La zorra de mi oficina 6
Continuacion del anterior, esa noche marco mi vida.
Cuando nos marchamos, estuvimos en silencio durante un rato, aunque la verdad es que yo, lo que estaba haciendo era relamerme y saboreando el semen de mi jefe que aun me quedaba en la boca.
Así vestida es como si llevases un cartel que dijera follame. Bueno, zorrita, ¿estás lista para pasar una divertida tarde en la ciudad?
Cuando le pregunte dónde me llevaba, me dijo el nombre de un hotel, y que íbamos a cenar en un restaurante del mismo. Era uno de los mejores hoteles de Sevilla. Yo le dije que era un sitio demasiado elegante para la ropa que llevaba y que iban a pensar que era una puta. Es lo que eres, y hoy además lo pareces. Déjate de remilgos, te va a gustar.
Al entrar en el hotel con aquella pinta, creí morirme de vergüenza, los empleados y clientes me miraban de arriba abajo y cuchicheaban entre ellos. Resultaba obvio para todos los que nos veían pasar que yo era una prostituta.
El restaurante esta situado en la planta alta del hotel, y mientras esperábamos el ascensor en el hall, mi jefe, me levanto la falda por detrás y me acaricio el coño, para meterme su dedo índice en el culo. Estaba tan lubricada por la calentura que entró sin problemas. Cuando llegamos al piso, al salir del ascensor mi jefe me remangó la falda hasta la cintura, y tuve que recorrer el pasillo con mi coño y el culo totalmente al aire hasta casi llegar a las puertas del restaurante.
Entramos y nos acercamos al maitre. Era un señor mayor, de cabello blanco, elegantemente vestido. Se acercó y, dada mi apariencia, lo primero que hizo, como todos, fue mirarme de arriba a abajo. Mantuve la mirada sin avergonzarme de mi apariencia. Nos preguntó con amabilidad si teníamos reserva, y cuando mi jefe dio su nombre, solo levantó una ceja y nos indico que le acompañásemos a la mesa.
Si en algún momento pensé que mi jefe habría escogido un reservado, me equivoque, la mesa estaba en la sala central, mas o menos en un rincón, pero con una vista perfecta desde las demás.
El maitre retiró mi silla ayudando a sentarme, desde luego, conocía bien su profesión, a pesar de la mirada de desagrado por mi aspecto de zorra.
Durante todo el tiempo que estuvimos en el restaurante, sin la más mínima vergüenza, me estuvo metiéndome mano. Cuando lo hacia en mi coño, era algo menos descarada la situación, ya que el mantel me ocultaba casi totalmente de la vista de los demás comensales, pero con mis pechos no se corto nada, sobándome los pezones ante la mirada de la gente, incluso cuando los camareros se acercaban con los pedidos.
Aparte de esto, en un par de ocasiones me hizo levantarme e ir a los servicios, para que así me pudieran ver bien el resto de comensales.
Al principio estaba incomoda pero pronto el morbo de la situación me excito, notaba mi coño húmedo, y de hecho cuando acabamos la cena mis fluidos resbalaban por mi entrepierna.
Aunque tampoco mi jefe se pasó mucho, el sitio no era el mas apropiado para montar ningún numerito fuerte, pero si consiguió ponerme muy, muy cachonda.
Cuando terminamos la cena, estupenda, por cierto, la fama del restaurante era totalmente merecida, fuimos a un bar musical que esta cerca del hotel, y que yo conocía por referencias, ya que suele ser frecuentado por chicas de alterne, y bastantes maduritas en busca de carne fresca.
Allí estuvimos tomando una copa al tiempo que me besaba y me sobaba el coño. Al poco rato, se fue a la barra, y vi como se ponía a hablar con un señor alto y apuesto, y como vinieron los dos, mi jefe me lo presentó como Rafael, el dueño del local, este se sentó a mi lado y apenas cinco minutos después me estaba metiendo mano. Mi jefe se había traído a un desconocido para que me metiera mano mientras los demás miraban atónitos la situación.
