La Viuda

Cuando nos encontramos en la estación y la abracé cariñosamente, comencé a sentir sus grandes y turgentes pechos, ella...

Prólogo

Superada la veintena de novelas habrá quien piense que es soberbia, no, estás muy equivocado, es simplemente necesidad de escribir.

Lo he dicho muchas veces, me gusta escribir historias calientes y sensuales, con sentimiento, ya que me llenan por dentro y me hacen disfrutar no solo sexualmente, sino intelectualmente.

Pues el sexo es algo mental, si no me crees, ¿cuántas veces te masturbaste durante los primeros días del confinamiento? ¿Pudiste hacerlo? Yo no y creo que tú, tampoco…

En La Viuda , una mujer redescubre el sabor de la vida, gracias a la irrupción de su sobrino Gabriel, quien le abrirá los ojos y despertará en ella el deseo oculto. La sacará de la amargura en la que ahoga sus penas y junto a otros personajes principales, le devolverá la alegría de vivir perdida desde que enviudó.

Como la vida misma, podría decirse. Y como siempre, aderezado con sexo del bueno, sensual y caliente, humano y divino, cercano y suave, como personas de carne y hueso que sienten y padecen, como tú y como yo.

Por eso, si te quieres adentrar en esta novela, espero que sea de tu agrado y que pases unos gratos momentos en su lectura, que te inspire y te complazca, sólo o en compañía.

Zorro Blanco.

1

Cuando una ha vivido siempre acompañada de su pareja y esta se marcha para no volver, te quedas vacía por dentro y ese vacío es muy difícil de llenar.

Yo siempre viví muy unida a mi marido, fuimos felices, a pesar de no poder tener hijos, pero cuando él enfermó todo se fue al traste. Yo le acompañé en todo el proceso y le vi apagarse y consumirse poco a poco, como la vela que dejas encendida por la noche y que, a la mañana siguiente, ya no está, se ha ido.

Así fue como me sentí tras los meses de visitas al hospital y duros tratamientos, que fueron agotando su energía paulatinamente.

Y en ese tiempo yo también me fui consumiendo, pues ineludiblemente el acompañante empatiza con el enfermo, pues es alguien querido y por un lado deseas que se cure, pero cuando ya es evidente que no lo hará, deseas que todo acabe y te sientes culpable por desear algo así. Y esos sentimientos encontrados te consumen aún más…

Pero en la vida todo llega y todo pasa. Aquel sufrimiento compartido ya terminó. Luego vino la soledad, pues una ya tiene una edad y cuando se ha vivido tanto en pareja y se ha estado tan unida a esta, los amigos se fueron y en mi caso, que soy persona tímida, pues me fue más difícil conocer a nueva gente.

Mi hermanastra, Sofía era mi confidente. Aunque en la distancia, ella me acompañó en todo el proceso y después también.

Hablaba con ella de continuo y me decía que tenía que sobreponerme, salir y conocer gente.

Eso es muy sencillo de decir, ¡pero qué difícil de hacer! Al menos para mi pues, con mi carácter reservado, soy reacia a abrirme a otras personas.

Sofía vivía muy lejos, nuestros padres se conocieron y se casaron y aunque al principio nos costó adaptarnos a nuestra nueva situación. Al final terminamos siendo uña y carne. Por eso ella sufría, al verme tan sola y desesperada.

Como su hijo Gabriel, tenía que ir a la universidad y resulta que donde yo vivo, en la capital, existe una de las mejores del país. Me propuso que este se viniese a vivir conmigo, así me haría compañía y al menos ya no estaría sola.

Al principio la idea me impactó, pero luego la fui asimilando hasta que ese día llegó.

A Gabriel lo recordaba de niño, corriendo por los pasillos de casa, siendo un trasto adorable. Ahora había cambiado mucho, pues obviamente había crecido y ya era mayor de edad. Con su pelo negro y largo, que casi les llegaba a los hombros, aún conservaba el brillo de sus ojos igualmente negro azabache y una bondad que se transmitía con tan solo mirarte.

Ya lleva aquí una semana y estamos empezando a conocernos. Se me hace extraño tenerlo por casa, acostumbrada al silencio sepulcral del último año, el oír ruidos de vez en cuando se agradece…

—¡Buenos días Gabriel! —exclamo cuando le veo entrar en la cocina.

