La vida secreta de Draco Malfoy

El malvado y cruel alumno de la escuela de magia Hogwarts se encontrará con una experiencia que le dejará una huella en su corazón y un placer como jamás pensó que él pudiera vivir.

LA VIDA SECRETA DE DRACO MALFOY

Prólogo: Hola, despreciables muggles(gente sin poderes mágicos y por tanto inferiores a mí). Mi nombre es Draco Malfoy, y estudio magia en Hogwarts, la escuela más famosa de todo nuestro mundo. Soy orgulloso miembro de la casa Slytherin, a la que mi padre y el resto de mi familia han pertenecido, pero por si alguien todavía no me reconoce, aquí os mandos foto mías. Por desgracia no se mueven como las fotos de nuestro mundo pero sería injusto gastar magia en que vosotros veríais esa clase de fotos.

La historia que voy a contaros ocurrió durante un curso en Hogwarts, uno de los más intensos que tuve. Todo comenzó en el tren que nos llevaba. Me encontraba en mi compartimiento, solo y echado en el asiento, absorto en mis pensamientos y en como humillar a mi acérrimo enemigo, ese santón de pacotilla llamado Harry Potter, cuando vi que una figura pasó delante de la puerta. Salí a ver y a lo lejos, una mujer se alejaba. Al estar de espaldas no la vi y lo di importancia, hasta que en el último segundo, antes de entrar en su compartimiento, se giró y me miró.

Quedé sorprendido por lo guapa que era, pero no la conocía. Se metió en su compartimiento y yo me sacudí la cabeza, intentando alejar mis pensamientos aquella visión. Ni me enteré del resto del trayecto hasta llegar y estar en el gran salón con los demás alumnos para el banquete inaugural. Mientas el odioso Dumbledore estaba dando ese discurso pedante y estúpido(ojalá mi padre fuera el director, entonces sí que las cosas cambiarían), miré de reojo a los profesores, ¡¡y allí estaba ella, la chica del tren!!. No podía creerme que fuera una de las profesoras, ¿qué asignatura daría?, me preguntaba una y otra vez. Lo cierto es que no podía quitarle los ojos de encima: ojos pardos, intensos, pelo largo y ondulado hasta los hombros, de color castaño, de expresión ligeramente risueña, como si siempre estuviera asquerosamente feliz, de metro setenta según la vi en el tren, y poseía unas maneras algo refinadas. No quise que mis compañeros vieran que me fijara en una profesora, a saber que pensarían. Si esas habladurías llegaran a oídos de mi padre quien sabe lo que haría conmigo. Sin embargo, incluso en mis sueños estaba esa noche.

Dos días después de empezar el curso, por la tarde, la volví a ver. Estaba sentada en uno de los bancos, revisando unos papeles con gran interés. De repente, me di cuenta de que ni siquiera sabía su nombre. Para mi fortuna, encontré al incauto adecuado: el atontado y estúpido de Neville Longbottom, el alumno más torpe que Hogwarts ha tenido jamás.

-¡¡¡EEEH ATONTADO, VEN AQUÍ!!.

-¿Es a mí-preguntó con su habitual miedo de "niño de mamá"-?.

-¡Sí, estúpido!. ¿Sabes quien es esa profesora?.

-Oye…es que yo…¿no podrías preguntar a otro?.

-Escúchame, Longbottom-dije pronunciando su nombre con total desprecio-, dime quien es o haré que todo el equipo de Quidditch te cuelgue del aro mayor.

-Es una profesora nueva que ha venido desde Gales. Se ocupa de una clase especial o algo así. Se llama Krystal Klinegoogh.

-¡Lárgate ya cabeza hueca!.

Neville se alejó como alma que lleva al diablo, mientras yo me quedé mirándola. Ella seguía en su trabajo, sin percatarse de mi presencia. Decidí acercarme para intentar impresionarla, algo nada difícil siendo yo el gran Draco Malfoy. Alcé la cabeza en un gesto de justa superioridad y me acerqué hasta quedar enfrente. Ella alzó la cabeza para mirarme y se quitó unas gafas de leer de montura rectangular.

