La vida en un soplo (Cap. VIII - 6ª parte)
Cap. VIII - Volviendo a los inicios, 6ª parte de 11
Me desperté a las pocas horas, Sara estaba durmiendo a mi lado pasándome un brazo por el pecho tapados con una manta, coloqué la manta para taparnos bien, me giré y le pasé mi brazo por la cintura quedándome dormido de nuevo. Nos despertamos con la salida del sol que entraba por los grandes ventanales de la casa, nos miramos a los ojos los dos serios, la besé delicadamente devolviéndome el beso, la besé otra vez moviendo mi mano por su espalda acariciándola, abriendo más la boca metiéndole la lengua, me ofreció la suya entrelazando las dos, me incorporé un poco para poner mi cabeza encima de la suya volviéndola a besar y acariciarle despacio los muslos, al separar los labios hizo un gesto de querer hablar y sé los volví a tapar con los míos, pensé que mejor no dejarle hablar porque seguro que la cagaba otra vez.
Me incorporé un poco más, poniéndome casi encima suyo para llegar con mi mano a su chichi tocándolo suave por encima de las bragas, gimió por primera vez, sin dejar de besarla le metí la mano por dentro de las bragas haciéndole una paja, empezó a enlazar gemidos mirándome a los ojos asustada y excitada, me coloqué totalmente encima, deslizó las manos por debajo de mi camiseta agarrándome fuerte la espalda apretando cada vez más mientras se mojaba, con la mano que me quedaba sin ocupar me bajé de un tirón el pantalón, me acomodé bien entre sus piernas, le aparté las bragas y se la metí lentamente, dio un pequeño grito apretándome la espalda escondiendo su cabeza entre mi cuello y pecho, follamos muy lentamente, haciéndole subir las pulsaciones y los gritos poco a poco, hasta que se corrió abrazándome muy fuerte, ahogando sus gritos con el contacto de su boca en la piel de mi cuello.
Nos quedamos en silencio, solo roto por las respiraciones fuertes de Sara recuperándose, le miré a los ojos y los tenía tristes como la cara.
Sara: yo…
Antes de que pudiera decir nada más.
Yo: Me da miedo que hables Sara.
Sara: Déjame hablar por favor, no he podido dormir sola sabiendo que estabas aquí, he bajado una manta para taparte y hablar contigo, pero dormías, me he quedado mirándote como una tonta y me puesto a tu lado esperando que despertaras, al final hemos dormido los dos hasta ahora, supongo que estábamos cansados de ayer…
Yo: ¿Y?
Bajó la vista avergonzada.
Sara: Te pido perdón por lo de anoche, ¿no sabes el tiempo que hacía que no me disculpaba con nadie?, tienes toda la razón en lo que me dijiste, no estoy acostumbrada a que me lleven la contraría, aquella Sara que conociste en la universidad se quedó aquí, cuando llegué a EEUU mi cabeza solo pensaba y maquinaba como conseguir lo que quería, apartando cada vez más los sentimientos, solo cuando te escribía o leía un mail tuyo notaba algo de alegría o esperanza. Intenté organizarme para venir a verte cuando pasó lo de tu mujer María, pero sinceramente me dio miedo venir, verte de nuevo y no poder culminar lo que en aquellos momentos estaba a punto de acabar, total al final me ha servido de muy poco, pero entonces tenía mi vida orientada exclusivamente para ello, aprendí a no confiar en nadie, que todo el mundo tiene un precio y que con dinero y poder consigues lo que quieres. He sido tan estúpida que sin darme cuenta me he comportado igual contigo, he intentado enamorarte de nuevo, ser feliz contigo con las mismas armas que he utilizado durante tantos años, que ilusa y que imbécil, no me acordaba de lo que es el amor verdadero, el que te pones en manos de otra persona por voluntad propia y confías en ella, dejas que entre en tus sentimientos y que se apoderé de tu alma poco a poco, eso es lo que sentía aquella Sara que se quedó aquí contigo, hasta ahora que he vuelto de nuevo para cagarla de arriba abajo, lo siento mucho Luis, entiendo que debes estar muy decepcionado conmigo, (empezó a llorar), y aceptaré la decisión que tomes, tú tienes gente que te quiere y te hace feliz, (lloraba más intensamente), y yo no sé si podré liberarme de esa Sara interesada, egoísta y cabrona para ser feliz contigo.
Explotó en un llanto amargo, acerqué su cabeza a mi cuello consolándola, notaba como caían sus lágrimas por mi pecho. Pasó un rato sin movernos.
Yo: ¿Qué decisión crees que debía tomar?
