La violación de Andrea

[Subcategoría: amor filial] Una chica es violada, y su padre la atiende y mima para quitarle el trauma.

LA VIOLACIÓN DE ANDREA

Caminé hasta mi casa rápidamente, guiada por el gran temor que sentía, una angustia asfixiante, y tenía un buen motivo. A mis pocos años acababa de ser atacada sexualmente por un desconocido. Llegué a mi casa con el corazón muy agitado, transpiraba, y mis ropas desordenadas evidenciaban la violencia de lo sucedido. Sabía que no había nadie en casa. Mi padre, con quien vivía desde la muerte de mamá, estaba en su trabajo y Lucia, la asistenta, vendría por la tarde, cuando yo regresaba del colegio. Tomé la llave de repuesto que estaba escondida en un macetero y entré a la casa. Llamé por teléfono a mi padre, y solo dije solo una frase: "Papa, tuve un problema". Quiso saber que pasaba, pero algo en mi voz le advirtió la gravedad de la situación. "Voy en seguida" dijo, y colgó. Me senté en una silla de la cocina y con la angustia, que me impedía llorar, esperé que llegara.

Mi padre tenía 35 años, era muy atlético, con físico típico de baloncestista, deporte que practicaba tres veces por semana y que era en realidad su única distracción. Desde la muerte de mamá me había cuidado con mucha dedicación, su cariño era de una ternura evidente y eso aumentaba mi angustia, su niñita había sido violada. ¿Como lo tomaría?, ¿me rechazaría?, en realidad todo lo relacionado con el sexo no lo habíamos tocado, era un tema prohibido para nosotros. Sentí que abría la puerta violentamente y se precipitó en la casa llamándome: "¡Andreita!, ¡Andrea!". Fui a su encuentro y lo abracé, me acometió un hipo angustioso, estaba nerviosa y asustada. Me apartó con sus fuertes brazos y me miró mi uniforme de colegio desordenado, mi falda a cuadros arrugada y mi blusa manchada. "¿Que pasó Andreita?", su voz reflejaba angustia y temor al verme en esas condiciones.

Traté como pude de resumirle la situación: salí de casa en la mañana a tomar el bus al colegio, un taxi se detuvo, el hombre se ofreció a llevarme, tenía un rostro confiable. ¡¡¡Fue mi culpa!!! Me llevó a un parque, que a esa hora (las 7:30 de la mañana) estaba desierto. Me amenazó con una navaja, me quitó la ropa y me violó, luego se marchó y yo me vine caminando a casa. Su rostro estaba contraído por el dolor y la furia. Se llevó las manos a la cara, se paró violentamente y se dirigió al dormitorio donde cerró la puerta. Me quedé parada en medio de la cocina sin saber que hacer, y de la angustia después de contar tan resumidamente mi terrible experiencia fui cediendo y comencé a llorar en silencio, sentía mucha pena. Mi padre no salía del dormitorio, y yo no sabía que hacer. Fui hasta su cuarto, toqué suavemente a la puerta y abrí, estaba sentado en la cama, con su rostro entre las manos. "Papa, ¿que hago?", pregunté. Mi voz era de suplica, y al levantar su rostro pude ver que estaba llorando.

"Ven pequeña", dijo. Siempre me llamaba así, en realidad tenía razón, soy muy pequeña y delgada pero mi cuerpo es muy firme, la verdad es que desde muy chica he practicado gimnasia de aparatos y eso me ha otorgado un hermoso cuerpo, muy bien formado, el mismo cuerpo que hoy había conocido su primera experiencia sexual. Mi padre me abrazo y me dijo "¿Quieres que busque a ese maldito cobarde?".

-No papá-contesté-.

-¿Quieres que vayamos a la policía?.

-No papá, no quiero ir-dije con convicción-.

-Yo tampoco-murmuró-, no me gustan la policía, hará mil preguntas, llamará a médicos que te tocaran por todas partes. No mi pequeña, no quiero que sufras.