-¿Puedo ayudarte en algo-preguntó-?.

-No. Sólo quiero presentarme. Me llamo Malfoy, Draco Malfoy. Soy estudiante de Slytherin. Quería que supieras que si necesitas algo, yo puedo conseguírtelo.

-¿Mmm-refunfuñó airadamente-?. Creo que si necesito algo, ya soy mayorcita para conseguirlo yo solo. No necesito la ayuda de imberbes como tú.

Aquella arrogancia me enfureció. ¿Cómo se atrevía a desafiarme?.

-¿En serio?, ¿y se puede saber que tipo de clase das?.

-"Comprensión y conocimiento del mundo muggle". ¿Te interesa?.

-¿"Comprensión y conocimiento del mundo muggle"?, ¿se puede saber que significa esa memez?.

-Es una clase especial exclusivamente para hijos de magos que desconozcan por completo el mundo Muggle. Y si vuelves a llamar a mi clase "memez", jovencito, te aseguro que lo lamentarás. Modera tu lenguaje.

-¿Y se puede saber que servirá conocer el mundo muggle?. Son inferiores a nosotros, no tienen poder, solo sirven para estorbar.

La Srta. Klinegoogh me miró con una furia que hasta a mi me intimidó.

-Pues para tu información, Sr. Malfoy, la magia comenzó en el mundo muggle, ¿o crees que los magos surgimos de la nada?. Fue de los muggles, a los que se desprecias tanto, que algunos aprendieron la magia y la transmitieron a tantos como pudieron. Gracias a ellos existe el mundo en que vives.

Aquello me sorprendió. No sabía como responder y eso me enfureció muchísimo. Nunca me había encontrado con alguien capaz de dejarme sin argumentos en una batalla dialéctica tan fácilmente, pero fue entonces cuando me di cuenta de algo que no sabía.

-Tú eres muggle-dije en tono despectivo-

-Sí, y orgullosa que estoy de serlo-me espetó acercándose a mi cara-. ¿Te supone un problema que mis padres sean muggles?.

-No-dije negando con la cabeza, queriendo no enfadarla más-.

-Bien. Espero que no me causes problemas, y por cierto, ya sabías quien eras antes de que acercaras. He trabajado en el Ministerio de Magia y me he encontrado con tu padre. No fue difícil sacaros el parecido.

-¿Y por qué no me lo dijiste?.

-¿Y perderme el placer de ver como hacías el ridículo?. De eso nada. Bueno, ¿al final te interesa mi clase o no?.

-Sigo sin saber que utilidad tendrá.

-¿Sabes lo que es un láser, un módem, un avión o un buzón de correos?, ¿podrías decirme para que sirve una goma de borrar ó…vamos a ver…que es la marcha atrás en un coche?.

-No, no lo sé-dije, totalmente confundido por esas cosas que nunca había oído-.

-Pues deberías saberlas. Nunca se sabe cuando esas cosas podrían sernos útiles en el mundo muggle si nos vemos perdidos en él. El director Dumbledore estuvo de acuerdo conmigo en dar esta clase y acepté encantada. ¿Te apuntas?.

-No, paso. Soy demasiado importante para perder mi tiempo en esa tontería.

-Como quieras, pero afortunadamente tengo el privilegio de seleccionar tres alumnos forzosos para completar el Nº que necesito. Serás el tercero.

-¡No puede obligarme-protesté-!.

-Ya está hecho. Todas las tardes a las 18:00 en la clase de McGonagall, y si no apareces, presentaré un parte de tu ausencia para que no te dejen aprobar: este es el precio por provocar a quien no debías.

