La webcam
Mi marido recibe, desde mi móvil, la invitación a una página de webcams online. En ella me encontrará a mi, acompañada por tres hombres. Es hora de mi merienda
Había recibido un mensaje de mi mujer para que me conectara a una página web de webcams online. Copie el enlace en el navegador de mi portátil y accedí a la sala que me proponía.
La visión no invitaba a ningún final afortunado. Las imágenes no eran demasiado claras pero, en principio, aquella escena no se correspondía con algo que fuera a hacerme sentir cómodo. Desde la cámara se podía ver el final de una mesa en el que se veía alguna taza y un paquete de cigarrillos. Delante de ella había dos sofás.
En uno de ellos, el más grande, estaba mi mujer. Tumbada boca arriba, con las piernas flexionadas y los pies apoyados sobre el muslo de un hombre. Hablaba con él sin percatarse, aparentemente, de que la escena estaba siendo retransmitida hasta el otro lado del Atlántico. Me costó reconocerlo, pero se trataba de uno sus los compañeros de trabajo: Sebas creo que se llamaba. Mi mujer sonreía despreocupada mientras las manos de Sebas recorrían juguetonas sus pantorrillas. Por la posición, y por el vestido que llevaba puesto, las vistas que mostraba mi mujer a Sebas de su entrepierna tenían que dejar muy poquito a la imaginación.
En el otro sofá estaban sentados otros dos hombres, a los que no lograba identificar. Uno de ellos trasteaba un portátil que tenía apoyado en los muslos. El otro, con una especie de mando a distancia, apuntaba de vez en cuando hacia la posición dónde se encontraba la cámara. Ahora podía entender los movimientos de cámara: unas veces deteniéndose en los muslos de mi mujer, otras perdiéndose en su bonita sonrisa, estaba especialmente hermosa.
- En breve tiene que empezar el espectáculo. Esperamos que sea de tu agrado. Aunque desgraciadamente, no lo será tanto como para nosotros.
Apareció de repente en la barra del chat de la página. No contesté
Apenas se escuchaba, pero Sebas le pidió un café a uno de los otros dos hombres. El que tenía el mando se levantó y se puso delante de la mesa. Alargó la mano y retrasó la webcam. Puso delante de él una taza y una cafetera, pero antes de empezar a servir metió sus manos debajo de su pantalón y sacó su miembro apoyándolo en la mesa, de nuevo otro mensaje en la pantalla:
- Esta, junto con otras dos más, es lo que se va a merendar tu querida mujercita esta tarde.
Supongo que la cercanía a la cámara, la iluminación y demás factores alteraban algo la percepción, pero el tamaño era bastante importante y me dejó muy sorprendido, ya que no estaba erecto del todo. Aún no había logrado reconocerle, pero era un hombre con cuerpo atlético, totalmente depilado, por lo que pude comprobar. Iba sin camiseta marcando sus trabajadas abdominales, manos grandes y brazos fuertes. Solamente llevaba una especia de pantalón deportivo. Sirvió el café y al poner la leche se la empezó a derramar sobre su glande hasta rellenar la taza. Volvieron las carcajadas acompañando la grabación. Al instante vi como echaba algo de un pequeño frasco y de nuevo un mensaje en la pantalla:
- Como verás ya está bastante desinhibida. Con lo cachonda que está no creemos que pase, pero por si acaso, y para que no nos deje con este calentón, nos aseguraremos de que no se eche para atrás. Ponte cómodo y e intenta disfrutar tú también
El hombre acercó de nuevo la webcam a su posición original y se retiró hacia el sofá donde estaban mi mujer y Sebas. Ella se incorporó para coger la taza y darle un pequeño sorbo mientras se sentaba al lado de Sebas. Parecía tener mucha complicidad con su compañero y sobre todo, demasiada confianza.
A Sebas no lo conocía en persona. Sentado parecía un tío normal, calvo y un poco regordete. Eso sí, mi mujer lo tenía siempre en boca. En todas las anécdotas que contaba estaba él. En todos los disgustos que traía de la oficina estaba él. Siempre los dos aliados contra la tiranía de su jefe, pero bueno, todos hemos tenido con quien desahogarnos cuando las cosas no se dan bien. Aunque sólo me hubiera gustado referirme en el plano profesional, porque después de esto estaba claro que algo más había entre ambos.
Centrándome de nuevo en las imágenes, muchísimo más nítido que al principio, podía ver de nuevo a mi mujer reírse ante los comentarios de Sebas. Otro trago de café: casi apurando la taza. Vi su lengua recorrer sus labios limpiando la espuma que había dejado la leche.
