La vida inconfesable de una actriz de cine.
El trabajo de Cora es evitarle conflictos a su jefa. Pero cuando se entera que ella se ha acostado con su hijo, le viene a la mente el tiempo que han estado juntas.
1.
Ese día le tocaba descansar, tal vez salir a dar la vuelta sola, tomar un trago frente a la playa, y tal vez, solo tal vez el destino le llevara una a agradable sorpresa. Se había ido a la cama con esa sensación o soñado que la tuvo. Para medio día descubriría que se había equivocado en casi todo.
Para empezar, fue arrancada de sus sueños por el insistente sonar del teléfono.
Aun sin contestar, Cora miro el techo de la habitación e imagino eran problemas. Por el tono supo era su jefa. Normalmente los domingos por la mañana eran tranquilos, a ella le gustaba dormir hasta tarde. Tal vez se le desato la vena trabajadora y quería revisar los guiones, o…
… Algo que a veces le pasaba…
…había despertado con alguien que podía dar problemas.
Como “Asistente especial” el trabajo de Cora consistía en multitud de tareas, entre las cuales estaba evitar que su jefa se metiera en problemas. Cuando ya era tarde para eso, entonces sacarla del embrollo. Incluso en días libres.
Antes de tomar el aparato por un momento albergo esperanzas que no fuera nada de eso. Se suponía que esa vez no podía pasar nada, de momento aturdida por el abrupto despertar no pudo recordar por qué.
Era ella.
Contestó, la escucho al otro lado de la línea y como unos segundos después corto la llamada.
Al instante llego un mensaje: un icono de carita triste.
Estaba a punto de llamarle, cuando llego una foto. Le había advertido miles de veces que no lo hiciera. Las fotos filtradas eran la delicia de la prensa sensacionalista. pero a ella le encantaba mandar imágenes.
Le bastó un vistazo para darse cuenta que se trataba de algo sexual.
Había gente que mataría por una foto como esa.
Tracy Blair cubriéndose los pechos con la sabana de seda. Sonriendo de forma encantadora, como en el poster de su última película, a su lado dormía la persona con quien había pasado la noche. Se trataba de alguien delgado, que al principio pensó era una chica.
Cora bajo los párpados. Sabiendo que su día libre se había ido a la mierda.
No reconoció la habitación, así que debía de ser un hotel o la casa de la otra persona. El domingo en la mañana era el peor momento para eso, los paparazis andaban a la caza, sabiendo que la cosecha de escándalos caía con frecuencia al terminar el sábado. Lo primero sería asegurar el lugar, sacarla de allí y hablar con…
Entonces recordó.
El día anterior, la semana anterior se habían hecho arreglos para que ella estuviera tranquila, tenía un asunto personal, uno que no deseaba hacer público, se trataba de algo inocente. Al menos eso se suponía, todo en la cama sugería lo que había pasado entre esos dos.
No se trataba de una chica, ni de alguien que pudiera invitarla a su casa. Su jefa se había acostado con alguien tan joven que no podría tener una propia.
Eso ya era malo. Peor que se tratase de quien se trataba.
De su propio hijo.
2.
Tracy empezó su carrera muy joven. siendo una belleza despampanante de cabellera rubia. Compitiendo por trabajo en el medio con chicas del mismo calibre, que habían tenido clases de actuación, talentosas o con apellidos que les abrían las puertas. Sin esas ventajas, habiendo escapado de casa, sabiendo que la desesperación vendría, supo que su único modo de salir adelante seria abrir las piernas.
No podía hacerlo así nada más, no era de esas cantantes cuyas conquistas aumentaban su fama. Era una chica que empezaba cuyas oportunidades acabarían como su reputación si no tenía cuidado. Esperaría, haría las audiciones y daría su mejor esfuerzo. Pero tenía que sobrevivir. Para ello había toda una diversidad de industrias en que una chica de buenos pechos, y largas piernas podría ganarse la vida mientras llegaba su oportunidad.
Naturalmente sexy, con sus juveniles caderas no le hubiera costado ser prostituta. Vendiéndose cara para no necesitar más de un cliente a la semana o menos. Desde el principio la consideraron material de primera y le ofrecieron papeles en películas de adultos. El porno quedaba descartado, no quería que su rostro fácilmente reconocible se hiciera notar en ese rubro. Necesitaba algo más discreto, que pagara el piso y un agente que le buscara audiciones de las buenas.
Otro problema, es que aún no contaba con edad para participar en ese tipo de películas. Los estudios de cine para adultos, y agencias, le pedían identificación. Las que pagaban bien, las que no trataban a sus chicas como esclavas.
Le gustaba el sexo, pero no por eso le hacía nada de gracia vender su cuerpo, mucho menos acabar haciéndolo en las calles.
Fue esa sensualidad natural la que le causó problemas en el pueblo. Llamando tanto la atención, incluso vistiéndose de la forma más recatada. De todos los posibles amantes con que pudiera haber experimentado, fue su padre quien finalmente se ganó sus favores.
Como se le aceleraba el pulso recordándose desnuda, aprendiendo a batir las caderas sobre un hombre, mientras él le acariciaba con sus manos callosas los ya grandes pechos que apenas cabían en las blusas escolares. Siempre que la fotografiaran de forma sexy, o hiciera un papel de seducción, recordaría eso para poner esa cara que en el futuro la haría tan famosa.
Por cuidado que pusieron, empezaron las habladurías. Fue el momento de irse a seguir el sueño de convertirse en estrella de cine.
Su padre le mandaba el dinero que podía sin saber que eso no alcanzaba ni para un cuartucho en la gran ciudad, ni que su hija estaba por vender su cuerpo.
Siempre le había gustado sentirse admirada. Ser vista por millones se le antojaba la cristalización de un sueño. De niña participo en las obras de la escuela, donde todos le decían lo bien que actuaba. Algo que pronto se dio cuenta no servía en ese mundo de favores y de sexo.
El primer trabajo que encontró adecuado fue uno que al principio le pareció imposible solo de pensar. Le ofrecieron hacer películas, teniendo como pareja a un perro entrenado para tener sexo con mujeres. Habría huido de no ser porque la que le ofreció el trabajo fue una mujer amable y guapa, que entendió su situación.
