La vida en un soplo (Cap. VIII - 1ª parte)
Cap. VIII - Volviendo a los inicios, 1ª parte de 11
CAPITULO VIII: “Volviendo a los inicios”
Cometí un error gravísimo de navegante novato por las prisas de desaparecer de tierra firme, no miré los mapas del tiempo para saber cómo estaría la mar. La primera noche empezó a levantarse una tormenta con un temporal de puta madre, busqué información y me cagué vivo de la que me venía encima, estaba lejos de la costa y no me daba tiempo a buscar refugio así que me preparé con el traje de agua, subí al puente algo para comer, agua y ropa de abrigo.
Pasé más de treinta horas luchando contra el mar con unas olas tremendas que pasaban por encima del barco, pocas veces en mi puta vida pasé tanto miedo como en aquellas horas. Por fin cambió el tiempo y pude llegar a un puerto a revisar el barco, por si le había afectado la tormenta, estaba claro que era mucho más fuerte y seguro que yo, estaba perfecto, yo no lo estaba tanto, todavía me duraba el susto, estaba reventado y dormí casi doce horas seguidas.
Pensaba estar cuatro días en el mar y al final fueron siete, porque con la tormenta fui llevando el barco con rumbo a donde era más fácil navegar, sin enfrontarme directamente contra el viento y las olas, me dejé llevar por el viento y la corriente hasta donde fuera, capear o correr el temporal se llama en términos náuticos, el caso es que me fui a tomar por culo y luego tuve que volver. Me llamó Irene.
Irene: Nene, ¿Dónde coño te has metido que no tenemos noticias de ti?
Yo: Calla, calla, que si me descuido doy la vuelta al mundo en barco por cojones.
Le expliqué lo que pasó.
Irene: Ves como ya chocheáis tú y tu amigo, que estáis cada día más chochos joder, cómo se te ocurre salir con el barco con ese tiempo tío.
Yo: No te cachondes que me he acojonado como nunca, pensaba que no volvía tía, que susto.
Irene: Escucha, llega pronto que tengo ganas de verte, quiero hablar contigo.
Yo: No me jodas, que cada vez que queréis hablar conmigo me liais en algo, ahora mismo doy la vuelta y me voy a buscar otro temporal.
Irene: No hagas más el tonto que no tienes edad Luisito, llámame cuando estés en casa recuperado de tú aventura chocho “perdió”.
Cuando llegué me fui a casa a dormir, por la noche llamé a José María.
Yo: ¿Qué le pasa a tú mujer que quiere hablar conmigo?
José María: ¿Me lo preguntas a mí, que soy el último en enterarme de lo que pasa en esta casa?, de lo que si me he enterado es que casi te vas al fondo del mar, menos mal que no ha pasado nada, porque ya me veía invitándote a cenar con una sirena acompañándote cabrón.
Yo: Vete a la mierda y pásame a tu mujer anda.
Irene: Hola guapo, ¿donde estas?
Yo: En casa coño, ¿Dónde quieres que esté?
Irene: Joder niño como has llegado de sensible, pues no te muevas hasta mañana por la mañana que vendré a verte.
Yo: Vale, despídete del capullo de marido que tienes por mí.
Al día siguiente por la mañana estaba desayunando y me volvía a llamar Irene.
Irene: Nene despierta ya y ábreme la puerta del garaje que estoy a punto de llegar.
Hostia que marcha me llevaba la nena de buena mañana, le abrí, escuché como entraba el coche y subió en un momento.
Irene: Buenos días campeón, ¿Cómo estás?
Se sentó en la mesa conmigo y le preparé un café.
Yo: ¿Cómo quieres que esté?, bien, recuperándome todavía del susto pero bien.
Irene: No me refiero a tú aventurilla de mierda hombre, ¿que como estás después de que se largara la lagarta esa?
Yo: Joder Irene, mira que llegas a ser bruta cuando quieres, estoy bien, ya hacía días que se veía venir, le pedí varias veces que no lo hiciera, que se lo pensara bien, se lo pedí llorando pero lo tenía muy claro, lo peor fue que al final le pregunté si me quería y me contesto que “no lo sabía”, te lo puedes creer, “no lo sabía”, la muy hija de puta después de todo lo que habíamos sentido juntos me dice con “to” su coño que no sabe si me quiere, no me jodas, cómo coño no va a saber si me quiere o no joder, me siento muy desengañado, no sé si de ella solo o de toda la humanidad.
Irene: Eh chaval no te pases, que algunos te queremos mucho, no nos puedes meter en el mismo paquete a todos por muy “ cabreao” que estés.
