La vida moderna. Cap II: prejuicios.

Quise tener una vida tranquila, aunque Olga trastocó mis planes. Ahora volvía a tener en mi cama a alguien que no conocía y estaba lleno de lefa. Lo más triste es que me gustaba.

La vida moderna. Cap II: prejuicios.

Parte I: El despertar liberal.

Desperté dentro del sueño de muchos hombres, estaba rodeado por dos mujeres desnudas, jóvenes y muy calientes. La noche anterior había vivido lo que sin lugar a dudas había sido la experiencia de mi vida. Había sido un cúmulo de corridas, orgasmos y posturas.

Sin buscarlo, mi polla empezó a crecer y yo intenté ignorarla, en especial porque pese a dormir unas cuantas horas, estaba realmente cansado. Lo peor era que me molestaba el culo, por la muchísima acción que soportó y la espalda, porque nuestra nueva ama era aficionada a los látigos.

No quería moverme para que no se despertaran, aunque hubiera matado por un café y una pastilla. También me hubiera gustado una ducha con agua fría y volver a la cama. Todo eso estaba descartado porque ocupaba la parte central y era imposible saltar por encima de ellas. Mientras le deba vueltas a la cabeza, mi pene seguía desafiando a la gravedad y mis ojos cerrados para no mirar a mis acompañantes.

En otras circunstancias hubiera intentado que Olga se despertase para continuar la fiesta, pero el estar acompañados me cortaba. Es un resultado curioso de los tríos, hacerlo es fácil pero no se sabe cuando a acabo. He de admitir que no era la primera vez que había participado en un trío, aunque esa primera única vez fue muy diferente.

Fue durante mi Erasmus en Alemania. Tenía un compañero de piso checo y otro francés, y una cosa llevó a la otra, y al final, acabamos follando como conejos. Por aquel entonces, estaba obsesionado con follar, casi igual que ahora, a diferencia que buscaba más las pollas que los coños.

Dejé todo aquello cuando volví, en especial, porque dejé de poder controlar la situación. Por un lado, me gustaba despertar lleno de semen y con resaca, sin saber quién era el que estaba en mi cama. Por otro lado, empecé a distanciarme de aquello, y al volver di por roto todo. Quise tener una vida tranquila, aunque Olga trastocó mis planes. Ahora volvía a tener en mi cama a alguien que no conocía y estaba lleno de lefa. Lo más triste es que me gustaba.

Intentaba pensar en otra cosa para que bajase mi erección. Cosa difícil en aquel paraíso heterosexual en el que me encontraba, porque abrir un poco los ojos veía los cuerpos desnudos a mi alrededor. Cerré los ojos con fuerza, intentando huir de mis pensamientos y fantasías.

Minutos después, una mano acariciaba mis testículos y un aliento cálido muy cerca de mi polla. Una lengua jugaba con mi capullo y poco a poco empecé a gemir. Olga buscó con su boca la mía, por lo que deduje que el trabajo inferior era obra de nuestra nueva ama.

Mis gemidos se intensificaron cuando Olga bajó a mamar mi hinchada polla. Aguanté poco tiempo mientras ambas lamían mi falo como un helado. Sus lenguas se peleaban por mi precum al principio y después por la corrida. Casi no podía ni respirar.

Ellas se acercaron a mi cara y dejaron caer mi corrida en mi cara mientras reian. Ahora si que volvía a estar en aquel trío en Berlín.

Al rato salí a la ducha para quitarme los fluidos de mi cuerpo. Abrí el agua fría para relajar mi musculatura y mi mente de aquella aventura. Era cerrar los ojos y ver pollas de goma, tetas y coños.

Me asusté al notar una mano en mi culo. Mi ama se había metido en la ducha. No me dijo ni una palabra, solo sonrió y me enseño un preservativo. Me lo puso y empecé a penetrarla con energía. Sus gemidos me decían que estaba haciéndolo bien y seguí con el mete saca.

Olga nos miraba desde la puerta, y vi en sus ojos que no le gustaba. Me miraba como si no disfrutara de verme follar con otra, como si solo valiera si ella disfrutaba. Censuraba si era yo el que la metía en caliente, pero si me metían un falo de goma en el culo mientras le comía el coño estaba bien. La ignoré y seguí follando a nuestra ama, la que empezó a besarme hasta que acabamos bastante sincronizados.