Se llamaba Janet, una morena de bonita cara redonda que lucía un afro también redondo. El hermoso tono canela de su piel le llamo tanto la atención a Tracy como para el menos querer escucharlo que decía. Le era difícil creer que alguien hablase de algo así, tan simple como si se tratara de algo normal.
— ¿Te gustan los perros? — fue lo primero que le preguntó sin imaginar a donde iban las cosas.
La verdad es que le gustaban. Viviendo en el campo más de una vez los había visto apareándose, sin saber que una chica podía ser pareja de otra especie. No hasta que vio lo que había grabado Janet estando sola. La verdad es que parecía disfrutarlo.
La morena hacia los videos con un perro que ella había entrenado. Ahora le interesaba dirigir y poner su propio negocio. Sería un trabajo donde usaría mascara todo el tiempo o lo editarían para que no se le viera el rostro.
Realmente necesitaba el dinero y el trabajo cumplía con sus requisitos.
Prometió aplicarse, siguiendo las instrucciones de Janet. Al principio le fue difícil, pero su naturaleza le permitió dejarse llevar, finalmente encontró el modo de aprovechar los bríos del animal.
Pensó era algo que jamás trataría por su cuenta. Tomo nota de nunca tener un perro. Si se le hacía costumbre sería fatal para su aun inexistente carrera como estrella de cine serio. Pero disfruto ser poseída por el perro de Janet.
Incluso por la propia Janet.
Fue después de un trabajo, así como estaba. Aun con los jugos del animal escurriéndole por las piernas y cubierta de pelos de perro que la encargada de la cámara la invito a su cama. Ya sea porque recordaba los favores de su socio animal o porque había hecho bien su papel como actriz principal que se dieron las cosas.
Besos, lamidas y unas cuantas embestidas del animal cuando este se interesó en lo que estaba pasando en la cama.
Al final Janet la sorprendió pagándole por haberse acostado con ella. Una sorpresa inesperada que al principio no quiso aceptar. La directora le aclaro que así tenían que ser las cosas, no podían seguir trabajando involucradas sentimentalmente, si es que pasaba algo así tendría que ser en el plano profesional.
Así eran las cosas en ese medio, dejarse atrapar en una relación siendo tan joven sería un obstáculo para su carrera.
La directora mientras acariciaba al perro que le lamia entre las piernas le dijo:
— Apenas estoy empezando en el negocio, no te puedo pagar lo que vales. Sé que necesitas dinero, antes de dedicarme a esto hacia algo en lo que no me iba nada mal y a ti te van a adorar como la joya que eres.
Tracy presintió eso a lo que se dedicaba antes Janet. Negó con la cabeza.
— Eso de la prostitución es muy feo. Los hombres te hacen lo que quieren y en el poco tiempo que llevo aquí he visto chicas destrozadas.
Janet sonrió al mirarla.
— Dices que esta fue tu primera vez con una mujer y mira que lo hiciste bien. ¿Y si fuera solo con chicas? Con chicas que escogieras.
3.
Cora llamo a dos de sus asistentes de confianza, la que se parecía a su jefa con la peluca puesta y la que sabía conducir tan bien en el tráfico. Temiéndose lo peor tomo un taxi hacia al hotel donde estaba Tracy. Un sitio lujoso en el centro. Edificio de lo más seductor en la noche con las luces de colores y una trampa al descubierto con pocas salidas durante el día. Un montón de escándalos habían empezado en ese lugar. Muchos fotógrafos de celebridades pasaban por allí, a esas horas solo para ver que encontraban. Tendrían que haberse enterado de algo, había más de lo normal.
La asistente especial Cora usaba gafas obscuras, de pelo sedoso al hombro, con guantes, saco, corbata y pantalón de vestir que sacaba a relucir sus anchas caderas sobre el perfecto caminar de sus tacones. Todo de negro. Más de una vez había usado su figura para distraer fotógrafos indiscretos.
Esta vez no bastaría con eso.
El personal del hotel era de confianza, pero alguien se había dado cuenta que su jefa había pasado la noche en aquel lugar. Esperarían con los lentes de sus cámaras para saber de quien se trataba. Eso podría ser peor que la media de alborotos normales de la farándula. Su próxima película sería de corte juvenil, un escándalo así podría quitarle el papel estelar. Eso y que, tratándose de su propio hijo, hasta podría terminar en la cárcel.
Ella misma podía calificar de cómplice. Había abandonado en el primer año la carrera de derecho cuando empezó a trabajar para Tracy. Tenía suficientes nociones para imaginar lo malo que se podía poner todo si algo salía mal. Ya estaba pensando en a quien consultar para conseguirle un psicólogo al chaval, con la madre eso no serviría, solo tal vez un regaño marca diablo y como de todas formas no serviría de nada, solo quedaba una renuncia antes de que fuera demasiado tarde.
¿Tarde para qué?
¡Ya se había acostado con su propio hijo!
¿Pero era así en realidad? Tal vez solo habían decidido dormir desnudos. Con el calor que hizo anoche, por eso había regada lencería por todos lados.
Apenas podía creer que lo hubiera hecho, pero mucho menos dudarlo. Desde el primer día que conoció a esa mujer ya imaginaba que estaba rota, ahora que lo había confirmado (nuevamente) solo quedaba ayudarla. Si en ese momento renunciaba, capturarían a Tracy y en cuanto comenzaran las investigaciones seria la segunda persona en ser señalada.
La segunda adulta.
¿Quién había contactado a los abogados para que le dieran tiempo con el chico? ¿Quién había organizado la semana? ¿A quién le había enviado la foto por la aplicación de mensajería? Rogó solo fuera a ella y a nadie más.
La sobrevivencia de su jefa se había convertido en la suya propia.
A un lado del gran Hotel se reunió con las otras dos asistentes, sin darles explicaciones. Tan solo diciéndoles lo que tendrían que hacer. Entre menos supieran mejor para todas.
Lo primero sería llegar hasta el auto de su jefa. Uno que la prensa tenía bien identificado. Seguramente la vieron entrar y el resto era fácil de adivinar. A ese lugar solo se venía a dos cosas siendo famoso, a comer y a fornicar. Dependiendo del tiempo que tardara se podía saber.