A eso de la una, el tal Rafael se levanto, y los tres nos fuimos hacia una puerta con el letrero de PRIVADO, en ese momento me imaginaba que lo que querían era montar un trío pero lo que sucedió fue mucho más de lo que podía imaginarme.
Entramos en un despacho, supongo que el de Rafael, y este me cogió, y me ató las manos a la espalda con su cinturón, mientras mi jefe sacaba una mini cámara de vídeo para grabarlo todo. Me arrodilló y me obligaron a chuparle la poya, hasta que se corrió en mi boca obligándome a tragarlo, una enorme cantidad de semen me salía por las comisuras de los labios.
Luego mi jefe me desató y me dijo que se la volviera a poner dura a Rafael, lo cual no me costo demasiado. Mi jefe se sentó en la un sillón sin dejar de grabarme, y me ordeno que me agachase sobre la mesa, mientras Rafael me la metía por el coño de un solo empujón.
Me estuvo follando el coño y el culo casi una hora, hasta que girándome, se corrió en mi cara.
Luego oí como llamaba por un interfono, y cuando llamaron a la puerta mi jefe me volvió a atar las manos a la espalda mientras Rafael fue a abrir.
Vio como entraba uno de los camareros, se acerco a mí y me manoseo a la vez que soltaba todo tipo de comentarios soeces sobre mí a los otros, que si vaya putita tenían, que menuda zorra y cosas por el estilo.
El camarero se quitó los pantalones mientras Rafael me agarraba por los pelos y me ponía de rodillas, mientras mi jefe no dejaba de grabarme. Me hizo chuparle la poya al camarero, mientras mi jefe y Rafael le decían, venga más fuerte, que esa puta se entere bienlo que es una poya.
Cuando el camarero se corrió en mi boca, se subió el pantalón y se fue, yo hice ademán de levantarme, pero me dijeron que aun no había acabado, casi a la vez que veía como se abría la puerta y entraba otro de los camareros sacándose la poya y acercándose a mi.
Al final fueron siete los camareros que entraron a follarme la boca y correrse en ella, dejándome la cara hecha un poema.
Cuando el ultimo salió, mi jefe me hizo levantar, y despidiéndose de Rafael, me dijo que me arreglase la ropa, pero que no me limpiase, y salimos del local tal cual estaba, con toda la cara llena de semen fresco.
Una vez en la calle, le pregunte a mi jefe que donde íbamos ahora, y su respuesta me dejo helada. Estas vestida como una puta, y ya veo que te gusta comportarte como una de ellas, así que nos vamos a ir aquí cerca, a hacer la calle.
Yo le dije que ni hablar, pero el insistió en que debía obedecerle en todo, si no daría por terminado el acuerdo que teníamos. Ante esa respuesta, poco podía hacer, y me calle, por lo que empezamos a andar hacia donde había decidido prostituirme. Por el camino pensé en lo que estaba a punto de hacer, y casi me convencí a mi misma de que tampoco era para tanto, desde que acepte su oferta, había follado con desconocidos en mas de una ocasión, sin ir mas lejos, acababa de hacerlo con el dueño del local, y le había comido las poyas a siete tíos. Me auto convencí que era capaz de hacerlo, y de que no había mucha diferencia con el resto de cosas que había hecho ya.
Cuando llegamos al sitio, me lleve una sorpresa, ya que pensé que esas cosas se hacían en lugares mas o menos apartados, pero era una avenida de lo más normal, con edificios de viviendas bastante recientes y mucha zona ajardinada. Yo le pregunté a mi jefe que como lo hacia, si tenia que ir a algún hotel con los clientes o algo así, y él me dijo que no, que cuando parasen los coches subiese y allí mismo aparcados les hiciera el servicio. La verdad es que eso me dio un poco de morbo, lo haría en plena calle dentro de los coches.
Seguimos andando un trecho, cruzándonos con bastantes chicas trabajando, la mayoría eran sudamericanas o de raza negra, y las pocas que aparentemente eran españolas, tenían pinta de yonkis. Mi jefe se acercó a una chica bastante guapa, sudamericana, nos presentó, y se alejo un poco, ocultándose en unos jardines cercanos desde donde lo vería todo.
