La viuda de mi hijo y su madre son mis putas 2

En este capitulo, os cuento como mi ex esposa me ayuda a someter a esas dos y como descubro que Sonia, mi nuera, odia a su madre y colabora de buena gana en hacer de ella una sumisa.

La viuda de mi hijo y su madre son ahora mis putas 2

Tal y como había previsto mi nuera y su madre aceptaron ser mis putas. Si en vida de mi hijo esas dos habían conseguido separarme de Manuel, ahora que estaba muerto había llegado la hora de mi venganza. Esas malnacidas que me habían enemistado con mi retoño habían hecho lo mismo con mi ex y por eso, aunque lleváramos diez años separados, me pusieron en bandeja que Aurora se convirtiera en mi cómplice. Con el mismo rencor corroyéndola sus entrañas, vio en mis planes una forma de devolverles las afrentas sufridas y por eso, no tuvo inconveniente en unirse a mí en mi represalia.

Hundidas económicamente, cómo querían salir de la indigencia y ver a mi nieto, tuvieron que pasar por el aro. Decidieron a regañadientes aceptar ser nuestras esclavas sexuales y cerrando ese acuerdo ilícito e inmoral, Sonia, la viuda de mi chaval tuvo que hacerme una felación mientras la zorra que la engendró hacía lo propio con el coño de mi ex.

Esa tarde la utilicé para agenciarme todo lo necesario para hacerles la existencia imposible. Al despedirme de mi antigua compañera, fui a un sex-shop a comprar los artilugios que me faltaban, porque dentro de mi siniestro plan, tenía previsto someterlas a las más diversas torturas. Jamás había entrado a un lugar semejante y por eso quedé entusiasmado al observar hasta donde podía llegar la imaginación perversa de los fabricantes. Pasando por alto que había muchos instrumentos cuya finalidad no entendía, me divirtió comprobar el tamaño de muchos de ellos. Os juro que aunque había visto imágenes  de consoladores desmesurados, nunca creí que fuera posible encontrarme con uno de casi medio metro de largo cuya circunferencia era de al menos diez centímetros de ancho.

“¡Que burrada!”, pensé mientras lo metía en la cesta y muerto de risa, seguí buscando otros instrumentos de tortura.

Reconozco que pasé un buen rato disfrutando de antemano de las penurias que iban a sufrir esas dos guarras. Olvidándome de los precios, cuando fui a pagar había seleccionado una buena cantidad de sádicos artilugios y por eso no me importó el palo que di a mi tarjeta de crédito. Nada era demasiado para devolverle el sufrimiento que tanto Sonia como Teresa me habían hecho pasar. Al llegar a casa cargado de bolsas, me encontré con que Aurora me estaba esperando en la puerta.

Como habíamos quedado mi ex me iba a acompañar al cortijo para ayudarme en el castigo de esas dos. Venía vestida como al mediodía, pero al ver el tamaño de su maleta, comprendí que su estancia iba a ser larga porque traía ropa suficiente para al menos un mes. Mientras me echaba una mano al desenvolver las compras, descubrí con alborozo que por el brillo de sus ojos esa morena se había excitado al ir abriendo los paquetes, pero ya no me cupo ninguna duda cuando cogiendo un par grilletes, me preguntó:

-¿Te importaría que los estrenáramos esta noche?

Ni que decir tiene que eso no fue lo único que dimos uso durante las siguientes horas hasta que agotados nos quedamos dormidos abrazados sobre las sábanas.

Las primeras veinticuatro horas de suplicio de esas zorras.

Al despertarnos empezamos con los preparativos de nuestra marcha y fue entonces cuando escuchamos las risas de nuestro nieto cuando comprendí que aunque el niño solo tenía tres años, ya era lo suficientemente mayor para que no pudiéramos abiertamente abusar de su madre y de su abuela.

-No te preocupes- me contestó mi ex al expresarle mis dudas – en su presencia  serán nuestras criadas y solo cuando él no esté, las obligaremos a ser nuestros juguetes.

Comprendiendo que tenía razón, accedí a disimular aunque eso significara suavizar su castigo.

-Te equivocas- me contestó meneando su melena- ¡No tendrán tanta suerte!

