La vida en un soplo (Cap. VIII - 8ª parte)
Cap. VIII - Volviendo a los inicios, 8ª parte de 11
Me desperté como cada día antes que ella y me quedé un rato mirándole la carita dormida, le aparté un poco el pelo para verla mejor y ella se movió, levanté la sabana para verla desnuda y no aguanté más, me metí dentro bajando hasta su chocho besándolo encima del vello púbico, volvió a moverse separando un poco las piernas, las acabé de separar y le metí la lengua en medio del coño por un lado moviéndola despacio, Sara dio un grito de sorpresa despertándose tocándome la cabeza.
Sara (riendo): Buenos días mi amor.
Le empecé a dar vueltas al clítoris con la lengua, no dejándola acabar de hablar pasando de palabras a gritos cortos y fuertes corriéndose moviendo el cuerpo, subí por dentro de la sabana sacando la cabeza dándole un besito en los labios, ella reía sin parar.
Sara: Que despertar más bueno con sabor a mi coño, como me gustaba que me despertaras así.
Nos duchamos juntos, cogió jabón en su mano pasándomelo por los huevos subiendo agarrándome la polla, empezó a hacerme una paja mirándome a los ojos.
Sara: No te escapas, ahora te toca a ti.
Fue acelerando los movimientos de su mano, yo me apoyaba en el cristal de la ducha gimiendo, se agachó y se la metió en la boca succionando fuerte, apretándola también con fuerza con la mano, di un grito temblándome las piernas, levantó la vista con una sonrisa de satisfacción y volvió a metérsela succionando mucho más fuerte, cuando la metía y cuando la sacaba, repitiéndolo unas cuantas veces, apartó la boca y me pajeo mucho más rápido, yo no sabía qué cara poner del placer que me estaba dando, paró la mano apretándomela en la base, volvió a metérsela en la boca chupando con fuerza hasta que no pudo meterse más, sacándola succionando de nuevo todo lo que pudo, me dio un latigazo el cuerpo, Sara volvió repetirlo moviendo todo mi cuerpo de nuevo, me miró sin sacársela de la boca y le puse una cara indicándole que estaba a punto de correrme, se la sacó y volvió a la paja rápida y fuerte, haciendo que me corriera gritando todo lo que me daban los pulmones, apuntaba mi polla a su boca abierta, a unos tres dedos de distancia, dejándome ver como los chorros le entraban dentro, o le caían en los labios o la cara poniéndome caliente como la moto de un hippie. Cuando paré de correrme le dije que siguiera succionando, me hizo caso rápidamente sacándome el poco semen que me quedaba tragándoselo, no paraba y tuve que avisarla porque me estaba matando de gusto. La ayudé a levantarse.
Yo: Para, para mi amor que me vas a matar.
Sara: No sabes cuánto me gusta ver cómo te corres.
Yo: Y tú lo buena amante que llegas a ser cabrona, me sacas de mis casillas.
Me miró orgullosa riendo.
Los siguientes días todo fue como la seda, comenzamos a correr alrededor del lago por las mañanas, cinco minutos caminando cinco corriendo, ella tenía que coger ritmo poco a poco, su carácter se mantenía estable, parecía ser feliz y sincera, así que a mí me tenía cada día más enamorado. Acabamos follando por todos lados como la vez anterior, hasta encima de la lavadora, una mañana la buscaba por la casa y al fin la encontré en el cuarto de la lavadora, metiendo ropa dentro con el culo levantado y no me pude contener, me puse detrás y la liamos bien liada, acabamos con ella sentada encima y yo delante, entre el traqueteo de la lavadora y el nuestro, desenganchamos una manguera por la parte de atrás escapándose el agua por toda la habitación, mientras nosotros estábamos con lo nuestro sin hacer ni puto caso, acabé con el agua por encima de los tobillos.