—¡Buenos días tía! —responde el con su mochila al hombro, dispuesto a salir para clases.

—¿Te apetece una tostada?

—¡Estupendo! —dice él quitándome la que acababa de untar con mantequilla.

—¡Oye, esa era mía! —protesto sin enfadarme.

Tomamos algo de zumo de naranja y pan con mantequilla, mientras él se apresura para no llegar tarde a la facultad. Está muy nervioso pues es su primer día y no quiere llegar tarde, así que cojo el coche y conduzco para llevarlo a la Universidad.

Hace un día radiante de primavera y siento el aire refrescarme la cara cuando bajo la ventanilla y me dirijo hacia nuestro destino.

—¿Vemos una peli esta noche? —le propongo, pues me considero una persona hogareña.

—¡Estupendo! Mientras no sea muy ñoña —me advierte él.

Le pongo una mueca y seguimos camino. Hoy me he puesto una falda y mis piernas lucen al sol que entra por la ventana, al cambiar de marcha hago el juego de pies y observo con el rabillo del ojo como se me queda mirando. ¿Me ha mirado las piernas? —pienso para mis adentros, tal vez ha sido imaginación mía.

Llegamos por fin y antes de bajarse nos despedimos…

—Bueno tía, voy a ver dónde tengo que ir.

—¡Claro! ¡Espero que te vaya bien en tu primer día! —le digo yo sonriéndole.

—¡Claro que sí! Bueno, a la vuelta cogeré el autobús así que tardaré un poco en llegar, ¿nos vemos para el almuerzo?

—¡Ok! —me le respondo mientras miro la cantidad de chicos y chicas que empiezan a bajarse del bus que acaba de llegar a la parada.

Entonces para mi sorpresa se me acerca y me da un beso en la mejilla. Sinceramente, ¡no me lo esperaba! Así que me quedo un poco pasmada y él creo que lo nota.

—¡Que te vaya bien! —le digo nerviosa.

Finalmente sale y nos decimos adiós con la mano. Yo arranco y conduzco de vuelta a casa mientras veo los atascos de cada mañana en la ciudad.

2

Yo soy Gabriel, el sobrino político o lo que sea de Natalia, pues mi madre y ella son hermanas pero no de sangre. Antes de venir a vivir con ella apenas la conocía, sólo recuerdo una visita, siendo yo muy niño en la que ella me achuchaba y me comía a besos literalmente.

Se me quedó grabado de aquel tiempo, sus enormes pechos, con los que me achuchaba mientras me besuqueaba. Pero más allá de eso no hemos tenido relación hasta ahora.

Recuerdo que cuando mi madre nos presentó por video llamada y la vi, ya no era la mujer que recordaba. Obviamente ha pasado ocho años y tanto yo como ella estamos cambiados.

Me parece una persona muy dulce y cariñosa, desde que he llegado me lo ha demostrado ampliamente, desde la preparación de mi cuarto hasta cómo me trata cada día.

Se la ve tímida y reservada, yo soy un poco más jovial y así compensamos. Me parece que últimamente su vida no ha sido fácil y cuando lo hablé con mi madre, ella me dijo que a ver si podía hacerla un poco más feliz. Así que ese es mi objetivo, salir con ella de vez en cuando y acompañarla, aparte de estudiar, pues para eso he venido, ¡claro!

Cuando nos encontramos en la estación y la abracé cariñosamente, comencé a sentir sus grandes y turgentes pechos, ella es una mujer muy alta y yo no tanto, así que el contacto mullido con sus carnes me excitó sin pretenderlo.

Estoy en pubertad tardía y me excito fácilmente, tampoco es de extrañar a mi edad. Aún soy virgen, pero intento disimularlo y mientras tanto, ¡me la casco más que un mono en celo!

Nuestra convivencia de momento es buena, ambos nos estamos adaptando. Aquí me da vergüenza masturbarme en mi cuarto y manchar algo y que ella lo note. Así que lo hago en el baño o la ducha.

Y admito que he fantaseado un poco desde mi llegada con meterle mi pene entre sus grandes tetas. Sin duda esa tiene que ser, ¡la mejor cubana de la historia! Aunque trato de apartar esos pensamientos lascivos de mi mente, después de todo es mi tía política o lo que sea eso.