La Visita

Juan visita a Nicolás tras años sin verlo y conoce a su esposa. Entonces el anfitrión se comporta como es debido hacia su huésped.

La Visita

Años atrás Nicolás había conocido a Juan, habían estudiado juntos. Pero esas cosas de la vida, Nicolás se fue a otro país, en el que se casó y prosperó. Con el tiempo, Juan también prosperó en sus actividades, pero lo hizo siempre en su suelo natal. Pero un buen día, tenía que concurrir a un congreso que se haría en una ciudad vecina a aquella en la que Nicolás vivía. Concretaron por correo electrónico que se encontrarían.

Así es como comienza esta historia, que Juan me contase puntualmente y que yo ahora cumplo en relatarles.

Juan se tomó un taxi y le acercó a taximetrista un papelito -era un completo ignorante del idioma local, pero había previsto solicitar que alguien le escribiese la dirección de su amigo-. Llegó al sitio y abonó prolijamente. Se bajó y vio la hermosa casa, se acercó a la puerta y tocó.

La puerta fue abierta por una mujer que por las fotos que le enviaran por Internet identificó como la esposa de Nicolás. Rápidamente evaluó que estaba mejor de lo que en las fotos le había parecido.

-¿Gloria?

-Sou eu -le contestó ella, y luego en un castellano aceptable-. Pasa. Disculpa que te hablé en portugués, Nicolás me dijo que no lo entiendes.

-Bueno, "sou eu" si puedo entenderlo

Rieron

Gloria fue a buscar a su esposo, y pronto éste apareció para fundirse en un cálido abrazo con su amigo. Salieron a una terraza con una linda vista dónde comieron algo y tomaron algunas bebidas. Tras caer el sol refrescó súbitamente ("así es acá") por lo que entraron. Gloria encendió la estufa de leña y volvieron a tomar algo.

Nicolás, algo más chispeado que los demás, le dijo sin previo aviso a Juan:

-¿Te gusta mi mujer?

-Si claro, es muy agradable.

-No pelotudo, no. Te pregunto si te parece que está buena.

-Sí claro -Juan contestó mientras se escondía tomándose otro trago.

-Ya te vi cuando le mirabas el culo mientras ponía la leña en la estufa. Tiene lindo culo. ¿Verdad?

-Sí. ¿Ella nos está entendiendo?

-Completamente, ¿verdad mi cielo? -y al decir esto la tomó del mentón y le dio un largo beso de esos que parece que sólo los dieran los adolescentes.

-Completamente -asintió ella.

-Ta, ta bien. -Volvió Juan a tomar la palabra-. Está muy rica, para qué te voy a decir otra cosa. Tiene terrible culo, y es más, tiene unas tetas muy a mi gusto.

-Cierto -dijo Nicolás-. Como las de Clara.

Juan contestó con una inclinación de cabeza. Nicolás continuó.

-¿Querés cojerte a mi mujer?

-¿Lo qué?

-Si te la querés cojer.

-Vos tomaste de más

-No. Para nada. Te la estoy ofreciendo, derecho viejo. No sea cosa que después te la cojas a escondida como a Clara, y me lo tengas que andar escondiendo.

Ahora debo hacer una digresión para explicar esto de Clara.

Cuando ambos estudiaban hubo una huelga universitaria. En algún momento de la misma un grupo nos reunimos a tomar, y bastante borracha, Clara dijo que tenía la fantasía de que la tratasen como prostituta. Eso lo escuché yo personalmente. Ahora vuelvo a narrar lo que me contaran, pero ahora hablando de aquello que en el pasado ocurriese.

Al salir del lugar, Clara estaba sola, (vaya uno a saber porqué), y entonces Juan la agarró de un brazo y le dijo "¿Cuánto cobrás?".

Ella lo miró como no entendiendo. "¿No sos una puta?. Entonces, ¿cuánto cobrás?". Ahí ella entendió cómo venía la cosa y le dijo un precio. "Ese precio ¿de qué es?. ¿Sencillo, medio oficio, oficio completo, anal, media hora, hora entera con las terminaciones que yo pueda?". Viendo que ella no reaccionaba él continuó: "Así que no sólo sos puta, sino que encima sos una puta estúpida que no sabe cómo trabajar. Yo te voy a sacar buena".

La condujo por la calle hacia un hotelucho de última categoría mientras le iba explicando cada una de las tarifas y los servicios que correspondían a cada uno de ellos. Le explicó cómo le tenía que hablar a un cliente, y cómo se esperaba que se comportase.

Una vez allí le dijo que iba a querer medio oficio, nada más. Se desnudó y se echó en la cama con los brazos bajo la cabeza. La observó cómo se desnudaba, y cómo, nerviosa, casi se tropieza al llegarse a la cama.