Y se fue, tan campante. Me quedé de piedra mientras ella se alejaba, pero una parte de mí, en lo más profundo, se alegraba. Así podría verla más veces. Aún así hice mantener las apariencias y protesté a mi padre cuanto pude, pero nada pudo hacer. De ese modo, me vi en una clase que odiaba, con gente tan despreciable como el mismísimo Ron Weasley, y algunos más. Sin embargo, por verla, aguantaría lo que fuera. Debo reconocer, pese a todo, que su clase era interesante, especialmente cuando hablaba de armas y los instrumentos de guerra muggle. Al mes y medio de clase, cuando ya habíamos un par de exámenes previos, Klinegoogh vino a verme al campo de juego, tras un partido de entrenamiento de Quidditch en el que Hufflepuff quedó aplastada por el poder de Slytherin.

-Quiero decirte que tus notas en mi clase son excelentes. Pareces muy interesado en el mundo muggle, mucho más que cuando nos conocimos. ¿No es tan malo verdad?.

-Bueno, yo…supongo que no…pero eso no cambia lo que pienso de ellos

-No lo esperaba, pero también quería hablarte de otra cosa. He notado que me miras mucho. Disimuladamente claro, pero lo haces. ¿Es que te gustó?.

-Eh…yo…no…yo…no, claro que no-esbocé con dificultad-….

Ella se percató de mi rubor y de mi vergüenza y soltó una risa airada. Luego me miró con ojos tiernos como si yo fuera un niño al que compadecer.

-Eres más tierno de lo que aparentas Sr. Malfoy. Te has esforzado mucho para ocultar la bondad que llevas, seguramente presionado por tu padre. Una lástima.

-¡¡Yo no soy tierno!!, ¡¡no lo soy!!, ¡¡soy Draco Malfoy!!.

-Lo que tú digas-y se giró para irse-. Le veré en clase Sr. Malfoy-y rió-.

-¡¡No soy tierno!!, ¡¡no lo soy!!, ¡¡NO LO SOOOYYYYYYYYYYYYYYYY!!.

Ella hizo un gesto con la mano de saludo mientras se iba, y yo me quedé allí. Sin darme cuenta, me había caído una lágrima. Yo, el inconmensurable Draco Malfoy, había llorado. ¡¡Llorado!!. Me fui a mi habitación y me quedé allí sollozando hasta dormirme. No podía creerme que aquello me hubiera pasado(y por suerte nadie me vio).

A pocos días para Navidad, Klinegoogh me llamó a su habitación particular para hablar conmigo. Ya había pasado tiempo desde que me hiciera llorar y ya lo había olvidado por completo. Al entrar en su cuarto, ella estaba mirando un viejo álbum de fotos, con sus habituales gafas rectangulares.

-Ah Draco, pasa, ¿no te importará que te llame Draco, verdad?.

-No, no me importa. ¿Qué quería decirme?.

-Toma. Es para ti. Espero que te guste.

Ella me dio una caja, envuelta en papel de regalo con una dedicatoria que decía "Para ti". Me extrañó muchísimo, pero aquello me encantó. Fue, no sé, diferente a cuando me regalaban en casa. La abrí y me encontré con un colgante de oro y una medalla. Me quedé mirando a la Srta. Klinegoogh extrañado.

-Me marcho en dos días. Las vacaciones están al caer y debo irme por unos días a ver a mi familia. Por eso quería darte esto. Es para ti, para que me recuerdes siempre.

-Gracias Srta. Klinegoogh. Nunca me la quitaré.

-Quiero también decirte otra cosa: me equivoqué contigo. Pensé que eras un petulante maleducado y engreído, y en realidad, solo eres un chico que se esconde en una carcasa de dureza, que está atrapado por el odio familiar. Intenta que eso no te queme a ti. Y por favor, a partir de ahora, cuando estemos solos, llámame Krystal.

-De acuerdo…Krystal.

Con el dedo me hizo una seña para que fuera a su lado. Ella se levantó de su asiento y al acercarme, me acogió en sus brazos. Aquella calidez me llegó y agitó todas las fibras de mi ser. Ella me miraba con un cariño que yo jamás había sentido. Acarició mi mentón con su mano, se acercó…y me besó. Mi primer beso: dulce y tierno como jamás sentí, era precioso. Cuando se separó de mí, permanecí unos segundos quieto, con los ojos cerrados, mientras pasaba los dedos por los labios, recordando la sensación. Luego fui yo quien la besé, para tener esa calidez de nuevo. Ella se dejó hacer mientras la abrazaba y la besaba. No podía creerme que eso estuviera pasando.

