La vida en un soplo (Cap. VIII - 11ª parte)

Cap. VIII - “Volviendo a los inicios”, 11ª parte de 11

Al poco tiempo llego un día a casa y me encuentro a Sara conectando un aparatito a la tv.

Yo: ¿Qué estás haciendo cariño?

Sara: Estoy enchufando un pc a la tv, lo pedí por internet y ha llegado hoy, lo voy a configurar en red con el mío y el tuyo.

Yo: Cariño no me expliques más cosas que no me entero de nada de lo que dices, me suena a chino.

Sara acabó de configurarlo, yo me la miraba desde mi sillón con un zumo en la mano, se levantaba, enchufaba un cable, tecleaba en su ordenador, cogía el teclado inalámbrico para trabajar con el de la tv, tecleaba en el mío, volvía a teclear en el de la tv, para un lado para el otro.

Sara: Ya está listo.

Yo: Ah, muy bien.

Sara: ¿Quieres ver mi estudio sobre el nuevo barco que tengo preparado?

Me levanté de golpe del sillón.

Yo: No me jodas, ¿ya lo tienes?

Me miraba con una sonrisa levantando una ceja.

Yo (nervioso): ¿Que hago, donde me siento?, o no me siento, ¿no sé?

Sara (riendo): Ven tonto, siéntate aquí delante de la tv.

Me senté mirando la pantalla del ordenador en la tv, Sara con un mando pequeño en la mano abrió un archivo y apareció a toda pantalla un título:

“Proposición sin efecto vinculante sobre el cambio de barco de mi novio que le quiero con locura”.

Yo: ¿No has encontrado un título más largo amor?

Sara: Que tonto eres cariño, calla, mira y escucha

Apretó un botón del mando y apareció otra pantalla, explicaba la historia de un astillero Holandés que fabricaba barcos de aluminio, tenían muchos años de experiencia, Sara me lo explicaba como si fuera una profesional del astillero.

Sara: Y ahora verás unos cuantos ejemplos de barcos que ha fabricado esta empresa.

Apretó otra vez el botón y cambió la pantalla a un video de diferentes barcos, veleros enormes y catamaranes que se me caía la baba de verlos.

Sara: Y para completar este estudio, me puse en contacto con ellos para que me hicieran unos bocetos sobre lo que sería nuestro próximo barco.

Yo pegué otro un salto y me puse de pie.

Yo: ¿Que has hecho qué?

Sara: Que tengo unos bocetos de un catamarán a vela de puta madre en aluminio, pero si tú no los quieres ver finalizamos aquí y nos quedamos como estamos.

Me guiñó un ojo, levantó una ceja con una sonrisa, y se me quedó mirando con sus ojos verdes preciosos muy abiertos esperando una respuesta.

Yo: ¿Estás tonta?, claro que quiero verlos, si estoy nervioso y todo.

Sara: Pues vuelve a sentarte.

Apretó el puto botón otra vez y apareció a toda pantalla un dibujo por ordenador de un catamarán, con el casco de color gris claro y blanco, enorme, con la palabra “AKUARIES I” en las velas, con una mesa exterior como para comer más de veinte personas en la parte de arriba, además de un solárium con colchonetas y hamacas individuales, había una pequeña barra de bar con unos taburetes delante, un puesto de gobierno totalmente cubierto y una pequeña piscina en la parte trasera de cristal. Me quedé con los ojos y la boca abierta.

Yo: Cariño, pero eso es muy grande, me estoy acojonando de solo verlo.

Sara: Espera a ver con detalle todo lo que lleva de electrónica y lo fácil que es gobernarlo mi amor.

Fueron pasando pantallas, del salón comedor increíblemente grande y cómodo, de la cocina, de los camarotes, que parecían una suite de un hotel de lujo, luego detalles técnicos del barco, y finalmente toda la electrónica, hasta podía prepararlo para soltar amarras apretando un botón desde el puente de mando, se me iban los ojos detrás de las imágenes.

Sara: Y por supuesto el armador, tú, podrás hacer los cambios que quieras trabajando estrechamente con sus ingenieros.

Apretó el botoncito por última vez y apareció la pantalla final con otras palabras:

“Estudio realizado por Sara para convencer a su querido novio que tenga el barco de su vida, si lo rechaza es que es tonto y no la quiere.”