Me abrazó cariñosamente y me apretó con fuerza contra su pecho. Sus manos trataron de recomponer mi vestuario pero no pudo, era muy torpe en esos menesteres. Abrazados lloramos en silencio, y ya me sentía protegida. No recuerdo cuanto tiempo estuvimos así abrazados hasta que mi padre se levantó y tomándome de la mano me llevó hasta la cocina, donde preparó café con leche para ambos. Con nuestras tazas humeando frente a nosotros vi que sus ojos me miraban fijamente.

-Andreita, ¿tú me quieres-preguntó-?.

-Sí papito, sabes que te quiero mucho-respondí-.

-Yo también mi amor-sus ojos tenían un brillo especial-. Yo también te quiero mucho pequeñita.

-Hija-dijo-. Sé que es difícil para ti, pero necesito que me cuentes que sucedió.

Lo miré con el rostro enrojecido por la vergüenza. Nunca habíamos hablado de esos temas aunque con mis amigas del colegio compartíamos toda la información que disponíamos sobre asuntos sexuales.

-Bueno-musité-…Me llevó al parque, allí detuvo el auto, sacó un cuchillo y me amenazó, me quitó toda la ropa...

-¿Él te la quitó-interrumpió mi padre-?.

-Bueno, me dijo que me la quitara, ¡yo no quería!, pero me enseñó el cuchillo y tuve que hacerlo...

-Comprendo cariño, no te angusties, solo cuéntame como pasó todo-mi padre me miraba con los ojos inflamados por el llanto reciente-.

-Quedé desnuda y me abrazó, me pasó su mano por todo mi cuerpo y me metió su dedo allá abajo-susurré avergonzada-...

-¿Te metió el dedo?, ¿te dolió mi amor-pregunto papá-?.

-No mucho, estaba muy asustada, entonces sacó su cosa-mi cara esta estaba roja por la vergüenza-

-¿Su pene?

-Sí papa, su pene, y me tendió en el asiento del auto y me lo metió en mi cosita- bajé los ojos con temor-.

-Sigue cariño, ¿te dolió mucho cuando te lo metió-la respiración de papá ahora estaba agitada-?.

-No mucho papá-musité-.

-¿Y él que hizo-pregunté-?.

-Se movió un momento y acabó-le dije con voz suave-.

-¿Como sabes que es acabar-me miraba fijamente-?.

-Las chicas del colegio me han contado lo que es, y yo lo sentí-respondí con un hijo de voz-.

-¿Lo sentiste-su mirada era mas intensa-?.

-Sí, sentí como su pene palpitaba y me inundaba con un jugo caliente en mi interior-, evite mirarlo al decir esto.

-¿Tú sabes que eso es semen-preguntó-?.

-Sí, papi-respondí roncamente-.

El recordar nuevamente lo vivido me producía una extraña reacción, sentía como mi pequeña vagina, aun húmeda con el semen de ese extraño, se humedecía y las mejillas las sentía coloradas y calientes.

-¿Que pasó después-la voz de mi padre era muy suave-?.

-Me limpió abajo con mis braguitas, él se limpio su cosa, me dijo que me vistiera y que no le contara a nadie lo sucedido o volvería a matarme. Me hizo bajar del auto y se marcho, luego me vine caminando hasta la casa y te llamé. Eso es todo papito-termine con un suspiro-.

-Hija, quiero ver si te hizo mucho daño, dijo mi padre con firmeza-quiero que te sientes en la mesa y me muestres tu vagina para examinarte-.

-Papi...me da vergüenza-supliqué-.

Me tomó de la mano y me subió sobre la mesa de la cocina, dejándome sentada.

-Quiero revisarte entera, ahora si es muy complicado para ti, tendremos que ir donde un medico-agregó-.

-No papá, no quiero ir al medico-supliqué, y el llanto nuevamente me invadió-.

-Bueno, entonces deja que sea tu papi quien se encargue de esto-dijo mi papa con voz ronca-.

Me quitó mi blusa blanca y mi sostén revisando mi pecho y mi espalda. Recorrió con su enorme mano mis pechitos, que recién asomaban con pequeños pezones. Eso me produjo una sensación muy calida y nuevamente sentí como un cosquilleo en mi parte baja.

-Parece que no hay ninguna marca, ni en el pecho, ni en la espalda, a ver mi amor, déjame quitarte la falda.