Fueron hasta el encargado del estacionamiento. Un joven que les indico que no podía ayudarlas, tendrían que hablar con el gerente. Lo cual parecía de lo más correcto. La gente del hotel haría hasta lo imposible por ayudar a las celebridades que eran parte de su clientela. Hasta en cosas ilegales. Todo por un precio. Pero eso implicaría tener que esperar más e involucrar gente que podría empezar con rumores. Algo que trataría de evitar a toda costa.
Aquel joven era nuevo y solo la había visto un par de veces. Por más que le explicara no pareció ceder. Cerro los ojos e imagino más fotógrafos reuniéndose como hienas sobre un animal agonizante.
¿Buscar a alguien más o tratar otra cosa?
Bajo los parpados y se llevó los dedos entre los ojos. Espero un instante tendiendo la trampa. Al abrirlos por la expresión que vio supo lo que podía hacer. Olio el aroma de recién bañado del joven. No quería hacerlo, pero la forma en que la había devorado con la mirada era una oportunidad.
Fue lo que la decidió.
Con el gesto serio les pidió a sus asistentes que se alejaran un poco mientras ella se encargaba de conseguir acceso al coche. Ellas obedecieron.
De todas formas, era fácil saber lo que se proponía.
—Sé que conoces a mi jefa. Ayúdame y sabré agradecerte. De momento tengo prisa pero puedo darte un adelanto. — dijo en ese tono frio que por alguna razón encendía tanto, en especial a los hombres
El encargado parecía un chico que aún estaba en la escuela. Al menos no era un familiar y tendría carnet de conducir para ese trabajo. No tenía más compañeros, siendo un lugar tan lujoso todo estaba controlado electrónicamente y él tenía las claves.
Qué remedio.
Se quitó el saco lentamente. Sabiendo que el sostén de encaje obscuro resaltaría bajo la delgada tela. Ideal para lo que se proponía.
Al arrodillarse frente a él, indico sin lugar a dudas lo que iba a pasar. Alguien que dudase sobre el poder de los favores no llegaría muy lejos en ese mundo de celebridades y poder.
Cora se desabotono la blusa, dándole una vista de las curvas de sus pechos. Lo miro con deleite como le había enseñado la directora esa, amiga de su jefa. Ya estaba bajándole el cierre del pantalón.
Se trataba de un joven guapo. No iba a ser desagradable para nadie.
Una apuesta, hacerlo acabar con su boca, dejándolo indefenso ante ella o pedir ayuda a la gerencia. ¿Cuál sería la forma más rápida?
Ya estaba allí. Apretando los labios, apresuradamente pintados de color cereza. Viendo como su aspecto y el perfume ese carísimo de parís, que se podía comprar con el sueldo que le daba su jefa hacia su parte. Hasta cierto punto la más importante, que era cerrar el trato.
La otra, la que empezó mientras con la lengua acariciaba el tronco del pene ya erecto era la más intensa, pero la que más confiaba en llevar a buen término.
Por un momento se recordó cuando llego a esa ciudad con tantas esperanzas en el futuro y recién aceptada en una universidad importante. ¿Qué fue de esa chica? Ahora de rodillas le estaba haciendo una mamada a un chico tan joven que apenas tendría edad de ser contratado. En un estacionamiento. Uno lujoso, pero esa era la idea. Tal vez era la empleada perfecta para una jefa como la suya.
La idea le dio bríos, cálidas sensaciones que le bajaron entre las piernas, donde se tuvo que empezar a acariciar con la otra mano. Sin fingirlo como fue su idea en primer momento, dejo escapar suspiros de placer que fueron directo a los oídos del joven ya muy excitado como estaba.
Dar algo a cambio, empleando la piel era la moneda que hacía moverse las cosas. Eso no implicaba que tuviera que ser desagradable.
Pero tenía prisa, tampoco quería mancharse la blusa ni el pelo, así que aguzo la mirada estudiando el rostro del encargado, contraído por el placer que le estaba dando con la boca. Extendió los dedos para acariciarle el vientre.
Deslizaba los labios por el tronco del pene endurecido, cuando atisbo las señas del inminente derramamiento de semen que le llenaría la garganta. Un poco a su pesar Cora se felicitó, no era su mejor tiempo, pero había sido uno bueno. Apresuro el movimiento para cuando sintió la primera contracción de la verga en su boca, empujo en una última caricia hasta llevar sus labios hasta la base del pene.
Momentos después llamo a sus asistentes.
Las llevo hasta el coche ya con las llaves que le había entregado el encargado. Se sintió satisfecha, tanto como se puede después de haber hecho algo así.
Cora se permitió una leve sonrisa, mientras se ponía las gafas obscuras.
El pelo se le había desacomodado, era una mañana calurosa y la piel se le había llenado de sudor, trasparentando los redondos pechos. De eso no se dio cuenta, como tampoco de la gota de semen que le escurría por la comisura de los labios.
4.
Tracy había conseguido ya algunos papeles en comerciales y con papeles menores en algunos programas. Ninguno que le asegurara un segundo llamado. Tampoco que fuera medianamente bien pagado.
Por si fuera poco, el negocio con el perro de Janet no había podido arrancar. Coincidió con regulaciones internacionales para suspender el pago de ese tipo de porno por medio de tarjetas de crédito. Así que al final se quedaron con todos los videos sin poder distribuirlos. Tracy le aseguro que entendía los imprevistos y que no se preocupara por nada.
Aunque se consideraban amigas, le seguía pagando cuando se acostaban. Se podría decir que fue su primer cliente como prostituta de mujeres. Lo cual era más un autoempleo que otra cosa. Janet la recomendó con otras mujeres que al principio fue su sustento mientras entendía como hacerlo por su cuenta.
Eran en bares donde se pagaba una barbaridad por una copa. A cambio de eso se podía estudiar a las parroquianas que eran exclusivamente mujeres y conseguirse una clienta. Se podían invitar copas o aceptar para entablar charla. Antes de cualquier cosa se debía aclarar que su tiempo tenía un precio y eso agilizaba las cosas.
