La visita del gato
Un adolescente caliente, un bailarín de gira, una noche de verano, algunas mentiras y un "Gato" cogedor.
Finalmente se los dije a mis padres. Soy gay. No lo sientan como que es culpa de Ustedes, no es culpa de nadie, pero me gustan los chicos, me gustaron siempre. Mi vieja se puso a llorar, mi viejo cerró el diario que estaba leyendo, lo tiró contra un sillón, se levantó y salió al jardín. En aquel momento fue mucho más que una tormenta. Fue como un huracán, un tornado, la erupción de un volcán. Llantos, rabia, recriminaciones, amenazas, terapias forzadas, prohibiciones, vigilancias, controles, encierros. Pero igual seguí siendo gay, y nada me torció en mi elección sexual. La historia que voy a contar seguramente nunca me hubiese ocurrido de seguir viviendo en mi casa paterna.
A los 18 años, resolvi irme a vivir a la casa de un chico que había conocido en un centro de ayuda a jóvenes gay. Con él cual había tenido una historia, que se transformó en amistad, una amistad platónica, porque desde el dia que fui a vivir a su casa, nunca más cogimos. Es peculiar como las amistades entre gays suelen empezar en la cama. No soy de mezclar las cosas y a decir verdad Gerardo, para ser sinceros, no es "mi tipo". Es bailarín folklórico, alto, delgado moreno, muy fibroso y flexible, culón, de piernas largas y cabellos también muy largos que retiene con una vincha y un sombrero, que ensombrece sus ojos negros y sus pómulos salientes. Le gustan los hombres a rabiar y es bastante promiscuo. Eso no me gusta para nada, yo no soy como él, pero no me meto en su vida, ni el en la mía.
A veces me despierta por las noches, cuando el machito de turno se lo está cogiendo en su cuarto y el muy escandaloso se pone a gemir y a gritar, a gritar y a gemir como una puta gozadora y chabacana. . Pero yo no digo nada. Cierro bien la puerta de mi habitación y sigo durmiendo, en lo posible. No quiero volver a vivir con mis viejos, ellos aunque me "han perdonado", no me entienden, ni puedo afrontar mudarme a un departamento solo. Trabajo part time en un video club y hago reemplazos los fines de semana en una cadena de hamburguesas. Aprendí a dar inyecciones y tengo varios clientes a domicilio cuyos culos pincho (con medicamentos entíéndase bien) con regularidad. Pero los tres trabajos no me alcanzan para sostener por mi mismo un departamento
Gerardo siempre está viajando con el ballet folklórico por las provincias y también algunas veces al exterior. No gana mucho dinero, pero al menos toma aire y conoce gente. Sus giras son también tours sexuales, por lo menso él dice eso. Una noche volvió muy agitado de una actuación en un lugar de shows nocturnos para turistas, afirmando entusiasmado que le había salido un contrato para actuar todo un fin de semana largo en un hotel cinco estrellas de Punta del Este, en el Uruguay. Dijo que le pagaban muy bien y no queria desaprovechar la oportunidad.
Le dije que no tenia que deaprovecharla, lo felicité, pero entonces puso esa cara que pone cuando quiere dar lástima y me dijo que el único problema es que para ese fin de semana largo de tres días habia invitado a un amigo suyo de Mendoza, al Oeste de la Argentina, un lugar bellísimo al pie de los Andes. Dijo que su amigo apodado el Gato era compañero suyo de alpinismo y muy buena persona y que ya no podía echarse atrás con la invitación.
Fue ahí cuando se largó a llorar, su llanto modelo número tres, o sea el que usa para conseguir de vos lo que el quiere: que le prestes dinero, que te vayas del departamento porque va a traer a un hombre, le prestes tu colonia más cara, le compres algo a última hora y otros favores. Ya lo conozco y en general ya no me conmueve tanto, pero esa vez parecía lógico: había conseguido una buena oportunidad de trabajo, ganaría dinero (y con eso me pagaría una deuda que tenía conmigo) y yo tenía que ayudarlo recibiendo y atendiendo a su amigo. Le prometí que yo me ocupararía.
En la fecha planeada, con mas equipaje del necesario, aires de diva pop internacional, y moviendo el culo de aquí para allá bajo sus pantalones tipo capri muy ajustados en las partes vitales, Gerardo se fue al Uruguay, dejándome miles de recomendaciones y especialmente que atendiera muy bien a su amigo el Gato, explicándole las razones de su ausencia, y lo mucho que sentía no poder atenderlo durante su permanencia en Buenos Aires.
