La vida sexual de un ciego.
Chico ciego conoce a la mujer de su vida y con ella el sexo.
Nací ciego.
Según los médicos que me atendieron en mis primeros meses de vida lo mío aun no había cura pero lo ciencia avanzaba rápido y algún día se podría llegar la solución, algún día podría ver.
Con el paso de los años me convertí en un joven guapo, según mi madre, con muy buen cuerpo fruto del deporte y bastante inteligente.
Mi madre no quería que lo hiciese pero yo me empeñé en ir a la universidad como cualquier chico de mi edad.
Al principio, todo eran parabienes y atenciones de mis compañeros de estudios, pero con el paso del tiempo viendo que a nivel social no podía seguir su ritmo, pase a ser una cosa curiosa que tenían en su clase. Nadie se preocupaba de que me unirse a ello en sus salidas ni en nada que no fuese estudiar.
Fue en tercero de carrera cuando conocí a Rosa. Acaba de mudarse desde Barcelona a Madrid y se había metido en nuestra universidad. Enseguida congeniamos y empezamos a hacer cosas juntos.
Pronto la conocieron en casa. Yo estaba feliz de tener una amiga como aquella, en algún momento oí decir que Rosa no era nada mona, cosa que a mi no me importó demasiado, ¿qué más me daba si no la veía?. A mi me parecía la persona más bella del mundo.
Nos convertimos en inseparables, Rosa me traía, me llevaba y me contaba sus cosas, para mi era un gran apoyo.
Estábamos a punto de acabar la carrera cuando un día hablando a lo tonto le confesé a Rosa que nunca había tocado a una mujer desnuda. Estábamos en un bar después de tomar unas copas.
- venga vámonos – me dijo Rosa.
- ¿Tan pronto?
- Si, no preguntes.
El viaje en coche estaba siendo un poco más largo que lo habitual, cuando aparcó los sonidos de la calle me decían que no estábamos en mi casa.
- ¿dónde estamos?
- En mi casa, sube, te tengo que enseñar una cosa.
Me condujo hasta el sofá donde me senté.
- ¿qué haces?
- Me estoy desnudando
- ¿A estas horas?
En múltiples ocasiones Rosa de había cambiado delante mía aprovechando mi ceguera, a veces incluso en las tardes de verano mientras “veíamos” la tele ella aprovechaba para estar desnuda, algo que me confesó que hacía cuando estaba sola.
- calla un poco.
Y acercándose a mi, posó uno de sus pezones en mis labios. Yo no sabía que hacer, ella cogió una de mis manos y la puso en su otra teta. Yo como guiado por un imán empecé a chupar aquél pezón puesto a mi disposición.
- tócame todo lo que quieras, aprovecha Pepe.
Y aproveché. Pase mis manos por su tronco, por su cara, por sus caderas, por su duro culo, las deslicé por su peludo coño, las bajé por sus piernas, volví a su entrepierna.
Su coño estaba encharcado y gimió cuando pasaba mi mano por él. Ella me cogió la mano y la puso en su pubis. Me la dirigía para que con mi dedo jugase con aquello tan extraño para mi. Yo no soltaba sus tetas con la otra mano.
Rosa, se agachó, se puso de rodillas y sacando mi polla de mi pantalón se la metió en la boca y empezó a mamar. Yo me masturbaba casi a diario, pero jamás pensé que la boca de una mujer pudiese ser tan agradable.
Me la chupó durante casi 15 minutos hasta que me corrí en su boca.
- tenias que haberme avisado – me dijo Rosa.
- Lo siento, no sabía que había que hacerlo.
No quería que aquello se acabase, pero Rosa, me pidió que metiese el pájaro en su sitio mientras ella se iba a su habitación a ponerse un chándal para llevarme a mi casa.
- Lo siento Pepe, a lo mejor me he excedido – me dijo un poco apesadumbrada.
- Ni mucho menos, mil gracias, de verdad ha sido la mejor noche de mi vida y te agradezco que lo hayas hecho para que probase.
Pasaron tres semanas y el día del ultimo examen, en la puerta de la facultad todo el mundo se organizaba para ir a celebrarlo. Rosa y yo nos unimos a la fiesta. Eran las tres se la tarde y muchas horas de copas quedaban por delante.