Sus palabras me hicieron saber que se le había ocurrido una solución y dejándolo en sus manos, preferí que me sorprendiera. Por su sonrisa, lo que se les tenía preparado iba a ser el menos malévolo. Como sabía que no tardaría en saberlo, me dediqué a acomodar los distintos enseres dentro del coche y por eso no fui testigo del momento en que mi nuera y su madre llegaron a la casa.

Cuando retorné, me encontré a esas dos cerdas vestidas de sirvientas.

“¡Qué poco ha tardado Aurora en ponerlas su uniforme!”, pensé mientras las echaba un vistazo.

El atuendo las sentaba muy bien, aunque tuve que reconocer que curiosamente  a la que le quedaba mejor era a Teresa, la madre. Con unos kilos de más para la talla de su vestido, se la veía atractiva al quedar realzadas sus formas bajo la tela.

“Coño, ¡Va a resultar que esta buena”, me dije gratamente sorprendido por ese hecho e interesado en comprobarlo, pasé mi mano por su trasero.

Mi consuegra soportó mi manoseo sin quejarse, lo que me dio la oportunidad de valorar que esa puta tenía un culo estupendo. Las nalgas de esa cincuentona habían perdido un poco la firmeza de la juventud pero se mantenían lo suficientemente duras para que resultaran apetecibles. Ya lanzado cogí sus pechos y ejerciendo presión con mis dedos, observé con disgusto que los tenía blandos y caídos pero eso no fue óbice para que aprovechara para dar un duro pellizco a sus pezones mientras miraba a su hija en busca de alguna reacción.

-¡Me duele!- se quejó al sentir el maltrato.

Os reconozco que no sé todavía que fue lo que más me gustó, si escuchar su queja o descubrir que como el día anterior, Sonia no había podido reprimir un gesto de satisfacción al ver a su madre humillada. Como sabía que tendría tiempo de sobra para averiguar el motivo por el que mi nuera disfrutaba con ello, decidí concentrarme en ella.

Aunque Sonia era una monada de veintiocho años, al mirarla no pude dejar de valorar que estaba hecha una pena. Las profundas ojeras que circundaban sus ojos me revelaron que esa guarrilla no había podido dormir la noche anterior. Despeinada y triste, parecía horrorizada por su futuro. Su genuina desesperación influía incluso en el modo que estar de pie: Con los pies juntos y sus manos abiertas hacia atrás, esa muchacha expelía miedo y desasosiego por todos sus poros.

-Se te ve contenta- le dije con sorna mientras la obligaba a modelarme su uniforme.

Mi nuera, bajando su mirada, me contestó:

-Lo estoy, Javier.

Fue entonces cuando Aurora interviniendo le soltó una bofetada mientras le decía:

-Zorra, a partir de hoy, cuando esté tu hijo presente te dirigirás a tu dueño como  “señor” y cuando no lo esté, como “amo”. ¿Lo has entendido?

Viendo que había captado el mensaje, le obligó a repetir su respuesta. Con lágrimas en los ojos, me miró diciendo:

-Lo estoy, ¡Amo!

La sumisión de esa rubia me satisfizo y urgido por comprobar sus límites, las informé de nuestra marcha.

Mientras Aurora llevaba en brazos a su nieto, mi nuera y su madre se ocuparon de acarrear con el equipaje de forma que en pocos minutos, estábamos los cinco cómodamente sentados en el coche. Con mi ex como copiloto y ese par de putas con el niño en los asientos traseros, salimos rumbo a mi cortijo. Aprovechando un semáforo en rojo, mi cómplice me pasó un mando a distancia y me dijo:

-¡Haz los honores!

En cuanto lo activé y escuché los gemidos de sorpresa que surgieron de las gargantas de esas dos putas, comprendí:

“¡Aurora les había insertado en sus coños dos consoladores inalámbricos!”.

