La vida en un soplo (Cap. VIII - 9ª parte)
Cap. VIII - Volviendo a los inicios, 9ª parte de 11
Nos despertamos al día siguiente y Sara estaba muy contenta.
Sara: Que bien me caen tus socios, son majísimos.
Yo: Creo que a ellos también les has caído muy bien mi amor.
Bajamos a preparar el desayuno para todos, decidimos llevarlos a la ciudad a dar una vuelta para que la vieran y si querían comprasen alguna cosa, una vez allí caminábamos en pareja cogidos, llegamos a la zona de tiendas y las chicas no dejaron un aparador sin mirar, al pasar por la tienda de la ropa de Sara, Irene hizo el mismo comentario sobre la ropa.
Sara: ¿Entramos y te pruebas algunas cosas?
Irene miró a José María, supongo que porque sabía que los precios eran bastante prohibitivos.
José María: Por una vez en la vida creo que podemos hacer un esfuerzo.
No había acabado de hablar que Irene ya estaba entrando con Sara en la tienda, se probó varias cosas.
Irene: ¿Tú Sara no te miras nada?
Sara me miró a los ojos.
Yo: Si quieres alguna cosa eres libre de hacerlo.
Sara: ¿Sabes que pasa Irene?, que todo lo que puedo querer ya lo tengo.
Me cogió por la cintura mirándome, Irene soltó una carcajada.
Irene: Haces bien cariño es una joya, bastante desastre pero una joya.
José María abrió la boca para decir algo y yo le señalé con el dedo callándose de golpe.
Paseamos un poco más y volvimos para casa, en el coche iban las chicas detrás y nosotros delante.
Irene: Que bien se está aquí, os lo debéis de haber estado pasando de maravilla desde el primer día que llegasteis, es un sitio muy romántico.
A Sara se le entristeció la cara, nos mirábamos a los ojos por el retrovisor.
Sara: No creas, hemos necesitado algún día para volver a acostumbrarnos el uno al otro.
Yo: Después de tantos años yo había idealizado a una Sara, pero ahora que nos hemos vuelto a reencontrar os puedo asegurar que es muchísimo mejor de lo que jamás pensé, me tiene enamorado “perdió” la cabrona.
A Sara se le dibujo una sonrisilla y me miró enamorada.
Irene: Que ya te conocemos Luis, al ver a esta muñequita se te cayeron los huevos, seguro Sara que has hecho con él lo que has querido, como si no lo conociera, cuando se enamora da todo lo que tiene y más.
Sara: Me parece que no lo conocéis tanto como pensáis, tiene un corazón enorme y es capaz de ayudar a las personas desinteresadamente, pero tiene las ideas muy claras, si no fuera por él ahora mismo no estaríamos aquí.
Irene se quedó pensando y no dijo nada.
José María: Yo lo que sé es que es más tacaño que la hostia, por una vez que nos regala algo y el cabrón nos regala una gorra, una puta gorra.
Sara: Pues mejor no te digo lo que me ha regalado a mí porque te tiras del coche en marcha.
Nos reímos todos a carcajadas.
Por la tarde después de comer y descansar un rato, estábamos sentados en la alfombra al lado del fuego, ellas con la espalda apoyada en un sofá y nosotros delante apoyados en otro, nosotros no parábamos de mirarlas porque llevaban puesto unos vestiditos cómodos para estar por casa muy cortos.
Irene: Nenes, podéis cerrar los ojos de vez en cuando que se os van a secar.
Yo: Y una mierda, yo no me pierdo detalle del espectáculo.
Sara: Ya sabéis hasta el color de las bragas que llevamos cabrones.
José María y yo: “Sip”.
Irene: Son unos viciosos “degenaraos” nena.
Sara miró a Irene a los ojos, esta abrió la boca con una sonrisa y se enlazaron en un morreo tremendo acariciándose los muslos una a la otra, nosotros instintivamente no empezamos a tocar el paquete.
Irene: ¿Os gusta el espectáculo?, pues seguir mirando par de gilipollas.
Se arrodilló al lado de Sara besándola más intensamente, subiéndole la mano por debajo de la falda en medio de los muslos, le empezó a meter mano por encima de las bragas, Sara le tocaba el culo por debajo de la falda, Irene estiró a Sara con las piernas abiertas en la alfombra y empezó a besarla en medio de los muslos subiendo hasta besarla encima de las bragas, Sara gimió mirándonos provocando.
