La zorra de mi oficina 5

Continuo relatando algunos hechos de mi vida.

Hola a todos de nuevo, por lo que veo por los comentarios recibidos, la ultima aventurilla que he contado de mi vida, ha sido un poco ligh, pero es que es así como recuerdo mi primera experiencia lésbica, una situación bastante dulce y nada fuerte, así que me permitiré dar un salto en el tiempo y os relatare una de las cosas que hice que más morbo me dio.

En esa época, yo ya había pasado de ser una mujer normal en el plano sexual, a ser una auténtica zorra sedienta de sexo. Ya era normal para mí vestirme de una forma provocativa. Y no solo cuando iba a trabajar o salía con mi jefe o con mi marido, sino en mi vida normal.

Ya nunca usaba ropa interior de ningún tipo, y se me podía ver casi siempre con minis escandalosas que dejaban el principio de los cachetes de mi culo al aire o con camisas semitransparentes que dejaban entrever sin dificultad mis tétas, aun sin los aros en los pezones, todavía no me había hecho ponérmelos. Y todo esto, ya fuera en la tienda de la esquina, o en una reunión de padres de alumnos en el colegio, por ejemplo. Me había acostumbrado a andar provocativamente, contoneándome y moviendo mi culo, y mis tétas, dejando claro a todos que no usaba sujetador.

En esa época aun no nos habíamos trasladado a la casa que estábamos arreglando, de manera que en el bloque donde vivía, había cogido una cierta mala fama en el barrio, y entre mis vecinas, ni os cuento, aunque desde luego sus maridos no me quitaban ojo de encima cuando nos cruzábamos en el portal o la escalera.

Mi marido, también disfrutaba con lo que me había convertido, me hacía, por ejemplo, acompañarlo al cine, simulando que estaba sola, con minifaldas muy cortas, y sentarme cerca de algún tío y masturbarme descaradamente. En esas ocasiones me hacía ir con bragas para que tuviera que bajármelas y dejármelas a medio muslo o en los tobillos y me viera así mas gente.

Cuando hacia estas cosas, como era de esperar, estos tíos a los que provocaba, acababan por meterme mano sin ninguna protesta por mi parte, y normalmente, solía acabar por comerles la polla, algo en lo que me he convertido en una verdadera experta. En algunas ocasiones, llegue a marcharme con alguno a los servicios a follar, e incluso en un par de ocasiones, en la misma sala, con mi marido y más gente viéndolo. Cada día que pasaba estaba mas entregada a las fantasías de mi jefe o mi marido, y me sentía mas zorra, y disfrutaba comportándome como tal,

Pues así transcurría mi vida, cuando mi jefe me llamó a su despacho un viernes por la mañana, a eso de las doce y media. Como de costumbre, apenas entré me ordenó cerrar la puerta y desnudarme por completo. Permanecí allí, desnuda y descalza, mientras el se quitaba los pantalones, dejando a la vista esa polla que tanto me hacia disfrutar y giraba su sillón para que me arrodillase ante él y se la comiese. Era su costumbre, hacer que le hiciera una mamada a media mañana mientras me metía mano, y a veces, aunque no era lo normal, también me follaba. Mis compañeros ya tenían asumido lo que debía pasar dentro del despacho cuando me llamaba, y nunca entraban o pasaban llamadas cuando estábamos dentro, pero sin embargo, seguían sin hacerme ningún comentario directo.

Cuando se corrió en mi boca, me trague la corrida, y se la deje bien limpia, tras lo cual, sin ponerse los pantalones, rodeó el escritorio, y sacó un par de cajas envueltas en papel de regalo.

Toma, llévate esto a casa y guárdalo, ni se te ocurra abrirlo, ya te indicare cuando lo tendrás que traer para usar lo que hay dentro.

Cuando volví a mi sitio con las cajas, mis compañeros se me quedaron mirando, pero no dijeron nada, y así la deje al lado de mi mesa hasta que me marchase, intrigada por el contenido, y sobre todo, lo que me haría hacer cuando lo estrenara. Mi marido estaba igual de intrigado con el regalo, y llegamos a la conclusión de que una de las cajas, la más grande, debía de ser unas botas, y la otra ropa de algún tipo. Pero el contenido lo averiguamos la semana siguiente.

Y digo lo averiguamos, en plural, porque mi marido y yo nos enteramos del contenido a la vez, de hecho esa fue la primera vez que mi jefe lo involucro directamente en una de mis aventuras con él.

Pues como decía, la semana siguiente de entregarme las cajas, no había venido mi jefe a la oficina, de manera que no habíamos tenido nuestro ratito de juego matinal, y con mi marido llevaba un par de días sin hacer nada, por lo que estaba bastante caliente, así que me alegre cuando le vi entrar y acercarse a mi mesa, y decirme en voz lo suficientemente alta para que mis compañeros lo escucharan:

Llama a tu marido y dile que esta tarde vas a salir conmigo, me acompañaras a un restaurante.