A las 10 de la noche íbamos borrachos como karatekas.
- vamos a irnos, tengo tu regalo de graduación.
Por el sonido supe que volvíamos a su casa, ¿me la volvería a chupar?
Me llevó a su habitación y me desnudo. Salvo mi madre, jamás nadie me había visto desnudo, pero sus besos en mi cuerpo no dieron tiempo a que sintiese ninguna clase de vergüenza. Rosa se desnudaba mientras me besaba y ponía mis manos en su cuerpo según este iba quedando liberado.
Me tumbó en la cama y se me tío mi falo en la boca.
- ni se te ocurra correrte.
- No te preocupes, te aviso.
- No, no quiero que te corras y ya esta
Me la chupó durante más de 10 minutos. Sacó mi polla de su coño y noté como subía por encima de mi cuerpo sentándose en mi cara. Me quedé alucinando de sentir aquello en mi boca. Alguien me había hablado de estas practicas sexuales, pero jamás pensé que me tocaría mi.
- juega con tu lengua cielo.
Y jugué. Al principio muy bruscamente, pero las palabras y manos de Rosa me hicieron descubrir su clítoris y dedicarle la atención que requerían.
Rosa gritaba de placer y me pedía que no parase. Me agarraba la cabeza con las manos y convulsionaba su cuerpo al compas de mi lengua. Un ultimo grito la hizo apartarse de mi boca y caer rendida a mi lado mientras con su mano acariciaba mi pecho.
No dijo nada, se recuperó en unos minutos, volvió a meter su boca en mi pene y viendo que no había bajado un ápice su dureza se subió en mi polla y empezó a cabalgar.
- Pepe por dios estamos sin condón, avísame por favor antes de correrte.
Rosa botaba sobre mi, rozaba su hinchado clítoris sobre mi pubis, me hacía que le tocase las tetas y ha ratos me pedía que se las chupase.
Gritaba de placer, yo notaba que por momentos me iba, avisé a Rosa de que me corría y ella se descabalgó y se empezó a menear mi polla hasta que esta explotó.
- joder Pepe, no lo haces nada mal.
- Tu tampoco – y sonreí.
Hablamos de trivialidades durante horas. Rosa permitía que le tocase su cuerpo desnudo.
Desde ese momento Rosa y yo empezamos a follár muy a menudo, bueno más que muy a menudo todos los días.
Rosa buscaba trabajo y yo al acabar el verano empezaría a trabajar en la financiera de mi padre. Teníamos tiempo de sobra.
El verano estaba a punto de acabar y Rosa seguía sin encontrar trabajo. Un día me planteó que seguramente iba a tener que dejar Madrid pues le era imposible mantenerse sin trabajar, mi mundo se vino a bajo.
Hablé con mi padre el cual movió algunos hilos y le consiguió un trabajo que le permitía quedarse en Madrid. En casa Rosa, era muy apreciada y todos sabían el gran apoyo que era para mi.
Esa noche mientras Rosa me masturbaba lentamente con la mano llena de aceite para niños se me confeso:
- ¿sabes que eres mi mejor amigo?
- ¿y tu sabes que eres mi mejor amiga?
- ¿sabes que llevamos tres meses follando aunque somos libres?
- ¿quieres que paremos?
- ¿Depende de ti?
- ¿De mi?
- Si, depende que quieras hacer esto una relación seria, estable y exclusiva o lo dejemos como esta, lo cual llevara a que con el tiempo nos separemos.
- Sabes que no te dejaría ir por nada del mundo
- ¿eso es un si?
- Eso es un por supuesto.
Rosa a pesar de aceite se metió mi polla en la boca y me la mamó como una loca. Cuando estaba a punto de correrme me dijo que aguantase.
Me guió a su habitación, me pidió que esperase un poco, noté como se ponía a cuatro patas al lado mía y como se movía.
- Sigue tu – me dijo guiando mi mano a un aparato que salía de su cuerpo – es un vibrador, sabes lo que es aunque nunca has tocado ninguno. Por favor úsalo para follarme con él.
Empecé a moverlo variando la velocidad. Al principio fuerte, más tarde despacio de nuevo fuerte. Rosa gemía con fuerza. Le empecé a pasar mis manos por su cuerpo y me quedé de piedra cuando noté su coño libre, sin ser penetrado. EL vibrador entraba y salía de su ano. No dije nada aunque me parecía increíble.
