La vida en un soplo (Cap. VIII - 3ª parte)

Cap. VIII - “Volviendo a los inicios”, 3ª parte de 11

Pasaron unas semanas y recibí un intrigante e-mail de Sara, el mail decía:

“5”

Cuando lo vi pensé que debía de haberse equivocado y lo envió por error, le contesté con algún chiste sobre su estado mental. Dos días más tarde recibí otro, decía:

“4”

Joder, esto ya no era normal, lo hacía expresamente, era una cuenta atrás, pero, ¿para qué?, volvía la Sara de los enigmas, ¿que juego se llevaría entre manos?, dos días más tarde apareció el “3”, dos más tarde el “2”, dos más el “1”, y por fin el “0”, yo le contesté al último con un escueto:

“?”

Pasaron unos cuantos días más, se lo expliqué a mis socios en la cena de los viernes, se quedaron tan extrañados como yo, Irene no puso muy buena cara.

Irene: Y esta Sara, ¿qué coño crees que quiere a estas alturas?

Yo: No tengo ni puta idea cariño, es tan impredecible como tú.

Irene sonrió, pero yo sé que se le quedó la mosca detrás de la oreja.

El lunes al levantarme abrí el correo y tenía uno nuevo de Sara.

De:    saraxxx@xxx.com

Para:    luisxxx@xxx.com

Asunto:    Aventura americana.

Hola Luis,

Hijos con su vida encarrilada,

Yo no tengo nada que me motive en EEUU,

Aventura americana acabada,

Ya es la hora

Sara.

Hostia puta, le respondí al momento.

De:    luisxxx@xxx.com

Para:    saraxxx@xxx.com

Asunto:    Que cabrona eres.

Pero no me dejes así mamona,

Dime algo más por tus muertos,

¿Qué coño hago ahora?

¿Dónde voy hostia?

Me cago en tus misterios de mierda.

La muy hija de puta tardó tres días, tres, en contestarme.

De:    saraxxx@xxx.com

Para:    luisxxx@xxx.com

Asunto:    Aventura americana.

Xx xx04 xx

Mueve el culo, espabila y descúbrelo,

El que algo quiere algo le cuesta,

Sara.

Pd: Me he arrepentido tantas veces de haberme ido de tu lado que me hace daño pensarlo.

Te quiero.

Pd(2): No te arrepentirás.

La madre que me parió, Sara volvía, me puse muy nervioso, no sabía qué hacer, me levanté y empecé a dar vueltas por el salón, las ideas se me aturullaban en la cabeza, acabé preparándome un pelotazo, le pegué un buen trago y leí de nuevo el mail, lo imprimí y busqué por internet los números y letras que me había enviado Sara, estando convencido que sería un numero de vuelo, en parte lo era pero muy raro, no pude encontrar más información, así que me fui a la empresa a hablar con José María. Saludé sin pararme a Irene y entré en su despacho con ella siguiéndome los pasos.

Irene: ¿Pero qué coño te pasa, que pareces que te han metido un petardo por el culo?

Yo no escuchaba de lo nervioso que estaba.

Yo: José María, tú conoces mejor que yo a Ramón, el amigo del pueblo que es piloto, necesito por favor que le preguntes una cosa, ¿qué coño es esto?.

Le enseñé el mail con el número raro.

José María: Espera hombre, tranquilo, le envió un mensaje con el número a ver que sabe.

Yo: Ponle que es muy urgente, vida o muerte.

José María: Anda ya, ¿pero qué te pasa tío?

Irene (con malas pulgas): Esto es la Sara esa, ¿a qué sí?

Yo: Sí.

Me miró con muy mala hostia y salió del despacho escopeteada, la seguí, la alcancé en medio del pasillo y la metí en la sala de reuniones, cerrando la puerta con el pestillo para que nadie nos viera, la abracé.

Yo: Irene por favor, tranquila, no tienes que preocuparte de nada.

