La vida en un soplo (Cap. VIII - 2ª parte)

Cap. VIII - “Volviendo a los inicios”, 2ª parte de 11

El lunes a primera hora miré el correo, había llegado uno de Sara, me explicaba cosas de su vida, que ya había conseguido todo lo que quería y más, que su vida estaba en un momento crítico y tenía que tomar decisiones importantes, que ya me iría informando. Le contesté animándola y le expliqué las últimas cosas que habían pasado en mi vida.

Había en la bandeja de entrada otro de Lucía, me decía que estaba muy contenta con su familia, seguramente abriría un pequeño negocio en su pueblo y le hacía mucha ilusión, le contesté con mucho cariño y no le expliqué nada de Maite, pensé que no le haría mucha gracia saberlo.

Unas tres semanas más tarde estaba en casa descansando un rato después de comer, sonó el teléfono.

Irene: ¿Cómo estas Luis?

Yo: A ti te pasa algo.

Irene: Me ha llamado esta mañana la tontita de Maite para que comiera con ella, me ha dicho si podía convencerte para verte y hablar.

Yo: Y a ti no te hace ni puta gracia que lo haga.

Irene: Ni puta gracia Luis, pero tú mismo.

Yo: Si quiere hablar conmigo ya sabe dónde encontrarme, no necesita ninguna recadera, se lo deberías de haber dicho tú, que haga lo que quiera.

Irene: Le enviaré un mensaje para decírselo, ya que he dado la cara alguna cosa tengo que contestarle, pero no hagas el tonto por favor, que te conozco y sé que cuando te tocan la fibra eres capaz de cualquier cosa.

Yo: Haz lo que quieras, no te preocupes, un beso.

Aquella misma noche me llamó Maite, sabía que era ella pero contesté el teléfono como no sabiendo quien llamaba.

Yo: Si.

Maite: Hola soy Maite.

Un silencio.

Maite: ¿Cómo estás?

Yo: Bastante bien y tú.

Maite: Me gustaría hablar contigo.

Yo: Habla.

Maite: Mejor en persona, cuando nos podríamos ver, ¿si quieres claro?

Yo: El viernes, a las tres y media en casa y tomamos un café.

Maite: No sé si tengo alguna visita a esa hora.

Yo: Si te interesa, a esa hora estaré en casa, si llegas más tarde ya no te puedo asegurar que esté.

Maite: Vale, gracias Luis.

Colgamos y me volví a cagar ciento cincuenta mil veces más en ella, ¿pero qué coño querrá esta ahora?, ¿me pedirá para volver?, ¿se habrá arrepentido?, necesitaba aclararme las ideas.

El viernes, cinco minutos antes de la hora llamaban a la puerta, era Maite, le abrí el garaje y subió. Entró, nos saludamos con dos besos y se quedó parada mirando todo el salón.

Maite (riendo nerviosa): Cuantos buenos recuerdos en esta casa.

Yo: Siéntate por favor.

Preparé dos cafés mientras ella se sentaba en la mesa del comedor, le puse uno delante y me senté.

Yo: ¿Que quieres Maite?

Maite: Te noto un poco seco conmigo.

¿Seco?, pensé, debería cogerla por el culo y tirarla en medio de la playa.

Yo: Sabes que me hiciste mucho daño.

Maite (nerviosa medio llorando): Lo sé, lo sé, fui una idiota contigo, te juro que me he arrepentido mucho de cómo pasó todo.

Yo: ¿Te has arrepentido?

Maite: Sí, estoy muy arrepentida, mi vida no es lo mismo desde que no te veo.

Yo: ¿Y?

Maite: Por favor Luis, no me lo pongas más difícil.

Yo: ¿Pero qué es lo que no quieres que te ponga difícil?, ¿qué es lo que quieres Maite?

Maite (llorando): Volver contigo.

Yo: ¿Te gustaría volver conmigo?

Maite: Sí, me gustaría, lo que pasa es que tendría que ser un poco diferente, de momento no podríamos vivir juntos, nos podríamos ver aquí y poco a poco yo intentar convencer a mi familia para que te acepte.

