La vida moderna. Cap I: de la universidad a la sum

Le dije a Fran que fuese a preparar la cena para quedarme a solas con Olga. Saqué de mi bolso el antifaz de Candy y las cuerdas para atarla a una silla. Hizo exactamente el mismo show que hacía yo, a diferencia que su maestro no era imaginario. Cuando se iba a correr le ordené que parase, la quería muy caliente.

La vida moderna. Cap I: de la universidad a la sumisión.

Parte I: La voyeur.

Fran

La universidad es un lugar extraño, se unen lo que odiamos y lo que amamos. Deseamos acabar y a la vez no queremos salir.

Antes de presentar mi proyecto ya me llamaron para un trabajo. No era el trabajo de mis sueños, pero estaba muy bien pagado. Consistía en programar y reparar servidores y bases de datos de una empresa de seguridad. Me permitían teletrabajar la mayor parte del tiempo y el trabajo era muy relajado.

Lo más divertido era que podía ver en directo a los abonados, es decir, tenía visión directa de las casas de gente que no conocía. No le di demasiada importancia y la mayoría de veces dejaba en pantalla la conexión para que me hicieran compañía. A los pocos meses me cambiaron el puesto, y me obligaban a ir a la oficina con un horario normal. Seguía teniendo el equipo de comunicaciones, pero ya casi nunca lo utilizaba.

Mi vida empezó a cambiar un viernes que pude salir antes del trabajo. No avisé a Olga, quería darle una sorpresa o al menos descansar en el sofá tranquilamente. Cuando llegué a casa, me quité la chaqueta y la corbata. Tenía una sensación de agobio que solo me podía quitar a través de la ropa. En el salón me desabroché los botones de la camisa y el cinturón. Mi plan era sencillo: dejar la ropa en la habitación y tirarme a dormir. Al abrir la puerta de la habitación cambié de planes.

Olga estaba en mi mesa, con las piernas encima y unos cascos puestos. Se estaba masturbando mientras veía algo, seguramente porno. No me había oído por los cascos. Estuve tentado en darme la vuelta y que siguiese aliviándose sola. Sin embargo, decidí acercarme despacio, disfrutando de esa suave música que salía por sus gemidos y levanté la vista a la pantalla. Se estaba masturbando mirando las cámaras de seguridad. Fingí que no la había visto y salí con la misma cautela con la que había entrado.

Dejé los pantalones y la camisa en una silla del salón y me tiré al sofá. Cogí el móvil y empecé a recorrer todos los periódicos con la intención tranquilizarme y que bajara mi excitación. Me sentía raro. Por una parte, me recordaba a un cornudo que espera fuera de su habitación a que se tiren a su mujer. Por otra, era yo quien era el responsable de esas imágenes. Yo no había nunca visto nada excitante, o incluso, interesante.

Cuando salió de la habitación no tuve ganas de enfrentarme a la situación. Me hice el dormido mientras ella me miraba con la sorpresa que estuviese ya en casa. Se acercó a mí y me besó en la frente, en lo que fingí despertar al contacto de sus labios conmigo.

-Has venido temprano, ¿todo bien?-

Asentí y volví a cerrar los ojos. Estaba demasiado cansado y confuso como para iniciar una conversación. Ella se fue de mi lado, perdiéndose de mi vista. Volvió con su móvil en la mano y se acostó en el sillón contiguo al sofá. Comenzó a acariciarme el pelo mientras revisaba el teléfono. Mis pensamientos se perdieron, dejando paso a la tranquilidad de estar en casa. Opté por la estrategia liberal: dejar hacer, dejar pasar.

Me quedé dormido durante una hora aproximadamente. Al despertar ella no estaba y por el olor que venía de la cocina era bastante obvia su localización. Me levanté atraído por el olor de la comida.

Pasé mis manos por debajo de sus brazos y agarré sus pechos. Empecé a darle pequeños besos en su cuello mientras ella reía.

-Te has levantado contento-

Seguí bajando por su cuello y busqué con mi mano derecha su  entrepierna. Ella me cogió la mano, indicándome que no siguiera:

-Oye, tenemos que hablar de una cosa-

-No puede ser luego-

Su resistencia me preocupó. Temí que el "tenemos que hablar" fuera un tenemos que hablar. Suponía que nos iba bien, sin saber cómo. Retrocedí dejándole espacio.

-¿Va todo bien?-

-Sí, no es nada malo. Bueno no sé si es malo, o será malo. Lo que pasa es que no sé si te parecerá bien, porque no está del todo bien. Yo no quiero perjudicarte, sé que te tomas en serio las cosas y, bueno, no quiero que nada malo pase- De su respuesta no entendí nada.-

-No te sigo-

-Veras, el otro día estaba limpiando un poco y al mover tu ordenador pues se desbloqueó la pantalla esa que salen muchas pequeñas. Y bueno, hay una que me gusta mirar.- Con esto confirmé que se había tocado mirando las cámaras.

-Ahh, no te preocupes. Yo hice el código, nunca te identifica, tan solo se guardan los datos de origen.- Vi como se destensaba- ¿Qué ves interesante?