El departamento era por fin todo mío, podía andar en bolas a mi antojo, respirar el aire libre que venía desde la ventana que daba al pulmón de manzana, cantar y bailar a mi antojo (me gusta la comedia musical). Ya no tendría que esquivar machitos que Gerardo hubiera traído a pasar la noche, o condones tirados en cualquier parte ni servirles el desayuno a los usuarios de esos condones, antes de que se fueran. Me sentía extrañamente libre y feliz y por qué no decirlo, relajado, cachondo, con muchas ganas de estar con algun chico.
La primera noche desde la partida de Gerardo, me estaba poniendo una crema humectante en la cara (si soy muy de cuidarme el cutis, no tiene nada de malo), cuando tocó el portero eléctrico y una vos gruesa y fuertemente masculina, preguntó por Gerardo. Era el Gato y bajé a abrirle, y la verdad que esa voz tan de machazo me había dilatado ya el orto. Soy de lo peor. Me limpié el cutis encremado y bajé a recibirlo.
En la puerta de calle me encontré con un tipo muy lindo, con una mochila grande al hombro, alto, rubio , de ojos claros, con barba de varios días, sombrero de ala ancha (muy al estilo de Gerardo) quemado por el sol, con aspecto de transpirado. La verdad que el Gato necesitaba una ducha urgente. Yo soy muy limpito e higiénico.
Asi que ese era el Gato, me dije. Asi que alpinista, agregué en mis pensamientos. Este mas que eso parece, un taxy boy, un escort con aspecto rudo y desprolijo. Debajo de su ropa gastada y sucia, adiviné un físico fuerte y muy pero muy caliente. Pero me callé. No debía ser tan prejuicioso con los amigos de Gerardo. Lo hice pasar. Los amigos de mis amigos, son mis amigos, pensé.
El Gato en esos primeros momentos era de pocas palabras, cansado, agotado por el largo viaje (parecía que hubiera venido caminando para estar en semejante estado). Dijo algo de haber sido robado en la autopista pero en ese momento no le presté atención. Nuestro edificio es paralelo a una autopista de las muchas que rodean la ciudad. Pasamos al departamento, le expliqué las razones de la ausencia de Gerardo y que yo haría de anfitrión durante los días en los que aquel, estuviere ausente. Me miró y no dijo nada.
El Gato aceptó de buen grado el toallón, jabón y shampú que le ofrecí y sin decir palabra pasó al baño. Una ducha le haría bien antes de dormir. Escuché el ruido del agua caliente y me lo imaginé desnudo envuelto en espuma y jabón. El culo chorrenado agua enjabonada y la pija completamente cubierta de espuma. Que belleza me estaba perdiendo Tardó mucho tiempo en cerrar las canillas, y luego de afeitarse (uso la maquina y la espuma de Gerardo), volvió al living envuelto en el toallón blanco que yo le había dado. La toalla le ajustaba todas sus partes, especialmente los muslos gruesos, el culo fuerte, el bulto desafiante. Era la tentación semi desnuda.
Me impresionó el tamaño de sus pies, sus pelitos rubios enmarcando las uñas, su cuerpo alto y delgado acariciado por la suave tela que secaba su piel bronceada y brillante. Bañado y limpio el Gato era sencillamente hermoso Y el bulto que se adivinaba bajo la toalla hablaba del poseedor de un instrumento de grandes proporciones.
La ducha lo había tranquilizado, parecía un ser humano ahora.. Sonreía de manera francamente seductora, y su pelo largo, suelto, rubio y brillante parecía despedir una fragancia que me excitaba a pesar de que yo sabía que era el shampú que le habia prestado. O serían las endorfinas de un macho caliente con ganas de coger. No lo se.
Me prestarías un calzoncillo - me dijo al fin, me robaron gran parte de la ropa , agregó.