Nosotros nos sacamos las pollas que estaban a punto de reventar, empezamos a hacernos una paja, Irene agarró las bragas y estiró bajándoselas, dejándola con el coño muy abierto delante nuestro, metió la cabeza en medio de las piernas lamiendo alrededor del chichi de Sara que llevaba la cabeza atrás gimiendo, después se lo comía de arriba abajo con unas ganas tremendas, Sara gemía sin parar con una mano encima de la cabeza de Irene, le metió dos dedos de golpe en el coño dando Sara un grito, José María no aguantó más, se arrodillo y fue hasta el culo de su mujer metiéndole mano por debajo de la falda en el coño, Irene gimió ahogadamente con el chichi de Sara en la boca, José María se lo frotó un poco y le levantó la falda bajándole de un tirón las bragas metiéndosela sin contemplaciones, sacándole un grito ahogado de nuevo a su mujer.
Me levanté, me puse arrodillado al lado de Sara que estaba gimiendo sin parar, acercándole mi polla a su boca, cuando la vio me la agarró y me la chupó con fuerza un rato, le tocó la cabeza a Irene, esta la levantó de su coño y Sara le ofreció mi polla sacándosela de la boca, Irene se la metió todo lo que pudo a la vez que se follaba a Sara con dos dedos, succionó con fuerza unas cuantas veces y se la entregó de nuevo a Sara para que continuase volviendo al coño, José María no paraba de chillar follándose a su mujer y mirando lo que pasaba, Sara se levantó y me estiró para que Irene se sacara la polla de su marido y se sentara encima de la mía metiéndosela, Sara se la chupaba a José María mientras Irene me cabalgaba gritando sin parar.
Estiré el brazo metiéndole dos dedos a Sara en el coño volviendo a follarla, ella estiró de la polla de José María acercándose a mí para colocarme el chichi encima de la boca, José María se apartó de Sara y se arrodilló detrás de su mujer, cogiéndose la polla metiéndosela poco a poco en el culo, Irene dio un buen grito y empezó a moverse más rápido, yo le comía el chichi a Sara por todos lados excitadísimo, de golpe José María y su mujer empezaron a gritar muy alto corriéndose los dos, Irene se salió de encima y Sara se sentó de un salto al revés dándome la espalda, metiéndosela de golpe hasta el fondo dando un grito, Irene que estaba delante bajó la cabeza y siguió comiéndole el coño a Sara mientras me follaba, pasé una mano por encima de Sara acariciándole las tetas, mi socio no se la sacó y siguió follándose a Irene volviendo a gritar, al poco rato José María se estaba volviendo a correr en el culo de Irene, Sara se corría con mi polla en su coño.
José María se quedó tirado apoyado en el sofá derrotado, las dos se pusieron una al lado de la otra arrodilladas, me hicieron poner delante para meterse mi polla un rato cada una en la boca, chupando, succionando, pajeando, cambiando de boca cada poco rato, luego una chupaba y la otra me pajeaba por debajo de la boca de la otra. En algunos momentos solo me hacían una paja fuertemente, colocando sus bocas muy cerca para que me corriera mirándome las dos riendo, sabiendo lo que me gustaba aquella situación, al final me corrí disparando a una boca y la otra con la mano de Sara en mi polla sin dejar de moverla, cuando salió la última gota de esperma, Sara se la metió en la boca de nuevo chupando pasándosela a Irene que succionó con fuerza un par de veces devolviéndosela a Sara para que hiciera lo mismo, me empezaron a temblar las piernas y todo el cuerpo, volviéndome a correr en la boca de Irene que chupaba con fuerza para dejarme seco y hecho una mierda.
Me estiré al lado de mi socio con la misma cara, ellas nos miraban riendo.
Irene: Los machitos estos no nos han durado mucho, yo solo me he corrido una vez, ¿y tú?
Sara: Yo otra y justita, ¿tú crees que nos van a dejar con ganas o se van a esforzar en dejarnos satisfechas?
Nos levantamos como si tuviéramos un muelle en la espalda, estirándolas en la alfombra y metiéndoles las lenguas en el coño, José María a su mujer y yo a la mía, le pusimos tanto animo que rápidamente las teníamos gritando como locas, hicimos que se corrieran casi a la vez sin parar de lamerles el chichi pasándolas de gusto, ellas cerraban las piernas estirando de nuestras cabezas para sacarnos de en medio, nosotros seguimos sin hacer caso de las voces que nos daban de que ya se habían corrido y no podían aguantarlo, al poco rato se estaban corriendo de nuevo gritando perdiendo todas las fuerzas, quedando estiradas mirándonos queriendo matarnos, José María y yo chocamos las manos en señal de victoria.
Irene: Por mi coño cansado que esta me la vais a pagar pedazo de cabrones.
Sara se descojonaba tapándose la boca mirándome con una cara de amor que me volvía loco, me levanté, la cogí en brazos y me la llevé a la ducha de nuestra habitación, oyendo la voz de Irene hablando con su marido.
Irene: No me vas a llevar a mí así también capullo.
José María: Claro que si mi amor, es que no tienes nada de paciencia coño.
