La virginidad robada
Las calladitas...son las peores
La vigilaba, ya hace tiempo. Todos acudían a la casa de Martín, los padres estaban fuera y sólo él y su hermana quedaban en casa.
Martín era un buene amigo, simpático y juguetón, le gustaba llevar amigos a casa, para compartir, y porque no, hacer una que otra fiesta; pero su hermana Eden, era todo lo contrario a él. Era cordial eso sí, siempre nos saludaba por cortesía, un poco avergonzada, quizás por la presencia de todos nosotros, para luego partir rauda a su habitación, a encerrarse y escuchar una música muy estridente. Todos nos percatábamos de como había crecido, año tras año, se había vuelto mujer. Ahora sus caderas eran anchas, tenía unas nalgas firmes, curvilíneas, y sus senos ¡sus senos! eran redonodos , alzados con orgullo. Siempre vestía con un short muy corto y una polera demasiado holgada para mi gusto. Nadie se atrevía a hablarle, era cordial, sí, pero siempre tuvo un cierto aire pedante, era intelectual, por lo que nos contaba su hermano, y por ello; creía que la separaba de los otros chicos, chicos que como todos, nos reíamos de trivialidaes y estupideces, y ella parecía aborrecer ese tipo de mundo, mirándonos a menos.
Aquella noche, llegamos tarde a la casa de Martín. Ese día transmitirían un gran partido y allí lo veríamos todos. Como siempre, nos sentamos en el living, algunos en el suelo, con cerveza en mano, esperando ansiosos el gran fútbol; cuando la puerta de entrada se abre y aparece ella, sorprendida ante nuestra presencia, dibuja una leve sonrisa en su rostro. Todos la saludaron al instante en voz alta, menos yo, ya que su modo de ser me molestaba. Ella hizo lo propio saludpándonos a todos y noté como me miró, por pocos segundos; antes de dirigirse a su habitación.
Era el medio tiempo y muchos salieron al patio a fumar, quedé sólo dentro de la casa, y creo que el alcohol dirigió mis pasos al pasillo del fondo...tuvo que haber sido el alcohol, de otra manera no me explico mi osadía para llegar a su habitación. Miré a todos lados y tanteé la perilla de l apuerta...estaba abierta. Una música débil se escuchaba dese su interior, allgo de rock debió haber sido, no supe identificarlo, la abrí con sigilo, si meter mucho ruido. Estaba todo oscuro, la única luz dentro de la pieza, era la de la luna llena, que traspasaba el ventanal. Mis ojos se aguzaron y pude ver su silueta bajo el marco de la ventana, sobre su cama. No pude verla con claridad, pasados unos segundos. Estaba boca arriba, con una almohada, apretándola contra su pecho, y con su mano izquierda, hurgaba entre sus piernas, por encima de sus bragas. ¡SE ESTABA MASTURBANDO! la señorita suficiencia, se estaba masturbando. Ví como intruducía sus cortos dedos en su vagina y para no emitir algún germido, mordía la almohada. Comencé a notar que me estaba excitando, mi verga comenzó a erguirse y a luchar contra mis boxers. Eden, apretaba contra su vágina con satisfacción, podía verlo en su rostro, que siempre fue serio. Sin aguantar más, metió sus manos bajo sus bragas, y vi como ella misma apretaba su clitoris con fuerza, sus ojos se cerraron ante el placer y dio un gemido ahogado, que la música no alcanzaba a silenciar. Se detuvo. La almohada que asujetaba, cedió, deslizandose hasta su costado, había acabado.
Sin pensarlo, entré a la habitación y con cuidado de no meter ruido, cerré la puerta a mis espaldas, y cuando giré el pestillo, para echarle llave, ella volteó su cabeza y me vio. No gritó, no dijo nada, sólo su rostro me demostró la sorpres y verguenza que tenía. Me dio algo de placer verla tan...humana por alguna vez en su vida. Se sentó en la cama, y cubrió su entrepierna con la misma almohada, que aún tenía sus mordidas marcadas.
-¿Qué haces aquí?- Inquirió con rudeza, volvío a ser la petulante de antes.
Ignoré su pregunta.- ¿Así que te masturbas?- Dije burlándome
Quedó en silencio, no sabía que responder.- Yo...
-Jamás lo imagine de tí...--A pesar de decirlo irónicamente, lo creía en verdad- Eden se masturba...¿Tanto necesitas sexo?
-¡¿y a ti que te importa?!, ¡Vete con tus amigos trogloditas y déjame en paz!
Su petulancia me hartó, me enfureció.- Bien, me iré- dije calmadamente- y espero disfrutar del relato junto a mis amigos..quizás también con tu hermano- Amenacé.
Vi el miedo en sus ojos y volví a sentir el placer de hacerla sufrir.- ¡No!, no lo hagas.-Dijo- Lleguemos a un acuerdo.
¿Un acuerdo?.... en ningún momento quise hacer algo con ella, pero la palpitación en mi pene, me dio una idea.