Mirando a través del espejo retrovisor, me dediqué a subir y a bajar la intensidad de ambos mecanismos mientras nuestras víctimas intentaban que mi nieto no notara nada. Os juro que disfruté viendo los intentos de esas dos en evitar que la excitación que sentían no se exteriorizara. En el caso de mi nuera, intentó controlarla cerrando sus piernas pero al hacerlo la presión se vio incrementada y por eso fue la primera en correrse. En cambio, Teresa al no combatir lo inevitable, tardó en hacerlo pero cuando lo hizo con una serie de suspiros nos informó de que el placer estaba asolando su sexo. Satisfecho, apagué los aparatos y dándole el mando a mi antigua mujer, le dije:

-Antes de que lleguemos a Sevilla, quiero que esas zorras estén agotadas.

Soltando una carcajada, me respondió:

-Así lo haré.

Muerto de risa, le acaricié un pecho. Aurora sin cortarse, separó sus rodillas y subiéndose la falda, me preguntó:

-Amo ¿Puedo masturbarme?

Extrañado de que me pidiera permiso y de que se refiriera a mí de esa forma, antes de concedérselo, le pedí que me aclarara el porqué. Entornando sus ojos, me miró diciendo:

-Esas dos deben aprender que hay jerarquías. A partir de hoy, te obedeceré para que ellas sepan quién es su dueño.

Cómo os imaginareis no estaba preparado para oír de su boca que la que había sido mi esposa durante tantos años se me ofrecía como sumisa y viendo que tenía gato encerrado, le pregunté la razón por la que lo hacía:

-Ayer me di cuenta que me excitaba verte comportar como dominante y además, como tu favorita podré tener más libertad para adiestrar a esas dos.

Mas excitado de lo habitual, le di permiso para masturbarse en mi presencia y por eso mientras cogía la autopista de Andalucía, fui testigo de cómo esa mujer metía su mano dentro de sus bragas y poniendo cara de fulana, daba rienda suelta a su lujuria. Sin prisa pero sin pausa, recorrió los pliegues de su sexo para concentrar toda la calentura que la dominaba en su entrepierna. Atónito presté atención a cómo con furia empezó a torturar su clítoris. Era alucinante verla restregándose sobre el asiento mientras con la otra mano se acariciaba los pechos. Los gemidos de mi ex no tardaron en acallar la canción de la radio y liberando su placer, se corrió sobre la tapicería.  Al terminar, me dio un beso mientras decía:

-Gracias, lo necesitaba-.

Asumiendo que me iba gustar esa faceta recién descubierta, le dije:

-No sabía que eras tan puta.

Entornando sus ojos, me respondió:

-Yo tampoco, amo.

Al llegar al cortijo y mientras nuestras peculiares criadas sacaban las maletas del coche, lo primero que hice fue mostrarle la casa a Aurora. Mi ex se quedó encantada con las diferentes habitaciones pero lo que realmente le cautivó fue comprobar el tamaño de mi cama:

-¡Es una king size!- exclamó dejándose caer sobre ella.

Descojonado, le expliqué que quizás se quedaría pequeña por ser cuatro los que íbamos a usarla. Al escucharme, me respondió:

-Solo dormiremos en ella, tu y yo. ¡Esas dos putas lo harán en el suelo!

Su respuesta me divirtió pero recordando la confesión que me hizo en el vehículo, decidí comprobar cuanta realidad contenía y con una malévola sonrisa en mi cara, le contesté:

-Eso depende de lo bien que te portes. Por lo pronto, demuéstrame que eres obediente y dame placer.

Mis palabras lejos de escandalizarla, la motivaron de sobre manera y pegando un grito de alegría, se arrodilló a mis pies y me bajó la bragueta. Cuando ya tenía mi sexo entre sus manos y pensaba que iba a empezar, me preguntó:

-Amo, ¿Puede su sucia sumisa satisfacer a su dueño?

Ya en mi papel, contesté:

-Eso te he dicho, ¡Puta!. Date prisa si no quieres ser castigada.

No tuve que repetírselo dos veces y abriendo su boca, se engullo toda mi extensión de un modo tan lento y paulatino que pude disfrutar de la tersura de sus labios recorriendo mi polla al hacerlo. Dejé que llevara el ritmo, acariciándole la cabeza. Decidida a satisfacerme, usó su lengua para embadurnar con su saliva tanto mi pene como mi glande y solo cuando consideró que era suficiente, se lo volvió a introducir hasta el fondeo de sus garganta.