Sacó el móvil del bolso, lo puso encima de la mesa y llamó a su marido en manos libres.
Irene: Hola José María, ¿cómo va?
José María: Llegando a la reunión, creo que hoy podemos hacer un buen negocio, he hablado antes con ellos y tienen ganas de trabajar con nosotros, pero dime, como está el gili de Luis.
Irene: Mucho mejor de lo que me esperaba, te llamo para decirte que me lo voy a follar.
Me levanté de golpe, iba a decir algo y José María se me adelantó.
José María: A vale, ¿alguna cosa más?
La madre que lo parió, creo que si le hubiera dicho que iba a comprar un kilo de patatas hubiera reaccionado peor.
Yo: Esto es un atraco coño, me hacéis servir cuando os sale del papo a los dos.
José María: Cariño dile al tonto que se calle, que os lo paséis bien que acabo de llegar.
Irene colgó el teléfono, la miré para decirle algo, ella ya se estaba desabrochando la camisa dejándome ver un sujetador muy sexi de color azul, salí corriendo huyendo para mi habitación, ella se quitó los zapatos y salió corriendo detrás de mí, que imagen por favor, me perseguía descojonándose de risa y gritando, “ven aquí que te voy a follar”, “no corras tanto que te vas a cansar idiota”, “te va a gustar tonto”, “párate ya joder”. La esperé detrás de la puerta de la habitación, cuando entró la cogí por la cintura levantándola, dando ella un grito de sorpresa, la tiré encima de la cama colocándome a su lado, mirándonos los dos de lado.
Yo: ¿Por qué lo haces Irene?
Irene: Por qué mientras yo viva ni a ti ni a tú amigo os va a faltar buen sexo.
Me dio un beso en al frente.
Irene: Ahora pórtate bien o te envió a dormir sin cenar.
Le cogí de la barbilla y de di el beso más cariñoso que me salió del alma, se enganchó sacando la lengua dejándome claro que no estaba para hostias, le acabé de desabrochar la camisa tirándola, le solté el sujetador y me amorré con los labios en los pezones haciendo que gimiera. Con una mano le iba desabrochando el pantalón estirando y tirándolo también con la camisa, llevaba un tanga a conjunto con el sujetador, me quitó la camiseta tirándola al aire riendo, me pegó un tirón del pantalón tirándolo, dejándome la polla rebotando entre mis muslos y los abdominales.
Me la cogió con la mano, incorporó el tronco para desde arriba besarme con pasión mientras movía la mano pajeándome, le quité despacio el tanga oliéndolo antes de tirarlo, me miraba risueña, se sentó encima metiéndose la picha hasta donde pudo suspirando, empezó con los movimientos de caderas acompañándolos con las mías, no tardó de pasar de gemidos a gritos corriéndose, la giré sin sacársela para seguir follando despacio y suavemente, me miró a los ojos, bajó una mano y me cogió fuerte del culo acompañando mis movimientos, con la otra me acariciaba la espalda.
Irene (excitada): No sabes cuánto he echado de menos estos momentos, cuando me follas así me pones al límite cabronazo.
Seguí suavemente, sin dejar de besarla delicadamente, notando como su excitación aumentaba por momentos, hasta corrernos los dos en un orgasmo suave y muy largo mirándonos a los ojos. En los suyos podía ver una luz de amor muy fuerte.
Me levanté un momento para apretar el botón que llenara la bañera y volví a su lado, me pasó un brazo por encima del pecho acercando su boca a mi oído, pensé que me iba a decir algo importante y me cogió un poco de miedo.
Irene: Ya te he quitado las tonterías chaval, ya puedes volar otra vez solo.
Se descojonó de risa, la cogí de la mano y nos metimos en la bañera, una vez dentro con las burbujas en movimiento.
Yo: Irene, voy a ser claro contigo, te he visto una mirada que me ha dado miedo.
Irene (riendo): Estoy muy enamorada de ti Luis, ya deberías saberlo “atontao”, pero de José María también no te preocupes, lo quiero con locura y no sabría vivir sin él, y sin ti tampoco.
Yo: Pues no sé si me has dejado más tranquilo o más preocupado guapita de cara.
Le tiré agua a la cara comenzando una guerra que lo dejamos todo hecho unos zorros, nos acabamos duchando y fuimos a comer con su marido, nos estaba esperando en el restaurante con una sonrisa enorme.
José María: Hola tortolitos, ¿cómo ha ido?
Irene (riendo): Está en forma el cabrón, es el mismo de siempre.
José María se levantó y me dio un beso en la cara abrazándome.