Rosa se corría una y otra vez.
- méteme la polla en el coño Pepe.
Y sencillamente me puse detrás de ella y el embutí mi polla en su coño. Esta chocaba con el vibrador en el interior del cuerpo de mi ya novia la cual se derretía con los dos elementos reventándola viva.
Se corrió un par de veces hasta que sacando ambas cosas de su interior se dio la vuelta agarró mi polla y de un golpe se la metió.
Aquello no era su coño, aquello era mucho más estrecho. Su coño estaba libre ante mi mano.
- me encanta que me folles el culo Pepe.
- ¿lo has hecho mucho?
- Ummmm algo.
Seguí dándole con fuerza.
- ¿te has follado a muchos a la vez que a mi?
- Eso no se pregunta
- Quiero saberlo
- No debes
- Si quiero
- Pues vale desde que empezamos a follar todos los días no, a ninguno. Cuando follamos por segunda vez, hice un tour de despedida con mis amantes para dejarlos. Me los follé a todos una última vez.
- ¿Y te gustó?
- Me encantó, y más me encantó saber cuando sacaban sus pollas que me iban a echar de menos.
- ¿Y tu a ellos?
- Ahora nada.
Seguí dándole duro, ella gemía como loca. Por primera vez no saqué mi polla de su cuerpo para poder correrme.
Me encantaba la vida con Rosa, ella era mis ojos, mi guía y mi consejera. El sexo era magnifico y teníamos una gran complicidad. A Rosa le costaba contarme cosas que le preguntaba por su vida sexual, muy activa por lo visto y que nunca sospeché.
Solo hablaba cuando me la estaba follándo.
Rosa me confesaba mientras la atravesaba con mi nabo que nunca había tenido un novio en su vida, pero si múltiples amantes con los que dejaba volar su imaginación a nivel sexual.
Oír como se la habían folládo otros y como ella lo había disfrutado me producía una gran excitación y me la follába mucho más duro, cosa que provocaba que Rosa hablará más.
Rosa pasaba de un orgasmos a la confesión, de correrse sonoramente a detallarme como la ataban, como le introducían objetos en sus agujeros, como la suspendían en el aire con poleas, como comía pollas como loca y como era sencillamente utilizada.
Lejos de escandalizarme, aquello me ponía mucho y solo pensaba que ella, la mujer perfecta era mía y todo aquello sería realizado por mi.
Al principio empezamos poco a poco. Unas esposas, unas cuerdas. Cosas sencillas. Con el paso del tiempo fuimos progresando y cuando hubo un punto en el que Rosa no podía explicarme más como hacer las cosas, decidí actuar.
Me costó más de un mes en foros encontrar a un experto en Kinbaku, el arte japonés de atar. Pensaba pagar por las clases, pero al hombre le hizo gracia que un chico ciego como yo quisiese aprender. No solo no me permitió pagar sino que demás usamos a su mujer para practicar. A Ana, su mujer, fue a la segunda mujer que toqué desnuda. Nada erótico, por supuesto, pero para atarle no quedaba más remedio que tocarla.
Rosa notó mis evoluciones desde el primer día de clase. Dos días a la semana después de volver de mi reunión con Juan, el experto, Rosa sentía en sus carnes mis avances.
Juan me enseño no solo atar sino que hacer con una mujer después de estar atada. Me acompañó en varias ocasiones a sex shops a comprar material.
Rosa estaba encantada, disfrutaba siendo atada y luego folláda, o atada y luego azotada. Aquello nos gustaba a ambos.
Nos casamos dos años después de empezar a follár. Mis padres hacía tiempo que habían dejado de comentar lo feita que era la novia del niño, del mal tipo que tenía o incluso lo mal que vestía. Me veían feliz y eso valía, aparte de pensar que nunca encontraría a otra mujer que aguantase a un ciego.
Nos mudamos a un piso regalado por mis padres. Rosa se encargó de la decoración y la reforma, sin que los operarios lo supieran organizaron una habitación para nuestras sesiones de sexo salvaje. La excusa era que aquella era un estudio de fotografía.
