La visita

Una visita de un familiar provoca una situación muy excitante entre una madre y su hijo.

Todavía hoy, no se bien como pudo pasar, pero el caso es que paso y después de pasar los años mi sensación de culpa se ha disipado y solamente quedan los gratos recuerdos de placer que pase junto a mi hijo.

Mi nombre es Adela, y cuando sucedieron los hechos debía tener en torno a los 45 años. Sin ser una mujer espectacular, me conservaba bien y todavía me decían algún que otro piropo cuando me arreglaba.

Nuestra casa de Madrid no era muy grande, pero suficiente para mis hijos Ana de 18 años, Antonio de 23 y mi marido Paco.

En cuanto a nuestras relaciones como familia, eran de lo más normales, y con mi marido, la fogosidad de nuestra vida conyugal se había ido apagando y apenas teníamos relaciones, había quedado un poso de cariño, que para mí era suficiente, supongo que me había acostumbrado.

Recuerdo todavía aquel viernes en que mi esposo nos sorprendió a todos con una noticia que a ninguno nos hizo demasiada gracia. Un primo suyo del pueblo venia a Madrid a realizar unas gestiones y pasaría el fin de semana en casa. Como he comentado la casa no era demasiado grande y la visita era un inconveniente. Ana había tenido un accidente y tenia una pierna escayolada, con lo que mi marido sugirió que Antonio durmiera con nosotros , total solo seria tres noches, el chico refunfuñando acepto.

Como cada viernes, mi hijo salió con sus amigos y sobre las 4 de la mañana llego. Me desperté al oír la puerta puesto que tengo el sueño bastante ligero. Entro en nuestra habitación intentando no hacer ruido y con la luz apagada, pero por la torpeza de sus movimientos deduje que estaba algo bebido. Se metió entre las sabanas a mi lado y parecía bastante inquieto, puesto que no paraba de moverse yo le daba la espalda, y entre sus movimientos y los ronquidos de mi marido no pegaba ojo.

De repente note como una mano se posaba en mi cadera, estuve a punto de quitársela, pero me quede como petrificada, no dando crédito a lo que estaba sucediendo, la mano se movía lentamente desde mi muslo hasta la cadera por encima de mi camisón. Mientras mi marido seguía durmiendo, mi hijo con movimientos ahora muchos más sutiles y lentos, se fue acercando a mí hasta que su pubis quedo pegado a mis nalgas. Estaba indignada con el comportamiento de mi hijo, pero al mismo tiempo permanecía inmóvil, y pronto advertí que mis bragas se humedecían al notar crecer el sexo de mi hijo en mi trasero. Él empezó a restregarse, agarrándome con suavidad pero con fuerza por la cadera, su respiración se aceleró, y yo mordiéndome el labio inferior y con mi sexo palpitando tuve que contenerme para no gritar, al llegar a unos de los orgasmo más intensos que había tenido en los últimos años. Ya casi no recordaba lo que era esa sensación. Me quede muy relajada y el también, puesto que se separo y se quedo dormido.

Al día siguiente, mi hijo salió temprano de casa, puesto que se iba a estudiar todo el día a casa de un compañero de la universidad. Yo estaba bastante alterada y me repetía una y mil veces que aquello no volvería a pasar, pero a medida que pasaban las horas y la noche se acercaba una calentura indescriptible fue invadiendo mi cuerpo pensando en lo sucedido la noche anterior.

Mi marido y yo después de una copiosa cena con su primo nos acostamos y me quede dormida rápidamente. Mi hijo Antonio debió llego a las tantas de la madrugada. Me desperté como sofocada y alteraba y nuevamente notando la dureza del pene de mi hijo entre las nalgas. La sensación que me invadió fue similar a la de la noche anterior, me quede como petrificada, pero él parecía como más audaz y de sus movimientos se me había subido el camisón siendo mis braguitas la única interposición entre mi culo y su pene. Lo notaba en toda su extensión, me parecía enorme, notaba sus palpitaciones, sus venas hinchadas. Yo estaba resignada con mi coño empapado y caliente, e incluso me atreví a recular un poco con lo que su enorme falo resbalo entre mis mulos, presionando su glande con mis bragas a la altura de mi coño. Aquello fue demasiado y me volví a correr como una puta con la polla de mi hijo. El también estallo dejándome una buena cantidad de leche en mi braga y camisón.