Paro un poco de llorar.
Sara: Si hubiera sido tú, ayer mismo me hubiera largado del lado de una amargada como yo.
Le volvieron a caer lágrimas.
Yo: ¿Tú quieres cambiar?
Sara: Lo daría todo por hacerlo, lo daría todo.
Yo: Si lo consigues será sin dar nada material te lo aseguro, si tú quieres yo te puedo ayudar.
Sara: ¿Me ayudarás, lo harás por mi?
Le cogí la barbilla levantándole la cabeza, poniéndola delante de la mía.
Yo: Aquí acabó todo tiempo atrás, en una semana tenemos de conseguir que vuelva a comenzar, si no lo conseguimos cogeré el coche y desapareceré para siempre.
Le di un besito en los labios.
Sara: Es que yo no sé por dónde comenzar.
Yo: Confía en mí, hoy mismo empezaremos a trabajar para buscar la solución, vamos a ducharnos a vestirnos y desayunaremos a la ciudad.
Quiso poner alguna pega.
Yo: No, no puedes opinar de momento, me haces caso y punto.
Puso mala cara pero se tragó el orgullo y aceptó, pensé que empezábamos bien, mientras ella se duchaba yo le escogí la ropa para que se vistiera, unas bragas que me gustaron, unas medias finas de lana que le llegaban a medio muslo, una falda larga hasta los pies, y un jersey de lana que combinaba bien con la falda, salió de la ducha y entró en la habitación.
Sara: ¿Y esa ropa?
Yo: Es la que te vas a poner, los zapatos y el abrigo puedes escogerlo tú.
Sara: ¿Hasta las bragas me tienes que escoger?
Yo: Sobre todo las bragas, y no te pongas sujetador.
La dejé con una sonrisa y me fui a duchar. A la media hora salíamos camino de la ciudad, fuimos a desayunar a una cafetería muy céntrica, después caminábamos cogidos por las calles mirando tiendas.
Sara: Estoy contenta de caminar contigo así agarrados.
Yo: Pues lucha porque sea para siempre.
Sara: No seas muy duro conmigo por favor.
Seguimos caminando hasta encontrar una tienda de ropa muy cara, se quedó mirando el aparador que habían varios maniquís con una ropa muy chula puesta.
Sara: Que ropa más bonita, me voy a comprar algo, ven, entra conmigo.
Caminó para entrar en la tienda, yo me quedé quieto apretándole la mano parándola en seco, haciéndole volver donde estaba yo.
Yo: No, no puedes comprarte nada.
Sara (perpleja): Perdona, ¿me estás diciendo que no puedo comprarme un capricho que tengo?
Yo: Exacto, uno de los problemas es precisamente el de tus “caprichos”.
Sara (enfadada): Venga no me jodas.
Yo (tranquilo): No te jodo, pero tengo una semana para saber si yo también soy otro “capricho” o no.
Se quedó pensando, me cogió del brazo con mala cara y seguimos caminando, a los cinco minutos pasamos por una joyería, a Sara se le abrieron los ojos y se le levantaron las orejas como a un perro de caza pegando la cara al aparador.
Sara (alegre): Mira cariño que anillo más bonito, y ese brazalete, y ese collar a juego con los pendientes…
Me miró con cara de pena pidiéndome permiso para entrar, yo subí el labio inferior por encima del superior cerré los ojos y negué con la cabeza, se le quedó cara de desilusión y me volvió a coger del brazo caminando.
Sara (voz de pena): ¿No me dejarás comprarme nada verdad?
Yo: “Nop”.
Me pegó un pequeño golpe con el codo en el lado con una sonrisa y me pasó el brazo por detrás de la cintura, yo se lo pasé por los hombros y caminamos un buen rato, cuando llegamos y entramos al coche que estaba aparcado en una calle no muy transitada.
Yo: Dame las bragas.
Sara: ¿He entendido que te dé las bragas que llevo puestas?
Yo: Sí, has oído bien, quítatelas y dámelas.
Me miró no sabiendo que hacer, la miré fijamente con la mano estirada moviendo los dedos como diciendo, “estoy esperando”, levantó el culo del asiento metiéndose las manos por los lados de la falda y se las bajó, miró alrededor que no hubiera nadie y las puso en mi mano, me las puse en la nariz oliéndolas mirándole a los ojos, ella levantó una ceja. Conducía volviendo a casa.
Sara: Después de quedarte con mis bragas cual es el próximo paso.
Yo: Para hacerlo necesitaré tu ayuda.
Sara: ¿Mi ayuda, en que necesitaras que te ayude?