Por fin pude reconocer el hombre que le había servido el café. Era Sergio, otro compañero de trabajo. A éste sí que le conocía y la verdad que nunca había tenido buenos comentarios de mi mujer hacia él, pero ahí estaba: si todo seguía como tenían previsto iba a darle su miembro para “merendar” en breves instantes. Según ella, era el típico trepa que siempre tiene buena consideración aunque no da un palo al agua. El musculitos con deportivo que siempre presume de sus conquistas, que hace comentarios machistas y que siempre está riéndole las gracias al jefe. Esas cosas que a siempre la enfadaban. Se sentó al lado de ella en el sofá
Mi mujer tenía las piernas cruzadas. Con el vestido remangado dejando ver casi toda la extensión de sus piernas. Parecía estar “jugando”. Sebas le daba un pequeño golpe con la mano en la rodilla y la pierna se estiraba. Esa tontería, y supongo que alguna otra cosa más que hubieran tomado previamente, los tenía muertos de la risa a los tres. De vez en cuando, Sergio la acariciaba en el hombro retirándole el pelo, aunque ella parecía no prestarle mucha atención. En uno de esos movimientos involuntarios la pierna de mi mujer quedó sobre el muslo de Sebas. No se inmutó.
En ese momento, el otro hombre que tecleaba con el ordenador me dejó un último mensaje y dejó el portátil sobre el sofá. Se levantó hasta colocarse detrás de ellos, justo a la espalda de mi mujer.
- Me apunto a la fiesta. Vamos a ver si podemos desnudarla y ver si es verdad las maravillas que siempre nos cuenta Sebas
Seguía sin poderle ver la cara. Desde detrás del sofá agarró los brazos de mi mujer y los llevó hacia atrás de su cabeza. Ella hizo un pequeño gesto para volver a su posición, pero no mostró, o no quiso mostrar, la resistencia necesaria. Sergio había puesto la otra pierna sobre su muslo y así estaban: ella abierta de piernas, sintiendo las caricias de sus compañeros en sus muslos, frente a una cámara con las manos por detrás de su cabeza y acompañada de un tercer hombre. Por un momento me pareció ver que fijaba su mirada hacia la cámara con los ojos encendidos en deseo.
El hombre desconocido consiguió desabrochar el vestido, que iba anudado en la nuca, ella se dejó hacer. Acarició su cuello mientras la obligaba a echar la cabeza hacia atrás cogiéndola de la barbilla. Se recolocó un poco apoyando su polla en el respaldo. Me sorprendió su grosor más que su longitud. La acercó a los labios de mi mujer, haciendo que ésta abriera su boca.
A su vez, Sergio y Sebas ya habían terminado de liberar sus pechos, que reaccionaron ante las manos de sus acompañantes. La imagen de sus pechos desnudos, coronados con unos pezones grandes del color de una galleta, mientras eran manoseados, succionados y lamidos por sus acompañantes, me estaba poniendo enfermo. Podía sentir la sensación de cómo se endurecían cuando era yo el que pasaba la lengua por ellos. Esa es una de las partes de su cuerpo que me encantan. La otra es su culo: siempre me ha gustado perder mi lengua en él, aun sabiendo que era un agujero que no tenía permitido atravesar.
La posición de la mamada no debía de ser muy cómoda y mi mujer decidió incorporarse. El vestido cayó a sus pies. Se giró y se puso de rodillas sobre el sofá buscando el miembro que estaba lamiendo con anterioridad, apoyando su pecho contra el respaldo. Sergio se levantó también y se quitó los pantalones, después se acercó a la mesa, acariciándose la polla y cogió la cámara.
Tras un pequeño instante de imagen borrosa, debido al rápido movimiento de cámara, volví a tener visión de lo que sucedía: Sergio me ofrecía un plano lateral de la escena. En él aparecía la polla del hombre desconocido siendo lamida a conciencia por la lengua de mi mujer, cuyos ojos permanecían cerrados. Recorrió su cuerpo lentamente. También Sebas apareció en escena. Estaba desnudo y dejaba sobre el sofá las bragas de mi mujer. En un instante la cámara enfocó directamente el culo de Silvia. Una de las manos de Sebas fue a separar una nalga y Sergio alargó su mano para separar la otra. Sebas comenzó a masturbarla desde delante, pasando los dedos de su otra mano por sus labios, introduciéndolos en ella y terminando con la yema sobre su ano. Ella se recolocó alzando más su cadera. Los dedos de Sebas esparcían sus flujos por toda su entrepierna. Otro repentino movimiento de cámara y al volver la imagen, la boca de Sergio se perdía entre el culo de mi mujer. Comencé a escuchar sus jadeos ahogados. Sergio le estaba pegando un buen repaso con la lengua.