La primera vez que la até como un ovillo, Rosa me pidió que con cuidado me subiese a una silla y pasase una polea por un gancho embutido en el suelo, esa cuerda iba hasta un motor eléctrico anclado en un lateral de la gran habitación. A tientas metí la cuerda en el engranaje y siguiendo sus instrucciones Rosa fue elevada hasta que pidió que parase.
Pude palpar que el cuerpo de Rosa estaba a la altura de mis cojones. Ella no tuvo que decir nada simplemente cogí una fusta y empecé a darle con fuerza. Rosa gritaba de placer. Contaba los golpes. 5, 10, 25, 45, 67 y no paré hasta llegar a 100. El cuerpo de Rosa debía de estar en carne viva. Palmé hasta encontrar su cuerpo e introduje mi dura polla en su dilatado ano.
Me la follé ahí colgada hasta que eyaculé en su interior. Aquello había sido intensísimo.
Desde luego que sacamos mucho partido a aquella habitación, fueron años increíbles en los que los dos dábamos rienda suelta a nuestros instintos más salvajes.
Fue en una revisión rutinaria. El medico me indicó que en Estados Unidos se habían operado casos como los míos y en un porcentaje muy alto la gente había recuperado la visión.
El debate familiar fue corto, viaje a USA y después de un par de consultas se decidió que lo mío era operable.
Dos meses después nos desplazamos mis padres, Rosa y yo a Houston. La operación duró 4 horas. Los médicos eran muy positivos.
Pasé cinco días con los ojos vendados, aunque la habitación estaba en penumbra yo notaba claridad. Cada día me quitaban una capa de venda y subían un poco la luz. Nunca había visto la claridad y no podía ser de golpe.
El día que me quitaron la ultima venda lo primero que vi fue al doctor sonriendo. Detrás mis padres y Rosa lloraban a lagrima viva. Era la primera vez que los veían. Nos comimos todos a besos. Tenía 35 años y era la primera vez que veía.
Me hizo gracia ver a mi mujer por primera vez, la veía muy delgada en comparación a las enfermeras negras del hospital e incluso a mi madre.
La noche anterior a volver a España vía crucero, no me aconsejaban viajar en avión por la presión. Vi a mi mujer desnuda por primera vez. Me encantaba su cuerpo,
Me quedé impresionado al ver su vulva por primera vez, su año dilatado, sus pezones erectos, su cara al correrse y sus dientes y lengua mientras gemía. Me encantaba ver. Le eché un polvo de campeonato.
La semana que duró el viaje en barco hasta Cádiz he de reconocer que la media de belleza en el barco había subido. Tenía que reconocer que Rosa era mucho menos atractiva que las mujeres que nos cruzábamos, pero nos queríamos. Aquella semana me la follé una y mil veces en todas las partes del camarote. Nos faltaban nuestros juguetes y cuerdas, pero deseaba ver a mi mujer disfrutar de nuestros cuerpos.
La llegada a Madrid fue una gran fiesta familiar. La verdad que Rosa destacaba entre las mujeres que vinieron a la fiesta como la menos guapa y la menos estilosa vistiendo, incluso su cuerpo denotaba unas caderas anchas que el resto de las mujeres no tenían. Pero, ¿qué importaba el físico?
Cometí el error de ver una pagina porno en internet. Me quedé alucinando al ver que las tetas caídas y flácidas de Rosa no eran lo normal. Lo que se veía en la pantalla era pecho grandes, firmes, duros, al contrario de las tetas de Rosa que eran todo lo contrario. Me sorprendió también ver los coños de las chicas, todos rasurados, una gloria en comparación con el coño con cuatro pelos mal recortados de mi mujer. Esa noche se los afeité para después follármela esposada a la cabecera de la cama. Me encantaba ver como mi polla entraba en el coño de mi mujer y esta se retorcía ante mis embestidas.
Cada día me gustaba más la parte sexual de nuestra vida, una cosa es sentirla y otra muy distinta verla. Ver a mi mujer cambiarse o andar desnuda por la cama me encendía y rápidamente me ponía la polla como una piedra. Me la follaba incansablemente.
Pasaron un par de años y el sexo no decaía. Raro era el día que no me follaba a mi mujer como a la zorra que era, y rara la semana que no usaba mis conocimientos en el duro arte de atar. Aparte de eso fueron años duros. Tuve que aprender a conducir, a leer, a hacer cosas con los ojos abiertos que antes hacia sin ellos, en general a todo. Rosa me ayudó un montón.
