La vida en un soplo (Cap. VIII - 10ª parte)

Cap. VIII - “Volviendo a los inicios”, 10ª parte de 11

Aquella semana empezamos a hacer vida normal, salíamos a correr cada mañana muy despacio para que ella se pusiera en forma poco a poco, le enseñé todos los rincones del pueblo, al barco no la llevé porque quería esperarme al viernes para ir con mis socios y empezar el fin de semana, casi cada día sacábamos uno de los coches para darle una vuelta para que no estuviera demasiado tiempo parado, íbamos por una carretera de curvas bordeando el mar, ella cada día estaba más hecha a mi vida.

Llegó el viernes por la mañana, estábamos desayunando.

Sara: Esta tardé veremos a Irene y José María, tengo ganas de volver a verlos.

Yo: Hoy tenemos mucho trabajo, hay que prepararte para tu bautismo en el barco y tu juramento.

Sara: Hay Dios que no me acordaba de eso, que me vais hacer, que sois muy brutos cuando estáis juntos joder.

Yo (riendo): No te preocupes que tú integridad física no corre peligro.

Sara: Ya es bueno saberlo.

Yo: Pero la integridad mental no te la puedo asegurar.

Preparamos una bolsa con cuatro cosas y la subí al coche sin saber donde iba, llegamos al puerto y paré primero en la tienda de ropa, pedí para ella, tres pantalones, cinco polos, dos chaquetas paravientos, un par de gorras con su nombre y dos pares de zapatillas para andar por el barco.

Sara: Todo esto me va hacer falta.

Yo: Si quieres ser una buena marinera del “Akuaries” sí.

Sara (ilusionada): ¿Se llama Akuaries?, que nombre más bonito para un barco. ¿Estás son las gorras que hablaba José María?, pues son muy bonitas.

Yo: Es que tiene la sensibilidad de un jabalí, no le hagas caso.

Dejé el coche delante del barco, bajamos, Sara se lo miraba.

Sara: Es pequeño, ¿No?

Yo: No me jodas Sara, no me jodas que acabamos de llegar.

Subió al barco riéndose de mí, se lo miraba por aquí y por allí, se lo enseñé todo.

Sara (riendo): Al decirme que habías atravesado el atlántico con él pensaba que sería más grande.

Yo: Claro, un transatlántico de doscientos metros de eslora con piscinas y todas las comodidades.

Sara (riendo): Yo tuve algo parecido, un barco de ochenta metros con todo eso que dices en las Islas Caimán.

Me quedé con una cara de idiota que no sabía a dónde mirar.

Sara (seguía riendo): Pero no te preocupes este es muy bonito.

Yo: Vete a la mierda mi amor.

Se descojonaba mirando mi cara.

Llegaron por la tarde Irene y José María, con la ropa oficial, Sara salió corriendo a recibirlos, les dio un beso en la boca a cada uno.

Sara: Que chulo, vamos todos vestidos igual, parecemos un equipo.

José María: Sí, un equipo de gilipollas.

Sara: ¿Pero qué te pasa?

José María: Joder, que es subirme a este puto barco y el tonto de tú novio no para de mandarme cosas, como él es el capitán se aprovecha el cabrón.

Yo: No te quejes tanto que eres una mierda de marinero que no me sirves “pa” “na”, te dejo subir por Irene, tus hijos y porque me das pena cabrón.

José María: Lo ves, lo ves, ya empieza el gilipollas.

Irene: ¿Qué te parece el barco Sara?

Sara iba a hablar.

Yo: Cállate y no digas nada cabrona.

Empezó a descojonarse de risa mirándome.

José María: ¿Qué pasa, qué pasa?, habla Sara.

Sara puso voz de niña pequeña y no pude decirle que no.

Sara: Déjame explicárselo por favor, es la primera cosa graciosa que puedo decir.

Yo: Vaaaale.

Irene: Explica, explica, pasa de él.

Sara (riendo): Es que cuando hemos llegado, he visto el barco y le he dicho que era pequeño.

José María: ¡Ala!, pero como te atreves insensata a decir eso de su tesoro, te va a encerrar en las mazmorras y va a tirar la llave, que está con su barco que no caga.

Irene: Mujer, tan pequeño no es.

Sara: Ya, lo que pasa es que yo para pasar algunas vacaciones con mis hijos cuando eran pequeños tenía uno de ochenta metros.

José María: Hostia puta Luis, has encontrado a una que la tiene más grande que tú gilipollas, Sara cuando quieras te hago de marinero en tu barco sin problemas, no como en esta mierda con su capitán de pacotilla de los cojones.

Yo: Cállate o te juro que te tiró en medio del mar y tienes que volver nadando tonto la polla.