Otro día estábamos estirados en el sofá descansando escuchando música, yo estirado y ella con medio cuerpo encima de mí y la cabeza en mi pecho, nos movimos un poco y se me clavó algo en los riñones, metí la mano entre los cojines y salió el puto reloj de los cojones que desencadeno toda la mierda después, lo cogí colgando de la cadena por un dedo, se lo enseñé a Sara.
Yo: ¿Y con esto que coño hacemos?
Levantó los hombros mirándoselo.
Sara: ¿A ti te gusta?
Yo: No lo puedo ni ver.
Sara. Pues lo tiramos a la mierda y que le den por culo.
Se quedó pensando.
Sara: Creo que se lo daré al matrimonio que cuida de la casa, que hagan con él lo que quieran.
Yo: Pues me parece muy bien, al menos que alguien lo aproveche.
Llegamos a la semana en la casa y aquella tarde.
Sara: Hoy hace una semana que llegamos y me estoy poniendo triste.
Yo: ¿Por qué?
Sara: Porque se acaba el tiempo de estar aquí, soy tan feliz que me da miedo cambiar de lugar o estar con más gente, aquí contigo solos me sobra el resto del mundo.
Yo: Ya te lo dije, no te preocupes, te aseguro cuando te acostumbres un poco a tu nueva vida vas a ser mucho más feliz que ahora, pero de todas maneras si quieres podemos alargar algunos días más.
A Sara le cambió la cara de golpe.
Sara: La otra vez también lo hicimos, ¿no te importa, lo harías por mí?
Yo: Claro que lo hago por ti, aunque alguien me va a cortar los cojones si tardo mucho más.
Sara: Hablas de Irene.
Yo: Sí, no sabes cómo es, cuando la conozcas te va a encantar, es la persona más natural y directa que conozco.
Aquella noche estaba en la cama leyendo algunas cosas en las redes sociales, Sara estaba en el cuarto de baño, salió desnuda y apagó la luz, dejando la habitación solo iluminada por el fuego de la chimenea, por el ventanal se veía el lago con la luna reflejada en él, me miró y puso las manos en el cristal del ventanal sacando el culo, me levanté y me acerqué a ella rodeándola con mis brazos, acariciándole las tetas presionándole el culo con mi polla.
Yo: ¿Estás bien mi amor?
Sara: Sí, quiero que me hagas una cosa, te acuerdas de aquella noche cuando estuvimos aquí.
Le toqué el culo con la mano, bajando un dedo por el medio de la raja hasta llegar al ojete, me lo mojé con toda la saliva posible para lubricar el agujero y metérselo un poco.
Yo: ¿Esto es lo que quieres?
Sara (excitada): Sí.
Yo (respirando fuerte en su oído): Pídemelo.
Sara: Cariño, quiero que me folles por el culo, que te corras en mi culo.
La cabrona me puso como una moto, jugué un rato con mi dedo dentro, después con dos y finalmente le metí muy despacio el capullo, acabando de metérsela toda lentamente, ella respiraba profundamente, dejando ir algún grito que provocaba inmediatamente que yo le preguntara si le hacía daño, me pedía que siguiera con una sonrisa cuando notó que le tocaba el culo con mi pubis, poco a poco fui aumentando la velocidad, chocando con su cuerpo despacio al principio y muy fuerte al final, con su cabeza girada para no perderse como me corría dentro y fuera, después me dio un besazo y me abrazó.
Sara: Ahora he recordado porque lo hicimos la otra vez, necesitaba sentir tu cuerpo chocar contra el mío, y me ha gustado, me ha gustado mucho verte disfrutar de esa manera notando los golpes de tu cuerpo.
Pasaron dos días más y por la tarde estábamos como no, tirados en la alfombra, sonó el teléfono, miré la pantalla y vi, “Irene”, miré a Sara, ella me estaba mirando.
Sara: ¿Qué pasa?
Le enseñé el nombre de quien llamaba.
Yo (riendo): Que me van a cortar los huevos, lo siento cariño, se acabo el follar.
