La webcamer y su fan number one VI
De cómo la dulce Paula obtiene el premio que dejó escapar de la sexy Mya_27
CAPÍTULO SEIS. De cómo la dulce Paula obtiene el premio que dejó escapar de la sexy Mya_27
Entonces, mientras la cabeza de Paula era un verdadero torbellino de ideas, el hombre se desplazó por la cama y la chica sintió a su espalda cómo se arrodillaba entre sus piernas, detrás de ella, y cómo metía un par de dedos en su vagina, mientras que con la otra mano distribuía todos los fluidos vaginales que chorreaban por sus piernas desde su empapado coño hasta su esfínter. Entonces ella se dio cuenta de sus más que obvias intenciones e intentó girarse para mirarle sin ver con cara de súplica.
“No, por favor... No me hagas esto... Nunca lo he hecho por ahí…” – le dijo, con voz trémula, suplicante, aunque, sorpresivamente hasta para ella misma, Paula no movió un centímetro de su cuerpo para intentar evitarlo – “Por favor..., no, no…, he hecho todo lo que has querido…, pero eso no…, por favor”
El hombre no respondió, sólo puso la mano en el cuello de la chica y empujó levemente su cabeza hacia abajo, obligándola a que la apoyara sobre la almohada…
Paula se dio cuenta en ese momento de que aquello iba muy en serio y sabía que aquella vez no iba a ser como cuando se metía el plug de la colita de zorra durante las emisiones en la web, por lo que estuvo ligeramente tentada de probar de nuevo a soltarse de las ataduras de sus tobillos, sabedora de que no podría liberarse de las esposas en torno a sus muñecas, pero, finalmente, no se movió, sino que mantuvo sus ojos ocultos tras la venda que los cubría fijos en donde intuía a su captor, al tiempo que él persistía en su movimiento, con su dedo hurgando en la entrada de su culo…
“Cabrón...”, - dijo finalmente, rindiendo sus defensas y clavando su rostro en la almohada, para finalmente atreverse a decirle – “... hazlo con cuidado..., por favor...”
En su mantenido silencio, no le contestó, obviamente, ni ella lo esperaba, y entonces, para la mortificación de Paula, y motivado por las sostenidas caricias de su mano libre entre sus piernas, un gemido más fuerte salió de la boca de la excitada chica, como dándole carta abierta a él para continuar.
El hombre se colocó entonces sobre ella, entre sus piernas, y enfiló su verga directo a su culo, cuya entrada virgen, a pesar de la intensa lubricación con sus propios jugos vaginales, estaba seguro de que le daría batalla, y agarró a Paula, colocando sus manos en sus caderas, con su glande rozando la entrada de su culito.
“¡Síííí, Dios, cómo me pones, cabrón...!” -dijo ella tras unos cuantos segundos sin respuesta, sintiendo como unos leves movimientos de su cadera hacían que la punta de su polla golpeara lentamente la entrada de su culo, sin llegar a penetrarlo - ... “hazme tuya..., hazlo de una vez…”
Y con un fuerte golpe de cadera el intruso enterró al menos la mitad de su verga en su culo. Un fuerte grito retumbó en la habitación, mientras que el cuerpo de Paula se tensaba al sentir la invasión que, aunque esperada, era totalmente desconocida para ella. Su cuerpo se tensó y él pudo sentir el dolor inicial que sufría la indefensa chica mientras que, de su parte, mantenía su verga firmemente ensartada en ese culo que tantas noches había soñado sodomizar mientras la contemplaba en la web.
Tras un par de minutos de inmovilidad y al sentir aflojarse los músculos del cuerpo de la chica, relajando la tensión inicial, él procedió a meter el resto de su polla en el culo de Paula, quien, a pesar de que volvió a tensar el cuerpo y arqueó la espalda nuevamente, ese impulso sólo duró unos breves segundos, casi como para recuperar el aliento nuevamente.
Desde ahí todo fue que ambos se dejaran llevar por la lujuria; lentamente, él empezó a empujar sus caderas contra las nalgas ofrecidas de la chica, sacándole en cada embiste un gemido cada vez más sugerente, mientras sentía claramente cómo ella también estaba gozando de aquella primera vez y entonces empezó a azotar fuertemente sus nalgas cada vez que su polla entraba como un pistón a presión en su apretado esfínter.
