La viuda
Hay deseos que se cumplen
–¡ Qué cojones tienes y qué chorra! Te vas a casar los cincuenta y ocho con una de veinticinco y que encima es la viuda de tu hijo. Bartolo ¡eres lo más!
–Como decía Jack el Destripador, vayamos por partes. Primero, sólo tú y yo , y su madre que nadie sabe donde coño está, sabemos que Angelito era mi hijo. Para todos era un pariente lejano, al que yo le tenía cariño después de la muerte de mi mujer y mi hija. Así que por ahí nada. Segundo es la manera de darle la herencia de lo que tengo a mi nieto, el hijo de Ángel y lo tercero y más importante es que Maribel me vuelve loco. Me ha dejado K.O desde el día que la conocí.
–Rica, rica, está. Rica es poco, está buenísima y tiene un morbo que se lo pisa. Si te tengo envidia, cabrón. Y encima es seria y buena. No se puede pedir más.
–Mira, cuando Ángel me dijo que se iba a casar con una niña de dieciocho años, puse el grito en el cielo. Había venido a vivir conmigo cuando a la loca de su madre le dio por decir que acabado el secundario era hora que me ocupara yo de él, que me haría compañía y podría educarle a mi aire, que ella se iba para la India. Todavía debe andar por allá, porque no ha dicho esta boca es mía desde que se largó buscándose a si misma. Le recibí como un sobrino, su madre es prima mía, le puse a trabajar conmigo. Mientras curraba, hizo la carrera, se convirtió en mi mano derecha y va y con veintiocho me dice que se casa con una cría. Carlitos, ¿ te acuerdas cómo me puse? Que no, que no.
Bartolo, Ángel te convenció cuando te dijo que sin boda no había polvo, que era muy clásica.
–Que le hacía unas pajas de maravilla, que se la chupaba de diez, que estaba como un templo, pero que tenía que casarse con ella para follarla. Cuando la conocí, le entendí. Se me puso dura como si tuviera quince años. Y se casaron. El chaval feliz, me decía de vez en cuando: “ Maribel es una máquina de follar. Me tiene loco”. Y yo cuando les veía, y me la imaginaba jodiendo, me ponía cachondo perdido. Empecé a buscar putas que se le dieran un aire y me imaginaba que era con ella con quien lo hacía. Cuando acabó la carrera, psicología industrial y se quedó embarazada. Arreglé mi casa, el piso bajo para ellos y el de arriba para mí. Verla todos los días no sabes como me tenía. Cuando veía como daba de mamar a Sebastián, su hijo y mi nieto, me tenía que ir a hacer una paja.
¡La hostia!, Carlitos, me ha tenido siempre loco.
–Y la verdad que buena es y sacrificada, que los cuatro meses que Ángel pasó en el hospital , antes de morir, ella allí, a su lado , sin moverse: impresionaba. ¡ Joder lo duro que fue!
–Pues cuando Maribel, deshecha, se me abrazó llorando, te tengo que decir que se me puso dura y sólo pensé en cómo me la follaba. Y me he pasado un año detrás de ella. Hasta hoy.
–Y en ese tiempo, ¿nada de nada?. No me jodas, Bartolo , ¡ qué te conozco!
–Claro que ha habido, y mucho. Justo a los seis meses del fallecimiento de Ángel, se me puso a llorar de un modo que me rompía el alma. Cuando la abracé y me dijo: Es que estoy tan sola. Algo estalló en mí, la besé y ella respondió a mis besos y nos volvimos locos. Acabamos en pelotas, metiéndonos mano como desesperados. Cuando se la iba a meter, me echó el alto. No podía hacerlo, se lo había prometido a su difunto marido, que no follaría con nadie sin casarse. Eso sí, me hizo una mamada de campeonato y luego se hizo una paja delante mío. Y así empezó la relación hasta hoy que nos casamos y la voy a joder con ganas acumuladas de un montón de años.
–Bartolo, pues aquí tienes las pastillas chinas, las que tomaba Mao que con mil años le llamaban el tigre de la Machuria y se lo hacía en una tarde con cinco jovencitas. Y ahora, toma una y a la batalla.