José María: Sé que me meto mucho contigo, pero quiero que sepas que te quiero mucho, si alguna vez te ha sentado mal algo que te pueda haber dicho te pido perdón, hoy estoy contento y te voy a tratar con educación y respeto.
Yo: ¿Pero qué os pasa a vosotros dos hoy joder?, ¿me estáis poniendo nervioso coño?
Irene: Solo queremos que sepas que nosotros estaremos siempre a tu lado, para todo.
Yo: ¿Para todo?
José María: Sí, para todo, queremos que te sientas como parte de nosotros.
Yo: Ya me siento como parte de vosotros, pero tú a mí ni me tocas estamos.
José María: ¿Pero tú que te has creído palurdo?, ni con un palo te toco de lo feo y guarro que eres tío.
Irene: Ya está bien niños, ¿cómo ha ido la reunión cariño?
José María: Fantástica, tenemos más trabajo a partir del mes que viene y durante unos cuantos años, me estoy pensando si no valdría la pena comprar alguna máquina más.
Yo: Lo ves Irene ya está pensando como joderme los beneficios.
Si se hacía alguna inversión en la empresa, una obra o cualquier cosa, salía de los fondos de la empresa lógicamente, con lo que a final de año los beneficios que repartíamos entre tres eran menores.
José María: Otra vez con lo mismo, este tío es tonto…
Irene: Te hemos dicho mil veces que te pongas un sueldo como nosotros…
Yo: Que no coño, que no quiero un sueldo que por suerte no me hace falta, vosotros os lo estáis trabajando y os los estáis ganando, no me importa ganar menos un año, sé que al siguiente lo compensaremos, lo que me gusta es tocarle los huevos al zoquete de tú marido.
José María: Vente a cenar el viernes que seguiremos discutiendo el tema.
Yo: Ya empezamos con los jueguecitos de psicópatas.
Irene reía sin parar, quedamos para reemprender nuestras cenas de los viernes, les propuse de cenar ese primer viernes en el barco, y salir los tres el sábado a navegar para pasar el día en el mar tomando el sol.
José María: Ves cariño como me tiene manía, ya me quiere tener todo el puto sábado haciéndole de marinerito.
Irene: Iros los dos un rato a la mierda, que insoportables sois cuando estáis juntos.
Le dimos un beso a la vez cada uno por un lado de la cara, sonrió, metió las manos por debajo del mantel y nos tocó la polla haciéndonos dar un salto de la sorpresa, reímos un buen rato y quedamos para vernos en el barco el viernes.
Pasé por la tienda de ropa marinera para hacer unas gorras con el nombre de todos y el del barco, para ellos, para los niños y para mí.
El viernes por la tarde los esperé en el barco, subieron y lo primero que hice fue colocarles las gorras y darle a Irene la de sus hijos.
José María: Hostia que bonito él regalo, te debes de haber arruinado hijo puta tacaño de los cojones, por una vez que nos regalas algo y es una puta gorra.
Yo: Pero qué más quieres gilipollas, si hasta lleva tú nombre, “El gilipollas” te debía de haber grabado en vez de José María.
Irene: Ya está bien nenes, no le hagas caso Luis que es muy bonito, a los chicos les va a encantar y no se las van a quitar en todo el día.
Cuando se instalaron y estábamos preparados para partir subí al puesto de mando.
Yo (gritándole a José María): Marinero de mierda, suelta las amarras capullo.
José María (gritando): Tócame los huevos un rato tacaño de los cojones.
Irene se reía sin parar, su marido con mala cara soltaba las amarras para poder salir. Salimos del puerto alejándonos, paré el motor para subir las velas.
Yo (gritando): Marinerito inútil, ayuda a la vela a subir coño que no mueves el culo para nada.
José María me levantó el dedo del medio de una mano.
Cuando ya estábamos navegando.
Yo (gritando): Grumete, friega toda la cubierta con la lengua.
José María (gritando): Métete la tuya en el culo un rato hijo puta.
Irene (gritando): Queréis parar ya, que cada día sois mas críos, reunión en el puesto de mando ahora.
Irene se había cambiado y subió a la reunión con un vestidito muy corto, escotado, sin sujetador y enseñando unas bragas que se le metían por dentro hasta medio culo, nos quedamos mirándola como dos tontos. Se puso delante, dio una vuelta sobre ella misma agachándose un poco cuando estaba de espaldas, subiéndole la falda del vestido enseñándonos las bragas.
Irene: Como no dejéis de hacer el gilipollas los dos, vais a mirar pero no tocareis una mierda, me mato a pajas el fin de semana si es necesario encerrada en el camarote.