Yo: En follar nada más entrar en casa, pero tienes que querer tú claro.
Sara (cara niña mala): ¿Y si no quiero?
Yo: Pues para eso necesitaré tus bragas, para olerlas y hacerme una paja.
Sara (cara asco): Por favor que gorrino cochino estás hecho.
Me cago en la puta pensé, que manía de todas las mujeres importantes en mi vida en llamarme con sinónimos del cerdo, cerdito, marrano y ahora cochino gorrino, bueno, luego estaba Irene que me insultaba con todas las palabrotas del diccionario.
Yo: Ayúdame a tener mi “capricho”.
Sara (enfadada como una niña): Pero eso no es justo, tú no me dejas comprarme ningún caprichito pero quieres que yo te ayude con los tuyos, podríamos llegar a un punto intermedio, ¿no te parece?
Yo: No me digas que intentas negociar con el sexo.
Sara ponía cara de niña pequeña enfadada, se quedó callada y pensando, llegamos a casa, abrimos la puerta y la cerré detrás nuestro, la cogí por la cintura y la besé despacio, aumentando poco a poco la intensidad llegando a un beso con pasión que ella respondía, le quité el abrigo, le subí la falda y cuando ya le tocaba los muslos por el interior, ella...
Sara: Vamos a la cama por favor.
Yo: No, follaremos en cualquier lugar menos en la cama.
Sara: No lo entiendo, ¿por qué tenemos que hacer todo lo que tú digas?
Yo: Porque tienes que aprender a confiar en mí, hacer cosas sabiendo que no vas a tener nada a cambio, tus días de empresaria voraz se han acabado, tienes que aprender a amar de verdad, a querer a otra persona con locura porque lo deseas de corazón.
Me miraba a los ojos nerviosa, se me tiró al cuello besándome como una loca, nos dejamos caer encima de la alfombra de la entrada, le subí la falda y metí la cabeza en medio de las piernas lamiéndolas, llegando al coño chupándole directamente en el clítoris lamiéndoselo con fuerza, gritó pegándome un golpe con la mano en la cabeza, le metí un dedo en la vagina y seguí chupando consiguiendo que no parara de gritar, se movía sin parar, me levanté desabrochándome los pantalones bajándomelos y se la metí poco a poco hasta el final, abrió mucho las piernas cruzando sus manos por detrás de mi cuello, gritando cada vez más hasta correrse. La levanté del suelo y la llevé en brazos hasta el sofá dejándola encima, me abroché el pantalón y me senté a su lado, saqué el móvil y puse música, puso su cabeza en mi pecho mirándome.
Sara: Pero tú no has llegado.
Yo: Yo no me he corrido.
Sara: Bueno, es lo mismo ¿no?, el caso es que no has llegado.
Yo: Otra vez, que no me he corrido.
Sara: ¿Me quieres obligar a decir algo que no quiero?
Yo: Vamos a ver, repite conmigo, “no te has corrido”.
Sara: ¿Y si no lo digo?
Yo: Pues no lo digas, yo no te obligo a nada cariño.
Se quedó callada un rato abrazándome, volvió a levantar la mirada.
Sara: ¿Y no te gustaría acabar?
Yo: Lo que me gustaría es correrme.
Sara: Hay Luis, es que no te entiendo, ¿qué tiene que ver cómo le digamos coño?
Yo: Que yo, lo que quiero es correrme.
Se incorporó un poco y me empezó a tocar el paquete por encima del pantalón.
Sara: Yo podría ayudarte.
Me desabrochó el cinturón, soltó el botón y bajó la cremallera.
Yo: Ayudarme, ¿a qué?
No me contestaba, estaba ocupada bajándome los pantalones y calzoncillos hasta los tobillos, empezó a hacerme una paja lentamente mirándome a los ojos riendo, me acabé de empalmar otra vez y se la metió en la boca chupando suavemente, subía y bajaba su boca por mi polla sujetándola por abajo, paraba, volvía a pajearla, paraba, volvía chupar.
Yo: ¿Es que no sé qué quieres que haga?
Me miró desafiante y aumentó el ritmo de su mano y sus chupadas, viendo que no conseguía lo que quería, se la metió todo lo que pudo sacándola tosiendo.
Yo: Vigila no te ahogues cariño, que me disgustarías.
Puso cara de mala hostia, se la volvió a meter pegándome una succión cuando se la sacaba de dos pares de cojones, intenté disimular sin dejar ir ningún gemido ni ningún tipo de sonido.
Yo (medio riendo): Si no me dices que quieres conseguir no puedo ayudarte.
A Sara se le acabó la paciencia, levantó la cabeza mirándome.