Cuando le pregunte, bajando la voz lo suficiente para que mis compañeros no me escuchasen, que ropa debía ponerme, me respondió en el mismo tono que antes:

Espérame desnuda, ya te diré que ponerte. Ah, y dile que esta tarde deje a las niñas con tus padres, cuando vaya a recogerte quiero que este contigo, tiene que hacer una cosita.

Y tras esto se marcho a su despacho. Las miradas de mis compañeros eran de auténticos sátiros, aunque no hicieron comentarios. Bueno, cuando a la hora de salir, me quede la ultima, como solía hacer por si se le apetecía algo a mi jefe, Carlos, el marido de Adela, con quien no había hablado nada de lo que ella me contó, se hizo el remolón, y se quedo el ultimo, y cuando estábamos los dos solos, se me acerco y me dijo:

Veo que tu marido va a participar en uno de los jueguecitos del jefe. No sé si sentir envidia o compadecerlo..

Y acercándose a mí, se despidió con un beso en los labios a la vez que me apretaba una mano y me decía:

Que disfrutéis los dos.

Esta reacción de Carlos, me dejo un poco traspuesta, no sabia si lo que sentía era pena por lo que mi jefe y su mujer tenían entre ellos, o por no participar en ellos. Desde luego, mi marido había encajado mi situación muy bien, disfrutando de ella tanto o más que mi jefe, pero Carlos, por lo que Adela me contó, no lo había encajado igual, de hecho, estuvieron a punto de separarse.

Liada con estos pensamientos estaba cuando apareció mi jefe, y cogiendome el culo, me soltó un botón de la chaqueta y me dijo que se marchaba, que ya me vería a la noche. Y me dejo así, sin hacer nada y caliente perdida.

Cuando le conté a mi marido los planes, no le hizo demasiada gracia, no se fiaba de era esa cosa que según mi jefe tenia que hacer, pero llevo las niñas con mis padres y voltio a casa, a esperar a mi jefe conmigo.

Yo, mientras esperábamos, me di una ducha, me perfume y me arregle el pelo, y espere a mi jefe completamente desnuda.

A eso de las nueve, mas o menos, sonó el portero electrónico de casa, era mi jefe que estaba abajo en el portal. Le abrí la puerta del edificio, pero él me dijo que no iba a subir, que bajase mi marido, que tenia que decirle unas cosas.

Mi marido, bajó, que iba a hacer si no, y al rato subió, y se fue al armario donde guardamos las cajas que me dió mi jefe, y volvió al salón, donde yo estaba sentada esperando los acontecimientos.

Tu jefe me ha dicho que te va a llevar a cenar a un buen restaurante, y luego de marcha, y quiere que te vista con esto. Bueno, quiere que me desnude y te vista yo, y que luego te acompañe a su coche.

Lo primero que abrió, fue la caja grande, y efectivamente eran unas botas. Yo nunca había tenido en mis manos un calzado como aquel, aunque si lo había visto. Era de piel muy fina y brillante, como acharolada, con un tacón altísimo, de unos diez centímetros, y muy altas, debía llegarme por encima de la rodilla, y en toda la parte trasera, desde el talón hasta la parte superior tenia una abertura cerrada con unos cordones elásticos.

La siguiente caja tenia dentro varios paquetes cuidadosamente envueltos, el primero era unas medias de red negras, con liga incorporada de silicona auto adherente, ya había usado algunas de ese tipo.

El siguiente envoltorio contenía una minifalda del mismo material y color que las botas, pero pequeñísima, y además eran dos piezas independientes unidas en ambos costados por unos cordones del mismo tipo de la bota, que dejaba las dos piezas separadas como unos diez centímetros.

El siguiente envoltorio tenia dentro dos más. Mi marido me dijo que mi jefe le había dado a escoger entre las dos prendas que contenía, que cuando me las probara él debía decidir cual de las dos debía ponerme.

Abrió el primero, era un corsé del mismo material que la falda y las botas, e igualmente con una abertura en los costados cerrada por el mismo tipo de cordón. Cuando vi la copa vi que era de tipo balconcillo, con eso puesto llevaría la mitad de los pezones a la vista.

El ultimo envoltorio era mas pequeño, y en el había una especie de top elástico del mismo material que las medias, de rejilla.

¿No hay ropa interior?. Le pregunté a mi marido. No. Deja que te ponga las medias.

Mi marido se agacho delante de mí y me enfundo las piernas en las medias, eso empezó a calentarme, y más aun cuando me di cuenta de cómo me quedaba, realmente muy erótico, con la blonda de la parte superior casi rozando las ingles.