El plano cambió ligeramente. Por la posición debía de estar colocado sobre el reposabrazos. Sebas aparecía sentado al lado de Silvia. Sergio seguía lamiendo a mi mujer y ésta, a su vez, chupándosela al desconocido. Una de sus manos descendió por el pecho de Sebas y bajó hasta su miembro erecto. Quizás el más grande de los tres, y eso que el de Sergio ya me había parecido exagerado. Con un suave movimiento comenzó a masturbarle, subiendo y bajando lentamente, acariciando también sus testículos. El desconocido se retiró de detrás del sofá y desapareció. Ella agachó su boca hasta encontrar la boca de Sebas, entrelazando sus lenguas.
Sebas comenzó a mover rápidamente su mano entre las piernas de mi mujer, mientras Sergio seguía con la lengua en su culo. Ella, entre sonoros jadeos, cerró las piernas de repente dejando caer su cuerpo contra el pecho de Sebas, en lo que sería su primer orgasmo. La respiración agitada dio de nuevo paso a las risas provocadas por los movimientos de la mano de Sebas, por lo visto, el placer había dejado paso a las cosquillas. De nuevo me pareció ver que miraba hacia la posición de la cámara. Descendió con su lengua por el vientre de su compañero hasta llegar a su polla. “Prácticamente era de la misma longitud de su cabeza” pensé.
Mientras su lengua jugueteaba con los testículos de Sebas, Sergio se levantó y se puso tras ella. Un pequeño empujón hizo mover el cuerpo de mi mujer hacia adelante hasta prácticamente tocar con su nariz la cámara. Tenía los ojos semi cerrados, la boca entre abierta y comenzó a gemir de nuevo mientras se recomponía de las embestidas de Sergio, que la sujetaba por la cintura con sus manos. Su boca apenas abarcaba el glande de Sebas, que acariciaba dulcemente su espalda y su pelo. Ella comenzó a masturbarle también con su mano. Las embestidas de Sergio fueron creciendo en fogosidad y frecuencia, aumentando el ritmo del jadeo de ambos. Parecía estar a punto de correrse. Pero fue Sebas el que lo hizo primero. Pude ver como contraía su cuerpo y apretaba suavemente la cabeza de Ella para que sus labios no sacaran el glande de su boca. Sebas emitió un grito de placer al tiempo que de la comisura de los labios de mi mujer escurría el semen de su compañero. Ambos se miraron y Sebas le sonrió. Ella volvió a agachar la cabeza y comenzó a recoger el semen que escurría por toda la longitud de su polla hasta sus huevos.
Y otra vez ese molesto del movimiento de cámara. Y sí, yo ya estaba muy excitado, ya había notado el semen caliente sobre mi mano cuando mi mujer se corría con las caricias de sus compañeros. Y estaba de nuevo sorprendentemente empalmado.
Sebas se levantó cogiendo la cámara. El cambio de situación de la cámara trajo consigo también el cambio de posición de los “actores”. Sergio se había tumbado en una especie de alfombra que había en el suelo. Mi mujer se estaba recolocando encima de él. Clavó sus rodillas en el suelo y empezó a enterrar de nuevo su miembro en ella. Muy despacio se dejó caer. Apoyando pecho contra pecho. Sus antebrazos quedaron en el suelo mientras Sergio comenzó a mover su cintura hacia arriba. Sebas acercó la cámara mostrando un primer plano de la penetración. Lentamente el miembro de Sergio se iba introduciendo en ella, mientras con sus manos intentaban abrir más el camino de entrada. La verdad que Sergio tenía una resistencia impresionante. Generalmente tener a mi mujer en la posición anterior, o llevando el control encima de mí, no me permitía aguantar más de 5 minutos. Los gemidos y jadeos fueron en aumento, mientras la cámara me mostraba sus endurecidos pezones acariciando los labios de Sergio.
Apareció de nuevo en imagen el hombre desconocido acercándose por detrás a mi mujer. Ahora sólo podía ver sus manos. Llevaba un bote que empezó a derramar por el final de la espalda de ella, dejando una sustancia viscosa que comenzó a escurrir por su culo, descendiendo hacia la penetración a la que estaba siendo sometida por su compañero. Apoyó uno de sus dedos por el ano de mi mujer y presionó con suavidad hacia dentro. Ella intentó apartarse, pero Sergio la tenía bien sujeta por la espalda. Pudo apoyar sus manos en la alfombra y aceleró el movimiento de sus caderas, cayendo, al poco, en un sonoro orgasmo. Ahora sí, con un suave movimiento de cámara, me enseñaron con detalle como el dedo iba penetrando en su culo, mientras por la polla de Sergio comenzó a escurrir el semen de su corrida dentro de ella. Ese dedo dio paso a un segundo, y esos dos dedos comenzaron a entrar más fácilmente en su culo. Con esa vista, yo también terminé por correrme de nuevo.
