La webcamer y su fan number one IV
De cómo un hombre toma de la dulce Paula el premio que un chico dejó escapar de la sexy Mya_27
CAPÍTULO CUATRO. O de cómo un hombre toma de la dulce Paula el premio que un chico dejó escapar de la sexy Mya_27
Poco a poco, la pobre Paula fue recuperando la consciencia sin saber muy bien al principio qué le había pasado, sólo llegaba a ser consciente de que se encontraba tumbada boca arriba en una cama, algo mareada, y que le picaba un lado del cuello, y…, ¿por qué no entraba ninguna luz por la ventana?...
De repente, al comenzar por fin a aclararse su mente, se encontró con una venda o un antifaz cubriéndole los ojos, algo duro y redondo entre sus dientes, impidiendo que pudiera articular palabras, y mucho menos gritar, y atada en cruz sobre una cama, con las muñecas y los tobillos muy separados y sujetos a las esquinas…, ¡y completamente desnuda!...
La aterrada chica comenzó a forcejear, en un intento de liberarse de las ataduras, pero fue en vano, no estaban tan apretadas como para hacerle daño, pero sí firmemente sujetas, manteniendo sus extremidades ampliamente separadas, de forma que no podía ni intentar cubrir su cuerpo… Tiró varias veces, arqueando su cuerpo desnudo sobre la cama, aunque no hubo forma de que disminuyera la presión sobre las muñecas ni los tobillos… La soga que le ataba las piernas estaba completamente tensa y la obligaba a mantener las piernas separadas la una de la otra.
En un fugaz momento de lucidez, Paula pudo plantearse a sí misma algunos pensamientos coherentes, ¿dónde estaba el hombre que le había hecho aquello?... ¿Se habría ido ya?... ¿Dónde estaba Chico?... ¿Y Lucía?... ¿Les habría hecho algo?... Demasiadas preguntas sin respuesta que rondaban la cabeza de la indefensa chica.
Intentando serenarse, pudo sentir la presencia de alguien más en la habitación, pero se sentía demasiado alterada como para discernir si se trataba de su atacante o de uno de sus amigos… y fuera lo que fuera lo que tuviera en la boca no sólo la impedía gritar, sino también cualquier cosa que no fuera farfullar palabras ininteligibles, así que consideró preferible guardar las fuerzas para poder aprovechar cualquier ocasión de escapar o pedir ayuda.
De repente, pareció que aquel hombre hubiera estado aguardando que se tranquilizase para poner en práctica lo que fuera que tuviera en mente, porque la indefensa Paula oyó como si alguien se levantara de una silla, con sus demás sentidos agudizados por la pérdida de la visión…, y sintió cómo se acercaba a la cama.
Quien fuera se arrodilló a los pies de la cama, mordiendo ligeramente uno de sus tobillos por encima de la cuerda y le lamió el interior de la pierna, ascendiendo hasta la rodilla, mientras la indefensa chica se estremecía y no podía evitarlo, intuyendo lo que se proponía… Entonces, con sus manos comenzó a recorrer cada centímetro de sus piernas desde los pies, manoseando sus muslos, apretando sus caderas, jugando con cada uno de los pliegues de sus piernas, pero siempre evitando que sus dedos se acercaran a su sexo desnudo, salvo leves roces ocasionales. Paula se resistió un poco, pero notó que él detenía el movimiento de sus manos por su cuerpo cada vez que ella se removía, inquieta, y ella se tranquilizó, suplicando a través de la mordaza que no le hiciera nada.
Entonces el hombre le limpió con la mano la saliva que goteaba por la comisura de los labios de la chica a causa de la mordaza y, cambiando el objetivo de sus caricias, hizo que sus manos descendieran por los hombros de la chica hasta llegar a sus grandes pechos, cogiéndoselos entre sus manos, amasándoselos suavemente antes de centrarse en sus pezones, duros como piedras a pesar de la resistencia heroica que la chica presentaba a sentirse excitada, sintiéndose traicionada por la respuesta erótica que sus pezones le transmitían a todo su cuerpo como una corriente eléctrica, sobre todo cuando él se inclinó sobre ella y comenzó a chupárselos, alternando esas caricias con suaves pero firmes pellizcos entre su fuertes dedos, lamiéndoselos y succionando con fuerza entre sus labios…, mientras la chica intentaba elevar el torso de la cama a pesar de la poca movilidad que le permitían sus ligaduras, casi como si le ofreciera sus pechos para su placer…
Sin dejar de torturar sus pezones con sus labios, con sus dientes, una mano de aquel hombre descendió por encima de la barriguita de Paula, haciéndola jadear con anticipación, hasta llegar a su zona íntima, apretando toda la palma de la mano contra el cálido y húmedo sexo de Paula que, inconscientemente, levantaba su entrepierna contra la misma, favoreciendo el sensual toque…
Con sus dedos comenzó a profundizar en su coño, totalmente depilado para la ocasión…, para “otra” ocasión… Con sus dedos el hombre abría sus grandes labios vaginales y le metía uno, dos y hasta tres dedos sin ningún problema, sintiéndola lubricada con sus propios flujos vaginales, mientras que con su otra mano comenzaba a sacarse los pantalones, mientras ella le suplicaba que la dejara desde detrás de la mordaza, por más que la temperatura interna de su cuerpo parecía haber subido algunos grados.
Ya con la verga del hombre completamente expuesta, dura como palo, como Paula pudo sentir al rozarse contra sus muslos, el desconocido se montó sobre ella y se la metió hasta el fondo sin ninguna compasión. Ella lanzó un grito, amortiguado por la mordaza, pero a ninguno de los dos les pareció que fuera de dolor, ya que su miembro le había entrado sin ninguna dificultad de lo mojada que estaba.
Comenzó a follarla, montado completamente sobre ella, penetrándola una y otra vez, con ansia, como queriendo saciar con ese acto una necesidad ineludible. Y una y otra vez su verga entraba y salía de la vagina de una Paula que ya casi ni protestaba, y solo sentía su agitada respiración.
Cuando parecía que estaba a punto de acabar y su respiración se aceleraba, aquel hombre se detenía completamente y esperaba un poco, para luego continuar penetrándola con más fuerza aun, primero para desesperación de la chica, y después para su deleite, ya que sus quejidos de dolor, poco a poco, fueron cambiando hasta sentirse como quejidos de placer, mientras el violador sentía cómo su vagina estaba ya completamente dilatada y muy mojada, hasta que, finalmente, Paula sintió como si algo se rompiera en su interior y un intenso e interminable orgasmo recorriera todo su cuerpo desde la punta de los dedos de los pies hasta el último pelo de la cabeza, dejándola exhausta y desmadejada sobre la cama, al tiempo que aquel hombre, conseguido ya su objetivo de hacerla disfrutar, aceleraba sus embestidas, penetrándola cada vez más profundamente, más salvajemente, hasta que la chica le sintió correrse, pero sin ser capaz de asegurar si lo había hecho dentro o fuera...
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AVISO. En esta serie de relatos se han usado los nicks de usuarios reales, sin que esos personajes estén relacionados ni basados en modo alguno con dichos usuarios, siendo de responsabilidad exclusiva del autor.