La virginidad de Gabi

Cómo un chico de veintidós años hace que el primo de un amigo pierda su virginidad.

LA VIRGINIDAD DE GABI

Por Pasguor

Hace un par de semanas estaba buscando por Internet unos datos para una asignatura de la universidad, de la que tenía un examen unos días después, cuando vi que un amigo se había conectado al Messenger. Era Richi.

Richi es un colega de mi misma edad. Éramos compañeros del instituto y, desde los primeros días de clase, conectamos muy bien y es mi mejor amigo como yo lo soy de él. Un día, cuando teníamos quince años, quedamos en su casa para empezar a hacer un trabajo de Historia que teníamos que presentar tres semanas después. Pero al rato, aprovechando que estábamos solos, decidimos pasar de la Historia y hacernos una paja mientras mirábamos una foto en una revista porno que habíamos comprado a medias (como supongo que todos hemos hecho alguna vez  con nuestro grupo de amigos). Era la primera vez que lo íbamos a hacer uno delante del otro y cuando se bajó los vaqueros y los calzoncillos antes de empezar y le vi la polla, no me podía creer lo que estaban contemplando mis ojos. La tenía muy grande, mucho más que la mía (y cuando se empalmó ni os cuento, aquello se hizo enorme). Y, la verdad, a medida que nos la íbamos meneando (mientras le decíamos entre jadeos y gemidos a la tía de la foto que era una puta guarra, que si le gustaba así, como nos estábamos pajeando, y que nos íbamos a correr encima suyo), yo estaba más pendiente de la mano con la que Richi tenía agarrada su polla y de cómo la agitaba —alternando movimientos muy  rápidos con otros más lentos, subiendo y bajando toda su polla y, de repente, acariciándose el frenillo y el capullo con dos dedos, aplicándose suaves caricias que le hacían gritar de placer, para regresar de golpe a los movimientos alocados tras haberse escupido en la mano un buen par de salivazos—  que de la tía de la foto. Él se dio cuenta, al mirarme para ver cómo lo llevaba, y, parando de pajearse un momento tan sólo para seguir, después, haciéndoselo muy despacio esta vez, metiendo y sacando el capullo y un trozo de su gran polla (culeando como si estuviera follando) en un anillo que formó con los dedos índice y gordo de su otra mano: “O paro un poco o echo toda la lefa  ya tío” masculló, concentrado en lo que estaba haciendo. Al poco rato,  riéndose,  me dijo que si me apetecía que nos la cascáramos el uno al otro porque a él también le ponía mucho ver mi rabo, así; todo tieso y bien duro, y  quería probar a ver cuánto era capaz de hacerme disfrutar con su manera de masturbarse, pues había notado que yo lo estaba haciendo de forma distinta a él. (Ya se sabe que en esto de hacerse gayolas cada uno tenemos un ritmo  —yo tengo que ir un poco despacio si estoy muy caliente (como era el caso) parando de vez en cuando y apretándome los huevos fuerte para cortar la corrida, porque, de lo contrario, me voy enseguida sin poder controlarme— y una manera preferidas). Yo acepté sin dudarlo un segundo,  sólo pensando en mi mano sobando aquella enorme tranca —le mide 20 centímetros— que tanto me había asombrado desde el primer momento en que la había visto entre sus piernas y, como estábamos muy calientes, una cosa llevó a la otra; nos liamos, nos empezamos a besar, a acariciarnos el culo con las manos que nos quedaban libres (pues con las otras ya estábamos pajeándonos el uno al otro) y, sin pensar en lo que estábamos haciendo, nos desnudamos del todo  y acabamos follando encima de su cama.