Yo: Eso me parece un poco de chantaje emocional, ¿no te parece?

Sara: No sé de qué me hablas querido, venga coño dime que te encanta y que lo querrías tener.

Yo: Es precioso, es un sueño, pero me parece que el precio, que por cierto no has incluido en tu completo estudio, se puede escapar un poco de las manos.

Sara: Ya te dije en su momento que del dinero no te tienes que preocupar, eso es cosa mía.

Yo: Lo siento pero no puedo aceptar que me compres de ninguna manera.

Sara se preocupó y se abalanzó sobre mí, sentándose encima, abrazándome con sus brazos alrededor de mi cuello, estaba casi llorando.

Sara: ¿De verdad después de tantas semanas que llevamos juntos, crees que todavía quiero comprar tu amor?, ¿no te he demostrado todavía lo que te quiero y lo loca que estoy por ti?, ¿De verdad me lo estás diciendo?

Yo: No cariño, no dudo de tu amor ni de tus sentimientos, ¿pero es que no sé?

Sara: Escucha, no tienes porque sentirte mal, el barco será mío y tú serás el capitán para pasearme a mí por donde me salga del coño, va cariño, acepta por mí, que me hace mucho ilusión tomar el sol en pelotas o con una braguita muy sexi a tu lado en medio del mar.

Yo: Eres incorregible, otra vez me estás chantajeando con unas braguitas sexis, eres la hostia nena.

Sara (cara inocente): Hazlo por mi cariño, por favor.

Yo: Ya me has jodido, por ti cualquier cosa mi amor.

Sara: Bien, bien, bien, mañana mismo llamó para concretar la primera reunión con ellos, prepárate para viajar a Holanda.

Yo: De eso nada, vamos los dos que tú eres la propietaria, no te olvides.

Sara me sonrió enseñándome sus blancos y bonitos dientes, mirándome con una cara de enamorada que podía conseguir de mí lo que le diera la gana. A las dos semanas viajábamos a Holanda, para empezar a crear de la nada “nuestro” increíble barco.

Aquella misma semana nos vimos con Irene y José María el viernes por la noche, con la intención de darles la buena noticia, pero al llegar encontramos a José María muy serio, le pregunté a Irene que le pasaba, nos dijo que algo de una máquina en la empresa que no funcionaba bien.

Yo: José María, ¿pasa algo grave?

José María: Pues pasa que tenemos dos maquinas de las que más producen que están paradas, porque hay unas piezas que tienen que venir de EEUU, la distribuidora me dice que no las encuentran o no las quieren enviar, yo que sé, el caso es que las tenemos paradas, y como tarden un poco más no podremos hacer entrega de las piezas, algún cliente se va a enfadar enviándonos a la mierda, y son clientes importantes, estoy desesperado y cabreado como una mona joder.

Yo: Coño José María, no sé qué decirte, de esas cosas entiendes tú.

Sara escuchaba atentamente al lado de Irene.

Sara: ¿Me puedes facilitar el nombre de la empresa de EEUU que tendría que enviar las piezas?

José María buscó en su teléfono móvil el mail que le envió el distribuidor, con el nombre de la empresa americana enseñándoselo, Sara sacó del bolso su móvil, buscó entre la lista de contactos y llamó poniendo la cara muy seria mirándonos.

Sara: Hola soy Sara…, sí, ya sé que hace tiempo que no hablamos…, deberías hacerme un favor que te pagaré facilitándote una información que te interesará mucho…

Nosotros tres nos mirábamos unos a los otros sin dar crédito.

Sara: Tendrías que hablar con la empresa xxxx y darles un toque, para que envíen a España unas piezas con referencia xxxx y xxxx de manera urgente, pero que muy urgente…, vale, envíame un mensaje lo antes posible por favor, saludos…

Colgó y nos miró con una sonrisa como si no hubiera pasado nada, los tres la mirábamos con cara de idiotas.

Sara: ¿Os pasa algo?

Irene: Pero con quien coño has hablado criatura.

Sara: Con un empresario importante americano, por la información que le voy a dar nos va a solucionar el problema, la está buscando hace años.

José María: ¿Y tú la sabías y no se la habías dado nunca?