Sara: Quiero que te corras, que te corras de una puta vez, córrete coño.
La agarré por la nuca y le di un morreo bajándole después la cabeza otra vez a mi polla, se la metió de nuevo volviendo a succionar, gemí, paró un momento sorprendida y volvió a repetir la operación, volví a gemir, lo entendió y siguió haciéndolo cada vez más fuerte, unas cuantas veces más tarde yo estaba gritando de placer.
Yo: Así cariño, así cariño, me corro, me corro.
Siguió sin parar hasta correrme en su boca, tragó todo lo que pudo, el resto salía por los lados, bajando por encima de su mano llegando a mis huevos, no paraba de pajearme mientras me miraba a la cara.
Sara: ¿Te has corrido a gusto cariño?
Yo: Tú has hecho que me corriera muy a gusto mi amor.
Sara (riendo): Sí, pero mira como me he puesto.
Yo: Me importa una mierda como te hayas puesto.
La agarré de nuevo besándola, metiéndole la lengua con mi semen por el medio, me puso la mano que tenía toda pringada en la cara para acariciármela dejándomela toda mojada, cuando separamos los labios Sara se moría de risa, estábamos llenos de semen por todas partes.
Nos fuimos a duchar y después comimos, volvimos a estirarnos por la tarde mirando una película, yo estirado en la alfombra con un cojín grande en la espalda, ella a mi lado con su cabeza en mi pecho y una mano en mi barriga, le acariciaba el hombro o el pelo, llevábamos así un buen rato.
Sara (casi llorando): No me dejes por favor, te quiero mucho, quédate conmigo y te haré caso en todo.
Yo: Yo también te quiero, tienes una semana para convencerme de que me quieres de verdad y no es miedo a quedarte sola, yo no quiero que me hagas caso en todo, yo quiero que seas tú misma, quiero que estés conmigo porque te sale del alma, porque me deseas tanto que no puedes vivir sin mí.
Sara: Pero quererte mucho te tendría que valer, ¿no?
Yo: Querer a alguien mucho lo puedes hacer con cualquiera, necesito que sientas por mi mucho más, porque lo que llegaré a sentir yo por ti es mucho más que eso, pero tienes que dejarme hacerlo, tú tienes que estar a la altura.
Sara: Joder Luis, me estás haciendo pensar más de lo que he pensado en toda mi puta vida.
Yo: No hay que pensar, hay que sentir, descubrir, adentrarte en tu alma, buscar en ella y saber lo que realmente quieres y lo que estás dispuesta a entregar.
Sara: Que difícil me lo pones gorrino, ¿y tú como sabes lo que llegarás a sentir por mí en un futuro?, eso nadie lo sabe.
Yo: Yo sí que lo sé, porque me conozco y tengo claro que es lo que quiero, porque ya lo he vivido y no quiero nada que no sea a esa altura, estar tan unidos que nos necesitemos para respirar.
Se sentó encima de mí mirándome, le cogí con las dos manos la cara y le besé con amor en los labios.
Yo: Dime que lo vas a intentar con todas tus fuerzas, que me quieres suficiente para apartar de tu corazón todas las dudas, los nubarrones, dejar que se limpie de mierda y abrirlo de par en par totalmente transparente para mí.
Sara (volviéndole a caer lágrimas): Te prometo que pondré todo de mi parte para que así sea.
Apoyó su cabeza en mi pecho, quedándose como si fuera una niña pequeña pasándome los brazos por la espalda abrazándome fuerte. Por la noche después de cenar tomamos una copa cogiendo un puntito de alegría.
Sara: Vas a venir hoy a dormir conmigo en la cama o la pasaremos también en el sofá, porque yo a ti no te dejo solo, es para hacerme la idea.
Yo: Dime algo bonito y dormiremos en la cama.
Sara (riendo): Va, no me hagas pensar ahora coño.
Yo: No pienses, di lo que sientas.
Respondió al momento.
Sara: Necesito sentir el calor de tu cuerpo junto al mío.
Yo: Bingo, tienes premio, esta noche dormiremos donde quieras como quieras.
Volvió a contestar rápidamente.
Sara: En la cama desnudos.
Yo: De acuerdo, te lo has ganado.
Sara: Y muy abrazados.
Yo: ¿Alguna cosa más?
Sara (riendo): Que me devuelvas las bragas que me has quitado hoy.
Yo (riendo): De eso ni hablar, todavía no sé si me harán falta.
Sara soltó una carcajada fuerte dándome un golpe en el hombro.
Sara: Eres un gorrino.
