La Vuelta al Mundo X: 1 - La apuesta

Nadia no tiene miedos ni límites, le encantan las aventuras y el sexo desenfrenado. Con el motivo de una apuesta y emulando William Fogg dará la vuelta al mundo por sus propios medios. Para ello se valdrá de su desparpajo, su cara dura y sobretodo de su cuerpo.

Dicen algunos poetas, escritores, filósofos y entendidos que el orgullo del hombre es su perdición. Una piedra que se encuentra siempre en el camino pero que rara vez vemos, ya sea porque estamos demasiado ocupados contemplando nuestra propia nariz o porque las ansias de avanzar no nos dejan verla. Nadia no pensaba de ese modo, el orgullo en si no era malo, es más podía motivar a la gente a hacer cosas increíbles. Lo malo, según ella, era el delirio de orgullo. Este era el monstruo que no nos permitía ver nuestros propios límites.

Nadia dormitaba en una especie de vigilia entre el sueño profundo y la consciencia plena. Notaba los cálidos rayos solares acariciar la piel  de su espalda y era consciente de las sabanas enredadas desordenadamente alrededor de su cuerpo. El pelo rubio debía de estar desordenado sobre la almohada y su boca de labios llenos y rojizos expiraba muy lentamente el aire de sus pulmones.

A su lado, un cuerpo masculino completemente despierto, la observaba con la cabeza apoyada sobre una mano. Esos ojos verde bosque la observaban en silencio. Primero se fijaron en su boca de labios llenos y rojizos. Un recuerdo de esa boca alrededor de su miembro turbó al hombre por un instante que no pudo evitar respirar fuerte. Sus ojos se movieron después hacia la forma delicada de su mentón y su cuello de cisne. Recorrieron la linea de su espalda bañada por el sol y trataron, sin éxito, de ver a través de la sábana blanca que tapaba su desnudez.

El cuerpo de Nadia era largo, sus extremidades eran delgadas y su piel era pálida y muy suave. Era un cuerpo puro, sin lunares, manchas, ni peca alguna. Todo en ella era suave y delicado. Su pelo era rubio y sedoso y su cara de ángel. Sus pechos eran pequeños, redondeados, tersos y coronados por unos pezones pequeños, rosados y muy excitables.

Sin poder contenerse el hombre al lado de Nadia alargó la mano y con la punta de los dedos recorrió el hombro de la mujer. Trazó círculos suaves observando si su sueño se perturbaba y siguió una linea hacia donde comenzaban sus pechos. Se detuvo ahí un instante para después, con sumo cuidado, deslizar la sábana blanca de algodón hacia abajo. Un seno quedó al descubierto.

El hombre se lamió los labios como si desease probarlo con la boca, pero en vez de eso lo acarició suavemente con la punta de los dedos, trazando círculos concéntricos. Enseguida el rojizo pezón cambió el perfil de aquel pecho, volviéndolo afilado. La suave punta sobresalía pequeña y dura en medio de la redondez.

  • Voy a fingir que sigo dormida David -dijo Nadia en voz baja, apenas susurrando.

David sonrió en silencio y siguió con el juego. Se acomodó mas cerca de ella y siguió con sus caricias en su seno. Sabía que esta vez, ella le dejaría hacer, pero no siempre era así. De hecho ella se negaba constantemente a entregársele por completo. La culpa la tenía él, muy a su propio pesar, el mismo le había dicho que lo suyo no era serio, que solo se divertían y que no habría exclusividad. Lo que no sabía era cuanto le iba a joder que ella fuese tan libre como él.

Descubrió el segundo seno y movió el cuerpo de Nadia hasta tenerlo boca arriba en la cama. Ella seguía relajada, como si durmiera. Deslizo la sábana hasta su ombligo. La luz que entraba por la mañana bañó su vientre liso y elegante y ambos pezones se elevaron impasibles sobre la redondez de sus pechos. Colocó ambas manos sobre sus costados y sus manos morenas y algo velludas le parecieron feas en comparación contra la lisa y pura piel femenina. Las deslizó hacia arriba con deliberada lentitud e hizo que escalaran esos dos pequeños montes.

David soltó el aire que había retenido en sus pulmones al apresar sus senos. Eran quizá, demasiado pequeños para sus manaza. Aun así los encontraba llenos y perfectos. los apretó muy suavemente, tomando consciencia de su tacto y densidad. ambos pezones quedaron apresados entre sus dedos gruesos. Ella emitió un gemido apenas audible. Emocionado por su reacción, David los masajeó.