-Nada, nada. Da igual. Pon la mesa, cari-

Cenamos con normalidad y nos pusimos con la manta a ver una película en Netflix. Se apoyó en mi hombro como siempre, lo que me hizo pensar que no debería insistir con el asunto de las cámaras.  Poco a poco empezó a deslizarse hasta apoyar su cabeza en mis muslos. Tiró la manta al suelo y empezó a masajear suavemente sus pechos. Habíamos dejado de mirar la película, esperábamos el momento de ignorarla completamente, hasta que finalmente, se levantó.

-Ven conmigo- Se fue desnudando hasta llegar a nuestra habitación.- Necesito que me folles.

Se sentó en el centro de la cama y abrió sus piernas invitándome a satisfacerla. Me bajé el bóxer y me deslicé siguiendo el camino que me marcaban sus piernas hasta su húmedo coño. Al igual que por la tarde, podía escuchar sus suaves gemidos aumentar de intensidad, a diferencia que ahora era mi lengua la que buscaba su placer.

Moví mis manos de sus piernas buscando sus nalgas e introduje un dedo en su ano, buscando que poco a poco dilatara. Seguí con mi lengua dentro de su sexo mientras iba introduciendo más dedos hasta llegar al tercero, con el que arqueó su espalda producto de un fuerte orgasmo. Mientras se recuperaba, cogí sus piernas y las puse sobre sus hombros acercando mi miembro a su culo. Fui metiéndola poco a poco ante su atenta mirada, hasta que chocaron mis testículos con su culo y empecé a bombear con todas mis fuerzas.

Con ese ritmo iba a tardar poco en descargar, por lo que deslicé una mano por su coño y empecé a masturbarla fuertemente. Cuando íbamos a llegar al clímax, me dijo que parase. Salí de su interior algo confuso:

-¿Pasa algo? ¿Te he hecho daño?-

Me hizo callar poniendo su dedo índice en los labios y me empujó sobre la cama. Su subió sobre mi y puso mi polla en la entrada de su vagina:

-Quiero que te corras así-

Me estuvo cabalgando un rato hasta que acabé en su interior. Me abrazó y apoyó su cabeza en mi pecho a la vez que recobrábamos el aliento. Intenté ladearla para levantarme pero me li impidió:

-¿Dónde vas cari?-

-A la ducha-

-No, quiero tenerte así esta noche.-

A la mañana siguiente desperté desnudo con Olga a mi lado también desnuda. Tenía la impresión que le pasaba algo más allá de tocarse viendo las cámaras. Me enfrenté a la triple decisión de seguir durmiendo, buscar algo de acción con Olga o salir a correr. Elegí la tercera por la mala conciencia, ya que no había salido en toda la semana. Cogí las cosas con el máximo sigilo posible y me fui.

Tras más de una hora corriendo, decidí volver a casa. Mientras corría no se me iba de la cabeza la noche anterior. Se estaba animando mi miembro mientras me acercaba a casa e intentaba pensar en otras cosas para no dar el espectáculo que no ocultaban mis pantalones cortos. Me recordaba a esa etapa de adolescente que siempre estaba empalmado.

Al llegar a casa, Olga seguía desnuda en la cama leyendo en la tablet. Entré en la ducha que era más una necesidad que un lujo. Me desnudé rápidamente y cerré los ojos bajo el agua que caía sobre mi cuerpo.  Poco a poco se iban relajando mis músculos y perdía el calor acumulado por la carrera matutina.

Oí como Olga entraba en el baño, y posteriormente, en la ducha. Su boca buscó la mía mientras sus manos fueron directas a mi dormido miembro, el cual no tardó en despertar. La empujé contra los azulejos y empecé a jugar con mis dedos en su vagina. Nuestros gemidos se acompasaban mientras no decíamos nada, solo rompiendo el silencio con gimiendo.  Con el tercer dedo llegó un orgasmo que acalló mordiendo mi cuello mientras su mano derecha subía y bajaba de mi miembro, y la izquierda acariciaba mis huevos. Cuando se recuperó un poco, se puso de rodillas e introdujo mi pene en su boca, mamando con fuerza. No aguanté mucho hasta eyacular.

Solo quedaba una pregunta: ¿Qué había visto en las cámaras?

Parte II: La artista

Silvia

La universidad es un lugar extraño, se unen lo que odiamos y lo que amamos. Deseamos acabar y a la vez no queremos salir. En mi caso, lo más duro había sido entrar. Mis padres no podían pagarme los estudios, en especial porque una estaba muerta y el otro seguramente en alguna cárcel sudamericana por tráfico de drogas. Esto me hizo más fuerte.

Muchas veces he tenido la tentación de ser prostituta, pero nunca lo he hecho. La solución me la dio mi primer novio, aunque el pobre nunca fue de mucho pensar. Me dejó su ordenador una tarde y vi que se metía en páginas de webcam. Investigué un poco el mundo y entré de lleno, aunque mantenía algo de privacidad, nunca enseñé la cara, ni se lo dije a nadie.