Dormimos como ella quería, me levanté temprano y fui a la cocina a preparar el desayuno, tostadas, huevos revueltos con algo de jamón, estaba preparando la mesa y apareció Sara corriendo con la cara desencajada, llorando, muy asustada, se me abrazó enganchándose como una lapa.
Yo: ¿Que pasa cariño, que pasa, me estás asustando?
Sara (tranquilizándose): Me he despertado, te buscaba con la mano y no te he encontrado, lo primero que me ha venido a la cabeza es que te habías hartado de mí, que te habías ido sin decirme nada, he pasado los diez segundos más terribles de mi vida hasta que no te he visto.
Yo: Cómo puedes pensar que te haría algo así, no te dejaría nunca sin despedirme, no te haría una putada así, yo no soy de esa manera. Anda ve a vestirte que aunque me gustas mucho en pelotas no quiero que cojas frio, te espero para desayunar.
Bajó con una camiseta y unos pantaloncitos. Mientras desayunábamos…
Sara: ¿Que vamos a hacer hoy?, tendrás pensado algo para seguir con la terapia de la chalada que quiere ser tu novia.
Yo (riendo): Sí, hoy vamos a caminar.
Sara: ¿Vamos a dar a un paseíto por el lago?
Yo: No, vamos a subir al xxxx.
Sara: Pero eso está muy lejos.
Yo: Ponte calzado para caminar, he calculado unas dos horas para subir y un poco menos para bajar.
Sara (riendo): Ahora lo entiendo, tú no me quieres dejar, me quieres matar de cansancio para no tener mala conciencia, pero si no hago deporte desde hace un montón de años, solo iba al gimnasio para fortalecer un poco y nada más.
Yo: Pues ya va siendo hora de que empieces, yo no he parado de hacer y quiero que me acompañes a partir de ahora, vamos en marcha.
Me hizo un saludo militar y salió corriendo a cambiarse, tenía la sensación de estarla recuperando poco a poco, me gustaba cómo evolucionaba.
Salimos con una pequeña mochila con agua y algo ligero para comer si nos entraba hambre, caminamos poco a poco pero sin parar, llegamos a la cima, tenía las piernas cansadas y no me quería ni imaginar cómo las debía tener ella, no se quejó en ningún momento y siempre con una sonrisa en la cara, nos sentamos en una roca grande disfrutando de las vistas, estábamos totalmente solos, bebimos y comimos un poco.
Sara: Y ahora camino de vuelta.
Yo: Antes deberíamos hacer una cosa.
La besé con pasión rodeando su cintura con mis manos, me respondió, le acaricié una teta por encima de la ropa, le toqué el culo con la otra mano, bajé la mano de la teta y empecé a desabrocharle el pantalón.
Sara: ¿Aquí, lo quieres hacer aquí?, pero si las piernas ya no me aguantan de lo cansadas que las tengo.
No le contesté, se lo acabé de desabrochar metiéndole la mano por dentro tocándole el chichi, masturbándola hasta que se mojó y empezó a gemir, la giré, apoyó las manos en la roca sacando el culo, por detrás le bajé los pantalones hasta las rodillas, me bajé los míos sacándome la polla pajeándola un poco para hacerla crecer, se la metí entre las piernas subiendo rozándole el chichi por encima de las bragas, la moví adelante y atrás excitándola cada vez más, le metí la manos por los lados de las bragas y de un tirón fuerte se las bajé a medio muslo, gimió, me la cogí con la mano volviendo a restregarla por su coño notando la humedad, apunté y se la metí despacio hasta el tope, dio un grito y yo comencé una serie de entradas y salidas a buen ritmo hasta corrernos los dos a la vez, saqué de la mochila unas servilletas de papel para limpiarnos.
Sara: Como me pones, y como me gusta que me sorprendas.
Yo: Pues no hace mucho que las sorpresas no te gustaban nada nena.
Sara: Coño, es verdad, debo estar enferma o algo.
Reímos y comenzamos el camino de bajada, caminábamos tranquilamente.
Sara: ¿Y hoy no me vas a pedir las bragas?
Yo: No, hoy te voy a comer el coño encima de la mesa cuando lleguemos.
Sara me miró divertida.
Sara: Será si me atrapas.
Salió corriendo camino abajo, yo la perseguía riendo sin parar, a los cien metros paró apoyándose en un árbol.
Sara: No puedo más mi amor, estoy fatal físicamente.
Acabamos de bajar, por el camino iba pensando cómo me gustaban aquellas salidas de niña pequeña que Sara tenía. Ya no parecía aquella tía tan estirada, dando una imagen falsa de seguridad en ella misma, ahora era mucho más natural.