Al ver que Nadia sonreía muy levemente, David acercó su boca el  pezón derecho, sopló delicadamente y lo tomo entre sus labios. el contacto con esa piel rugosa le hizo excitarse. Uso la lengua en el, estimulándolo de todos los modos que se le ocurrieron, succionando, lamiendo, chupando... Levantó la vista un instante y vio los labios entreabiertos emitiendo jadeos silenciosos. Emocionado repitió cada caricia en el otro pecho antes de dejar un camino de besos húmedos por su vientre.

Deseoso de más, tiró de la sábana hacia abajo, dejándola desnuda y expuesta. Sus largas piernas escondían la feminidad de Nadia de su vista. El pubis, era apenas un montículo suave y libre de bello, David lo besó y lamió antes de tomar una pierna con cada mano y abrir la puerta a su paraíso personal. Su pene se tensionó ante la estampa completa de su desnudez.

Su sexo, al igual que el resto de ella, era de curvas delicadas y suaves,  bello y cálido. Los labios mayores eran llenos y de curvas elegantes, tan pálidos como el resto de su piel. Los labios internos, por el contrario, eran  puramente rosados, limpios y simétricos, como los pétalos de una flor en la fase más hermosa de su desarrollo. Todo este conjunto estaba coronado por una perla encapuchada que tenía el tamaño de una bolita de anís. A David se le hizo la boca agua.

Con lentitud abrió un poco más las piernas largas y suaves de Nadia y las acomodó en el mullido colchón. Su sexo, como si lo controlase el mismo resorte, se abrió con ellas. La entrada de la vagina parecía estrecha y escondida, como si jamas hubiese sido profanada. Esa carne ofrecía un aspecto virginal perpetuo al igual que el minúsculo ano, que encajaba perfecto en el resto del conjunto, como una leve sombra, igual de suave y delicado que el resto.

David lamió la yema de sus dedos índice y corazón y deslizó la humedad desde el pubis hasta el perineo. Bajó la cabeza y siguió el mismo camino dejando besos empapados. Usó la punta de la lengua para provocar suavemente la entrada a su interior y aprisionó su clítoris con pasión entre sus labios. Nadia arqueó la espalda y gimió echando la cabeza hacia atrás. David aceleró sus caricias y comió de entre sus piernas mientras sus manos aferraban sus pechos.

Nadia jadeaba, su voz, al contrario que la de muchas mujeres no era chillona, aguda y estridente. Tenía una voz gutural y seductora que sonaba aun mas deliciosa cuando se debía a la excitación y al sexo. Jadeaba suavemente al compás de la lengua de David que se colaba por su vagina mientras sus labios aprisionaban su sexo mojado. Sabiendo que la provocaría y la haría sobresaltarse, David dirigió la punta de la lengua a su ano suave y apretado. Tal y como esperaba, ella dio un gritito de sorpresa y su cuerpo se sacudió por la sorpresa antes de relajarse de nuevo.

David lamió esa parte de ella también, la piel ligeramente mas oscura y unos pliegues minúsculos concentrándose en el punto, ahora cerrado, de su apertura. Deslizó su lengua plana y humedecida en dirección norte, como un devastador tsunami que chocó violentamente con el faro encendido de su clítoris y que murió en la placidez de su pubis. Se fijó entonces en el aspecto de ella tras su esfuerzo.

El pecho subía y bajaba con rapidez debido a la excitación, su boca estaba húmeda y entreabierta, más roja que de costumbre, seguramente se había mordido los labios. Sus senos redondos, pálidos y tersos, coronados por dos joyas perfectas. Y su sexo empapado y algo enrojecido por la fricción de su barba y por sus lamidas. Aun empapado seguía teniendo ese aspecto impoluto y delicado del que nunca ha sido penetrado.

No era el caso de ella en absoluto, que había tomado tantos amantes como había querido, sin preocuparse de otra cosas que no fuera disfrutar da cada experiencia. Si su aspecto tuviese que ver con la actividad que recibía, ella tenía que verse usada y algo dada de si. Sin embargo, ella siempre parecía pura, cada nuevo encuentro que David tenía con ella, era como si la desvirgase de nuevo.

  • No puedo quedarme mucho -dijo Nadia al ver como David se incorporaba de entre sus piernas para colocarse de modo que pudiese penetrarla.

  • Será un momento, acabaré enseguida -dijo el de rodillas entre sus piernas abiertas y masajeando suavemente su pene erecto.