Irene: Solo estabas con tus hijos, y tú marido no…

Irene se quedó pensando y no dijo nada más.

Sara: Ya veo que Luis ha sido muy discreto y no os ha contado mucho sobre mí, digamos que tengo un pasado.

Irene: Si no quieres no hace falta que nos des explicaciones cariño.

Sara: Sí, quiero iros explicando cosas, es justo que conozcáis cosas de mí como yo sé sobre vosotros. Mi marido dejo de existir como tal a los cuatro días de estar casados, lo único que hicimos juntos fue a dos niños, a partir de aquí cada uno hizo su vida, las familias de ciertos niveles tienen que mantener la imagen intacta de gran familia feliz, yo salía con él en cuatro fotos para dar el pego y a cambio podía utilizar todos sus contactos para mis negocios, a mis hijos les encantaba el mar, y que mejor que un barco para disfrutarlo, llegó un momento en que se hicieron mayores y tienen toda su vida montada allí, no podía separarlos de ella, ellos saben que pueden verme cuando quieran. Cuando me enteré de que Luis estaba sin pareja de nuevo, pensé en la posibilidad de rehacer mi vida de otra manera, más feliz, sin toda la mierda que trae detrás tener que estar cada día vigilando quien te va a traicionar por una mierda de negocio, así que una cuantas cosas que tenía en marcha y funcionaban muy bien, me las vendí o pacté con mi ex para que me las comprara él, negocié que me pasara cada mes un dinero en pago de algunas cosas y otras las cobré de golpe, así que antes de que salga la pregunta ya os digo que vivo del cuento sin mover el coño para nada.

Irene: ¿Y tus hijos?

Sara: A mis hijos por tener el padre y pertenecer a la familia que tienen no van a tener problemas en su vida Irene, y si pasara una desgracia siempre me tendrán a mí.

José María: Has sabido jugar tus cartas y te ha salido bien, no tienes que arrepentirte de nada.

Sara: Si tú supieras José María las cosas que tienes que hacer a veces para “jugar bien las cartas”, pero eso es más delicado y ya os lo iré contando con el tiempo que por hoy creo que ya he hablado suficiente.

Se hizo un momento de silencio.

Irene: Bueno, ¿no tenemos que hacer que preste el juramento?

Yo: Más tarde, cuando sea de noche, ahora el marinerito de mierda podría ayudarme a sacar el barco del puerto y pasar la noche en una cala para nosotros.

José María: Que te den por culo.

Llegamos a la cala y ya estaba anocheciendo, encendí todos los leds del barco, cogí un mantel de color rojo que había traído de casa, estábamos todos uniformados.

Yo: Muy bien, antes de salir tenemos que formar, yo delante, la aspirante en medio y vosotros dos al final vigilando que no se escape.

Sara (preocupada): ¿Pero que me vais a hacer?

Irene (escapándosele la risa): Usted no hable, solo cuando se le pregunte, andando.

Salimos a la bañera.

Yo: Muy bien aspirante, ponga una rodilla en el suelo.

Le puse por encima el mantel rojo como si fuera una capa, ella reía nerviosa.

Yo: Ustedes dos pónganse uno a cada lado como padrinos del juramento.

Cogí la caña de pescar, José María empezaba a descontrolarse y se tapaba la boca, Irene hacía fuerza para cerrarla y no reírse.

Yo (serio): Muy bien, empieza el juramento, aspirante repita conmigo, juro solemnemente respetar este barco y no menos preciarlo, aunque haya sido una pija de mierda que tenía uno mucho más grande.

Sara: ¿Qué?

Irene: Que lo repita usted coño.

José María empezaba a mover el cuerpo para no explotar en una carcajada, Sara repitió riendo el juramento.

Mientras repetía yo le daba unos golpecitos con la caña en los hombros.

Yo: Muy bien, ahora el siguiente, repita conmigo, juro solemnemente cuidar del barco para que él cuide de mi en todas las travesías.

Ella repitió.

Yo: Muy bien, el último, juro solemnemente follarme al capitán o a la contramaestre Irene siempre que me lo pidan, al marinero que le den por culo, te lo follas si tu quieres.

Nos descojonamos de risa todos menos José María que me miraba con cara de mala hostia, Sara se levantó dejando caer el mantel.

Sara: Pero como puedes ser tan cruel con él, pobrecito.

Le pasó los brazos por el cuello a José María, él apoyó su cabeza en su hombro haciéndose la víctima.

Sara: Pues por tonto, él va a ser el primero que me voy a follar en este barco.

José María levantó la cabeza de golpe, Sara le cogió de la mano y se lo llevó para adentro, nos quedamos Irene y yo mirándonos, se quitó la chaqueta y se acercó con una sonrisa, tiré la caña de pescar que tenía en las manos, nos besamos como unos salvajes, Irene se separó.

