La vieja sociedad (3)

Viejos, calientes, comedores hedonistas...

La vieja sociedad 3.

Cada uno de los integrantes del senecto grupo se encontraba sumido en sus ocupaciones de grandes negocios y empresas, y a cada uno les llegó el mismo día un sobre de color rojo, cerrado con un sello de cera en color amarillo.

Con temblorosas manos, los 6 invitados (cada uno por su parte) leyeron el remitente: Tomás. Abrieron los sobres y encontraron un pergamino de piel (no se sabe la procedencia de la piel) con letras rojas que decía;

“Como honorable miembro de esta antigua sociedad, queda invitado a una especial comida que se llevará a cabo en .... esta ocasión a las 14:00 hrs...no olvide llegar puntual...”

se acercaba pues la reunión mensual, pero, ¿Acaso Tomás la habría olvidado?...dicen que el tiempo no pasa en vano.

A la cita llegaron puntuales, a simple vista un pequeño restaurante muy discreto estaba frente a ellos. Bajaron de sus lujosos autos y se dirigieron a la entrada.

Un enorme tipo musculoso, rapado, blanco, estaba en la entrada, pidió una contraseña a cada uno, la cual había sido escrita en clave en la misiva que les había enviado a cada uno...Tras verificarlo, entraron...el decorado era rustico, en madera oscura, iluminación suficiente, pero muy discreto todo...no podía espiarse.

Varias jovencitas (con edad de 17 años aproximadamente) vestidas como holandesas llevaron a los viejos a una mesa central. Colocaron loza fina color blanco.

Música de Holanda, suave y tranquila adornaba el excelso ambiente, Tomás entonces salió acompañado de dos hermosas jóvenes, de buen cuerpo, tetonas, cintura breve, caderas grandes...

“Saludos, hermanos, esta vez nuestra reunión será en este bello lugar que he comprado y que en poco tiempo inauguraré, pero que hoy será nuestro lugar...” Decía Tomás mientras varios meseros vestidos de gala, colocaban todo como para preparar los alimentos en frente de los viejos.

“He seleccionado unos platillos dignos de nuestros paladares...”

y así comenzó todo:

Bailarinas jóvenes, de buen cuerpo deleitaron con un número de baile tailandés, casi desnudas, a no ser por un transparente vestido...los pies de las bailarinas eran hermosos, con uñas pintadas de café oscuro, adornaban anillos de plata en el dedo medio del pie, pulseras de oro en los tobillos...sus caderas con cadenas delgadas de oro, se movían al ritmo de estas...

Colocaron los 7 platos para los viejos, 7copas...

Casi al lado de los ancianos había una tina de madera llena de uvas...entonces 3 de las hermosas bailarinas se introdujeron ahí, comenzaron a mover los pies entre los redondos frutos, entre sus dedos las uvas eran maceradas, sus plantas acariciadas por el zumo, entre más machacaban, ellas gemían, más y más...así pues, uno de los meseros abrió una llave por donde escapó el producto del trabajo de los pies, rescatado en las copas...

De entrada se anunció crema de champiñones.

“¿Qué de extraordinario tiene el platillo?” – Cuestionó Abel.

Y entonces una mujer de grandes pechos llegó con una cacerola en donde la crema estaba por servirse, y dijo: “Mi toque especial para tan honorables invitados” Sacó de su blusa sus enormes pechos y los comenzó a ordeñar, era tanta la leche que salía, que los ancianos comenzaron a aplaudir, deleitados. Fue servida la crema.

“Magnifico!!” – Exclamó Gabriel, es la mejor crema que he  probado.

Todos asintieron con gran deleite.

Terminado esto, se anunció el segundo platillo...”Costillas de cordero en una cata-menial” dijo el Chef.

Frente a los ancianos, el asador cocinaba costillas de cordero... un olor verdaderamente exquisito...cebollines acompañaban a la carne...se colocaron en 7 platos...pero faltaba la salsa...

Un recipiente de plata calentaba mantequilla con especias, una pizca de sal, un poco de pimienta...

“Y ahora, el ingrediente principal” Dijo el chef, abriendo una puerta...

Dos chicas de belleza inigualable, (semidiosas en la tierra, diría un amigo) entraron...iban únicamente vestidas con panties negras, y zapatillas abiertas. Los meseros las ayudaron a subir a la mesa del chef...y quitándose las panties (una a la vez) en cuclillas dejaron que sus puchas lloraran como cada mes, el producto menstrual era depositado en el recipiente...las dos lo hicieron con gusto. La mirada de los viejos estaba lleno de lujuria, de ardiente calentura.

El chef lo depositó en la mantequilla, el olor fue maravilloso, único, la salsa era cremosa, poco espesa, sin grumos...y eso bañó a las costillas de cordero, que los invitados ansiosos deseaban probar.

“Es un platillo, único, exquisito” Gritó de placer Julio, (quien era muy difícil de complacer) “Esto ha sido lo mejor que he probado” asintió Ramón, pues sus papilas gustativas estaban extasiadas.

Comieron entonces, llenos de placer, mientras las bailarinas tailandesas seguían en lo suyo.

Bebían el zumo de uva que las tres jóvenes seguían produciendo.

“Caballeros, ahora les daremos el postre” – Anunció el anfitrión.

Fue entonces cuando colocaron un recipiente transparente y una fila de chicas antes del recipiente. Todo frente a ellos.

La primer chica, una pelirroja, pecosa, y de buen cuerpo, se colocó a modo que su pucha pelirroja se viera y sobre el recipiente, abrió sus labios mayores, hizo un poco de esfuerzo y una pera sin cáscara salió de su vagina, llena de jugo vaginal, seguido de 5 uvas...

La segunda hizo lo mismo, y una pera seguida de 6 uvas salieron de su vagina.

La tercer mujer, un tanto mayor, (40 ó 50 años) se colocó de espaldas y abriendo sus nalgas, dejo ver un ano rosado, pujó y de su intestino final emergió una manzana, su ano se dilataba asombrosamente, éste se dilató nuevamente y otra manzana salió, un sonido de su garganta y nuevamente otra manzana más salió, así como varias uvas.

Una cuarta mujer llegó, abrió su vagina con sus dedos y varios trozos de plátano salieron, de su ano lo mismo salió.

La quinta pujó y cuatro duraznos sin cáscara salieron de vagina y ano respectivamente acto seguido se provocó el vómito y muchas uvas salieron intactas.

Los meseros habían ya colocado melones, papaya, y frutos más sobre la mesa. Colocaron el recipiente con “las mejores conservas” (como las llamó un mesero) y los vejetes comieron sin chistar.

La comida fue un éxito, una sensación diferente a sus viejos cuerpos, a sus hipotróficas papilas gustativas.

Se despidieron y prometieron verse pronto, muy pronto...

Para continuar con las reuniones de la vieja sociedad.

beliathico@hotmail.com