José María (pasándome el brazo por él hombro): Cariño, mi amor, tranquila, si es broma, ya sabes que nos queremos mucho los dos.
Yo (apretando con la mano el hombro de José María): No podríamos vivir el uno sin el otro.
Nos reímos los tres, nos quedamos sentados con Irene en medio mirando el mar, acercándonos poco a poco a la cala solitaria donde había pensado pasar el fin de semana con aquellos dos. Una vez tirado el ancla y bien asegurados, Irene se quitó el vestido y se tiró al agua en bragas, nos miraba haciendo caras para que nos tiráramos nosotros también.
José María: ¿Está fría cariño?
Yo: Ya está él picha floja acojonándose.
Irene me lanzó una mirada asesina.
Yo: Es broma, es broma, si José María es un valiente de cojones, que cosas digo.
Se tiró al agua en pelotas nadando para juntarse con su mujer, los dos me miraban.
José María: Venga capitán de pacotilla, ¿Qué coño esperas?
Me despeloté en un momento y me tiré al agua con ellos, nadamos hasta una pequeña playa, cuando tocábamos con los pies en la arena ellos dos se abrazaron.
José María: Ven con nosotros Luis.
Irene: Abrázame por detrás por favor.
Llegué hasta ellos juntando mi cuerpo al de Irene por detrás, pasando los brazos por la espalda de José María, nos quedamos un momento los tres abrazados sin decir nada.
Irene: Prometerme que vamos a estar así siempre.
Los dos a la vez: Te lo prometemos.
Irene: ¿Sabéis que estoy enamorada de vosotros?, ¿qué os quiero más que a mi vida?
José María: Ya lo sabemos amor, no te pongas triste.
Irene: Si no estoy triste, pero necesitaba decíroslo.
Yo estaba en silencio escuchando sus palabras, no me atrevía a decir nada, Irene se giró abrazándome a mí y sentí los brazos de José María por mi espalda.
Irene: No vas a decir nada Luis.
Yo: Ya sabéis que os quiero mucho a los dos y que sois muy importantes en mi vida.
Volvimos al barco nadando, nos sujetamos a la escalera, Irene en medio con su marido delante, yo cogí la mano de José María debajo del agua y se la llevé hasta el chichi de ella que movió todo el cuerpo de la sorpresa, le toqué el culo acariciándolo frotándole el ojete despacio, Irene gimió abrazando a su marido, le quité las bragas tirándolas dentro del barco apretando mi cuerpo contra el suyo, su marido le estaba haciendo una paja y yo le acariciaba desde las caderas hasta las tetas, José María la giró, ella subió sus piernas rodeando mi cintura, me agarró la polla con la mano y se la metió, moviendo un poco las caderas dando un grito empezando a moverse, su marido le besaba el cuello, bajó una mano y cogiéndosela le metió la punta dentro del culo, ella dio otro grito excitándose mucho moviéndose como una anguila follándonos a los dos, se movía tanto que costó un poco coger el ritmo dentro del agua pero acabamos corriéndonos a la vez. Una vez duchados y vestidos preparamos entre todos la cena, una vez sentados en la mesa brindamos con una copa de vino, cenábamos en silencio hasta…
Irene: Luis, en la playa, la respuesta que me has dado ha sido como para salir del paso, ¿no?
Yo: Os he dicho la verdad.
José María: No te hagas el loco, sabes que Irene en la playa hablaba de otra cosa.
Yo: Yo te respeto mucho José María, no me acostumbro a follar todos juntos o hacerlo con Irene aunque tú lo sepas y no te importe, siempre me queda una sensación de haberme metido donde no me llaman, cuando Irene dice que está enamorada de los dos, a mí me recorre un no sé que por el cuerpo porque me parece que he invadido un espacio que es tuyo.
Me cayeron unas lágrimas que intenté secar con la servilleta, José María me miraba sin saber que decir, Irene reaccionó moviendo la silla a mi lado cogiéndome la cara con sus manos quitándome las lagrimas con los dedos.
Irene: Cariño, ¿Qué te pasa?
Yo me fui tranquilizando, recobrando la compostura.
Yo: Ya está, ya se me ha pasado, he tenido un bajón, ya estoy bien.
José María dejó de masticar y nos miró a los dos.
José María: Irene cariño, Luis está enamorado de ti desde aquel fin de semana en la cabaña.
Me cambió la cara de golpe, el hijo de puta de mi amigo que me conocía más que la madre que me parió la acertó de lleno, desde aquel día Irene para mí fue otra cosa, no quise aceptarlo como hice con la relación de Sara, yo sabía que sentía mucho por ella pero me negaba en mi cerebro la realidad, dejaba mis sentimientos en segundo plano.