Irene: Vamos arriba a las colchonetas del solárium y me comes el coño bien comido “capitán”.

Subimos rápidos, nos estiramos y nos volvimos a besar, mientras la besaba le acariciaba el muslo por la parte interna, subiendo y acabando metiéndole mano en el coño por encima del pantalón, gimió, me arrodillé desabrochándoselo rápido quitándoselo, le abrí las piernas y me metí en medio besándole el chichi, volvió a gemir, se lo cogía entre mis labios apretándolo, le aparté las bragas y le metí la lengua a lo salvaje todo lo que pude en el agujero, dio un fuerte grito levantando las piernas, le quité las bragas y metí la boca en medio del coño dándole vueltas a la lengua de manera lenta pero fuerte.

Irene: No tan fuerte que me corro cabrón.

Lo que provocó que le apretara más con la lengua corriéndose con unos gritos que hacían eco en toda la cala.

Irene: Toda la vida vas a ser un cabrón de…

Le metí la polla de golpe en el coño dando otro grito sin poder acabar la frase, la entraba y sacaba unas cuantas veces, después bajaba la cabeza y se lo lamía de arriba abajo con ganas, no paraba de gritar y en una de estas oímos a José María correrse como un loco volviendo a hacer el eco en la cala, se la metí de nuevo un rato, al volver a arrodillarme a lamerle el coño noté como me metían algo por el culo, me giré y era Sara desnuda que me había metido un dedo la cabrona.

Sara (riendo): Vengo a ayudarte Irene, entre las dos le vamos a dar a este “capitán” lo que se merece por cabrón.

Me follaba el culo metiendo y sacando el dedo, Irene le dedicó una sonrisa en medio de un grito cuando se la volví a meter, Sara se colocó a mi lado besándome sin parar de meterme el dedito, bajó la cabeza, se la saqué a Irene y ella se la metió en la boca dando unas cuantas succiones, sacó el dedo del culo y me la cogió pajeándome mientras metía la boca en el coño de Irene chupándoselo, la coloqué entre las piernas de Irene mientras le comía el chocho apoyada en sus rodillas, se la metí en el chichi follándola muy fuerte, los ecos por la cala se duplicaban y triplicaban con mis gritos.

Irene se incorporó estirándome a mí montándome, Sara me puso el coño en la boca sentándose encima de mi cara, entre ellas se besaban y se magreaban las tetas, intentaba comérselo a Sara pero ella apretaba el culo contra mi cara y se movía como le daba la gana, Irene se corrió por segunda vez escandalosamente estirándose a un lado para recuperarse, Sara se arrodilló para besarla suavemente quedando a cuatro patas con el coño delante de mí, me arrodillé y se la metí follando lo más fuerte y rápido que pude, Sara empezó a gritar como una bestia corriéndose, con la cara en el cuello de Irene que la abrazaba pasándole los brazos por la espalda, no paré y Sara bajó un poco la intensidad de los gemidos y gritos, volviendo al poco a volver a subirlos corriéndose de nuevo, volvió a bajar, volvió a subir y se volvió a correr, Irene ponía cara de no poder creérselo mirándome, Sara empezó a temblar, pegó un grito enorme tensando todo el cuerpo corriéndose la última vez, cayendo encima del cuerpo de Irene, me acerqué un poco, Irene me cogió la polla haciéndome una paja tan bestia que me corrí encima de las dos al instante, me levanté y cogí una toalla de baño para limpiarlas a ellas y la colchoneta, me estiré mirando las estrellas, Sara no las miraba porque todavía estaba entre los brazos de Irene con la cabeza metida en su cuello.

Irene: Cuídala Luis, cuídala mucho que es una mujer muy especial.

Oímos la voz de Sara medio apagada por el cansancio.

Sara: Ya me cuida mucho y muy bien.

Yo: ¿Y José María, qué has hecho con él?

Sara: Se ha corrido y se ha desmayado, debe estar durmiendo todavía.

Irene: Me parece que no te lo voy a prestar más, tú me dejas viuda en dos días nena.

Fui a buscar un edredón fino al puesto de mando y nos tapamos los tres, Sara se giró y me abrazó poniendo su cabeza en mi pecho, Irene se colocó en el otro lado haciendo lo mismo dándose ellas un beso mientras yo les acariciaba las cabezas. A los pocos minutos Irene se levantó para ir a ver como estaba su marido porque no estaba muy tranquila, nos quedamos solos y Sara se acurrucó más con mi cuerpo dándome besos en el cuello.

Sara: Que guapo estás y como te quiero, cuando me recupere un poco te voy a hacer correr otra vez, que solo lo has hecho una y no puede ser, te quiero bien satisfecho siempre.

