La visión 2 (sexo con amor)
Continuación del relato: La visión que cambió mi vida
Apenas pude pegar un ojo en toda la noche. Había sido un día realmente especial. Uno de los mejores de mi vida. Aún hoy pienso que lo fue.
Quien me iba a decir a mí hacía unos días que Raúl, mi gran amigo Raúl iba a estar en mis brazos. Quien me iba a decir a mí que nos íbamos a besar. Quien me iba a decir a mí que acabaría disfrutando del sexo junto a él.
Pero no era precisamente el sexo lo que me quitó el sueño esa noche. Fue el recordar las sensaciones que experimenté junto a él. Como sus caricias hacían que se me erizara la piel. Sentirle muy, muy cerca. El sentir sus labios en los míos.
No había ninguna duda. Estaba locamente enamorado de él.
Y tanto era así que por la mañana conté los minutos hasta que fuera una hora prudencial para llamarle por teléfono. No pude esperar tanto y eran las nueve y media de la mañana cuando marcaba su número de teléfono.
Cuando descolgó le hubiese dicho cuanto le echaba de menos y que estaba loco por verle de nuevo, pero eso me pareció un poco moña, sobre todo entre hombres (como si los hombres no tuviéramos sentimientos), en su lugar le pregunté si le había despertado.
Aunque su boca me dijo que no, el tono de su voz me dijo todo lo contrario.
Le pregunté qué tal se encontraba, quizá una pregunta típica, pero no para mí ya que temía que con la noche se le hubiesen enfriado las ideas. Afortunadamente su respuesta fue también típica "Muy bien". Ese "muy" me supo a gloria.
Y más a gloria me supo que se me adelantara al preguntarme si quería que nos viésemos hoy. No supe ocultar mi entusiasmo al responderle que sí. "¿Cuándo te viene bien?" le pregunté.
"Sabes que estoy solo, cuando quieras" respondió. A lo que yo me apresuré a decir, "por mí iba ahora mismo". El se rió y al oír su risa mi corazón se estremeció. ¡Vaya! Si que estaba colgado. Finalmente quedé en ir a su casa por la mañana y comer con él.
Me duché y me aseé lo mejor que pude, me afeité, me eché colonia... Mi hermana se sonrió al cruzarse conmigo. Qué lejos estaba ella de imaginarse por quien hacía yo todo aquello.
Marché a su casa, compré unas cervezas y una botella de vino por el camino y pronto estaba junto a su puerta. Sería por el calor que hacía o por lo nervioso que estaba, pero por mi frente se deslizaban gotas de sudor.
Abrió la puerta y ante mi apareció su figura. Él no se había vestido y estaba de andar por casa así que me recibió desnudo de cintura para arriba, con un pantalón corto y zapatillas. Le saludé dándole la mano. Le hubiese asaltado allí mismo, pero de seguro que habría algún vecino espiando; en todas las comunidades siempre hay un vecino que se dedica a espiar.
Esperé a que cerrara la puerta, entonces posé la bebida en el suelo. De inmediato nos unimos en un fuerte abrazo. Así permanecimos un rato acariciándonos, disfrutando el uno del otro. Hasta que Raúl comentó que quería hablar conmigo.
De pronto el calor de Julio se tornó gélido como si estuviésemos en Enero. Me quedé muy serio mirándole. Él le quitó tensión al momento con una sonrisa "Vamos, no te pongas así, que das miedo" me dijo.
Nos sentamos en el sillón, en el mismo sillón que en el que el día anterior se dieron rienda suelta nuestros deseos carnales. Esperé a que empezara a hablar.
Yo creí que me iba a contar que esto no podía ser, que no estaba bien, que si sus padres, que si la sociedad, yo que se...
Pero no, antes de empezar a hablar me regaló un beso, un beso tranquilizador y apasionado. De nuevo nuestros labios se fusionaron y nuestras lenguas jugaban dentro de nuestras bocas.
Separó sus labios de los míos y fue cuando se puso a hablar. "Nunca he sentido nada así", me dijo. "Siempre soñé como sería la chica que me diese mi primer beso... y resulta que has sido tú". "¿Decepcionado?" le pregunté.
"No, no, no" se apresuró a contestar. "Aunque si hace un año me lo hubiesen contado nunca lo hubiese creído". Añadió: "Sólo quería saber que va a pasar ahora, ¿voy a ser como tus ligues, un rollito de uno o dos meses?". Era evidente que el estaba tan colado por mí como yo por él.
Le respondí: "Solo te digo una cosa, lo que ayer sentí, jamás lo he sentido nunca por una chica".
La respuesta le debió parecer satisfactoria, pues de nuevo se acercó a mí y me volvió a besar. De nuevo saltó electricidad entre nosotros y nos dejamos llevar por un mundo de sensaciones.
Mis manos empezaron a acariciar su torso desnudo y su ancha espalda mientras sus fuertes manos buceaban bajo mi camisa buscando acariciar mi piel.