Tal como le dijo Janet, se hizo popular desde el principio.
Se pagaba bien, pero siendo como era, no pudo aceptar eso de solo pasar una hora por clienta. Solo se iba con las que le gustaban. Se aplicaba con pasión en lo que hacía, casi siempre pasando la noche con cada una. Ganaba menos que cualquiera de las otras, pero lo pasaba bien y pronto le alcanzo para cambiarse a un departamento más grande y más cerca de su área de trabajo como actriz.
Donde con toda seriedad y disposición buscaba las oportunidades. Mientras por las noches se la pasaba dando besos, recorriendo con su lengua el cuerpo de las mujeres que la habían contratado. Se había especializado en usar un juguete que se encajaba entre las piernas a modo de pene para penetrar a sus clientas. Ropa sexy. lencería y zapatos de tacón, en los que invertía para deleite de sus compradoras. También en cosas de buen gusto para lucir en las audiciones.
En esa época conoció a una mujer que le cambiaria la vida, aunque no convivio con ella por mucho tiempo. Algo mayor, cariñosa y una de las damas más refinadas a las que había tenido el gusto de fornicar como si fuera un nombre. Se llamaba Aria y más tarde, después de varias alocadas sesiones se enteró que estaba casada con un productor más o menos importante. Se trataba de un matrimonio por conveniencia. A ella le gustaba el dinero y las chicas jóvenes. Mientras a su esposo más o menos lo mismo.
A pesar de ser un matrimonio abierto los esposos se habían agarrado cierto afecto y compartían cama de vez en cuando. Normalmente con una chica de por medio.
Por un tiempo Tracy fue esa chica.
Viendo su carrera estancada, fue a través de ellos que pudo mejorar su situación. No solo consiguió papeles mejores, aun sin llegar a ser protagonista. Tener sexo con el esposo de Aria le recordaba a su padre, después de todo era el segundo hombre que le ponía las manos encima. Sexo no le había faltado sin plantearse muy bien de donde le llegaba, si hasta con un animal le había podido exprimir placer. Que fuese un hombre, con pele que la pudiera acariciar y besar fue todo un exotismo al que se entregó con una sed que acabo en descuido.
Resulto embarazada.
Se practicaban abortos todo el tiempo entre las actrices jóvenes. Pero Aria y su esposo le propusieron una alternativa. Una que de paso no arruinaría su estupenda figura en el proceso.
Seria Aria quien aceptaría llevar al hijo de Tracy en sus entrañas. Ser que de paso era hijo de su esposo.
Ella conocía las reglas con las que se conducía esa gente. Les daría lo que querían, a cambio de ayudarla. Bastaba con que no le apoyaran más para destruir su carrera y en ese momento no le apetecía cambiar pañales.
Trato de no darle importancia. De seguir con su vida, tomar lo que le ofrecían para seguir adelante.
A la larga le afectaría más de lo que podría imaginar.
5.
Habiendo dado instrucciones se dirigió al cuarto. Una de las asistentes se pondría la peluca y la otra conduciría el carro de su jefa. Harían como que trataban de escapar. Los buitres quedarían fascinados de ver que otra mujer la acompañaba. Mientras ella, su jefa y su hijo escaparían en el auto que trajeron las asistentes, que por cierto tenia los vidrios obscuros. El de su jefa debería tener, pero no le gustaba.
Un plan simple, siendo el mejor que pudo pensar en tan poco tiempo.
Si algo salía mal, si alguien volteaba en el momento inoportuno y sospechaba algo…
…Mejor no pensar en eso.
Bastaría un mensaje para poner todo en marcha
Le tocaba ir por su jefa.
Fue en el elevador que leyó el otro mensaje. Había llegado antes, pero hasta ese momento no pudo consultar el teléfono.
“Sé que lo manejaras bien. Siempre lo haces.”
Iconos de corazones.
“No te apures tanto y si por casualidad llegas, por fa, no interrumpas.”
Iconos de corazones, esta vez con otros de abrazos.
Luego un número, que supo era la clave para abrir la puerta.
En ese hotel las cerraduras eran combinaciones de tres dígitos, por si quería invitar a alguien a la habitación sin necesidad de solicitar una llave extra.
Las cejas de Cora se juntaron. Sintió que le regresaba esa sensación que anunciaba un dolor de cabeza. Después de todas las prisas que había pasado, de habérsela tenido que chupar a un extraño, no solo eso, tenido que prometerle favores extra. En los que estaba comprometida su palabra por lo que se veía obligada a cumplir.
Daba igual, tenía que sacarla de ese lugar y hacerlo rápido. Antes de que llegaran más de esos buitres. Le explicaría y si no entendía la sacaría a rastras. No pensaba que el chico le diera problemas. Quien solo tenía culpa de tener una madre loca. Le buscaría un buen doctor que le ayudara a superar el trauma y de paso a ella también.
El problema, era que el chaval probablemente caería en la categoría en que los pobres desafortunados que se acostaban con Tracy Blair solían caer. Que pasaban de una aventura a un inconveniente. Tracy estaba medio traumada por haberse involucrado con el padre del chico y la esposa de este. Había querido a ambos y le habían pagado con un papel regular en una serie que solo duro dos temporadas. Después la habían dejado a su suerte quedándose con su hijo.
Había desarrollado ciertas costumbres extrañas.
Daba las nalgas con voracidad como si fuera la última vez, sin fijarse en el género, a veces ni la especie y recientemente ni la consanguinidad (aunque como su asistente personal sabia lo de su padre). Siendo tan apasionada sus aventuras sexuales terminaban enamorándose de ella (excepto los animales). Sin que a Tracy realmente le interesara una relación con nadie.
Era entonces que a Cora le tocaba intervenir. Hablar con el pretendiente, si era pertinente asegurar su silencio. En el peor de los casos mandar al Primo de Janet de quien se rumoraba se había comido a un tipo cuando lo mandaron a pelear en la guerra. Nada de eso se le podía aplicar al hijo de Tracy.
Se trataba de un caso especial. Tendría que manejarlo de otra forma.