La chica, lo primero que me dijo era que debía estar loca por querer hacer de puta sin serlo, y mucho más allí, que los clientes no eran de lo mejor precisamente. También me dio indicaciones acerca de los precios, como debía ponerme y actuar, y como tendría que hacer los servicios. Lo primero que me dijo fue que me subiese la falda y enseñase la mercancía.
Cuando me la remangue un poco, se empezó a reír y me dijo: vaya, vaya, veo que vienes preparada sin braguitas. Eso esta bien.
Después de algunos coches que pasaron despacio, sin parar, lo hicieron dos, pero cuando me acerque a ellos, no debí gustarles, o no era lo que andaban buscando, y no hubo acuerdo. Pero el tercero que paro, acepto el precio, y entre a hacerle una mamada. Era la novena poya que me metía en la boca esa noche, aunque esta vez, le puse uno de los preservativos que me dio la chica. Era un tipo gordo, aunque no mal parecido, con una poya de tamaño normal, y estaba bastante limpio.
El servicio lo hice con el coche aparcado en el mismo sitio donde paró, con otros coches pasando cerca, y la chica sudamericana en la acera.
Mientras le comía la poya, el tío no paraba de tocarme el coño, y meterme los dedos. Ufff, realmente me estaba poniendo a cien aquella situación.
Cuando se corrió, le quite el condón y lo ate, mi jefe me había dicho que quería que se los enseñara al terminar.
Los dos coches siguientes, tan bien querían una mamada, y repetí la misma operación que con el primer cliente.
Llevaba ya once poyas diferentes, y a esas alturas estaba ya realmente deseando que me follasen. Incluso mientras esperaba llegue a pensar en hacerle una rebaja al próximo que llegase y que me follase, pero no hizo falta, el siguiente coche, era una furgoneta con cuatro chicos medio borrachos, por la ropa, y los comentarios que hacían, deduje que venían de una despedida de solteros, y estos directamente querían un completo, pero con los cinco, de manera que tras llegar a un acuerdo, pase a la furgoneta, y en la parte de atrás me follaron entre todos por turnos.
Bueno, por turnos mas o menos, ya que aquello degeneró un poco, hubo momentos en que estaba siendo penetrada por uno, con condón, por supuesto, mientras pajeaba a otros dos, y con una poya en la boca, a pelo.
El resultado, los cinco me follaron, y a los cinco les comí las poyas mientras era follada.
No sé cuanto tiempo estuve allí dentro, pero cuando salí, totalmente desnuda, con la ropa en la mano, y la cara otra vez cubierta de semen, me sentí la mujer más feliz del mundo, pero aun no estabas satisfecha, necesitaba mas, y decidí no ponerme la ropa, de manera que solo con las medias y las botas, me dedique a pasear por la acera, llamando la atención de los coches que pasaban, haciéndoles señas para que parasen.
Y en efecto, lo que hice dio resultado, pararon tres coches mas, y a los tres les hice un completo. Los dos últimos me follaron a pelo, se me habían acabado los preservativos, y aunque les dije que se corriesen fuera, los muy cabrones, pasaron de mí y se corrieron en mi coño.
El ultimo coche que pasó estaba ocupado por una pareja, una chica joven y un tipo algo mas mayor, y lo que me pidió fue que le comiese el coño a la chica mientras el miraba. Ni que decir tiene que ya me daba igual de todo, y pase al asiento de atrás con ella, y mientras él, delante, miraba y se masturbaba, le comí el coño a la chica, bastante peludito, por cierto, y con un sabor a semen que me hizo pensar que el tipo se la acababa de follar.
Cuando salí de este coche, mi jefe se acercó, y nos dijo que ya era hora de irnos. Debían ser las siete de la mañana mas o menos y ya empezaba a clarear el día. Hice intento de vestirme, pero él me dijo que no que lo hiciera así, por lo menos hasta llegar a la zona con mas gente.
Me dio un morbo increíble andar solo vestida con las botas y las medias de rejilla por la calle, mientras los coches que pasaban pitaban, y las pocas personas con los que nos cruzábamos me miraban, hasta que ya llegando a la zona mas habitada, me vestí, y seguimos andando hasta el coche.