Reconozco que me encantó la forma tan sensual con la que se lo hizo. Ladeando su cara, hizo que rebotase en sus mofletes por dentro antes de incrustárselo. Aunque no me había dado cuenta, Aurora llevaba un tiempo masturbándose su propio sexo y por eso me cogió desprevenido notar que  se corría. Sin dejar de pajearme,  sus piernas temblaron al hacerlo y berreando como una cierva en celo, me rogó que derramara mi simiente en su interior.

Fue entonces cuando un ruido a mi espalda me hizo descubrir a mi nuera mirándonos y debido al morbo que sentí al ser ella testigo de esa felación, me corrí sujetando la cabeza de mi favorita al hacerlo. Por primera vez, advertí en los ojos de esa rubia un atisbo de excitación y dejándome llevar terminé de sembrar con mi semen la garganta de Aurora.

Ya tranquilo, metí mi pene en mi calzón y cerrándome la bragueta, dejé a esa puta con su maestra. No había llegado al pasillo cuando escuché una serie de azotes y gemidos, sonriendo pensé:

“¡Qué bien me lo voy a pasar a partir de hoy!”

Al ir a ver a mi nieto, lo hallé dormido en manos de su otra abuela. Cómo ya era tarde y durante el viaje le habían dado de cenar, ordené a Teresa que lo llevara a la cama, tras lo cual, me serví una copa. No llevaba ni tres sorbos cuando escuche que Aurora exigía la presencia de su consuegra y como en ese momento lo que me apetecía era disfrutar de mi whisky, no me urgió averiguar porque la llamaba.

Estaba apurando el vaso cuando mi ex entró en la habitación, vestida totalmente de cuero con un corsé que realzaba sus curvas. Casi me atraganto al disfrutar  de sus enormes pechos comprimidos por un sujetador con forma cónica.

“¡Está para comérsela”, exclamé mentalmente.

Realmente, disfrazada de esa forma era una mujer impresionante. Tras ese atuendo, se adivinaba a una hembra seductora y fascinante, segura de su feminidad, cuyos cincuenta años, lejos de causar rechazo, tenían una belleza singular.

-¿Quieres una copa?- dije al ver que se acercaba.

Asintió y mientras se la ponía, me dijo:

-Amo, tengo preparadas a sus esclavas pero antes de hacerlas pasar quiero preguntarle: ¿Me deja vía libre en su adiestramiento?

Soltando una carcajada, le contesté:

-Claro- y ya interesado, intenté averiguar que les tenía preparado.

-Voy a enseñarles lo que es obediencia, incluyéndome yo en ella. A todos los efectos seré su esclava, pero ellas tendrán que tratarme como su maestra, ¿Le parece bien?-.

-Sí, putita-, respondí y sonriendo, le solté: -Si hubiera sabido esto, no me hubiera separado de ti.

Con sus mejillas coloradas por su excitación, respondió:

-Si yo hubiese sido consciente antes, no le hubiese hecho falta.

Su respuesta me satisfizo. Aurora no sólo me iba a ayudar, sino que había aceptado voluntariamente ser mi sumisa. Supe que mi futuro iba a ser maravilloso cuando escuché a mi ex llamar a las otras dos.

“¡No puede ser!” pensé al verlas entrar.

Con un collar como única vestimenta, madre e hija hicieron su aparición. Se las notaba indecisas y asustadas. Yendo hacia ellas, Aurora las obligó a arrodillarse, con el cuerpo y los brazos echados hacia delante, de manera que sus culos quedaron en pompa, en disposición de ser usados.

“La posición de esclava”, sentencié recordando lo que había leído sobre ese mundo.

Qué esa mujer supiera de esa postura, me reveló que aunque creía que la conocía muy bien, no era cierto. Por otra parte, que no le costara ningún esfuerzo ponerlas así, tenía que ver tanto con su miedo  como por el hecho que ambas mujeres aceptaban ya su destino. Contenta por el resultado, la maestra me pidió que me acercara a comprobar la mercancía.