Saqué de mi cómoda el primer slip que encontré y se lo tiré por el aire, tenía como cierto temor a acercarme, y el se estiró por el aire para atajarlo y con el movimiento , y juro que no fue a propósito, el toallón que lo envolvía se cayó al suelo exponiendo al Gato en toda su espléndida belleza masculina, gatuna y mendocina, y bendije a la tierra del sol y del buen vino, que había producido semejante macho cabrío , con tantos músculos, tanta piel color bronce por el sol que la había acariciado y tanta pija papá, pues el Gato hablaba poco pero, era tan pijudo que le que sobraban las palabras Una garcha para esculpir en un monumento y dar envidia. Garcha tamaño Extra Large, modelo familiar y ambiciones de libro Guiness de los records. Unos muslos fuertes como columnas , culo fuerte y redondo y un pecho marcado a mas no poder. Comencé a temblar, se me puso la piel de gallina y me puse a mil o sea, salió a la luz mi condición de adorador de la carne en barra masculina
El se puso el slip y yo empecé a sentir mucho calor. Encendi el ventilador de techo y para refrescarme un poco (y porqué no, exhibir mis pectorales y biceps adquridos en cómodas cuotas mensuales de gimnasio) me saqué la remera.
El me miraba y yo no le sacaba un ojo de encima. Nuestros ojos se encontraron y el para disimular dijo:
Hace demasiado calor y en este departamento parece que se hubiera concentrado todo el calor del mundo.
Calor de hogar debe ser- contesté tontamente, casi sin pensar Y enseguida me sentí muy estúpido.
Bueno estás en tu casa, ponete cómodo...- me dijo el, rompiendo con un chiste el hielo y como indicándome que me sacara el bermudas que llevaba puesto y me quedara en calzones como él.
Estoy bien asi - le dije sonrojándome y maldiciendo mis genes que me hacían poner colorado ante cualquier situación incómoda.
Ya se que estas bien, muy bien, afirmó con voz intencionada mientras miraba mi humilde cuerpito desde el pelo a los talones. Sus ojos, eran como caricias fuertes por sobre mi piel , sentí el calor, la fuerza de su deseo, la urgencia y empecé a temblar.
Este "entiende"confirmé. Se me aparece en taolla en el living, húmedo y chorreante, hace caer la toalla displicentemente para mostrarme la pistola calibre mayor que la naturaleza le dio y ese cuerpo serrano montañés y alpinista, que no sólo me ocasionó un sofocón sino que me hizo parar los pelos, la pija, y hasta la medallita de San Pantaleón. Y ahora, me dije, este hermoso ejemplar andino, me coquetea con un halago. Este si no es gay, se hace el gay, me dije. Yo era muy inocente. Lo sigo siendo. Soy medio distraído o boludo. El Gato era más gay que Sir Elton Jhon, con perdón de su marido.
Pedí pizza por teléfono y serví unas cervezas y refrescos. El Gato tenía un apetito increíble como si no hubiera comido en varios días y se comió siete de las ocho porciones de pizza de muzzarella, jamón y morrones.
Tomó varias cervezas, perdí la cuenta de cuántas, mientras lo observaba comer, beber, gozar el momento. Yo apenas si digerí la única porción de pizza que comí y no podía dejar de mirarlo. Me fascinaba. El pelo largo y rubio, los ojos felinos del Gato, su piel bronceada casi lampiña, sus músculos perfectos, su cuello largo y elegante, sus manos grandes de dedos finos y largos. En otras palabras me calenté con ese chico. Digo chico porque no tendría 20 años, era apenas algo mayor que yo y bastante menor que su amigo Gerardo.
Su forma de comer no era nada formal, era casi grosera, tosca, vulgar, ordinaria quizás, pero me gustaba. Masticaba con toda la boca, con su cara con sus pómulos, nunca había visto a nadie comer así, como si de cada bocado dependiera su vida. El queso mozzarela de la pizza se alargaba untuoso por su boca, sus dientes y sus dedos. Comía con sensualidad, con placer, saboreando cada instante. Yo solo comía para alimentarme, casi sin masticar y tragando con apuro.
¡ Qué apetito digno de elogio.! ¡Qué hambre de varios días parecía tener!. Alguna razón habría para ello pero lo dejé pasar. Bebió más cerveza y se le escapó un eructo que lo avergonzó y pidió perdón tapándose la boca.
¿Vos también bailás?, le pregunté con vos intencionada. Los amigos de Gerardo eran habitualmente bailarines de ballet, muchos delicados y hasta afeminados. Pero este no respondía a la regla. Sus pies eran grandes, muy masculinos, gruesos.
No, no bailo. Soy medio pata dura, pero si queres "bailar" podríamos probar.- dijo con mucha picardía, acentuando sus palabras con una mirada cómplice primero y un guiño después. Incluso me pareció ver que se acariciaba la verga muy como al pasar.