-Bien- respondi con susficiencia- quiero que me lamas el pene.
Su rostro se descolocó, me miró con odio puro, lo disfruté aún más. Retrocedí, haciendo la mimica de que me iría y ella se apresuró a responder.-¡Está bien!
Me acerqué a ella lentamente.- Prométeme que nunca dirás nada.- me pidió.
-Si lo haces bien, recapacitaré.- A continuación, tiré del cinturón y dejé caer mis jeans. me subí a la cama y puse todo mi paquete enfrente de ella. Me miró con dudas.- Hazlo, y hazlo bien.- Le dije, con cierto tono amenazador.
Tocó mi verga por encima de mi calzoncillo y me estremecí un poco. Luego con cuidado lo bajo hasta mis pies. Con temor tomo mi pene con su fría mano y estiró todo mi cuero hacia tras, y pudo ver el tamaño de mi glande, rojo y palpitante. Me sorprendió su audacia, en ningún momento miró hacia arriba, a sabiendas de lo que le diría. Con suavida lamió mi glande. Su lengua era cálida y pequeña. Priemero en el orificio de él y luego desde el nacimento de mi pene hasta el fin. Dí un pequeño gemido y dí gracias de que estuviera escuchando música a mi llegada.
Ahora lo introdujo en su boca, en esa boca que siempre sonreía, pero no hablaba. Mi pene no cabía en ella, lo super porque lo sacaba a cada instante para poder moldearlo. No pude aguantarlo y con rudeza asujeté su cabeza y la em´pujé contra mi pelvis, mirando al techo e introduciéndole toda mi verga en su boca. Ella pareció ahogarse, pero no me importo, el recordar su rostro petulante, me excitaba más. Agite dentro de su garganta, ella parecío ahogarse y se hizo a un lado, vomitando lo que le quedaba. Me dio un poco de lástima, pero enseguida recobré la compostura y me bajé de la cama. Esperé su desahogo, sus insultos hacía mi...sin embargo permaneció en silencio.
Ahora mi mente trabajaba más rápido. me quité la polera y me senté en la cama. Ella me observaba con recelo. Su cabello castaño estaba tomado, como un tomate, se veía hermosa bajo la luz de la luna.
-Te cogeré.- Le dije directamente. Me miró, iba a decir algo, pero prefirió guardar silencio.- Recuéstate- le ordené. Lo hizo.
Con cuidado, me situé encima de ella y con cuidado, toqué sus pechos, los palpé y eran duros, me exité nuevamente y pude sentir como mi pene rozaba su concha, ella se estremció. Sus pezones estaban duros, traspazaban su polera rojiza. Los apreté con rudeza y ella gimió. Le quité la polera y comenzé a chuparle las tetas una por una, mordí nuevamente uno de sus pezones. Bajé por su cadera, hasta su vagina, e introduje mis dedos por debajo de su braga y comenzé a masturbarla. Eden pareció convulsionar debajo de mi. Tuvo orgasmos continuamente. La música no estaba muy alta, asi que acallé sus gritos con un beso apasionado. No me di cuenta, hasta ese moemnto, de cuanto había deseado hacerlo. Metí mi lengua y jugué con la suya, ella lo repondió todo ¿por qué lo hacía? ¿No debía resistirse?. Pude sentir como sus gemidos de ahogaban en miboca mientras metía tres dedos de mi mano en su vagina. El placer me había alcanzado y QUERíA PENETRARLA.
Me detuve drásticamente, ella me miró con rareza. Bajé hasta sus pies y lentamente corrí sus bragas hasta sacarselas. La contemplé. Era preciosa. podia ver como estaba su cuerpo de agitado e incluso, una gran mancha de sus líquidos de bajo de su concha, producto de su excitación.
-¿Qué haces?-Me preguntó.
En ningún momento le diría que la contemplaba, quería herirla, su cara orgullosa, persistía.- Quiero subir el volumen se esta música, no quiero que nos escuchen, gimes muy fuerte.-Me observó, y algo de sonrojo cubrió sus rostro, genial.
-Allí está el control.- Lo tomé del pequeño velador y subí el volumen. Me pareció conocida la música.
-Quién es?
-Son Scorpions, esa canción se llama "Still loving you"
Claro que la conocía. Pero no importaba. Nuevamente me situé a sus pies y con agresividad abrí sus piernas. Se resistió, pero cedió. La miré a sus ojos mientras me ahíncaba para lamerle el sexo. ¡Qué cálida era! sabrosa, tenue, estaba llena de jugos, deliciosos jugos que corrían por mi mandíbula, pude ver, antes de entregarme a mi trabajo por completa, como cerraba los ojos de placer. Trató de juntar sus piernas, pero se lo impedí, y esta vez, aprete su clítoris con mis dientes. Su espalda se arqueó y gimió con tal fuerza, que incluso a mi me sorprendió. Le seguí lamiendo cada rincón de su conchita hasta el fondo.