Yo: Pero si yo ya estoy satisfecho mi amor.

Sara: De eso nada, tú me dijiste que podía hacer con tú cuerpo lo que quisiera, ahora no te puedes negar, no me vas a dejar con ganas de hacerte alguna cosilla, ¿no?

Yo: No me negaré nunca a que me hagas lo que tú quieras, aunque no se me levanté.

Sara: De eso ya me cuido yo.

Estiró la mano y me cogió la polla acariciándola mirándome riendo.

Sara: Como me gusta notar cómo crece en mi mano, es que me la comería, es que me la voy a comer.

Bajó la cabeza y sin soltarla sé metió el capullo en la boca, chupándolo suavemente aumentando poco a poco la fuerza sin parar de mover arriba abajo la mano, me la puso tiesa a más no poder, apoyé una mano en su hombro volviéndola a estirar, besándola metiendo mis piernas en medio de las suyas separándolas dejando las suyas muy abiertas, (me fascinaba la facilidad y flexibilidad que tenía aquella chica, para abrirse de piernas dejándolas muy separadas), me cogí la polla con la mano dejando la punta delante de su vagina metiéndosela muy poco a poco, ella gemía suavemente con una mano en mi cuello y la otra acariciándome el pelo.

Sara: Como me gusta que me la metas así, como me gusta.

Seguí poco a poco un buen rato sintiendo como ella gemía y movía su cuerpo debajo del mío, bajó la mano que tenía sobre mi cabeza mojándose los dedos metiendo uno en mi culo, apreté metiendo la polla con un poco más de fuerza, dando Sara un grito metiendo y sacando el dedo más rápido, aumenté mi ritmo, cuanto más rápido iba su dedo más rápido iba yo, de golpe metió un segundo dedo, metiéndola más rápido y fuerte en su coño, me miró a los ojos follándome el culo con los dedos cada vez más rápido, yo seguía el ritmo con más velocidad y fuerza haciéndole gritar más fuerte, la cabrona estaba a punto de correrse y me metía los dedos hasta chocar con una fuerza en mi culo que no me metió la mano dentro de milagro, pegó unos gritos tremendos corriéndose de nuevo, sacándome los dedos de golpe corriéndome con fuerza notando como salía de dentro de su coño el semen y el flujo vaginal por los lados de mi polla disparados, ella jadeaba debajo de mí abrazándome muy fuerte.

Estuvimos un buen rato sin movernos, dejando que mi picha fuera aflojándose dentro de ella, después nos fuimos a duchar con agua calentita al camarote, al pasar por el salón oímos a Irene que volvía a correrse en su camarote con unos buenos gritos, reímos y seguimos camino, nos duchamos y Sara no paraba de besarme y acariciarme. Nos vestimos y subimos a preparar la cena, al poco apareció Irene para ayudarnos.

Irene: Sois unos cabrones los dos, me voy yo y os ponéis a follar como locos, me habéis puesto tan cachonda oyendo vuestros gritos que José María me ha tenido que comer el coño para que me corriera otra vez.

Sara: Ya nos hemos enterado, ya.

Más tarde apareció José María, ya estaba a punto la cena y la mesa preparada.

Yo: Hombre ya ha aparecido, le está todo bien o quiere alguna cosa más el señor.

José María: Quiero que me sirvas el vino con la botella metida en el culo capullo.

Cenamos y tomamos unas copas, pasamos otro fin de semana divertido, cuando volvimos el domingo a puerto, mis socios se despidieron citándonos para el próximo viernes en su casa para cenar y quedarnos a dormir. Nos quedamos solos, Sara me pidió que pasáramos otra noche en el barco, salimos a cenar a un restaurante del puerto. Mientras cenábamos.

Sara: ¿No te gustaría tener un barco más grande, con más espacio?

Yo: Sabes lo que pasa, que para poder manejarlo una sola persona no puede ser excesivamente grande, a mi me gusta navegar sin tripulación, siempre que he tenido un mal momento adentrarme en el mar solo me ha servido para aclarar mis ideas.

Sara: Cariño, ahora hay mucha electrónica que te ayuda a llevar barcos enormes totalmente solo.

Yo: Ya, pero si le sumas un barco grande más lo que vale toda la electrónica, el “barquito” puede salir por un ojo de la cara.

Sara me miró con ojitos levantando las cejas.

Sara: Eso no es un problema, ya deberías saberlo.

Yo. No sé Sara, estoy muy contento con este.

Sara: Hacemos una cosa, tú no te preocupes, yo busco toda la información que podamos necesitar, así me distraigo haciendo algo, cuando la tenga te hago una presentación y valoramos.

Yo: Joder Sara, te sale la vena empresarial por todos lados cariño.