  • Que buen amante  -ironizó Nadia- se nota que te preocupas por el placer de las mujeres a las que te follas.

David la miró enfadado. Aunque ella por fuera pareciese pura y delicada, por dentro era como un ciclón que lo arrasaba todo y su lengua podía ser cortante como una navaja de afeitar..

  • Deberías preguntárselo a ellas -respondió en de vuelta- pero no creo que tuvieses vida suficiente para entrevistarlas a todas.

  • ¡Ja! Siempre has sido un presuntuoso y un fanfarrón -dijo molesta por su comentario.

  • Es la verdad -declaró David con una sonrisa presumida- pero aun así sigues viniendo a por tu dosis de esto -dijo agarrándose la polla y acariciando su sexo con ella.

Nadia sonrió maliciosamente pero se calló, David tenía parte de razón. Le gustaba acostarse con él aunque fuese un cretino integral y no podía negar que en lo que se refería al sexo, era un verdadero dios. Otra cosa era su persona, en eso dejaba mucho que desear.

  • No presumas tanto -le contestó Nadia picada- tu también vienes a por tu dosis. Además no creas que no me doy cuenta de la fascinación con la que me miras y como te jode cuando estoy con otros y paso de ti.

David se puso serio por un instante pues sabía que ella tenía toda la razón, pero logró recomponer su fachada enseguida.

  • Todo lo hago para follarte -declaró poniendo mucho énfasis en la ultima palabra..

Nadia alargó la mano de repente y sujetó su pene casi con fuerza. Al contrario que el resto de David, que era realmente guapo y varonil, con músculos definidos, su polla era tosca y fea. Se curvaba demasiado hacia arriba y tenía un color demasiado rojo en la punta. El glande era muy chato y demasiado redondeado. Además, había demasiada diferencia de grosor entre la base y la punta y encajada entre los salvajes vellos de su entrepierna, tenía un aspecto aun mas horrendo. Sin embargo, no podía negar lo bien que la usaba.

  • ¿Y a que coño estas esperando? -le dijo Nadia con un desafío que rayaba la agresividad.

David rió bajo y con maldad, se agarró el duro mástil y apuntó a la escondida abertura de su vagina. Por un instante contemplo el contraste entre su polla, dura, enrojecida y ruda con la suavidad, la palidez y la pureza de aquel coño. La imaginó virgen y casta. Imagino que ella nunca había recibido la caricia de la erecta masculinidad en su interior y también se imaginó a si mismo como el primero que conocería ese paraíso apretado. Que sería el primero en estacar su bandera hasta el fondo. Movió sus caderas con medida maestría y se clavó hasta el fondo en ella.

  • ¡AHHHHHH! -gimió ella echando la cabeza hacia atrás y arqueando la espalda.

David se quedó allí, empujando con fuerza totalmente enterrado en ella. Estaba gloriosamente apretada, como si de verdad fuera una virgen y no una diablesa.

  • Te gusta que te la clave fuerte ¿no es cierto? -le dijo malicioso al oír su gemido, a David le excitaba controlarla.

  • Y a ti te gusta decir gilipolleces cuando se supone que deberías estar follandome -le dijo ella para provocarle - ¿no es eso lo que ibas a hacer, eh, follarme?

  • Pídeme que te folle -le dijo él con un tono autoritario y posesivo, apresándola por las caderas para que no escapase.

Nadia se rió en voz alta. Era una risa autentica y fresca y en el fondo algo malvada también. De repente se puso sería y su semblante no podía ser más suplicante y desesperado. Abrió los labios, esos labios gruesos y rojos que no necesitaban carmin y soltó el aire de una manera que habría hecho caer de rodillas aun bravo guerrero.

  • Fóllame -pidió con un hilo anhelante de voz pero después añadió de forma perfectamente clara y altiva -y demuéstrame que estás a la altura de los otros. ¡Follame, vamos! ¡Demuestrame la clase de hombre que eres! -sin parar, gritó- ¡FOLLAME! ¡PARA DEJAR DE SER EL ÚLTIMO EN MI LISTA DE PRIORIDADES! ¡¡¡FOLLAM...!!

Enfurecido por sus palabras y porque su intento por tomar el control de ella había fracasado, David se lanzó sobre ella y le tapó su sucia boca con un beso agresivo y feroz a la vez que empezaba a bombear con fuerza dentro de ella. Ella gimió contra su boca, pero él no se detuvo, ni soltó la presa de sus labios. No iba a dejarlo así, no iba a dejar que lo ningunease y lo tratase como a uno cualquiera de sus amantes, no iba a dejar que Nadia pisotease su orgullo.