El domingo seria el ultimo día de visita , y se desarrollo de forma muy similar al día anterior. Mi hijo volvió a salir por la mañana y pasaría el día con sus amigos, parecía como si quisiera esquivarme. Yo por mi parte seguía con una ansiedad tremenda, mi mente seguía repitiéndome que no podía ser, pero mi cuerpo pedía guerra.

Al llegar la noche me acosté como siempre, pero con una variedad no me puse las bragas. Mi marido enseguida se durmió, y cuando llego Antonio me subí ligeramente el camisón para que pudiera ver bien el culo de su madre. Era la ultima noche y estaba dispuesta a todo, y mi sexo palpitaba más que nunca.

Cuando mi hijo sé acostó, entendió todo a la perfección. Se quito sus calzoncillos, suavemente acaricio mi cadera desnuda, después separo mis nalgas y volvió a colocarme su pene entre ellas en toda su extensión. La sensaciones ahora eran maravillosa notaba como me palpitaba el ano y la humedad de mi coño era tal que seguro que le estaba empapando los huevos. El empezó a moverse, su padre seguía roncando, y yo no podía más, alargue mi mano entre mis piernas y le agarre el pene, el se quedo como inmóvil, y yo se la puse a la entrada de mi coño, arquee un poco la pierna derecha y aquel trozo de carne, a pesar de su tamaño, entro en mi sin ninguna complicación, recule un poco para notarlo bien adentro, y las embestidas se fueron haciendo mas intensas cada vez, tanto que incluso temí que mi marido se despertara, por mis gemidos ahogados y el chapoteo de mi coño, pero no sucedió. Me volví a correr en el orgasmo más intenso de mi vida y note como mi querido hijo depositaba una buena carga en mi interior.

Nos quedamos bastante relajados, pero a los pocos minutos me empezó de nuevo a acariciar el culo, se volvió a arrimar a mí y comenzó muy suavemente a sobarme los pechos, mis pezones estaban que iban a reventar. Entonces cogió su falo impregnado por su corrida y mis flujos y lo puso en la entrada de mi ano, presionando suavemente y en circulitos.

-Toño por ahí no, me atreví a decirle

Mi voz pareció espolearle y apretó mas fuerte hundiendo su glande en mi culo

-Ahhhhh - Se me escapo un grito de dolor que medio despertó a mi marido;

-Estaros quietos ya, joder – murmuro

Mi hijo y yo permanecimos inmóviles durante algunos minutos, hasta que mi marido volvió a ponerse a roncar. En ese tiempo mi ano virgen , se había dilatado al grosor de su pene, el empezó a bombear lentamente y yo me resigne a tener enterrada aquella polla en mi culo. Recule un poco facilitando la penetración y lentamente me la metió hasta que sus huevos chocaron en mi coño. Aquello me dolía, me quemaba, pero estaba como poseída, con la mano derecha separe una de mis nalgas facilitando aún mas las embestidas y con la otra acariciaba mi coño y de vez en cuando los huevos de mi hijo cuando mas profunda era la penetración. Aquello duro poco las embestidas se hicieron mas rápidas y contundentes hasta que una nueva carga de semen inundo mis entrañas, yo por mi parte mordiéndome el labio para no gritar de placer me volví a correr como un putón. Me sentía la puta mas puta del mundo, pero me quede dormida muy satisfecha.

A la mañana siguiente todo acabo, todo volvió a la normalidad, como si nada hubiera ocurrido. Poco después mi hijo se independizo y se fue de casa.

La verdad es que, aunque pocas veces, hemos tenido algún contacto, aunque no tan excitante como los primeros, pero eso es otra historia.....................

PD.: Si alguna madre quiere compartir experiencias, no dude en contármelas a

reto2121@hotmail.com ( pero no doy mi messenger a nadie )