La vuelta a casa

Él volvió después de 10 años fuera y Natalia no se lo perdonaba. Su hermano querido, la había dejado durante años para irse a Colombia sin dar ninguna explicación. Por aquel entonces ella tenía 13 años, él 17 y su madre, su único pilar, se estaba muriendo de cáncer.

Él volvió después de 10 años fuera y Natalia no se lo perdonaba. Su hermano querido, la había dejado durante años para irse a Colombia sin dar ninguna explicación. Por aquel entonces ella tenía 13 años y él 17 y su madre se estaba muriendo de cáncer.

Francisco la había llamado un día antes de su regreso para citarla en un parque cercano a su casa. Natalia en un arrebato de dignidad pensó en negarse, pero al fin y al cabo era su hermano, con el que se había criado.

Cuando ella llegó lo vio sentado en un banco con su característica mirada perdida en cualquier parte, sus rizos dorados despeinados y esa sonrisa enfermiza de la que nunca se desprendía. Se acercó y se sentó sin mirarle a la cara. Él tampoco se giró. Pasaron así unos cuantos minutos hasta que Fran sacó un cigarrillo y le ofreció a ella uno.

-Estás muy mayor – dijo con la vista al frente.

-¿Cómo te atreves a volver ahora, cerdo? – contestó Natalia apretando los puños.

-No cambias, estás preciosa. ¿Cuántos hombres te desean?

-¡Cállate! ¡Te fuiste sin razón, ahora mamá ya está muerta, no se te ha perdido nada aquí! ¡Me dejaste sola! – rompió a llorar.

Fran suspiró, sonrió y tiró el cigarro. Se levantó del banco y agarró a su hermana del brazo.

-Cálmate. Vamos a casa y te lo explicaré todo.

La metió en el asiento del copiloto sin parar de llorar y de maldecirlo entre dientes. Él subió al volante, encendió el coche y empezó a conducir de camino a su viejo hogar.

-¿Recuerdas el día que llegué a casa después del colegio muy cabreado porque la profesora de turno me había castigado por contestarle? –volvió a hablar el adonis rubio- Entré por esa puerta harto de la mierda de las clases y necesitaba una buena mamada. Entonces entré en tu habitación y allí estabas tú, sentada en la cama, tan inocente, dulce y servicial conmigo como siempre. “¿Qué te pasa, hermanito?” fueron tus palabras. Entonces me bajé la cremallera, me acerqué a ti y cogiéndote la cabeza te fui dando órdenes para que me la comieras bien. Esa escena se repitió tantas veces desde entonces que…

-Yo no sabía lo que hacía… -le cortó Natalia adoptando el mismo tono ausente con el que tantas veces le había hablado su hermano.

-No me niegues que disfrustabas. Tú naciste porque te pedí yo a mamá y a papá, eras mi responsabilidad. Eres mi pequeño regalo.

Llegaron a casa en silencio tras las últimas palabras de Fran.  Al entrar por la puerta la cogió por la cintura desde atrás y acariciándola le susurró al oído las palabras que más amaba y odiaba ella “eres mi pequeño regalo”.

-He crecido, no soy tu dulce niña. Tengo pareja desde hace más de 4 años.

-Seguro que es un crío. Pero es normal que te juntaras con alguien, no he estado contigo este tiempo y tienes derecho a pasarlo bien, pero ahora estoy aquí y yo cuidaré de ti. Ningún hombre es mejor para ti que yo… ninguno.

Natalia se removía entre el placer y el rencor mientras Fran le levantaba el vestido y le metía la mano en el coño sacando jugos y llevándoselos a la boca.

-Me fui porque me apetecía vivir la vida. No quería ver a mamá morir, cogí sus ahorros y me largué por esa puerta,  me subí en el primer avión que iba a Colombia y lo gasté todo en putas, alcohol y apuestas. Me lo pasé bien, pero no había un día en el que no pensara en ti. Por eso he vuelto, para buscarte.

Natalia se desprendió de él  y empezó a golpearle en el pecho.

-¡No he sabido nada de ti en este tiempo! ¡10 putos años, joder! ¡Ni una carta, ni una llamada! ¡Pensamos que estabas muerto! ¡Ojalá lo estuvieras! – sentenció antes de cambiar su tono bruscamente-  Juré que si no era así yo me encargaría de matarte.

La cogió por las muñecas y la condujo mirándola fijamente hasta el salón. Allí la sentó en el sofá, a su lado y la abrazó con fuerza.

-Lo has pasado mal sola, lo sé, pero sigo siendo yo… compruébalo.

