La vuelta de mamá III

Karmen sigue su juego

"¿Te apetece follarme ahora mismo?".

Con esa pregunta, Karmen había roto todas las barreras, si eso todavía era posible. Me quedé estupefacto contemplando su cuerpo desnudo frente a mí. Todavía con los brazos elevados, comenzó a contonearse sensualmente, moviendo las caderas muy despacio y con estilo. Se giró, mostrándome ahora su espalda fibrada y sus nalgas desnudas. Se agachó, abriéndose las piernas ligeramente, ofreciéndome un primer plano de sus culo; pasó su mano entre las piernas, y con el dedo corazón recorrió la raja que separaba sus dos nalgas muy despacio, desde arriba hasta acabar en su coño, que rozó brevemente mientras volteaba la cara para mirarme de reojo. Sonrió, al verme embobado observando la escena desde el borde de la cama. Entonces se detuvo, se incorporó y giró sobre si misma para recuperar su posición original, de pie y desnuda frente a mí.

-"No contestas", me dijo, ladeando la cabeza y con los brazos en jarra.

-"¿Eh?", acerté a decir, saliendo torpemente de mi ensimismamiento.

-"Jajajaj. ¿Te lo digo de nuevo? Te he preguntado si me follarías ahora mismo", volvió a repetir, jugando ahora con ambas manos apretadas contra sus pechos y pellizcándose suavemente los pezones.

Mi verga estaba completamente empalmada desde hacía un buen rato, y solo me quedaba contestar lo obvio.

-"Claro que sí. Claro que te follaria ahora mismo... es más... lo deseo", respondí con el hilo de voz que salía de mi boca seca.

Se quedó mirándome muy fijamente durante un par de segundos con las pupilas llenas de fuego y lujuria. Yo esperaba absorto a que su cuerpo se uniese al mío, muerto de miedo y de excitación al tiempo. Dió un paso hacia adelante y se agachó frente a mí, apoyando sus codos en mis rodillas y con mi pene erecto a tan solo unos centímetros de su cara. En esa postura, y cuando yo esperaba recibir su lengua en mi sexo, me dijo:

-"¿Lo ves, cariño?. Te conozco desde que naciste, te has criado con mis niñas, te he visto crecer. Soy como tu tía, casi como tu madre. Y te pregunto si ahora mismo me follarias y contestas, sin dudar, que por supuesto. Y sé que no mientes, porque tu polla está empalmadísima y mirando hacia el techo desde que entré en este cuarto". Recorrió mis muslos con ambas manos, se incorporó y se sentó con sus nalgas desnudas sobre mis rodillas, rodeándome con su brazo izquierdo y tocando tiernamente mi cara con la mano derecha. "Es solo sexo, nene. Nuestros cuerpos reaccionan, nuestros sentidos fluyen y nosotros tan solo ejecutamos. No puedes pedirle a nadie que renuncie a ello, que se reprima, por un estúpido sentimiento de culpa. Somos libres y, como te dije antes, tu también", concluyó.

No respondí. Me quedé mirándola, con la boca entreabierta y con los ojos como platos. El corazón me bombeaba dentro del pecho y mi pene ardía en carne viva.

Karmen olió mi confusión, me dio un pico en los labios y me pasó la mano por la cabeza jugando con mi cabello graciosamente, justo antes de incorporarse de un salto y coger el mechero que descansaba en la mesilla. Se acercó a la ventana, pilló el canuto que había dejado apoyado sobre la repisa, se lo metió en la boca y lo encendió, dando una larga calada. Apoyó su espalda en la ventana y cruzó los brazos, sosteniendo el porro con dos dedos de forma sensual, mientras me veía con una media sonrisa, como si nada hubiese pasado un momento antes.

-"Necesito beber agua", le dije, mientras me levanté de la cama para ir hacia la cocina.

-"Traeme a mi también, porfa", me dijo después de expulsar el aire."Esta mierda me esta secando la boca".

Me había descolocado una vez más. Caminé hacia la cocina repasando lo sucedido en los últimos días, y especialmente aquella noche, sin poder discernir a si estaba jugando conmigo, dándome una lección o, simplemente, divirtiéndose.

Abrí la nevera y cogí una botella de agua fría. Eché un buen trago con el que saciar mi boca pastosa, volví a cerrar el tapón y me dirigí de nuevo hacia el cuarto, sin saber que otra tortura me tendría preparada Karmen.

La encontré echada en la cama, boca arriba, sosteniendo el petardo entre el índice y el pulgar. Sonrió al verme de nuevo, y alargó el brazo libre para recibir la botella. Despues de un largo trago, se llevó el porro a la boca, sosteniéndolo con la comisura de los labios, y para mi sorpresa comenzó a regar su cuerpo dejando caer sobre él un hilillo de agua que manaba de la botella,  comenzando desde su cabeza y finalizando entre las piernas. Cerró la botella y la posó en la mesilla, extendiendo con ambas manos el agua vertida por su cuerpo desnudo.

-''Lo siento, estaba ardiendo. Este cuarto parece una sauna, y yo estoy demasiado caliente", me dijo, al tiempo que me sonreía con picardía. "Túmbate aquí, junto a mí", me dijo mientras señalaba el lugar donde debía acostarme. Así lo hice, al tiempo que me volvía a ofrecer el porro de hachís: "Toma. Que sepas que no viajó dentro del culo del morito, sino en el mío propio", me dijo, partiéndose de risa. Acepté, y ladeó su cuerpo para verme probar el chocolate. "¿A que ahora no te da tanto asco?", me preguntó sin esperar respuesta mientras pasaba la mano por su cadera.

