La viuda y la separada (mi familia)

Siendo el único macho de la familia tuve que contentarlas.

La viuda y la separada (mi familia)

Mi familia estaba compuesta por mi abuela, mi madre y yo. Vivíamos en una casa no con demasiados lujos, pues mi madre era enfermera y mi abuela era pensionista. Nos llevábamos bastante bien, sobre todo con mi madre ya que ella se separó de papá hace ya bastantes años. Mi madre era una mujer madura de 40 años, no estaba muy gorda, tenía algo de carnes, pero la verdad es que alguna paja me había echo pensando en ella ya que no se cortaba y cuando menos me lo esperaba salía del baño en ropa interior, momento en que aprovechaba para memorizarla para recurrir a ella para alguna paja.

Mi abuela era la típica abuela. De unos 67 años, sus carnes no eran lo que se dice excitantes. Era cariñosa y siempre estaba pendiente de lo que yo necesitara. Era viuda y además cuando se hablaba o salía algo de sexo en la tele se cortaba. En conclusión, éramos una familia de lo más normal... a no ser por...

La verdad es que no se como pudo pasar. Hará dos meses me levanté una noche para ir al servicio. Para no molestar a nadie no encendí ninguna luz. Caminé por el pasillo a oscuras sin hacer ruido. Cuando llegué a la altura de la habitación de mi madre escuche unos gemidos. Quedé confundido y al poco tiempo me alegré al pensar que aquella noche mi madre había salido con unas amigas y, quién sabe, puede que estuviera follando con algún tipo. ¡Por fin mi madre se lo pasaba bien! Pensé, pero al momento sentí un poco de preocupación. No se si sería que al tener 18 años ya empezaba a tener el sentimientos de posesión y no quería que cualquiera se follara a mi madre, así que me propuse ver como era el tipo.

Las habitaciones de mi madre y la mía se comunican por una terraza y como veía luz por debajo de la puerta pensé que mirando por la ventana los vería, y de paso tendría motivos para una buena paja.

Corrí excitadísimo por la visión que esperaba tener. Pensaba que vería a mi madre a cuatro patas y le estarían metiendo un gran pollón que la hiciera gozar... o estaría boca arriba con la polla hasta la garganta mientras le chupaban su coño... Pensaba mientras salía a la terraza por mi habitación y me excitaba cada vez más. O estaría un tío debajo de ella con la polla en su coño, mientras otro se la metía por el culo... Me estaba excitando tanto que creía que no llegaría a la ventana sin correrme. Ya solo me faltaban dos metros para la ventana y no podía más. Llegué y con cuidado me fui asomando hasta que vi claramente lo que ocurría sobre la cama de mi madre.

Mi polla cayó de inmediato y corrí hasta mi habitación sin poder creer lo que había visto. Me senté sobre la cama e intenté buscar una explicación a lo que había visto. Por qué haría mi madre aquello. Me tumbé y no se me borraba la imagen. Seguía viendo la imagen de...

-Quique... ¿Qué has visto? –entró mi madre con una bata y me preguntó.

-Nada... déjame en paz. –le contesté girándome para no verla.

Entonces entró mi abuela y las dos junto a mi me acariciaban para consolarme de la visión de mi madre a cuatro patas siendo penetrada por mi abuela con un consolador sujeto a la cintura.

-Perdóname hijo. No caí en la ventana... pero es que hace mucho tiempo que no tengo sexo y tu abuela me ayuda a desfogarme... –me dijo para justificarse.

-Lo siento Quique. –dijo mi abuela y se puso a llorar.

-¿Hubieras preferido verme con cualquier hombre? –me preguntó.

-No me hubiera importado... incluso siendo retorcido hasta no me hubiera importado tener que follarte yo... –me salió de corazón esa frase.

Se hizo el silencio y mi madre miró a mi abuela que dejaba de llorar.

-¿Entonces tu te ofrecerías para follarme hasta dejarme satisfecha? –me preguntó y el tono preocupado se volvió algo picante.

Me giré quedando boca arriba en medio de la cama y mirando a mi madre asentí con la cabeza.

-Mamá, tira esa polla de goma que creo que tengo una de carne para satisfacerme. –le dijo a mi abuela que ya empezaba a sonreír.

-Entonces ya no hago falta aquí. –dijo mi abuela mientras se levantaba para irse a su habitación.