Se detuvo y se levantó del sillón. Me cogió de la mano y diciéndome "aquí estamos muy incómodos" me llevó hasta su habitación. Su cama aún estaba sin hacer. Por lo arrugadas que estaban las sábanas él también debió dar muchas vueltas por la noche. Allí me empezó a desabrochar uno a uno todos los botones de mi camisa hasta que ésta, totalmente abierta se deslizó por mis brazos hasta caer en el suelo.
Se acercó y me besó de nuevo, mientras sus manos se apresuraban a soltar mi cinturón y desabrochar mis pantalones. Pronto cayeron al suelo. Sin parar de besarnos, utilizé mis pies para soltar mis zapatos y zafarme de mis pantalones. Luego sus manos recorrieron mi espalda, empezando por los hombros hasta llegar a mi culo donde se detuvieron. Sus grandes manos se introdujeron bajo mi slip y apretaron mis nalgas hacia él mientras sus besos se volvían aún más apasionados.
Entonces sin sacar las manos se agachó y empujó mi slip hasta el suelo. Se irguió y siguió besándome mientras yo me retiraba los calcetines (siempre me he sentido un poco ridículo desnudo con los calcetines puestos). El me empezó a besar en el cuello mientras se situaba tras de mí para abrazarme por la espalda. Me acarició el pecho mientras me comía el cuello y las orejas.
Me soltó un momento para quitarse el pantalón corto que llevaba. Pero luego me abrazó de nuevo. Mientras su mano izquierda seguía explorando todo mi pecho, su mano derecha bajó para poder acariciarme en zonas más placenteras. Mis testículos debían sentirse diminutos cuando su gran mano los atrapó mientras el avanzaba su pelvis y frotaba su pene por la raja de mi culo.
Comprendí lo que quería y me agaché apoyándome sobre la cama. Mientras Raúl me agarraba de los costados y empezaba a frotarse sobre mí. Pronto su glande se topó con el orificio de mi ano. Yo cerré los ojos y me concentré para no perderme ni un solo instante de este mágico momento. Empezó a empujar, pero al igual que el día anterior parecía no querer entrar. Después de unos instantes intentándolo se separó y sin decir nada se fue.
Pensé por un momento que algo le había molestado, pero estos pensamientos se disiparon enseguida cuando entró en la habitación con un bote de crema. Me ofrecí a dársela así que metí los dedos en el bote y empecé a embadurnar de crema su miembro, suavemente, mientras el suspiraba de placer. Luego el hizo lo mismo, cogió crema y me invitó a tumbarme boca abajo en la cama. Me empezó a untar en el ano, yo estaba muy excitado y estaba gozando tremendamente de la situación. Con su dedo empezó a untar en el orificio apretando poco a poco, pronto empezó a introducirlo dentro de mí. Yo estaba gozado con ello y a veces me pedía bajar la voz si lanzaba un suspiro un poco más alto de lo normal.
Pronto tenía todo el dedo dentro. Lo sacaba, lo untaba en más crema y lo volvía a meter. Hasta que su gran dedo corazón entraba y salía sin dificultad de mi ano.
Fue entonces cuando se subió en la cama, yo me puse de rodillas de espaldas a él. Volvió a apoyar su glande contra mi ano y poco a poco empezó a empujar hasta que de repente sentí como la cabeza entraba por fin.
Yo sentí algo muy especial, ya no tanto físicamente, sino sentimentalmente. Mi primera vez con una chica fue un tanto decepcionante, tenía 13 años y las ideas muy poco claras. Fue un polvo precipitado y si no hubiese sido mi primera vez lo hubiese intentado olvidar de inmediato.
Pero esta vez era diferente. Mientras el cuerpo se su pene iba entrando poco a poco en mi interior, una felicidad inmensa me inundaba. Notar como la persona que más quería estaba dentro de mí fue fantástico. Cuando su pene acabó de entrar, el mío estaba a reventar, estaba excitadísimo. Luego, despacio, muy despacio empezó a bombear. Gracias a un espejo que tenía en el armario podía ver a Raúl, con una amplia sonrisa, penetrándome primero suavemente, pero poco a poco empezó a dar vigor a sus movimientos.
A través del espejo veía como me embestía una y otra vez. Cuando sus movimientos se hicieron más bruscos y cerró los ojos me di cuenta que estaba a punto de correrse. Varios embistes profundos acompañados de unos largos gemidos acompañaron el orgasmo de Raúl.
Luego cayó rendido sobre la cama, junto a mí, retomando la respiración. Yo era inmensamente feliz. Por fin la frase "hacer el amor" se había hecho realidad. Le limpié el sudor de la cara con la sábana y tras regalarme una maravillosa sonrisa me besó de nuevo.
Cuando con su mano comprobó que mi miembro aún se encontraba en erección, empezó primero a acariciarlo y poco después a pajearlo. Y sin dejar de besarme continuó haciéndolo hasta que un chorro de semen nos salpicó a los dos en la cara. Nos empezamos a reír a carcajadas, sin importarnos ya si alguien nos iba a escuchar. Estaba claro que lo nuestro iba muy en serio y que juntos íbamos a ser tremendamente felices.