Irene (llorando): Sí, si me preocupa, somos tan felices los tres que tengo mucho miedo de que alguien nos pueda separar, esto lo hemos llevado demasiado lejos Luis, ahora no puedo imaginarme mi vida sin alguno de vosotros, sé que me he vuelto una egoísta de mierda pero os quiero para mí sola.

Lloraba desconsoladamente sobre mi hombro abrazándome muy fuerte.

Yo: No mi amor, no pasara eso, si todo va bien y la conoces estoy seguro que te va a encantar, además te prometo que no cambiará nada entre nosotros, al revés será mucho mejor todavía.

Irene (un poco más tranquila): ¿Me lo prometes?

Yo: Te lo prometo por nosotros que es lo que más quiero.

Nos besamos, empezamos despacio, pero poco a poco nos fuimos animando acariciándonos por todo el cuerpo, me calenté y la cogí por el culo sentándola encima de la mesa sin dejar de besarla apasionadamente, la estiré sobre la mesa y le subí las piernas, metí las manos por dentro de su falda, le agarré las bragas bajándoselas de un tirón, dejándoselas colgando de un tobillo, me arrodillé y le empecé a chupar los muslos por la parte interna, ella respiraba profundamente, le comí el chichi hasta hacer que se corriera, poniéndose la mano en la boca para ahogar los gemidos y que nadie se enterara. Le quité las bragas del tobillo y me las metí en el bolsillo del pantalón, le ayudé a incorporarse, nos volvimos a besar con pasión.

Yo: Las bragas me las llevo para hacerme pajas en casa oliendo tú chirri.

Soltó una carcajada, me limpió la humedad de la boca con la mano.

Irene: Lávate la boca, que haces un olor a coño que tiras “pa” tras chaval.

Entre al lavabo, me lavé la boca y la cara para volver al despacho de José María.

José María: ¿Dónde te has metido tío?, te estaba buscando.

Yo: Estaba comiéndole el coño a tu mujer.

José María: A vale, tengo noticias de Ramón, es un vuelo privado, no puede saber nada más solo con el número, necesita algunas cosas más.

Yo: Pues yo solo tengo esto.

Me despedí de él y de su mujer volviendo a casa pensando que hacer, llegué y le escribí de nuevo a Sara.

“Se lo que es,

Un vuelo privado,

No consigo más datos,

Si no hay datos,

No hay recibimiento.”

“Pd: Yo no me lo perdería”

Esperé que me subía por las paredes la respuesta, pensé que me haría esperar hasta el día siguiente como mínimo para tocarme los cojones, pero al poco rato sonó el ruidito del ordenador que había entrado un mail nuevo, me tiré literalmente encima del portátil.

Respuesta de Sara:

“???

Espera noticias sentado.

???”

Me quedé con cara de idiota, pero la de más idiota que me había quedado en mi vida, como coño podía tener tanta mala leche está tía, por eso me tenía tan enganchado creo.

No salía de casa esperando noticias, actualizando el mail cada cinco minutos para ver si recibía algo, estaba desesperado y llamaron a la puerta, pregunté por el telefonillo y era un mensajero que traía una carta a mi nombre, bajé las escaleras que me daba patadas en el culo.

Abrí la carta y me encontré con una especie de tarjeta de crédito con una fecha, una hora y abajo otra serie de números muy rara. La fecha era al día siguiente, la muy cabrona no me podía dar un poco más de tiempo no, llamé a José María explicándole y me dijo que hablaría directamente con Ramón para pasarle el número nuevo, al poco rato me devolvió la llamada.

José María: He hablado con él, no tenía ni idea, pero me ha dicho que tiene un amigo que está muy metido en aviación y que hablaría con él, ya le he dicho que corre prisa porque la fecha es mañana, estoy esperando que me llame y te digo algo enseguida, intenta relajarte.

Dos horas, dos putas horas esperando como un gilipollas mirando el teléfono hasta que sonó, salía el nombre de José María en la pantalla.