Si es que acaso le tocaba manejarla a ella y no a una autoridad más competente. Si no salían de allí con cuidado, podrían terminar en la cárcel. Al principio seria violada por las reclusas, después con un poco de suerte alguna lesbiana forzuda la protegería, si fuera un poco guapa, pues en ese momento no parecía tan mala idea.
Su jefa ya no se acostaba con nadie para obtener papeles.
Eso no significaba que no usara su cuerpo para conseguir lo que quería. Con sus modales refinados con el tiempo para llamar la atención de hombres y mujeres. Hasta con la ropa más sencilla desbordaba sensualidad. Se podría decir que ahora cobraba por ver. Se había hecho una reputación de chica buena, algo que le había abierto puertas y cerrado otras tantas.
¿Cómo habrían sido las cosas sin que trabajara para ella?
Tantas y tantas veces cubriéndola.
¿Habría sido tan simple como contratar a otra persona?
Estaba frente al teclado de la puerta de la habitación que habían compartido madre e hijo. Se preguntó si en realidad quería abrirla. Involucrarse en lo que había empezado entre ellos dos. Situación que ocurrió frente a ella sin que realmente se diera cuenta de lo que podría pasar. Los ojos del chico cuando su despampanante madre lo abrazaba, esos días que por instrucciones de Tracy habían preferido pasar a solas.
Todas esas señales a la vista y las había ignorado, pensando en que por primera vez en su vida esa mujer hacia algo decente.
Cora cerro los ojos.
Una imagen le vino a la mente:
Los hermosos labios de Tracy, tan cerca de su rostro, húmedos de haberle lamido la piel mientras le hablaba.
— ¿Puedes cuidarme?
6.
Cora calculo al centavo sus gastos para los primeros meses en la escuela. Con la beca asegurada al menos por el primer semestre. Tensa como estaba después de haberse ido de casa, situación que había planeado en la previsible reacción que tuvieron sus padres cuando les dijo que no se casaría, que iría a la universidad y que le gustaban las chicas.
No pudo evitar las discusiones, ni las amenazas de arder en la hoguera. Deshecha a pesar de lo emocionada en sus primeros días de clase. Necesitaba salir y hacer algo. Tal vez conocer a alguien.
Fue una noche después de medir lo que podía gastar, que decidió ir a uno de esos bares de ambiente entre mujeres. Escogió uno que lucía discreto, de luces rosas en el exterior y azules en el interior.
Sabiendo poco del lugar que por casualidad eligió, ni lo que le iba a costar.
Era entre semana y el lugar estaba medio vacío. Ideal para alguien reservada como ella. Su plan era tan solo tomarse una copa y observar.
Fue Tracy la que se le acerco.
— Hola guapa, ¿me invitas una copa? — le dijo con alegría.
Aun medio en penumbra la chica le pareció hermosísima, como una estrella de cine. El pelo parecía de zafiro reluciente con esa iluminación. Le hablo con tanta familiaridad que creyó se dirigía a otra persona, pero no había nadie en las mesas alrededor.
Se lo pensó un instante, fascinada por su suerte antes de contestar.
— Si. — dijo nerviosa, pensando que esa copa estaba en presupuesto.
Sonriente la rubia se sentó a su lado, arrimando la silla para estar más cerca.
— Gracias linda, yo soy Tracy, ¿Y tú?
— Cora, Cora Davis.
— Shhhh — la interrumpió, aunque muy lentamente. — nada de apellidos, solo nombres, quien sabe lo que podía pasar con dos chicas guapas como nosotras estando tomadas.
Cora dio un trago a la única copa que había pedido, la más barata del menú, era como si hasta el sabor hubiera cambiado cuando ella se le había acercado. Levanto la mano y pidió que le trajeran algo.
— Gracias. — repitió estudiando la carta, decidiéndose por un champagne de los más caros del lugar. — Antes que nada, debo aclararte que a veces soy prostituta, pero en este momento no estoy trabajando.
Sorprendida como estaba no supo que decirle, cuando se le acerco con complicidad y agrego con cierta amargura.
— Es mi cumpleaños, finalmente puedo venir a lugares legales a tomar algo.
— ¿Qué? ¿Qué dijiste?
— Que cumplo años, bueno fue antier pero apenas hoy estuve libre.
— No, sobre que eres…
La mesera les interrumpió, dejando no una sino dos copas de burbujeantes bebidas frente a ellas.
Cora calculo que eso le arruinaría los gastos de la semana, del mes y que esa noche en lugar de una aventura le esperaría una larga caminata a casa.
— Ya lo dejé, ya no soy prostituta, bueno a veces. Esta noche solo quería ir a un bar de estos “normalitos” y pasarlo bien. Te vi tan seria y encantadora que no me pude resistir a reclutarte para ayudarme a celebrar.
Cora pensó que esa persona estaba borracha. Tal vez aun pudiera disculparse con la mesera y decirle que simplemente no tenía para pagar.
— Yo, ya tengo mi copa. — dijo mirando el líquido que parecía y costaba como si fuera de oro.
Tracy alargo la mano, por un momento pareció que iba a tocarla, pero la desvió hacia la copa que ya estaba a medias. La tomo entre sus dedos, girando el cristal para beber por donde estaban la marca de los labios que había dejado Cora. Con la lengua acaricio esa parte, para acto seguido tomarse el resto del licor.
— Ya no tienes, por eso te pedí otra.
Empezó a levantarse cuando la rubia le puso una mano en la suya.
— Por favor, no quiero estar sola.
Era absurdo que siendo tan hermosa le dijera algo así. Tenía que ser algún tipo de trampa. Sus padres le habían advertido sobre caer en la perdición si se iba de casa. Eso seguramente era el comienzo.
Pero...
Se quedó congelada, atrapada por el rostro de tan delicadas facciones que por un momento le había parecido tan atractivamente triste.
Solo por un momento, ahora sonreía.
Sin saberlo ya no había marcha atrás.
Cuan hermosa le pareció esa sonrisa.
Más en las siguientes horas en que esos labios la cubrieron de besos de arriba abajo, que bebieron sobre su piel el champagne que derramo de la botella que se habían traído del local.