El problema es que en este negocio hay demasiada gente y se necesitan muchas visualizaciones para triunfar. Así fue como descubrí que necesitaba ser especial. Sin embargo, no era fácil. Siempre hay alguien en mejor forma, más atrevida o incluso con el accesorio de un chico o chica para follar. Por no hablar de los grupos...

Así que inventé mi propia ficción para ganar dinero. Hacía el papel de una pobre chica, que era obligada a llevar una máscara de cuero y a masturbarse atada a una silla para diversión de su amo. Cómo suele pasar, la fantasía es más poderosa que lo real, y cientos de visualizaciones se repetían en mis shows.

A mi relativa fama, bueno Silvia es una desconocida, hablamos de la de Candy, fue un imán para peticiones de grabar vídeos con otros usuarios, prestarme como sumisa, invitaciones a clubs de BSDM...

Con mi nuevo nivel de vida cambié algunas cosas en mi piso, puse una nueva instalación de gas, cambié las tuberías, unas cámaras de seguridad... Tenía una vida normal por el día como Silvia y durante una hora era Candy, una pobre enmascarada obligada a dar un show por orden de un amo malvado.

Parte III: La proposición.

Estaba totalmente obsesionada con ella. Nunca había visto nada igual, era tan libre, tan fuerte y tan independiente. Me pasaba los días esperando a que llegase a casa para verla. No había nada que no supiera de ella y no me excitase. En las últimas semanas me había tocado más que en años anteriores y follado todavía más. Antes era un polvo entre semana y uno o dos en fin de semana, ahora eran todas mañanas, cuando Fran venía del trabajo y antes de dormir. Estaba siempre caliente y quería más.

Lo mejor era que la conocíamos, era una compañera de la universidad con la que compartíamos amistades y yo quería disfrutar con ella. Bueno, no quería disfrutar con ella, quería que disfrutásemos, porque era algo que quería compartir con Fran. No quería engañarlo, quería compartir con él toda esa excitación.

Así pues, una tarde conseguí su número para quedar con ella. Nos vimos en una cafetería poco concurrida. Allí, le expliqué todo con pelos y señales temiendo que me denunciase o me tratase de loca. Sin embargo, le gustó todo. Quería que me interesase en su disfrute, solo me advirtió ahora Candy sería la ama.

Me dijo que necesitaba ver que íbamos en serio, en especial por Fran que no sabía nada. Me dijo que necesitaba pasar tres pruebas para que nos aceptase:

  1. Tenía que contarle todo a Fran y él aceptarlo.
  2. Tenía que estrenar el culo de Fran.
  3. Teníamos que salir a correr con un plug los dos.

En cierta manera, estas condiciones no eran demasiado duras. La primera era una necesidad si quería hacer esto con él. Una parte de mí pensaba que podría dejarme o tacharme de loca ante toda esta situación. Sin embargo, sabía que estaba tan salido como yo, incluso más, y disfrutaría mucho con semejante mujer dominándonos a los dos.

La segunda condición no me preocupaba. Cuando lo conocí tenía un rollo con otro chico, y algunas veces habíamos jugado con mi consolador . Con otro hombre supondría un problema, pero con él no. La tercera me parecía morbosa y podría convencerlo pronto.

Parte IV: La fiesta

En menos de una semana, hicieron las tres pruebas. Para la primera me envió una fantástica foto polla para decirme que aceptaba. Para la segunda, me pasaron un vídeo en el que ella lo penetraba con un strapon de grandes proporciones. Y en la tercera otro video.

Estaban tan dispuestos que me dejaron helada. En mis mejores fantasías no hubiera visto algo tan sobrenatural. Eran unos salidos de cuidado.

Me di cuenta que había perdido toda la iniciativa y procuré recuperarla. Para ello, busqué en internet algo para sorprenderlos sin demasiado éxito. O era muy vulgar o no me ponía. Visité webs de dominación, BSDM... Hasta que organicé en mi mente el plan perfecto.

Llegué a su piso a última hora de la tarde. Me recibieron desnudos, tal y como les ordené. Se me iban los ojos al pene inhiesto de Fran, por lo qué empecé a acariciarlo ante la mirada celosa de Olga. Cada vez que me acercaba a él, ella más celosa estaba.

Le dije a Fran que fuese a preparar la cena para quedarme a solas con Olga. Saqué de mi bolso el antifaz de Candy y las cuerdas para atarla a una silla. Hizo exactamente el mismo show que hacía yo, a diferencia que su maestro no era imaginario. Cuando se iba a correr le ordené que parase, la quería muy caliente.

Cuando la cena estuvo lista, le pedí el strapn que había visto en el video tantísimas veces. AL ponérmelo me sentí muy poderosa, así que lo quise probar cuanto antes. Empecé por el lubricado coño de Olga, la cual no tardó en correrse mientras la penetraba con todas mis fuerzas.

Mientras tanto, Fran estaba lubricándose el culo y dilatándoselo con sus dedos mientras de tocaba sutilmente. Al poco tiempo quise probar su culo, lo que resultó también muy placentero. Olga le hacía una mamada que desembocó en una abundante corrida. Se la tragó con naturalidad, tanta que me hizo comprender que había encontrado mi sitio.