-Quiero hacerte otro regalo-me dijo-. Nadie nos molestará, no te preocupes.

No hablé, no podía hacerlo. Solo podía besarla, sentirla. Krystal alcanzó su varita y se separó para pronunciar un conjuro que hizo atrancar la puerta, quedándonos solos, en la intimidad. Comenzó a llevarme a su terreno, a su dominio, mientras seguíamos besándonos. La dulzura había dado paso a la pasión animal, incontrolada y violenta. Las manos de los dos se desataron como locas, recorriendo nuestros cuerpos por encima de la ropa. Las túnicas quedaron por el suelo, las chaquetas y camisas volaron con rapidez, y admiré, con los ojos abiertos de la sorpresa, el primer par de tetas, ¡¡¡y vaya tetas!!!. Debía ser por la excitación supongo, pero aquel par de tetas estaba firme, apuntándome con los pezones totalmente duros. Ella quedó un poco sonrojada dejándose examinar por mí, mientras mis ojos no perdían detalle de su belleza. Sus ojos pardos esperaban que yo dijera algo de su cuerpo, aunque me costaba.

-Eres la mujer más bella que nunca he visto Krystal. Te deseo.

-Pues ven aquí niño, que te voy a hacer un hombre.

Me agarró con fuerza y nos tumbó de espaldas en la cama. Puso mi cara entres sus tetas y movido por la lujuria comencé a comérselas. No tardó en ponerse a gemir como una loca, disfrutando los lametones que le propiciaba. Que pezones tan jugosos tenía, no me podía contener de probarlos y acogerlos en mi boca: los mamaba como goloso de ellos, ansioso como si estuviera devorando las mejores grageas Bertie Bott de mi vida. Sus manos en mi nuca me hacían seguir para continuar chupando cuanto yo quería, hasta que me apartó y me tiró encima de la cama. Al mirarla, creí que era gata salvaje, su mirada me tenía tan paralizado como cuando la conocí. Con fuerza y saña me arrancó el cinturón y empezó a desabrocharme el pantalón, hasta quitármelo, dejándome desnudo ante ella. Era imposible disimular la erección que tenía ante su presencia. Estaba tan azorado que me parecía estallar en llamas.

-Tengo que probar este material de trabajo. A ver que tal se usa

Sin mayor preámbulo, cogió todo mi miembro y se lo metió en la boca. Su calor me arrebataba todas las fuerzas. Su mano la sujetaba bien y su lengua me recorría todo el glande, haciendo círculos sobre él. Cuando me echaba el aliento, sentía un calor que me electrizaba, como si recibiera una intensa sacudida eléctrica. Ella sabía como mamarla bien, lo reconocí sin más. Su fuerza mamada podría aspirarse a todo un equipo de Quidditch en pleno vuelo. Me quedé casi comatoso de tanta succión. ¿Cómo podía esa boquita tan dulce y tierna tener esa capacidad succionadora?. No podía entenderlo. Cuando se dio por satisfecha de ponérmela dura, se la quedó mirando con ansías.

-Uuuummmmmmm-gimió, lasciva-…veo que ya estás muy duro…tienes aquí un buen instrumento mi alumno, pero no la sabes usar. Deja que tu profesora te enseñe como se usa para amar a una mujer, pero antes, lección oral.

-¿Lección oral-pregunté atónito-?.

-Sí: que uses tu boca y tu lengua para comerme mi jugosa vulva.