Obedecí en silencio y sus manos deslizaron mi falda dejándome desnuda (mi calzón había quedado tirado en el parque).

-Reclínate hacia atrás, me pidió-quiero examinarte tu cosita-.

Me dejé caer de espaldas sobre la fría mesa, pero no sentí el frío. Mi cuerpo estaba caliente y mi respiración agitada. Vi que papa se agachaba y sentí sus dedos con mucha delicadeza separando los labios de mi vagina. Me moví, sin poder controlar mis impulsos, comprendí que eso es lo que llamaban excitación mis amigas. Sentí como papá introducía su largo dedo en mi vagina hasta mi interior, pronuncié algunas palabras que no recuerdo, y su dedo salió mojado por mis jugos vaginales y los restos de semen que aún contenía en mi interior.

-Parece que esta todo muy bien, amor mío-la voz de papá era ronca y profunda-afortunadamente no hay daño en tu cosita. ¿Te duele cariño-preguntó. Su dedo nuevamente estaba en mi interior y ahora se movió entrando y saliendo, mi cuerpo reaccionó y con la cintura seguí el movimiento sintiendo como fluían mis jugos interiores por mi gran calentura-?.

-Papiiiiiii-susurré-….

-Hija, ¿era muy grande el pene de ese tipo-me preguntó con voz suave, y el movimiento de su dedo me hicieron contestar en forma automática-?.

-Creo que no papá, bueno es el único que he visto, pero creo que no-musité-.

El dedo ahora se movía mucho más profundamente entrando y saliendo, era una sensación que no puedo contar, mi cuerpo entero se arqueaba y presentía lo que venia.

-Papiiiiiiitooooo-mi voz fue más allá y mi cuerpo empezó a temblar agitado por el orgasmo-...

-¿Sentiste rico hijita-preguntó mi padre-?.

Yo estaba desarticulada de gusto, mi vagina palpitaba y mis jugos interiores mojaban toda la mano de mi papá.

-¿El pene de ese tipo era más grande que el mío- pregunto-?.

Me incorporé y vi que mi padre había deslizado sus pantalones y calzoncillo hasta el suelo y exhibía un enorme miembro de mas de 30 cms. (en otra oportunidad lo medimos) y unos 6 de grosor, era una gran masa erecta de carne apuntándome-. No papi, el tuyo es casi el doble de grande-le dije con voz ronca. Ver el pene de mi padre me produjo una violenta excitación y ya la experiencia vivida estaba en mi pasado, ahora solamente quería que ese ariete entrara en mí, me había invadido una especie de locura sexual-.

Él dudaba con el enorme pene en su mano y para evitar confusiones fui yo la que deslizando mi cuerpo sobre la mesa acerqué la entrada de mi vagina a la punta de su enorme miembro.

-Andreita, mi amor, te quiero mucho-susurró mi padre y avanzó, colocando la cabeza de su grueso pene en mi conchita. Comenzó a presionar con mucha delicadeza y logro meterlo casi hasta la mitad casi sin dificultades. Me sentía llena con ese ariete, el maldito violador ya estaba en el olvido-.

Papa comenzó a moverse lentamente y mi cuerpo lo siguió en sus embestidas. Sentía que cada vez su grueso pene penetraba más profundamente, la gran excitación que sentía me hacía desear esa tremenda verga en mi interior y empujaba con mis nalgas buscando una mayor penetración. Papa comenzó a moverse rápidamente y sentí que el mundo giraba más rápido. Explotó en mi interior un orgasmo enorme y grité de gusto, mientras sentía el pene de mi padre palpitar en mi vientre arrojando enormes cantidades de semen. Él se derrumbo sobre mí y su boca buscó la mía en un beso apasionado. Respondí abriendo mi boquita y enlazando nuestras lenguas terminamos en un suave balanceo de cuerpos. Cuando en el baño el agua caliente regaba nuestros cuerpos ninguno de los dos se acordaba de la violenta mañana, el trauma había sido olvidado. La mano de papa enjabonaba mi cuerpo y veía que nuevamente comenzaba a excitarse.

Pero eso ya es parte de otra historia.