Cora había perdido la virginidad con un chico torpe e inexperto, siendo esto lo que le hizo replantear sus preferencias. Sin haber tenido muchas experiencias con mujeres, dándose cuenta que no había conocido lo que era el sexo hasta esa noche con Tracy devorándole la boca mientras se retorcía desnuda sobre ella, como si fuera el fin del mundo o la única mujer que existía.
Hizo tanto como pudo por seguirle el ritmo, por regresarle algo del placer que le estaba dando. Aturdida por tantas partes de su cuerpo que ni se imaginaba podían darle placer.
A la mañana siguiente se vistió apresuradamente. Creyó que Tracy seguía dormida, pero la miraba con deleite.
— ¿Te vas?
— Tengo clases.
— ¿Vas a la escuela?
— Sí, soy chica que saca puros dieces.
Tracy se levantó sin nada que le cubriese.
— Tendrías que haberte bañado.
— Ya no me da tiempo.
— ¿Cómo piensas irte? Creí no tenías dinero, Aller tuve que pagar todo.
Cora se quedó con la blusa a medio abotonar. La verdad es que no sabía ni donde estaba. Era un edificio de apartamentos lujosos. Habían tomado un taxi y se estuvieron besando en el trayecto.
La rubia se puso frente a ella y le abotono con lentitud los botones que le faltaban.
— ¿Es tan importante? Quédate otro poco.
— No puedo.
Tracy arqueo las cejas de forma teatral.
— Aun no me has dicho como vas a pagar por mis servicios.
Los ojos de Cora se ensancharon de sorpresa.
— Dijiste que no estabas trabajando.
— En el bar. Allí estaba celebrando mi cumpleaños, me invitaste una copa y al final resultó no tenías ni para pagarla. — Tracy puso cara de indignación, como si no entendiera porque tenía que aclararlo. — Aquí es otra cosa, espero estés forrada porque no soy nada barata como te podrás imaginar.
No quiso señalar las contradicciones en lo que había dicho.
Suavemente la empujo de regreso hacia la cama.
— Pero… me acabo de vestir.
— Quería ver como lo hacías, ahora quiero desvestirte nuevamente. — sonriendo con esa encantadora malicia.
De haberse opuesto, Cora le sacaba al menos una cabeza de altura. Característica que en el futuro, de saco y con los lentes negros le daría pinta de guardaespaldas más que de una asistente. Podría haberla empujado, salir de ese lugar y buscado como regresar a su apacible vida anterior donde el rechazo de su familia y la falta de dinero eran sus únicas preocupaciones.
Pero en realidad no quiso resistirse.
Conducida por la rubia que poso sus labios sobre los de ella, un momento con suavidad y al siguiente aplastándoselos contra los dientes. Mientras con sus manos le arrancaba la ropa de nueva cuenta. Abriéndole la blusa, la falda se rasgó ante el peso de las dos que le dio acceso a su ropa interior.
Hacia unas horas estaba afectada por la noche y el alcohol, ahora completamente consiente recibió su tacto entre las piernas con una mano, con la otra masajeándole los pechos y devorándola por la boca.
Tracy ya la tenía recostada, sobre de ella, a su merced trabajándola
Las sabanas de suave y metalizado satín empezaron a susurrar al deslizar de los cuerpos que se empujaban. Atrapada en las sensaciones placenteras que le llegaban por todos lados, Cora se curvaba en ángulos que no sabía podía alcanzar. Lanzando alaridos de los que hacía solo un día no se creía capaz.
Esta vez el placer de la joven actriz no estaba entre sus piernas, era su mente la que se alimentaba de las reacciones que desataba en esa linda chica alta, si bien aún no sabía cuánto ni como, pero había decidido tenerla cerca. Le encantaba ese inocente éxtasis que encontró bajo la fachada de frialdad controlada.
Sorbiéndole los pechos como manjares, mientras con su dedo medio dentro de ella, la empujaba cada vez con más velocidad, sabiendo como hacerlo sin lastimarla con las coloreadas y largas uñas.
Sobra decir que la estudiante, ese día no fue al colegio.
Minutos después, Cora cubierta de sudor, satisfecha y cansada como nunca se había sentido, se dio cuenta que Tracy le estaba tomando fotos con la cámara de su teléfono.
Apenas con fuerzas cerro las piernas.
— ¿Qué haces?
Como respuesta la rubia abrió las cortinas y siguió tomando fotos.
— ¿Necesitas dinero? Tengo una amiga de confianza que te puede ayudar.
— ¿Haciendo qué? — Se escuchó preguntar nerviosa.
La actriz sonrió.
La respuesta fue de los más inquietante.
— No te preocupes, no es nada raro. Ahora solo trabaja con humanos.
Así fue como Tracy y Cora se conocieron.
7.
La puerta no daba directamente al dormitorio. Un pasillo con una mesita que exhibía varios productos cortesía del lugar. Botellas de loción, sprais para refrescar la piel, aceites para masajes, toallitas perfumadas, y entre otras cosas más, paquetes de condones.
Nada de eso fue tocado.
Un bisbiseo acompasado flotaba en el aire.
Sintió una punzada en el pecho que le hizo cerrar los ojos. Esa parte del trabajo al que nunca podría acostumbrarse. Tenía que ser profesional, distante como se había educado a si misma de chica. Respiro sin estar consiente de cuan agitada había estado. De cuan aliviada y asustada estaba en ese momento.
Ahora que estaba allí, ahora que podía hacer algo las cosas tendrían que salir bien. Como en las ocasiones anteriores. Que su jefa fuera como era, es lo que la había hecho especial. La sombra de ella que era lo poco que podían captar las cámaras, lo que había vendido millones de entradas a las salas de cine, lo que hacía que la adorasen sin verdaderamente conocerla, sin sospechar de donde venia esa enigmática sonrisa.
Cora sintiéndose el personaje secundario en su propia historia, entro en el dormitorio.
Allí estaban los dos. Sobre la cama. Siendo los estelares en lo que ocurría en esa habitación.
El chico habría la boca tratando de tomar aire, evidentemente afectado por las sensaciones que le producía la mujer que sobre el subia y bajaba su cuerpo con cadencioso deleite. Lo hacía con delicadeza, sin prisa. Girando las caderas para con la suavidad de su interior, acariciar la virilidad que hacía entrar y salir de ella.