Después me puso las botas, y me hizo levantar y andar un poco mientras las ajustaba. Me quedaba de escándalo, los cordones elásticos de la parte trasera hacia que se ciñesen por completo a las piernas, y tal como pensé al verlas, me llegaban por encima de las rodillas, y con las medias de rejilla, el efecto era tremendo.

Pareces una puta. Me gusta. Dijo mi marido. Y debía ser cierto, por la erección que tenia.

Lo siguiente que me puso fue la mini. El ver a mi marido arrodillado ante mí poniéndomela la faldita que iba a lucir acompañando a otro nombre me excito bastante mas de lo que ya estaba.

Cuando me las puso, nos dimos cuenta los dos de cómo me quedaba y el efecto que hacia con las medias y las botas.

Me dirigí al espejo de la entrada, donde podía verme de cuerpo entero, la prenda me quedaba totalmente ceñida como una segunda piel, y pude ver lo realmente pequeña que era, la tenia colocada en su sitio, es decir, en la cintura, pero así se podía ver por debajo el coño y el culo perfectamente.

No, tan alta no me la pongas. Se me vería el coñito. ¿Tú no querrías eso no? ¿Así quieres que salga de casa, enseñando el coño? Bájamela un poco anda, no seas malo.

Mi marido hizo lo que le dije, y ahora por lo menos no se me veía el coño, ni las cachas del culo, por poco, eso sí, pero la faldita quedaba muy, muy baja de caderas, de manera que por detrás el inicio de la raja del culo estaba fuera de la prenda. Decidí que la usaría así. La prenda ya era demasiado escandalosa en si misma como para subirla y enseñar toda la entrepierna. Además, las rajas de los laterales, cerradas con los cordones, dejaba ver claramente que no llevaba ropa interior.

Mi marido, cogió el corsé, y procedió a ponérmelo, no sin dificultad, ya que ninguno de los dos teníamos experiencia previa con algo así, y nos hicimos un pequeño lio, además de que me quedaba muy ceñido y costaba ponérmelo. Bueno, al final lo conseguimos. Aquello era tremendo, cuando lo tuve en mis manos pensé que las tétas las cubriría muy poco, pero me equivocaba, básicamente las desnudaba por completo, tenia fuera de las copas los pezones y las aureolas al completo. Mis tétas estaban a la vista de cualquiera que me mirase.

Esto no me lo puedo poner para salir.

¿Porqué no? Para que están esas tétas, sino para que la disfruten todos. Me dijo mi marido cachondo perdido.

¿Tú saldrías conmigo si me pongo esto? Si, eres muy capaz, pero mejor lo guardamos para estrenarlo con mi jefe, ¿te parece bien? No té gustaría más que me pusiera el top de rejilla, también dejara ver mis tétas y pezones a través de los agujeritos. ¿No es más de Puta?

Apenas me entraba, por lo estrecho que era, y una vez colocado, al dar de sí la prenda, el calado se había hecho mas abierto, era como llevar la parte superior del cuerpo desnudo, ya que el contraste entre la prenda negra, y mi piel blanca quedaba, mas que erótico, casi pornográfico.

Llevaba mi cuerpo practicamente desnudo surcado por las finas tiritas negras de la red, con los pezones saliendo por los agujeros de una manera de lo más impúdica.

Mientras me miraba en el espejo, vi a mi marido masturbándose lentamente mientras me miraba. Tenia la polla tiesa como un palo, la tenía empalmada desde que empezó a vestirme, y no creo que le faltase mucho para correrse.

¿Te excita ver a tu mujer vestida como una puta para salir con otro? ¿Sabiendo que si salgo vestida así es para follar con otro? ¿O con otros? No te da vergüenza, mira como tienes la polla.

Me pones como una moto. Mira como estoy desde que empecé a vestirte. Deja que te haga algo antes de que te marches, un polvo rápido, tu jefe no se dará cuenta.

En ese momento me salió una faceta dominante que nunca había tenido. Hoy tu única función es vestir de puta a tu mujer y acompañarla al coche del hombre que se la va a follar. Y date prisita que mi jefe esta esperando.

Mi marido no se hizo de rogar, y cogió la misma ropa que tenia puesta en casa antes de llegar mi jefe, un slip, una camiseta y un pantalón de licra corto de ciclista, aunque cuando fue a ponerse el slip, le dije que no, que me gustaba verlo excitado, que se lo pusiera sin nada. A duras penas se lo pudo subir, tenia la polla como un hierro, y cuando se la acomodo como pudo, era tremendo el bulto que le formaba.

Nos dirigimos hacia la puerta, caminando yo delante de él. No sabia que tenia mi jefe preparado para mí, pero estaba segura que con esa pinta de puta, esa noche me llenarían de leche por todos lados. Mientras salía de mi casa y esperábamos el ascensor, pensé que pasaría si nos cruzábamos con algún vecino, yo vestida como un putón, y mi marido detrás con aquello tieso a punto de reventarle el pantaloncito. Nada bueno, seguro.