Yo: ¿A tú ex incluido?

Maite: Sí, creo que con tiempo puedo conseguir que lo vayan entendiendo.

Yo: ¿Y mientras tanto vernos a escondidas?

Maite: Es la única manera que veo poder seguir contigo.

Yo: Mira Maite, seré sincero contigo, ahora mismo no puedo confiar en ti, si tú quieres hacerlo así podemos vernos, pero yo no te puedo asegurar que te sea fiel ni que nos podamos ver todas las veces que tú quieras, tengo cosas que hacer que están por delante de ti ahora mismo.

Empezó a llorar con más fuerza.

Maite: ¿Estás saliendo con alguien?

Yo: No.

Maite: ¿Y no te gustaría volver a tener la relación que teníamos?

Yo: Tú misma me estás diciendo que no la podemos tener, que solo nos vamos a ver de tanto en tanto, ¿y quien me asegura a mí que no vas a tener los mismos problemas y me vas a volver a dejar a la primera de cambio?

Maite: Yo te quiero mucho.

Yo: La última vez me dijiste que no lo sabías, que no lo sabías, ¿tú crees que después de todo lo que vivimos juntos me podías decir que no sabías si me querías?, no me fio.

Maite: Es que me presionaron mucho.

Yo: Y yo no puedo querer con locura a una mujer que no sé en qué momento se va a sentir presionada y me va a enviar a la mierda.

Ella lloraba sin parar secándose las lágrimas y los mocos con un pañuelo, el café no lo había tocado.

Maite: Si te llamo un día o te envío un mensaje nos podremos ver aquí.

Yo: Si no tengo nada importante sí, ya te he dicho que ahora no serás una prioridad, pero por mí no hay problema.

Maite: Por favor no me hagas sufrir más.

Yo: Soy sincero contigo, no quiero hacerte sufrir.

Maite: ¿Me quieres?

Yo: Ahora mismo no, me hiciste demasiado daño.

Volvió a llorar a moco tendido y se despidió, le abrí la puerta del garaje para que saliera y me quedé en la terraza tomándome mi café y el suyo, pensando en los cojones que tenía aquella chica queriendo volver al mismo punto que estábamos con sus condiciones, sin decirme una palabra del daño que me hizo, sin disculparse por nada, mirando las cosas solo desde su punto de vista, como si todo el mundo tuviera que estar solo pendiente de sus necesidades.

Por la noche fui a cenar con mis socios, solo entrar en su casa Irene me hizo sentar en el sofá para hablar conmigo.

Irene: ¿Has hablado con ella?

Yo: Buenas noches primero, ¿no?

José María: Explícaselo todo rápido que está desesperada.

Irene: No me jodas y canta que estoy muy nerviosa.

Yo: Hemos hablado esta misma tarde, quería volver conmigo.

Irene: Que huevos, esta se piensa que puede ir cogiendo y tirando a la gente cuando quiere, supongo que le habrás enviado a la mierda.

Yo: Quiere que nos veamos a escondidas de tanto en tanto mientras ella convence a su familia.

Irene: No me lo puedo creer, ¿y tú como la has visto, estaba arrepentida de haberte hecho daño?, ¿se ha disculpado o te ha dado alguna explicación?, ¿Qué vas a hacer?

José María (desde la cocina): Yo la enviaba a tomar por culo.

Yo: No se ha interesado una mierda sobre mí o de cómo lo había pasado después de dejarme colgado, solo me ha dejado ir lo que a ella le interesaba, le he dicho que ya no es una prioridad para mí, que no le podía asegurar que le sería fiel y que ya no la quería, si quería verme que me llamara y si no tenía nada que hacer podríamos hacerlo.

José María: Así me gusta, tú por tocar carne aceptas cualquier cosa, calzonazos que eres un calzonazos.

Yo: Cállate coño, prefiero estar con vosotros mil veces antes que estar con ella vale.

Irene me acarició el pelo y me dio un beso en los labios.