Sin saber que era premeditado, mi ex eligió a nuestra consuegra como inicio, y cogiendo de un cajón una fusta, la usó para recorrer los bordes del sexo de su víctima mientras me decía:

-Le presento a “Perra”, su nueva sumisa. Aunque es un poco vieja, tiene todavía un culo con posibilidades de ser usado – dijo y para dar mayor énfasis a sus palabras introdujo un dedo en el ojete de la mujer- es la madre de “Cachorra”.

Buscando su completa humillación, separando los labios de su sexo, le introdujo el instrumento duramente hasta que chocó con la pared de la vagina. Teresa, indefensa, se retorció al sentirse violada mientras su hija miraba su castigo con interés. Mi ex sacando y metiendo la fusta, la empezó a follar sacando de su garganta aullidos de dolor. Fue entonces cuando llamando a la “cachorra” le exigió que pellizcara en ambos pechos a su madre.

La rubia, obedeciendo, se acercó y agarrando los pezones de la “Perra”, los torturó con saña ante la mirada atónita de todos los presentes. El modo tan bárbaro con el que retorció las areolas de Teresa me indujo a pensar que se estaba vengando de algo. Aurora, que no era tonta, lo advirtió en seguida y tratando de averiguar hasta donde llegaría sacó un arnés y se lo lanzó diciendo:

-¡Póntelo y fóllate a esa puta!

Os confieso que nunca creí al ver el enorme trabuco que tenía adosado ese cinturón que Sonia fuera capaz de usarlo, pero contraviniendo toda la lógica, sonrió mientras se lo ponía y poniéndose a la espalda de mi indefensa consuegra, le separó las piernas y de un solo golpe se lo ensartó hasta el fondo de su coño. El grito de angustia de Teresa fue ensordecedor al sentir que su propia hija la estaba violando y llorando a moco tendido, soportó tan cruel ataque sin quejarse.

La violencia del asalto no me permitió advertir a la primera que los pezones de mi nuera estaban totalmente erizados mientras se follaba a su madre y solo me di cuenta cuando hecha una energúmena la rubia empezó a azotar su trasero mientras le gritaba:

-¡Por fin tienes tu merecido!

Aunque resulte paradójico, tuve que intervenir a defender a esa maldita porque si dejaba a su hija seguir podía resultar seriamente herida ya que no satisfecha con los azotes, le empezó a golpear con el puño.

-¡Joder con la zorrita!- exclamé tirando de ella y llevándomela lejos de su víctima.

Fue entonces cuando directamente se puso a cuatro patas sobre la alfombra y chillando, me dijo:

-Amo, ¡Fóllese a su cachorra!

Ver a esa rubia, la viuda de mi hijo, en esa posición y rogándome que la follara fue demasiada tentación para mis pobres huesos y despojándome de mi pantalón, acudí raudo a cumplimentar sus deseos. Sin darle tiempo a pensar, me coloqué detrás de ella y  separándole sus  piernas, contemplé por vez primera el sexo de mi nuera. Exquisitamente depilado llamaba a ser tomado pero justo cuando me disponía a hacerlo, le separé las nalgas y descubrí un  rosado ojete nunca hollado. Saber que nadie había hecho uso de semejante maravilla me pudo y con un dedo recorrí sus bordes, antes de introducirlo en su interior.

-Amo, soy virgen por ahí- confirmó Sonia aterrorizada con la perspectiva.

Era tan tentador que, aunque no me importaba destrozarla, me entretuve en relajarlo antes de meter el segundo. No tardé en escuchar un jadeo. Sonia estaba sufriendo pero intentaba no quejarse, lo que me dio motivos para continuar. Forzando un poco sus músculos, fui encajando y sacando mis dedos hasta que desapareció la resistencia, entonces y solo entonces, acerqué mi glande a su entrada.

-¿Estás lista cachorra? – pregunté y sin darle tiempo a contestar, posé mi manos en sus hombros y se lo introduje de un solo arreón.

Mi nuera chilló de dolor al sentir violado su recto y con lágrimas en sus ojos, permitió que mi pene la empalara poco a poco. Lo hice tan lento que me dio tiempo a notar, como toda mi extensión iba rozando las paredes de su ano, destrozándolo. La rubia, mordiéndose los labios, aguantó el dolor de sentirse desgarrada.