El tiempo que estuve con María tan absorbido, no pensé jamás en ella, porque toda mis fuerzas, todas mis energías estaban en amar aquel ser tan extraordinario, pero sin ella, con el paso del tiempo, poco a poco, cada vez que estaba con Irene notaba algo dentro de mí que no quería reconocer.
Aquella salida a cenar los dos solos tan romántica, la disfruté tanto que no me acordé ni un momento de José María para nada y eso me asustaba, no quería hacerle daño a mi amigo de ninguna de las maneras, preferiría alejarme de ellos antes.
Desperté de mis pensamientos con Irene mirándome fijamente con ojos enamorados.
José María: Lo hemos sabido siempre Luis, no te preocupes, al principio me sorprendió, incluso le pregunté a Irene si quería seguir con la boda o cogerse un tiempo para reflexionar, pero ya sabes los cojones que tiene la nena, me convenció muy rápido de que yo era el hombre de su vida, y te aseguro que me lo ha demostrado de sobras. Después vinieron los niños y tú estabas con María, nos concentramos tanto en ellos que hasta que no tuvieron años suficientes no salió la inquietud de volver a estar contigo, después de aquella noche con Lucía en tu casa, hablamos y tuvimos muy claro lo que nos gustaría hacer, necesitábamos un revulsivo sexual. Nosotros tendríamos que pedirte perdón a ti amigo, por haber abusado de tú confianza y meterte en medio de este lio sin ser totalmente sinceros contigo, te pido perdón de corazón.
Irene: Suscribo todas las palabras de José María, por supuesto también me disculpo contigo, pero no puedo esconder mis sentimiento, a él le quiero con locura, es el hombre con el que quiero pasar toda mi vida. Si algún día José María se cansara de esto y tuviera que escoger entre él y tú, te aseguro que me quedaría con él sin pensarlo, pero tú Luis, eres como una droga que se te mete en el cuerpo y te tiene con un mono constante, necesito tenerte cerca, sentirte, amarte, sentirme querida por ti. No hace mucho lo hablé con José María, porque estoy tan enamorada de ti que hubo un momento que me preocupé, el me dijo que no pasaba nada y lo viviera con intensidad. Pensé que si te liabas con Maite se me pasaría la tontería, por eso mi insistencia que tú no entendías y él te defendía, lo cierto es que me cogieron unos celos de puta madre, cuando comía con ella y me explicaba lo bien que estaba contigo, como la tratabas, las cosas que hacías por ella, me daban ganas de levantarme de la mesa y estamparle el plato en medio de la cara, aquella puta noche que reímos tanto con Maite borracha explicando aquellas cosas, me sentía celosa porque conocía todas las cosas que decía, respetaré siempre la decisión que tú tomes en tú vida y si en algún momento quieres dejar de estar conmigo lo entenderé.
Me dio un beso en la frente con una mano apoyada en mi nuca, yo estaba alucinado con lo que había oído de uno y del otro, no me salían las palabras. Volvieron a caerme lágrimas.
Yo: Y yo que llegué a pensar que José María se metía tanto conmigo por qué estaba celoso, que buscaba que me alejara de vosotros para estar solo contigo, pero es que no puedo, no puedo alejarme, os quiero tanto a los dos que no poder hablar o estar con alguno de vosotros me duele tanto que…
No pude seguir rompiendo a llorar como un niño, apoyando los codos en la mesa tapándome la cara con las manos, se pusieron de pie los dos al momento y me abrazaron.
Irene: Ya está cariño, ya está, no vamos a separarnos de ti, te necesitamos como tú a nosotros.
José María: Luis por favor que vamos a acabar todos llorando y esto va a ser un drama, eres parte de nosotros, de nuestras vidas, no te vamos a dejar solo nunca.
Me recompuse un poco sintiéndome avergonzado por haber llorado de aquella manera. Me levanté de la mesa.
Yo: Vale está bien, pero que sepas que no dejaré que me des por culo nunca.
Se acercaron a mí.
José María: Ya te gustaría que lo hiciera pero no tendrás esa suerte gilipollas, y me pienso seguir metiendo contigo hasta que me salga de la polla, que por muy llorón que seas a mi no me vas aflojar.
Nos abrazamos los tres en silencio, aquella noche afloraron muchos sentimientos y a los tres nos vino bien para sacarnos un peso de encima. Nos tomamos varias copas bajo las estrellas, teniendo que aguantar el cachondeo de José María por mis lloriqueos, con la cabeza de Irene en mi regazo acariciándole el pelo, que locura.