La viuda

Una joven vida llega a un bar, donde un encuentro casual le descubre que fue victima de un oscuro deseo.

LA VIUDA.

Cuando ella llega al bar, con su vestido negro y mirada algo perdida, llama la atención de algunos de los clientes, pero solo por un momento, su semblante da a entender que sufre una gran pena y eso hace que nadie se le quiere acercar, tal vez por respeto o posiblemente porque no quieren escuchar a una viuda lamentando su perdida.

Cuando lleva un par de minutos en la barra le invitan un trago, ella lanza una mira tal que le dice no solo a quien tuvo el gesto, sino a todos que desea estar sola; pero un segundo después de mirar a aquel hombre cambia de idea, sonrie de manera coqueta y le permite acercarse y charlar.

Por la manera en que la platica se lleva a cabo, parece que el luto es solo una farsa, una manera de retar a algún caballero capaz de no frenarse, pues la alegría en el rostro de la mujer va creciendo y hace ver que esta cautivada por su acompañante.

Sin darse cuenta, la dama va permitiendo más acercamientos, más coqueteo, más roces, hasta que por fin un beso breve va convirtiéndose en uno más profundo, intenso, mismo que le nubla el juicio. El hombre simplemente la sujeta y la arrincona en una escrina, ella se deja controlar por cada beso mismo que parece dejarla sin aire, mientras él le desordena el cabello ahi mimo, sino fuera por los clientes que, los miran impresionados, algunos se habrian arrojado al suelo o sobre una de las mesas.

Algunos de los presentes incluso creen que ella es una fetichista que gusta vestir de luto para excitar a los hombres; otros simplemente le llaman una puta, que tal vez esta cumpliendo la fantasia de aquel sujeto.

La viuda por otro lado no puede evitar escuchar las palabras del caballero, que son como murmullos pero que ella escucha claras y con nitidez le van conduciendo, guiando primero para que descargue todo el estrés acumulado, en una fogoza cadencia, elevandose el vestido para que todos admiren sus torneadas piernas, para después comenzar a sentir euforia y atracción hacia su acompañante quien la lleva a la barra de regreso mumurandole al oido para que ella solo de gemidos y suspiros de gozo.

“Galatea” De súbito como si un látigo en su cerebro le obligara a reaccionar, al escuchar esa palabra de los labios de su acompañante, recuerda...como hace apenas un mes, ella y su esposo estuvieron en aquel lugar, observando el acto de aquel hipnotista, aunque el tiempo después de eso se volvió difuso y más cuando ella fue al tocador, solo para que al volver la pareja saliera para ir a casa.

Como si fuera ayer pudo sentirse de nuevo al lado de su amado caminando por la calle, para a solo unos pocos metros del bar repentinamente caer justo frente de ella, ahogándose y en medio de estertores morir en sus brazos. Pasaron los días, las causas del fallecimiento jamas se aclararon del todo, quedando como causa probable un infarto fulminante.

La tristeza y la melancolía hacían que la ahora viuda repetirse en su cabeza de manera tortuosa cada movimiento de ese día, la culpa de no haberse percatado de que él se sentía mal y poder evitar tan fatal desenlace, era como una punzada en su mente. Pero de entre tantas imágenes y recuerdos, una idea rondaba y rondaba hasta que al fin ocupo cada pensamiento en su cabeza: debía regresar a ese bar, cosa que se resistió a hacer hasta ahora, un mes después.

Como una fuerza que no comprendía, una necesidad por satisfacer, ella ahora esta en aquel local, hablando con aquel hipnotista, con quien habia aceptado beber, coquetear y hasta dejarse besar y acariciar sin pudor alguno ahi mismo; consciente de que para los espectadores era ella una mujer de la vida galante, dispuesta a complacer si le pagaban bien. Pero ahora esta bailando con aquel hipntista, perdida en su ojos marrones, solo tiene atencion para él, solo para él, quien la estrecha, que la hacia sentir segura haciéndole olvidar con sus palabras, besos y caricias todo...todo.

Para cuando terminan besándose en el cuarto de aquel hombre, y ella explora su cuerpo sin ninguna inhibición dibujándolo en su mente y grabándose a fuego la intensidad de su entrega,y conforme su amante le da indicaciones aprende a no sentir pena de masturbarse enfrente suyo, de rozar su vagina con la esquina de una mesa, de chupar sus pezones o mordisquiarlos, y mientras eso pasa el recuerdo de su marido pasa poco a poco a ser una mentira, una fantasía.

El hipnotista la embate con vigor y fuerza que la hacen gritar de dolor y extasis usandola como una mueca que no puede ni quiere resistirse; la joven se aprieta los pechos para jugar con ellos en la cama, antes de que él la haga girar y ahora le haga morder las sabanas que ahogan sus alaridos, mismo que al recibir la simiente de este macho pueden escucharse aunque grita al colchon.

Poco después de consumarse el acto, el hombre solo mira el paisaje por la ventana, rememorando como hacia treinta días exactos la conoció y la deseó; como usando su espectáculo logro poner al publico en el trance acostumbrado para así hacer que ella fuera al tocador; programar al marido para que su corazón se detuviera a los pocos pasos de salir del bar, no sin antes hacerlo sufrir delante de su esposa, para así dejar un trauma tan hondo que bloquearan cualquier razonamiento o juicio en ella, momento que contempló desde aquella misma ventana.

Para su objeto de deseo, una vez ella regreso del servicio, aun bajo el hechizo, la instruyó y dejó aquella orden latente de que, un mes después de aquello, regresara al local, orden que debía hacerse cada vez más inquietante, más urgente, minando cualquier reserva o duda, para que una vez que se reencontraran comenzar con aquella sutil y prohibida seducción.

Así, con su nuevo amor sentada en la cama, el hipnotista consuma sus anhelos más íntimos y profundos, al tiempo que alivia la pena, la tristeza y soledad de aquella, hasta hace poco, joven viuda.