Llegamos al portal, y espere que él me abriera la puerta, y tras darle un beso, lo dejé allí en el portal, y me dirigí sola al coche de mi jefe, aparcado en la acera de enfrente. Lo hice andando desafiante, con paso firme y decidido, sobre aquellos taconazos. Me sentía la mujer más puta del mundo, mis tetitas apenas se movían erguidas por la presión del top, y con los pezones totalmente duros por la excitación y el roce de la prenda, asomando por la rejilla. Cuando legue a la altura de la ventanilla de mi jefe, tras cruzarme con algunos viandantes, que se me quedaron mirando, vi una sonrisa de satisfacción en su rostro cuando salió del coche y me morreó con descaro. Menuda puta estas hecha. Sabia que no me defraudarías.

Rodee el coche, y me acerque a la puerta del acompañante para subirme, pero él me hizo parar, y me dijo que esperase, que tenia que saludar a mi marido, que no era plan de recoger a su mujer a la puerta de su casa así vestida sin que nos hubieran presentado siquiera, ya que aun no lo conocía en persona, y añadió que fuese al portal y lo acompañase al coche.

Eso hice, cruce la calle y le dije a mi marido que me acompañase, que mi jefe quería conocerlo.

Yo pensé que no le haría mucha gracia, pero debía estar tremendamente cachondo, y me acompañó, cuando llegamos a la acera donde estaba mi jefe esperándonos, los presenté, se dieron la mano como si no pasara nada, como si no fueran un marido entregando a su puta esposa al hombre que iba a follarsela.

Los dos se pusieron a hablar de mí, y de cómo me quedaba la ropa, incluso me hicieron girarme para apreciar bien mi vestimenta. Mientras esto sucedía, pasaba gente por la acera, y me miraban incrédulos. Algunas caras me sonaban del barrio, sobre todo las de las mujeres. Pensé que de todas maneras aquellas mujeres únicamente me conocían de vista, pero cuando mire hacia mi casa, vi que en varias de las terrazas había vecinos de ambos sexos mirando hacia la calle, viendo todo lo que pasaba. Sin duda, desde aquel momento iba a ser la comidilla del barrio.

El cabron de mi jefe, se dio cuanta de mi mirada hacia arriba, y disimuladamente miró al mismo sitio, viendo el panorama, y decidió dar una vuelta de tuerca a la situación, se acerco a mí y delante de mi marido, y de mis vecinos, se puso a morrearme y acariciarme el culo y jugar con mis pezones. Allí estaba yo, vestida como una puta, y dándome un morreo y dejándome sobar por un tío al lado de mi marido, en la mismísima puerta de mi propia casa, a la vista de todos. Mas puta imposible, pensé, pero de nuevo me equivocaba, las ocurrencias de mi jefe no tenían limite, ni su desvergüenza tampoco, así que se despidió de mi marido diciéndole, ordenándole, mas bien, que no se marchase hasta que nosotros nos hubiéramos ido, y rodeo el coche sentándose. Yo, le di un beso a mi marido, y le dije que no me esperase despierto, y entre en el coche.

Pensé que nos marcharíamos, pero mi jefe me dijo que no podíamos dejar así a mi marido, que le hiciese una mamada antes de irnos para que él lo viera y se pudiera masturbar a gusto al subir. Yo protesté, no podía hacer eso en la calle delante de mi casa, y con los vecinos mirando, pero al final tuve que aceptar, le abrí el pantalón, saque su polla, y dentro del coche me agache y se la empecé a mamar. Mi marido, mientras, estaba de pie, al lado de la ventanilla de mi jefe, mirándome. Mi jefe me dijo que me diese prisa, que llegaríamos tarde, de manera que acelere el ritmo hasta hacerlo correrse en mi boca. En esos momentos solo pensaba en mi marido viéndome, pero cuando levanté la cabeza, vi a mas vecinos asomados a las terrazas. Desde arriba habían tenido una visión perfecta de cómo le comía la polla a mi jefe mientras mi marido nos miraba.

En ese momento sentí un poco de vergüenza, y pena por mi marido. Nuestros vecinos, desde ese momento tendrían perfectamente claro la clase de puta que yo era, y como mi marido era un autentico cornudo consentidor.

Pero cuando vi la cara de placer de mi marido, y la tremenda corrida que manchaba su pantalón de licra, se me pasó ese asomo de vergüenza, ya iba siendo hora de aceptar la situación en su globalidad, y si los vecinos se habían enterado, y murmuraban de nosotros, pues que les fuesen dando. Le hice un gesto a mi marido para que se acercara, y con la boca llena de semen lo bese con verdadera pasión antes de que mi jefe arrancara el coche y nos marchásemos.

Lo que pasó después será tema de la siguiente entrega. Besos a todos.