La zorra de Elena (2)
Momento de mi vida en el que sigo convirtiendo a jóvenes modosas de instituto en putas salidas. Relato 100% real
Cómo emputecí a mis compañeras de clase
Elena (2)
Tras varios meses continuando con las placenteras folladas de Nieves al salir de clase, en el viejo gimnasio, poco a poco había visto indicios de una sumisión casi completa de esta zorra a mis deseos. Había despertado a una bestia, e iba a ser difícil de controlar.
Ella había aprendido mucho durante las semanas de mamadas escondidas, de como había ido dándole salvajemente hasta amoldarla a mis gustos. Ella cada vez quería un poco más. Pronto dejamos de hacerlo solo al salir del instituto e íbamos a un conocido bar en Murcia que sirve como picadero para las parejas mas calientes que anden por allí. En este momento, cuando me vaciaba los huevos cuatro veces por semana, noté que la voz de lo que hacíamos después de clase en el gimnasio se iba corriendo y esparciendo como un rumor lento pero persistente. En eso quise captar la atención de Elena, su mejor amiga y una chica a la que siempre me había querido follar.
Elena no era la típica pija amiga de Nieves, Elena era, bueno y sigue siendo a sus 22 años, un pibón. Rubia natural tirando al tostado, ojos grandes, nariz que le enmarca perfectamente la cara, una cintura estrecha de cuidarse en el gimnasio, unas tetas normales, nada grandes pero tampoco plana, manteniendo esa forma de pera tersa, con unos pezones sorprendentemente oscuros y un culo que era una delicia.
Como estaréis notando, puede que parezca más de culos que otra cosa, pero creo que soy de bocas. La de Elena me la había imaginado muchas veces cuando me la comía Nieves en mi rabo, succionando como hacía ella, y más de una vez me había corrido pensándolo. En definitiva, Elena, con metro setenta, pijerío y ese cuerpo me ponía a mil. Un día, no recuerdo el mes pero no debía ser entrado el invierno, y al día siguiente de haberle dicho a Nieves, mi puta y la cual obedecía cada orden mientras follábamos en el gimnasio que quería follarme su culo, noté que Elena me miraba fijamente todo el día. De hecho su cara de pija me mantenía la mirada, todo lo que Nieves enseguida la apartaba y mostraba ser más tímida, esta no. Y eso me calentaba, sabía que iba a ser más difícil, no en vano quería tirársela medio bachillerato, pero yo confiaba en que Nieves me hiciese de puente para ello.
Las mujeres se cuentan entre ellas no solo cuanto le mide a tal chico y al otro, si no que hablan de lo que hacemos con ellas, como les gusta y que necesitan para estar cachondas todo el día. Nieves había hablado con ella de nuestras reuniones en el gimnasio, sabía que estábamos de rollo, y a mi parecer, creo que eso la coartaba para lanzarse más hacia mi. El viernes de esa misma semana, tras aguantar día tras día las miradas en clase, salimos a tomar algo.
La cerveza es ridículamente barata en Murcia, así como el alcohol en general, y fuimos a beber y luego teníamos intención de entrar a bailar a algún pub del centro, en la plaza de La Merced. Me jode bastante que, por culpa del coronavirus, ese sitio haya mudado de nombre y no exista más, porque la historia surgió de ahí. Yo estaba tranquilo bebiendo hasta que las vi aparecer a las dos, vestidas lo más guarras que las había visto nunca. Nieves llevaba un pantalón blanco apretado que por fin hacía justicia a su culo, y Elena de negro elástico que hacía que se le marcase todo bajo la tela. En un momento de la noche, cuando ya todos borrachos nos dirigíamos a Flou (nombre del pub), noté que Elena se acercaba mucho a mí con intención de bailar, y por lo que se veía, algo más.