En primer lugar me lo tiré yo, tratando de poner en práctica todo lo que sabía desde que, unos meses antes, había perdido mi  virginidad con una puta (aunque, la verdad, tampoco tenía demasiada experiencia; sólo lo había hecho otra vez más hasta ese momento). Comencé empujando despacio, muy poco a poco, hasta que conseguí dilatarle el agujero y metérsela y entrando y saliendo, después, hasta que  no pude aguantar más y me vacié por completo dentro de él, como me pidió. Cuando terminé, Richi se dio la vuelta (se había puesto a cuatro patas) y se la meneé hasta que se corrió, que fue casi enseguida, teniendo así la oportunidad de probar su leche por primera vez (me la comí toda sin problemas; sabía que me iba a gustar ya que había catado la mía en varias ocasiones y me encantaba saborearla ahí, en mi boca, calentita y recién salida de mi rabo, antes de tragármela por completo). Después, a la media hora de acabar más o menos; cuando estábamos comentado la experiencia, todo lo que habíamos sentido, y se nos empezaron a poner algo duras otra vez las pollas porque empezamos a acariciarnos cada uno  los huevos al otro, me metí en la boca todo lo que me cupo de su nabo medio tieso y empecé a chupársela casi por instinto, con cuidado para no hacerle daño, tanteando, ya que era la primera vez que lo hacía. Cuando estuvo completamente listo de nuevo, me puse acostado boca arriba en la cama, las piernas bien separadas y echadas hacia atrás, ofreciéndole mi agujero  y fue su turno para follarme. A pesar del inmenso dolor de culo con el que terminamos (yo muchísimo más que él, naturalmente. ¡No os podéis ni imaginar lo que le costó hasta que consiguió alojármela dentro, y eso que no me cupo entera!) la experiencia nos gustó mucho, y repetimos en cuanto tuvimos ocasión. Desde entonces, nos lo montamos cada vez que nos apetece. Ahora tenemos veintidós años, así que podéis imaginaros la cantidad de veces que lo hemos hecho y seguimos haciéndolo, claro está, juntos.

Pero no tenía pensado el contaros esta historia, sino la que surgió a raíz de nuestra conversación en ese día.

Como estaba aburrido de tanto estudiar decidí conectarme y hablar un rato con él para despejarme un poco, así que me puse los auriculares con el micrófono, comprobé que la webcam me enfocara bien y me enchufé.

Al rato de estar charlando Richi me comentó que tenía que contarme una cosa. Lo que me dijo hizo que me pusiera a cien. Resulta que tiene un primo, que se llama Gabriel, que también es gay. Tiene dieciocho años pero, según me explicó, aún era virgen de culo ya que, aunque estaba deseando que se la metieran, no se había atrevido todavía porque tenía mucho miedo del dolor que le pudiera causar. Había tenido experiencias, según me dijo Richi, con algunos tíos a los que había dejado que se la chuparan, haciéndoles lo mismo, después, también él pero rajándose siempre cuando le habían propuesto darle por el culo; y con él mismo, al que se había follado en varias ocasiones. Pero ahora estaba decidido a dar el paso,  porque no aguantaba más sin que alguien se lo follara. Ya se sabe que, a estas edades, todos tenemos las hormonas a mil y estamos deseosos de tener cuantas más experiencias con el sexo mejor. Richi me dijo que su primo necesitaba una polla dentro ya o iba a reventar, porque andaba salidísimo; que él mismo le desvirgaría si no supiera que, con su nabo, le iba a destrozar. (Yo pensé que eso le importó poco aquel día cuando lo hicimos por primera vez y me empaló con su enorme pollón, pero me callé ya que, en el fondo, le comprendía. Porque, a mí mismo, después de todo este tiempo,  todas las experiencias que he tenido —y no sólo con él como os podéis figurar, continuaba reventándome cada vez que me la metía por mi agujero, a pesar de lo mucho que disfrutaba con ello). Así que, me dijo, había pensado en mí para que enculara a su primo por primera vez. La idea me excitó y sentí como mi tranca se empinaba, de golpe y con fuerza, presionando contra la tela de mis slips. ¡FOLLARME UN CULITO VIRGEN! ¡¡Joder!! Hacía mucho que no tenía esa oportunidad.  Le dije, pues, que de puta madre. Que, por mí, no había problema y que estaría encantado de darle polla  a su primo.

Y ahí quedo la cosa.

Richi me mandó un e-mail con una foto de su primo y su número de móvil al día siguiente. En la foto, Gabriel estaba desnudo y empalmado, arrodillado encima de una cama. Enseñaba, además, la lengua, provocando. Se me puso dura en un segundo. Se parece bastante a su madre, a la que conozco de alguna vez que hemos coincidido en casa de Richi y que está bastante bien (aunque no tiene muchas tetas me la tiraría si tuviera ocasión, desde luego. Como ya habéis podido ver más arriba también me gustan las mujeres, no como Richi al que sólo le van los tíos). Gabriel es flaco, tiene el pelo moreno (lo lleva de punta) con mechas rubias y largo hasta los hombros. En su oreja derecha lleva un pendiente pequeño: un aro de oro, y, en su hombro izquierdo, tiene un tatuaje estilo tribal. Cuando miré con detalle su rabo, estudiándolo, vi que no lo tiene muy grande, aunque si bastante gordo, con los huevos muy peludos. Su torso, musculado de gimnasio pero sin pasarse (al igual que sus brazos, que tenía puestos en jarras, con sus manos, de dedos largos y finos  —“qué pedazo de pajas se hará con ellos” pensé, sabiendo que dentro de poco iba a tener la oportunidad de que mi propia polla lo comprobara—  según pude apreciar, apoyadas sobre las caderas).  Sus facciones son regulares lo que, sin llegar a ser lo que podíamos definir como “guapo”, sí que le hacen, sin embargo, bastante atractivo. Tiene eso que se denomina “un algo” que, aunque no sabes bien qué demonios es, hace que estés como loco por llevártelo a la cama. Sin duda, lo que le “estropea” debe ser culpa de algún parecido heredado de su padre como, por ejemplo, la nariz aguileña que, desde luego, no se parece a la  de su madre.

