi me atraganto, y sacándomela de la boca, le dije que estaba loco, que una cosa era andar por ahí ligera de ropa aunque se me viese todo, o desnuda dentro del coche, y otra muy distinta andar por la calle en pelotas delante de todo el mundo. Pero al ver que no me agradaba su idea, decidió llevarla a la practica inmediatamente, de manera que me dijo que esa tarde volviera al despacho con la ropa que llevaba puesta y que lo haríamos.

Cuando a la hora de comer, se lo dije a mi marido, me dijo que mi jefe estaba mas loco que él, y que la idea ya se le había pasado por la cabeza hacia algún tiempo, pero la había descartado por considerarla demasiado atrevida y peligrosa, pero no puso ninguna objeción a lo que preparaba mi jefe, lo único que me dijo fue que nada mas llegar se lo contara todo.

Ante esto, solo podía hacer una cosa, volverme al despacho, vestida con la misma ropa, como me dijo mi jefe, una mini negra y una blusa blanca que traslucían mis pezones. Nada mas entrar, me dijo que lo acompañase, y salimos, montándonos en su coche, dirigiéndonos a un polígono industrial de las afueras, donde, por la hora, no había practicamente nadie, y me dijo que para probar, aquel sitio era perfecto, de forma que me ordeno salir del coche, y quitarme la blusa. Tras tenerme un buen rato de pie, al lado del coche con la prenda en la mano, me dijo que fuese andando por la calle hasta llegar a la esquina y que allí me volviese de nuevo hacia el coche.

Yo le pregunte que hacia sí me cruzaba con alguien, y me respondió que nada, que siguiese andando tal cual.

De esta forma, empecé a andar por la calle, tremendamente cortada y con un poco de miedo de cruzarme con alguien. Pero esto no paso, así que llegue a la esquina, y regrese de nuevo al coche donde me esperaba mi jefe con la polla fuera del pantalón masturbándose tranquilamente.

Yo le pregunte que le había parecido, respondiendo que algo tremendamente erótico y que me pusiese la blusa, que nos marchábamos a otro lado donde me pudiesen ver.

De allí nos marchamos a la zona del Prado de San Sebastián, a un parque que habían inaugurado recientemente en la zona donde antiguamente instalaban la Feria. Desde luego si la intención era mostrarme totalmente desnuda había escogido bien, ya que ese parque esta justo en el centro del cuadrado que forman el edificio de los Juzgados y la Estación de Autobuses, por un lado, la Universidad en otro, y la zona de la Plaza de España y el Parque de Maria Luisa en el tercero, una zona bastante concurrida. Cuando llegamos, paro al lado del parque, y me hizo bajar diciéndome que el iba a aparcar al otro lado del parque y se iba a situar en aquella zona, que esperase quince minutos para darle el tiempo necesario, y que una vez pasado ese tiempo, hiciese lo mismo que en la zona industrial, que me quitase la blusa, y que con ella en la mano me fuese andando hacia donde el estaba esperándome. Esos quince minutos se me hicieron eternos, no hacia mas que mirar para comprobar si había gente en el parque, y aunque pocos, si que había, casi todos con pinta de turistas, y los típicos vejetes. Cuando pasaron los quinde minutos, respire hondo, me saque la blusa, y me lance a cruzar despacio el parque, como me había ordenado mi jefe. Mientras lo hacia, me cruce con varias personas que se me quedaron mirando con caras de asombro, sin duda debieron pensar que debía ser una loca o algo por el estilo. La verdad es que la situación me estaba calentando, y cuando cruzaba la parte central, pude ver a mi jefe sentado en un banco, desde donde había podido verme todo el rato. Me acerque a él, e hice ademán de ponerme la blusa, deteniéndome él con un gesto mientras me decía que no lo hiciera, que ya me la pondría en el coche. Así, a su lado y con medio cuerpo desnudo terminamos de cruzar el parque, y salimos a la avenida de Portugal, enfrente del edificio de la Plaza de España, y al no ver el coche, y preguntarle, me señalo al final de la avenida, para llegar al coche y poder cubrir mi desnudez, tendría que andar como unos doscientos metros por una acera en la que había varias paradas de autobuses, con gente esperando, aparte de bastantes otras personas andando por la misma.

Durante el trayecto por esa acera, un montón de gente pudo verme andando tan tranquila solo cubierta por la minifalda, mientras mi jefe caminaba unos metros por detrás de mi. Evidentemente, todo el mundo con quien me cruzaba se paraba o se giraba a verme, y los de las paradas de autobús, se asomaban a verme pasar, aunque curiosamente, nadie dijo ni hizo nada.

Aquella situación ma puso como una moto, y cuando llegamos al coche le dije a mi jefe que nos marchásemos al despacho a follar, pero él me dijo que no, que seguiríamos un rato mas, de manera que volvimos a entrar en el parque, y nos sentamos al sol en una zona no demasiado apartada, donde nos podrían ver bien. Allí me volvió a decir que me quitase la blusa, y me hizo estar con las tétas bien expuestas a la vista un buen rato, dejándolas ver bien por todo el que pasaba cerca.

