La zorra de mi oficina 2

Continuan mis vivencias en el mundo del sexo

A la vista del éxito de mi anterior relato, continuare con la historia de mi vida, aunque no de manera lineal, me permitiréis que de saltos en el tiempo y así vaya pasando por las aventuras que más me han gustado en este tiempo.

Después de lo que conté, mi vida siguió mas o menos igual, follando con mi jefe y practicamente convertida en su esclava sexual, algo que tanto a mí, como a mi marido nos gustaba cada día más.

Lo que ahora voy a contar sucedió como a los dos años, mas o menos, si recordáis, la decisión de aceptar la propuesta de mi jefe estuvo influenciada por la necesidad económica que teníamos ante un problema de herencia con la casa familiar de mi marido, tanto para evitar mi despido como por la subida de sueldo que mi jefe me hizo, ya que practicamente estaba cobrando el triple de lo que hubiera sido mi sueldo normal.

Pues bien, esa casa ya la teníamos en nuestro poder, y aunque ya habíamos pensado que yo dejara mi trabajo, y a mi jefe, el edificio estaba en muy mal estado, necesitando bastantes reformas, y por lo tanto, bastante dinero, por lo que decidimos seguir tal y como estábamos, es decir, voluntariamente sometida a mi jefe como su puta particular. Una puta, esa palabra puede sonar muy fuerte, pero en definitiva era en lo que me había convertido, yo follaba con mi jefe a cambio de dinero.

Para poder comenzar con las obras de rehabilitación del edificio, vendimos nuestro piso, y nos trasladamos a la única zona de la casa que se podía habitar, en la planta baja del edificio, donde habilitamos varias habitaciones de manera que se podía vivir medianamente bien, a pesar de la incomodidad de estar de obras en el resto del inmueble.

Al principio, las obras fueron bastante bien, pudimos sanear por completo la estructura, y casi toda la planta baja, pero el dinero se fue agotando, y tuvimos que despedir a la empresa, y quedarnos solo con un operario para la obra, y seguir haciéndola poco a poco.

Y en este punto es donde empieza la aventura que quiero contar, el operario que escogimos fue uno de los albañiles de la empresa, un chico de color de unos 20 años, español de origen guineano, casi de dos metros de alto, fuerte como un toro, y que a mí, desde la primera vez que lo vi, me ponía cachonda, sin poder dejar de imaginar, cuando lo veía trabajando únicamente con unos pantalones cortos, y su musculoso cuerpo brillando por el sudor, lo que seria estar con el en la cama..

Evidentemente, nunca se me paso por la cabeza hacer nada con él, ya estaba bien servida de sexo entre mi marido y mi jefe y sus locuras, pero si me masturbe alguna vez pensando en él.

El chico, resultó ser un trabajador excelente, y a pesar de ser el único que llevaba la obra, esta seguía avanzando, eso sí, lo hacia fuera de su horario de trabajo en la otra empresa, de manera que lo mismo estaba en la casa por las tardes, que sábados o domingos, por lo que tenia una llave de la casa, y a veces ni siquiera se notaba que estaba dentro trabajando si no hacia ruido.

Y esto, precisamente fue lo que desencadeno todo. Mi marido tenia que salir de viaje, y aunque yo al principio le iba a acompañar, decidí a ultima hora quedarme para poder dedicar el fin de semana a limpiar la zona donde vivíamos, ya que con el resto de la casa en obras siempre estaba todo cubierto de polvo y Enrique, el chico negro, nos dijo que si no íbamos a estar, que no vendría ese fin de semana, que se iría a la playa. Pero los planes se le debieron torcer, ya que se vino a trabajar, y debió hacerlo en el rato que estuve fuera para llevar a mis hijas a casa de mis padres, de manera que, al regresar no me di cuenta que estaba dentro, y para estar cómoda, me puse únicamente una camiseta de tirantas de mi marido bastante amplia que me llegaba algo mas arriba de medio muslo, sin nada mas de ropa, y unos walkman para escuchar música y me puse con la limpieza.

A la media hora, cuando salí al patio para tirar unas cosas a uno de los bidones que usaba Enrique para escombros, vi como este bajaba las escaleras de la segunda planta cargado con un saco. Y lo que vi, me dejo realmente anonadada, para trabajar se había dejado únicamente unos slips blancos ajustadísimos, y que le marcaban el paquete más grande que nunca había visto en un hombre.