-No espera, ayúdame con Quique. –le dijo mi madre haciendo que se sentara.

Cada una se puso a un lado mía. Mi madre se tumbó a mi lado izquierdo y me miró. Un momento después hundía su lengua en mi boca y me acariciaba. Yo le empecé a tocar las tetas y mi polla se ponía dura haciendo que abultara el pantalón corto del pijama. Mi abuela empezó a acariciarla por encima hasta que metió la mano por debajo del pijama y me agarró la polla para empezar a masturbarme. Mi madre se separó de mi, miraba como la suya me masturbaba con ganas.

-¿Te gusta la polla de Quique? –le preguntó.

-Mucho... hace años que no cogía una polla de verdad y la de tu hijo, mi querido nieto, parece de buen porte.

Yo en medio de las dos gozaba de las caricias de mi abuela mientras mi madre la miraba. Mi madre bajó hasta la altura de la otra y la ayudó a quitarme toda la ropa. Yo estaba desnudo en medio de la cama, con la poya toda empalmada. Mi abuela y mi madre la miraron un momento y fue mi abuela la primera que la cogió y se la llevó a la boca y empezó a chupármela. Mi madre a cuatro patas a mi lado, miraba como la otra me la mamaba y ella me acariciaba por donde podía excitándose cada vez más. Mientras yo tenía delante el culo de mi madre, redondito y grande. Lo acariciaba con mi mano izquierda, mientras con la otra ayudaba a mi abuela para marcarle el ritmo de la mamada.

-¡Que buena y que gorda! –dijo mi abuela sacándosela de la boca y ofreciéndosela a su hija.

-Déjamela que la chupe, que yo también hace un montón de años que no cojo una. –le contestó la otra.

Mi madre agarró la polla y empezó a chuparla con más fuerza que mi abuela, haciendo que me llegarán unas convulsiones al sentir que me corría. No pude avisar a mi madre y, casi sin querer, me corrí en su boca. Ella no dijo nada, se lo tragó todo y se la sacó de la boca, quedando un poco en la punta del glande. Mi abuela lo vio y se tiro de cabeza para limpiarla y tragarse lo poco que quedara.

-¡Que buena leche tiene nuestro hombre! –le comentó la hija a la madre.

-¡Desde luego! Pero la próxima vez que se corra será para mi la leche. –contestó la vieja.

-¡Pero esto no ha acabado! –dijo mi madre y se desnudó por completo.

Mi abuela hizo lo mismo y siguió chupando la polla para que volviera a ponerse gorda y dura. Mi madre se sentó a la altura de mi cabeza, abrió las piernas sobre mi boca, con las manos se abrió el coño y me lo ofreció para que se lo comiera. Saqué la lengua y busqué su clítoris para lamerlo. Ella gemía y se retorcía sobre mí, mientras mi abuela gozaba al sentir que en poco tiempo y dentro de su boca, mi polla tomo el tamaño anterior a la primera corrida. Gimoteaba mientras chupaba la polla y con una mano se masturbaba.

Mi madre se giró y le pidió la polla a la otra para chupármela sin quitar el coño de mi boca para que se lo comiera. Mi abuela se la dio y se sentó en el filo de la cama para ver el espectáculo y masturbarse mientras.

-Ya no puedo más. –dijo mi madre- Móntame hijo.

Y diciendo esto se tumbó boca arriba y abrió las piernas esperando que yo me subiera y la follara. Me levanté y me puse sobre ella entre las pierna. Por mi poca experiencia intenté meterla pero no lo conseguí, entonces mi abuela la cogió y la dirigió hasta la entrada del coño de mi madre. Empujé un poco y fue entrando en el interior llenando tola la vagina de mi madre. Ella gimió un poco al sentir entrar la polla. Empecé a meterla y sacarla poco a poco sintiendo como mi madre se retorcía de placer. Sentí como mi abuela me tocaba los huevos mientras penetraba a mi madre. En un momento sentí que me abría los cachetes del culo. Paré de follar a mi madre para ver que lo que iba a hacer la otra y sentí un placer tremendo al sentir la lengua de mi abuela lamerme el ano. Con la excitación se la metí de golpe a mi madre que gimió.

-¡Así, así, fóllame con esos empujones! –pidió mi madre.