Tracy Blair, la actriz que empezó de extra en comerciales, que salto a la fama interpretando a la princesa Alyssandra, enamorando al público con su inocente erotismo. La que ahora se podía dar el lujo de escoger sus papeles en grandes producciones. Deseada por chicos y grandes.
Vestida tan solo por el sudor que le perlaba la piel, hacia el amor con su hijo.
— Es Cora, no te preocupes… — dijo entre jadeos. — vino a llevarnos a casa.
Edmond, a quien le decían Ed. Atrapado en el placer, habiendo vivido tantas nuevas experiencias al lado de su madre, no pudo prestarle mucha atención a la mujer de lentes negros que había entrado.
Los estupendos pechos de Tracy balanceaban al ritmo de sus caderas que bajaban y subían por el tronco firme del miembro de su hijo. Susurrándole entre mimos, palabras que empezaban para distorsionarse en suspiros alargados. Lo hacía sin prisa, sin la desesperada hambre de calor entre los cuerpos que solía abrazarla en sus aventuras de una noche.
Aunque en ese momento era claro quien llevaba el ritmo, la expresión embelesada de ambos hacía difícil adivinar quien había llevado a quien, a eso, en que la ropa sobraba, como el decoro, en pos de los placenteros beneficios que pudieran conseguir frotándose los cuerpos.
Hacia solo unos días eran desconocidos. Al menos en persona. Durante años Cora había primero sospechado y después sabido de eso que a veces nublaba las sonrisas de su jefa. Aria Blon la que había parido al chico, había muerto un poco después de que Tracy consiguiera el éxito con sus películas. Con fama, dinero y aquel chico desconocido siempre en mente, había tratado de contactar al padre para que le permitiera verlo. Sin éxito al principio, fue a Cora imponente y seria a quien mando para decirle que tenía intenciones de emprender acciones legales, o de llegar hasta donde tuviese que llegar.
Ponerse en pleito con la nueva novia del cine no parecía buena idea.
Un par de semanas para conocerlo, era lo que había pedido. Parecía razonable. El chico estaba superando la pérdida de la que creyó era su madre, para darse cuenta que tenía otra. Una con la que, si al principio estuvo cohibido, ya no era más así.
Tracy se dejó caer suavemente sobre su hijo, dejándole los pechos al alcance de la boca. Apresurando los vuelcos en su cintura, resollando en la seda de las sábanas. Cora no pudo evitar recordar la noche en que la había conocido. Se llevó una mano a la boca, afectada y fascinada por los cuerpos que frente a ella se entregaban.
Prohibidos placeres, que atraerían nubes obscuras.
Cora sintió vibrar el teléfono en sus manos, apenas pudo comprender el significado de las alarmadas palabras de la asistente que le llamó. Alguien las vio con la peluca, adivinado las intenciones del escape.
El plan estaba arruinado.
Se habían tardado demasiado.
Normalmente Cora hubiera cerrado los ojos. No pudo.
Tracy pronuncio el nombre de dios sin que estuviera enterada ni le importara nada. La pareja se reacomodaba, girando sobre sus columnas, quedaron un momento abrazados frente a frente, fluyendo en un beso cuyos bríos los llevaron hasta que ella fue la que quedo de espaldas, con el chico sobre ella. Las manos de la actriz se deslizaron sobre la espalda delgada. Como si fuera posible unirse más a él. Las largas piernas abiertas para darle paso.
Ed, por un momento disfrutó la nueva posición, sorprendido de no haber sacado el pene. Ansioso comenzó a empujar. El cuerpo de su madre acepto las acometidas con el deleite llenándole la cara.
Cora se mordía los labios.
Su trabajo era protegerla, la situación se le estaba escapando de las manos. El teléfono seguía vibrando. Las chicas esperaban instrucciones, sin que supiera que decirles. No sabía qué hacer.
Ahora eran mensajes.
Descubrir la treta de la peluca, para los fotógrafos era como oler la sangre de una presa herida. Estaban llegando más.
Lo que ocurriera en el mundo parecía tal lejano a madre e hijo que se entregaban con tanto entusiasmo.
Pocas veces Tracy había estado tan desconcertada como en ese momento. Sin ser ella la que llevaba la iniciativa, dejándose bombear al gusto de su hijo. Queriendo hacer algo más que estar y dejar que el placer la llenara. Se torcía desesperada cuando el éxtasis la hizo estremecer y aullar al mismo tiempo. Sin que esto aminorase el ansia del chico que fascinado se descubría aprovechando los puntos débiles de esa hermosa diosa. La que tenía derrotada de placer. Provocándole expresiones que solo pudo imaginar en las fotos que había visto y coleccionado de ella. Hasta hacia poco no comprendía por que le llamaba tanto la atención esa actriz que había trabajado con sus padres.
Cora por su parte sin que la tocaran, sin que ella lo hiciera estaba húmeda entre las piernas. Desesperada y excitada en partes iguales. Las ideas se le interrumpían cada vez que trataba de formar una. Si es que su jefa se estaba entregando de forma tan contundente, era por que confiaba en que la sacara del apuro.
Como siempre.
Las manos de Tracy se acercaron al rostro de su hijo, dando la sensación de no creer que era real. Con verdadera adoración. Le acaricio las mejillas para atraerlo hasta que sus bocas intercambiaron lenguas. Los cuartos del chico ya sin control arremetían sobre ella, hasta que inevitablemente los espasmos le ganaron derramando calientes chorros en el interior de su madre.
Satisfecho se quedó un momento así dentro de ella. Después rodó a un lado exhausto. Entre las piernas de su madre el semen dibujaba un hilo lechoso.
Sin aliento la asistente especial Cora Davis los miro, saliendo de su aturdimiento para caer en otro distinto. Hechizada como lo fue desde el primer momento por los rasgos de Tracy.
Cuan diferente habría sido su vida sin conocer a esa mujer. Tanto como para ya no poder imaginar otra forma de vivir. Practicar una felación a un hombre, no era ni de lejos el límite de lo que estaba dispuesta a hacer por esa mujer.