El no se percato de mi presencia, tiro el saco de escombros en el contenedor, y se acerco a un grifo en la esquina del patio, agarro el trozo de manguera que tenia conectado, abrió el agua, y se empezó a mojar la cabeza, para refrescarse, siguiendo a continuación con el resto del cuerpo.

Cuando se giro, y me vio, se quedó sorprendido, y se disculpo por la vestimenta, diciendo que pensaba que estaba solo, y que hacia calor.

Yo, le dije, sin poder apartar la vista de aquel slip, ahora traslúcido por el agua, que no importaba que yo también me había puesto cómoda para trabajar, y sin pensar en nada le dije que si quería quedarse un rato en el patio a descansar y tomarse una cerveza fresquita.

Él me dijo que de acuerdo, pero que subiría a ponerse algo, yo le dije que no fuera tonto, que tal y como estaba era lo mejor para el calor que hacia, que pensase que estábamos en la piscina.

Cuando regrese con el par de cervezas, el se había sentado en una de las butacas de mimbre del patio, de manera que ocultaba un poco el paquete, y yo me senté enfrente de él, aunque procure que la camiseta no se subiera. Lo que no pude evitar fue que, al estar un poco sudada, se me transparentase lo suficiente para poderse apreciar mis pezones, y los aros de oro que ya en esa época lucia, por indicaciones de mi jefe.

El chico, a pesar de no poder casi apartar la vista de mis pechos y mis muslos, no decía nada, manteniendo una conversación de los más trivial, pero hubo una cosa que no pudo evitar, se estaba calentando mirándome, y esto su polla lo dejaba bien claro, a pesar de la postura que adopto al sentarse, podía notar como poco a poco el paquete se iba haciendo mayor, y de paso su corte por la situación.

Nada mas terminar la cerveza, me dijo que ya estaba bien de perder el tiempo, que se marchaba arriba a trabajar, y no me molestaba más.

Casi de ma un ataque de risa cuando lo vi levantarse intentando que no se le notara demasiado la semierección de su polla, pero no dije nada, para no cortarlo mas, la situación lo tenia un poco avergonzado.

Al rato de marcharse, decidí subir e invitarlo a comer conmigo, ya que normalmente lo hacia solo con lo que se traía de su casa, y así de paso seguir poniéndolo cachondo. Mi intención no era hacer nada con él, solo que me divertía ver a un tiraron como él tan cortado ante mi semidesnudez.

Pero los planes se torcieron, cuando entre en la planta superior andando sin hacer ruido, lo vi de perfil sentado en unas cajas, se había sacado el slip, y se estaba masturbando.

En esa época, ya había tenido la oportunidad de ver y disfrutar algunas pollas realmente grandes, pero lo que vi, me dejo con la boca abierta, lo que el chaval tenia entre las piernas era una autentica monstruosidad, solo en alguna que otra pelicula porno había visto algo parecido, y siempre pensé que era algún truco. Pero esta vez, no había trampa ninguna, su mano derecha subía y bajaba por un tronco que debía medir mas de veinticinco centímetros, y esa misma mano no llegaba a abarcar por completo su grosor.

Me quede totalmente inmóvil, paraliza ante la visión del movimiento de la mano subiendo y bajando por aquel tremendo pollón mientras él mantenía los ojos cerrados.

Hasta que los abrió, y me vio, allí de pie delante de él. Nada mas verme se levanto de un salto de las cajas donde estaba sentado, y se intento tapar con el slip que aun tenia en la otra mano. Evidentemente, algo imposible, esa tremenda erección no se podía ocultar así como así. Empezó a balbucear unas palabras que casi no entendí, intentando disculparse mientras buscaba algo con que taparse, y pude notar como se ruborizaba. Si, a pesar de su piel negra, note como su cara se encendía por la vergüenza de haber sido pillado masturbándose.

Aquí, ya no pude contenerme, me acerque a él sin decir nada, y alargando la mano izquierda, quite el slip con el que intentaba, sin éxito, cubrirse, mientras con la derecha, se la agarre, y seguí con la paja que se estaba haciendo.