Se levantó del sofá y se puso de pie frente a ella, se bajó la cremallera y salió del pantalón la misma polla que ella llevaba admirando desde que tenía uso de razón, la única en la que podía pensar desde que la probó por primera vez. Cuando se estaba acercando al sofá para cogerle la cabeza, ella se bajó del y se arrodilló delante de su hermano.

-Por una vez me gustaría hacerlo sin tu ayuda  - quería odiarlo por todo lo que le hizo, por su ausencia, por no amarla solo a ella pero aún con lágrimas en los ojos no podía.

Fran suspiró y luego sonrió. Natalia lo miró muy intensamente mientras agarraba su miembro empezó a acariciarlo de arriba abajo, besó el capullo y poco a poco fue abriendo los labios para introducírsela hasta el fondo.  Empezó a chupar como nunca lo había hecho, poseída por el momento, como si se la fueran a quitar. Fran la observaba, quería decirle que fuera más despacio, no había prisa, pero solo se dedicaba a gemír mientras veía a la mujer más hermosa que conocía entre sus piernas. Su hermana se quitó torpemente las bragas sin dejar de lado la mamada, con una lengua frenéticamente encendida. Empezó a jugar con su clítoris frotándose tan rápido como jugaba con la polla de su hermano.

-Hija de puta… ¿Has… ensayado esto mucho? ¿Desde cuándo puedes… hacerlo así…?

Sus palabras solo la motivaban más y ayudaban a que el ritmo aumentara.  Fran se corrió sin avisar y Natalia se atrangantó con todo su semen, teniendo que tragar más de la mitad mientras el resto le resbalaba por la boca.

Levantó a su hermana del suelo, volvió a recoger la humedad de su coño y la degustó. Luego la atrajo hacia si y la besó con fuerza, ella le devolvió el beso acercándolo más a ella.

-Papá contactó conmigo – comentó Fran ausente cogiéndole la cara con ambas manos-  hace 2 años, acepté ir a tomar algo con él, la vida le va todo lo bien que le puede ir a un hombre como él. Sé que lo odias, a ambos nos hizo una infancia dura con su alcoholismo y sus gritos. Bueno, a ti más que a mí, pero es normal, tú tenías ese chochito que él tanto quería.

La cara de Natalia cambió por completo y sus ojos se convirtieron en dos pozos negros. Por su cabeza pasaban miles de recuerdos que pensaba que ya había enterrado. ¿Por qué le tenía que recordar esto ahora? Se quedó quieta mirando la sonrisa torcida del demonio rubio.

-Te espero arriba en cama, hermanita, no tardes o tendré que venir a buscarte.

Subió las escaleras silbando, esperando una reacción de su hermana que no tardó en llegar. Natalia subió las escaleras gritando que por qué estropeba todos los momentos que tienen desde que están juntos. Al llegar a la habitación Fran la tiró en la cama y subiéndose encima de ella le empezó a besar el cuello, mordió sus pezones, lamió su abdomen hasta llegar a su coño que palpitaba tanto como su corazón por culpa de los recuerdos. Natalia se abrió de piernas y se dejó llevar por imágenes del pasado y la lengua de su hermano recorriendo cada zona de su sexo.

Fran se acostó en la cama boca arriba y la movió hasta colocarla a ella encima.

-Enséñame lo mucho que me deseas. Clávatela y no dejes de mirarme en ningún momento, mi dulce niña...

Cogió su polla y la colocó en la entrada de su coño babeante, se sentó lentamente mientras desaparecía el odio y se dibujaba una sonrisa enfermiza como la de su hermano en su cara.

Empezó a cabalgarle pellizcándose los pezones. En ese momento ambas miradas eran la misma expresión del deseo eterno y por fin cumplido.

-Ahhh…  Fran, quiero ser la madre de tus hijos… Ahh, ahhh, ahhh, no quiero… que ninguna mujer…  te… vuelva a tocar jamás…  Ahhhh… me tienes a mí para lo que quieras… déjame ser tuya…

-Pues claro… que eres mía… yo… soy tu hermano…

Con un movimiento ágil, y unos brazos fuertes el joven dio la vuelta a la situación, colocándola a ella abajo para acabar embistiéndola como si fuera un perro en celo. Agarrando las tetas de su hermana pequeña se fundieron en un mismo orgasmo,  descargando toda su leche dentro de ella. Se desplomó encima de su pecho rodeándola con sus brazos. Ambos sonrieron y dejaron la mirada perdida.

-Eres mi pequeño regalo.