En un momento dado, mi jefe me pregunto que me parecía si me quitaba la falda, respondiéndole, que estaba loco, que no me podía quedar en pelotas en plena calle, respondiéndome, que ya había estado enseñando las tétas y no había pasado nada, que ahora tocaba enseñar lo demás.

De esta forma, me desabroche la falda, y me la saque, quedándome completamente desnuda, sentada en un banco del parque mientras la gente me miraba.

Al principio mantuve las piernas cruzadas, con lo que a pesar de ser evidente mi desnudez, no se me podía ver el coño, pero al poco, mi jefe, aprovechando que se acercaban un par de parejas de turistas, me dijo que las descruzase y las mantuviese lo mas abiertas posible, para que me pudiesen ver bien.

Cuando pasaron cerca de nosotros, se me quedaron mirando sin dar crédito a lo que veían. Tras un buen rato así, durante el cual me pudo ver un montón de gente, mi jefe me dijo que se iba al coche a esperarme, que cuando escuchase el claxon, me levantase y fuera con él. Lo que no me dijo era que se llevaba mi ropa, y así lo vi irse andando despacio con mi falda y mi blusa dejándome totalmente sola, y totalmente desnuda en el banco.

El tiempo que tarde en escuchar el claxon del coche no se cuanto seria, pero se me hizo eterno, y durante ese tiempo, varias personas pasaron cerca de mi, recreándose con la vision de mi desnudo cuerpo. Incluso un tio llego a sentarse en el mismo banco sin dejar de mirarme , aunque ni hizo, ni dijo nada.

Cuando escuche el aviso, totalmente desnuda como estaba, me levante y salí del parque a la avenida, volviendo a pasar por delante de bastante gente hasta que llegue al coche y entre dentro, y desnuda como estaba, nos marchamos al despacho

Durante todo el trayecto no dejo de meterme mano, y hasta estar cerca del despacho, no le dije de vestirme, pero el muy cabron solo me dejo ponerme la blusa, de manera que tras aparcar en la puerta del edificio, tuve que salir del coche con esa única prenda, que me llegaba a la altura de las caderas, mostrando en el trayecto del coche al edificio mi culo y mi coño a todos los que estaban en ese momento en la calle. Así me hizo subir hasta el despacho, afortunadamente sin cruzarnos con nadie, ya que allí dentro me hubieran reconocido.

Nada mas entrar, me llevo a su despacho donde me echo un polvo de campeonato, igual que el que me echo mi marido cuando al regresar a casa le conté la movida de esa tarde.

El viernes me dijo que ese fin de semana le apetecía salir conmigo a tomar algo de noche, de manera que quedaríamos en la oficina el sábado a las once de la noche, añadiendo que no me preocupase de la ropa, que él se encargaría de llevarla. Así que me fui a la oficina vestida normal, y cuando apareció, y me enseño lo que había preparado, me di cuenta que la noche seria de aupa, ya que el vestuario que tenia preparado consistía en un sujetador negro de tipo bacón, de los que solo tiene tela por la parte inferior, y que dejaba al aire casi todo el pecho, incluyendo las aureolas y los pezones, y un tanga minúsculo con los laterales y la trasera de tirilla, y la delantera un triangulito de tela pequeñísimo y con tejido de red.

Y para ponerme encima, un vestido que mas parecía un salto de cama, negro, de gasa transparente, con tirantes finos y que solo llegaba un poco por debajo del culo, pero con dos aberturas laterales que llegaban hasta las caderas.

Con esa pinta nos fuimos a varios locales de moda, donde, evidentemente, fui el centro de atención, al ir practicamente desnuda.

Pero lo mejor de la noche, fue cuando en el ultimo, nos encontramos a un par de amigos suyos, y cuando me presento, no se corto ni un pelo, y lo hizo diciendo que era su secretaria, y su putita particular.

Evidentemente, a los dos amigos, al escuchar esto se les pusieron los ojos como platos, y más aun cuando les explico como me follaba donde y cuando quería, y que yo era una zorra caliente que hacia cualquier cosa que me ordenase.

Ellos, le dijeron que no le creían, que era un fantasma, pero mi jefe me ordeno que me marchase al servicio y que volviese sin ropa interior.

Y eso hice, cuando volvía a la zona donde estábamos, pude ver como me miraba todo el mundo, ya que el vestido transparente no dejaba absolutamente nada a la imaginación, mostrando mi cuerpo sin tapujos.

Al sentarme de nuevo a su lado, les dijo que ya lo estaban comprobando, que yo hacia cualquier cosa que me ordenase, y para demostrárselo, les dijo que no se cortasen y que me tocasen, que yo me dejaría hacer de todo.