Con el paso del tiempo, yo un tío que destacaba por guapo y atlético, un triunfador en los negocios empecé a avergonzarme un poco de llevar al lado a una tía rematadamente fea, con cero estilo y con un trabajo de mierda en el que no había ascendido desde que entró.
Las mujeres me acosaban, desde que veía la cosa había sido así. Realmente nunca le fui infiel a Rosa ni había nadie a la vista. Simplemente quería algo mejor que a esa chica fea de provincias a mi lado. La cosa me afectaba profundamente, no estaba sacando de la vida todo lo que me ofrecia.
El día de su 40 cumpleaños le pedí el divorcio. Ella se quedó de piedra, entre sollozos algo le entendí como que había tardado pero le había dado la patada como todo le mundo.
Cuando volví de trabajar tres días después, se había ido.
Una nueva vida me esperaba. 40 años, forrado, objetivamente muy bueno, culto y encima simpático.
A primera cita no tardó en llegar. Amalia, una amiga de mi secretaria a la que había visto mucho recogiendo a su amiga y con la que había echado unas risas.
La llevé a cenar, luego una copa y más tarde la propuse llevarla a casa a tomar la ultima. Nos besamos como locos en la puerta de casa, agarré la cabeza de Amalia y le hice bajar a mi entrepierna allí apoyados en puerta cerrada de casa.
Amalia me miró con cara alucinada. No sacó mi polla del pantalón por lo que fui yo quien lo hizo, la chica dudó pero empezó a chupármela de una manera muy suave. Me extrañaba que una tía con su edad no chupase pollas como dios manda.
Aquello me aburría, aquello no era lo suyo. La levanté le hice girarse y la tumbé contra la mesa del comedor, me saqué mi cinturón y le até las manos a la espalda.
- pero… ¿qué haces?
- Calla zorra
- ¡!No me hables así!!
A la chica le gustaba jugar, levanté su falda y rasgué su tanga.
- perooooo Pepe, ¿qué haces?
Se a metí de golpe
- joder que daño, eres un bruto.
Empecé a moverme con fuerza. Amalia gritaba.
- Para, para, para, esto no me gusta.
Me la follé hasta que me apartó de un manotazo, recogió su roto tanga y dándome bofetón salió por la puerta medio llorando.
Un sms entro en mi móvil minutos después.
- Eres asqueroso, no me llames nunca más.
Me quedé sorprendido.
La segunda cita unas semanas después fue con Irene, por lo visto una de las tías más fáciles de la empresa. Aquello no iba a llevar a nada, pero llevaba casi un mes sin follár e Irene sería una buena compañera de cama.
Intenté controlarme cuando entramos en casa. No fue hasta que estábamos ambos desnudos en la cama cuando la esposé al cabecero de la cama.
- ¿estamos juguetones?, me encanta que me atén – me dijo sonriendo.
Busqué en el cajón y saqué un vibrador de metal de grandes dimensiones. Se lo metí de golpe en su encharcado coño.
- con cuidado cielo.
Le metí dos dedos en el culo y se quejó, pero era una mujer ardiente y sin tonterías. Disfrutaba de mis dedos y del juguete. Cuando la penetré analmente empezó a gemir y levantó sus piernas para que la penetración fuese más profunda.
Jodimos horas. Se quedó a dormir.
Pasamos la mañana vagueando después de levantarnos tarde. Irene quería uno mañananero, pero mis expectativas eran otras. Le puse un antifaz. Até sus manos a la espalda con una pequeña cuerda, utilicé otras mayores para dar vueltas con ellas a su excitado cuerpo. A la tía le ponía estar atada, me gustaba, había elegido bien a quien follárme. Cuando pasé una cuerda alrededor de sus tetas y las tensé Irene empezó a quejarse que le hacían daño. Esa era la gracia. Empezó a gritarme que la soltase cuando le di el primer latigacito en sus colorados pechos, pensé que lo decía de coña, pero no, estaba realmente ofendida. Me llamó de todo indicándome que le daba igual si le echaban del trabajo por insultar al hijo del dueño, pero que era un degenerado y que no me volviese a acercar a ella. Salió de casa en cuanto se vistió.