Irene: Déjalo tranquilo, él ya sabe lo que hace.

Mientras cenábamos les pregunte.

Yo: ¿Que jueguecitos tenéis pensados para este fin de semana nenes?

José María: Tocara improvisar porque no hemos pensado nada, pero seguro que a Irene se le ocurre algo en un momento.

Irene: Si no sabemos qué hacer, siempre os puedo meter las pollas de goma por el culo que a mí me pone un montón.

Yo: A mi culo lo dejas tranquilo que ya le han dado bastante últimamente.

José María: Deberías probarlo más, seguro que te acaba gustando.

Yo: Vete a la mierda un rato anda.

Después de cenar, nos tomamos no sé cuantas copas riendo y hablando de todo lo que había pasado últimamente, acabamos tan perjudicados que nos fuimos a dormir los tres en pelotas sin hacer nada.

Al día siguiente me desperté y estaba José María mirándome.

José María: ¿Ya te has despertado bello durmiente?

Yo: Joder, ya empezamos de buena mañana, ¿donde está Irene?, que yo en la misma cama que tú solos me pongo nervioso.

Apareció Irene y se tiró de golpe en medio de los dos, nos dio los buenos días, apartó la ropa de cama de un tirón y nos cogió las pollas.

Irene: Concentraros chicos que tengo ganas de disfrutar de mis dos hombres.

Se metió en la boca la de su marido mientras pajeaba la mía, cada poco tiempo cambiaba, nos hizo juntarnos más hasta que noté la pierna de mi amigo pegada a la mía, se arrodilló con una pierna en medio de las de José María y la otra en medio de las mías, cambiaba de polla cada vez con más rapidez y nosotros más excitados dejando ir algunos gemidos.

Irene: Poneros de lado, las quiero más juntas, quiero que os corráis a la vez.

Nos giramos un poco y quedaron las dos pollas que casi se tocaban, las agarró juntándolas por el capullo pasando la lengua sin parar de una a la otra sin dejar de pajear, succionaba una con fuerza y pasaba a la otra, las volvía a juntar, lamer, chupar, succionar, pajear, en poco rato estábamos a punto, José María no paraba de jadear y gemir, yo calculaba para poder corrernos los dos juntos, Irene acabó pajeando fuerte las pollas, rápidamente nos corrimos los dos lanzándole los chorros de semen encima de las tetas, pecho, cuello y algo en la cara y el pelo.

José María: Hostia cariño como te hemos dejado.

Nos miraba con cara de niña mala, se pasó un dedo por las tetas recogiendo unas gotas y se lo metió en la boca chupándolo.

Irene: Que bueno que está de buena mañana, vamos a ducharnos y a desayunar que hoy vais a tener trabajo chicos.

Desayunábamos en la cocina, Irene comía con una mano y la otra la movía por debajo de la mesa, José María tenía una sonrisa perpetua, cambió la tostada de mano, metió la otra debajo metiéndome mano acariciándome el ciruelo por encima de los pantalones, ahora entendía la sonrisilla de su marido un poco antes.

Irene (riendo): Quiero que estén preparadas para cualquier momento.

Acabamos con la mano de Irene jugando todo el rato por debajo de la mesa, recogimos todo y ella nos citó en el salón, se sentó en un sofá haciendo que nosotros nos quedáramos de pie delante de ella, abrió las piernas subiéndose la falda enseñándonos las bragas tocándose por encima, nos miraba a uno y al otro.

Irene: Arrodillaros delante de mi chumino, que quiero que lo adoréis.

Nos miramos los dos pensando que había perdido la cabeza.

Irene: Es broma idiotas, arrodillaros, que me lo vais a comer los dos como he hecho yo con vosotros esta mañana.

Nos colocamos delante y José María empezó a lamerle un muslo y yo el otro, empujé su cabeza para acercarla al chocho, le pasaba la lengua por la ingle justo por el lado de las bragas de arriba abajo, yo le quitaba las zapatillas chupándole los dedos de los pies, su marido estaba apretando la lengua contra su chichi por encima de las bragas y ella empezaba a gemir.