¿Bailar? pregunté fingiendo cierto asombro. El tipo usaba "bailar" como un eufemismo de coger, garchar, fifar, culear, tirar. Dejé de lado mi aparente inocencia y riéndome a carcajadas pregunté:
¿Por quién me toma, señor ? Yo no "bailo "con desconocidos, dije.
Vení - me dijo con una voz sensual que me hizo temblar el culo. Hablaba desde su silla, con las patas abiertas y la pija dura asomándose por el costado del slip que yo mismo le había prestado.
Como un autómata me paré. El calor invadía mi cuerpo y el cuarto. Ese tipo me atraía sin ningún atenuante. Parecía hablar con su pija, con los huevos, con sus piernas bronceadas y brillantes abiertas de par en par para que no se me escapara un detalle del bulto que se le marcaba con abundancia, desafiante, obsceno y a la vez tremendamente sexy.
Caminé como un autómata hacia él y el me extendió los brazos y cuando llegué hasta él totalmente entregado a su hechizo me sentó en sus piernas y sentí en el culito el roce rotundo de su pija, la fuerza dura de su verga , el calor mortificante de su sexo en mi orto, y me refregué contra el, con deseo, con un deseo loco de ser penetrado, poseído, cogido por aquella verga enorme que me ofrecía en aquella noche de verano, como una fruta muy dulce y jugosa para mi deleite.
Apoyé mi cabeza en su hombro y el buscó mi boca. Y sus labios resecos por el sol se adueñaron de los míos y su lengua larga, caliente y chorriante, indagó historias en mi lengua, en mis dientes, en mis encías, hasta hacerle preguntas pornográficas a mi garganta y ya no pude resistirme mas y el tampoco y me levantó en sus brazos como si yo fuera un muñeco y me llevó hasta la cama de Gerardo , donde me sacó la ropa y comenzó a chuparme las tetillas , las orejas , el cuello, mientras con las manos recorría mi culito, mi espalda, el interior de mis muslos con esas manos grandes duras, de dedos fuertes y largos. Busqué su lengua y el me la dio como si dijera silenciosamente que era toda mía y bebí su saliva, su calentura y todo su ardor y comencé a gemir de deseo y a gritar como una perra en celo, rogando que me cogiera, que por favor me la pusiera en el orto, que me cogiera ya.
Cogeme guacho, cogeme ya que me muero, grité con una voz que yo mismo no me reconocí. Una voz nasal que parecía salirme del orto dilatado por sus dedos.
Ganate la cogida con una buena mamada putito, dijo y el "putito" no sonó como insulto sino como algo tierno. Yo era "su" putito.
Tomé su enorme garcha entre mis manos y como pude la comencé a sobar despacito, muy despacio, mientras el acomodaba su cuerpo sobre la cama dejándome hacer. Me la fui acercando a la boca, oliéndola, percibiendo el calor de su sexo excitado, adivinando las pequeñas gotitas que se deslizaban suavemente por el agujerito de su pija, percibiendo sin tocar todavía la dureza y calentura de aquel macho serrano y fatal que me calentaba a morir.
Chupala, mamame la garcha, putito. Asi , asi ,ahh . .gritaba casi
Era como una letanía de deseos,de insultos soeces, de gritos, que me impulsaban a meterme aquella pija gruesa y húmeda en la boca, a retorcerle el tronco de la verga con mis manos, a paladear su cabeza reluciente, su prepucio húmedo, deleitándome con tragarme aquella garcha enorme, besándola, chupándola, poniéndola y sacándola, dominando con la pura fuerza de mi instinto, la rudeza de aquella verga inmensa y caliente.
- Seguí mi amor , seguí , apretame con la lengua y la boca la cabecita, haceme gozar papito, repetía el Gato, con esa voz que parecía salirle del pito , una voz caliente y magnética que me hacía volver loco mientras saboreaba su verga, y percibía el inminente arribo de su leche . No quería que acabase tan pronto. Quería demorar ese placer, prolongar el exquisito momento previo al orgasmo.
Solté su pija completamente cubierta con mi saliva y fui ascendiendo por su cuerpo por lso pelos de su pubis, por su vientre liso, por sus abdominales maracados y suaves, por sus tetillas inusualmente sensuales con pezones erectos como pequeñas vergas bravías, sus hombros su garganta, su cuello hasta su boca. Nos dimos un beso apasionado , largo, un beso de amantes, un beso profundo de lengua y de boca, que empezó tímido y terminó terriblemente apasionado mientras sus manos grandes separaban mis nalgas, mientras sus dedos largos abrían aún más mi orto dilatado por el deseo tantas veces reprimido.esa larga noche de verano.