Sara soltó una carcajada.
Sara: Déjame a mí.
Me agarró el teléfono de las manos, me cogió pánico el primer momento, pensé que depende del humor que estuviera Irene se podía liar parda, Sara descolgó…
Sara (simpática): Hola soy Sara que le he cogido el teléfono a Luis, ¿eres Irene?…, Sí, estamos muy bien…, él está perfecto, te lo mantengo en forma y muy guapo…
Joder, se me levantaron las cejas.
Sara: No te preocupes mujer, si no para de hablarme de ti…, una cosa Irene, porqué no os organizáis y venís a pasar el fin de semana con nosotros, hay un vuelo el viernes que llegaríais aquí a primera hora de la tarde, podéis volver el domingo a última hora…, claro que será divertido…, os vendremos a buscar al aeropuerto…, un beso muy fuerte Irene…, te paso con él que tendrás ganas de oír su voz.
Me pasó el teléfono, yo con una cara de gilipollas tremenda.
Yo: Hola cariño.
Irene: ¿Cariño?, ni cariño ni hostias, te voy a cortar los huevos igualmente por no llamar tú tonto polla.
Yo: Perdóname, es que estaba liado.
Irene: Va, no me toques el coño con tus escusas, suerte tienes de estar acompañado de esa maravilla de mujer, ¿pero cómo no me habías dicho que era así?
Yo: Es que yo tampoco lo sabía.
Irene: ¿Que vas a saber tú?, si no sabes ni donde está tú mano derecha joder, lo único que sabes siempre donde está es tu polla, eso sí que no lo pierdes de vista cabrón, un beso muy fuerte y un abrazo de José María, vamos a buscar billetes de avión y te lo confirmaremos, tengo unas ganas de verte, pero un hostión no te lo quita ni Dios por gilipollas.
Colgamos la llamada y miré a Sara.
Sara: ¿Bien?
Yo: Sí, todo perfecto, está como siempre, encantadora.
Sara: No te ha molestado que les invitara, ¿no?
Yo (riendo): No sé si eres más cabrona tú o ella, igual me acabo arrepintiendo de esto.
Sara se descojonó de risa, cogió su teléfono y llamó hablando en francés.
Sara: Ya está, el viernes por la mañana vendrán a limpiar toda la casa y traernos comida para el fin de semana.
El viernes salimos de casa para caminar por la montaña y perder el tiempo, en ese momento llegaron dos camiones y un montón de gente, sacaron aparatos de limpieza de todo tipo, en un momento unos se encargaban de los cristales otros de los suelos, gente quitando el polvo, llegó un coche y detrás una furgoneta, del coche salió un hombre que se dirigió a Sara dándole la mano, de la furgoneta salían cajas de comida. Por fin nos pusimos en marcha.
Sara: Este señor que me ha saludado es el que se cuida de la casa todo el año, le he dicho que en el cajón de la entrada había una caja para él, que haga lo que quiera, ya nos hemos deshecho del puto reloj.
Yo: Joder, y ¿todo lo demás?
Sara: Yo que sé, se cuida él de todas estas cosas, supongo que habrá contratado una cuadrilla de limpieza para acabar rápido y no tocarnos mucho los cojones.
Yo: Mi amor cada día hablas peor, te pareces más a mí.
Sara: No querías a una chica espontanea y natural, pues aquí la tienes con “to” su coño.
Yo: Ya, cuando hablaste con Irene también fuiste muy natural, serás falsa, me los pusiste por corbata cuando me cogiste el teléfono de las manos.
Sara: Falsa, ¿por qué?
Yo (imitándole la voz): “Sí, no para de hablarme de ti”, que cojones tienes.
Sara: ¿Tú eres tonto o qué te pasa, que querías que le dijera?, no, no se acuerda de ti porque me lo estoy follando cada día las veces que me sale del potorro.