Mi pene me pedía que la penetrara y decidí satisfacerlo. Me levanté y la mire, a su cara sudorosa y compungida. Mi pene estaba grande, jamás lo había visto tan erguido, podía ver como pequeñas venas se dibujaban en él. Palpitando. Volví a mirarla y ella también me observaba, con deteniemiento, vi u peuqeño rastro de susto en sus ojos.
La encerré entre mis brazos y puse mi cara enfrente a la de ella.- Te penetraré, hasta el fondo.- Observándola directamente a lso ojos. Era el alcohol el que hablaba, porque a ninguna mujer le hablaba así, o era los sentimeintos que ella despertaba en mi.
-Por favor...sé delicado.- Me pidió.
Qué sorprendido.-¿Acaso eres...?
-Sí, soy virgen.- Concluyó. Una virgen, se hizo agua mi boca, la iba a besar, pero pregunté. -¿Y como supiste mamarme el pene?
-Es que...-dudó-... en alguna ocación, vi las películas porno de mi hermano, por curiosidad.- Me sonrió, débilmente, haciéndome cómplice de su secreto. Esa sonrisa me mató. La besé con pasión y ella entrelazó sus manos detrás de mi nuca, no parecía estar obligándola, se entregaba por completo. Bajé una de mis manos, tomé mi pene y comenzé a rozarlo contra su vagina. Ella apretó sus piernas, pero en menos de un segundo, las abrió de nuevo, rindiéndose ante mi. Me separé un poco, y con ambas manos, alzé sus contorneados y pesados muslos y con cautela, introduje lentemente mi pene en ella. La miré para asegurarme, no sé porque de que no sufriera. Sólo vi resolución y deseo en sus ojos. Seguí entrando en su vagina y me tope, levemente con su telita, con su hímen. Ahí estaba todo, yo sería su primera vez. Volví hacía tras y con empuje se lo metí todo. Rompí su hímen con fuerza y ella dio un grito bajito de dolor. Paré. Me acerqué y la besé para infundirle confianza, pero ella sólo me traspasó su pasión y dejando el dolor de lado, me suplico al oído.
-Házmelo, siempre quise que fuers tú, Diego. Házlo.- La miré anodadado, me erguí, retomé sus piernas y ahora, sin miedo, la penetré, llegando hasta el tope. Gimió, bajé mi mirada y ví un pequeño hilo de sangre que bajaba por su concha y se mezclaba con mi sémen. Seguí penetrándola, fieramente, hasta que mis testículos chocaban contra su vagina, una y otra vez. Era exquisita, sabrosa. Estaba tan apretada, parecía como si mi glande quedara apretado entre sus piernas y se negara a salir, sin duda era virgen. Gimió y gimió y eso me excitaba aún más. Su cuerpo se arqueaba hacía mi, la choqué con mi pelvis, y ese ruidito a fluidos se escuchaba a pesar de la música, de esa música que adronaba aquel momento.
Sin poder soportarlo, la alzé e hice que quedara sentada sobre mi pene, y esta vez pensé que llegaba más allá de lo imaginable. ¡ESTABA CON LA HERMANA DE MI AMIGO! noo me importó la amistad, ella lo valía, ella y su cuerpo, ella y su vagina, ella y sus gemidos... Ella gritó aún más fuerte al sentír mi pene demasiado dentro suyo. Sin decirle nada, comenzó a moverse encima de mi, cabalgaba encima de mi. Dios, pensé que moriría de placer, mi pene se movía lo justo y suficiente como para darme placer, pero estaba tan apretada, era tal su estrechez...era exquisito. Lamí uno de sus pezones, ella alzó su mi cabeza y me besó, sus dedos se entrelazaban en mi cabello con dulzura. Era todo...algo comenzó a bajar por mi pene hasta llegar a la cúspide de mi pene...iba a terminar. La tumbé encima de la cama con brutalidad.
No le dije nada, pero sé que lo sabía...ella también se iría. Exploté dentro de su conchita, todo mi semen la inundó y ella junto a mi, dió el orgasmo más grande que había oído, podía ver el placer en sus rostro, que era suave y dócil, no la de antes. Agitado me recosté en su cuerpo, tratando de recobrar el aire. Ella aún apretaba mi espalda, se quedó, así, quieta, hasta que yo reaccioné.
La besé nuevamente. - Me gustas.- Susurré.
-Tu también, desde que era pequeña.- Me reveló. Un calor tomó mi cuerpo y mi verga, erizada nuevamente, ella lo sintió, ya que aún estaba dentro de ella. Me brindó un peuqeño gemido.
-Te lo haré denuevo y serás mia.- Sentencié. No dijo nada, sólo asintió fielmente. Le metí una lengua, iba a comenzar a mecerme cuando tocan a su puerta.
-¡Eden!, ¿estás despierta?
¡Mierda!, era Martín.