Se movió un poco y sentó sobre mi cara, arrinconándola entre sus muslos. A la vista tenía un coño de mujer bien depilado, una mata decente con una entrada algo abierta pero poco húmeda. La tenía al alcance de mi lengua, y lengua fue lo que empecé a darle. No quise darla tregua, y usando el poderío y la rabia de los Malfoy, degusté su conejito a mis anchas, sin que ella protestara. Al contrario, profirió gemidos que resonaban por toda la habitación, gozando como la salvaje que era. ¿Quién podría decir que la modosa y frígida Srta. Klinegoogh era una toda una guarra que gozaba como una perra en celo cuando se ponía cachonda?. No podía negar lo bien que me lo estaba pasando. Su coñito olía a rosas dulzonas que embriagaba. Que gustazo nos estábamos dando, impresionante. Sus espasmos la hacían agitarse en todas direcciones mientras se retorcía, hasta que se salió de mí pecho para ponerse a mi lado, mirarme, y decirme "ha llegado la hora del gran examen. Ni se te ocurra largarte de esta clase". Eso era lo último que me pasó por la mente. Me monté encima de ella y la abrí de piernas, casi como si la tomara por la fuerza. Mi enorme pollón(lógico tenerla tan grande, soy Draco Malfoy) apuntó a la entrada de su conejito y tras introducir dos ó tres centímetros, se la metí del todo, hasta el fondo. Krystal emitió un prolongado gemido de placer al sentirla toda mi potente virilidad en sus entrañas. Comencé el bombeo de inmediato, sin esperar que ella me dijera nada. Estaba fuera de control y me la tiraba a todo trapo. Mete saca mete saca mete saca…no hay palabras para describir el placer de tenerla gozando como una posesa entre mis piernas. Su boca abierta gimiendo incontroladamente hacía que quisiera pasarme la vida entre sus piernas. Descubrí una faceta en ella de zorra que nunca hubiera imaginado, viéndola tan clase tan modosa y remilgada. Sus tetas se meneaban como locas de un lado a otro al compás de la penetrada que le daba.

-Aaaaah aaaaaah aaaaaaaaahhh aaaaaaahhh aaaaaaaaaaahhh…ay Draco, Dracooooooo…fóllame Draco…fóllame cariño…AAAAAAAH QUE POLVO…METE HASTA EL FONDO…SÍIIIII ASÍIIIIIII

-Que puta eres Krystal…dejándote de tu alumno…Mírate que guara…abierta de piernas con tu uniforme…mmmmmmmm me pones muy duro…OOOOOOOOHH OOOOOOOOHH OOOOOOOHH OOOOOOOOOHH QUE COÑOOOOOOO

Seguí metiendo y metiendo como si mi propia vida dependiera de ello. Aquella calidez de mujer me trastornaba del todo. La besaba tanto como podía mientras Krystal se retorcía y casi me iba a salir de ella. Acariciando sus piernas, las coloqué sobre mis hombros y conseguí profundizar en sus entrañas aun más. Casi me parecía que iba a toca el fondo de su útero con tanto vaivén. Su vulva ya chorreaba y podía oír el chapoteo de sus jugos. Cada vez gemía más fuerte, más profundo, mientras yo aceleraba las embatidas de macho que soy. Comenzó a arañarme la espalda y ella arqueaba la suya indicándome que estaba a punto de gozar. Apreté el ritmo, presioné dentro de ella, para a los pocos segundos sentir esa marea creciente de placer que comenzaba a desbordarnos, y con un grito tan largo como ronco, ambos caímos sobre la mesa, agotados, con el corazón en un puño, nuestra respiración rápida y agitada, y con los latidos resonando como tambores en nuestros oídos. Krystal se me acercó para prodigarse en besos y caricias. Quedamos juntos así un largo rato, sin hablar. Había tanto amor en los ojos de Krystal que solo podía mirarlos y perderme en ellos. Me abrazó y se puso a acariciarme el pelo por la nuca, como si fuera un niño.

-Te quiero Draco. Te querré siempre.

-Yo también te quiero Krystal. No quiero dejarte.

-Móntame de nuevo. Te necesito dentro mío otra vez

-Eres una perra cachonda. Te encanta la tranca que tengo ¿eh?.

-Síiiiiii es riquísima. Vamos, cambiemos de postura.

-¿Dónde me pongo?.