Me gustó enseguida. Supe que iba a disfrutar muchísimo cabalgándole el culo.

Llamé a Richi, le dije que era un hijoputa por no haberme hablado antes de su primo y que estaba impaciente por hacérmelo con él. Se echó a reír y me dijo que estaba seguro de que, en cuanto hubiera visto la foto, me iba a poner a mil. Que hiciera el favor de hacérselo despacio y como yo sabía para que gozara a tope en su primera vez.

En cuanto colgué marqué el número de Gabriel y me presenté. Él me dijo que estaba currando y que, en ese momento, no podía hablar; que me llamaría esa noche cuando estuviera solo y pudiéramos charlar tranquilos. Así lo hizo. Me dijo que su primo le había comentado el asunto y que estaba dispuesto a que su primera vez fuera conmigo ya que así se lo había recomendado éste, que estaba deseando conocerme porque Richi le había hablado mucho de mí y de cómo nos lo montábamos y quería que, ahora, hiciéramos todo lo que le había escuchado a éste;  pero, esta vez, él y yo juntos. Quedamos para tres   días        después,

por la tarde. Tras haberle visto en aquella foto, con su pose sexual y tan excitante, la espera se me hizo eterna, os lo aseguro.

Llegó el día, por fin, y me presenté en casa de Gabriel —cuya dirección               me había  dado   cuando hablamos por el móvil— puntual. Iba muy, muy caliente. El saber que iba a desvirgar a ese chico me tenía tan cachondo como una perra en celo. Además de que no había hecho nada en esos tres días, para ir más a tope. Bueno, vale, sólo me la había meneado una vez mirando la foto. Pero... ¿no lo habríais hecho también vosotros, o qué?

Toqué el timbre y me abrió la puerta. Llevaba puesto, sólo, un tanga de color rojo muy pequeño y ajustado, como una segunda piel marcándole el paquete. Pasé rápido adentro, no fuera que nos pillara algún vecino, y él cerró. Nos fuimos a dar la mano y, de repente, nos quedamos parados con el gesto a medio hacer. ¡Joder, si dentro de un rato íbamos a estar  follando! Nos echamos a reír y nos dimos un par de besos en la cara, uno en cada mejilla. Me dijo que podíamos montárnoslo con calma porque teníamos la casa para nosotros solos. Su viejo, que es representante, estaba de viaje y su vieja estaba currando también y no regresaría hasta las diez de la noche. A su hermano pequeño, que estaba en el colegio, lo iba a recoger Richi y se lo iba a llevar por ahí a pasar la tarde para que no fuera a pillarnos en plena follada. Él le había contado una bola a su jefe para no ir a trabajar.

Como eran las tres de la tarde, desde luego que teníamos mucho tiempo por delante para disfrutar juntos. Me dije, intentando dominar la erección que había aparecido en mi rabo en cuanto le había visto, que, a pesar de que estaba tan caliente, había que ir despacio; que era la primera vez que alguien iba a estar dentro de ese culo y quería que Gabriel la recordara siempre como algo bonito. Además de que, si jugaba bien mis cartas y hacía que disfrutara a tope, estaba seguro de que ese polvo iba a poder ser el primero de otros muchos. E, incluso, el primero de una serie de futuros tríos entre Richi, él y yo. Ese pensamiento me excitó mucho más de lo que ya estaba. Imaginar a Richi, follando a su primo con su enorme nabo bien duro, mientras yo me la meneaba mirándolos o Gabriel me la chupaba (o haciendo un trenecito, quizá) fue algo indescriptible.

Gabriel me tomó de la mano y me llevó hasta el salón de su casa.

Ahí realizamos el primer acto de la pérdida de su virginidad.

Pero, como veo que este relato está siendo muy largo y quiero contaros con todo detalle lo que hicimos y lo bien que nos lo pasamos, tendréis que esperar a la segunda parte en la que seguiré con la historia.

Os prometo que la enviaré muy pronto.