Parte II: Las pruebas.

Antes de irse nos dejó e un post it las nuevas pruebas:

  1. Hacer un trío con otro hombre.

Olga quería acabar con todo esto y yo accedí. En parte sabía que el sexo desenfrenado solo podía cabar en problemas. Y los celos eran un problema. No quise insistir más, aunque me hubiese gustado seguir en aquel mundo.

Ese sacrificio era necesario para volver a la normalidad. A los pocos meses dejé el trabajo de las cámaras por uno a media jornada. Por las tardes iba a la universidad para un Máster.

Parte III: Terminar

Posiblemente la vida cambia en una milésima de segundo. Lo del aleteo de una mariposa y ese rollo. La mía cambió porque decidí saltarme la última clase para volver antes a casa. Podría haber seguido siendo feliz si me hubiera quedado una hora o buscado a algún colega para tomar una cerveza o haber ido a los sillones de la biblioteca. Sin embargo, fui al metro para estar con Olga porque soy de esos gilipollas que se enamoran y mucho.

Le envié un whatsapp diciéndole que llegaría antes. Pasé todo el trayecto en metro pensando en follar al llegar a casa. De vez en cuando intentaba pensar en otras cosas, en especial porque mi pene estaba dando un espectáculo a la señora sentada frente a mí. Cuando llegó mi parada bajé casi corriendo, buscando ahorrar cualquier minuto antes de llegar a casa.

Subí las escaleras de tres en tres y abrí la puerta lo más rápido que pude. Me descalcé en la entrada y tiré la camiseta al sofá. En mi mente iba a estar esperándome desnuda, deseando que le metiera la polla para una sesión de sexo hasta la mañana siguiente. Al abrir la habitación me llevé la peor sorpresa de mi vida.

Acerté en lo de Olga desnuda, erré en todo lo demás. No esperaba que tuviese la polla de Albert, mi mejor amigo, en su boca. Los dos me miraron asustados y sorprendidos. Una parte de mi quería matarlos, la otra huir. Dí un portazo y salí de aquella habitación. Cogí mi camiseta del sofá y me la puse lo más rápido que pude.

-Ehh, tio puedo explicártelo. No es lo que piensas.-

Albert se interpuso en la puerta que separaba en salón de la entrada. Lo aparté con mi brazo intentando no mirarlo, no quería volver a verlo nunca más. A ninguno de los dos. Él volvió a obstaculizarme el paso, buscando que le mirase a los ojos.

-Vamos a sentarnos y te lo explicamos-

-¿Vas a explicarme que mi novia te chupa la polla? Lo acabo de ver.-

Me puse las zapatillas de mala manera y abrí la puerta. Estuve varias horas vagando sin rumbo, buscando algo de cordura en un mundo que había el norte. En una situación de cuernos normales habría llamada a Albert. Ahora estaba solo.

En mi cabeza se repetía en bucle la escena, la polla de Albert en la boca de Olga, las ganas de partirle la cara al que había sido mi mejor amigo, la mirada de pena de Olga mientras tapaba sus pechos...

Los ojos me escocían porque no podía parar de llorar. Quería que fuese una broma, haber me quedado en clase esa maldita hora, o que hubiera visto mi mensaje. Me gustaba mi antígua vida y ahora estaba muerta.

Sabía a quién llamar. La única persona que me salvaría me acojería esa noche. La que me hacía olvidarlo todo. Mi ama.

Parte IV: Volver a empezar.

Pasaron muchas cosas, puede que demasiadas hasta encontrar mi hogar. Solo me queda por decir que perdoné a Olga y no la perdoné.

Ahora se dedicaba a cumplir mis caprichos. Llevaba un disfraz de doncella francesa todo el día para que se sintiese siempre mi sumisa.

Mientras termino estas líneas, ella se dedica a chuparme la polla. Mientras tanto, Silvia juega con el perro. Es divertido verle gemir mientras ella le folla el culo. Posiblemente, la sumisión  sea el mejor castigo por la traición.