“¡Oh, Dios, si..., si..., me encanta...!” – murmuró ella entre jadeos y gemidos de puro e innegable placer, levantando aún más si cabe su culo para que el miembro del hombre pudiera penetrarlo a placer mientras sentía la intensa picazón de cada golpe que caía sobre sus nalgas – “¡...dame fuerte..., azótame fuerte, así, cabrón…, más…, rómpeme el culo de una vez!”, casi le ordenó, sin poder creerse que era su propia voz la que oía decir aquello, comenzando a morder la almohada que apretaba entre sus manos en un vano intento de no gritar del placer que estaba sintiendo.
Oirla casi suplicar que siguiera penetrándola analmente, y aún con más fuerza, fue el final de la resistencia y el autocontrol de aquel maldito hombre, que, con toda la fuerza que pudo darle a sus caderas, no se anduvo con tonterías y empezó a montarla con contundencia. Sus embestidas eran tan fuertes que hacían balancear sus tetas sin control mientras Paula jadeaba con la misma cadencia con la que él le daba por el culo.
“¡AGH! ¡AGH! ¡AGH! ¡AGH! ¡AGH!”
El hombre la sodomizó duramente con gesto imperturbable, y reventó el culo de la ya sometida chica hasta que un gemido de muerte le indicó que ella alcanzaba su primer orgasmo anal, lo que provocó que él mismo se corriera dentro de su culo con un placer indecible, mientras Paula sentía su verga contraerse y estirarse dentro de su culo, disparando su carga de semen en sus entrañas al tiempo que su “violador” pegaba su cuerpo a su espalda, hasta, finalmente, dejarse caer con todo su peso sobre la espalda de la chica hasta que sus piernas no aguantaron más, obligándola delicadamente con toso el peso de su cuerpo a tumbarse boca abajo sobre la cama, con él encima de ella y aún dentro de su cuerpo, mientras ambos sentían cómo su erección iba menguando y luchaban por recuperar la respiración…
Poco después, tras un breve descanso, el hombre sacó su miembro del trasero de la agotada muchacha, que se sintió extrañamente vacía, le desató las piernas y se dejó caer con un hondo suspiro al lado de Paula, quien, totalmente entregada, se dejó abrazar por él y se acurrucó entre sus brazos, arrimando su cuerpo al suyo, casi dejándose acunar dulcemente, sin querer que aquella placentera sensación de entrega total se acabara nunca.
Sin embargo, tras lo que Paula no sabría decir si fueron minutos u horas, la chica sintió cómo aquel hombre le besaba la cabeza y se incorporaba lentamente, como intentando no perturbar su descanso… Le sintió levantarse de la cama y escuchó el roce de la ropa mientras él se vestía, pero ella no se sentía con fuerza suficiente como para quitarse la venda que cubría sus ojos y así descubrir quién era su intruso nocturno… Además, en aquel momento, Paula ni siquiera estaba segura de querer saberlo…
Sin embargo, mientras sentía cómo su misterioso asaltante nocturno, después de liberar sus manos de las esposas, se alejaba en la oscuridad de sus ojos vendados, la chica le escuchó decir las únicas palabras que salieron de su boca en toda la noche.
- “Te avisé de los peligros de una cita… a ciegas, Paulita”, y le escuchó alejarse, riéndose levemente…
Y, de pronto, en ese preciso instante, en lo más profundo de su mente, aun tan cansada como estaba después de la intensidad de la experiencia vivida, Paula supo sin ningún género de duda quién era el hombre que había dominado su cuerpo y sus sentidos de aquella forma durante toda aquella excitante noche,… ¡y no era Chico!..., ¡pero tampoco era un desconocido!... ¡Sólo una persona la llamaba así!.
Finalmente, mientras oía cómo se cerraba suavemente la puerta de su habitación, Paula se acurrucó entre las revueltas sábanas de su cama y ronroneó como una gatita, satisfecha, mientras Mya, su personalidad más atrevida, se hacía presente en esos momentos previos al sueño, maquinando ya sobre cómo organizar otro…, “sorteo”…
“¡Maldita sea!. Fer, te voy a tener que matar… ¿Por qué me has hecho esto?... ¿Cómo has conseguido ponerme así?... ¡¿Y cómo te has librado de Lucía y de Chico?!”, pensó Paula, sólo unos instantes antes de sumirse en un profundo sueño, queriendo sentirse un poco furiosa con él por aquel engaño tan…, tan…, pero lo único que consiguió fue sentirse sonreír para sí misma con su secreto y quedarse abrazada a la almohada que había mordido con tanta ansia durante su primera sodomización, y que ahora tenía claro que no quería que fuera la última…
FIN…, ¿o no?