Un ofrecimiento como este, evidentemente no iban a desaprovecharlo, y uno de ellos me empezó a tocar las tétas por encima del vestido, hasta acabar por bajarme la parte superior del mismo, mientras el otro me tocaba el coño.

Para no extenderme demasiado en esta parte del relato, os diré que al final acabamos los cuatro en el parquing, dentro del coche de uno de ellos, donde me quitaron el vestidito, y se las mame a los tres, para acabar follandome por turnos, mientras la gente iba y venia alrededor del coche, dándose cuenta perfectamente de lo que pasaba dentro.

Cuando terminábamos, mi jefe les dijo si les apetecía verme pasear desnuda por la calle, algo que volvió a encender los ánimos de los amigos, y así, sin dejarme vestir, nos marchamos los cuatro en el coche en dirección al centro, paro cuando pasábamos por la zona de la Avenida de la Raza, un sitio cercano al puerto, y donde casi no hay viviendas, solo almacenes y naves, mi jefe tuvo otra idea, dio media vuelta, y me hizo bajar, diciéndome que ellos esperarían al final de la avenida, como a un kilómetro mas o menos.

Yo, vi alejarse al coche, dejándome completamente desnuda allí, y tuve que empezar a andar hacia donde me esperarían, intentando ocultarme en lo posible de los coches que pasaban, para lo que ayudaba la semioscuridad de la zona, pero cuando ya estaba muy cerca del coche, y a la vista de ellos, pasaron tres chavales en moto, y me vieron dando la vuelta y acercándose a mi. Os podeís imaginar la situación, me dijeron de todo, y al ver que no respondía ni parecía haber nadie mas cerca, se envalentonaron, y se bajaron de las motos, comenzando a andar a mi lado tocando.

Yo, desde lejos, podía ver a mi jefe y sus amigotes semiescondidos, pero sin perderse detalle y haciéndome señas de que me follara a los chavales, por lo que me detuve, y claramente, les dije que estaba cachonda y quería follar, que a que estaban esperando.

La respuesta de los chavales no se hizo esperar, y apoyada contra un coche, se me tiraron los tres, de uno en uno, para a continuación hacerme comerles la polla.

Cuando estaba con una de ellas en la boca, sentí el ruido de otras motos pasar cerca, eran cuatro chavales mas que habían visto las motos de sus amigos aparcadas mas atrás y los estaban buscando. Los dos que estaban conmigo esperando que terminase con la polla de su amigo, les hicieron señas, y al ver la movida, se unieron a la juerga.

El resultado es que quede con el coño y el culo escocido de las veces que me la metieron los siete, y con la cara y las tétas llenas de semen de sus corridas.

Cuando se cansaron, después de hacerme de toso, y se marcharon, me acerque al coche del amigo de mi jefa, donde tuve que volver a hacerles una mamada a los tres, mientras no paraban de decirme lo puta y guerra que era.

Al terminar, mi jefe dijo que ya era hora de llevarme a mi casa, que mi marido debía de estar esperándome preocupado, dejando a sus amigos sorprendidos al saber que yo estaba casada, y más aun cuando mi jefe les explico que mi marido estaba al tanto de todo.

De esta forma me llevaron a mi casa sin dejarme vestir en todo el trayecto, cuando llegamos, les pedí el vestido, pero se negaron a darme la ropa, diciéndome que de eso nada, que volviese desnuda y toda pringada, que así mi marido vería que había estado disfrutando como una puta, y podría limpiarme las corridas de todos con la lengua sin estorbos de ropa.

Y se marcharon, arrancaron el coche y me dejaron en la puerta de mi edificio completamente desnuda, teniendo que entrar tal y como estaba, desnuda y con todo el cuerpo pringado de semen, a riesgo de que algún vecino me viese.

Pero a pesar del riesgo de que me pillasen, y de la noche que había pasado, seguía estando cachonda, y nada mas entrar en el portal, me senté en la escalera y me masturbe como una loca, llegando a meterme cuatro dedos en el coño mientras los movía follandome con ellos. La verdad es que tenia el coño tan dilatado y lubricado, que bien podría haberme metido la mano entera, pero me dio miedo hacerme daño, y solo me metí los cuatro dedos, lo que no deja de ser una pasada.

Cuando me había recuperado un poco del orgasmo que tuve masturbándome y empecé a subir las escaleras, sentí abrirse la puerta del portal y encenderse las luces.

No se quien seria, pero estuvo a punto de pillarme tirada en el suelo desnuda y haciéndome una paja.

Mi marido estaba dormido cuando llegue, por lo que tal y como estaba, me tumbe en la cama a su lado y me dormí. A la mañana siguiente, cuando me desperté, me hizo que le contara la aventura, y aunque quiso follarme cuando lo hice, me sentía incapaz, y tuvo que conformarse con que le hiciera una mamada.

Y de momento lo dejo aquí, cuando vea los comentarios de los lectores seguiré con mis aventuras.