Su marido agarró con las dos manos las bragas de su mujer por un lado y las rompió, cogió el otro lado y las rompió también, estirando de ellas sacándolas por debajo del culo, Irene gritó, José le metió la lengua en medio chupando y moviéndola por todas partes, ella no paraba de gritar, la cogí por las piernas estirando de ellas para que sacara el culo del sofá, quedó apoyada por su espalda, me metí debajo y le puse la lengua en la raja del culo moviéndola, pasándola por encima del ojete volviendo a subir, mientras José María estaba loco chupándole el chirri, desde abajo le abría el culo con las manos, le intentaba meter la lengua en el ojete dando vueltas mojándolo, sus gritos cada vez eran más fuertes, no quedaba mucho tiempo para que Irene se corriera y le metí un dedo poco a poco. Ella se apoyó en el sofá con los codos, levantando la cabeza gritando como una loca, corriéndose con el dedo metido y su marido chupándole el coño. Se estiró en la alfombra y nosotros nos colocamos uno a cada lado, nos miraba alternativamente a uno y al otro.

Irene: Que buenos sois coño, como disfruto con vosotros.

José María: Este tío se ha metido por el medio de mis piernas para llegar a tu culo.

Irene se giró metiéndome la lengua en la boca, se subió encima de mí y me desnudó a lo bruto estirando fuerte de la camiseta, me bajó y me quitó los pantalones del chándal a tirones, su cara de excitación era total, José María se desnudaba mirando cómo se movía su mujer, Irene se levantó la falda y se sentó encima de mi polla, metiéndosela de golpe dando un grito de excitación terrible, su marido desde atrás le metía las manos por debajo de la camiseta tocándole las tetas, ella con las manos apoyadas en mi pecho movía las caderas a golpes secos gritando cada vez que se la metía, cuando le dio la gana dobló el cuerpo adelante dejando la cara muy cerca de la mía mirándome a los ojos, mientras su marido se mojaba la mano con saliva pasándosela por el culo, se la metió despacio pero sin parar hasta el fondo, ella grito sin dejar de mirarme, empezó a moverse poco a poco, yo la seguía con las caderas y veía como su marido se concentraba en su culo, ella marcaba el ritmo acelerándolo hasta casi correrse, acercó sus labios a mi oído.

Irene (entre gemidos fuertes): Dime que me quieres.

Yo (hablándole al otro oído): Te quiero Irene.

Irene (entre gemidos más fuertes): Dime que estas enamorado de mi.

Yo: Estoy perdidamente enamorado de ti desde que te vi desnuda la primera vez.

Ella sonreía con cara de gustarle lo que oía.

Irene (a punto de correrse): Dime que me amas, que me amaras siempre.

Yo: Te amo, te amaré siempre pase lo que pase.

Empezó a correrse con unos gritos tremendos sin quitar la vista de mis ojos, cuando acabó me beso profundamente y se quedó estirada encima de mí, me besaba el cuello cariñosamente, yo le acariciaba la espalda por debajo de la camiseta.

José María: Me voy a duchar y os dejo tranquilos, se que Irene quiere hablar contigo un rato, yo quiero trabajar un poco para una reunión importante que tengo el lunes.

Sentíamos su voz como se iba alejando y después acercando de nuevo, le entregó a su mujer una almohada que me colocó debajo de la cabeza y nos tapó a los dos con una mantita fina.

José María: Taparos que estaréis más a gustito, pasarlo bien chicos.

Irene colocó bien la manta por encima nuestro para taparnos, algo debió ver en mi mirada.

Irene: Ya estás con la mirada de dudas de siempre cariño.

Yo: Es que estamos los dos como dos chochos “enamoraos” uno encima del otro, acariciándonos, y que venga tú “m-a-r-i-d-o”, nos ponga una mantita por encima y nos diga que estemos a gustito y que lo pasemos bien, un poco cariño sí que me explota la cabeza que quieres que te diga.