Movió sus caderas sin parar contra ella. Su sexo virginalmente apretado se abría a cada embite. Su cuerpo producía un fuerte chasquido al chocar contra el de ella. Sintió las manos de Nadia en su espalda, bajando hacia su trasero. Ella le apretó las nalgas con fuerza y tiró hacía si pidiendo más. El siguió clavándose en ella impasible.

  • ¡Eso es, cabrón! -susurró ella liberándose de su boca- no era tan difícil ¿verdad?

  • ¡Eres... una.... zorra! -gruño David acompañando cada palabra con una fortísima estocada para con la ultima quedarse dentro de ella. Nadia se arqueo extasiada con cada una de ellas. La aprisionó debajo de si mismo, rodeándola con sus brazos y empalándola.

  • No me tires de la lengua -le advirtió ella apresada bajo él, sus bocas demasiado cerca, sus alientos mezclándose, notaba como David la aplastaba y la llenaba por completo, volvía a mirarla fascinado pero aun enfadado por sus palabras. -no soy como esas otras niñatas y mujerzuelas que traes aquí para satisfacerte y que quedan conformes con el medio polvo que les echas -él la miró mas enfadado y ella añadió -ahora dame lo que necesito.

David se retiró de ella por completo para volver a clavársela de una estocada.

  • ¡DIOSSSSSSSSSSSSSS! -gritó Nadia.

Fue exactamente como la primera vez. Deliciosamente apretado. Se incorporó de rodillas y le agarró las piernas abiertas en lo alto. Entonces la penetró con fuerza y sin descanso mientras fijaba su vista en la parte donde ambos se unían. La visión era casi sacrílega. Ese sexo perfecto y delicado siendo profanado por su miembro una y otra vez, sin descanso.

Nadia gemía y apretaba los ojos por el placer. Cuando David no se comportaba como un gilipollas tenías sus momentos. Desgraciadamente para ella, tenía que aguijonearle su orgullo con saña para obtener lo que quería de él y aun así el se resistía como gato panza arriba. El gruñía y su cara estaba plenamente concentrada en penetrarla. Lo hacía con maestría, obteniendo el máximo placer y estímulo de cada estocada.

Súbitamente David se colocó las piernas de Nadia sobre sus hombros y apoyó las manos a cada lado de ella. El chasquido de sus cuerpos chocando se mezclaba con el ligero chirrido de la cama debido al movimiento potente de David. Ella adoraba tener esa polla horrenda enterrada dentro sin descanso, dándole un placer sublime, doblegandola. Ella le acarició los brazos en tensión lo máximo que le permitía la postura, dandole a entender sin decir palabra, que se estaba rindiendo a él, que en ese momento en el que el placer la cegaba, era completamente suya.

Sin embargo, el ni siquiera se percató. Su orgullo estaba aguijoneado y solo quería demostrar lo hombre que era a base de fuertes y profundos golpes de cadera. Cuando David la dejó, Nadia bajó las piernas y le atrajo para besarle a la vez que explotaba en un orgasmo tan intenso que la hizo gemir y gritar contra su boca. La vista se le nublo y era incapaz de permanecer con los ojos abiertos. Su cuerpo tenía violentos espasmos que nacían entre sus piernas donde aun  sentía como David la penetraba con maestría a pesar de que su vagina palpitaba con fuerza dificultando su paso.

  • Eso es...jadeó el con voz suave en su oído -córrete.

Nadia aferró primero la ropa de la cama pero ella necesitaba aferrarse a algo mas duro, mas real. Se aferró a un David exhultante, orgulloso de haber echo que se corriera de ese modo y que le dirigía una mirada triunfante mientras entraba y salía de ella. Le araño los hombros sin quererlo mientras La Petit Morte la consumía.

David se sentía a punto de estallar, estaba deliciosamente aprisionado dentro de ella. Nadia gemía y se sacudía descontrolada bajo el, bajo sus atenciones, bajo su follada. Ella tenía su premio y ahora el obtendría el suyo. Salió de ella de golpe. El súbito movimiento de sacársela le produjo una oleada de placer. Ella adivinó lo que quería y cuando el quedo erguido de rodillas se incorporó para tomar entre sus labios el duro mástil

  • ¡OHHHHHHH! -jadeo de un modo gutural al sentir la suavidad y calidez de su boca.