Sergio se levantó. Mi mujer aprovechó y se tumbó boca arriba, adaptando su movimiento a los de los dedos del desconocido que seguían dilatando su esfínter. Sudaba. En la cara se reflejaba todo el placer que le estaban dando sus compañeros, sus mofletes estaban sonrosados por el esfuerzo y relamía sus labios con las penetraciones anales que esos dedos continuaban haciéndole. Me fije de nuevo en sus pechos y el sudor que se reflejaba en ellos. Estaba espectacular.
La cámara se detuvo por fin en el último de los invitados. Había visto sus dedos regordetes penetrando el culo de mi mujer, sus péquelas manos acariciando el pelo de mientras ella se la chupaba, su barriga prominente, con mucho bello canoso en la zona del pecho. Y ahora le veía la cara: la barba desaliñada, gafas y pelo canoso. ¡Era Ángel!, el jefe de la empresa. La persona de la que peor hablaba Ella. La verdad que no me lo podía creer.
Ella flexionó y abrió más sus piernas para dejar a Ángel colocarse entre ellas. Volvió a aparecer Sebas en la imagen. Ángel derramó de nuevo líquido viscoso del frasco por el vientre de mi mujer y por su polla. Muy despacio empezó a penetrarla. Los tres la estaban tratando con extremada delicadeza. Disfrutando de cada instante. Sus manos comenzaron a repartir lentamente el abundante líquido por el cuerpo de ella, que empezó a retorcerse de placer, recreándose en cada rincón. Sebas también comenzó a manosearla. Sergio parecía llevar la cámara y era el encargado de ofrecerme cada detalle de lo que ocurría: se movió hacia la posición de la penetración de Ángel, así pude ver cómo su miembro se perdía dentro de su culo. Aun siendo la más gruesa de los tres, parecía un cuchillo caliente cortando mantequilla, asombrosamente apenas encontraba dificultad. El ritmo de las embestidas fue en aumento, igual que los gemidos de mi mujer que, además, se encontraba siendo masturbada de nuevo por Sebas. Las manos de su compañero magreaban sus pechos, que se movían frenéticamente, y su coño, haciéndola estallar de nuevo de placer. También Ángel anunció su corrida, entre sonoros jadeos y quejidos. Después fue Sebas el que se recolocó entre sus piernas y se dejó caer sobre ella. Silvia le acariciaba el pecho y esperó con una sonrisa cansada mientras su compañero se corría también en su interior, abrazándole por sus caderas con sus piernas.
Sergio había dejado de nuevo la cámara en el suelo. Recolocó a mi mujer, poniéndola de rodillas frente a la cámara. Su polla estaba de nuevo erecta. Me fije en ella de nuevo, ahora sí miraba fijamente la cámara. Su piel brillaba por el aceite. Respiraba agitada. Su cuerpo desnudo me parecía espectacular. Ella es una mujer alta, de piel blanca y pelo corto moreno. No está especialmente gordita, pero muestra unas curvas que enloquecen. Sus piernas son largas y su culo firme y redondeado. Sus pechos los puedes abarcar con las manos, algo caídos, pero como dije antes, es una de las partes más excitantes que tiene y a la que más partido saca con los escotes generosos que suele llevar.
Sergio la empujó suavemente desde atrás e hizo que apoyara los antebrazos en el suelo. Ahora la tenía allí, en primer plano en mi pantalla, mirándome fijamente mientras su cuerpo se movía al ritmo de las penetraciones a las que Sergio la sometía. De vez en cuando se mordía el labio mitigando el cambio de orificio que alternaba Sergio durante sus movimientos. De nuevo me empalmé y comencé a sacudir mi polla frenéticamente. Sus pechos dejaron de moverse y el pene de Sergio apareció frente a su cara. Sergio estaba masturbándose acariciando los labios de mi mujer, la nariz. Ella continuaba mirándome inexpresiva. Apareció de nuevo la polla de Ángel, también masturbándose. El primer chorro de semen cayó sobre su moflete, hubo un segundo. Mientras sacaba su lengua para recoger la parte que había salpicado su boca extendió su brazo para coger la cámara y la conexión se cortó. Otro mensaje en la pantalla:
- Repetiremos en breve. A nosotros nos ha encantado. A ver si nos conocemos. Un abrazo, Sebas.
Pensé en llamarla, pero no lo hice. Terminé de correrme por tercera vez.