Nos metimos en la ducha dejando caer el agua encima de nuestros cuerpos sin dejar de besarnos, nos secamos y la llevé a la cama estirándola, poniéndome yo encima, ella me acariciaba el pelo mirándome a los ojos.
Sara: Que feliz que soy a tu lado.
Yo: Y mucho más que lo serás, me voy a dejar la vida en ello.
Sara me besó de nuevo cayéndole una lagrimilla, me fui colocando muy despacio en medio de sus piernas follándonos de nuevo con amor y suavidad, hasta corrernos sin dejar de mirarnos a los ojos, nos quedamos un rato en la cama sintiendo el contacto de nuestros cuerpos.
Pasamos un fin de semana fantástico, íbamos los cuatro en el coche para acompañarlos al aeropuerto.
Irene: El viernes que viene os espero en casa para cenar.
Yo: Tengo una idea mejor.
Irene: No me jodas tú ahora.
José María: La va a joder como siempre cariño.
Yo: No sería mejor quedar en el barco para que Sara haga el juramento delante de todos.
José María: Hostia, la primera buena idea que le oigo a este tío en la puta vida.
Sara: ¿Qué es eso del juramento?, ya me estoy acojonando.
Irene: Sí, es un juramento que tiene que hacer todo el que sube al barco de Luis.
Sara: Cabrones, esto suena a tomadura de pelo total.
Los dejamos y cuando volvíamos.
Sara: Como puedes haber sido amigo de José María toda la vida, no paráis de insultaros.
Yo: Con el tiempo lo entenderás, nosotros nos decimos de todo en cualquier momento, pero cuando hace falta somos los primeros en ayudarnos, gracias a él pude ir a buscarte, se preocupó de buscar toda la información, le quiero como si fuera el hermano que nunca he tenido, haría cualquier cosa por él, y el cabrón lo sabe.
Sara: Ya podemos volver a tu mundo cuando quieras mi amor, sé que seré muy feliz estando contigo donde sea.
El martes por la mañana temprano salíamos de la casa del lago camino de mi casa, paramos en la autopista a comer algo, conducía despacio, sin prisas, con su cabeza apoyada en mi hombro con una sonrisa de felicidad. De pronto noto algo en el muslo, veo la mano de Sara y ella riendo poniéndome ojillos de niña mala, se acordó del primer viaje, aceleré y paré en el primer área de descanso con ella agachada comiéndome la polla, pasamos a los asientos traseros, volviéndole a colocar un pie en cada asiento delantero, con las bragas colgando de uno de sus tobillos, para volver a follar riéndonos sin parar pero corriéndonos como bestias.
Llegamos a la calle de mi casa, ella se lo miraba todo.
Sara: Es muy bonito este pueblo, y donde tienes la casa es precioso con el mar delante.
Abrí el garaje metiendo el coche, Sara bajó mirándose los otros.
Sara: ¿Y estos coches son tuyos?
Yo: Los coches y el barco son mi pasión mi amor.
Sara: Perfecto, ahora ya sé que te puedo regalar que te haga ilusión.
Levanté el dedo señalándola.
Yo: Sara no te pases.
Sara: Silencio, yo ya estoy curada, me voy a gastar el dinero en lo que me salga del conejo, y más si es por ti.
Metimos las maletas en el ascensor y las enviamos al segundo piso, nosotros subimos por las escaleras, para enseñarle a Sara la casa de abajo arriba, llegamos al salón, lo miraba todo, saqué de un cajón un juego de llaves y un mando del garaje, cogí de la nevera un par de cervezas y la acompañé a la terraza, nos sentamos en un sofá de exterior uno al lado del otro. Ella me miraba.
Yo: Vamos a tomar una cervecita antes de seguir y nos recuperamos del viaje.
Sara: Esta terraza tiene unas vistas fantásticas, como relaja.
Yo: Sara, quiero hacerte entrega de algo.
Sara: Me estas asustando tan serio.
Le cogí una mano abriéndosela y le puse encima las llaves.
Yo: Te hago oficialmente entrega de las llaves de tu casa, para que entres y salgas cuando quieras, las llaves de mi corazón ya hace días que las tienes.
Sara: Que tonto eres y como te quiero.
Nos tomamos la cerveza tranquilamente, subimos a la segunda planta, le enseñé las habitaciones de mis socios y sus hijos cuando venían a pasar unos días conmigo, subimos a la terraza de la última planta, le encantó por la idea de tomar el sol en pelotas y bañarse en la pequeña piscina.
Sara: En verano no me voy a mover de aquí nene.
Yo: Vas a encontrar unos cuantos sitios de los que no querrás moverte cariño.
Sara: A sí, ¿Qué sitios?
Yo: Un atardecer en una cala solitaria en el barco, una mañana en medio del mar sin nada a la vista, cosas así.
Sara: Qué idiota he llegado a ser y la de cosas que me he perdido.