Nos quedamos un buen rato en esa postura. Yo boca arriba y ella ladeada hacia mí, tan pegada a mi cuerpo que podía oler el intenso aroma que desprendía su sexo. No hizo nada más que masajear mi pecho con la palma de su mano diestra, haciendo círculos sobre mi torso y bajando a ratos a mi abdomen. Suficiente para que mi polla se pusiese en guardia de nuevo.

Paulatinamente fue ralentizando sus movimientos, hasta que acabó por cerrar los ojos. Yo seguía nervioso y excitado, y después de un buen rato intentando conciliar el sueño, no sé si minutos u horas, la llamé en voz alta:

-"Karmen".

Respondió con un leve gemido, todavía acurrucada en torno a mi cuerpo.

-"Te deseo mucho", continué.

Soltó un leve quejido, abrió los ojos y se incorporó, apoyando la cabeza sobre su mano izquierda. Con la que le quedaba libre, me pasó el dorso por el rostro.

-"¿No puedes dormir?", me preguntó, como si no me hubiese escuchado.

Negué con la cabeza y me giré dándole la espalda. Ella se pegó aún más a mí, y envolvió mi cuerpo con una de sus piernas. Podía sentir como sus pezones erectos me rozaban la espalda y como el calor de su sexo abrasaba mis nalgas.

Siguió acariciándome con suavidad y comenzó a besarme el cuello tímidamente.

-" Estas muy nervioso. Necesitas dormir", me dijo con dulzura.

-"No puedo", reconocí.

-"Yo te ayudaré", me dijo susurrandome al oído.

Sin decir nada más, me mordisqueó la oreja con delicadeza y volvió a besarme el cuello, con pequeños besos, que fueron ganando intensidad a medida que se acercaba a mi boca. El silencio de la noche solo lo rompía el sonido de su boca salivando mi rostro cada vez con más insistencia.

La mano que masajeaba mis pectorales bajó vertiginosamente hacia el ombligo, donde solo se detuvo para rodearlo graciosamente con la yema del índice, y de ahí siguió descendiendo en un rápido movimiento hasta mi sexo.

Mientras con el filo de la lengua me repasaba la comisura de los labios, con su mano me agarraba las pelotas con suavidad, soltándolas de golpe para buscar la polla, que agarró fuerte tanteando su consistencia.

-"Esta dura como una piedra", susurró.

-"Te dije que te deseaba... mucho", balbuceé.

-"No puedes dormir así...", afirmó, ignorando de nuevo lo que acababa de decirle.

Comenzó a mover suavemente el pellejo, recorriendo muy despacio todo el largo de mi polla, desde la base hasta el capullo. Sin dejar de agitar mi verga, se incorporó ligeramente para juntar aún más su rostro al mío, y poder sellar nuestras bocas sin obstáculo. Nuestros labios estaban unidos por un fino hilo de saliva, y su lengua jugaba dentro de mi boca repasando hasta el último rincón de la misma. Seguía masturbándome lentamente, lo justo para hacerme sentir que el orgasmo no estaba lejos.

-"Estoy muy excitado... no tardaré en...", acerté a decir nublado por el placer.

-"Hazlo", me dijo sin dudar. Aprovechó el momento en que nuestras bocas se separaron para escupir en su mano y llevársela de nuevo a mi falo, envuelto ahora en una capa de saliva. La mano se deslizaba con mucha agilidad arriba y abajo, acelerando el ritmo frenéticamente. Noté llegar ya el momento, que le anuncié con un "ya" que ella entendió muy bien, apretándose contra mi cuerpo con pasión y proporcionando un ritmo endiablado a la paja hasta que, inevitablemente, sentí llegar esa ola de leche hasta la boca misma de mi sexo, derramando el jugo sobre su mano.

En el mismo momento de eyacular solté el sin rubor el profundo gemido que había contenido hasta ese momento.

-"Ssssss", la escuché susurrante al oído, como melodía de fondo de mi propio desahogo. "Muy bien cariño, lo has hecho muy bien", me consolaba. "Ahora descansa".

Me giré de nuevo, para ponerme otra vez boca arriba. La cama era una mezcla de sudor, saliva, agua derramada y fluidos varios.

-"Bendita juventud", se dijo Karmen al ver su mano empapada de semen. Se lo restrego por los pechos y los hombros, y se llevó a la boca la última gota que le quedó en el dedo. Me pilló mirándola, y sonrió. "No te asustes"-dijo- "Hace tiempo que no probaba este manjar".

Nos quedamos en esa postura, yo vacío y ella exhausta. Karmen me cogió su mano y así, con ellas entrelazadas, nos fuimos quedando dormidos, en aquel cuarto atestado de calor y sexo, con el canto de los grillos de fondo y la luz de la luna entrando por la ventana.

No quedaría mucho tiempo para que sonase el despertador, pero caí en un profundísimo sueño que me transportó a una cama de terciopelo, rodeada de nubes de algodón, donde dos mujeres desnudas recorrían mi cuerpo con sus manos bajo el cielo más azul que jamás hubiese visto.

-"Mira, se está empalmado otra vez", escuché decir a una de las ninfas, justo en el momento en que abrí los ojos y me encontré otra vez en aquella cama empapada dentro de aquel cuarto lúgubre.

Al despertar, ví de nuevo a Karmen, volteada hacia mí, mirándome fijamente y sonriéndome. A sus pies estaba Hilda, observando mi completa desnudez curiosa y divertida, cubierta tan solo con un tanga morado y con una taza humeante en la mano.

-"Es pronto cariño. Sigue durmiendo", me dijo Karmen, al tiempo que Hilda alargaba su mano para cerrarme de nuevo los ojos con toda la delicadeza que puede transmitir un ángel.

(Continuará...)