Con la mano libre, lo fui empujando poco a poco hasta volverlo a sentar donde estaba antes, mientras no dejaba de pajearlo. Tremenda dureza la de esa polla, mi mano no la abarcaba, sentía como si estuviera agarrando la polla de un pony, y sin dejar de mirarla, me fui agachando poco a poco hasta tenerla frente a mi cara, y mientras seguía moviendo la mano por su tronco, empecé a lamerle la punta, un glande enorme. Dudaba que me lo pudiese meter en la boca, pero me lo metí, y me puse a mamarsela sin dejar de masturbarlo, sacándola de mi boca y lamiendo todo su tronco hasta los testículos, muy poco peludos, por cierto. Me entretuve en lamerle la zona del perineo, justo entre los huevos y el ano, llegando a pasarle la lengua suavemente por los alrededores del agujerito, lo que pareció darle bastante placer, para de nuevo ir subiendo a meterme la punta en la boca, pero esta vez empecé a tragármela lo mas profunda que podía, sintiendo como me golpeaba la garganta, hasta que casi sin avisar se empezó a correr sin que pudiera evitarlo. Evidentemente ya estaba casi a punto de hacerlo cuando lo sorprendí.

Casi asfixiándome por la tremenda cantidad de semen que me echo, y que a pesar de tragar en parte, me chorreaba por los labios, la saque y empecé a refregarla por mis tétas, mientras su polla no dejaba de soltar chorros intermitentes.

Cuando por fin dejo de soltar, volví a chaparle la punta un poco, y levantándome, lo abrace y empecé a morrearlo.

Esto no es algo que le suela gustar a muchos hombres, sentir el sabor de su propio semen, pero a pesar de intentar retirar su cara un poco al principio, acepto el morreo sin importarle demasiado saborear su propia corrida, mientras me acariciaba los pechos, jugueteando con mis pezones y los aros que llevaba puestos en los mismos.

Esto lo calentó de nuevo, ya que pude sentir como su polla volvía a crecer contra mi vientre, y con una mano, la guié hacia mi coño, apoyando el glande contra mis labios y moviéndome suavemente.

Métemela y follame, le dije, y su respuesta me dejo sorprendida. Nunca lo he hecho, no sé sí lo haré bien.

¿Nunca lo has hecho?

No, las chicas se asustan del tamaño, solo me han pajeado alguna vez

Joder, pensé, este bombón es virgen, y volví a cogerle la polla con la mano, apoyando el glande contra la entrada de mi vagina, y poco a poco, empecé a empujar. Notaba como mi coño se dilataba poco a poco mientras iba entrando, y se adaptaba a su grosor, hasta que, para mi sorpresa y la de él, chocaron nuestro pubis uno con otro.

Si os digo la verdad, nunca había pensado en la profundidad que podía tener una vagina, supongo que dependerá de cada mujer, cuando empecé a metérmela supuse que aquella monstruosidad de polla no entraría entera, pero para sorpresa mía, y de él, entro entera.

Me sentía totalmente llena como nunca me había sentido, fue una sensación indescriptible, y más cuando veía su cara con los ojos abiertos como platos mirando hacia abajo, sin poder creerse que su polla estaba entera dentro de mí.

Muévete suave, le dije. Y sin dejar de apretarme los pezones y tirar de las anillas se puso a follarme, muy suavemente al principio, como intentando no lastimarme, así que yo misma lo agarre del culo y fui acelerando su ritmo.

Sentía como aquella barra de carne entraba y salía de mí, proporcionándome un placer y unas sensaciones que nunca había sentido, y eso incluso a pesar de haber practicado fist en algunas ocasiones. Pero sentir como esa polla me taladraba me trasladando al séptimo cielo.

No sé el tiempo que estuvo follandome, pero lo que sí se es como me llegaba un orgasmo detrás de otro mientras lo hacia. Yo no soy lo que se dice multiorgásmica precisamente, pero esa vez se iban sucediendo uno detrás de otro casi sin descanso.

Me voy a correr, la voy a sacar. Me dijo casi en un susurro.

Nooo, córrete dentro cabron, no pares. Fue mi respuesta con un grito, mientras yo misma aceleraba las embestidas, sintiendo al poco como otro tremendo chorro de semen caliente me llenaba, y como se iba saliendo chorreándome los muslos.