En el espejo de al lado de la cama podía vernos. Mi madre abierta de patas debajo de mí gritando mientras le metía mi polla con envestidas bestiales provocadas por mi abuela que tenía la boca metida en mi culo. La follé hasta que se empezó a correr con gritos que llenaron toda la casa.

Mi abuela se estaba masturbando mientras tanto.

-Hace ya muchos años que no siento esto. –decía la vieja sin sacarse los dedos del coño.

-Mamá, ponte el aparato ese. –le indiqué a mi madre. –Abuela ponte aquí boca abajo.

-¿En qué estas pensando? –dijo mi madre mientras se ponía el consolador.

Mi abuela obedeció y se puso boca abajo en la cama. Le puse una almohada en la barriga y su culo quedó en pompa. Dirigí a mi madre hasta ponerla detrás de ella y no hizo falta decirle lo que quería que hiciera. Tomo la polla de goma y, con mi ayuda, se la metimos en el coño a la vieja que gimió.

-Espera un momento mamá, no te muevas. –le indiqué.

-¿Qué es lo que vas a hacer? –dijo ella.

Me puse detrás de mi madre y busqué su coño, pero no podía penetrarla por que no estaba grande del todo, así que me puse delante de las dos y la vieja me chupó los huevos, mientras mi madre me mamaba la polla y se movía para penetrar a la otra. A los pocos minutos la tenía otra vez lista para follar y me levanté y me puse detrás de mi madre. La cogí y la dirigí al coño penetrándolo poco a poco. Nos acoplamos los tres y cuando sincronizamos nuestros movimientos, yo follaba mi madre y ella a la suya.

Durante unos minutos follamos y nos besábamos. Yo las acariciaba a las dos y las sentía retorcerse debajo mía. La vieja fue la primera en correrse. Hacía tanto que no lo hacía que su gritos superaron a los anteriores de mi madre. Mi madre dejó de follarla al sentir que la que se corría era ella. Dio gritos de placer y sentí que perdía las fuerzas bajo de mí.

-Ahora mamá ponte boca arriba en la cama. –le dije y obedeció. –Abuela siéntate sobre ella y métete la polla. –le pedí.

-Ya no puedo más. –protestó la vieja.

-Hazlo y no te arrepentirás. –le dije.

Mi abuela se subió sobre la hija, cogió un poco de lubricante y lo puso en el pene de goma y en su coño y empezó a metérsela. Yo me puse delante de ella y me masturbaba a pocos centímetros de su cara. La vieja se empezaba a excitar.

-¿Quieres mi leche? –le decía para excitarla.

-¡Siii... por favor! –me pedía ella.

Tomé un poco de lubricante y lo eché en mi polla, me fui detrás de ella y le puse un poco en su culo.

-¿Qué vas a hacer? –protestó.

-Mamá, agárrala por la cintura. –le ordené a mi madre que obedeció y me dirigí a su culo.

Separé los cachetes fláccidos y vi su ano. Tome mi polla y la llevé a la entrada. Empecé a empujar y mi abuela se quejaba por el daño. Entró la cabeza de mi polla. Me paré para que su ano se hiciera al tamaño. Mi madre la seguía follado con el consolador. Unos segundos después seguí empujando y entró un poco más. Mi abuela gritaba de dolor y placer. Un poco más y mi polla entró por completo, mientras de su esfínter caía un hilo de sangre por la excesiva dilatación. Empecé a meterla y sacarla cada vez más rápido y mi madre, al mismo ritmo, le metía el dildo para hacerle a la vieja una doble penetración. La vieja a cada metida de los dos disfrutaba más hasta que ya no pudo más y con un grito se corrió y cayó rendida en la cama. Saqué mi polla de su culo y lo ofrecí a mi madre para que me masturbara y correrme encima de mi abuela. Mi madre me la chupó hasta que le indique que me iba a correr. Se la sacó de la boca y la apuntó a mi abuela. Cogí a la vieja por el pelo y tiré de su cabeza hasta tenerla delante de mi polla que agitaba mi madre para que me corriera. A los pocos segundos salieron varios chorros de leche que llenaron la cara de mi abuela. La solté y se llevó la leche hasta la boca para comérsela y descansar. Mi madre cogió la polla y acabó de limpiarla con su boca estando un buen rato chupando hasta quedarse dormida con mi polla en la boca.