Reímos un buen rato con la conversación, cuando llegamos a casa no quedaba nadie y todo estaba limpio de cojones, hasta fuera la entrada estaba perfecto.
Por la tarde Sara me pidió que fuera yo a recogerlos al aeropuerto, para tener más tiempo ella en preparar algunas cosas para el fin de semana.
Yo: ¿Ya confías en mí?, no tendrás miedo de que coja un vuelo y desaparezca, como aquel que se fue a comprar tabaco y no volvió.
Sara: Cariño, sé que no eres gilipollas, no te querrás perder una vida feliz al lado de una mujer como yo.
Y me guiñó el ojo la cabrona.
Llegué al aeropuerto, esperé un rato y se abrió la puerta saliendo gente sin parar, vi salir a Irene con José María detrás empujando un carrito con maletas, cuando me vio salió corriendo tirándose a mis brazos, dándome un abrazo que pensaba que me iba a partir por la mitad la cacho bruta, se separó, me cogió la cara con las dos manos mirándome.
Irene (contenta): Estás guapísimo cabrón.
Me soltó un beso con lengua allí en medio, José María reía viendo a su mujer, nos abrazamos y fuimos a buscar el coche. Mientras íbamos para casa.
José María: No sé que le ha pasado a Irene con Sara, pasó de hablar fatal de ella a estar encantada como si se conocieran toda la vida.
Yo: Es que Sara tiene mucho poder de persuasión.
Irene: Me pareció una tía majísima y atenta, no como tú melón que si no te llamo no eres capaz de decir nada, suerte tienes de que esté tan contenta de verte.
Llegamos a la verja y la abrí con el mando.
José María: Esto hace muy buena pinta, ¿de dónde ha salido esta casa?
Yo: Ya te lo explicaré con tranquilidad es una historia muy larga.
Seguía conduciendo por el camino de la propiedad.
Irene: Pero todo este camino es privado de ella o viven más vecinos.
Yo: No Irene, este camino es parte de la propiedad que es enorme, incluido un lago.
Llegamos al recodo del camino, al pasarlo quedó la casa a la vista, al lado del lago con una montaña detrás.
José María: La madre que me parió, esto es una cabaña para Sara.
Yo: Es justo lo que dije yo la primera vez que la vi, pues sí, para esta gente esto es una simple “cabaña”.
Irene miraba para todos sitios sin decir nada, creo que estaba nerviosa de ver a Sara en persona, la muy cabrona no decía nada, llegamos delante de la casa y paré el coche, salimos y se abrió la puerta, apareció Sara con un vestidito corto precioso, bien peinada y con la cara un poco pintada, hacía que los ojos todavía le resaltaran más en la cara de lo que ya lo hacían normalmente, estaba preciosa, se acercó a Irene sonriendo, Irene se la repasaba de abajo arriba forzando una sonrisa, Sara la cogió de las manos mirándosela.
Sara: Luis cariño, pero si esta mujer es un bellezón de primera, no me extraña que la quieras tanto.
Yo pensé, “menuda hija puta estas hecha”, a Irene se le dibujó una risa abriendo la boca, ahora sí sincera. José María me daba un codazo.
José María: Como coño puedes encontrar a estas mujeres que parecen todas gemelas joder, y tan guapas por Dios.
En ese momento Sara le dio un beso en los labios a Irene que nos dejó a los hombres helados, Irene le respondió y acabaron pasándose las manos por la cintura jugando con sus labios.
José María me pegó otro codazo que casi me parte una costilla.
José María: ¿Tú estás viendo eso?
Yo (con cara de tondo): Joder si lo veo, y créeme que estoy tan sorprendido como tú.
Se pasaron las manos por la espalda y entraron en la casa.
Sara: Ven cariño que te enseño la casa.
Irene: Es preciosa.