Irene: Algún día te acostumbraras, me gustaría saber…

Le puse un dedo encima de los labios para hacerla callar, me miró a los ojos con una carita de enamorada que a mí me costaba de entender.

Yo: Quítate la ropa por favor, quiero sentir tu piel en contacto con la mía.

Se incorporó sentándose encima de mi polla flácida, se quitó la camiseta y la falda volviéndose a estirar, dejó caer su cuerpo encima del mío adelantando un poco el culo para llegar con su cabeza cerca de la mía, me besaba suavemente el cuello y la cara, restregando su cuerpo contra el mío, pasando sus brazos por debajo de mis hombros para que notara su contacto, yo le acariciaba la espalda y el culo.

Irene: ¿Estás bien?

Yo: Estoy en el cielo amor.

Irene: Sabía que estas cosas se las decías a todas las mujeres que has amado, no sabes las ganas que tenía que me las dijeras a mí, dime que te follo mejor que Maite.

Yo: ¿Tienes que compararte con ella?

Irene (riendo): Con la mojigata sí, porque sé que soy mejor que ella.

Yo: Pues tenía sus cosas buenas no creas.

Irene levantó la cabeza de golpe mirándome fijamente.

Irene: No me jodas, ¿la mojigata tenía cosas buenas?, ya me las estás diciendo.

Yo: Dos cosas las hacía muy bien, de matrícula de honor diría yo.

A Irene se le puso cara de mala leche.

Yo: Una era correrse empalmando orgasmos uno detrás del otro sin parar, me ponía a cien cuando lo hacía, la otra era chuparla, lo hacía de una manera que me dejaba secos los huevos.

Irene: ¿Que la carita de no haber roto un plato en su puta vida es multiorgásmica?, venga hombre me estás tomando el pelo, y lo de mamarla me lo tienes que contar porque yo no quiero ser menos.

Yo: Te prometo que es verdad, cuando se ponía encima se estimulaba de una manera que se corría y podía mantener la excitación corriéndose varias veces sin parar.

Irene: A mí me interesa como te la chupaba.

Yo: Succionaba y chupaba con una fuerza que pensaba que me la iba a dejar morada, lo hacía rápido y sin parar hasta que me corría, esperaba un poco y me lo volvía hacer sacándome hasta la última gota la cabrona.

Irene metió su lengua en mi boca moviéndola apasionadamente, levantó el culo apoyada en sus rodillas cogiéndome la polla meneándola para hacerla crecer por debajo de su cuerpo, separó su boca de la mía y me miró fijamente.

Irene: Quiero hacerlo mejor que ella y voy a empezar a practicar ahora mismo.

Yo le sonreía.

Yo: Vale, pero que manía tenéis las mujeres en competir unas con las otras.

Irene (cabreada): No es competición nene, es que a mi amor nadie le va a hacer disfrutar más que yo, como mucho igual.

Bajó la cabeza y se la metió en la boca hasta la garganta, chupando, sacándola llena de saliva y haciendo que creciera de golpe hasta el tope. Empezó con una paja lenta mirándome desafiante, la fue acelerando hasta ver que cambiaba mi cara y dejaba ir un gemido, me volvió a desafiar con la mirada, se la metió en la boca de golpe pegándole unas chupadas bestiales, moví todo mi cuerpo del gusto que me provocaba, apoyando una mano sobre su cabeza sin poder dejar de gemir y gritar.

Me intentaba controlar mentalmente pero me costaba horrores, se la metió todo lo que pudo, succionó con una fuerza de abajo arriba hasta llegar a la punta que creí que me la arrancaba de cuajo pegando un grito enorme, volvió a succionar el capullo, después otra vez un poco más abajo, otra vez más abajo, y volvió a succionar hasta la punta con toda la fuerza que pudo, me olvidé del puto control y pegué un grito enorme corriéndome como un poseído, moviendo las piernas como si me estuvieran electrocutando, ella seguía chupando sin parar con menos fuerza tragando todo lo que podía sin dejar de pajear.