Una vez allí ella comenzó a chuparle la pija, consiguiendo una erección firme. Entonces, el le dijo "Ponete abajo". Ella obedeció y se acostó boca arriba, separando las piernas. Juan se puso sobre Clara, y ella con su mano guió su pija hasta su concha. Entonces él empezó a cojerla, mientras le manoseaba las tetas.

En pocos minutos acabó, se paró, dejó unos pesos sobre la mesa y se fue.

Esta historia ocurrió cuando los cuatro éramos condiscípulos. Luego Nicolás y Clara rompieron, por historias que en nada refieren a lo de este cuento. Años más tarde yo salí durante algunos meses con Clara, quién me contó todo lo que narré al respecto. También me contó que ella misma le había revelado la historia a Nicolás, quién le dijo algo así cómo que si esa era la fantasía de ella, eso estaba bien.

Pero volvamos a la sala de la casa de Nicolás y Gloria a principios del año 2005. Nicolás le dijo a Juan si se quería cojer a la mujer, y le recordó cómo antes se había cojido a su novia. Juan quedó duro como una estaca, pero no en el sentido sexual y favorable de la dureza.

Nicolás continuó.

-Está todo bien que te la hallas cojido a Clara. Ella me contó con todo detalle como fue. No hay problema, no es una forma de reprocharte ni de querer ver si decís que sí para después reprocharte. Es un ofrecimiento liso y llano.

Juan estaba atónito. No sabía qué hacer ni cómo reaccionar. Por un lado se sentía mal por sentirse descubierto por la historia con Clara, pero por otro el recuerdo lo calentaba. Por un lado le parecía el colmo de la descortesía aceptar el ofrecimiento de Nicolás, pero su esposa lo calentaba. Y ella miraba sonriente, cómo si nada. ¿Qué estaría pasando en su cabeza?

Nicolás volvió a hablar.

-Mira vamos a hacerla fácil. Gloria, chupásela al Juancito.

Gloria se arrodilló ante Juan, le separó las piernas, bajó su cierre y metió la mano sacando el aún blando e insignificante miembro. Se acomodó bien cerca de él y comenzó a chupársela.

Sintiendo en su pija la tibieza y humedad de la boca de ella, Juan comenzó a ceder y así se le empezó a parar. Dejó la bebida en una mesita a un lado, y empezó a acariciarle la cabeza a Gloria, a empujarla para que la tragase más a fondo.

Entonces Nicolás se puso detrás de ella, le levantó la falda y le quitó la bombacha. Se arrodilló a su vez y le lamió el culo un buen rato. Juan estaba cada vez más caliente, por lo que él sentía pero también por lo que veía que Nicolás le hacía a ella. Ella seguía y seguía, prendida a su vega, la que sólo soltaba algunos momentos para lamerle los huevos.

Nicolás a continuación se enderezó y comenzó a cojerse a su mujer por el culo. Juan Sentía como el cuerpo de ella se sacudía por las embestidas de su amigo, sentía como ella respiraba más agitada.

Ya entrando más en confianza, estiró su mano hasta una teta de ella y empezó a tocársela. Ella dejó de chuparle por un instante para sacarse la remera que traía puesta dejando al descubierto sus bellos pechos. De inmediato volvió a la labor, y él a tocárselas, aprovechando ahora para tironearle de los pezones.

Nicolás mientras la seguía penetrando, a un tiempo que le daba palmadas en las nalgas. De pronto lanzó un fuerte quejido (¡pero no era un quejido! ¿existe alguna palabra para decirlo?), y acabó. Retiró entonces su pija y se puso en pié.

-Los dejo terminar tranquilos. Juan, hacele lo que quieras.

Nicolás se fue caminando vestido sólo con su camisa y salió de la vista de Juan. Entonces éste le indicó a ella que le refregase las tetas en la pija y los huevos. Sintió la suavidad de la piel de sus senos, y la comparativa aspereza de los pezones. Ella sonreía mientras lo hacía.

Juan le indicó que se subiese sobre él y la empezó a cojer por la concha mientras iba mordisqueando y pellizcando sus pezones, acariciando todos sus senos, recorriendo su espalda con sus manos.

Ella estaba excitada y se puso a jadear cada vez más fuerte. Juan introdujo entre sus cuerpos sus dedos y comenzó a estimularle el clítoris. Ella empezó a exclamar y a aferrarse con sus manos fuertemente a los hombros de Juan, clavándole las uñas en la espalda mientras naufragaba en un largo y estremecedor orgasmo.

Tras el mismo miró a Juan con una mirada dulce. Él dijo entonces:

-Ya sé cómo te quiero acabar.

Le indicó que se arrodillase y pusiese sus manos formando un cuenco. Ella lo cumplió. Él entonces se pajeó hasta acabar directo sobre las manos de ella.

-Ahora cométela toda.

Y ella cumplió su indicación, lamiendo la leche de sus palmas con cuidado y satisfacción.

Entonces Juan se dio vuelta y vio a Nicolás que los miraba, pajeándose él también.