José María: Lo tenemos, lo tenemos, no sé con quién coño ha hablado pero ha encontrado la información, me la ha pasado como si fuera un espía, se ve que este amigo se la juega bastante dando información como esta, te la envío en un mensaje para que te acuerdes que estás muy chocho amigo.

Yo: Pásamela de una puta vez coño, que me tienes de los nervios y tú diciendo gilipolleces sin parar.

Sonó el teléfono que había recibido un mensaje.

José María: Toma coño, ya la tienes, ahora acuérdate de nosotros y dinos algo mañana, no desaparezcas sin decir nada que Irene te mata y luego te remato yo capullo.

Yo: Muchas gracias tío, te debo una muy grande.

Leí el mensaje, venía el nombre del aeropuerto y un número de puerta, estaba a unas tres o tres horas y media de casa, respiré tranquilo, me preparé un copazo y me dejé caer en el sofá. Pensando cómo me lo había hecho pasar la cabrona antes de verla, esa tarde reservé una habitación en un hotel de puta madre que estaba a una media hora del aeropuerto, pensando que Sara llegaría cansada de un viaje largo, no sería muy buena idea pegarse tres horas de coche después, mejor descansar y seguir viaje al día siguiente.

Aquella noche casi no pegué ojo mirando el reloj sin parar, me levanté con tiempo, me vestí, preparé una bolsita con una camiseta, unos pantalones, unos calcetines y unos calzoncillos limpios, metí las cosas de higiene personal y la dejé en el maletero del cuatro por cuatro, que era el mismo modelo y color, pero más moderno que aquel con el que viajamos a la cabaña del lago hacía un porrón de años atrás, pasé a llenar el depósito por la gasolinera y me metí en la carretera.

Mientras conducía la cabeza me iba a cien, ¿estaría ella tan guapa como la recordaba?, ¿sus sentimientos serían los mismo?, ya sabía que me había escrito que me quería, pero igual al verme no era lo que ella esperaba, ¿al pasar los días nos sentiríamos bien el uno con el otro?, joder, eran tantas las preguntas sin respuestas, y los pensamientos que me venían a la cabeza que me estaba volviendo loco, estaba sorprendido de mi reacción al saber que volvía, la verdad es que nunca me planteé la posibilidad de que ella volviera, pensaba que teniendo a sus hijos y su familia allí, por aquí no se le había perdido nada, pero me equivocaba, parecía que lo que se le había perdido era yo, joder que fuerte.

Pasaban los kilómetros y yo cada vez más tenso y nervioso, al fin llegué al aeropuerto de los cojones, vi unos carteles que ponían los números de puerta, saqué la tarjeta, puerta número 3, la encontré y paré delante de una barrera. Salió un guarda de seguridad que era una mole, se miró el coche con mala cara, se acercó a la ventanilla, me miró con desconfianza, le entregué la tarjeta, la puso encima de una carpeta con una lista que llevaba en la mano y…

Guarda (sin mirarme a la cara): Llega demasiado pronto, tiré para atrás y aparqué al lado de esta pared, ya le avisaré cuando pueda pasar.

Media hora me tuvo el pedazo de cabrón esperando, no sabía cómo ponerme, escuchaba música, tiraba el asiento para atrás, más para atrás, me meaba, se me pasaban las ganas, volvían, subía el asiento de nuevo. Al final el guarda me hizo una señal para que me acercara, otra vez en la barrera, déjeme la tarjeta por favor, dijo, se la entregué, me miró a la cara como si acabara de salir de la cárcel, pasó por debajo del coche un espejo buscando no sé qué coño, yo desesperado, por fin…

Guarda: Hangar número dos, le están esperando, conduzca despacio.

Me abrió la puta barrera y pude pasar, vi al final de la calle un letrero que ponía “Hangar 2”, me acerqué, un tío en la puerta me hacía señales con la mano para que entrara, metí el coche dentro, otro tío me indicó que diera la vuelta dejándolo encarado a la salida y lo aparcara dentro de unas líneas pintadas en el suelo, bajé del coche, se acercó un tercer tío con unos cascos puestos, no salga de la línea de seguridad por favor, en ningún caso pase esta línea, señalándome una que estaba pintada en el suelo.