Una vez en el coche, mi jefe me hizo enseñarle los preservativos, y los contó, notando que faltaban dos, según sus cuentas. Cuando le dije que se me acabaron y a los dos últimos me los folle a pelo, se sacó la poya y me hizo comérsela, llenándome la boca de semen.
Al terminar, arranco y nos marchamos a la oficina, y una vez allí, sin siquiera desnudarme, me la metió por el culo, follandome como un verdadero animal durante lo que me pareció una eternidad. Cuando termino, sentía su corrida chorreando por las piernas, y cuando fui a limpiarme, me dijo que no lo hiciera, que sería un regalito para mi marido.
De allí, nos volvimos al coche, yo pensé que volvíamos a mi casa, pero no, nos marchamos a un bar donde suelen parar los taxistas que trabajan de noche y los que empiezan el turno a desayunar, y me hizo entrar tal cual estaba, a desayunar.
Todos los tíos que estaban en el bar se me quedaron mirando, sin duda pensando que era una puta que volvía del trabajo con su chulo, y desde luego no andaban muy desencaminados.
Cuando me trajeron el café, sacó los dos últimos preservativos, y los vació en la taza, con todos aquellos tíos mirando. Me dio mucho asco, pero lo bebí, y realmente no sabía mal el café con esa cremita.
Todavía tenia ganas de más el muy cabron, y en el coche, en la misma puerta del bar, me volvió a decir que se la comiera, y eso hice, con algunos de los taxistas asomados a la puerta del local para no perderse detalle.
Debían de ser las once de la mañana cuando me dejo en la puerta de mi casa. Aparte de la pinta de fulana que llevaba por el vestuario, las corridas resecas encima de mi cuerpo eran bien visibles. Cuando salí, ya había gente por la calle, y me baje un poco la falda, diciéndome él que la dejase mas arriba, que quería verme entrar en el edificio enseñando el coño y el culo, como la zorra que era. Ya me daba igual de todo, y lo hice sin protestar, y sin sentir la menor vergüenza.
Cuando entre en mi dormitorio, el ruido de mi taconeo despertó a mi marido, y al abrir los ojos vi a su mujer de pie frente a la cama, apoyando la bota sobre el colchón, con el coño completamente expuesto a su mirada
Se me quedó mirando como a la más deliciosa de las putas, vestida tal cual había salido de casa, con la mini, las medias caladas y con ese top que enseñaba todas mis tétas.
¿Te ha visto alguien entrar así vestida?, ¿Te has cruzado con algún vecino?
¿Eso te pone? ¿No, cabron? Alguno que otro me ha visto entrar y eso sin contar los que nos vieron ayer en la calle. ¿Algún problema?
La poya de mi marido dio un brinco tremendo, estaba excitado como un burro.
Y eso a pesar de que ya era el hazmerreír del barrio su mujer vestida como una puta, dándose morreos y dejándose sobar por un tío, mientras él miraba. Y como a la vista de todos le había comido la poya a ese mismo tío en su presencia en plena calle, y como se marchaba con ese otro.
Ya veo que no. A ti te hace feliz que yo me porte como una puta y salga con machos para que me follen, y te agrada que se enteren los vecinos, y nos vean Así que si eso te hace feliz por mí está bien.
Cuando me preguntó que había estado haciendo, y se lo conté, con pelos y señales, se excito aun más, masturbándose como un mono loco.
O sea, puta, que te estuvieron follando toda la noche ¿verdad?
Le respondí que si, que me había sentido satisfecha sexualmente como nunca antes y que si no le gustaba que me lo dijera, pero que yo estaba deseando repetir lo que había hecho.
El solo se sonrió, y levantándose, me tumbó en la cama y se puso a follarme como una fiera.
Cuando terminamos, me pregunto si de verdad estaba dispuesta a repetirlo.
Por supuesto, y además creo que hay varios vecinos que desde ahora van a intentar ser muy amigos nuestros. Bueno, más míos que tuyos.