Yo: No te las has perdido, las vas a vivir y te van a encantar.
Sara (riendo): ¿Y cómo sabes que me gustaran?
Yo: Porqué tienes la sensibilidad que se necesita para disfruta de esas cosas.
Bajamos por fin a la habitación llevando las maletas, se la enseñé toda, sobre todo los armarios donde tenía que colocar su ropa.
Yo: Cuando esté todo colocado haremos una sauna y una bañerita que nos dejará nuevos, Sara cariño, ¿quieres que te ayude con esto?
Sara miró las maletas, me miró a mí.
Sara: Creo que mejor me cuido yo, tu baja y piensa que haremos para cenar.
Bajé al salón pensando que a lo mejor estaba empezando a entenderlas un poco, miré por la cocina, vi que la señora que se cuidaba de mantener mi casa en condiciones no se había olvidado de comprar algunas cosas para nosotros, preparé algo sencillo para calentar cuando quisiéramos cenar. Esperé a Sara sentado en mi sillón preferido con los pies en alto escuchando música en el equipo bien alta, me quedé dormido, me despertó Sara dándome besos suaves por toda la cara encima de mí, se había puesto una camiseta mía y unas bragas.
Yo: ¿Te gusta tú casa?
Sara: Me gustas tú, viviría contigo en cualquier lugar.
Yo: No te pases, anda que no te comprarías la casa que te diera la gana.
Sara (riendo): Hostia Luis que poco romántico eres coño, yo intentando quedar bien contigo y tu jodiendo la marrana pensando en el dinero.
Me levanté de golpe con ella en brazos, dio un gritito de sorpresa y la llevé hasta el vestidor de nuevo, le bajé y le quité la camiseta y las bragas, me desnudé y de la mano la llevé hasta la sauna, diez minutos sudando y la metí en la ducha poniendo el agua fría, gritaba queriendo salir y yo la empujaba para que no saliera de debajo del chorro, la abracé y nos metimos los dos, después entramos en la bañera, se sentó encima de mí besándome sin parar.
Yo: Las burbujitas te van a ir mejor si te sientas en la bañera.
Sara: Que le den por culo a las burbujitas cariño.
Nos besamos durante tanto rato que perdí la noción del tiempo, anocheció y nosotros estábamos ya arrugados de tanto agua, hice que mirara para arriba para ver las estrellas a través del cristal redondo que teníamos encima, estábamos totalmente relajados.
Sara: Si te digo algo no te enfadaras.
Yo: Porque me digas no me enfadaré nunca, en todo caso me enfadaré por lo que no me digas.
Sara: Me gustaría que en algún momento me hablaras de María.
Yo: Te contaré de todo lo que quieras, pero de María te hablaré cuando encuentre el momento idóneo, todavía me duele y me dolerá siempre cuando pienso en ella, ¿me dejaras encontrar el momento para hacerlo?
Me abrazó muy fuerte.
Sara: Cuando tú quieras cariño, y si me dices que no quieres hacerlo también lo entenderé.
Yo: Si tú quieres te explicaré lo que quieras de lo que sea.
Sara: ¿A sí?
Yo: Y siempre con la verdad por delante.
Sara (riendo): ¿Te has follado a muchas en esta bañera?
Estaba a punto de responderle.
Sara: No, no, prefiero no saberlo, que igual te mato de celos.
Yo: ¿Tú celosa?, pero si hemos estado el fin de semana con mis socios sin parar de follar.
Sara: Ellos no cuentan, son de la familia, pero como te vea tonteando con otra te la arranco de cuajo y ya no podrás tontear con nadie más, con lo que me ha costado volver a estar de puta madre contigo no voy a dejar que ninguna pelambrusca me quité el sitio.
Yo (riendo): Prefiero no verte en esa situación.
Sara (riendo): No sabes lo que soy capaz de hacer.
Yo: Prefiero no saberlo mi amor.
Sara: Perdona me he acelerado, a ti no te haría daño jamás con lo que te quiero.
Yo (riendo): Menos mal, me tenías acojonado.
Sara (descojonándose): Pero a la pelambrusca se le iban quitar las ganas de joder a las demás.
Yo: Me parece que todavía tengo de domarte un poco más, eres una tía muy peligrosa.
Sara: Tú puedes domarme como quieras pero los demás no me van a pisar ni en sueños.
Estaba claro que Sara tenía un carácter de la hostia, pero conmigo era tan cariñosa y dulce que no me preocupaba lo demás.
Aquella primera noche dormimos desnudos como siempre, por la mañana noté algo y me desperté, levanté la sabana y Sara estaba enganchada a mi polla, levantó los ojos para mirarme con una sonrisa sin dejar de chupar hasta hacer que me corriera.
Yo: Como me gusta recuperar las viejas costumbres cariño.