En mi vida había podido imaginar dos corridas tan tremendas seguidas, ni había visto esa cantidad de semen salir de un hombre, a mi mente volvió de nuevo la imagen de la polla de un pony, no creo que haya muchos tíos con esa capacidad seminal. Un verdadero semental.

Cuando dejo de moverse, apoyo la cabeza en mi hombro, y le oí murmurar muy bajito mientras temblaba, Gracias.

Era la primera vez que un hombre me daba las gracias después de follarme, encima esta vez la que debía haberlas dado era yo.

Cuando los dos nos recuperamos, lo cogí de la mano, y me lo lleve abajo, al patio, él hizo ademán de coger la ropa, su slip, y mi camiseta, pero no lo deje, quería seguir recreándome con aquel cuerpazo.

Ver su polla, ahora morcillona, pero aun así más grande que la de la mayoría de los hombres en plena erección, mientras se bamboleaba al bajar los escalones fue una de las experiencias visuales más gratificantes que he tenido, os lo juro.

Una vez en el patio, lo senté donde antes, y volví a sacar unas cervezas.

Enrique volvió a darme las gracias por lo que habíamos hecho, y me pidió perdón por lo que había pasado diciéndome que no volvería a pasar, que no estaba bien lo que habíamos hecho y que se sentía mal por mi marido.

Estuvimos hablando un montón de tiempo, desnudos los dos, y le conté sin ocultar nada lo de mi jefe y algunas de mis aventuras.

Evidentemente, escuchar todo esto lo volvio a poner a tono, y volvimos a repetir la follada de antes. Y no una vez, fueron varias, pasamos toda la tarde juntos, y esa noche se quedo a dormir conmigo. Ni recuerdo las veces que me follo, nunca había visto ese aguante.

Al día siguiente, tras levantarnos a media tarde, volvimos a hacerlo un par de veces mas después de comer algo.

Yo quería que se quedara para darle una sorpresa a mi marido, que nos encontrara juntos, pero el se negó, decía que le daba vergüenza, que no podría mirarle a la cara. De manera que poco antes de que mi marido llegara se marcho. Cuando llego, me encontró sin ducharme aun, tendida en la cama desecha. Inmediatamente mi marido me preguntó si había venido mi jefe a follarme, algo que nunca había hecho hasta ese momento.

Cuando le dije con quien había estado follando, alucino, y solo me dijo que esperase, que no le contase nada todavía, que fuera adecentando un poco el lio que habíamos montado, pero que no me duchase, que el iría a por las niñas y después cuando estuviesen acostadas lo hiciese.

Esa noche, los dos desnudos en la cama, le conté todo lo que había pasado, mientras nos masturbábamos mutuamente. Estaba encantado con todo aquello y sobre todo con el hecho de que hubiese podido meterme la polla de Enrique entera, y aun más cuando veía como tenia el coño después de las folladas que me dio, con la entrada de la vagina aun dilatada y abierta.

Esa noche no follamos, yo estaba realmente derrotada, pero sí se corrió en mi boca un par de veces.

Al día siguiente, cuando por la tarde se encontró con Enrique, este estaba muy cortado, sin saber como actuar, pero mi marido lo invitó a unas cervezas y le dejo muy claro que no habría ningún problema por lo que habíamos hecho el fin de semana, y que yo estaba a su entera disposición para lo que quisiera y cuando quisiera, pero siempre manteniendo la discreción mas absoluta.

De esta manera Enrique se convirtió en mi amante, en mi semental, durante algunos años, incluso después de que la obra de la casa estuviese terminada, y en ese tiempo hicimos de todo, tanto los dos solos, como en tríos con mi marido, hasta que empezó a salir con una chica del barrio, con la que se casó.

Y por cierto, como sus padres no quisieron asistir a la boda, debido a que no estaban de acuerdo que se casara con una chica blanca, los padrinos de la boda fuimos mi marido y yo.

Y lo mejor de todo es que no fue solo sexo, durante ese tiempo mantuvimos los tres una muy buena relación de amistad que aun dura, aunque, desgraciadamente para mí, sin poder disfrutar de mi semental, ahora es totalmente fiel a su esposa, que conoce perfectamente nuestra pasada relación, y de hecho es una de mis mejores amigas.