Esperé un poco y se empezó a oír el ruido de un avión acercarse, por fin apareció la punta a la vista, una persona con dos cosas muy raras en las manos le ayudaba a entrar dirigiéndolo, el avión fue entrando muy lentamente, era un aparato bastante grande, paró y todos los tíos que habían por allí salieron corriendo poniéndole unas cosas en la ruedas para que no se moviera, el que parecía el jefe, el de los cascos que había hablado conmigo antes, le levantó el pulgar al piloto y desaparecieron todos en un momento, allí me quedé yo, como un gilipollas mirándome el avión sin que nada se moviera.

Se paró el motor, se movió la puerta, se abrió saliendo de debajo una escalerilla desplegable que llegó al suelo, yo no me aguantaba los nervios, salió una azafata dándome un vuelco el corazón, bajó las escaleras y se quedó al final esperando a alguien, salió el piloto con su gorra puesta, otro vuelco al corazón, me cago en la puta, pensaba que me iba a dar un infarto antes de poder verla, bajó muy despacio las escaleras y se colocó al lado de la azafata, yo estaba con los ojos abiertos que no podía más, al fin se movía algo en la puerta, y salió otra puta azafata, estaba hasta los cojones de todo, me pasó por la cabeza pasar por encima de la puñetera línea de seguridad y salir corriendo para subir al puto avión.

Estaba con mis pensamientos y entonces la vi, estaba en la puerta mirándolo todo, la madre que me parió, me quedé clavado en el suelo, se me pasaron las ganas de mear, el cabreo y el lio de la cabeza. Llevaba puesto un vestido de color beige o crema por debajo de las rodillas, encima un abrigo marrón claro, un fular por el cuello y un sombrero elegantísimo, podía adivinar que tenía un tipazo espectacular, parecía una actriz de cine de Hollywood la cabrona. Noté que tenía la boca abierta por la baba que empezaba a resbalar por mi barbilla, levanté rápidamente una mano para quitármela y ayudar a cerrar la boca, para no recibirla con la cara de gilipollas que debía tener en aquel momento, ella fue girando la vista hasta encontrarse conmigo, levantó la mano dibujando una sonrisa en la cara que me tiraba de espaldas, Dios mío que tonto estoy, pensé, bajó las escaleras con un estilazo tremendo, se fue acercando y yo tenía verdaderos problemas para mantener la boca cerrada, se paró delante de mí repasándome de arriba abajo y yo repasándola a ella, nos miramos a los ojos, a mí estaba a punto de darme una lipotimia, fuimos acercándonos con pasitos muy cortos, mirándonos a los ojos, aquellos ojos preciosos verdes que brillaban como no los había visto brillar nunca, al final nos abrazamos desatándose una catarata de sentimientos.

Me sentí de nuevo en aquella calle del pueblo universitario despidiéndonos, con sus olores, con el sabor salado de las lágrimas, con algo que me recorría el estomago y me ahogaba, estuvimos abrazados mucho tiempo, mucho, igual que la última vez, pero aquella vez fue una despedida muy traumática y esta era un reencuentro maravilloso, lentamente nos separamos, volvimos a mirarnos a los ojos, sin decir nada juntamos nuestros labios delicadamente, y volvieron los recuerdos, su textura, su sabor, el sabor de su saliva, su lengua moviéndose despacio.

Volvía a verme en su piso universitario besándonos sin parar, sentía de nuevo su cuerpo bajo el tacto de mis manos, cada vez nos juntábamos más, apretándonos con los brazos que rodeaban nuestras espaldas, se empezaban a escapar algunas respiraciones fuertes, la pasión seguía viva, nos dimos cuenta que nos estábamos acelerando un poco más de lo que tocaba en aquel momento y paramos, los dos teníamos los ojos llenos de lagrimas. Por fin ella habló.

Sara (con una sonrisa preciosa): ¿Cómo estás Luis?