Se permitió un vistazo de esos labios llenos rodeando su miembro. Sujetó su cabeza y se deleitó en la cadencia de la mamada. Era poderosa, juguetona y exigente. Finalmente se dejó ir dentro de ella. Las primeras gotas de semen la pillaron desprevenida, después la siguieron más. La boca de Nadia quedó inundada por su semilla cálida y amarga, ella sin embargo, seguía tomándola entre sus labios, con suavidad y fuerza, dándole el placer más exquisito que un hombre podía conocer.

Con espasmos irregulares y jadeos repentinos, David le dio de beber, trago a trago hasta la ultima gota. Ella bebió y trago mirándole a los ojos. David uso su mano, exprimiendose a si mismo, como si quisiese darle más a ella. En ese instante le daría cualquier cosa, le daría incluso fidelidad, pero solo en ese instante. Rendido, se tiró en la cama aun masajeando su pene con suavidad.

Nadia se tumbó a su lado pero mucho más arriba que el, el la miró desde abajo, seguía ofreciendo esa imagen de pureza. Se fijó en su sexo que tan solo presentaba un leve rubor por la fricción. Estaba seguro que si lo examinaba seguiría pareciéndole que nunca lo habían mancillado.

  • ¿No te ibas? -le dijo él volviendo a ser el mismo tras el orgasmo.

  • Veo que vuelves a ser un gilipollas -le contestó ella molesta.

  • No podemos cambiar lo que somos, nena -dijo con cierta chulería.

  • Tu desde luego no puedes evitar comportarte como un gorila estúpido cuando no estas mojando la salchicha -le insultó, parecía muy molesta.

  • Y tu no puedes evitar gemir como una perra cuando te meto mi salchicha -dijo el dispuesto a no quedar por debajo pero rebajándose a si mismo.

Ella se incorporó enfadada.

  • Veo que lo has pasado muy mal y no quieres que vuelva por aqui -dijo ella empezando a vestirse.

  • Podría haber sido mejor desde luego -mintió David, el polvo habia sido increible y el final aun más.

  • Desde luego, podrías habérmelo hecho como si no fuese tu patética primera vez -dijo ella con saña.

David se incorporó enfadado, ella no se doblegaba nunca y esa lengua no tenía piedad.

  • ¿Por qué no te largas de una vez? -le dijo verdaderamente enfadado por su comentario.

  • Tranquilo cielo, no me veras el pelo un un tiempo -declaro ella.

  • ¿Vas a ir curarte esa mala baba que tienes? -dijo tratando de ofenderla como ella había hecho con él. No lo consiguió.

  • No -dijo repentinamente feliz- me voy de viaje.

  • ¿A donde? -preguntó extrañado.

  • Oh, pues realmente me voy a todos lados, voy a dar la vuelta al mundo -aclaró mientras se calzaba.

  • Si, hombre -rió David -¿y qué mas?

  • Bueno, ya sabes que no tengo que darte explicaciones, pero....

  • ¿Pero que? -dijo él callendo en su trampa.

  • Me voy con Ricardo, ¿le recuerdas? -dijo mirandole a los ojos, en ellos brillaba una chispa de maldad. Los celos explotaron en su pecho pero no dijo nada- hace tiempo que anda diciéndolo y he pensado ¿por qué no ahora? Nada me retiene aqui.

  • ¿Teneis limite de tiempo como Willy Fogg? -se burló David.

  • Podría dar la vuelta al mundo en 80 días si quisiese -declaro ella y añadió- ¡podría hacer lo que me diera la gana y tu no podrías hacer nada por evitarlo!

  • ¿Que apostamos a que has vuelto antes de terminar? -preguntó David poniéndose en pie frente a ella.

  • Si yo gano... ya decidiré entonces lo que quiero-dijo Nadia sabiendo que a David le joderíano saber.

  • Y si yo gano, se acabará el estar con otros hombres, seras solo mía.

Se sopesaron las miradas por unos instantes y entonces ella tendió la mano.

  • Acepto -dijo desafiante y segura de si mima.

Y con esas palabras Nadia salió por la puerta. Bajo las escaleras satisfecha por sus ultimas palabras. Le vendrían bien al ego de David que creía que podía mandar en ella y portarse como un cretino. David empezó a vestirse nada más la oyó salir de su casa. Tenía que averiguar todo lo que pudiese sobre ese viaje para chafarselo y ganar la apuesta.