Con mi sexo completamente en su interior, vi que Aurora se había puesto el arnés y que al igual que yo estaba sodomizando a su víctima pero mientras en mi caso, el culo de mi nuera estaba sufriendo para acoger en su interior mi pene, el ano de mi consuegra debía de estar habituado porque mi ex no tuvo problema alguno en hacerlo.

-¡Menuda puta estás hecha!-escuché que le decía al darse cuenta de que su víctima tenía ese esfínter más que usado.

En cambio a Sonia, mi hijo nunca la había tomado vía anal y por eso le dolió brutalmente al principio, pero después de unos minutos, con el esfínter ya relajado, me sorprendió que empezara a disfrutar. Me di cuenta de ello, cuando llevando una mano a su entrepierna, se empezó a masturbar. Sabiendo que había llegado el momento de su claudicación, le azucé dando un azote en su trasero mientras le decía:

-Cachorra, ¡Córrete para tu amo!

Fue como si se desbocara, berreando como una hembra en celo, mi nuera movió sus caderas violentamente hacia atrás, clavándose hasta el fondo mi herramienta. Gritando me pidió que la ayudara, y entonces comprendí que estaba a punto de correrse y dándole una tanda a modo de aguijón, conseguí que su cuerpo adquiriera un ritmo infernal. Sus pechos se bambolearon al compás de mis penetraciones mientras se desgañitaba chillando su placer.

Su orgasmo me empapó de arriba abajo. Aunque le estaba dando por culo, su sexo se encharco de tal manera que cada vez que chocaba contra su trasero, salpicaba de flujo por doquier. Su brutal reacción terminó de excitarme, y uniéndome a ella, le regué con mi semen todos sus intestinos.

Agotado, me desplomé sobre ella. Con mi pene todavía incrustado en su culo, la zorra creyó morir y convulsionando sobre la alfombra, vio prolongado su orgasmo de tal manera que llegué incluso a pensar que le había dado un ataque epiléptico. Os juro que aterrorizado busqué con la mirada a Aurora, que ajena a lo que estaba ocurriendo, estaba obligando a Teresa a limpiar con su lengua los restos de mierda que habían quedado en el trabuco del arnés.

-Tranquilo- me dijo con sorna al escuchar mi petición de ayuda- Manuel me contó que esa puta, cuando se corre, se comporta así.

Ya más relajado, me quedé observando como la rubia era incapaz de parar. Temblando como poseída por un demonio y manifestando por medio de gritos el placer que asolaba su cuerpo, Sonia siguió retorciéndose hasta que Mi ex llegó a su lado y soltándola un bofetón, paró su actuación de golpe:

-Siempre lo supuse, pero ahora lo he confirmado. Esta zorra es una estupenda actriz y cómo eso le había servido para someter a mi hijo, estaba repitiendo su papel para ver si le servía contigo.

-¡Será hija de puta!- exclamé al percatarme de que me lo había creído.

Por suerte, Aurora estaba allí y cuando quise agradecérselo, me dio un beso diciendo:

-Amo, deme un minuto mientras preparo al ganado.

Descojonado vi cómo, sacando de la bolsa del sex-shop unas cuerdas, las ató tumbadas a los pies de la cama, de modo que eran incapaces de moverse, con sus culos levantados y sus sexos expuestos. Tras lo cual, incrustó sendos plugs anales en sus esfínteres y sonriendo, se metió junto conmigo entre las sabanas mientras me decía:

-Si se despierta esta noche y no le apetece follarse nuevamente a su favorita, recuerde: ¡Tiene dos culos extras a su disposición!

Muerto de risa, le contesté:

-Si son extras… ¿Es que acaso me vas a dar el tuyo? ¡Cuando eras mi mujer siempre te negaste!

Poniendo cara de puta, me dijo:

-Pero ahora que soy su sumisa, ¡Será suyo siempre que lo desee!


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En él, encontrareis este y otros relatos ilustrados con fotos de las modelos que han inspirado mis relatos. En este caso se trata de UNA SESIÓN SOFT DE FOTOS llamada:

DOS RUBIAS MUY SADO