Dio un paso al frente.
Ya no era el miedo, el deseo de protegerla le impulsaba. Era eso o dejarse devorar por unos celos difíciles de conciliar consigo misma.
Se arrodillo frente al agotado rostro de Tracy, dándose de lleno con los olores de su piel cubierta de sudor. Los respiró para darse fuerza.
Ya sabía qué hacer.
Pego su frente a la de ella, dejando que los sudores se mezclaran, Esta vez sí cerro los ojos mientras paciente espero a que su jefa se recuperase. Pudo haber esperado minutos o más. Así se quedó, hasta que a través de la piel la sintió regresar lo suficiente como para ser escuchada.
— Estamos en problemas, jefa.
Con las frentes pegadas, aun pasaron varios minutos.
Tracy Blair era víctima de sus deseos, pero sería e inteligente para aplicarse cuando tenía que hacerlo.
También solía asustarse. Lo merecía, lo ameritaba, tal vez así aprendiera una lección.
— No te puedo sacar de aquí, no sin que te vean. Hay un ejército de fotógrafos allí afuera. Prepare algo, pero se fue al carajo. — No pudo evitar decirlo con amargura.
Tracy que hasta el momento no había dicho nada se quedó sin palabras, empezando a comprender. La fiebre sexual que en ella era como el alcohol se le estaba bajando.
Merecía asustarse un poco, pero igual Cora no pudo soportarlo y se apresuró a explicarle el nuevo plan.
— Las chicas van a llevarse a Ed a casa. Pero esos animales van a preguntar y buscar, a menos que les demos algo suculento…
8.
— Quiero que dejes la escuela, de trabajar para Janet y lo hagas para mí de tiempo completo. — Le dijo Tracy, teniendo que levantar sus ojos claros para mirarla al rostro.
La cito frente al bar donde se habían conocido. Muchas cosas le habían pasado a Cora en ese año. Al principio todo había salido bien, pagándose la escuela y mucho más. Janet la había introducido poco a poco en la industria del porno. Primero ayudándola con lo administrativo, con los actores, para en algún momento pasar frente a las cámaras. Con todas las reservas de una chica criada en una familia tradicional, calculo con frialdad el tiempo que le llevaría ahorrar para terminar la escuela trabajando en otro rubro. En algo decente. Las cuentas solo le salieron aceptables de esa forma.
Había llegado al objetivo. A costa de hacer cosas que no imaginó y hasta llego a disfrutar. Janet hacia películas finas, con muchas cámaras, locaciones y solo con personas abrumadoramente hermosas. No le había costado tanto tocar a esa gente ni dejar que la tocaran.
Siguió en contacto con Tracy quien a veces parecía conseguir el añorado gran papel y otras veces no. Sacándola de algunos apuros, señalando lo que le parecía tan obvio, que a la actriz se le solía escapar. A veces parecía que lo hiciera a propósito.
Como si quisiera tenerla a su lado.
— Te voy a seguir ayudando, cuando no tenga tareas. — se escuchó decir, aunque había ido con la firme intención de decirle que se tendría que concentrar en la escuela. — Pero no puedo dejar la universidad.
Cora espero a ver como reaccionaba. Sabía que no se le daba bien a esa chica aceptar sus negativas, incluso si eran a medias. Vio como se le juntaban las cejas. Esperando una de sus rabietas.
Helada se quedó cuando se paró de puntas y sin previo aviso le lamio con la lengua una de sus mejillas.
— ¿Ves? A veces hago cosas locas. Hay cosas que no te dicho, pero me conoces más que nadie… sabes de mi hijo.
Se lo había contado, y como las otras veces adquirió esa expresión de amargura que tanto le dolía ver a Cora.
— Te he dicho que eso se puede arreglar, hay un profesor que sabe mucho sobre derechos de custodia, solo es cuestión de que…
Se calló al darse cuenta de que esta vez Tracy parecía más afectada que otras veces, como si estuviera a punto de llorar. La contemplo sabiendo que nunca le gustaría verla así.
Poco a poco se recuperó.
— Siempre me estoy metiendo en líos. Ahora mismo hay un tipo que me está llamando a diario, cree que voy a ser su novia o algo, y un productor que cree se puede aprovechar de mí.
¿Sera cómo te aprovechas de mí? Pensó sin decirlo.
— Tracy. — le tomo por los hombros. — Antes de conocerme lo hacías bien y seguirás haciéndolo. ¡Eres muy fuerte!
— Esta vez es distinto. — dijo apretando los dientes. — Hay un casting importante. Resulta que leí el libro del que van a hacer el guion. ¡Soy clavadita a la protagonista! ¡Nadie más que yo, puede hacer el papel! ¡Necesito que me ayudes! — Los hermosos labios de Tracy, tan cerca de su rostro, húmedos de haberle lamido la piel mientras le hablaba. — ¿Puedes cuidarme?
9.
Un bombazo.
La prensa sensacionalista publicaría las fotos hasta el día siguiente.
Antes de eso en el noticiario de la noche lo sacaron. La conductora levanto las cejas, sabiendo que era jugoso, sería tema de conversación por un tiempo.
Fue en la sección de espectáculos.
Sacaron algunas imágenes donde Tracy Blair aparecía sonriente tomada de la mano de una mujer alta de lentes obscuros, quien a diferencia de la actriz parecía incomoda por la atención de las cámaras. Las habían atrapado en el gran hotel, ese donde todo mundo sabía que se iba a comer o solo otra cosa más.
Con una rápida investigación descubrieron que se trataba de Cora Davis, una empleada que llevaba tiempo con ella. Nada de una tórrida aventura. Al parecer ya tenían tiempo juntas. Las noticias sobre parejas como esa ya no escandalizaban como antes.
Por si fuera poco, la actriz con esa sonrisa encantadora y al parecer aliviada por ser descubierta, hizo una declaración:
— Les presento a mi novia Cory.
La aludida, que no se lo esperaba se puso roja como doncella.
Al público, al menos a la mayoría le encantó el gesto.
Después ya entrados en tema, hablaron de la próxima película de Tracy Blair y una posible segunda parte de la película que la hizo saltar a la fama.