Cuando se acabó, pude relajar el cuerpo apoyándolo todo en la alfombra, bajando despacio los gritos y gemidos, me miraba satisfecha sin dejar de pajearme, volvió a metérsela en la boca despacio, notando sus labios alrededor como bajaban para volver a succionar de golpe, con fuerza, consiguiendo en dos o tres veces más que me volviera a correr sacando lo poco que quedaba, volviendo a mover todo mi cuerpo agarrándome fuerte a la alfombra doblándola entre mis puños cerrados.

Yo (casi sin poder hablar): Ya, ya, no puedo más cariño, no puedo más por favor.

Irene me soltó la polla, se limpió la boca con la manta y volvió a colocarse encima de mí, poniendo su cabeza a la altura de la mía mirándome fijamente a los ojos.

Irene: Ahora dime, y dime la verdad sin miedo, ¿he estado a su altura?

Yo: Ha sido la mamada más bestia que me han hecho nunca.

Irene (riendo): Tampoco hace falta que exageres.

Yo (recuperándome): Te prometo que te digo la verdad, las suyas eran muy buenas, pero esto ha sido espectacular y extraordinario, la mejor de mi puta vida.

A Irene se le dibujo una sonrisa de satisfacción mirándome con cariño, dejó caer de nuevo su cabeza al lado de la mía, en ese momento pasó por delante José María con el portátil en la mano.

José María: Me voy a trabajar al jardín que en esta casa parece que están matando el cerdo, no me puedo concentrar de los gritos.

Reímos los tres y desapareció por la terraza, Irene volvió a buscar mis labios jugando con ellos en medio de los suyos, los acercó a mi oído de nuevo.

Irene: Dime que me quieres.

Yo: Estoy totalmente enamorado de ti, te amo más que a nadie y te quiero con locura, no me separaré de vosotros hasta que os hartéis de mí y me enviéis a tomar por culo por “pesao”.

Irene: ¿De verdad ha sido la mejor de tu vida?

Yo: Sin ninguna duda.

Se dejó caer a un lado, quedando con una pierna y medio cuerpo encima de mí, pasándome un brazo por encima del pecho y recostando su cabeza en mí hombro quedándose dormida.

Aquello parecía y seguramente era una locura, pero éramos todos tan felices que en ningún momento volví a tener dudas sobre ellos o sobre mí mismo.

Los días pasaban y yo seguía con mis rutinas, corría o salía en bicicleta, cuidaba del barco y navegaba. Los viernes comía siempre con mis padres, por la noche cenaba con mis socios, entre semana algunas veces quedaba con Sonia y Gonzalo a cenar, vivía tranquilo disfrutando de todo lo que tenía a mi alcance. Una tarde recibí un mensaje de Maite:

“¿Puedo pasar esta tarde sobre las siete?”

Respuesta:

“Si”

Maite subió, yo estaba sentado en el sofá con los pies encima del puf escuchando música, se puso delante de mí.

Maite (seria): Gracias por dejarme venir, te lo agradezco de verdad.

No le contesté, se descalzó, se estiró en el sofá de lado apoyando su cabeza en mi regazo, cómo tantas veces habíamos estado antes, yo le puse la mano en su cabeza acariciándola jugando despacio con su pelo, vi como le caían unas lagrimas por la cara, así estuvimos como dos horas, sin hablar, escuchando música, con mi mano en su cabeza y la suya sobre mis rodillas o muslos.

Se levantó, se puso los zapatos, me miró con cariño pasándose la mano por debajo de los ojos para secarse algunas lágrimas que volvían a caerle.

Maite: Te vuelvo a dar las gracias por este rato, adiós Luis.

Caminó lentamente y se fue, escuché la puerta del garaje como se abría y se cerraba de nuevo.

Lloré sintiendo las lágrimas caer por mis mejillas, sabía que aquella sería la última vez que la vería, definitivamente se había acabado.

Se lo expliqué a Irene y su marido el viernes, ellos no entendieron porqué la había dejado entrar en casa otra vez, pero yo sabía que de alguna manera con Maite teníamos que encontrar la forma de despedirnos para cerrar el círculo.