Sara: La guardaba para una situación como esta por ejemplo.

José María: Irene cariño, recuérdame cada día que no discuta con esta tía que me acojona.

Un sonido en el móvil de Sara acaparó la atención de todos, lo miró.

Sara: Confirmado, el lunes le llegaran las piezas a la distribuidora.

José María: No me lo puedo creer.

Sara contestó el mensaje con unos datos, al poco volvió a sonarle, lo descolgó.

Sara: No hace falta que me envíes ningún regalo, estoy muy lejos.

Colgó.

Sara: Está encantado y me ha dicho que si lo necesito para algo más que no dude en llamarlo.

Nos tenía a los tres alucinados mirándola.

José María: Sara, no es por desconfiar, pero, ¿estás segura que las piezas llegaran y que no te han tomado el pelo?, o este tío ha conseguido lo que quería y pasa de todo.

Sara: Llegaran seguro José María, este tío te aseguro que no se va a jugar el dinero que puede perder o dejar de ganar con una simple llamada mía, si me la juega sabe perfectamente que ha acabado su propia tumba, en su momento hicimos algunos negocios juntos y le fue muy bien, él sabe que es mejor estar bien conmigo que tenerme como enemiga.

Y así fue, el lunes por la mañana estaban arreglando las máquinas y por la tarde ya estaban funcionando al cien por cien. José María cada vez que tenía un problema grave llamaba a Sara y nos reuníamos los cuatro para solucionarlo, Sara acabó siendo una especie de asesora de la empresa, José María estaba encantado de hablar con ella de negocios, abrimos mercados en países que no habíamos ni soñado en vender, todo por las gestiones de Sara que además era feliz ayudándonos.

Pasaron dos años, estábamos en una preciosa cala de las islas, estaba en la ducha con Sara arrodillado comiéndole el chichi bajo el agua, preciosa como siempre, con las piernas separadas dejaba que yo jugara con mi lengua gimiendo con una mano en mi cabeza, cambiamos posiciones, se metió en la boca la polla chupando y succionando poniéndome más caliente que el picaporte del infierno, la levanté y la giré, apoyó sus manos en la pared de cristal sacando el culo todo lo que pudo, se la metí en el coño hasta el fondo pegando un grito, follamos como locos hasta corrernos los dos a la vez. Nos abrazamos y besamos sonriendo, nos secamos y salimos al gigantesco camarote a ponernos algo, se veía encima de una mesa una foto del “AKUARIES I”, hecha desde un dron navegando a toda vela, subimos al salón cogiendo cuatro cervezas y seguimos hasta la última cubierta, estaban Irene y José María tomando el sol en pelotas en unas hamacas, les dimos sus cervezas.

Sara: ¿Qué?, habéis oído algo de ruido, nos hemos corrido pegando buenos gritos.

Irene: No cariño, no se oía nada.

Sara: Lo ves, insonorizamos bien el barco para estas cosas.

Las dos reían.

Nos quitamos la poca ropa que llevábamos para ponernos en las hamacas a su lado, miramos adelante, para ver en las colchonetas de proa a los hijos de mis socios junto a los de Sara, pasaban las vacaciones con nosotros, acompañados de cuatro chicas con las que hacía un tiempo que salían, los ocho desnudos tomando el sol, se levantaron las chicas colocándose delante de ellos tapándoles el sol, una le dio un beso en la boca a otra, se fueron intercambiando entre ellas mirando a los chicos provocándolos, mientras los chicos se las miraban sonriendo estirados apoyados en los codos, se levantaron de pronto cogiendo cada uno a una tirándose al agua todos de golpe, nosotros desde arriba los mirábamos sonriendo.

Yo: Perfecto, todo en orden.

Irene: Que bonito es tener la edad de esos por favor.

José María: Pues yo no volvía a esa edad, ahora soy más feliz que nunca.

Yo: Tú a esa edad eras más tonto y gilipollas que ahora, cómo coño vas a querer volver.

José María: Vete a tomar por culo cabrón de mierda.

Sara: Cariño, sabes que te quiero más que a mí vida y cada día estoy más loca por ti.

Nos dimos la mano y seguimos tomando el sol los cuatro en silencio, todo en orden.

FIN