Estuve liándome con Nieves al principio y ella no paraba de restregar su culo contra mi paquete, mientras el reggaetón estaba altísimo, pero todas las miradas las centraba Elena. La rubia se había puesto casi al centro de la pista y le perreaba a un chico latino que no se creía que tuviese ese pibón rebotando las nalgas tan cerca de su polla. Nieves al ver que yo la miraba y se me abultaba aún más la entrepierna decidió tomar cartas en el asunto, y como habíamos acordado, bajarme el calentón con la boca. Me llevó al baño, cerró el pestillo y me la sacó de golpe, sin mediar palabra y empezó a tragar y lamerme los huevos. La notaba mucho mas cerda de lo habitual y también algo enfadada. A media mamada, después de tenerla incrustada en la garganta unos segundos, se la saca y me escupe en la cabeza preguntándome de repente que si me ponía Elena. Yo, dudoso de tenerla con mi polla en la mano le dije que claro, que a todos nos pone una tía como ella, con lo que me soltó, se levantó y abrió para marcharse. Yo me quedé pensando que menudo puto idiota, de haber perdido la oportunidad de vaciarme en la boca de mi puta Nieves, porque últimamente en vez de escupirlo, se lo tragaba con mucho gusto.
Para mi sorpresa unos segundos después tocan a la puerta del baño, abro y es Nieves con Elena detrás. Al verla, me guardo la polla en un arrebato de decencia, pero Nieves me para y comienza a pajearme, diciéndome en un tono muy de cachonda que me había traído un regalo. Para mis adentros pensé que en tamaña guarra había convertido a Nieves y que debería recompensarle este acto.
-¿Ves como te lo puedes follar aquí?-, le dijo Nieves a Elena, que miraba absorta el movimiento de la mano de Nieves en mi polla tiesa por la situación.
-Es mas grande de lo que pensaba-. Fue la respuesta de Elena
En ese mismo momento me di cuenta de que Elena se había llevado una mano a la entrepierna y se masajeaba disimuladamente, sin llegar a ser dedo lo que se estaba haciendo, por lo que tenía que ir chorreando la muy cerda. Nieves se inclinó hacia mi cuello y empezó a comérmelo al mismo tiempo que aumentaba el ritmo de la paja y mi estado de excitación fue a más. Miré a Elena que ya se estaba tocando sin disimulo:
-¿A qué esperas?,- le espeté con la polla apuntando hacia ella
Rápidamente se acercó, clavó en mi sus ojos verdes, se deshizo del pelo que tenía en la cara y empezó a chuparme la cabeza delicadamente. Si las mamadas de Nieves ahora eran salvajes de haber aprendido como me gustaban, ésta decidió recrearse en dejarme todo lleno de saliva, para luego dar con la nariz en mi barriga al tragársela entera.
-Joder- recuerdo haber gritado y ser silenciado inmediatamente por Nieves, más cachonda que nunca, que metió su lengua en mi boca mientras su amiga se dedicaba a tragarse hasta la campanilla mi polla. Aquí decidí bajar los dedos hasta la raja de Nieves, que chorreando se abrió de piernas para facilitar la entrada de dos dedos, como a ella le gustaba, que percutieron su interior todo lo rápido que podía. Entonces, justo cuando iba a preñar la garganta de mi rubia mamadora, se levanta, baja los pantalones negros y se pone de espaldas ofreciéndome su coño, que sin dudarlo atravieso con la polla salivada que me había dejado. No hubo queja por metérsela sin condón de una, ni tampoco preguntas solo gemidos. Nieves, que veía como su lío y primer rabo se follaba a otra delante suyo estaba loca, y como yo hacía con ella abrió las nalgas como Moisés el Mar Rojo y empezó a dilatar el ano de Elena, con saliva y más maestría de la que me esperaba. Quería que me follase el culo de su amiga.
Yo no pude aguantar la escena y le metí un corridón absoluto al interior de Elena, que bramó sin parar de gemir y noté que tenía el flujo chorreándole por la cara interna de los muslos. Saqué mi aparato y les hice el gesto de guardar silencio, ya que se escuchaba en la pared del baño a otro chico cascándosela con lo que oía de nuestra cabina. Menudas putas tenía entre manos, ya que como bien había enseñado a Nieves, se esforzó por limpiar de corrida todos los restos que quedaban y me miró satisfecha. Le di un cachete en ese culo perfecto de niña rica que tenía y Elena sin apenas despedirse, se volvió a vestir y mirando con desprecio al chaval que se la estaba cascando al lado, que tenía la puerta abierta y le estaba mostrando la polla, por si ella se animaba, resopló y se marchó igual que había venido.
Nieves me susurró:
-Elena quería probarte, pero no es la única, saben lo que me haces en el baño y tienes a media clase cachonda-
Y con esa información bien aprendida decidí que era el momento perfecto para montar una fiesta en mi casa de campo.