Nosotros entramos las maletas teniendo claro que aquel fin de semana las que iban a mandar eran ellas, las subimos a la habitación de invitados y bajamos al salón, le traje una cerveza a José María y otra para mi sentándonos, él lo miraba todo bajando y subiendo la cabeza, al poco llegaron las dos hablando como si se conocieran de toda la vida.
Sara: Mira que par, ¿a nosotras no nos vas a dar nada para beber nene?
Salí rápido y traje dos cervezas para ellas, que ya se habían sentado al lado de José María.
Irene: Que casa más bonita, ahora entiendo porque no volvíais, yo me quedaba aquí para siempre.
Sara: Ves cariño como yo tenía razón, es que se lo pedí pero él no quiso por estar cerca de vosotros.
A Irene se le dibujo una sonrisa enorme mirándome con cariño.
Sara: Lo tenéis enamorado y no me extraña.
José María: Bueno, sobre todo mi mujer, porque si fuera por mi le hubiera dado una patada en el culo hace tiempo al cabrón este.
Yo: Calla la bocaza joder, ¿voy a tener que aguantar que me toques los cojones toda la puta vida?
Reímos todos, Sara mirando a Irene.
Sara: ¿Estos dos están siempre así?
Irene: O peor, son dos críos, ya digo yo siempre que en vez de dos tengo cuatro en casa, bueno eso antes, ahora los míos ya son mayores y estos dos siguen en la misma edad mental.
Volvimos a reír y seguimos hablando de distintos temas, sobre todo de Sara, lo que había hecho por EEUU, Sara me hizo una señal para que la acompañara a la cocina.
Sara: Tendrías que estar con Irene, la pobre seguro que te ha echado de menos estos días.
Yo: Cariño pero si ya estoy con ella, estamos todos juntos y la tengo al lado todo el rato.
Sara: No te enteras, que tendrías que follar con ella que se muere de ganas, ¿no te has dado cuenta?
Yo: Sara cariño, yo que sé lo que piensa Irene.
Sara: Qué inútiles sois los hombres, no nos vais a entender nunca joder.
Yo: Cariño, yo ya hace tiempo que he desistido a entenderos, cuantas más vueltas le doy más me lio.
Sara: A ti te voy a dar unas cuantas clases de cómo entender a las mujeres, porque de entender no entiendes, pero de meterla la metes siempre, ¿no? Gorrino, venga, entra al salón y llévate a Irene, déjala bien contenta que se lo merece.
Yo: Pero mi amor, no hemos hablado de esto, ¿y tú que vas a hacer?
Sara: Yo le voy a sacar una sonrisa a tú amigo, se va a enterar del polvo que le va a caer encima.
Nos besamos profundamente y salimos al salón, fui directamente a por Irene extendiéndole la mano, me miró a los ojos sonriendo y me la cogió levantándose, subimos cogidos hasta la puerta de la habitación de invitados, le di un besito en los labios.
Yo: ¿Qué te gustaría hacer?
Irene (riendo): Si quieres podemos jugar al parchís si te parece.
Yo: Vale, voy a buscar uno.
Hice el gesto de volver, me cogió por el cuello con una mano metiéndome la lengua hasta la garganta, abrió la puerta con la otra, me empujó dentro de la habitación tropezándome con las maletas, pegándome un hostión de tres pares de cojones.
Irene: Eso, mátate antes de follarme, desastre que eres un puto desastre.
Me ayudó a levantarme y me acarició la cara.
Irene: Te he echado tanto de menos cariño, tanto, tenía que hacer algo para verte, estaba preocupada por lo de Sara, no sabía cómo era.
La besé sin dejarle decir nada más levantándole la camisa quitándosela, se enganchó a mis labios con ganas, le agarré el culo levantándole la falda, no paraba de tocarme con sus manos por todos sitios, llevaba pantis que se los reventé con las manos, me arrodillé delante suyo, le bajé lo que le quedaban de ellos y me amorré a besarle el coño por encima de las bragas, me cogió de la cabeza y dio un suspiro fuerte abriendo las piernas, bajé mis labios apretándole en medio del chichi notando al poco rato como se le mojaban las bragas, ella gemía más fuerte.