Acariciándome la cara limpiándome las lagrimas.

Yo (esforzándome para que no me temblara la voz): Muy bien cariño, muy bien, hoy muy feliz, mucho, ¿y tú?

Sara (limpiándose ella sus lagrimas): Muy feliz, Luis, muy feliz de verte.

En aquel momento se acercó un tipo para decirnos que ya tenían las maletas preparadas para meterlas en el coche, le ofrecí una mano a Sara, me la cogió y me miró con tanto cariño que me hizo sonreír, nos acercamos al coche, apreté el botón para que se abriera el maletero y dos tíos empezaron a meter maletas dentro, Sara se llevó la mano a la boca, la misma imagen que me quedó grabada el día que nos despedimos y vi por el retrovisor de mi coche mientras me alejaba llorando de su lado.

Sara: Es, es, el mismo coche con el que fuimos al lago, es el mismo, ¿verdad?

Yo: Si Sara, el mismo modelo y color, lo he tenido desde que pude comprármelo hace muchos años, los he ido actualizando cada vez que salían modelos nuevos, me recordaban una parte maravillosa de mi vida que no quería olvidar.

Le volvieron a caer lágrimas por su bonita cara, le besé y las recogí con mis labios, las de un lado y las de otro, besándola luego en los labios con el gusto salado.

Subimos al coche y salimos de allí devolviéndole al guarda simpático por los cojones la tarjeta, ya en la carretera ella se movió en el asiento y apoyó su cabeza en mi hombro, joder, igual que en el último viaje, me miró a los ojos devolviéndole la mirada con mucho cariño.

Sara: Me he arrepentido tanto de no quedarme contigo, tantas veces, no te lo puedes llegar a imaginar, ha sido el error más grande de mi vida, debía de haberme tragado el orgullo y haberme quedado.

Yo: Sara, era tú sueño y lo has conseguido, ¿no?

Sara (triste): Sí, lo he conseguido, pero ¿para qué?, lo quería para restregárselo a mi padre por la cara, demostrarle que podía tener más poder y dinero que él, cuando lo conseguí me di cuenta que no valía la pena, que todo este tiempo fue perdido innecesariamente, lo ignoré y no le restregué nada. ¿Y a qué precio?, eso es peor todavía, me casé con un buen tipo y guapo, pero no le amaba, lo hice por su apellido, porque su familia era muy influyente y me permitía codearme con gente de esferas muy altas, tuvimos los dos niños pronto y a los cuatro días dormíamos en habitaciones separadas, no nos separamos porque no nos convenía a ninguno de los dos, solo me interesaba mi trabajo, acumular dinero y poder, pasar por encima de lo que fuera y quien fuera para llegar a mi objetivo, no me acuerdo de lo que es disfrutar del sexo Luis, el último buen recuerdo lo tengo contigo, estoy hasta nerviosa como una adolescente pensando en volverte a tocar y volver a sentir contigo.

Yo (riendo): Calla, calla por favor que me estas poniendo cachondo coño.

Sara: No seas tonto, cuando leía tus correos sentía una tremenda envidia por ti y tus parejas, tú hiciste lo correcto, te quedaste en casa, subiste la empresa, ganaste dinero con su venta y fuiste feliz toda tú vida, amaste, sentiste, te entregaste, has estado vivo siempre, yo tengo la sensación que morí en el puto momento que decidí dejarte aquí y marcharme.

Volvía a llorar desconsoladamente.

Yo: He reservado una habitación en un hotel aquí cerca, para cenar y pasar la noche, así podrás descansar del viaje y seguimos mañana con más tranquilidad, ¿te parece bien?

Sara (limpiándose las lágrimas): Has pensado en todo, me parece perfecto.

En diez minutos llegamos al hotel, era media tarde, salió un chico con un carrito para poner las maletas, las descargó del coche mientras nosotros gestionábamos la entrada en recepción, nos acompañó a la habitación despidiéndolo con una propina, cerró la puerta y nos quedamos solos Sara y yo en medio de la habitación mirándonos.