-En mi silla-dijo tras pensarlo unos segundos-…vas a probar mi silla

Me senté y Krystal, con la falda levantada a la altura de la cintura y su chochito bien a la vista, se sentó en mis rodillas y se clavó toda mi dureza dentro suyo otra vez. La agarré firmemente de su terso y prieto culo y marqué un ritmo frenético, demencial, follando los dos como esquizofrénicos perdidos hasta volver a gozar. Su preciosa boca jugó con la mía apagando nuestros gritos de puro placer que hubieran resonado por todo Hogwarts. Fatigada hasta la extenuación, Krystal hizo el amor conmigo toda esa tarde, quedando ambos en un estado de cansancio extremo y felicidad absoluta.

Después de aquella sesión maratoniana, fuimos amantes furtivos y lujuriosos el resto del curso. Nadie, ni mis odiados Harry Potter, el cobarde de Ron Weasley o la ingreída y petulante muggle Hermione Granger pudieron imaginar jamás mis andaduras, y de cualquier suposición, habría removido los cimientos del infierno hasta acabar con todos.

El día de la graduación, justo después del gran banquete, quedé con Krystal en el patio de la escuela. Estaba sombría. No tuve problemas en saber que algo iba mal, y por una vez, ojalá me hubiera equivocado.

-Krystal, ¿qué pasa?.

Con los ojos anegados me abrazó, sin decirme palabra. La consolé en su dolor, pero no entendía que pasaba. Por un momento cerré los ojos y sentí su abrazo. Aquel confort solo lo sentía con ella. Luego, se separó de mí, y tras poner sus manos en mi cabeza me miró fijamente clavando sus ojos en los míos.

-Draco por favor, escúchame. Quiero que me escuches, ¿de acuerdo?.

-Sí-dije casi asustado-.

-Me voy Draco. Me voy y no volveré. Ojalá pudiera explicártelo, pero es mejor así. Te quiero, pero tengo que irme.

-No...no no no-dije sollozando-. Lo sabía, es por mí. Te vas por mí ¿verdad?.

-¡No!. Es por mí Draco, por mí. ¿Aún llevas la medalla que te regalé?.

-Sí. Nunca me la quito, ni cuando me ducho.

-Pues llévala, y recuérdame. Y por favor-comenzó a susurrarme al oído-, búscame cuando ya no dependas de nadie. Yo te esperaré. Te esperaré siempre.

-¿Y como te encuentro?.

-Encontrarás el modo, lo sé. Y quiero que recuerdes esto: tú eres bueno Draco. No dejes que nadie te diga como pensar ó como sentir. Tú eres bueno. Adiós

Sin decirme porqué, Cristal se retiró y comenzó a irse. Quise ir detrás de ella pero mis piernas me fallaron y caí al suelo de rodillas llorando, llevándome las manos a la cabeza intentando comprender lo ocurrido mientras el amor de mi vida se fue tan repentinamente como había llegado. Nunca comprendí que ocurrió, ni porqué, pero desde entonces Krystal es mi obsesión, mi búsqueda, ya que desapareció y nadie, absolutamente nadie, ha sabido de ella. Y muchas veces, cuando estoy solo, desabotono mi camisa y miro mi medalla, recordando esos meses de felicidad al lado de mi profesora y amor, de la mujer de mi vida. En ese instante, recuerdo la bondad que ella me enseñó y lo que yo podría llegar a ser, pero para bien ó para mal, soy Draco Malfoy, y Draco Malfoy no puede ser bueno. No puedo serlo

Epílogo: Lo que Draco no supo es lo que Krystal Klinegoogh pensaba mientras se alejaba de él en el patio de Hogwarts. "No debo mirarle, no puedo. No te gires Krystal, por dios no te gires…Dios mío, no podía decírselo. ¿Cómo decirle que su padre nos descubrió por sus espías y me amenazó con matarme si no le dejaba?. Por lo menos él vivirá, y eso es lo que importa. Con eso ha de bastar". Y en su corazón, se alegró de irse, sabiendo que algún día él la encontraría, y lejos de la influencia del cruel Lucius Malfoy, ambos podrían volver a estar juntos, y amarse libremente, de todo corazón