Las Amalias y las Irenes pasaron una tras otra por mi vida. Alguna se escandalizaba y se iba en cuanto empezábamos, otras aguanta algo más o incluso la noche entera, pero ninguna repetía y pocas eran las que volvían a dirigirme la palabra. Hubo incluso algunas denuncias que mi abogado me dijo que no prosperaban por el escandalo que traerían después a las denunciantes y por las pocas posibilidades de ganar algo ya que no habría sido de su gusto, pero no habían sido forzadas.
Follaba menos que un casado, que se dice.
Aprovechando un viaje a Barcelona de trabajo me quedé el fin de semana. Había oído hablar de Desván del BDSM y después de solucionar mis asuntos para allí me fui.
En la puerta se no se permitía el paso a hombres solos, pero dos billetes de doscientos euros convencieron al portero de hacer una excepción.
Pedí una copa y fui pasando de sala en sala viendo lo que se cocía ahí. La verdad aunque era la primera vez iba a un sitio de esos pero nada de lo que vía me estaba pareciendo extraordinario, de hecho todo eso lo había hecho yo ya. Pedí otra copa y seguí pasando de sala en sala. Me llamó la atención una sala donde un torpe ataba a una chica. La chica estaba desnuda con una capucha del cuero que le cubría la cara. Una bola bloqueaba su boca. En cuanto me puse a su vista, la chica abrió los ojos como platos, estaba demasiado atada como para moverse. El atador era un torpe y colocaba las cuerdas en una posición que era obvió que le harían daño a la chica. Cuando vi el desastre que había hecho el buen hombre, me acerqué a él y le pedí permiso para usar a su zorra. Me miró fijamente y dándome una palmada en la espalda me dijo que adelanté.
Desaté a la zorra y usando las mismas cuerdas fui atándola empezando por sus pies, los cuales uní a sus caderas, después sus brazos, su espalda y agarrando una cuerda a su coleta la dejé arreglada del todo. Quedó echa un ovilló en el suelo, la chica jadeaba. Le coloqué una cuerda a la espalda y después de pasar la cuerda como una argolla y la colgué. La chica me miraba a los ojos. Cogí una fusta y le di un golpe secó en su desnudo culo. Ella babeó dejando caer saliva sobre le suelo.
Repetí el golpe, la chica volvió a babear.
- van dos, van a ser cien.
Y cien fueron. Le pasé mi lengua por su irritado culo, aparté sus nalgas y continué lamiendo su ano, el cual empezaba a dilatarse segundo a segundo. Me imaginé la cantidad de pollas que habrían entrado por aquel ano, cuantos ojos habrían visto aquel lunar al lado de ese ojete. Le quité la bola de la boca.
- joder cuantos años sin que me atasen bien.
Nos ha jodido que la chica lo apreciaba, una mala atadura eran rozaduras seguras y dolor innecesario si te colgaban así.
Metí mi polla en su boca, la chica empezó a mamar con ganas. Yo le sacaba la polla y le daba con ella en la cara, subía mis huevos y se los dejaba chupar.
No me corrí en su boca. Sencillamente le hice darse la vuelta sin moverme yo. Cuando su culo llegó a mi altura, le abrí las nalgas y se le metí hasta el fondo. La chica ya sin la bola empezó a gritar de placer. Yo tenía la polla como una roca y la chica lo notaba. Tiraba de sus pezones mientras bombeaba su coño. No me quería correr. Saqué mi polla. Me agaché y me metí su clítoris en la boca y empecé a mamar. La chica se movía victima del placer. Cuando se había corrido más de una vez me levanté y metí mi polla en su pelado coño. Agarré sus caderas y empecé a darle con saña. Miraba a la chica a los ojos. Saque mi lengua y ella me la chupó a modo de polla. Yo le daba de lo lindo hasta aproximarme al orgasmo.
Saqué mi polla y cogiendo la cuerda que la sujetaba la bajé. La dejé postrada en el suelo. Le quité la capucha y metí mi polla en la boca de Rosa.
Rosa me la chupó como nunca lo había hecho. Cuando me corrí apretando mis dedos contra su cuero cabelludo ella no dejó ni una gota.
Desde entonces no me he vuelto a separar de ella…