Me la puso a fuerza de saliva y empujar sin cuartel por mi culito, hasta que aquella enorme columna de carne, aquella enorme cabeza de guerrero, traspasó la última barrera de mi cuerpo, el dolor fue tremendo. Pero mordiendo la almohada para no gritar, entregué mi cola a aquel invasor gigantesco que se fue hundiendo como Tarzán en el medio de la maleza de la selva mas espesa. Y cuando me tuvo completamente ensartado y yo comencé a sentir el principio de un placer anticipado, el comenzó a bombear con su verga en mi culo, una y otra vez , en un vaivén glorioso, entre mis gritos, mis gemidos, mis declaraciones inentendibles de placer.
Después de la cogida, nos quedamos exhaustos, cubiertos de leche de uno y del otro sobre nuestros vientres, abrazados mirando el cieloraso, con tanta fatiga y tantas palpitaciones que no podíamos hablar. Luego el semen se fue enfriando y un ligero fresco se coló por la ventana- El levantó su toalla y me secó como pudo y se secó el, toda la leche que recorria su pubis y sus piernas. Me abrazó y por primera vez en mucho tiempo me sentí contenido, sus brazos rodeándome eran como el hogar que había perdido el día que me confesé gay públicamente. Su abrazo le dio sentido a mi coraje de aquel momento, a los sufrimientos que le siguieron, a esa sensación de pérdida de mi mundo que habia tenido antes.
Mucho antes de dormirnos, le dije :
Ni sé tu nombre Gato. Yo me llamo Flavio, y vos , pregunté
Yo - dijo y comenzó a reir a carcajadas .
¿De qué te reis Gato?
No me llamo Gato. Y su voz de macho me volvió a calentar
Nadie se llama Gato. Ese debe ser tu sobrenombre- comenté
.
Tampoco - , dijo él y en la oscuridad de la pieza , me sobresalté
.
No soy El Gato. - Dijo apretándome una vez más contra el, pero yo sentí como miedo. ¿Si no era El Gato, quién sería?
.
Me llamo Luis Angel, soy camionero. Transportamos vinos finos desde Mendoza a Buenos Aires. Cuando lo dijo, me incorporé de la cama. Aquí había una confusión. Había cogido con alguien pensando que era otro
Veníamos en la ruta con mi compañero, y levantamos a un chico que hacia dedo, era El Gato. El tipo subió al camión, se instaló en la cabina y en la primera parada, bajamos y se puso a putañar con mi compañero, y al rato se fueron a coger a la cabina. Lo calentó al gordo de Atilio y se fueron derecho a la cama. Yo me quedé adelante manejando por horas.
Y que fué de El Gato , pregunté
Se quedó con el Atilio, mi compañero. Parece que le gustó como se lo cogió el gordo - agregó,
Y El Gato, cuando me dejaron en la autopista, me dio la dirección de Gerardo, para que esperara aca , hasta que volviéramos a Mendoza
.¿ Y vos, no protestaste? Pregunté. Lo habían dejado a pie, en plena autopista, sin lugar donde quedarse, salvo una dirección hipotética.
.
No hice nada. ¿ Qué podía hacer? El Atilio es el dueño del camión. Pero no le salió gratis. Le robé la mochila a El Gato, y querés creer que el muy puto no usa ropa interior agregó como ofendido.
.
Entonces, viniste acá, te hiciste pasar por El Gato, y me pediste mis calzones diciendo que te los habían robado - agregué yo terminado la historia.
Te ví, y no eras Gerardo. Me lo habían descripto. Y vos eras otra cosa. Te ví y ya no me quise ir, ya no me quiero ir. Sus ojitos claros de gato brillaban, su cara acostumbrada a mil soles y vientos, se ruborizaba, su mirada se clavaba en la mia con una ternura que yo no había conocido antes. Y me acercó a él con fuerza, y como si hubiera doblegado todas mis dudas, me dejé abrazar, y abracé, me dejé besar y besé. Me dejé retener y lo retuve.
Y en aquel abrazo, en aquella piel caliente que se enredaba con la mía, me sentí protegido y único, y cada caricia que siguió las viví como un testimonio de algo bueno, como un sin fin de bendiciones, en el medio de tantas mentiras..
galansoy
Porque el amor puede llegar en tu vida bajo la forma de un gato, o con un nombre cambiado, sin que lo esperes. Un abrazo. g.