Le bajé las bragas quitándoselas y empecé a chuparle el clítoris, dando un bandazo con el cuerpo apretándome la cabeza con las manos, le bajé por detrás la cremallera de la falda dejándola caer, me levanté volviéndola a besarla con pasión y le empujé para que cayera en la cama con las piernas colgando, me saqué de un tirón la camiseta, los pantalones y todo lo que llevaba quedándome en pelotas. Irene me repasaba el cuerpo como comprobando que no me faltaba nada, se quitó el sujetador tirándomelo a la cara desnudándose totalmente, se sentó en la cama mirándome desde abajo a los ojos, me cogió la polla acariciándola suavemente y se la metió en la boca chupándola fuerte un buen rato.
Le volví a empujar estirándola en la cama, le coloqué mis brazos debajo de sus rodillas levantándole el culo metiéndosela en el coño, no de golpe pero casi, pegó un buen grito, follamos en aquella posición un rato, hasta que ella hizo fuerza con sus manos apoyadas para subirse más arriba de la cama, mirándome y haciéndome un gesto con un dedo para que me estirara encima suyo, volviéndola a penetrar hasta el fondo, rodeó mi cintura con sus piernas, estando un buen rato sin dejar de gritar mientras follábamos. Hizo fuerza girándose de golpe colocándose ella encima sin que se saliera, empezó una cabalgada enorme corriéndose bastante rápidamente, la giré de nuevo colocándome encima acercando mi boca a su oído, sin dejar de meter y sacar la polla de su coño mojado, cada vez con más fuerza mientras ella no dejaba de gritar.
Yo: Dime que me quieres y que tenías ganas de follarte mi polla.
Irene (muy excitada): Déjate de pollas y fóllame más fuerte que estoy a punto de correrme otra vez joder.
Subí el ritmo en velocidad y fuerza haciéndole gritar a todo pulmón, cuando creía que estaba casi a punto.
Irene: Y te corres conmigo ahora mismo cabrón.
Subí el ritmo todo lo que pude pegando ella unos gritos enormes arrastrándome a mí corriéndonos los dos a la vez, ella quedó jadeando, yo me coloqué a su lado mirándola, giró la cabeza mirándome a los ojos dándome un beso.
Irene: Ahora estoy mucho mejor, de que “pollas” me hablabas antes.
Yo: Nada déjalo.
En ese momento oímos a José María correrse con unos gritos que parecía que se iba a caer la casa.
Irene: Pero que le ha hecho Sara a mi marido que no le he oído correrse así nunca.
Yo: Es la novedad Irene, la novedad.
Irene: Anda que no os gustan a los hombres las novedades cabrones.
Yo: Irene hay una cosa que me preocupa, ¿aceptareis a Sara en nuestros juegos?
Irene: Coño tío sería muy injusto no hacerlo si ella quiere, y por lo visto José María tampoco va a poner ninguna pega, el hijo puta debe estar frotándose las manos.
Yo: No seas mala, ¿bajamos con ellos?
Bajamos y los encontramos vestidos encima de la alfombra, Sara sentada hablando con José María, que estaba estirado mirando el techo con cara de haberse “fumao” cuatro porros seguidos, nos sentamos con ellos riéndonos de la pinta de mi socio.
Irene: Cariño, ¿qué te ha pasado?
José María levantó una mano haciendo un gesto como diciendo, “tela marinera”, sin decir nada.
Yo: Hostia puta, a ver si esta será la manera que cierre la bocaza que tiene y se quede callado para siempre el capullo este.
Sara e Irene se taparon la boca riendo.
José María (con voz cansada): Ya te gustaría a ti “desgracio”.
Aquella noche después de cenar nos pusimos de copas hasta el culo, cantando y bailando como gilipollas, nos fuimos a dormir tarde cada pareja a su habitación.